• Colocó su violín sobre su hombro, cerró los ojos, siendo consciente del entorno que la rodeaba: la quietud del campo y el murmullo del viento en las copas de los árboles. Entonces deslizó el arco sobre las cuerdas.


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    Colocó su violín sobre su hombro, cerró los ojos, siendo consciente del entorno que la rodeaba: la quietud del campo y el murmullo del viento en las copas de los árboles. Entonces deslizó el arco sobre las cuerdas. https://vm.tiktok.com/ZMBsYBvoL/
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    This song will be out on the 20.04 SAVE THE DATE ✨ #acotar #booktok #fyp #violin #poviolinist

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    "Había una mortal, Níobe, que se resistía a soñar. Su corazón estaba endurecido por el sufrimiento, y cada noche luchaba por mantenerse despierta. Intrigado, decidió visitarla él mismo.

    —¿Por qué temes soñar, Níobe? —le preguntó, apareciendo en forma de un joven envuelto en luz tenue.

    —Porque en los sueños habita lo que he perdido —respondió ella con voz temblorosa—. Mi alma no soporta revivir lo que el día me obliga a olvidar.

    Conmovido, le ofreció un regalo: un sueño en el que pudiera abrazar a sus hijos perdidos una vez más, sin dolor, sin despedidas. Níobe aceptó, y por primera vez en años, durmió sin lágrimas."
    "Había una mortal, Níobe, que se resistía a soñar. Su corazón estaba endurecido por el sufrimiento, y cada noche luchaba por mantenerse despierta. Intrigado, decidió visitarla él mismo. —¿Por qué temes soñar, Níobe? —le preguntó, apareciendo en forma de un joven envuelto en luz tenue. —Porque en los sueños habita lo que he perdido —respondió ella con voz temblorosa—. Mi alma no soporta revivir lo que el día me obliga a olvidar. Conmovido, le ofreció un regalo: un sueño en el que pudiera abrazar a sus hijos perdidos una vez más, sin dolor, sin despedidas. Níobe aceptó, y por primera vez en años, durmió sin lágrimas."
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  • Desde los bordes del sueño, dónde la realidad se deshilacha como tela desgastada, la otra mitad fracturada de Ina –la Sacerdotisa– observa.

    «Duerme, mi otra mitad»

    Murmura, aunque nadie la escucha.

    «Duerme entre dulces mentiras, y yo cuidaré lo que tú no puedes tocar...»

    Soltó una risa amarga, una que Ina no fue capaz de escuchar.

    «Descansa, inocente. Cuando despiertes... yo estaré ahí»

    En el sueño dentro del sueño, Ina se estremece, sin saber por qué.

    Y mientras permanece suspendida en su prisión, su otra yo se escapa por las grietas de la realidad: se desliza por los bordes del abismo, se desprende como tinta derramada, viaja en los espacios entre pensamientos, colándose en mentes ajenas como un verso olvidado; filtrándose en conciencias a través de los resquicios que dejan los miedos no confesados y las dudas de medianoche.
    Desde los bordes del sueño, dónde la realidad se deshilacha como tela desgastada, la otra mitad fracturada de Ina –la Sacerdotisa– observa. «Duerme, mi otra mitad» Murmura, aunque nadie la escucha. «Duerme entre dulces mentiras, y yo cuidaré lo que tú no puedes tocar...» Soltó una risa amarga, una que Ina no fue capaz de escuchar. «Descansa, inocente. Cuando despiertes... yo estaré ahí» En el sueño dentro del sueño, Ina se estremece, sin saber por qué. Y mientras permanece suspendida en su prisión, su otra yo se escapa por las grietas de la realidad: se desliza por los bordes del abismo, se desprende como tinta derramada, viaja en los espacios entre pensamientos, colándose en mentes ajenas como un verso olvidado; filtrándose en conciencias a través de los resquicios que dejan los miedos no confesados y las dudas de medianoche.
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  • -Bloody hell… -murmuró, ladeando la cabeza hacia la bolsa térmica que contenia la comida-. I swear if this isn’t the right order…Había revisado el ticket al menos tres veces antes de salir, pero la fatiga era una bruja cruel, y con la cantidad de entregas que llevaba encima, ya no sabía si había cogido la pizza vegetariana o la de pepperoni con extra de jalapeños. Cerró los ojos un segundo, luchando por no dejarse caer como una marioneta sin hilos.
    -Bloody hell… -murmuró, ladeando la cabeza hacia la bolsa térmica que contenia la comida-. I swear if this isn’t the right order…Había revisado el ticket al menos tres veces antes de salir, pero la fatiga era una bruja cruel, y con la cantidad de entregas que llevaba encima, ya no sabía si había cogido la pizza vegetariana o la de pepperoni con extra de jalapeños. Cerró los ojos un segundo, luchando por no dejarse caer como una marioneta sin hilos.
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  • Grand delivery
    Categoría Contemporáneo
    Aven Smith
    Aye, grand so! -dijo Hope mientras ajustaba su chaqueta de cuero con una sonrisa. Era una noche cerrada, con un viento que haría temblar hasta al más bravo, pero eso no detenía a la más carismática dasher irlandesa-aunque estuviera ahora entregando en una universidad yankee.
    Miró el mensaje en su móvil, con el tono despreocupado de quien sabe que nada en este mundo puede pararla:

    "Complejo universitario de la avenida central. Edificio B, en el tercer piso, habitación B3"

    Hope soltó una risita. -Ach, sure look it, if there’s a will, there’s a feckin’ way.- No tardó mucho ahora que la moto funcionaba nuevamente. El campus era un laberinto de luces tenues y estudiantes medio dormidos. Pasó por seguridad con una sonrisa de no estoy haciendo nada malo y una caja en la mano que despedía un aroma que ni ella misma podia resistir.

    Cuando uno de los guardias alzó la ceja, ella se limitó a saludar con la mano. -Just a wee drop-off for a starving scholar, sound? Cheers!-

    Ya dentro del Edificio B, Hope se movía como un susurro entre pasillos estrechos y alfombras descoloridas. -Jaysus, this place smells like Red Bull and broken dreams- murmuró, echando un vistazo a la puerta B3 bastante colorida y simpática.

    Sabía que probablemente no debería estar ahí. Pero una entrega es una entrega. Golpeó dos veces, por si acaso.

    -Hello lovely pedido para Aven Smith?
    [Aven_Smith] Aye, grand so! -dijo Hope mientras ajustaba su chaqueta de cuero con una sonrisa. Era una noche cerrada, con un viento que haría temblar hasta al más bravo, pero eso no detenía a la más carismática dasher irlandesa-aunque estuviera ahora entregando en una universidad yankee. Miró el mensaje en su móvil, con el tono despreocupado de quien sabe que nada en este mundo puede pararla: "Complejo universitario de la avenida central. Edificio B, en el tercer piso, habitación B3" Hope soltó una risita. -Ach, sure look it, if there’s a will, there’s a feckin’ way.- No tardó mucho ahora que la moto funcionaba nuevamente. El campus era un laberinto de luces tenues y estudiantes medio dormidos. Pasó por seguridad con una sonrisa de no estoy haciendo nada malo y una caja en la mano que despedía un aroma que ni ella misma podia resistir. Cuando uno de los guardias alzó la ceja, ella se limitó a saludar con la mano. -Just a wee drop-off for a starving scholar, sound? Cheers!- Ya dentro del Edificio B, Hope se movía como un susurro entre pasillos estrechos y alfombras descoloridas. -Jaysus, this place smells like Red Bull and broken dreams- murmuró, echando un vistazo a la puerta B3 bastante colorida y simpática. Sabía que probablemente no debería estar ahí. Pero una entrega es una entrega. Golpeó dos veces, por si acaso. -Hello lovely pedido para Aven Smith?
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  • La habitación estaba a oscuras, salvo por el resplandor tenue que se filtraba desde la lámpara antigua del pasillo. A través del umbral entreabierto, una figura se recortaba contra el fondo dorado como una sombra tallada en mármol. Inmóvil. Observando. Como si supiera que ibas a llegar… desde el primer instante.

    Sus ojos, dorados como monedas antiguas sumergidas en aceite, se clavaron en ti. No había sorpresa en su rostro. Solo esa intensidad suya, peligrosa y serena, que parecía desmenuzar cada rincón de tu alma.

    —Estás tarde —murmuró, con un deje de burla casi imperceptible, pero afilado—. ¿O fue parte de tu plan… hacerme esperar en la penumbra?

    Sus manos, elegantemente enguantadas, se entrelazaron frente a su pecho, revelando una sonrisa apenas insinuada en el borde de sus labios.
    La habitación estaba a oscuras, salvo por el resplandor tenue que se filtraba desde la lámpara antigua del pasillo. A través del umbral entreabierto, una figura se recortaba contra el fondo dorado como una sombra tallada en mármol. Inmóvil. Observando. Como si supiera que ibas a llegar… desde el primer instante. Sus ojos, dorados como monedas antiguas sumergidas en aceite, se clavaron en ti. No había sorpresa en su rostro. Solo esa intensidad suya, peligrosa y serena, que parecía desmenuzar cada rincón de tu alma. —Estás tarde —murmuró, con un deje de burla casi imperceptible, pero afilado—. ¿O fue parte de tu plan… hacerme esperar en la penumbra? Sus manos, elegantemente enguantadas, se entrelazaron frente a su pecho, revelando una sonrisa apenas insinuada en el borde de sus labios.
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  • //Cualquiera puede incorporarse al rol si quiere. Tanto los que ya iniciaron historia una vez con Shinobu como gente nueva. Entiendo que algunos se podrán sentir perdidos con la historia de este pequeño lobo, después de todo llevaba mucho trayecto hecho en la cuenta original que me eliminaron x'D Si queréis saber algo, solo preguntad.

    Estuvo ya un tiempo planificando qué hacer con todos los problemas que parecían perseguirle. Ciertamente su tío ya no supondría una molestia como solía, pues gracias a un gran amigo del joven lobo, le dieron una lección que nunca olvidaría y con la que se asegurarían de que no volviera a tocar un solo cabello del muchacho.
    Sin embargo parece que a los mafiosos a los que el tío de Shinobu les debía muchísimo dinero (y a los cuales el chico tuvo que estar devolviendo dicho dinero trabajando para ellos cuando el susodicho sujeto desapareció), no les pareció que fueran a sacar nada rentable de un hombre que quedó moribundo y qué, a demás, no tenía ni un mendrugo de pan que llevarse a la boca.

    ¿En qué tocaba todo esto a Shinobu? Bueno, volvía a ser el objetivo de esos hombres para cobrar la deuda ya que era el aval de la misma.

    No iba a permitir que volvieran a hacerle la vida imposible y poco a poco fue recabando más y más información sobre cada uno de los miembros importantes de aquella organización. Algunas veces se ponía en contacto con sus más cercanos, de forma discreta, para que no se preocupasen y supieran que seguía vivo y a salvo. No faltaba mucho para poner en marcha el plan... Uno bastante arriesgado en realidad.

    La puesta del Sol en el horizonte, tiñendo de colores rosados y morados el cielo, colores que se reflejaban en las cristalinas agua de aquella playa en la que se encontraba. Pues sí, no había parado de moverse de un lado a otro mientras recopilaba la información necesaria. Aún así necesitaba un poco de tiempo para relajarse a veces y, sobre todo, mentalizarse. Después de todo la jugada podría ser maestra o salir estrepitosamente mal. Fuera como fuese debía zanjar eso sin importar qué.

    Allí se encontraba, solitario, sentado en la arena sintiendo la fresca brisa en su rostro, ese relajante aroma a mar.

    -Estaría bien que todos los días fueran así...- Murmuró.
    //Cualquiera puede incorporarse al rol si quiere. Tanto los que ya iniciaron historia una vez con Shinobu como gente nueva. Entiendo que algunos se podrán sentir perdidos con la historia de este pequeño lobo, después de todo llevaba mucho trayecto hecho en la cuenta original que me eliminaron x'D Si queréis saber algo, solo preguntad. Estuvo ya un tiempo planificando qué hacer con todos los problemas que parecían perseguirle. Ciertamente su tío ya no supondría una molestia como solía, pues gracias a un gran amigo del joven lobo, le dieron una lección que nunca olvidaría y con la que se asegurarían de que no volviera a tocar un solo cabello del muchacho. Sin embargo parece que a los mafiosos a los que el tío de Shinobu les debía muchísimo dinero (y a los cuales el chico tuvo que estar devolviendo dicho dinero trabajando para ellos cuando el susodicho sujeto desapareció), no les pareció que fueran a sacar nada rentable de un hombre que quedó moribundo y qué, a demás, no tenía ni un mendrugo de pan que llevarse a la boca. ¿En qué tocaba todo esto a Shinobu? Bueno, volvía a ser el objetivo de esos hombres para cobrar la deuda ya que era el aval de la misma. No iba a permitir que volvieran a hacerle la vida imposible y poco a poco fue recabando más y más información sobre cada uno de los miembros importantes de aquella organización. Algunas veces se ponía en contacto con sus más cercanos, de forma discreta, para que no se preocupasen y supieran que seguía vivo y a salvo. No faltaba mucho para poner en marcha el plan... Uno bastante arriesgado en realidad. La puesta del Sol en el horizonte, tiñendo de colores rosados y morados el cielo, colores que se reflejaban en las cristalinas agua de aquella playa en la que se encontraba. Pues sí, no había parado de moverse de un lado a otro mientras recopilaba la información necesaria. Aún así necesitaba un poco de tiempo para relajarse a veces y, sobre todo, mentalizarse. Después de todo la jugada podría ser maestra o salir estrepitosamente mal. Fuera como fuese debía zanjar eso sin importar qué. Allí se encontraba, solitario, sentado en la arena sintiendo la fresca brisa en su rostro, ese relajante aroma a mar. -Estaría bien que todos los días fueran así...- Murmuró.
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  • — Si me dieras una tarde para conversar mejor, desdibujando la ropas con que vistes tu rumor.

    Podría mirarme en tus ojos si te asomas hasta a mí, si te dieras una tarde, una tarde por aquí.

    Si te tuviera una tarde para abrevarme en la voz murmurante de tus fuentes

    Una tarde para dos . . .
    — Si me dieras una tarde para conversar mejor, desdibujando la ropas con que vistes tu rumor. Podría mirarme en tus ojos si te asomas hasta a mí, si te dieras una tarde, una tarde por aquí. Si te tuviera una tarde para abrevarme en la voz murmurante de tus fuentes Una tarde para dos . . . :STK-72:
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  • Un deseo por cumplir.
    Categoría Fantasía
    El infierno no es fuego, al menos no solo eso.

    Bajo la superficie del mundo humano, mucho más allá de su entendimiento y lo comprensible, existe un reino tejido con sombras vivas y estructuras que respiran como si el pisaje tuviera voluntad. En lo más profundo del noveno círculo, entre ruinas flotantes y enormes palacios de obsidiana, se erige la Corte Carmesí, el trono de un largo linaje de poderosos demonios caídos, donde el tiempo se derrama lento y espeso como la sangre ceremonial.

    Neriah Viremont, hija del linaje puro de los primeros, próxima sucesora en el trono como reina de la raza demoníaca, aguarda en ese mundo subterráneo. Con ojos que han visto mil generaciones morir, piel marcada por pactos arcanos, y un corazón que late con curiosidad...no por necesidad. La coronación se acerca, es inminente. Todos los saben. Las demás casas se inclinan con respeto y su nombre recorre el inmenso salón con claro respeto. Aún no estaba lista, aún no podía aceptar el difícil cargo de reina porque había algo más que quería hacer. Algo que ni la eternidad del infierno podían ofrecerle: la experiencia humana.

    [Aquí empezaría nuestro rol]

    Y entonces, la invocación.

    Un zumbido rasga el aire pesado del lugar. Un circulo de invocación se abre a su alrededor flameando con un fulgor que no pertenece al infierno. Reconocía la magia humana, la mujer entrecerró los ojos. Alguien la llamaba.

    A pesar de que tenía un compromiso más grande con su raza, cualquier escapatoria funcionaba. Se dejó arrastrar, no por obligación, sino por aburrimiento. Por impulso.

    El aire cambia.

    De pronto, abre los ojos en una habitación fría, con olor a incienso y tiza. Frente a ella ve una especie diferente, el aspecto humano le parecía tan frágil a diferencia de los demonios. Sabía que estaba ahí para cumplir un deseo a cambio de ofrendas.

    –¿Deseo...?—Murmura, su voz cargada de un acento muy diferente, diferenciandola de ese mundo. —¿Que es lo que quieres, humanx?

    Sus ojos brillantes y astutos como los de un gato recorrieron lo observaron de arriba a abajo. Acababa de tener una increíble idea. Neriah sonríe, con colmillos semi ocultos tras sus labios rojos. No hay compasión en su rostro...solo diversión. Antes de que él torpe humano pudiera responder, ella se apresuró a poner un dedo sobre sus labios para callarlo.

    –Te diré algo. Debes saber que no soy cualquier entidad, no cumplo deseos así como así. Soy la próxima reina de un largo linaje de sangre pura. Pero... — Quito lentamente el dedo sobre sus labios, antes de moverse un poco por la habitación con paso silenciosos como el humo. — Si a cambio, me dejas quedarme un tiempo en tu mundo y enseñarme las cosas humanas que hace tu raza...

    Su mano se extiende, con dedos tan elegantes como letales.

    –Entonces, y solo entonces... consideraré concederte lo que tanto anhelas.
    El infierno no es fuego, al menos no solo eso. Bajo la superficie del mundo humano, mucho más allá de su entendimiento y lo comprensible, existe un reino tejido con sombras vivas y estructuras que respiran como si el pisaje tuviera voluntad. En lo más profundo del noveno círculo, entre ruinas flotantes y enormes palacios de obsidiana, se erige la Corte Carmesí, el trono de un largo linaje de poderosos demonios caídos, donde el tiempo se derrama lento y espeso como la sangre ceremonial. Neriah Viremont, hija del linaje puro de los primeros, próxima sucesora en el trono como reina de la raza demoníaca, aguarda en ese mundo subterráneo. Con ojos que han visto mil generaciones morir, piel marcada por pactos arcanos, y un corazón que late con curiosidad...no por necesidad. La coronación se acerca, es inminente. Todos los saben. Las demás casas se inclinan con respeto y su nombre recorre el inmenso salón con claro respeto. Aún no estaba lista, aún no podía aceptar el difícil cargo de reina porque había algo más que quería hacer. Algo que ni la eternidad del infierno podían ofrecerle: la experiencia humana. [Aquí empezaría nuestro rol] Y entonces, la invocación. Un zumbido rasga el aire pesado del lugar. Un circulo de invocación se abre a su alrededor flameando con un fulgor que no pertenece al infierno. Reconocía la magia humana, la mujer entrecerró los ojos. Alguien la llamaba. A pesar de que tenía un compromiso más grande con su raza, cualquier escapatoria funcionaba. Se dejó arrastrar, no por obligación, sino por aburrimiento. Por impulso. El aire cambia. De pronto, abre los ojos en una habitación fría, con olor a incienso y tiza. Frente a ella ve una especie diferente, el aspecto humano le parecía tan frágil a diferencia de los demonios. Sabía que estaba ahí para cumplir un deseo a cambio de ofrendas. –¿Deseo...?—Murmura, su voz cargada de un acento muy diferente, diferenciandola de ese mundo. —¿Que es lo que quieres, humanx? Sus ojos brillantes y astutos como los de un gato recorrieron lo observaron de arriba a abajo. Acababa de tener una increíble idea. Neriah sonríe, con colmillos semi ocultos tras sus labios rojos. No hay compasión en su rostro...solo diversión. Antes de que él torpe humano pudiera responder, ella se apresuró a poner un dedo sobre sus labios para callarlo. –Te diré algo. Debes saber que no soy cualquier entidad, no cumplo deseos así como así. Soy la próxima reina de un largo linaje de sangre pura. Pero... — Quito lentamente el dedo sobre sus labios, antes de moverse un poco por la habitación con paso silenciosos como el humo. — Si a cambio, me dejas quedarme un tiempo en tu mundo y enseñarme las cosas humanas que hace tu raza... Su mano se extiende, con dedos tan elegantes como letales. –Entonces, y solo entonces... consideraré concederte lo que tanto anhelas.
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  • El Demonio ha llegado.
    Categoría Otros
    <Rol para: Joon Bokkel >

    De entre tantos problemas, tantos dolores de cabeza, había uno en particular que estuvo jodiendo mucho a la CIA, no solo porque era uno de los asesinos a sueldo más buscado, sino porque parecía conseguir cualquier tipo de información también, rompiendo cualquier tipo de seguridad. No sabían si eran por contactos o por cuenta propia, pero el Demonio Azul no iba con juegos. Además, no dejaba nada a descuido, solo lo que quería que otros vieran. Eso lo hacía aún más molesto.

    Los asesinatos comenzaron en una nueva ciudad. Al principio se creyó que solo era alguna pelea entre pandillas o mafias, enviando mensajes y advertencias. Sin embargo, los asesinatos tenían una firma en particular. Un modus operandi que no dejaba dudas.

    Primero, los cuerpos encontrados estaban en lugares públicos, dispuestos de manera que pareciera que estaban sentados esperando o similar, al inicio nadie se daba cuenta que eran cadáveres, hasta que se fijaban mejor en la ropa, completamente teñida de un color carmesí oscuro, como si hubieran sido sumergidas en la sangre de las víctimas para dar un acabado uniforme. Luego, más a detalle, el hecho que sus cuellos estaban cortados desde la nuca, pero dejando apenas una capa de piel y carne que más o menos lograba sostener la cabeza en lugar. Hasta los huesos de la cervical tenían un corte limpio, justo en la unión de la segunda y tercer vértebra.

    Aunque todos se veían con ojos cerrados, al abrirlos se podían ver que los globos oculares estaban completamente en blanco, pero no de forma que uno podría dejarlos a voluntad, no. Era notorio que primero eran arrancados para luego ser colocados de nuevo, al revés. Lo que siempre faltaba eran los nervios oculares.

    Finalmente, en la espalda, la zona lumbar, una marca de una cara sonriente.

    Y los asesinatos fueron progresivos, primero uno a la semana, luego dos, hasta que llegaron tres e incluso con más de dos víctimas en ocasiones. Los últimos dos fueron encontrados en una estación de metro.

    Finalmente, terminaron por enviar a Felix. Él sabía absolutamente todo lo que se podía de ese asesino, tanto detalle como pudo encontrar. Y es que parecía guiarlo una rabia profunda cada vez que se trataba del Demonio Azul. Nadie quería dar con la persona más que él. Y a saber, quizás hasta ni lo quería tras las rejas, si no que muerto.

    Llegó a la escena de la estación un miércoles por la mañana, con su mochila colgando sobre sus hombros. Un aspecto algo descuidado (las ojeras en su rostro decían que no durmió en semanas) y su cabello algo alborotado. Ciertamente, no era alguien que le importaban mucho las apariencias.

    Se acercó con pasos silenciosos, mostrando la credencial que colgaba de su cuello, hasta llegar a donde estaban los cuerpos, sentados al lado del otro. Aunque apenas parecía mostrar emoción, el resto de su cuerpo estaba rígido y el fuego en sus ojos grises era intenso.
    <Rol para: [nightfall_boy] > De entre tantos problemas, tantos dolores de cabeza, había uno en particular que estuvo jodiendo mucho a la CIA, no solo porque era uno de los asesinos a sueldo más buscado, sino porque parecía conseguir cualquier tipo de información también, rompiendo cualquier tipo de seguridad. No sabían si eran por contactos o por cuenta propia, pero el Demonio Azul no iba con juegos. Además, no dejaba nada a descuido, solo lo que quería que otros vieran. Eso lo hacía aún más molesto. Los asesinatos comenzaron en una nueva ciudad. Al principio se creyó que solo era alguna pelea entre pandillas o mafias, enviando mensajes y advertencias. Sin embargo, los asesinatos tenían una firma en particular. Un modus operandi que no dejaba dudas. Primero, los cuerpos encontrados estaban en lugares públicos, dispuestos de manera que pareciera que estaban sentados esperando o similar, al inicio nadie se daba cuenta que eran cadáveres, hasta que se fijaban mejor en la ropa, completamente teñida de un color carmesí oscuro, como si hubieran sido sumergidas en la sangre de las víctimas para dar un acabado uniforme. Luego, más a detalle, el hecho que sus cuellos estaban cortados desde la nuca, pero dejando apenas una capa de piel y carne que más o menos lograba sostener la cabeza en lugar. Hasta los huesos de la cervical tenían un corte limpio, justo en la unión de la segunda y tercer vértebra. Aunque todos se veían con ojos cerrados, al abrirlos se podían ver que los globos oculares estaban completamente en blanco, pero no de forma que uno podría dejarlos a voluntad, no. Era notorio que primero eran arrancados para luego ser colocados de nuevo, al revés. Lo que siempre faltaba eran los nervios oculares. Finalmente, en la espalda, la zona lumbar, una marca de una cara sonriente. Y los asesinatos fueron progresivos, primero uno a la semana, luego dos, hasta que llegaron tres e incluso con más de dos víctimas en ocasiones. Los últimos dos fueron encontrados en una estación de metro. Finalmente, terminaron por enviar a Felix. Él sabía absolutamente todo lo que se podía de ese asesino, tanto detalle como pudo encontrar. Y es que parecía guiarlo una rabia profunda cada vez que se trataba del Demonio Azul. Nadie quería dar con la persona más que él. Y a saber, quizás hasta ni lo quería tras las rejas, si no que muerto. Llegó a la escena de la estación un miércoles por la mañana, con su mochila colgando sobre sus hombros. Un aspecto algo descuidado (las ojeras en su rostro decían que no durmió en semanas) y su cabello algo alborotado. Ciertamente, no era alguien que le importaban mucho las apariencias. Se acercó con pasos silenciosos, mostrando la credencial que colgaba de su cuello, hasta llegar a donde estaban los cuerpos, sentados al lado del otro. Aunque apenas parecía mostrar emoción, el resto de su cuerpo estaba rígido y el fuego en sus ojos grises era intenso.
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