• Un nuevo rumbo, el despertar de la sangre antigua.

    -----------

    Ya poco o nada quedaba en la mente de Mia, lo que había pasado en Cheydinhall ya eran recuerdos pero aún estaba fresco el dolor de haber perdido a su madre Kari, hubiera podido haber hecho más pero no… Mia suspiró y con eso un nuevo aire y misión, llegar a Falkreath, al último santuario de la Hermandad Oscura que queda en pie, su último refugio.

    Había cruzado la frontera imperial esa mañana, dejando atrás los bosques brumosos de Cyrodiil. El paso de la montaña era angosto, vigilado por imperiales armados. Pronto, las murallas ennegrecidas de Helgen se alzaron ante ella, aún sin saber que allí cambiaría su destino para siempre. Esa mañana la frontera estaba más agitada que de costumbre, los imperiales más estrictos con sus requisas y preguntas, se rumoraba que traerían a una captura importante, tanto que hizo arribar a Helgen al mismísimo general Tulio. Mia no prestó atención a los detalles, si no se murmura el nombre de Sithis, no vale la pena, aprovechando el descuido de los imperiales, ella se coló por entre las filas, invisible a los de ellos, ya pasado el percance, ahora si se dirigiría al paso más cercano, cauce boscoso de ahí a Falkreath.

    No le tomó mucho llegar, Cauce Boscoso Boscoso estaba a media hora a pie de Helgen, el lugar era acogedor, una muralla daba la bienvenida, no habían guardias y eso era bueno, tras el arco de la muralla una anciana que curtia cuero en las afueras de su casa, seguido de otra casa que por el letrero, era la casa de comercio, al lado izquierdo la herrería y al lado derecho después de la casa de comercio la posada el gigante dormido, Mia decidió que iría por algo, quizá alquilar una habitación y dormir que bien le hace falta y comer algo decente.

    Mia entro a la posada, era modesta y bien organizada, tenía todo lo que necesitaba, avanzó hacia el tabernero y alquiló una habitación, diez monedas le pidió las cuales ella sacó de su bolsa, si, la paga de su último contrato, el último antes que todo se viniera abajo, pidió un tazón de estofado de ternera, hidromiel y pan, luego fue a tomar su asiento esperando lo pedido cuando en ese momento, dentro de ella algo se sacudió, era como si algo o alguien la llamara, disimuladamente buscó por todo lado y nada encontró, la dueña de la taberna, una nórdica de cabello rubio le sirvió su pedido pero Mia tenía la mirada perdida, temblaba como si tuviese frio, ella le preguntó si estaba bien y fue ahí donde Mia reaccionó y asintió, ella se retiró pero no dejó de observarla, Mia aún seguía sintiendo esa rara sensación, acabó su comida de prisa y luego se dirigió al cuarto asignado para ella, tal vez era el cansancio que estaba jugándole una mala pasada, eso era lo que ella pensaba sin imaginarse que a pocos kilómetros de ahí, en Helgen, estaba presenciándose la llegada del Devorador de Mundos, Alduin, su padre.
    Un nuevo rumbo, el despertar de la sangre antigua. ----------- Ya poco o nada quedaba en la mente de Mia, lo que había pasado en Cheydinhall ya eran recuerdos pero aún estaba fresco el dolor de haber perdido a su madre Kari, hubiera podido haber hecho más pero no… Mia suspiró y con eso un nuevo aire y misión, llegar a Falkreath, al último santuario de la Hermandad Oscura que queda en pie, su último refugio. Había cruzado la frontera imperial esa mañana, dejando atrás los bosques brumosos de Cyrodiil. El paso de la montaña era angosto, vigilado por imperiales armados. Pronto, las murallas ennegrecidas de Helgen se alzaron ante ella, aún sin saber que allí cambiaría su destino para siempre. Esa mañana la frontera estaba más agitada que de costumbre, los imperiales más estrictos con sus requisas y preguntas, se rumoraba que traerían a una captura importante, tanto que hizo arribar a Helgen al mismísimo general Tulio. Mia no prestó atención a los detalles, si no se murmura el nombre de Sithis, no vale la pena, aprovechando el descuido de los imperiales, ella se coló por entre las filas, invisible a los de ellos, ya pasado el percance, ahora si se dirigiría al paso más cercano, cauce boscoso de ahí a Falkreath. No le tomó mucho llegar, Cauce Boscoso Boscoso estaba a media hora a pie de Helgen, el lugar era acogedor, una muralla daba la bienvenida, no habían guardias y eso era bueno, tras el arco de la muralla una anciana que curtia cuero en las afueras de su casa, seguido de otra casa que por el letrero, era la casa de comercio, al lado izquierdo la herrería y al lado derecho después de la casa de comercio la posada el gigante dormido, Mia decidió que iría por algo, quizá alquilar una habitación y dormir que bien le hace falta y comer algo decente. Mia entro a la posada, era modesta y bien organizada, tenía todo lo que necesitaba, avanzó hacia el tabernero y alquiló una habitación, diez monedas le pidió las cuales ella sacó de su bolsa, si, la paga de su último contrato, el último antes que todo se viniera abajo, pidió un tazón de estofado de ternera, hidromiel y pan, luego fue a tomar su asiento esperando lo pedido cuando en ese momento, dentro de ella algo se sacudió, era como si algo o alguien la llamara, disimuladamente buscó por todo lado y nada encontró, la dueña de la taberna, una nórdica de cabello rubio le sirvió su pedido pero Mia tenía la mirada perdida, temblaba como si tuviese frio, ella le preguntó si estaba bien y fue ahí donde Mia reaccionó y asintió, ella se retiró pero no dejó de observarla, Mia aún seguía sintiendo esa rara sensación, acabó su comida de prisa y luego se dirigió al cuarto asignado para ella, tal vez era el cansancio que estaba jugándole una mala pasada, eso era lo que ella pensaba sin imaginarse que a pocos kilómetros de ahí, en Helgen, estaba presenciándose la llegada del Devorador de Mundos, Alduin, su padre.
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    El despertar de la sangre Ishtar.

    El suelo temblaba bajo la presión de una presencia. Akane jadeaba. Su forma Oni Lunar había consumido casi todo lo que tenía, y aun así, no era suficiente. Los músculos quemaban, la energía se dispersaba, y cada fibra de su ser sentía el sello que bloqueaba su evolución total.

    Frente a ella, su rival permanecía en las sombras, sin nombre ni rostro revelado. Pero su poder era palpable… cercano al de Azuka, su hermana. Solo que a diferencia de Azuka, este enemigo no contenía su fuerza. No respetaba el vínculo. Este quería destruirla.

    El ataque vino sin aviso, una ráfaga que cortó el aire. Akane no contraatacó. Solo desvió, apenas un giro de muñeca, lo justo para no morir.

    "¿Parry?" -Se burló la figura desde la penumbra, con una voz antigua.

    Akane sonrió, sus labios ensangrentados y el aliento agitado.

    "Ahora es mi estilo". -Respondió con tono burlesco, como si cada segundo ganado fuera una pequeña victoria.

    La figura volvió a avanzar, implacable, cada paso retumbando como si el mundo se hundiera bajo su peso.

    "Ese juego que estás jugando…" -Murmuró- "¿Es suicidio?"

    Akane se alzó sobre sus pies tambaleantes, con la mirada encendida y una chispa de ironía en los ojos.

    "Tal vez... pero me importa un carajo".

    El ser alzó su mano, y el entorno pareció reaccionar: grietas en el suelo, electricidad en el aire.

    "Entonces hazlo, hazlo. Aún no es suficiente para vencerme".

    "Todavía no he perdido". -Respondió ella con firmeza, como quien está dispuesta a caer mil veces con tal de dar un paso más.

    En ese momento, no se escuchó ningún ataque, ningún rugido. Solo el silencio y un sonido suave: clink. Dos grilletes metálicos aparecieron en sus muñecas. Pero no pesaban. No la ataban. Eran símbolo, no prisión.

    Akane los miró. Sabía lo que representaban: su propio límite. El sello que había contenido su verdadero poder. Y uno a uno… comenzaron a romperse.

    Los fragmentos brillaron antes de tocar el suelo, desintegrándose en polvo azul.

    Desde sus manos, luego su rostro, marcas comenzaron a brillar. Runas antiguas, como cicatrices de poder. La luna, antes oculta por las nubes de la batalla, emergió limpia, clara, como si también estuviera esperando ese momento.

    Akane alzó su vista hacia el enemigo. Ya no tenía miedo. Ya no estaba sellada. Ahora sí. Era suficiente.

    Su cabello azul resplandece con intensidad, y aunque su cuerpo parece humano, sobresalen garras y una cola dracónica hechas completamente de energía luminosa, azul brillante, casi líquida en su movimiento. Estas manifestaciones no son parte de una transformación física, sino el reflejo visual de lo que habita oculto en su interior: un poder ancestral que aún duerme, pero ha comenzado a filtrarse más allá de sus límites. Cada destello de esas extremidades energéticas es un susurro de la criatura que podría despertar, un aviso de que Akane está más cerca que nunca de romper su sello final.
    El despertar de la sangre Ishtar. El suelo temblaba bajo la presión de una presencia. Akane jadeaba. Su forma Oni Lunar había consumido casi todo lo que tenía, y aun así, no era suficiente. Los músculos quemaban, la energía se dispersaba, y cada fibra de su ser sentía el sello que bloqueaba su evolución total. Frente a ella, su rival permanecía en las sombras, sin nombre ni rostro revelado. Pero su poder era palpable… cercano al de Azuka, su hermana. Solo que a diferencia de Azuka, este enemigo no contenía su fuerza. No respetaba el vínculo. Este quería destruirla. El ataque vino sin aviso, una ráfaga que cortó el aire. Akane no contraatacó. Solo desvió, apenas un giro de muñeca, lo justo para no morir. "¿Parry?" -Se burló la figura desde la penumbra, con una voz antigua. Akane sonrió, sus labios ensangrentados y el aliento agitado. "Ahora es mi estilo". -Respondió con tono burlesco, como si cada segundo ganado fuera una pequeña victoria. La figura volvió a avanzar, implacable, cada paso retumbando como si el mundo se hundiera bajo su peso. "Ese juego que estás jugando…" -Murmuró- "¿Es suicidio?" Akane se alzó sobre sus pies tambaleantes, con la mirada encendida y una chispa de ironía en los ojos. "Tal vez... pero me importa un carajo". El ser alzó su mano, y el entorno pareció reaccionar: grietas en el suelo, electricidad en el aire. "Entonces hazlo, hazlo. Aún no es suficiente para vencerme". "Todavía no he perdido". -Respondió ella con firmeza, como quien está dispuesta a caer mil veces con tal de dar un paso más. En ese momento, no se escuchó ningún ataque, ningún rugido. Solo el silencio y un sonido suave: clink. Dos grilletes metálicos aparecieron en sus muñecas. Pero no pesaban. No la ataban. Eran símbolo, no prisión. Akane los miró. Sabía lo que representaban: su propio límite. El sello que había contenido su verdadero poder. Y uno a uno… comenzaron a romperse. Los fragmentos brillaron antes de tocar el suelo, desintegrándose en polvo azul. Desde sus manos, luego su rostro, marcas comenzaron a brillar. Runas antiguas, como cicatrices de poder. La luna, antes oculta por las nubes de la batalla, emergió limpia, clara, como si también estuviera esperando ese momento. Akane alzó su vista hacia el enemigo. Ya no tenía miedo. Ya no estaba sellada. Ahora sí. Era suficiente. Su cabello azul resplandece con intensidad, y aunque su cuerpo parece humano, sobresalen garras y una cola dracónica hechas completamente de energía luminosa, azul brillante, casi líquida en su movimiento. Estas manifestaciones no son parte de una transformación física, sino el reflejo visual de lo que habita oculto en su interior: un poder ancestral que aún duerme, pero ha comenzado a filtrarse más allá de sus límites. Cada destello de esas extremidades energéticas es un susurro de la criatura que podría despertar, un aviso de que Akane está más cerca que nunca de romper su sello final.
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  • El cielo no crujía. No porque estuviera en paz, sino porque esperaba. Como las bestias antes del salto, como el mar antes del naufragio.

    Zeus permanecía en lo alto, donde los vientos no se atreven a susurrar y las nubes no se forman sin su permiso. En la cima invisible del mundo, donde ningún altar llega y ninguna plegaria es necesaria, sus ojos repasaban el horizonte. No buscaba nada. Solo observaba lo inevitable.

    Los siglos pasaban sin que él parpadeara. La historia humana se derramaba como un río desbocado, repitiéndose con disfraces distintos. Reyes que se creían dioses. Dioses que se disfrazaban de hombres. Y en medio de todos ellos, Zeus, eterno y paciente, esperando el punto exacto donde el orden cede a la soberbia.

    Porque siempre llega.

    Debajo, los hombres gritaban órdenes, escribían leyes con tinta que no pesa, y creaban reglas para un mundo que no les pertenece. Pensaban haber domesticado a la tormenta, convertido la furia en fenómeno meteorológico. Se reían de los dioses entre cervezas y pantallas, sin comprender que el olvido no es poder. Es simplemente la antesala del despertar.

    Y entonces… el primer trueno.

    No cayó sobre una ciudad. No mató a nadie. No fue castigo, ni venganza. Fue un anuncio.

    Los pájaros lo sintieron primero. Luego, los perros. Luego, los niños. Aquellos que todavía no han aprendido a ignorar lo que no entienden.

    Él no bajó del cielo. No tuvo que hacerlo. Zeus nunca desciende. El mundo sube hasta él cuando está listo.

    En las montañas más solitarias, los árboles se inclinaron. En los mares más profundos, los remolinos detuvieron su danza. En las ciudades más ruidosas, hubo un segundo de absoluto silencio.

    No era nostalgia lo que lo traía de vuelta. No era la necesidad de un trono, ni de una guerra. Era la memoria. La suya… y la del mundo.

    Porque el mundo lo había olvidado. Y sin embargo, su sombra seguía allí, entre cada tormenta maldita, cada rayo que parte un cielo limpio sin razón. Él no busca sacrificios. Ni fe. Solo respeto.

    Zeus camina de nuevo, con pies que no pisan la tierra pero dejan huellas. No lleva corona. No necesita relámpagos para imponerse. Su mirada basta. Es el trueno contenido, el castigo en potencia, el equilibrio final entre ley y caos.

    Los dioses no mueren, solo se aburren. Zeus no.

    Porque a diferencia de los otros, él no fue creado por la humanidad. Él la soportó. La moldeó. La castigó y la perdonó más veces de las que alguien puede contar.

    Y esta vez, no vino a hablar.

    No necesita presentarse. No busca adoración. Solo quiere que recuerden algo que nunca debieron olvidar:

    Que hay cosas que no pueden ser nombradas sin consecuencia.

    Y entre ellas… está su nombre.

    Zeus.

    #desafiodivino #misiondiarialunes
    El cielo no crujía. No porque estuviera en paz, sino porque esperaba. Como las bestias antes del salto, como el mar antes del naufragio. Zeus permanecía en lo alto, donde los vientos no se atreven a susurrar y las nubes no se forman sin su permiso. En la cima invisible del mundo, donde ningún altar llega y ninguna plegaria es necesaria, sus ojos repasaban el horizonte. No buscaba nada. Solo observaba lo inevitable. Los siglos pasaban sin que él parpadeara. La historia humana se derramaba como un río desbocado, repitiéndose con disfraces distintos. Reyes que se creían dioses. Dioses que se disfrazaban de hombres. Y en medio de todos ellos, Zeus, eterno y paciente, esperando el punto exacto donde el orden cede a la soberbia. Porque siempre llega. Debajo, los hombres gritaban órdenes, escribían leyes con tinta que no pesa, y creaban reglas para un mundo que no les pertenece. Pensaban haber domesticado a la tormenta, convertido la furia en fenómeno meteorológico. Se reían de los dioses entre cervezas y pantallas, sin comprender que el olvido no es poder. Es simplemente la antesala del despertar. Y entonces… el primer trueno. No cayó sobre una ciudad. No mató a nadie. No fue castigo, ni venganza. Fue un anuncio. Los pájaros lo sintieron primero. Luego, los perros. Luego, los niños. Aquellos que todavía no han aprendido a ignorar lo que no entienden. Él no bajó del cielo. No tuvo que hacerlo. Zeus nunca desciende. El mundo sube hasta él cuando está listo. En las montañas más solitarias, los árboles se inclinaron. En los mares más profundos, los remolinos detuvieron su danza. En las ciudades más ruidosas, hubo un segundo de absoluto silencio. No era nostalgia lo que lo traía de vuelta. No era la necesidad de un trono, ni de una guerra. Era la memoria. La suya… y la del mundo. Porque el mundo lo había olvidado. Y sin embargo, su sombra seguía allí, entre cada tormenta maldita, cada rayo que parte un cielo limpio sin razón. Él no busca sacrificios. Ni fe. Solo respeto. Zeus camina de nuevo, con pies que no pisan la tierra pero dejan huellas. No lleva corona. No necesita relámpagos para imponerse. Su mirada basta. Es el trueno contenido, el castigo en potencia, el equilibrio final entre ley y caos. Los dioses no mueren, solo se aburren. Zeus no. Porque a diferencia de los otros, él no fue creado por la humanidad. Él la soportó. La moldeó. La castigó y la perdonó más veces de las que alguien puede contar. Y esta vez, no vino a hablar. No necesita presentarse. No busca adoración. Solo quiere que recuerden algo que nunca debieron olvidar: Que hay cosas que no pueden ser nombradas sin consecuencia. Y entre ellas… está su nombre. Zeus. #desafiodivino #misiondiarialunes
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  • El Comienzo de Todo – El Despertar de Jade Green
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    Desde que era niña, Jade siempre supo que su vida no sería como la de los demás. En los primeros años de su existencia, vivió en el convento, escondida entre las sombras de las monjas, protegida del mundo exterior por los muros de piedra que la mantenían alejada de quienes la buscaban. No entendía del todo por qué, pero sentía que algo oscuro la acechaba. Algo que no podía escapar, aunque ni su madre ni las monjas hablaran al respecto.

    Recuerdo los días grises y fríos, el canto monótono de las monjas que, a pesar de ser cálido, nunca lograba calmar la sensación constante de inquietud que me embargaba. Sabía que no era una niña común. Había algo en mí, algo que me hacía diferente. A veces, en mis sueños, veía ojos enormes, profundos como el mar. Aquellos ojos eran los mismos que sentía en mi interior. La conexión que no comprendía, la fuerza ancestral que me pertenecía y que, sin quererlo, me arrastraba.

    Era mi madre quien me sacó de allí. La misma mujer que siempre había sido una sombra distante, a veces cálida, a veces fría, pero siempre con un aire de autoridad que parecía rodearla. Esa mujer, la que hablaba en susurros con el viento, que nunca dejaba de estudiar los antiguos textos y las viejas escrituras de la Hermandad del Kraken, fue quien me sacó del convento, de mi protección, de mi escondite. Y lo hizo con una sonrisa que nunca pude descifrar, una sonrisa que llevaba consigo una carga de tristeza y aceptación.

    Al principio, no entendí lo que sucedía. No entendí por qué estaba siendo entregada a aquellos que me miraban como si fuera algo más que una niña, como si fuera una pieza de un rompecabezas al que le faltaba su lugar. Lo comprendí cuando ya era demasiado tarde, cuando mi madre, la mujer que debería haberme protegido, me entregó sin remordimientos a una organización con oscuros fines. La Hermandad del Kraken. ¿Cómo podría ella? ¿Cómo pudo venderme? ¿Por qué me entregó a aquellos que querían usarme como un simple instrumento?

    Me sentí perdida, atrapada en una red de mentiras y manipulaciones. De repente, todo lo que había conocido, todo lo que pensaba que era real, se desmoronó ante mis ojos. A medida que pasaban los años, comencé a entender que mi madre no era simplemente una madre. Era una sacerdotisa, una mujer que había consagrado su vida a un propósito más grande que ella misma. Y ese propósito no me incluía como su hija, sino como un medio para un fin: el despertar del Kraken.

    Mi madre nunca me habló directamente de la Hermandad, ni de lo que se esperaba de mí. Pero yo sabía que, en algún lugar profundo de mi ser, algo se despertaba. Mi vínculo con el Kraken no era un simple destino. Era un llamado que siempre había estado latente, esperando el momento adecuado para salir a la luz.

    Las voces que escuchaba en mis sueños, los ecos de los mares y las olas que parecían hablarme, todo encajaba en un puzzle que me aterraba. El Kraken, ese monstruo primordial, no solo era un mito. Era real. Y yo era la pieza clave para desatarlo.

    Me encontraba en medio de dos mundos. La bondad de Gazú, mi padre adoptivo, el hombre que me dio amor cuando mi madre me abandonó, y el oscuro destino que la Hermandad había trazado para mí. Gazú me ofreció protección, un refugio del caos que me rodeaba, pero el peso de lo que estaba en juego, el destino que me perseguía, me alejaba de él. Mi amor por él era la única ancla que me mantenía a flote, pero ni él ni yo sabíamos lo que se avecinaba.

    Recuerdo las noches solitarias, mirando al horizonte, buscando respuestas que nunca llegaban. Mis poderes, esas habilidades que no entendía del todo, comenzaban a crecer dentro de mí. No era solo una niña común. Había algo en mis venas, algo que me conectaba con las aguas del océano, con el monstruo que se escondía en las profundidades.

    Y ahora, al mirar las olas chocando contra la costa, entendí que no podía escapar de esto. El Kraken ya estaba despertando, y yo no podía ignorarlo. No podía evitarlo. Mi destino estaba sellado, marcado por la sangre de mi madre, por la conexión que no podía cortar. El Kraken me llamaba, y yo tenía que decidir qué hacer con ese poder.

    Me he pasado toda la vida huyendo de lo que soy, pero ahora no puedo seguir corriendo. El futuro está frente a mí, y aunque mi corazón me grite que no debo seguir el camino de la Hermandad, sé que algo más grande que yo ya ha comenzado. Y quizás, por primera vez, pueda elegir qué hacer con el poder que corre por mis venas.

    Sabía que no podía huir para siempre. El Kraken había comenzado a despertar, y su destino estaba intrínsecamente ligado a ese monstruo del abismo. Pero, a medida que la tormenta arremetía alrededor de ella, Jade entendió que no sería solo un instrumento para los fines de la Hermandad. Ella tendría que decidir por sí misma qué hacer con el poder que le otorgaba su sangre y su linaje.

    En ese momento, Jade tomó una decisión.

    "No seré su marioneta", susurró con determinación. "El Kraken no me controlará. Lo despertaré, pero será a mi manera."

    Con un último vistazo a las olas embravecidas, Jade dio un paso atrás, alejándose del borde. El destino no la había elegido, ni la Hermandad, ni el Kraken. Sería ella quien decidiría su futuro, aunque eso significara desafiar a la misma organización que la había creado y, posiblemente, a la fuerza de los mares.

    La lucha por su libertad comenzaba esa noche.
    Desde que era niña, Jade siempre supo que su vida no sería como la de los demás. En los primeros años de su existencia, vivió en el convento, escondida entre las sombras de las monjas, protegida del mundo exterior por los muros de piedra que la mantenían alejada de quienes la buscaban. No entendía del todo por qué, pero sentía que algo oscuro la acechaba. Algo que no podía escapar, aunque ni su madre ni las monjas hablaran al respecto. Recuerdo los días grises y fríos, el canto monótono de las monjas que, a pesar de ser cálido, nunca lograba calmar la sensación constante de inquietud que me embargaba. Sabía que no era una niña común. Había algo en mí, algo que me hacía diferente. A veces, en mis sueños, veía ojos enormes, profundos como el mar. Aquellos ojos eran los mismos que sentía en mi interior. La conexión que no comprendía, la fuerza ancestral que me pertenecía y que, sin quererlo, me arrastraba. Era mi madre quien me sacó de allí. La misma mujer que siempre había sido una sombra distante, a veces cálida, a veces fría, pero siempre con un aire de autoridad que parecía rodearla. Esa mujer, la que hablaba en susurros con el viento, que nunca dejaba de estudiar los antiguos textos y las viejas escrituras de la Hermandad del Kraken, fue quien me sacó del convento, de mi protección, de mi escondite. Y lo hizo con una sonrisa que nunca pude descifrar, una sonrisa que llevaba consigo una carga de tristeza y aceptación. Al principio, no entendí lo que sucedía. No entendí por qué estaba siendo entregada a aquellos que me miraban como si fuera algo más que una niña, como si fuera una pieza de un rompecabezas al que le faltaba su lugar. Lo comprendí cuando ya era demasiado tarde, cuando mi madre, la mujer que debería haberme protegido, me entregó sin remordimientos a una organización con oscuros fines. La Hermandad del Kraken. ¿Cómo podría ella? ¿Cómo pudo venderme? ¿Por qué me entregó a aquellos que querían usarme como un simple instrumento? Me sentí perdida, atrapada en una red de mentiras y manipulaciones. De repente, todo lo que había conocido, todo lo que pensaba que era real, se desmoronó ante mis ojos. A medida que pasaban los años, comencé a entender que mi madre no era simplemente una madre. Era una sacerdotisa, una mujer que había consagrado su vida a un propósito más grande que ella misma. Y ese propósito no me incluía como su hija, sino como un medio para un fin: el despertar del Kraken. Mi madre nunca me habló directamente de la Hermandad, ni de lo que se esperaba de mí. Pero yo sabía que, en algún lugar profundo de mi ser, algo se despertaba. Mi vínculo con el Kraken no era un simple destino. Era un llamado que siempre había estado latente, esperando el momento adecuado para salir a la luz. Las voces que escuchaba en mis sueños, los ecos de los mares y las olas que parecían hablarme, todo encajaba en un puzzle que me aterraba. El Kraken, ese monstruo primordial, no solo era un mito. Era real. Y yo era la pieza clave para desatarlo. Me encontraba en medio de dos mundos. La bondad de Gazú, mi padre adoptivo, el hombre que me dio amor cuando mi madre me abandonó, y el oscuro destino que la Hermandad había trazado para mí. Gazú me ofreció protección, un refugio del caos que me rodeaba, pero el peso de lo que estaba en juego, el destino que me perseguía, me alejaba de él. Mi amor por él era la única ancla que me mantenía a flote, pero ni él ni yo sabíamos lo que se avecinaba. Recuerdo las noches solitarias, mirando al horizonte, buscando respuestas que nunca llegaban. Mis poderes, esas habilidades que no entendía del todo, comenzaban a crecer dentro de mí. No era solo una niña común. Había algo en mis venas, algo que me conectaba con las aguas del océano, con el monstruo que se escondía en las profundidades. Y ahora, al mirar las olas chocando contra la costa, entendí que no podía escapar de esto. El Kraken ya estaba despertando, y yo no podía ignorarlo. No podía evitarlo. Mi destino estaba sellado, marcado por la sangre de mi madre, por la conexión que no podía cortar. El Kraken me llamaba, y yo tenía que decidir qué hacer con ese poder. Me he pasado toda la vida huyendo de lo que soy, pero ahora no puedo seguir corriendo. El futuro está frente a mí, y aunque mi corazón me grite que no debo seguir el camino de la Hermandad, sé que algo más grande que yo ya ha comenzado. Y quizás, por primera vez, pueda elegir qué hacer con el poder que corre por mis venas. Sabía que no podía huir para siempre. El Kraken había comenzado a despertar, y su destino estaba intrínsecamente ligado a ese monstruo del abismo. Pero, a medida que la tormenta arremetía alrededor de ella, Jade entendió que no sería solo un instrumento para los fines de la Hermandad. Ella tendría que decidir por sí misma qué hacer con el poder que le otorgaba su sangre y su linaje. En ese momento, Jade tomó una decisión. "No seré su marioneta", susurró con determinación. "El Kraken no me controlará. Lo despertaré, pero será a mi manera." Con un último vistazo a las olas embravecidas, Jade dio un paso atrás, alejándose del borde. El destino no la había elegido, ni la Hermandad, ni el Kraken. Sería ella quien decidiría su futuro, aunque eso significara desafiar a la misma organización que la había creado y, posiblemente, a la fuerza de los mares. La lucha por su libertad comenzaba esa noche.
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  • -con el despertar de Eva los pecados parasitados despiertan también. El pecado de la ira hace presencia en una extraña apariencia tridimensional?-
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  • Ghost of you
    Fandom OC
    Categoría Drama
    𝐖̵𝐡̵𝐨̵ 𝐚̵𝐫̵𝐞̵ 𝐲̵𝐨̵𝐮̵...?

    https://open.spotify.com/intl-es/track/0pSqYDTjY1Xt86usTQslAx?si=61ec1718a7654816

    c of the art: mepumepu_ on x

    Rol con [NOT_YOUR_PRINCESS]

    Los años transcurrieron en una nube de inconsciencia para el maldito. Poco recuerda de ellos, y esos escasos recuerdos son más parecidos a la sensación de tener algo en la punta de la lengua, imágenes inalcanzables de épocas que quizá ni siquiera llegaron a ser, o aún no habían sido.

    La magia de Selenne y Osdara era confusa, y, en conjunto, era incluso más difícil de comprender. Eduardo--- no, Gawain, había dejado de intentarlo.

    Su segundo despertar tuvo lugar en el único lugar puro de la ciénaga maldita: el templo de Selene. Allí se resguardo durante diez lunas llenas, y su única compañúa fueron sus propias lágrimas, que le asolaban al descubrir que lo había perdido todo.

    Los Marbth no podían llorar.

    Él ya no era un Marbth. Tampoco era humano. La magia de las Aotrom le había convertido en algo distinto, algo que sacudía la lógica del mismo universo. Una maldición como la de Legoshë no se desvanecía en el tiempo, y Gawain sospechaba que su destino seguía siendo la eternidad y la desidia. Sus recién recuperadas emociones se fueron calmando con el paso de los días. Fue así que se dio cuenta que conservaba las escasas ventajas de ser un maldito. No tenía apetito, tampoco sed. Su corazón no latía, y sus heridas no sangraban. Supuraban un líquido negro como el alquitrán que quemaba la piel de todo el que tocaba. Después, se regeneraban lentamente.

    Desde el despertar, dos cosas habían cambiado.

    1- Podía ver fragmentos del futuro en sueños
    2- La naturaleza volvía a responder ante él.

    Con estos dones, no le resultó difícil hacerse con el control del Ducado De Hiria. Viajó allí sin más plan que contemplar la caída de su madre desde una cómoda presencia.

    Hablando de la reina Leïlla, era evidente que se sentía incómoda en la presencia de aquel que una vez había sido su hijo, mas ella no entendería jamás por qué. Gawain se había encargado de destruir todo lo relacionado con Eduardo Auerswald. El príncipe heredero había quedado enterrado para dejar paso a un Duque de escasas palabras y secos gestos.

    Sin embargo, nunca dejaron de llegarle invitaciones a palacio.

    Y, durante años, así siguió.

    En su vida no hubieron grandes cambios. Aprendió a vivir con el dolor de su memoria hasta que sus emociones se fueron apagando. Su segundo nacer le vio convertirse en un hombre serio y reservado de pocas palabras y mirada penetrante. Su único objetivo era ver caer el reinado de Springlur, como venganza por todo el daño que habían causado.

    Por las noches, en la intimidad de sus aposentos, la lengua de fuego que envolvía la ciudad de Baile dubh todavía se sentía viva en su piel.

    Todo cambió tres años después de su segundo despertar.

    Había cambiado, pero era ella, definitivamente. Eduardo jamás olvidaría la delicadeza de sus rasgos, ni su cara redonda, ni tampoco la peca que había en la punta de su oreja izquierda, Tanto tiempo llevándola en su corazón, la marca de Tinnuiel se había grabado a fuego en él.

    — Asmodeo, al final te mataré como sigas así.

    Gawain reconoció la presencia del Diavle. Curiosas compañías para una princesa.

    No le sorprendió que ella no le recordase, y prefirió que así fuese. Sí le enfureció descubrir que Lilli no sabía quién era, y que nadie se había molestado en contárselo. Maldijo a las Aotrom, maldijo a su madre y al imbécil de su medio hermano, a quien vio cortejar a la joven desde la distancia con gran pesar en su corazón. Nunca entendió por qué ella se entregaría a un necio como él, pero tampoco podía interferir.

    Estaban mejor lejos.

    Sin embargo, parece que el destino no estaba de acuerdo con él.

    Una y otra vez, siguió encontrándose con ella. Hasta que al final Aethlili no pudo evitar darse cuenta de la presencia ajena, y fue ella la que le asaltó en uno de los caminos, daga plateada al cuello y una mirada fiera y oscura. Un estremecimiento muy distinto a su habitual desidia recorrió a Gawain, quien solo pudo mirar a los ojos a la mujer.

    — ¡Dama! Si sois una ladrona creo que no vais a obtener nada de mí. —Dijo rápidamente, haciéndose pasar por un noble desvalido.
    𝐖̵𝐡̵𝐨̵ 𝐚̵𝐫̵𝐞̵ 𝐲̵𝐨̵𝐮̵...? https://open.spotify.com/intl-es/track/0pSqYDTjY1Xt86usTQslAx?si=61ec1718a7654816 c of the art: mepumepu_ on x Rol con [NOT_YOUR_PRINCESS] Los años transcurrieron en una nube de inconsciencia para el maldito. Poco recuerda de ellos, y esos escasos recuerdos son más parecidos a la sensación de tener algo en la punta de la lengua, imágenes inalcanzables de épocas que quizá ni siquiera llegaron a ser, o aún no habían sido. La magia de Selenne y Osdara era confusa, y, en conjunto, era incluso más difícil de comprender. Eduardo--- no, Gawain, había dejado de intentarlo. Su segundo despertar tuvo lugar en el único lugar puro de la ciénaga maldita: el templo de Selene. Allí se resguardo durante diez lunas llenas, y su única compañúa fueron sus propias lágrimas, que le asolaban al descubrir que lo había perdido todo. Los Marbth no podían llorar. Él ya no era un Marbth. Tampoco era humano. La magia de las Aotrom le había convertido en algo distinto, algo que sacudía la lógica del mismo universo. Una maldición como la de Legoshë no se desvanecía en el tiempo, y Gawain sospechaba que su destino seguía siendo la eternidad y la desidia. Sus recién recuperadas emociones se fueron calmando con el paso de los días. Fue así que se dio cuenta que conservaba las escasas ventajas de ser un maldito. No tenía apetito, tampoco sed. Su corazón no latía, y sus heridas no sangraban. Supuraban un líquido negro como el alquitrán que quemaba la piel de todo el que tocaba. Después, se regeneraban lentamente. Desde el despertar, dos cosas habían cambiado. 1- Podía ver fragmentos del futuro en sueños 2- La naturaleza volvía a responder ante él. Con estos dones, no le resultó difícil hacerse con el control del Ducado De Hiria. Viajó allí sin más plan que contemplar la caída de su madre desde una cómoda presencia. Hablando de la reina Leïlla, era evidente que se sentía incómoda en la presencia de aquel que una vez había sido su hijo, mas ella no entendería jamás por qué. Gawain se había encargado de destruir todo lo relacionado con Eduardo Auerswald. El príncipe heredero había quedado enterrado para dejar paso a un Duque de escasas palabras y secos gestos. Sin embargo, nunca dejaron de llegarle invitaciones a palacio. Y, durante años, así siguió. En su vida no hubieron grandes cambios. Aprendió a vivir con el dolor de su memoria hasta que sus emociones se fueron apagando. Su segundo nacer le vio convertirse en un hombre serio y reservado de pocas palabras y mirada penetrante. Su único objetivo era ver caer el reinado de Springlur, como venganza por todo el daño que habían causado. Por las noches, en la intimidad de sus aposentos, la lengua de fuego que envolvía la ciudad de Baile dubh todavía se sentía viva en su piel. Todo cambió tres años después de su segundo despertar. Había cambiado, pero era ella, definitivamente. Eduardo jamás olvidaría la delicadeza de sus rasgos, ni su cara redonda, ni tampoco la peca que había en la punta de su oreja izquierda, Tanto tiempo llevándola en su corazón, la marca de Tinnuiel se había grabado a fuego en él. — Asmodeo, al final te mataré como sigas así. Gawain reconoció la presencia del Diavle. Curiosas compañías para una princesa. No le sorprendió que ella no le recordase, y prefirió que así fuese. Sí le enfureció descubrir que Lilli no sabía quién era, y que nadie se había molestado en contárselo. Maldijo a las Aotrom, maldijo a su madre y al imbécil de su medio hermano, a quien vio cortejar a la joven desde la distancia con gran pesar en su corazón. Nunca entendió por qué ella se entregaría a un necio como él, pero tampoco podía interferir. Estaban mejor lejos. Sin embargo, parece que el destino no estaba de acuerdo con él. Una y otra vez, siguió encontrándose con ella. Hasta que al final Aethlili no pudo evitar darse cuenta de la presencia ajena, y fue ella la que le asaltó en uno de los caminos, daga plateada al cuello y una mirada fiera y oscura. Un estremecimiento muy distinto a su habitual desidia recorrió a Gawain, quien solo pudo mirar a los ojos a la mujer. — ¡Dama! Si sois una ladrona creo que no vais a obtener nada de mí. —Dijo rápidamente, haciéndose pasar por un noble desvalido.
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  • Las catástrofes nunca llegan solas
    Fandom Hazbin hotel
    Categoría Acción
    //Este rol va a ser un eventito grupal, quien quiera es bienvenido, en un principio es para el fandom, pero los personajes de fuera que suelen rolear con nosotros están más que invitados.

    Como por motivo de expresarse con Alduin que normalmente habla primero en su idioma y luego traduce, voy a escribir muy lenta, a medida que se unan personajes se van a establecer turnos.

    Es recomendable leerse el artículo que he subido a cerca del poder de Alduin ya que es un poco raro

    Por todo lo demás, a divertirse!! ///


    Primero fue Skyrim, luego toda Tamriel. Todo sucumbió bajo las garras de Alduin y ni siquiera el sangre de dragón pudo evitarlo. Una vez el mundo fue arrasado, el devorador de mundos regresó a Sovengrd, donde consumió hasta la última alma acabando con toda la posibilidad de vida, concluyendo así su cometido. Pero, no saciado con eso, el primogénito de Akatosh, atravesó realidades hasta llegar al mismísimo infierno, atraído por el olor de cientos de miles de almas allí atrapadas.

    Pero, para cuando llegó, y como ya le sucedió una vez en su propio reino, cayó profundamente dormido, en un sueño tan insondable qué han solo otra gran batalla podría despertar. Fueron siglos y siglos de espera allí inconsciente, pero todo acaba llevando y la violencia y el odio, son se rimientos inherentes a todas las almas humanas, sin importar de qué realidad se tratase, la primera vez qué casi despertó fue cuando el propio rey del lugar, controlado por otro destruyó gran parte del infierno. La segunda cuando las contrapartes de un mismo demonio lucharon por ver quién era más poderoso y la tercera… la tercera solo se estaba preparando pero las dos anteriores ya había desvelado lo suficiente a Alduin. Solo fue necesaria una pequeña chispa, arcángeles descendiendo a los infiernos y conspirando, asentando las bases de un nuevo conflicto. Eso, bastó para qué lo qué fue profecía en Skyrim se cumpliera una vez más pero está vez en el infierno.

    Y anunciaría su llegada con una terrible explosión en el círculo de la ira, tal fue la destrucción qué resonó en todo el infierno, para ser acompañado por una voz tan atronadora qué bien podría confundirse con truenos, en ese momento del cielo comenzaron a caer meteoritos, qué además de destruir tenían la función de obligar a todas aquellas deliciosas almas a salir de sus hogares, Alduin llevaba hambriento siglos y ahora pensaba saciar su apellido con todo aquel qué encontrase a su paso.

    Pero, el despertar de Alduin no sería la única catástrofe de aquella noche, pues si llegada anunció a su vez la de algo igual de destructivo. El terror. El miedo más primitivo, infame y visceral qué se oculta en lo más profundo de las almas humanas, aquel qué solo se deja ver cuando ya no queda más qué desesperación. Y las almas del infierno, en esa noche tenían mucho por lo qué verse engullidos por la tragedia.
    //Este rol va a ser un eventito grupal, quien quiera es bienvenido, en un principio es para el fandom, pero los personajes de fuera que suelen rolear con nosotros están más que invitados. Como por motivo de expresarse con Alduin que normalmente habla primero en su idioma y luego traduce, voy a escribir muy lenta, a medida que se unan personajes se van a establecer turnos. Es recomendable leerse el artículo que he subido a cerca del poder de Alduin ya que es un poco raro Por todo lo demás, a divertirse!! /// Primero fue Skyrim, luego toda Tamriel. Todo sucumbió bajo las garras de Alduin y ni siquiera el sangre de dragón pudo evitarlo. Una vez el mundo fue arrasado, el devorador de mundos regresó a Sovengrd, donde consumió hasta la última alma acabando con toda la posibilidad de vida, concluyendo así su cometido. Pero, no saciado con eso, el primogénito de Akatosh, atravesó realidades hasta llegar al mismísimo infierno, atraído por el olor de cientos de miles de almas allí atrapadas. Pero, para cuando llegó, y como ya le sucedió una vez en su propio reino, cayó profundamente dormido, en un sueño tan insondable qué han solo otra gran batalla podría despertar. Fueron siglos y siglos de espera allí inconsciente, pero todo acaba llevando y la violencia y el odio, son se rimientos inherentes a todas las almas humanas, sin importar de qué realidad se tratase, la primera vez qué casi despertó fue cuando el propio rey del lugar, controlado por otro destruyó gran parte del infierno. La segunda cuando las contrapartes de un mismo demonio lucharon por ver quién era más poderoso y la tercera… la tercera solo se estaba preparando pero las dos anteriores ya había desvelado lo suficiente a Alduin. Solo fue necesaria una pequeña chispa, arcángeles descendiendo a los infiernos y conspirando, asentando las bases de un nuevo conflicto. Eso, bastó para qué lo qué fue profecía en Skyrim se cumpliera una vez más pero está vez en el infierno. Y anunciaría su llegada con una terrible explosión en el círculo de la ira, tal fue la destrucción qué resonó en todo el infierno, para ser acompañado por una voz tan atronadora qué bien podría confundirse con truenos, en ese momento del cielo comenzaron a caer meteoritos, qué además de destruir tenían la función de obligar a todas aquellas deliciosas almas a salir de sus hogares, Alduin llevaba hambriento siglos y ahora pensaba saciar su apellido con todo aquel qué encontrase a su paso. Pero, el despertar de Alduin no sería la única catástrofe de aquella noche, pues si llegada anunció a su vez la de algo igual de destructivo. El terror. El miedo más primitivo, infame y visceral qué se oculta en lo más profundo de las almas humanas, aquel qué solo se deja ver cuando ya no queda más qué desesperación. Y las almas del infierno, en esa noche tenían mucho por lo qué verse engullidos por la tragedia.
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  • Husk

    —Aquella fue una noche en la qué durmió mejor qué muchas otras. Sumido en un profundo y reparador sueño, ni siquiera se percató de qué Husk se despertó y se marchó. No sería hasta pasada media mañana, quizá rozando el medio día qué Angel despertaría.

    En primer lugar, ligeramente confundido al no estar en su habitación. Al menos, hasta qué estuvo lo bastante despierto para rememorar lo sucedido la noche anterior. Haciendo qué así un rubor ligero acudiera a sus mejillas, de hecho se llevó la mano a una de ellas, tomando una pluma de las alas de Husk, qué había quedado en la cama. Con una risita boba, se dejó caer sobre el techo, con un brazos tras la cabeza, observando la pluma carmesí paladeando algunos de los recuerdos de la noche anterior, ya qué pese a todo…

    De algún modo sentía qué aquella noche lo cambió todo. Quizá a medio plazo pero nada sería ya lo mismo. Entonces estiró un brazo y se percató de la nota. Sin soltar la pluma, y si quitar el otro brazo de detrás de su cabeza, así qué la tomó con uno de los brazos inferiores. Y la leyó, tras esto miró un reloj cercano. Hoy tenía el día libre, a fin de cuentas sin el estudio y con los clubes cerrados no es como si pudiera trabajar. Así qué, se levantó para ir a su habitación, pero no sin antes tomar el regalo qué el día anterior le hizo Husk y qué lo “inició todo”.

    No fue hasta qué llegó a su estancia, tras atender a Fat Nuggets qué abrió el regalo encontrándose con una chaquetita con una patita en la espalda, para Nuggets. Emocionado enseguida se la probó a su mascota y le hizo mil fotos. Ya tenía excusa para ir al otro hotel a buscar a Husk.

    Y así lo hizo. Esta vez no tuvo qué ir escondiéndose por que, por alguna razón no había absolutamente nadie en el hotel. Por lo qué fue tranquilo y no tardaría en llegar al “otro hotel”—
    [barcat75] —Aquella fue una noche en la qué durmió mejor qué muchas otras. Sumido en un profundo y reparador sueño, ni siquiera se percató de qué Husk se despertó y se marchó. No sería hasta pasada media mañana, quizá rozando el medio día qué Angel despertaría. En primer lugar, ligeramente confundido al no estar en su habitación. Al menos, hasta qué estuvo lo bastante despierto para rememorar lo sucedido la noche anterior. Haciendo qué así un rubor ligero acudiera a sus mejillas, de hecho se llevó la mano a una de ellas, tomando una pluma de las alas de Husk, qué había quedado en la cama. Con una risita boba, se dejó caer sobre el techo, con un brazos tras la cabeza, observando la pluma carmesí paladeando algunos de los recuerdos de la noche anterior, ya qué pese a todo… De algún modo sentía qué aquella noche lo cambió todo. Quizá a medio plazo pero nada sería ya lo mismo. Entonces estiró un brazo y se percató de la nota. Sin soltar la pluma, y si quitar el otro brazo de detrás de su cabeza, así qué la tomó con uno de los brazos inferiores. Y la leyó, tras esto miró un reloj cercano. Hoy tenía el día libre, a fin de cuentas sin el estudio y con los clubes cerrados no es como si pudiera trabajar. Así qué, se levantó para ir a su habitación, pero no sin antes tomar el regalo qué el día anterior le hizo Husk y qué lo “inició todo”. No fue hasta qué llegó a su estancia, tras atender a Fat Nuggets qué abrió el regalo encontrándose con una chaquetita con una patita en la espalda, para Nuggets. Emocionado enseguida se la probó a su mascota y le hizo mil fotos. Ya tenía excusa para ir al otro hotel a buscar a Husk. Y así lo hizo. Esta vez no tuvo qué ir escondiéndose por que, por alguna razón no había absolutamente nadie en el hotel. Por lo qué fue tranquilo y no tardaría en llegar al “otro hotel”—
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    //Bien,ya me organize todo en una libreta,esta serie tendra un minimo de 15 capitulos contando con 8 temporadas y con varios aspectos de la vida de Hank,los cuales seran:


    1)La Adolescencia de Hank y sus problemas familiares

    2)Su proceso de madurez y ruputura mental

    (Madness Combat 1)

    3)Sus primeras muertes y la busqueda de revancha

    (Madness combat 2,3,4)

    4)Hank conoce alguien especial y olvida su pasado

    (Suceso anterior a Madness Combat 5)

    5)La recaida de Hank y El despertar de la Antipatía

    (Final De Madness Combat 5)

    6)El Hank Muerto Vivo y sus ojos de la muerte

    (Madness Combat 6 y 7)

    7)El encierro en el Purgatorio y Vuelta en Si

    (Madness Combat 8,8.5,9.5(Parte 1),9.5(Parte 2)

    8)El Descanso ansiado y el perdon que tanto se espero

    (Llegamos a el Presente)



    //Me muero de la emocion por empezar :D
    //Bien,ya me organize todo en una libreta,esta serie tendra un minimo de 15 capitulos contando con 8 temporadas y con varios aspectos de la vida de Hank,los cuales seran: 1)La Adolescencia de Hank y sus problemas familiares 2)Su proceso de madurez y ruputura mental (Madness Combat 1) 3)Sus primeras muertes y la busqueda de revancha (Madness combat 2,3,4) 4)Hank conoce alguien especial y olvida su pasado (Suceso anterior a Madness Combat 5) 5)La recaida de Hank y El despertar de la Antipatía (Final De Madness Combat 5) 6)El Hank Muerto Vivo y sus ojos de la muerte (Madness Combat 6 y 7) 7)El encierro en el Purgatorio y Vuelta en Si (Madness Combat 8,8.5,9.5(Parte 1),9.5(Parte 2) 8)El Descanso ansiado y el perdon que tanto se espero (Llegamos a el Presente) //Me muero de la emocion por empezar :D
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  • Nace la brillante luna
    Fandom Mo Dao Zu Shi (The Untamed)
    Categoría Fantasía
    Montaña Celestial.- En una mañana tranquila cuando los primeros rayos tocaban las grandes montañas que rodeaban ese hermoso sitio onírico, poco a poco las copas de los arboles, pinos, cedros se bañaban de ese hermoso color dorado, dejando atrás el manto oscuro lleno de estrellas, para dar paso al canto de las aves, para el despertar de los animales que buscaban su alimento para subsistir dentro de aquel sitio que casi podía considerarse sagrado y cuyas criaturas estaban protegidas por los brazos amorosos de las montañas y los mismos seres que habitaban aquella secta.
    Tal como su nombre lo indicaba, montaña celestial le hacia honor a su nombre pues una mujer se encargó por muchos años de mantener protegido ese sitio del exterior, de un mundo donde las guerras estaban a la orden del día, donde los hombres cometían crímenes, la violencia, la hambruna, la envidia eran palabras que no se escuchaban dentro de las murallas que la gran maestra BaoShan Sanren protegía a sus discípulos, tanto así que coloco una barrera alrededor de la montaña para que solo ellos pudieran entrar. Esta barrera producía una especie de espora azul que flotaba en el aire agregando mas misticismo al lugar.
    Conocida en el mundo del cultivo como una mujer excepcionalmente hábil en el mundo de la medicina, tanto que su cultivo no se comparaba con ninguno de los lideres de los distintos clanes, capaz de poder revivir a los muertos, y aliviar muchos de los males; respetada y venerada por generaciones; se decía que su poder espiritual esta por sobre muchos considerada inmortal.
    Era una mujer de gran belleza, largos cabellos platinados que llegaban hasta la espalda y los cuales solía atarlos con una horquilla blanca que hacía juego con esa túnica blanca que la hacia ver como una hermosa deidad que no parecía que sus pies tocaran el piso firme, sino flotar entre nubes, poseía una piel blanca y aunque sus ojos grisáceos eran hermosos luceros, su mirada era firme e inexpresiva así como su temperamento. Se podría decir que aquella brillante mujer poseía la responsabilidad de guíar a cada uno de sus alumnos por el camino correcto llegando a ser demasiado estricta en ocasiones por mucho que los quisiera como sus hijos, buscaba la perfección, pero conocía a cada uno de ellos como la palma de sus manos.
    Desde que su primer alumno se retiró Yanlin Daoren y tras recibir las lejanas noticias que había fallecido, se empersinó en proteger y ser mas estricta con sus demás discípulos, en protegerlos de todo mal, enseñándoles a cuidarse, protegerse, su segunda alumna Cange era una joven adolescente cuando llegó el pequeño Xiao Xingchen, nombrado así por su tutora, un pequeño que no recordaba sus padres, apareciendo entre las montañas cubiertas de nieve en un pequeño canasto, y ser cuidado casi de manera maternal por su maestra, siendo asi el ultimo discípulo de Baoshan.

    El pequeño Xiao creció como cualquier otro niño, sin embargo a su corta edad de 8 años, tenia la responsabilidad de meditar, cultivar con esmero, destacándose en las matemáticas, la caligrafía, incluso la música, aun con la espada cada vez que las clases terminaban el menor solía quedarse hasta tarde entrenando y perfeccionando sus pasos, algo de lo que Baoshan estaba orgullosa, Xiao Xingchen era su pequeño capullo que protegía y cuidaba, pero sobre todo, protegería del mundo exterior.

    Un pequeño de piel blanca, rasgos delicados, unos tiernos labios como cerezo en flor, y largos cabellos perfumados gracias a las hermosas flores y narcisos que se encontraban en la secta y perfumaban el ambiente, lo mas característico no eran sus ropajes blancos que lo hacían lucir como ser celestial, o la porte que desde muy pequeño desarrolló al seguir a su maestra, sino los ojos azules del pequeño, claros y brillantes que reflejaban la ternura, la inocencia pura de ese pequeño.

    Xiao Xingchen, era el discípulo mas joven que Baoshan poseía y a quien enseñaba con dedicación y reglas estrictas que el menor tenía que cumplir, empezando así ser nombrado pequeña luna.
    Montaña Celestial.- En una mañana tranquila cuando los primeros rayos tocaban las grandes montañas que rodeaban ese hermoso sitio onírico, poco a poco las copas de los arboles, pinos, cedros se bañaban de ese hermoso color dorado, dejando atrás el manto oscuro lleno de estrellas, para dar paso al canto de las aves, para el despertar de los animales que buscaban su alimento para subsistir dentro de aquel sitio que casi podía considerarse sagrado y cuyas criaturas estaban protegidas por los brazos amorosos de las montañas y los mismos seres que habitaban aquella secta. Tal como su nombre lo indicaba, montaña celestial le hacia honor a su nombre pues una mujer se encargó por muchos años de mantener protegido ese sitio del exterior, de un mundo donde las guerras estaban a la orden del día, donde los hombres cometían crímenes, la violencia, la hambruna, la envidia eran palabras que no se escuchaban dentro de las murallas que la gran maestra BaoShan Sanren protegía a sus discípulos, tanto así que coloco una barrera alrededor de la montaña para que solo ellos pudieran entrar. Esta barrera producía una especie de espora azul que flotaba en el aire agregando mas misticismo al lugar. Conocida en el mundo del cultivo como una mujer excepcionalmente hábil en el mundo de la medicina, tanto que su cultivo no se comparaba con ninguno de los lideres de los distintos clanes, capaz de poder revivir a los muertos, y aliviar muchos de los males; respetada y venerada por generaciones; se decía que su poder espiritual esta por sobre muchos considerada inmortal. Era una mujer de gran belleza, largos cabellos platinados que llegaban hasta la espalda y los cuales solía atarlos con una horquilla blanca que hacía juego con esa túnica blanca que la hacia ver como una hermosa deidad que no parecía que sus pies tocaran el piso firme, sino flotar entre nubes, poseía una piel blanca y aunque sus ojos grisáceos eran hermosos luceros, su mirada era firme e inexpresiva así como su temperamento. Se podría decir que aquella brillante mujer poseía la responsabilidad de guíar a cada uno de sus alumnos por el camino correcto llegando a ser demasiado estricta en ocasiones por mucho que los quisiera como sus hijos, buscaba la perfección, pero conocía a cada uno de ellos como la palma de sus manos. Desde que su primer alumno se retiró Yanlin Daoren y tras recibir las lejanas noticias que había fallecido, se empersinó en proteger y ser mas estricta con sus demás discípulos, en protegerlos de todo mal, enseñándoles a cuidarse, protegerse, su segunda alumna Cange era una joven adolescente cuando llegó el pequeño Xiao Xingchen, nombrado así por su tutora, un pequeño que no recordaba sus padres, apareciendo entre las montañas cubiertas de nieve en un pequeño canasto, y ser cuidado casi de manera maternal por su maestra, siendo asi el ultimo discípulo de Baoshan. El pequeño Xiao creció como cualquier otro niño, sin embargo a su corta edad de 8 años, tenia la responsabilidad de meditar, cultivar con esmero, destacándose en las matemáticas, la caligrafía, incluso la música, aun con la espada cada vez que las clases terminaban el menor solía quedarse hasta tarde entrenando y perfeccionando sus pasos, algo de lo que Baoshan estaba orgullosa, Xiao Xingchen era su pequeño capullo que protegía y cuidaba, pero sobre todo, protegería del mundo exterior. Un pequeño de piel blanca, rasgos delicados, unos tiernos labios como cerezo en flor, y largos cabellos perfumados gracias a las hermosas flores y narcisos que se encontraban en la secta y perfumaban el ambiente, lo mas característico no eran sus ropajes blancos que lo hacían lucir como ser celestial, o la porte que desde muy pequeño desarrolló al seguir a su maestra, sino los ojos azules del pequeño, claros y brillantes que reflejaban la ternura, la inocencia pura de ese pequeño. Xiao Xingchen, era el discípulo mas joven que Baoshan poseía y a quien enseñaba con dedicación y reglas estrictas que el menor tenía que cumplir, empezando así ser nombrado pequeña luna.
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