Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
Esto se ha publicado como Out Of Character.
Tenlo en cuenta al responder.
El impacto no debería haber dolido.
No a mí.
No a lo que soy.

Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral.

Y sonreí.

Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir.

El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda.
Calor…
Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios.

El viento me levantó el cabello.
El olor húmedo de la tierra me invadió.
Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros.

Perfecto.

Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó.

Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo.
Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino.

Ambas me observan sin sorpresa.
Eso es lo peor de todo.

Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté:

Veythra:
—¿Cuánto tiempo tengo?

Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver.
—Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado.

Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa.
—¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro.

Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura.

No necesitaba más explicaciones.
No necesitaba más advertencias.

En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar.

Ese apellido…
esa línea de sangre…
la llave a mi estabilidad.

Veythra:
—Sí.

No esperé aprobación.
No pedí permiso.

Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello.

Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito.
Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable.

Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
El impacto no debería haber dolido. No a mí. No a lo que soy. Pero el dolor llegó igual: un latigazo cálido, humano, visceral. Y sonreí. Me incorporé despacio, dejando que el polvo se deslizara por mi piel nueva. Era extraña… demasiado blanda. Viva. Vulnerable. Inestable. Pero mía. Un experimento aún sin pulir. El sol me rozó y un temblor recorrió mi espalda. Calor… Una sensación que solo había observado desde dentro de Lili, nunca desde mis propios nervios. El viento me levantó el cabello. El olor húmedo de la tierra me invadió. Los colores estaban demasiado vivos… demasiado sinceros. Perfecto. Mi memoria era una maraña: ecos de Lili, ecos del Caos, ecos de mí misma. Pero al girar la cabeza y verlas ahí —como si hubieran estado esperándome desde antes del tiempo— una claridad incómoda me atravesó. Tsukumo Sana, con su sonrisa que nunca dice todo. Aikaterine, con esa serenidad que huele a destino. Ambas me observan sin sorpresa. Eso es lo peor de todo. Di un paso al frente, estirando el cuerpo como una serpiente que prueba un suelo nuevo, y pregunté: Veythra: —¿Cuánto tiempo tengo? Aikaterine solo entornó los ojos, como si midiera líneas temporales que yo aún no podía ver. —Será mejor que te pongas en marcha. No te conviene quedarte quieta… en este estado. Tsukumo Sana ladeó la cabeza con dulzura traviesa. —¿Y ya sabes cómo lo vas a hacer, Veythra? Lo de… hmm… no romper otra vez el espacio-tiempo. Y lo de mantener tu cuerpecito, claro. Mi cuerpo palpitó un segundo, como si fuera a desmoronarse. Lo sostuve con voluntad pura. No necesitaba más explicaciones. No necesitaba más advertencias. En mi mente, solo un nombre ardía con fuerza: Ishtar. Ese apellido… esa línea de sangre… la llave a mi estabilidad. Veythra: —Sí. No esperé aprobación. No pedí permiso. Me puse a andar, cada paso afirmando mi derecho a existir, aunque el mundo temblara por ello. Detrás de mí, escuché a Sana reír muy bajito. Aikaterine suspiró como quien acepta un desastre inevitable. Y la aventura de Veythra, separada al fin de Lili, había comenzado.
Me encocora
1
1 comentario 1 compartido
Patrocinados
Patrocinados