• La entidad caótica del placer —la más terrible de todas— Naamah, me ha dejado preñada.
    Por ser la reina de la lujuria y la princesa del caos.
    Esas cualidades, grabadas en mi alma como sellos ardientes, me han convertido en un recipiente ideal para engendrar los engendros del Caos.

    Me convertiré en la madre de las abominaciones de Naamah.
    Al menos de una de ellas…
    La primera en la que mi ama Naamah ha confiado —o la primera que ha sobrevivido— para tan impía labor.


    ---

    Despierto al día siguiente del sello de Naamah.

    El dolor me arranca el aliento.
    Mi útero arde, quema desde dentro como jamás hubiera imaginado posible, como si serpientes iracundas navegaran por el saco amniótico, enroscándose unas contra otras, peleando por existir.

    Me llevo una mano al vientre, temblorosa.
    La piel está caliente, viva, demasiado viva.
    Cada espasmo es una promesa monstruosa, cada latido un recordatorio de lo que crece en mí.

    Cierro los ojos.
    Respiro.
    Y entonces canto.

    Una nana antigua, nacida en Tharésh’Kael, un idioma que no se aprende: se recuerda.

    Mi voz se desliza suave, oscura, envolvente:

    **“Shae’lin… shaer’na vel…
    Umrae thil, umrae thil…
    Kaor’eth narae, narae suul…
    Vel’thra… vel’thra… duerm’kael…

    Shaa… shaa…
    Noktir vael en’th…”**

    El dolor cede poco a poco.
    Las serpientes se aquietan.
    El caos se repliega, dormido, escuchando a su madre.

    Mi vientre se calma.
    Ellos duermen.

    Y yo, contra toda lógica, contra todo juicio…
    no puedo evitar sonreír.

    Naamah
    La entidad caótica del placer —la más terrible de todas— Naamah, me ha dejado preñada. Por ser la reina de la lujuria y la princesa del caos. Esas cualidades, grabadas en mi alma como sellos ardientes, me han convertido en un recipiente ideal para engendrar los engendros del Caos. Me convertiré en la madre de las abominaciones de Naamah. Al menos de una de ellas… La primera en la que mi ama Naamah ha confiado —o la primera que ha sobrevivido— para tan impía labor. --- Despierto al día siguiente del sello de Naamah. El dolor me arranca el aliento. Mi útero arde, quema desde dentro como jamás hubiera imaginado posible, como si serpientes iracundas navegaran por el saco amniótico, enroscándose unas contra otras, peleando por existir. Me llevo una mano al vientre, temblorosa. La piel está caliente, viva, demasiado viva. Cada espasmo es una promesa monstruosa, cada latido un recordatorio de lo que crece en mí. Cierro los ojos. Respiro. Y entonces canto. Una nana antigua, nacida en Tharésh’Kael, un idioma que no se aprende: se recuerda. Mi voz se desliza suave, oscura, envolvente: **“Shae’lin… shaer’na vel… Umrae thil, umrae thil… Kaor’eth narae, narae suul… Vel’thra… vel’thra… duerm’kael… Shaa… shaa… Noktir vael en’th…”** El dolor cede poco a poco. Las serpientes se aquietan. El caos se repliega, dormido, escuchando a su madre. Mi vientre se calma. Ellos duermen. Y yo, contra toda lógica, contra todo juicio… no puedo evitar sonreír. [n.a.a.m.a.h]
    Me shockea
    Me encocora
    4
    5 turnos 0 maullidos
  • Ya que no pudo quedarse en su habitación bebiendo en santa paz, terminó por salir para ir directamente al bar del hotel.
    No quería a ver a nadie, pero no tenía muchas opciones si quería un trago para relajarse, suspirando y terminando por tomar asiento.

    Ni siquiera se molestó a buscar a Husk pues le constaba su estado, incluso se preguntaba si ya habría recibido sus alas por parte de su serpiente pero prefirió mantener la distancia debido a su reciente, rojo y jodido problema.

    Tomando asiento, atrajo una botella con su magia, sirviéndose una copa y comenzando a beber con relativa calma, vigilando su alrededor para asegurarse de estar solo.
    Ya que no pudo quedarse en su habitación bebiendo en santa paz, terminó por salir para ir directamente al bar del hotel. No quería a ver a nadie, pero no tenía muchas opciones si quería un trago para relajarse, suspirando y terminando por tomar asiento. Ni siquiera se molestó a buscar a [barcat75] pues le constaba su estado, incluso se preguntaba si ya habría recibido sus alas por parte de su serpiente pero prefirió mantener la distancia debido a su reciente, rojo y jodido problema. Tomando asiento, atrajo una botella con su magia, sirviéndose una copa y comenzando a beber con relativa calma, vigilando su alrededor para asegurarse de estar solo.
    Me gusta
    Me endiabla
    2
    17 turnos 0 maullidos
  • - Que hermosa noche para trabajar.

    ' Dijo mientras esparcía aquel brebaje extraño y brillante, podía sentirse el olor a sangre que este emanaba, además de variedad de intensos y curiosos aromas en una mezcla tan repulsiva como cautivadora, llamando atención de algunos animales, quizás alguna criatura curiosa ... Quizás más que eso. Mientras dicho aroma se esparcía por los alrededores del bosque, que se veía tan hermoso y siniestro como de costumbre, el hechicero se sentaba al costado de un árbol, mirando el brillo de su preparación moverse entre los árboles, como serpientes rojas desvaneciéndose en el camino tan oscuro al frente suyo '

    - Tengo ganas de cazar demonios, o quizás de hacerme su amigo, ¿Qué será esta vez?

    ' Y mientras terminaba de hablar, daba una fuerte pisada al suelo, produciendo un efecto contundente a su alrededor, esparciendo fuera de los límites de su bosque aquel cebo para criaturas oscuras, y se recargaba en el árbol para esperar, esperar ... Siempre era la peor parte, la segunda peor, era limpiar ese aroma ... Y la sangre de demonio de su ropa '
    - Que hermosa noche para trabajar. ' Dijo mientras esparcía aquel brebaje extraño y brillante, podía sentirse el olor a sangre que este emanaba, además de variedad de intensos y curiosos aromas en una mezcla tan repulsiva como cautivadora, llamando atención de algunos animales, quizás alguna criatura curiosa ... Quizás más que eso. Mientras dicho aroma se esparcía por los alrededores del bosque, que se veía tan hermoso y siniestro como de costumbre, el hechicero se sentaba al costado de un árbol, mirando el brillo de su preparación moverse entre los árboles, como serpientes rojas desvaneciéndose en el camino tan oscuro al frente suyo ' - Tengo ganas de cazar demonios, o quizás de hacerme su amigo, ¿Qué será esta vez? ' Y mientras terminaba de hablar, daba una fuerte pisada al suelo, produciendo un efecto contundente a su alrededor, esparciendo fuera de los límites de su bosque aquel cebo para criaturas oscuras, y se recargaba en el árbol para esperar, esperar ... Siempre era la peor parte, la segunda peor, era limpiar ese aroma ... Y la sangre de demonio de su ropa '
    Me gusta
    Me enjaja
    Me endiabla
    Me shockea
    9
    7 turnos 0 maullidos
  • Soltó un suspiro, estresado y cansado. Tomando su móvil mientras buscaba en la lista de contactos un número en particular y llamaba, llevándose una mano al rostro.

    — ¿Sir? Si, Striker... — Comenzó, la irritación y el cansancio en la voz.
    La punta de su cola se agitó cual serpiente de cascabel haciendo, incluso el mismo ruido. Tan fuerte fue esta vez que no descartaba se hubiera oído del otro lado del teléfono.

    — Perdí al objetivo, pero no se preocupe. Volveré a encontrarlo... Si... Tres imbéciles extraños se me cruzaron en el camino de repente. Ni siquiera sé si él los puso adrede en mi camino. Pero no se preocupe, lo encontraré en poco tiempo —
    Soltó un suspiro, estresado y cansado. Tomando su móvil mientras buscaba en la lista de contactos un número en particular y llamaba, llevándose una mano al rostro. — ¿Sir? Si, Striker... — Comenzó, la irritación y el cansancio en la voz. La punta de su cola se agitó cual serpiente de cascabel haciendo, incluso el mismo ruido. Tan fuerte fue esta vez que no descartaba se hubiera oído del otro lado del teléfono. — Perdí al objetivo, pero no se preocupe. Volveré a encontrarlo... Si... Tres imbéciles extraños se me cruzaron en el camino de repente. Ni siquiera sé si él los puso adrede en mi camino. Pero no se preocupe, lo encontraré en poco tiempo —
    Me enjaja
    2
    1 turno 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    El impacto no debería haber dolido.
    No a mí.
    No a lo que soy.

    Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.

    Y sonreí.

    Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.

    El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
    Calor…
    Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.

    El viento me levantó el cabello.
    El olor húmedo de la tierra me invadió.
    Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.

    Perfecto.

    Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.

    Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
    Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.

    Ambas me observan sin sorpresa.
    Eso es lo peor de todo.

    Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:

    Veythra:
    —¿Cuánto tiempo tengo?

    Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
    —Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.

    Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
    —¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.

    Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.

    No necesitaba más explicaciones.
    No necesitaba más advertencias.

    En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.

    Ese apellido…
    esa línea de sangre…
    la llave a mi estabilidad.

    Veythra:
    —Sí.

    No esperé aprobación.
    No pedí permiso.

    Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.

    Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
    Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.

    Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
    El impacto no debería haber dolido. No a mí. No a lo que soy. Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral. Y sonreí. Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir. El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda. Calor… Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios. El viento me levantó el cabello. El olor húmedo de la tierra me invadió. Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros. Perfecto. Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó. Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo. Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino. Ambas me observan sin sorpresa. Eso es lo peor de todo. Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté: Veythra: —¿Cuánto tiempo tengo? Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver. —Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado. Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa. —¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro. Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura. No necesitaba más explicaciones. No necesitaba más advertencias. En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar. Ese apellido… esa línea de sangre… la llave a mi estabilidad. Veythra: —Sí. No esperé aprobación. No pedí permiso. Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello. Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito. Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable. Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
    El impacto no debería haber dolido.
    No a mí.
    No a lo que soy.

    Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.

    Y sonreí.

    Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.

    El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
    Calor…
    Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.

    El viento me levantó el cabello.
    El olor húmedo de la tierra me invadió.
    Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.

    Perfecto.

    Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.

    Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
    Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.

    Ambas me observan sin sorpresa.
    Eso es lo peor de todo.

    Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:

    Veythra:
    —¿Cuánto tiempo tengo?

    Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
    —Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.

    Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
    —¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.

    Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.

    No necesitaba más explicaciones.
    No necesitaba más advertencias.

    En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.

    Ese apellido…
    esa línea de sangre…
    la llave a mi estabilidad.

    Veythra:
    —Sí.

    No esperé aprobación.
    No pedí permiso.

    Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.

    Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
    Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.

    Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
    Me encocora
    Me gusta
    3
    0 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    El impacto no debería haber dolido.
    No a mí.
    No a lo que soy.

    Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.

    Y sonreí.

    Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.

    El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
    Calor…
    Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.

    El viento me levantó el cabello.
    El olor húmedo de la tierra me invadió.
    Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.

    Perfecto.

    Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.

    Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
    Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.

    Ambas me observan sin sorpresa.
    Eso es lo peor de todo.

    Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:

    Veythra:
    —¿Cuánto tiempo tengo?

    Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
    —Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.

    Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
    —¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.

    Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.

    No necesitaba más explicaciones.
    No necesitaba más advertencias.

    En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.

    Ese apellido…
    esa línea de sangre…
    la llave a mi estabilidad.

    Veythra:
    —Sí.

    No esperé aprobación.
    No pedí permiso.

    Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.

    Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
    Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.

    Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
    El impacto no debería haber dolido. No a mí. No a lo que soy. Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral. Y sonreí. Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir. El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda. Calor… Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios. El viento me levantó el cabello. El olor húmedo de la tierra me invadió. Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros. Perfecto. Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó. Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo. Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino. Ambas me observan sin sorpresa. Eso es lo peor de todo. Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté: Veythra: —¿Cuánto tiempo tengo? Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver. —Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado. Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa. —¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro. Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura. No necesitaba más explicaciones. No necesitaba más advertencias. En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar. Ese apellido… esa línea de sangre… la llave a mi estabilidad. Veythra: —Sí. No esperé aprobación. No pedí permiso. Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello. Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito. Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable. Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
    Me encocora
    1
    1 comentario 1 compartido
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Lili atrapada en el Lienzo del Caos — Hakos Baelz

    El mundo desaparece.
    El blanco se derrite en rojo.
    El rojo se pliega sobre sí mismo hasta formar cuadros, espirales, manchas, símbolos que cambian cada vez que los miras.
    Todo es pintura líquida… pero vibra como carne.

    Lili intenta respirar, pero el aire es espeso como tinta.
    Intenta moverse… pero su cuerpo está clavado en el lienzo, como si hubiera sido pintada allí.

    Una sombra pequeña y risueña aparece dando saltitos, dejando huellas de color que se retuercen detrás de ella como colas de serpiente.

    Hakos Baelz.

    Su silueta vibra entre caricatura y entidad primordial. Sus ojos, demasiado brillantes, lo ven todo y nada al mismo tiempo.

    —Ejejeje… ¿Así que tú eres la hijita que tanto se resiste a romperse? —dice mientras se inclina hacia Lili, observando su rostro atrapado entre pinceladas vivas—. Qué mona. Qué trágica. Qué… deliciosamente incorrecta.

    Lili fuerza un grito, pero la voz se derrama como pintura negra por sus labios.

    Hakos la empuja con un dedo… pero su dedo se hunde en el lienzo como si Lili fuera solo un boceto mal terminado.

    —Ay, Lili, Lili, Lili… —suspira fingiendo angustia—. ¿Ves lo que pasa cuando juegas con una espada que corta el hilo de la realidad?
    Has venido a parar aquí… a mi estudio.

    Levanta una brocha cuya punta palpita como un ojo abierto.

    —Relájate. No voy a matarte. Aún no.
    Primero… voy a ver cómo te ves por dentro.
    Y luego…
    quizá te rehaga un poquito.

    La risa de Hakos Baelz se dobla sobre sí misma, repitiéndose con ecos imposibles, como si varios futuros se rieran al mismo tiempo.

    El lienzo empieza a absorber a Lili más profundo.
    Sus brazos desaparecen bajo capas de color viviente.
    Su corazón late al ritmo del Caos.

    Y Hakos sonríe, encantada.
    Lili atrapada en el Lienzo del Caos — Hakos Baelz El mundo desaparece. El blanco se derrite en rojo. El rojo se pliega sobre sí mismo hasta formar cuadros, espirales, manchas, símbolos que cambian cada vez que los miras. Todo es pintura líquida… pero vibra como carne. Lili intenta respirar, pero el aire es espeso como tinta. Intenta moverse… pero su cuerpo está clavado en el lienzo, como si hubiera sido pintada allí. Una sombra pequeña y risueña aparece dando saltitos, dejando huellas de color que se retuercen detrás de ella como colas de serpiente. Hakos Baelz. Su silueta vibra entre caricatura y entidad primordial. Sus ojos, demasiado brillantes, lo ven todo y nada al mismo tiempo. —Ejejeje… ¿Así que tú eres la hijita que tanto se resiste a romperse? —dice mientras se inclina hacia Lili, observando su rostro atrapado entre pinceladas vivas—. Qué mona. Qué trágica. Qué… deliciosamente incorrecta. Lili fuerza un grito, pero la voz se derrama como pintura negra por sus labios. Hakos la empuja con un dedo… pero su dedo se hunde en el lienzo como si Lili fuera solo un boceto mal terminado. —Ay, Lili, Lili, Lili… —suspira fingiendo angustia—. ¿Ves lo que pasa cuando juegas con una espada que corta el hilo de la realidad? Has venido a parar aquí… a mi estudio. Levanta una brocha cuya punta palpita como un ojo abierto. —Relájate. No voy a matarte. Aún no. Primero… voy a ver cómo te ves por dentro. Y luego… quizá te rehaga un poquito. La risa de Hakos Baelz se dobla sobre sí misma, repitiéndose con ecos imposibles, como si varios futuros se rieran al mismo tiempo. El lienzo empieza a absorber a Lili más profundo. Sus brazos desaparecen bajo capas de color viviente. Su corazón late al ritmo del Caos. Y Hakos sonríe, encantada.
    Lili atrapada en el Lienzo del Caos — Hakos Baelz

    El mundo desaparece.
    El blanco se derrite en rojo.
    El rojo se pliega sobre sí mismo hasta formar cuadros, espirales, manchas, símbolos que cambian cada vez que los miras.
    Todo es pintura líquida… pero vibra como carne.

    Lili intenta respirar, pero el aire es espeso como tinta.
    Intenta moverse… pero su cuerpo está clavado en el lienzo, como si hubiera sido pintada allí.

    Una sombra pequeña y risueña aparece dando saltitos, dejando huellas de color que se retuercen detrás de ella como colas de serpiente.

    Hakos Baelz.

    Su silueta vibra entre caricatura y entidad primordial. Sus ojos, demasiado brillantes, lo ven todo y nada al mismo tiempo.

    —Ejejeje… ¿Así que tú eres la hijita que tanto se resiste a romperse? —dice mientras se inclina hacia Lili, observando su rostro atrapado entre pinceladas vivas—. Qué mona. Qué trágica. Qué… deliciosamente incorrecta.

    Lili fuerza un grito, pero la voz se derrama como pintura negra por sus labios.

    Hakos la empuja con un dedo… pero su dedo se hunde en el lienzo como si Lili fuera solo un boceto mal terminado.

    —Ay, Lili, Lili, Lili… —suspira fingiendo angustia—. ¿Ves lo que pasa cuando juegas con una espada que corta el hilo de la realidad?
    Has venido a parar aquí… a mi estudio.

    Levanta una brocha cuya punta palpita como un ojo abierto.

    —Relájate. No voy a matarte. Aún no.
    Primero… voy a ver cómo te ves por dentro.
    Y luego…
    quizá te rehaga un poquito.

    La risa de Hakos Baelz se dobla sobre sí misma, repitiéndose con ecos imposibles, como si varios futuros se rieran al mismo tiempo.

    El lienzo empieza a absorber a Lili más profundo.
    Sus brazos desaparecen bajo capas de color viviente.
    Su corazón late al ritmo del Caos.

    Y Hakos sonríe, encantada.
    Me gusta
    Me enjaja
    3
    0 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Lili atrapada en el Lienzo del Caos — Hakos Baelz

    El mundo desaparece.
    El blanco se derrite en rojo.
    El rojo se pliega sobre sí mismo hasta formar cuadros, espirales, manchas, símbolos que cambian cada vez que los miras.
    Todo es pintura líquida… pero vibra como carne.

    Lili intenta respirar, pero el aire es espeso como tinta.
    Intenta moverse… pero su cuerpo está clavado en el lienzo, como si hubiera sido pintada allí.

    Una sombra pequeña y risueña aparece dando saltitos, dejando huellas de color que se retuercen detrás de ella como colas de serpiente.

    Hakos Baelz.

    Su silueta vibra entre caricatura y entidad primordial. Sus ojos, demasiado brillantes, lo ven todo y nada al mismo tiempo.

    —Ejejeje… ¿Así que tú eres la hijita que tanto se resiste a romperse? —dice mientras se inclina hacia Lili, observando su rostro atrapado entre pinceladas vivas—. Qué mona. Qué trágica. Qué… deliciosamente incorrecta.

    Lili fuerza un grito, pero la voz se derrama como pintura negra por sus labios.

    Hakos la empuja con un dedo… pero su dedo se hunde en el lienzo como si Lili fuera solo un boceto mal terminado.

    —Ay, Lili, Lili, Lili… —suspira fingiendo angustia—. ¿Ves lo que pasa cuando juegas con una espada que corta el hilo de la realidad?
    Has venido a parar aquí… a mi estudio.

    Levanta una brocha cuya punta palpita como un ojo abierto.

    —Relájate. No voy a matarte. Aún no.
    Primero… voy a ver cómo te ves por dentro.
    Y luego…
    quizá te rehaga un poquito.

    La risa de Hakos Baelz se dobla sobre sí misma, repitiéndose con ecos imposibles, como si varios futuros se rieran al mismo tiempo.

    El lienzo empieza a absorber a Lili más profundo.
    Sus brazos desaparecen bajo capas de color viviente.
    Su corazón late al ritmo del Caos.

    Y Hakos sonríe, encantada.
    Lili atrapada en el Lienzo del Caos — Hakos Baelz El mundo desaparece. El blanco se derrite en rojo. El rojo se pliega sobre sí mismo hasta formar cuadros, espirales, manchas, símbolos que cambian cada vez que los miras. Todo es pintura líquida… pero vibra como carne. Lili intenta respirar, pero el aire es espeso como tinta. Intenta moverse… pero su cuerpo está clavado en el lienzo, como si hubiera sido pintada allí. Una sombra pequeña y risueña aparece dando saltitos, dejando huellas de color que se retuercen detrás de ella como colas de serpiente. Hakos Baelz. Su silueta vibra entre caricatura y entidad primordial. Sus ojos, demasiado brillantes, lo ven todo y nada al mismo tiempo. —Ejejeje… ¿Así que tú eres la hijita que tanto se resiste a romperse? —dice mientras se inclina hacia Lili, observando su rostro atrapado entre pinceladas vivas—. Qué mona. Qué trágica. Qué… deliciosamente incorrecta. Lili fuerza un grito, pero la voz se derrama como pintura negra por sus labios. Hakos la empuja con un dedo… pero su dedo se hunde en el lienzo como si Lili fuera solo un boceto mal terminado. —Ay, Lili, Lili, Lili… —suspira fingiendo angustia—. ¿Ves lo que pasa cuando juegas con una espada que corta el hilo de la realidad? Has venido a parar aquí… a mi estudio. Levanta una brocha cuya punta palpita como un ojo abierto. —Relájate. No voy a matarte. Aún no. Primero… voy a ver cómo te ves por dentro. Y luego… quizá te rehaga un poquito. La risa de Hakos Baelz se dobla sobre sí misma, repitiéndose con ecos imposibles, como si varios futuros se rieran al mismo tiempo. El lienzo empieza a absorber a Lili más profundo. Sus brazos desaparecen bajo capas de color viviente. Su corazón late al ritmo del Caos. Y Hakos sonríe, encantada.
    1 comentario 1 compartido
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La llama que por fin encuentra un hogar

    Pasaron días.
    Días de ruido.
    Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente.
    Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras.

    La vaina de Shein apenas me daba tregua.
    Mi cuerpo seguía siendo mío…
    mi mente, no tanto.

    Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara…
    acudí a Ryu.

    No buscaba sabiduría.
    No buscaba consejos.
    Buscaba… ella.
    Su presencia.
    Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna.
    Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos.

    Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro.
    Me observa.
    Una vez más, me desarma sin tocarme.

    Y sin moverse un centímetro, dice:

    Ryu:
    —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza.
    Hay que calmar la mente.
    O lo perderás todo.

    Sus palabras me atraviesan como un viento frío.
    Pero no hieren.
    Entran… y apagan un poco del incendio.

    Y por primera vez lo entiendo.
    No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse.
    Habla de mí.
    De no perderme.
    De que… le importo.

    Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda.
    Se calma.
    Encuentra un centro.

    No lo pienso.
    No puedo pensarlo.

    Me acerco.
    Despacio.
    Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper.

    Y la beso.

    No es un beso impulsivo.
    Ni torpe.
    Ni desesperado.

    Es… una verdad.
    Una verdad que por fin se atreve a salir.

    Y Ryu… me lo devuelve.
    Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina.
    Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca.

    Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días.
    El primer lugar donde Veythra calla.
    Donde Arc calla.
    Donde hasta la luna parece escuchar.

    Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura:

    Ryu:
    —¿Y Akane?

    La pregunta no me hiere.
    No me confunde.
    No me detiene.

    La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado.
    Y con esa calma recién encontrada, respondo:

    Lili:
    —Siempre fuiste tú.

    Algo en ella se quiebra suavemente.
    No por dolor… sino por reconocimiento.

    Entonces el beso vuelve.
    Y esta vez no es una confesión.
    Es una promesa.

    Las caricias llegan… lentas, cuidadosas.
    Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez.
    Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso.

    No necesito describir el resto.
    Solo esto:

    El amor no es un estallido.
    Ni un incendio.
    Es un calor profundo.
    Un refugio.
    Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación.

    En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo…
    no escucho a Veythra.
    No escucho al Caos.
    No escucho a Arc.

    Solo escucho a Ryu.
    A su respiración.
    A su risa suave cuando me tiembla la voz.
    A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo.

    Esa noche no me consumo.
    Esa noche…
    me reconstruyo.

    Siempre Ryu...
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] La llama que por fin encuentra un hogar Pasaron días. Días de ruido. Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente. Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras. La vaina de Shein apenas me daba tregua. Mi cuerpo seguía siendo mío… mi mente, no tanto. Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara… acudí a Ryu. No buscaba sabiduría. No buscaba consejos. Buscaba… ella. Su presencia. Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna. Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos. Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro. Me observa. Una vez más, me desarma sin tocarme. Y sin moverse un centímetro, dice: Ryu: —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza. Hay que calmar la mente. O lo perderás todo. Sus palabras me atraviesan como un viento frío. Pero no hieren. Entran… y apagan un poco del incendio. Y por primera vez lo entiendo. No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse. Habla de mí. De no perderme. De que… le importo. Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda. Se calma. Encuentra un centro. No lo pienso. No puedo pensarlo. Me acerco. Despacio. Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper. Y la beso. No es un beso impulsivo. Ni torpe. Ni desesperado. Es… una verdad. Una verdad que por fin se atreve a salir. Y Ryu… me lo devuelve. Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina. Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca. Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días. El primer lugar donde Veythra calla. Donde Arc calla. Donde hasta la luna parece escuchar. Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura: Ryu: —¿Y Akane? La pregunta no me hiere. No me confunde. No me detiene. La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado. Y con esa calma recién encontrada, respondo: Lili: —Siempre fuiste tú. Algo en ella se quiebra suavemente. No por dolor… sino por reconocimiento. Entonces el beso vuelve. Y esta vez no es una confesión. Es una promesa. Las caricias llegan… lentas, cuidadosas. Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez. Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso. No necesito describir el resto. Solo esto: El amor no es un estallido. Ni un incendio. Es un calor profundo. Un refugio. Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación. En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo… no escucho a Veythra. No escucho al Caos. No escucho a Arc. Solo escucho a Ryu. A su respiración. A su risa suave cuando me tiembla la voz. A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo. Esa noche no me consumo. Esa noche… me reconstruyo. Siempre Ryu...
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La llama que por fin encuentra un hogar

    Pasaron días.
    Días de ruido.
    Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente.
    Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras.

    La vaina de Shein apenas me daba tregua.
    Mi cuerpo seguía siendo mío…
    mi mente, no tanto.

    Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara…
    acudí a Ryu.

    No buscaba sabiduría.
    No buscaba consejos.
    Buscaba… ella.
    Su presencia.
    Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna.
    Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos.

    Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro.
    Me observa.
    Una vez más, me desarma sin tocarme.

    Y sin moverse un centímetro, dice:

    Ryu:
    —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza.
    Hay que calmar la mente.
    O lo perderás todo.

    Sus palabras me atraviesan como un viento frío.
    Pero no hieren.
    Entran… y apagan un poco del incendio.

    Y por primera vez lo entiendo.
    No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse.
    Habla de mí.
    De no perderme.
    De que… le importo.

    Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda.
    Se calma.
    Encuentra un centro.

    No lo pienso.
    No puedo pensarlo.

    Me acerco.
    Despacio.
    Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper.

    Y la beso.

    No es un beso impulsivo.
    Ni torpe.
    Ni desesperado.

    Es… una verdad.
    Una verdad que por fin se atreve a salir.

    Y Ryu… me lo devuelve.
    Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina.
    Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca.

    Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días.
    El primer lugar donde Veythra calla.
    Donde Arc calla.
    Donde hasta la luna parece escuchar.

    Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura:

    Ryu:
    —¿Y Akane?

    La pregunta no me hiere.
    No me confunde.
    No me detiene.

    La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado.
    Y con esa calma recién encontrada, respondo:

    Lili:
    —Siempre fuiste tú.

    Algo en ella se quiebra suavemente.
    No por dolor… sino por reconocimiento.

    Entonces el beso vuelve.
    Y esta vez no es una confesión.
    Es una promesa.

    Las caricias llegan… lentas, cuidadosas.
    Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez.
    Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso.

    No necesito describir el resto.
    Solo esto:

    El amor no es un estallido.
    Ni un incendio.
    Es un calor profundo.
    Un refugio.
    Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación.

    En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo…
    no escucho a Veythra.
    No escucho al Caos.
    No escucho a Arc.

    Solo escucho a Ryu.
    A su respiración.
    A su risa suave cuando me tiembla la voz.
    A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo.

    Esa noche no me consumo.
    Esa noche…
    me reconstruyo.

    Siempre Ryu...
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La llama que por fin encuentra un hogar

    Pasaron días.
    Días de ruido.
    Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente.
    Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras.

    La vaina de Shein apenas me daba tregua.
    Mi cuerpo seguía siendo mío…
    mi mente, no tanto.

    Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara…
    acudí a Ryu.

    No buscaba sabiduría.
    No buscaba consejos.
    Buscaba… ella.
    Su presencia.
    Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna.
    Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos.

    Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro.
    Me observa.
    Una vez más, me desarma sin tocarme.

    Y sin moverse un centímetro, dice:

    Ryu:
    —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza.
    Hay que calmar la mente.
    O lo perderás todo.

    Sus palabras me atraviesan como un viento frío.
    Pero no hieren.
    Entran… y apagan un poco del incendio.

    Y por primera vez lo entiendo.
    No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse.
    Habla de mí.
    De no perderme.
    De que… le importo.

    Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda.
    Se calma.
    Encuentra un centro.

    No lo pienso.
    No puedo pensarlo.

    Me acerco.
    Despacio.
    Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper.

    Y la beso.

    No es un beso impulsivo.
    Ni torpe.
    Ni desesperado.

    Es… una verdad.
    Una verdad que por fin se atreve a salir.

    Y Ryu… me lo devuelve.
    Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina.
    Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca.

    Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días.
    El primer lugar donde Veythra calla.
    Donde Arc calla.
    Donde hasta la luna parece escuchar.

    Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura:

    Ryu:
    —¿Y Akane?

    La pregunta no me hiere.
    No me confunde.
    No me detiene.

    La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado.
    Y con esa calma recién encontrada, respondo:

    Lili:
    —Siempre fuiste tú.

    Algo en ella se quiebra suavemente.
    No por dolor… sino por reconocimiento.

    Entonces el beso vuelve.
    Y esta vez no es una confesión.
    Es una promesa.

    Las caricias llegan… lentas, cuidadosas.
    Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez.
    Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso.

    No necesito describir el resto.
    Solo esto:

    El amor no es un estallido.
    Ni un incendio.
    Es un calor profundo.
    Un refugio.
    Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación.

    En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo…
    no escucho a Veythra.
    No escucho al Caos.
    No escucho a Arc.

    Solo escucho a Ryu.
    A su respiración.
    A su risa suave cuando me tiembla la voz.
    A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo.

    Esa noche no me consumo.
    Esa noche…
    me reconstruyo.

    Siempre Ryu...
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] La llama que por fin encuentra un hogar Pasaron días. Días de ruido. Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente. Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras. La vaina de Shein apenas me daba tregua. Mi cuerpo seguía siendo mío… mi mente, no tanto. Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara… acudí a Ryu. No buscaba sabiduría. No buscaba consejos. Buscaba… ella. Su presencia. Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna. Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos. Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro. Me observa. Una vez más, me desarma sin tocarme. Y sin moverse un centímetro, dice: Ryu: —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza. Hay que calmar la mente. O lo perderás todo. Sus palabras me atraviesan como un viento frío. Pero no hieren. Entran… y apagan un poco del incendio. Y por primera vez lo entiendo. No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse. Habla de mí. De no perderme. De que… le importo. Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda. Se calma. Encuentra un centro. No lo pienso. No puedo pensarlo. Me acerco. Despacio. Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper. Y la beso. No es un beso impulsivo. Ni torpe. Ni desesperado. Es… una verdad. Una verdad que por fin se atreve a salir. Y Ryu… me lo devuelve. Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina. Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca. Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días. El primer lugar donde Veythra calla. Donde Arc calla. Donde hasta la luna parece escuchar. Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura: Ryu: —¿Y Akane? La pregunta no me hiere. No me confunde. No me detiene. La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado. Y con esa calma recién encontrada, respondo: Lili: —Siempre fuiste tú. Algo en ella se quiebra suavemente. No por dolor… sino por reconocimiento. Entonces el beso vuelve. Y esta vez no es una confesión. Es una promesa. Las caricias llegan… lentas, cuidadosas. Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez. Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso. No necesito describir el resto. Solo esto: El amor no es un estallido. Ni un incendio. Es un calor profundo. Un refugio. Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación. En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo… no escucho a Veythra. No escucho al Caos. No escucho a Arc. Solo escucho a Ryu. A su respiración. A su risa suave cuando me tiembla la voz. A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo. Esa noche no me consumo. Esa noche… me reconstruyo. Siempre Ryu...
    Me gusta
    Me encocora
    3
    1 comentario 3 compartidos
Ver más resultados
Patrocinados