𝙎𝙞𝙣 𝙝𝙪𝙢𝙖𝙣𝙞𝙙𝙖𝙙. El último recuerdo con humanidad fue el golpe.
Venía de correr, como cualquier tarde. El aire fresco, el ritmo constante de sus pasos, el latido acompasado en sus oídos. Aquel vecindario era seguro, lo conocía bien. No había razón para temer, mucho menos mientras hacía lo que más amaba: correr. Le apasionaban los maratones, superarse,...