• Hoy te preguntan si estás bien
    Ya ni recuerdas qué pasó
    Guardas todo bajo llave
    Allí está intacto tu temor
    El silencio que te parte
    Es lo que el tiempo no borró
    Llevas semanas sin decirlo
    Ya no avanza tu reloj
    Ya no avanza tu reloj

    Cuando llores no te escondas
    Ya no calles tu dolor
    No hay tormenta interminable
    Volverá a salir el Sol
    Aunque duela lo que afrontas
    Y te abrace el mismo error
    Aunque no veas las estrellas
    Volverá su resplandor

    No le hablas ni a tu sombra
    Porque hasta ella te juzgó
    Sigues culpándote en silencio
    Aunque no sepas qué falló
    Te vas tragando cada enojo
    Cada promesa que dolió
    Y te repites como un mantra
    Yo merecía algo mejor
    Yo merecía algo mejor


    Cada lágrima caída
    Revela huellas del corazón
    Para dibujar lo que escondías
    Para sonreír con mi color.

    https://www.youtube.com/watch?v=xMmBgeQTRYg&list=RDxMmBgeQTRYg&start_radio=1&ab_channel=AIMWINDX

    Hoy te preguntan si estás bien Ya ni recuerdas qué pasó Guardas todo bajo llave Allí está intacto tu temor El silencio que te parte Es lo que el tiempo no borró Llevas semanas sin decirlo Ya no avanza tu reloj Ya no avanza tu reloj Cuando llores no te escondas Ya no calles tu dolor No hay tormenta interminable Volverá a salir el Sol Aunque duela lo que afrontas Y te abrace el mismo error Aunque no veas las estrellas Volverá su resplandor No le hablas ni a tu sombra Porque hasta ella te juzgó Sigues culpándote en silencio Aunque no sepas qué falló Te vas tragando cada enojo Cada promesa que dolió Y te repites como un mantra Yo merecía algo mejor Yo merecía algo mejor Cada lágrima caída Revela huellas del corazón Para dibujar lo que escondías Para sonreír con mi color. https://www.youtube.com/watch?v=xMmBgeQTRYg&list=RDxMmBgeQTRYg&start_radio=1&ab_channel=AIMWINDX
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  • Fue desterrado hace mucho tiempo al reino del sofa, castigado para toda la eternidad con un dolor de espalda insufrible y teniendo que tener frio todas las noches (?)

    - "Juro voy a empezar a trabajar y me comprare una casa, sin cocina, sin baño, ¡solo con una cama!, ¡te lo juro Miko!"
    Fue desterrado hace mucho tiempo al reino del sofa, castigado para toda la eternidad con un dolor de espalda insufrible y teniendo que tener frio todas las noches (?) - "Juro voy a empezar a trabajar y me comprare una casa, sin cocina, sin baño, ¡solo con una cama!, ¡te lo juro Miko!"
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  • 𝐖𝐇𝐀𝐓 𝐈 𝐀𝐌? | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 (𝖆.𝕮.) – 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [???]

    Desde su nacimiento, hasta aquellas épocas mantenía esa belleza única y angelical. Rostro tallado, rubio, ojos celestes. Santiago era un ángel hasta en ése entonces, un hijo de Dios, que con el tiempo fue corrompiéndose por este mismo sometido a una vida llena de esclavitud y dolor en todos los aspectos.

    No sabía el porque, pero, siempre había un motivo insignificante donde su mismísimo padre lo hacía pasar por penurias. ¿El pecado? Quizá era aquello teniendo en cuenta que no había cometido ninguno hasta ese entonces.

    Solo era un joven, a veces trataba dd revelarse contra su propia sangre y hacerle frente, pero era inútil, su padre simplemente lo odiaba, quizá por ser diferente a los cuáles seguían su régimen.

    ❝ 𝘚𝘶𝘣𝘪𝘳é 𝘢𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘺 𝘨𝘰𝘣𝘦𝘳𝘯𝘢𝘳é 𝘢 𝘭𝘰𝘴 á𝘯𝘨𝘦𝘭𝘦𝘴. 𝘛𝘳𝘦𝘱𝘢𝘳é 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘭𝘰 𝘮á𝘴 𝘦𝘭𝘦𝘷𝘢𝘥𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘺 𝘴𝘦𝘳é 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘈𝘭𝘵í𝘴𝘪𝘮𝘰. ❞ ──── (𝐈𝐬𝐚í𝐚𝐬 𝟏𝟒:𝟏𝟑)

    Pronunció aquellas palabras, una y otra vez en lo bajo mientras caminaba con los pies descalzos y ensuciandose con la tierra en cada paso que daba.

    En forma de protesta; decidió parar su andar al llegar a lo más alto de aquél lugar desierto. Estaba cargado de emociones ; Ira, tristeza, impotencia. Tenía la obligación de siempre ocultar sus alas pero en esta ocasión no lo haría, dejaría de ser parte de esto mismo. En un abrupto movimiento y tensión corporal dejó salir sus alas, conmemorando así de quién es él realmente y mostrándose en desacuerdo con aquellos que imponían sus prioridades por sobre todo los demás.

    ──── 𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘴𝘰𝘺 𝘺𝘰. . . 𝘚𝘰𝘺 𝘶𝘯 á𝘯𝘨𝘦𝘭, 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦. 𝘕𝘰 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘥𝘦𝘤𝘪𝘥𝘪𝘳 𝘮𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘪𝘯𝘰. ────

    Solo alcanzó a obsevar al cielo, su mirada fría y desafiante. El inicio de una revolución y conflicto entre un padre y su hijo.
    𝐖𝐇𝐀𝐓 𝐈 𝐀𝐌? | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 (𝖆.𝕮.) – 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [???] Desde su nacimiento, hasta aquellas épocas mantenía esa belleza única y angelical. Rostro tallado, rubio, ojos celestes. Santiago era un ángel hasta en ése entonces, un hijo de Dios, que con el tiempo fue corrompiéndose por este mismo sometido a una vida llena de esclavitud y dolor en todos los aspectos. No sabía el porque, pero, siempre había un motivo insignificante donde su mismísimo padre lo hacía pasar por penurias. ¿El pecado? Quizá era aquello teniendo en cuenta que no había cometido ninguno hasta ese entonces. Solo era un joven, a veces trataba dd revelarse contra su propia sangre y hacerle frente, pero era inútil, su padre simplemente lo odiaba, quizá por ser diferente a los cuáles seguían su régimen. ❝ 𝘚𝘶𝘣𝘪𝘳é 𝘢𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘺 𝘨𝘰𝘣𝘦𝘳𝘯𝘢𝘳é 𝘢 𝘭𝘰𝘴 á𝘯𝘨𝘦𝘭𝘦𝘴. 𝘛𝘳𝘦𝘱𝘢𝘳é 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘭𝘰 𝘮á𝘴 𝘦𝘭𝘦𝘷𝘢𝘥𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘺 𝘴𝘦𝘳é 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘈𝘭𝘵í𝘴𝘪𝘮𝘰. ❞ ──── (𝐈𝐬𝐚í𝐚𝐬 𝟏𝟒:𝟏𝟑) Pronunció aquellas palabras, una y otra vez en lo bajo mientras caminaba con los pies descalzos y ensuciandose con la tierra en cada paso que daba. En forma de protesta; decidió parar su andar al llegar a lo más alto de aquél lugar desierto. Estaba cargado de emociones ; Ira, tristeza, impotencia. Tenía la obligación de siempre ocultar sus alas pero en esta ocasión no lo haría, dejaría de ser parte de esto mismo. En un abrupto movimiento y tensión corporal dejó salir sus alas, conmemorando así de quién es él realmente y mostrándose en desacuerdo con aquellos que imponían sus prioridades por sobre todo los demás. ──── 𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘴𝘰𝘺 𝘺𝘰. . . 𝘚𝘰𝘺 𝘶𝘯 á𝘯𝘨𝘦𝘭, 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦. 𝘕𝘰 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘥𝘦𝘤𝘪𝘥𝘪𝘳 𝘮𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘪𝘯𝘰. ──── Solo alcanzó a obsevar al cielo, su mirada fría y desafiante. El inicio de una revolución y conflicto entre un padre y su hijo.
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  • ❝ 𝑵𝒊𝒏𝒈𝒖𝒏𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒄𝒊𝒄𝒂𝒕𝒓𝒊𝒄𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐𝒏 𝒗𝒊𝒏𝒊𝒆𝒓𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒆𝒏𝒆𝒎𝒊𝒈𝒐, 𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔 𝒗𝒊𝒏𝒊𝒆𝒓𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒈𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝑎𝑚𝑎𝑏𝑎... ❞

    𝑀𝑒 𝑛𝑒𝑔𝑢𝑒 𝑎 𝑟𝑒𝑐𝑖𝑏𝑖𝑟 𝑎𝑠𝑖𝑠𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑚𝑒𝑑𝑖𝑐𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑢𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑎𝑡𝑎𝑞𝑢𝑒, 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑎 𝑑𝑖𝑔𝑛𝑎 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑒 𝑠𝑒𝑟𝑣𝑖𝑐𝑖𝑜. 𝑆𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟 𝑒𝑙 𝑒𝑠𝑐𝑜𝑧𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑝𝑖𝑒𝑙 𝘩𝑒𝑟𝑖𝑑𝑎 𝑒𝑟𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑒𝑛𝑖𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝘩𝑎𝑏𝑖𝑎 𝑎𝑢𝑡𝑜𝑖𝑚𝑝𝑢𝑒𝑠𝑡𝑜.

    𝑃𝑜𝑟 𝑚𝑖 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑖𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑗𝑒𝑓𝑒 𝑝𝑢𝑑𝑜 𝘩𝑎𝑏𝑒𝑟 𝑠𝑖𝑑𝑜 𝑠𝑒𝑐𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎𝑑𝑜 𝑜 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑢𝑠𝑜 𝑝𝑟𝑖𝑣𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑦 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑜𝑠 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜𝑠... 𝑒𝑠𝑜𝑠 𝑚𝑎𝑙𝑑𝑖𝑡𝑜𝑠 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑡𝑟𝑎𝑛𝑞𝑢𝑖𝑙𝑎.

    Instalados en la segunda casa de seguridad dejó a su jefe en la seguridad de su oficina y muy bien custodiado; necesitaba mínimo tomar una ducha.

    Bajo las gotas frias de agua esperaba estas se llevaran no solo los restos de sangre y el dolor fisico sino también las heridas internas, esas que seguían escupiendo sangre y dolor pero era imposible... estaba ahí dónde todo comenzó.

    Después de su ducha se cambió y antes de presentarse ante su jefe para disculparse quiso serenarse, recuperar su calma y frialdad.
    Su lugar seguro: la biblioteca.

    —Evie... Evie... ¿el ajedrez no te enseñó que un mal movimiento te puede hacer perder a tu reina?

    Susurró mirando el juego del mismo que reposaba sobre la mesita de centro.
    ❝ 𝑵𝒊𝒏𝒈𝒖𝒏𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒄𝒊𝒄𝒂𝒕𝒓𝒊𝒄𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐𝒏 𝒗𝒊𝒏𝒊𝒆𝒓𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒆𝒏𝒆𝒎𝒊𝒈𝒐, 𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔 𝒗𝒊𝒏𝒊𝒆𝒓𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒈𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝑎𝑚𝑎𝑏𝑎... ❞ 𝑀𝑒 𝑛𝑒𝑔𝑢𝑒 𝑎 𝑟𝑒𝑐𝑖𝑏𝑖𝑟 𝑎𝑠𝑖𝑠𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑚𝑒𝑑𝑖𝑐𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑝𝑢𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑎𝑡𝑎𝑞𝑢𝑒, 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑎 𝑑𝑖𝑔𝑛𝑎 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑒 𝑠𝑒𝑟𝑣𝑖𝑐𝑖𝑜. 𝑆𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟 𝑒𝑙 𝑒𝑠𝑐𝑜𝑧𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑝𝑖𝑒𝑙 𝘩𝑒𝑟𝑖𝑑𝑎 𝑒𝑟𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑒𝑛𝑖𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝘩𝑎𝑏𝑖𝑎 𝑎𝑢𝑡𝑜𝑖𝑚𝑝𝑢𝑒𝑠𝑡𝑜. 𝑃𝑜𝑟 𝑚𝑖 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑖𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑗𝑒𝑓𝑒 𝑝𝑢𝑑𝑜 𝘩𝑎𝑏𝑒𝑟 𝑠𝑖𝑑𝑜 𝑠𝑒𝑐𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎𝑑𝑜 𝑜 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑢𝑠𝑜 𝑝𝑟𝑖𝑣𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑦 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑜𝑠 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜𝑠... 𝑒𝑠𝑜𝑠 𝑚𝑎𝑙𝑑𝑖𝑡𝑜𝑠 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑡𝑟𝑎𝑛𝑞𝑢𝑖𝑙𝑎. Instalados en la segunda casa de seguridad dejó a su jefe en la seguridad de su oficina y muy bien custodiado; necesitaba mínimo tomar una ducha. Bajo las gotas frias de agua esperaba estas se llevaran no solo los restos de sangre y el dolor fisico sino también las heridas internas, esas que seguían escupiendo sangre y dolor pero era imposible... estaba ahí dónde todo comenzó. Después de su ducha se cambió y antes de presentarse ante su jefe para disculparse quiso serenarse, recuperar su calma y frialdad. Su lugar seguro: la biblioteca. —Evie... Evie... ¿el ajedrez no te enseñó que un mal movimiento te puede hacer perder a tu reina? Susurró mirando el juego del mismo que reposaba sobre la mesita de centro.
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  • 𝐋𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐌𝐮𝐦𝐲𝐨𝐮: 𝐞𝐥 "𝐒𝐢𝐧 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞".

    Kurogiri Mumyou no siempre fue conocido por ese nombre. En su juventud, ingresó al Cuerpo de Exterminio con el entusiasmo de un guerrero convencido de que el sacrificio era un precio justo por la victoria. Tenía un escuadrón, camaradas con los que compartía entrenamientos, risas y el juramento de proteger la vida de los inocentes.

    Su primera misión importante los llevó a un pueblo montañoso, donde rumores hablaban de desapariciones nocturnas. El aire era espeso, y el silencio de la aldea, perturbador. Esa noche, la luna apenas iluminaba el sendero cuando el demonio apareció. Era más fuerte de lo que cualquier informe había advertido, un monstruo despiadado que parecía disfrutar prolongando el sufrimiento.

    La batalla fue rápida, brutal. Uno tras otro, sus compañeros fueron cayendo. El joven Kurogiri luchó con todas sus fuerzas, pero pronto comprendió que moriría igual que ellos. El instinto, o quizás el miedo, lo llevó a esconderse entre las sombras, aguardando un momento, una apertura. Allí, vio cómo sus amigos eran devorados, cómo gritaban sus nombres entre la oscuridad, rogando no ser olvidados.

    Cuando el demonio bajó la guardia, él emergió de su escondite. Con un golpe preciso, casi desesperado, logró herirlo lo suficiente para obligarlo a huir hacia la noche. Fue el único que quedó en pie.

    Al regresar, los superiores le preguntaron por lo sucedido. Le pidieron los nombres de los caídos, para registrar su sacrificio en los libros del Cuerpo. Fue entonces cuando ocurrió lo imperdonable: en medio de su trauma, de su dolor y de la adrenalina que aún le corría por las venas, Kurogiri no pudo recordar todos los nombres. Algunos se desvanecieron de su memoria como si nunca hubieran existido.

    Ese vacío lo destrozó más que la batalla misma. La idea de haber sobrevivido gracias al silencio, gracias a esconderse, mientras los demás murieron con dignidad… era un peso insoportable.

    Cuando le preguntaron por su propio nombre, respondió con voz quebrada:

    —Ellos murieron con nombre. Yo sigo vivo sin merecer el mío. Desde entonces, llámenme Mumyou… el que no merece ser recordado.

    Desde ese día, se convirtió en una figura sombría dentro del Cuerpo. Peleaba con fiereza, salvaba vidas, pero jamás buscó gloria. Rehuía los honores, las ceremonias, incluso los vínculos demasiado cercanos. Porque cada vez que alguien pronunciaba su nombre, él lo sentía vacío, un recordatorio de que estaba vivo gracias a las sombras y al olvido.

    El joven que una vez creyó en la justicia se transformó en el hombre que aprendió a vivir en silencio. Así nació Kurogiri Mumyou, el Pilar de la Sombra en ese entonces, marcado por la tragedia y por los nombres que no pudo recordar.
    𝐋𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐌𝐮𝐦𝐲𝐨𝐮: 𝐞𝐥 "𝐒𝐢𝐧 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞". Kurogiri Mumyou no siempre fue conocido por ese nombre. En su juventud, ingresó al Cuerpo de Exterminio con el entusiasmo de un guerrero convencido de que el sacrificio era un precio justo por la victoria. Tenía un escuadrón, camaradas con los que compartía entrenamientos, risas y el juramento de proteger la vida de los inocentes. Su primera misión importante los llevó a un pueblo montañoso, donde rumores hablaban de desapariciones nocturnas. El aire era espeso, y el silencio de la aldea, perturbador. Esa noche, la luna apenas iluminaba el sendero cuando el demonio apareció. Era más fuerte de lo que cualquier informe había advertido, un monstruo despiadado que parecía disfrutar prolongando el sufrimiento. La batalla fue rápida, brutal. Uno tras otro, sus compañeros fueron cayendo. El joven Kurogiri luchó con todas sus fuerzas, pero pronto comprendió que moriría igual que ellos. El instinto, o quizás el miedo, lo llevó a esconderse entre las sombras, aguardando un momento, una apertura. Allí, vio cómo sus amigos eran devorados, cómo gritaban sus nombres entre la oscuridad, rogando no ser olvidados. Cuando el demonio bajó la guardia, él emergió de su escondite. Con un golpe preciso, casi desesperado, logró herirlo lo suficiente para obligarlo a huir hacia la noche. Fue el único que quedó en pie. Al regresar, los superiores le preguntaron por lo sucedido. Le pidieron los nombres de los caídos, para registrar su sacrificio en los libros del Cuerpo. Fue entonces cuando ocurrió lo imperdonable: en medio de su trauma, de su dolor y de la adrenalina que aún le corría por las venas, Kurogiri no pudo recordar todos los nombres. Algunos se desvanecieron de su memoria como si nunca hubieran existido. Ese vacío lo destrozó más que la batalla misma. La idea de haber sobrevivido gracias al silencio, gracias a esconderse, mientras los demás murieron con dignidad… era un peso insoportable. Cuando le preguntaron por su propio nombre, respondió con voz quebrada: —Ellos murieron con nombre. Yo sigo vivo sin merecer el mío. Desde entonces, llámenme Mumyou… el que no merece ser recordado. Desde ese día, se convirtió en una figura sombría dentro del Cuerpo. Peleaba con fiereza, salvaba vidas, pero jamás buscó gloria. Rehuía los honores, las ceremonias, incluso los vínculos demasiado cercanos. Porque cada vez que alguien pronunciaba su nombre, él lo sentía vacío, un recordatorio de que estaba vivo gracias a las sombras y al olvido. El joven que una vez creyó en la justicia se transformó en el hombre que aprendió a vivir en silencio. Así nació Kurogiri Mumyou, el Pilar de la Sombra en ese entonces, marcado por la tragedia y por los nombres que no pudo recordar.
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  • Recuerdos distantes y dolorosos... Cómo extraño a mi planeta natal Krupton... A mi gente, mi cultura, mi tecnología, mis padres... Todo y más... Por mucho que finja ser una humana, jamás lo seré...
    Recuerdos distantes y dolorosos... Cómo extraño a mi planeta natal Krupton... A mi gente, mi cultura, mi tecnología, mis padres... Todo y más... Por mucho que finja ser una humana, jamás lo seré...
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Miro al cielo buscando el control
    De arriba me envían a ser la mejor
    Soy el equilibrio en la puesta de Sol
    loba elegida que acepta su rol
    Siento el poder crece en mi interior
    Estoy lista ahora ya acepto su honor
    Espacio y el tiempo recibo su don
    El cielo se abre y me dio la visión

    ¡Hey yo!
    Vacío infinito de otro color
    Tu' ojos han visto mi brillante armor
    Hoy quiero contarte un secreto, el mejor
    ¡Hey yo!
    Vacío infinito de otro color
    Tu' ojos han visto mi brillante armor
    Hoy quiero contarte un secreto, el mejor
    ¡Hey yo!

    Yo tengo el dominio, mi espacio es mayor
    Flotando en la cima se aleja el dolor
    El peso en mi nombre me otorga valor
    La luz desde lo alto me dio la misión
    Siento el poder, crece en mi interior
    Estoy lista ahora ya acepto su honor
    Espacio y el tiempo recibo su don
    El cielo se abre y me dio la visión

    Hay un trono vacío, sé que puedes ver
    Tener el poder en tu propia piel
    Será mi destino guiar y vencer
    Azul infinito yo voy a volver
    Siento el poder, crece en mi interior
    Estoy lista ahora ya acepto su honor
    Espacio y el tiempo recibo su don
    El cielo se abre y me dio la visión

    ¡Hey yo!
    Vacío infinito de otro color
    Tu' ojos han visto mi brillante armor
    Hoy quiero contarte un secreto, el mejor
    ¡Hey yo!
    Vacío infinito de otro color
    Tu' ojos han visto mi brillante armor
    Hoy quiero contarte un secreto, el mejor
    ¡Hey yo!

    https://www.youtube.com/watch?v=DFQCKPup1z0&list=RDDFQCKPup1z0&start_radio=1&ab_channel=AIMWIND-Topic
    Miro al cielo buscando el control De arriba me envían a ser la mejor Soy el equilibrio en la puesta de Sol loba elegida que acepta su rol Siento el poder crece en mi interior Estoy lista ahora ya acepto su honor Espacio y el tiempo recibo su don El cielo se abre y me dio la visión ¡Hey yo! Vacío infinito de otro color Tu' ojos han visto mi brillante armor Hoy quiero contarte un secreto, el mejor ¡Hey yo! Vacío infinito de otro color Tu' ojos han visto mi brillante armor Hoy quiero contarte un secreto, el mejor ¡Hey yo! Yo tengo el dominio, mi espacio es mayor Flotando en la cima se aleja el dolor El peso en mi nombre me otorga valor La luz desde lo alto me dio la misión Siento el poder, crece en mi interior Estoy lista ahora ya acepto su honor Espacio y el tiempo recibo su don El cielo se abre y me dio la visión Hay un trono vacío, sé que puedes ver Tener el poder en tu propia piel Será mi destino guiar y vencer Azul infinito yo voy a volver Siento el poder, crece en mi interior Estoy lista ahora ya acepto su honor Espacio y el tiempo recibo su don El cielo se abre y me dio la visión ¡Hey yo! Vacío infinito de otro color Tu' ojos han visto mi brillante armor Hoy quiero contarte un secreto, el mejor ¡Hey yo! Vacío infinito de otro color Tu' ojos han visto mi brillante armor Hoy quiero contarte un secreto, el mejor ¡Hey yo! https://www.youtube.com/watch?v=DFQCKPup1z0&list=RDDFQCKPup1z0&start_radio=1&ab_channel=AIMWIND-Topic
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  • La sensualidad es un don que he tenido desde que crecí, es un arma de doble filo, pues me ha traído momentos hermosos como momentos muy dolorosos, gracias Santi por el regalito ♥
    La sensualidad es un don que he tenido desde que crecí, es un arma de doble filo, pues me ha traído momentos hermosos como momentos muy dolorosos, gracias Santi por el regalito ♥
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  • ⠀⠀⠀⠀Todo era absurdamente normal. Tan normal que parecía ofensivo. Kazuha estaba de pie en una cocina soleada, bañada por una luz demasiado dorada para ser real, con un olor a café y galletas de mantequilla recién horneadas que lo impregnaba todo. Era un lugar completamente desconocido para ella, pero demasiado familiar para su anfitrión. Y ella lo sabía, podía sentir el dulce aroma de una infancia que no le pertenecía.

    —Hmmm, vamos, sé que estás aquí, escondiéndote ~... —murmuró para si, mientras daba pasos lentos, cautelosos.

    Se supone que aquel lugar debería ser un lugar seguro. Extendió una mano, y una sensación de dolor leve le recorrió el brazo. Conceder tantos deseos seguidos los últimos días la había dejado débil, vaciada, como una batería gastada. Su magia respondía con lentitud, con un zumbido débil y doloroso. Necesitaba ese cristal de Luminara. Necesitaba ese recuerdo.

    Con un suspiro de esfuerzo, concentró un hilo de energía caótica en la yema de su dedo. El efecto fue inmediato. La luz solar perfecta se volvió más amarilla, luego verde, hasta teeminar convirtiéndose en un rojo enfermizo. El olor a café se volvió agrio, algo más similar al olor del vinagre.

    —Eso es. Así me gusta ~ —respiró, y una gota de sudor frío recorrió su sien.

    El sueño, herido, se defendió. Las paredes de la cocina se inclinaron hacía dentro, como si pidieran caerse en cualquier momento. Los muebles se alargaron, las sombras se retorcían. El chillido de una tetera surgió de ninguna parte, aumentando hasta convertirse en un grito desgarrador.

    El sueño se había convertido en pesadilla. Y en el corazón de toda pesadilla, late el recuerdo que la alimenta.

    Sonrió y siguió el sonido, esquivando las manos que emergían de la nevera y pisando el suelo que ahora se sentía blando, como gelatina. Finalmente lo vio, una puerta de armario bajo el fregadero, de la cual salió un brillo tenue.

    Al abrir la puerta, no había oscuridad. Había un instante congelado: un niño escondido, mirando a través de una rendija, presenciando algo que un niño nunca debería ver. El Recuerdo. Flotaba allí, un núcleo de dolor puro y brillante.

    —Mio —susurró, con una mezcla de triunfo y agotamiento.

    Sacó un cristal de Luminara en bruto de un bolsillo de su pantalón. Con una última y dolorosa descarga de voluntad, guió el recuerdo hacia el cristal. La escena congelada se comprimió, destellando una vez con una luz cegadora que quedó sellada dentro de la gema, que ahora titilaba con una luz carmesí profunda y cálida.

    La pesadilla se desvaneció instantáneamente alrededor de ella, como arena cayendo. La transición fue violenta. En un momento estaba en la pesadilla desvaneciéndose, sellando el recuerdo en el cristal de Luminara. Al siguiente, fue arrojada al vacío etéreo del Subplano del Sueño.

    Allí, entre planos, entre el espacio entre espacios, el aire no era aire, era una sustancia gélida y espesa de pesadillas colectivas que casi se resistía a ser respiraba. Remolinos de colores que susurraban silenciosamente giraban a su alrededor. No era un lugar, era la idea de un lugar. Y como ella ya sabía, estaba lleno de cosas hambrientas.

    Aún vulnerable y agotada por el esfuerzo de sostener el ritual de extracción, intento orientarse. El cristal de Luminara en su mano palpitaba, y vertia parte de la energía vital en ella, pero el proceso era lento, como una transfusión que apenas comenzaba.

    Entonces lo sintió. Una presencia fría y afilada que se movía contra la corriente del caos onírico, atraída por el destello de poder del cristal recién cargado.

    —No —logró gruñir, tratando de impulsarse lejos— Ahg, ¡¡¡Ahora no!!!

    Era tarde. Una sombra hecha de intención depredadora se lanzó hacia ella. No tenía garras, pero su esencia era un filo. Intentó desviarse, pero su agotamiento la traicionó.

    Un dolor agudo y frío le desgarró el costado, justo por debajo de las costillas. No sangró en el sentido tradicional; su esencia vital, su energía, brotó de la herida en un fino vapor rojizo brillante antes de que ella logrará empuñar la daga de obsidiana que escondía en el interior de sus botas y la clavara en la criatura, que se disolvió casi al instante en la nada, con una sonrisa, satisfecha con su bocado, había probado su esencia.

    —¡Maldita sea! —escupió, apretsndo la herida con la mano libre. El dolor era real, punzante, frío.

    Sabia las reglas. Lo que sucedía aquí, se plasmaba en su cuerpo físico. Con un acto final de voluntad, se concentró en su cuerpo físico, en la fría soledad de su mansión, y se aferró a aquella realidad como un ancla.

    Se despertó de golpe, incorporándose en el suelo de madera del salón principal con un jadeo áspero. La primera sensación fue el peso del cristal en su mano derecha. La segunda, el dolor ardiente y húmedo en el costado izquierdo.

    Bajó la mirada. Su blusa estaba empapada de una mancha oscura y húmeda que solo podía ser sangre. Al levantar la tela, reveló un corté limpio pero profundo, de cuyo centro emanaba un tenue resplandor ámbar, la marca residual inconfundible de una herida hecha con energía onírica.

    Un recordatorio. Un trofeo. Un precio adicional. Con un suspiro que era más de fastidio que de queja, se puso de pie y caminó haciendo un esfuerzo extra hacia el estante. Tomó un frasco de ungüento y vendas que siempre tenía a mano. Los negocios, como siempre, tenían sus costos operativos.
    ⠀⠀⠀⠀Todo era absurdamente normal. Tan normal que parecía ofensivo. Kazuha estaba de pie en una cocina soleada, bañada por una luz demasiado dorada para ser real, con un olor a café y galletas de mantequilla recién horneadas que lo impregnaba todo. Era un lugar completamente desconocido para ella, pero demasiado familiar para su anfitrión. Y ella lo sabía, podía sentir el dulce aroma de una infancia que no le pertenecía. —Hmmm, vamos, sé que estás aquí, escondiéndote ~... —murmuró para si, mientras daba pasos lentos, cautelosos. Se supone que aquel lugar debería ser un lugar seguro. Extendió una mano, y una sensación de dolor leve le recorrió el brazo. Conceder tantos deseos seguidos los últimos días la había dejado débil, vaciada, como una batería gastada. Su magia respondía con lentitud, con un zumbido débil y doloroso. Necesitaba ese cristal de Luminara. Necesitaba ese recuerdo. Con un suspiro de esfuerzo, concentró un hilo de energía caótica en la yema de su dedo. El efecto fue inmediato. La luz solar perfecta se volvió más amarilla, luego verde, hasta teeminar convirtiéndose en un rojo enfermizo. El olor a café se volvió agrio, algo más similar al olor del vinagre. —Eso es. Así me gusta ~ —respiró, y una gota de sudor frío recorrió su sien. El sueño, herido, se defendió. Las paredes de la cocina se inclinaron hacía dentro, como si pidieran caerse en cualquier momento. Los muebles se alargaron, las sombras se retorcían. El chillido de una tetera surgió de ninguna parte, aumentando hasta convertirse en un grito desgarrador. El sueño se había convertido en pesadilla. Y en el corazón de toda pesadilla, late el recuerdo que la alimenta. Sonrió y siguió el sonido, esquivando las manos que emergían de la nevera y pisando el suelo que ahora se sentía blando, como gelatina. Finalmente lo vio, una puerta de armario bajo el fregadero, de la cual salió un brillo tenue. Al abrir la puerta, no había oscuridad. Había un instante congelado: un niño escondido, mirando a través de una rendija, presenciando algo que un niño nunca debería ver. El Recuerdo. Flotaba allí, un núcleo de dolor puro y brillante. —Mio —susurró, con una mezcla de triunfo y agotamiento. Sacó un cristal de Luminara en bruto de un bolsillo de su pantalón. Con una última y dolorosa descarga de voluntad, guió el recuerdo hacia el cristal. La escena congelada se comprimió, destellando una vez con una luz cegadora que quedó sellada dentro de la gema, que ahora titilaba con una luz carmesí profunda y cálida. La pesadilla se desvaneció instantáneamente alrededor de ella, como arena cayendo. La transición fue violenta. En un momento estaba en la pesadilla desvaneciéndose, sellando el recuerdo en el cristal de Luminara. Al siguiente, fue arrojada al vacío etéreo del Subplano del Sueño. Allí, entre planos, entre el espacio entre espacios, el aire no era aire, era una sustancia gélida y espesa de pesadillas colectivas que casi se resistía a ser respiraba. Remolinos de colores que susurraban silenciosamente giraban a su alrededor. No era un lugar, era la idea de un lugar. Y como ella ya sabía, estaba lleno de cosas hambrientas. Aún vulnerable y agotada por el esfuerzo de sostener el ritual de extracción, intento orientarse. El cristal de Luminara en su mano palpitaba, y vertia parte de la energía vital en ella, pero el proceso era lento, como una transfusión que apenas comenzaba. Entonces lo sintió. Una presencia fría y afilada que se movía contra la corriente del caos onírico, atraída por el destello de poder del cristal recién cargado. —No —logró gruñir, tratando de impulsarse lejos— Ahg, ¡¡¡Ahora no!!! Era tarde. Una sombra hecha de intención depredadora se lanzó hacia ella. No tenía garras, pero su esencia era un filo. Intentó desviarse, pero su agotamiento la traicionó. Un dolor agudo y frío le desgarró el costado, justo por debajo de las costillas. No sangró en el sentido tradicional; su esencia vital, su energía, brotó de la herida en un fino vapor rojizo brillante antes de que ella logrará empuñar la daga de obsidiana que escondía en el interior de sus botas y la clavara en la criatura, que se disolvió casi al instante en la nada, con una sonrisa, satisfecha con su bocado, había probado su esencia. —¡Maldita sea! —escupió, apretsndo la herida con la mano libre. El dolor era real, punzante, frío. Sabia las reglas. Lo que sucedía aquí, se plasmaba en su cuerpo físico. Con un acto final de voluntad, se concentró en su cuerpo físico, en la fría soledad de su mansión, y se aferró a aquella realidad como un ancla. Se despertó de golpe, incorporándose en el suelo de madera del salón principal con un jadeo áspero. La primera sensación fue el peso del cristal en su mano derecha. La segunda, el dolor ardiente y húmedo en el costado izquierdo. Bajó la mirada. Su blusa estaba empapada de una mancha oscura y húmeda que solo podía ser sangre. Al levantar la tela, reveló un corté limpio pero profundo, de cuyo centro emanaba un tenue resplandor ámbar, la marca residual inconfundible de una herida hecha con energía onírica. Un recordatorio. Un trofeo. Un precio adicional. Con un suspiro que era más de fastidio que de queja, se puso de pie y caminó haciendo un esfuerzo extra hacia el estante. Tomó un frasco de ungüento y vendas que siempre tenía a mano. Los negocios, como siempre, tenían sus costos operativos.
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  • La aguja entra en mi piel y siento cómo la sangre, espesa y ardiente, se mezcla con la mía. Al principio es solo un calor incómodo, pero en segundos se convierte en un fuego líquido que corre por mis venas, quemando cada rincón de mi cuerpo. Intento moverme, gritar, hacer algo… pero estoy atrapado. Es como si mi cuerpo ya no me obedeciera.

    El ardor se intensifica, mi piel late y arde como si fuera a desgarrarse desde adentro. Siento que se estira, que se rompe, que algo debajo quiere salir. Mis pulmones se llenan de aire pesado, espeso, como humo; respiro y me ahogo al mismo tiempo. El pánico me oprime el pecho, me corta la voz. No hay escape.

    Abro los ojos y lo primero que veo es mi reflejo en la oscuridad: un resplandor púrpura que no me pertenece. Mi pupila se estrecha en una línea alargada, inhumana. No soy yo. No puedo ser yo. Trago saliva, pero el sabor metálico de la sangre me inunda la boca. Los colmillos atraviesan mis encías, desgarrándolas, y un dolor punzante me obliga a abrir la boca en un grito que no suena como el mío.

    Las uñas se alargan, se curvan en garras, mis manos tiemblan, deformes, irreconocibles. Intento apretarlas contra el suelo, sujetarme a algo, pero solo siento la carne desgarrándose, como si ya no perteneciera a un cuerpo humano.

    Arde. Quema. Me consume.
    Quiero despertar, pero no puedo. Estoy hundido en la pesadilla, respirando cenizas, sintiendo cada fibra de mí romperse para dar paso a algo que no comprendo.

    Entonces lo escucho: un rugido profundo, monstruoso, que retumba en mi garganta. Es mi voz, pero no lo es. Y en ese instante lo sé: lo que vive dentro de mí no quiere dejarme regresar.
    La aguja entra en mi piel y siento cómo la sangre, espesa y ardiente, se mezcla con la mía. Al principio es solo un calor incómodo, pero en segundos se convierte en un fuego líquido que corre por mis venas, quemando cada rincón de mi cuerpo. Intento moverme, gritar, hacer algo… pero estoy atrapado. Es como si mi cuerpo ya no me obedeciera. El ardor se intensifica, mi piel late y arde como si fuera a desgarrarse desde adentro. Siento que se estira, que se rompe, que algo debajo quiere salir. Mis pulmones se llenan de aire pesado, espeso, como humo; respiro y me ahogo al mismo tiempo. El pánico me oprime el pecho, me corta la voz. No hay escape. Abro los ojos y lo primero que veo es mi reflejo en la oscuridad: un resplandor púrpura que no me pertenece. Mi pupila se estrecha en una línea alargada, inhumana. No soy yo. No puedo ser yo. Trago saliva, pero el sabor metálico de la sangre me inunda la boca. Los colmillos atraviesan mis encías, desgarrándolas, y un dolor punzante me obliga a abrir la boca en un grito que no suena como el mío. Las uñas se alargan, se curvan en garras, mis manos tiemblan, deformes, irreconocibles. Intento apretarlas contra el suelo, sujetarme a algo, pero solo siento la carne desgarrándose, como si ya no perteneciera a un cuerpo humano. Arde. Quema. Me consume. Quiero despertar, pero no puedo. Estoy hundido en la pesadilla, respirando cenizas, sintiendo cada fibra de mí romperse para dar paso a algo que no comprendo. Entonces lo escucho: un rugido profundo, monstruoso, que retumba en mi garganta. Es mi voz, pero no lo es. Y en ese instante lo sé: lo que vive dentro de mí no quiere dejarme regresar.
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