Su primer error fué confiar en su autocontrol. Aquella noche, donde coincidió con la mayor de las Archeron, algo se desató en él. Algo que lo atraía hacia ella, como una abeja es atraída por el polen. No debió ceder a ese instinto, ese fué su primer error. La consecuencias de esto no fué solo una imperdonable traición a su hermano
𝕮assian ︎ ︎ ︎ ︎. Si no un lazo forjado entre Azriel y Nesta.
Se había forjado un lazo doble, y este envolvía a la hembra con la que su hermano se había enlazado y quería con locura. Tras esto, Azriel quiso romper el lazo, pero solo le atrajo la ira de Nesta, una maldición y una reconciliación con un encuentro aún más fuerte que la primera vez
Su Alto Lord estaba iracundo por su comportamiento. Y el resto de la corte tampoco lo miraba con buenos ojos. Era tal la vorágine de sentimientos, que el Cantor de Sombras no era capaz de lidiar con ellos de una forma sensata. Él que siempre había sido distante, pétreo, comedido... Todo lo que hasta ahora le había caracterizado había desaparecido en esas últimas semanas. Su comportamiento era impulsivo, hasta el punto de haberse enredado con su amigo Gastón en la fiesta del Solsticio, siendo descubierto inmediatamente por una rabiosa Nesta.
En aquel baño ambos se espetaron parabras dolorosas, afiladas y venenosas. Lo que Azriel le dijo a Nesta no lo sentía. Ni una sola de las palabras que le escupió a la cara eran ciertas. Pero la última vez que quiso apartarse de ella ambos sufrieron de una forma desmedida. Quizás si la Alta fae lo odiaba todo sería más fácil.
Tras aquello Azriel desapareció varios días. No se supo nada de él, hasta que un día apareció en el campo de entrenamiento, sabiendo que Cassian se encontraba solo en ese momento.
- Cassian...- Digo el Maestro Espía con calma pétrea, avisando a su hermano de su llegada silenciosa.
Este mantiene una distancia prudencial, era muy probable que el guerrero Ilyrio arremetiese contra él, y con razón.
- No tengo derecho. No tengo derecho a pedir tú perdón. Pero necesito intentarlo al menos.- Decía mientras lo observaba con su mirada ambarina, intentando sostenerle la mirada con una dificultad tremebunda.
Su primer error fué confiar en su autocontrol. Aquella noche, donde coincidió con la mayor de las Archeron, algo se desató en él. Algo que lo atraía hacia ella, como una abeja es atraída por el polen. No debió ceder a ese instinto, ese fué su primer error. La consecuencias de esto no fué solo una imperdonable traición a su hermano [twilight_gold_mule_929]. Si no un lazo forjado entre Azriel y Nesta.
Se había forjado un lazo doble, y este envolvía a la hembra con la que su hermano se había enlazado y quería con locura. Tras esto, Azriel quiso romper el lazo, pero solo le atrajo la ira de Nesta, una maldición y una reconciliación con un encuentro aún más fuerte que la primera vez
Su Alto Lord estaba iracundo por su comportamiento. Y el resto de la corte tampoco lo miraba con buenos ojos. Era tal la vorágine de sentimientos, que el Cantor de Sombras no era capaz de lidiar con ellos de una forma sensata. Él que siempre había sido distante, pétreo, comedido... Todo lo que hasta ahora le había caracterizado había desaparecido en esas últimas semanas. Su comportamiento era impulsivo, hasta el punto de haberse enredado con su amigo Gastón en la fiesta del Solsticio, siendo descubierto inmediatamente por una rabiosa Nesta.
En aquel baño ambos se espetaron parabras dolorosas, afiladas y venenosas. Lo que Azriel le dijo a Nesta no lo sentía. Ni una sola de las palabras que le escupió a la cara eran ciertas. Pero la última vez que quiso apartarse de ella ambos sufrieron de una forma desmedida. Quizás si la Alta fae lo odiaba todo sería más fácil.
Tras aquello Azriel desapareció varios días. No se supo nada de él, hasta que un día apareció en el campo de entrenamiento, sabiendo que Cassian se encontraba solo en ese momento.
- Cassian...- Digo el Maestro Espía con calma pétrea, avisando a su hermano de su llegada silenciosa.
Este mantiene una distancia prudencial, era muy probable que el guerrero Ilyrio arremetiese contra él, y con razón.
- No tengo derecho. No tengo derecho a pedir tú perdón. Pero necesito intentarlo al menos.- Decía mientras lo observaba con su mirada ambarina, intentando sostenerle la mirada con una dificultad tremebunda.