• La Cámara del Segundo Guardián: Ignis, el Señor de las Llamas Mentales

    La puerta se cerró tras ellos con un estruendo ardiente. La cámara era un horno viviente: columnas de fuego giraban como tornados, el suelo era de obsidiana agrietada, y el aire quemaba al respirar. En el centro, sobre una plataforma flotante de magma, se alzaba Ignis, el Guardián del Fuego Mental.
    Su cuerpo era una amalgama de llamas vivas y metal fundido, con una corona de fuego que giraba sobre su cabeza. Sus ojos no miraban: penetraban.
    —“La mente es combustible. Y ustedes… están llenos de recuerdos que arden.”


    Sin mover un músculo, Ignis lanzó una onda de fuego invisible. Yukine y Lidica sintieron un golpe seco en el pecho, como si algo se hubiera roto por dentro. No era dolor físico: era una invasión mental.
    - Yukine cayó de rodillas. Veía a su maestro, muerto por su culpa. Escuchaba gritos de aldeanos que nunca pudo salvar. Su transformación femenina, que antes le daba fuerza, ahora se le mostraba como una traición a sí mismo.

    - Lidica vio a su hermana, atrapada en llamas, extendiendo la mano. Cada vez que intentaba alcanzarla, la imagen se desvanecía. Su cuerpo temblaba, sus dagas caían al suelo.

    Ignis se alimentaba de sus emociones. Las llamas de la sala crecían con cada pensamiento oscuro. El suelo comenzó a agrietarse, y columnas de fuego surgían de los recuerdos más dolorosos.
    —“¡No es real! ¡Lidica, mírame!” —gritó Yukine, con lágrimas en los ojos.

    Lidica, con esfuerzo, se arrancó una pulsera que le había dado su hermana. La apretó en su mano, y con un grito desgarrador, recuperó el control. Yukine, inspirado por su fuerza, canalizó un hechizo de purificación mental, pero el costo fue brutal: su nariz sangraba, su piel se agrietaba por el esfuerzo mágico.

    Ignis rugió, y su cuerpo se dividió en tres entidades:

    - Ira: un ser de fuego rojo que atacaba con explosiones caóticas.

    - Miedo: una figura negra envuelta en llamas azules, que paralizaba con ilusiones de muerte.

    - Culpa: una sombra ardiente que susurraba verdades distorsionadas.

    Yukine enfrentó a Culpa. Cada hechizo que lanzaba se volvía contra él si dudaba. Su propio fuego lo quemaba. Lidica luchaba contra Miedo, pero cada vez que esquivaba un ataque, veía a Yukine muerto en el suelo. Su cuerpo comenzaba a fallar: quemaduras en los brazos, cortes en las piernas.

    —“¡No podemos vencerlos separados!” —gritó Yukine.

    Con un último esfuerzo, Yukine lanzó un hechizo de sincronización mágica. Sus mentes se conectaron. Por unos segundos, compartieron pensamientos, emociones, recuerdos. Lidica sintió la carga de Yukine. Yukine sintió el dolor de Lidica. Y juntos, atacaron.
    - Yukine usó un hechizo de “Llama Invertida”, absorbiendo el fuego de Ira.

    - Lidica, guiada por la conexión, atravesó a Miedo con una daga encantada bañada en la energía de Yukine.
    - Culpa intentó dividirlos, pero Yukine y Lidica se tomaron de las manos y canalizaron una explosión conjunta de magia y acero.
    Las tres entidades se fusionaron nuevamente en Ignis, debilitado pero furioso.


    Ignis se elevó, convirtiéndose en una esfera de fuego mental. La cámara comenzó a colapsar. El suelo se partía, el techo se derrumbaba. Yukine y Lidica estaban al borde del colapso físico: quemaduras, heridas abiertas, magia agotada.

    —“¡Este es el final!” —gritó Yukine.

    —“¡Entonces que arda contigo!” —respondió Lidica.

    Yukine canalizó su último hechizo: una “Llama de Esencia”, que quemaba su propia energía vital. Lidica, con los músculos desgarrados, saltó por encima de una grieta y lanzó sus dos dagas al núcleo.

    La explosión fue silenciosa. Ignis se desintegró en una lluvia de cenizas doradas. La cámara se apagó. Solo quedaba el sonido de su respiración entrecortada.

    Yukine cayó inconsciente. Lidica, apenas de pie, lo arrastró lejos del centro. Ambos estaban al borde de la muerte. Pero vivos.
    —“No fue solo fuego. Fue todo lo que somos.” —susurró Lidica.
    Una nueva puerta se abrió, con runas azules que fluían como agua. El Guardián del Agua los espera.
    La Cámara del Segundo Guardián: Ignis, el Señor de las Llamas Mentales La puerta se cerró tras ellos con un estruendo ardiente. La cámara era un horno viviente: columnas de fuego giraban como tornados, el suelo era de obsidiana agrietada, y el aire quemaba al respirar. En el centro, sobre una plataforma flotante de magma, se alzaba Ignis, el Guardián del Fuego Mental. Su cuerpo era una amalgama de llamas vivas y metal fundido, con una corona de fuego que giraba sobre su cabeza. Sus ojos no miraban: penetraban. —“La mente es combustible. Y ustedes… están llenos de recuerdos que arden.” Sin mover un músculo, Ignis lanzó una onda de fuego invisible. Yukine y Lidica sintieron un golpe seco en el pecho, como si algo se hubiera roto por dentro. No era dolor físico: era una invasión mental. - Yukine cayó de rodillas. Veía a su maestro, muerto por su culpa. Escuchaba gritos de aldeanos que nunca pudo salvar. Su transformación femenina, que antes le daba fuerza, ahora se le mostraba como una traición a sí mismo. - Lidica vio a su hermana, atrapada en llamas, extendiendo la mano. Cada vez que intentaba alcanzarla, la imagen se desvanecía. Su cuerpo temblaba, sus dagas caían al suelo. Ignis se alimentaba de sus emociones. Las llamas de la sala crecían con cada pensamiento oscuro. El suelo comenzó a agrietarse, y columnas de fuego surgían de los recuerdos más dolorosos. —“¡No es real! ¡Lidica, mírame!” —gritó Yukine, con lágrimas en los ojos. Lidica, con esfuerzo, se arrancó una pulsera que le había dado su hermana. La apretó en su mano, y con un grito desgarrador, recuperó el control. Yukine, inspirado por su fuerza, canalizó un hechizo de purificación mental, pero el costo fue brutal: su nariz sangraba, su piel se agrietaba por el esfuerzo mágico. Ignis rugió, y su cuerpo se dividió en tres entidades: - Ira: un ser de fuego rojo que atacaba con explosiones caóticas. - Miedo: una figura negra envuelta en llamas azules, que paralizaba con ilusiones de muerte. - Culpa: una sombra ardiente que susurraba verdades distorsionadas. Yukine enfrentó a Culpa. Cada hechizo que lanzaba se volvía contra él si dudaba. Su propio fuego lo quemaba. Lidica luchaba contra Miedo, pero cada vez que esquivaba un ataque, veía a Yukine muerto en el suelo. Su cuerpo comenzaba a fallar: quemaduras en los brazos, cortes en las piernas. —“¡No podemos vencerlos separados!” —gritó Yukine. Con un último esfuerzo, Yukine lanzó un hechizo de sincronización mágica. Sus mentes se conectaron. Por unos segundos, compartieron pensamientos, emociones, recuerdos. Lidica sintió la carga de Yukine. Yukine sintió el dolor de Lidica. Y juntos, atacaron. - Yukine usó un hechizo de “Llama Invertida”, absorbiendo el fuego de Ira. - Lidica, guiada por la conexión, atravesó a Miedo con una daga encantada bañada en la energía de Yukine. - Culpa intentó dividirlos, pero Yukine y Lidica se tomaron de las manos y canalizaron una explosión conjunta de magia y acero. Las tres entidades se fusionaron nuevamente en Ignis, debilitado pero furioso. Ignis se elevó, convirtiéndose en una esfera de fuego mental. La cámara comenzó a colapsar. El suelo se partía, el techo se derrumbaba. Yukine y Lidica estaban al borde del colapso físico: quemaduras, heridas abiertas, magia agotada. —“¡Este es el final!” —gritó Yukine. —“¡Entonces que arda contigo!” —respondió Lidica. Yukine canalizó su último hechizo: una “Llama de Esencia”, que quemaba su propia energía vital. Lidica, con los músculos desgarrados, saltó por encima de una grieta y lanzó sus dos dagas al núcleo. La explosión fue silenciosa. Ignis se desintegró en una lluvia de cenizas doradas. La cámara se apagó. Solo quedaba el sonido de su respiración entrecortada. Yukine cayó inconsciente. Lidica, apenas de pie, lo arrastró lejos del centro. Ambos estaban al borde de la muerte. Pero vivos. —“No fue solo fuego. Fue todo lo que somos.” —susurró Lidica. Una nueva puerta se abrió, con runas azules que fluían como agua. El Guardián del Agua los espera.
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    - Vienen Tres

    Vienen tres, con pasos de misterio,
    bajo el velo de la noche estrellada,
    traen consigo un canto etéreo,
    la esencia del destino en su mirada.

    Por tres se te abrirá el camino,
    un sendero de sombras y de luz,
    fortaleza en sus manos, un destino,
    tejen el hilo, del cual serás tú.

    Por la sangre de los que quieren,
    las hermanas, las Moiras en danza,
    tejiendo un futuro donde los sueños,
    se entrelazan con esencia y esperanza.

    En su abrazo, la vida y la muerte,
    con hilos de oro y de dolor,
    tejen el tiempo, la fortuna y suerte,
    en su mirada, el eterno clamor.

    Vienen tres, guardianas del destino,
    con su aliento, despiertan el eco,
    del amor que se siente tan divino,
    de historias que del alma son reflejo.

    No temas al camino que asomas,
    pues en sus manos hallarás la paz,
    las Moiras guían, sus luces se asoman,
    en el laberinto, ellas serán tu faz.

    Así, viven y danzan los tres,
    en el horizonte, donde todo empieza,
    las hermanas que unen el ayer,
    con el hilo sagrado de la fortaleza.

    -Las Moiras.~
    - Vienen Tres Vienen tres, con pasos de misterio, bajo el velo de la noche estrellada, traen consigo un canto etéreo, la esencia del destino en su mirada. Por tres se te abrirá el camino, un sendero de sombras y de luz, fortaleza en sus manos, un destino, tejen el hilo, del cual serás tú. Por la sangre de los que quieren, las hermanas, las Moiras en danza, tejiendo un futuro donde los sueños, se entrelazan con esencia y esperanza. En su abrazo, la vida y la muerte, con hilos de oro y de dolor, tejen el tiempo, la fortuna y suerte, en su mirada, el eterno clamor. Vienen tres, guardianas del destino, con su aliento, despiertan el eco, del amor que se siente tan divino, de historias que del alma son reflejo. No temas al camino que asomas, pues en sus manos hallarás la paz, las Moiras guían, sus luces se asoman, en el laberinto, ellas serán tu faz. Así, viven y danzan los tres, en el horizonte, donde todo empieza, las hermanas que unen el ayer, con el hilo sagrado de la fortaleza. -Las Moiras.~
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  • {Haku avanzaba con pasos sigilosos, y ligeros. Desde que había dejado de usar los hechizos del libro para disfrazar su apariencia con la de una humana, esa sensación no la abandonaba. La constante presión de ser observada, acechada… cazada. Aquella noche solo había querido caminar, respirar el aire frío de la ciudad vacía. La luna se alzaba más llena con cada noche.}

    {El viento nocturno la envolvió de pronto, obligándola a abrazarse a sí misma, como si quisiera proteger su cuerpo del escalofrío que la atravesó. Entonces escuchó pasos. Lentos. Pesados. No eran humanos. Su piel se erizó por completo. Sabía que estaba en peligro. No pensó demasiado, simplemente echó a correr hacia el único sitio cercano que ofrecía refugio: un callejón angosto, oscuro y apestoso. Un error.}

    {El callejón terminaba en muros altos, sin salida. Maldijo en voz baja, con la respiración agitada, girándose de golpe para retroceder. Pero ya era demasiado tarde. La cosa que la había seguido estaba allí, bloqueando la entrada.}

    {Un monstruo apareció de las sombras, arrastrando su repulsivo cuerpo. Era descomunal, con el torso alargado como una gigantesca escolopendra, y en su extremo, una cabeza monstruosa semejante a la de una mantis. De su garganta escapó un chillido insoportable, mezcla entre el alarido de un cerdo degollado y el frenazo de un camión oxidado. El sonido le desgarró los oídos, obligándola a cubrirse un instante.}

    {La criatura abrió sus mandíbulas dentadas, largas y afiladas como cuchillas, en una mueca de amenaza, como si quisiera disfrutar del pánico de su presa antes de devorarla. Su cuerpo se incorporó lentamente, elevándose sobre sí mismo; la mitad superior se alzó hacia el cielo, mientras la inferior se mantenía firme en el suelo.}

    {Haku retrocedió hasta sentir la pared fría contra su espalda. No tenía su espada. Esta vez no habría nada que la protegiera. Su única opción era la magia, su propia fuerza. Debía actuar con rapidez, porque el monstruo no dudaría, si se dejaba atrapar por el miedo, en cuestión de segundos sería desgarrada y devorada.}

    {Sus dedos temblaron al extender las manos, trazando en el aire los símbolos que conocía de memoria. El monstruo dio un paso. La sombra del cuerpo inmenso la envolvía por completo.}

    {Una esfera luminosa y palpitante, creció entre sus manos. El aire a su alrededor se cargó de energía, levantando polvo y papeles viejos del callejón. El monstruo pareció resentir la fuerza de esa luz, y un crujido ensordecedor salió de su garganta. Se abalanzó, veloz, con sus fauces abiertas.}

    {Haku lanzó el hechizo. Un rayo violeta rasgó la oscuridad, impactando de lleno contra el rostro de la criatura. El aire explotó con un estallido que sacudió los muros. El monstruo se retorció, chillando con furia y dolor, golpeando los muros con tanta fuerza que cayeron fragmentos de piedra.}

    {Solo se enfureció. Y, aunque su piel se había abierto en una herida ardiente que chisporroteaba con magia, seguía avanzando, más rápido, con rabia descontrolada. Haku volvió a alzar sus manos, aunque sabía que un solo error sería suficiente para que aquella bestia la partiera en dos.}

    "Si no lo detengo aquí… nadie podrá hacerlo."

    {La criatura golpeó con una de sus patas delanteras, largas como lanzas, contra el muro a su lado. La piedra estallo y una de ellas rozó el brazo de Haku, abriéndole un corte. Ella contuvo un grito, apretando los dientes, y canalizó ese dolor hacia el círculo de energía que formaba entre sus manos.}

    —¡No pienso convertirme en tu cena!

    {Un segundo círculo mágico apareció bajo sus pies, girando lentamente como una constelación en movimiento.}

    {El monstruo, al percibir la magnitud de lo que estaba a punto de ocurrir, abrió sus fauces en un chillido ensordecedor, y embistió, movido por puro instinto. Sus patas retumbaron contra el suelo como martillos.}

    {Haku alzó sus manos hacia adelante y gritó el conjuro final. La esfera de energía explotó en una lluvia de relámpagos violetas que envolvieron al monstruo de pies a cabeza. El aire se incendió con el fulgor del hechizo. La criatura se agitó con violencia, golpeando muros y suelo, hasta que finalmente, con un crujido, se desplomó en el suelo.}

    {Haku jadeaba, sus rodillas temblaban bajo el peso de la magia gastada. Su cuerpo entero estaba empapado en sudor frío. Finalmente, sin fuerzas, se desplomó en el suelo perdiendo el conocimiento.}
    {Haku avanzaba con pasos sigilosos, y ligeros. Desde que había dejado de usar los hechizos del libro para disfrazar su apariencia con la de una humana, esa sensación no la abandonaba. La constante presión de ser observada, acechada… cazada. Aquella noche solo había querido caminar, respirar el aire frío de la ciudad vacía. La luna se alzaba más llena con cada noche.} {El viento nocturno la envolvió de pronto, obligándola a abrazarse a sí misma, como si quisiera proteger su cuerpo del escalofrío que la atravesó. Entonces escuchó pasos. Lentos. Pesados. No eran humanos. Su piel se erizó por completo. Sabía que estaba en peligro. No pensó demasiado, simplemente echó a correr hacia el único sitio cercano que ofrecía refugio: un callejón angosto, oscuro y apestoso. Un error.} {El callejón terminaba en muros altos, sin salida. Maldijo en voz baja, con la respiración agitada, girándose de golpe para retroceder. Pero ya era demasiado tarde. La cosa que la había seguido estaba allí, bloqueando la entrada.} {Un monstruo apareció de las sombras, arrastrando su repulsivo cuerpo. Era descomunal, con el torso alargado como una gigantesca escolopendra, y en su extremo, una cabeza monstruosa semejante a la de una mantis. De su garganta escapó un chillido insoportable, mezcla entre el alarido de un cerdo degollado y el frenazo de un camión oxidado. El sonido le desgarró los oídos, obligándola a cubrirse un instante.} {La criatura abrió sus mandíbulas dentadas, largas y afiladas como cuchillas, en una mueca de amenaza, como si quisiera disfrutar del pánico de su presa antes de devorarla. Su cuerpo se incorporó lentamente, elevándose sobre sí mismo; la mitad superior se alzó hacia el cielo, mientras la inferior se mantenía firme en el suelo.} {Haku retrocedió hasta sentir la pared fría contra su espalda. No tenía su espada. Esta vez no habría nada que la protegiera. Su única opción era la magia, su propia fuerza. Debía actuar con rapidez, porque el monstruo no dudaría, si se dejaba atrapar por el miedo, en cuestión de segundos sería desgarrada y devorada.} {Sus dedos temblaron al extender las manos, trazando en el aire los símbolos que conocía de memoria. El monstruo dio un paso. La sombra del cuerpo inmenso la envolvía por completo.} {Una esfera luminosa y palpitante, creció entre sus manos. El aire a su alrededor se cargó de energía, levantando polvo y papeles viejos del callejón. El monstruo pareció resentir la fuerza de esa luz, y un crujido ensordecedor salió de su garganta. Se abalanzó, veloz, con sus fauces abiertas.} {Haku lanzó el hechizo. Un rayo violeta rasgó la oscuridad, impactando de lleno contra el rostro de la criatura. El aire explotó con un estallido que sacudió los muros. El monstruo se retorció, chillando con furia y dolor, golpeando los muros con tanta fuerza que cayeron fragmentos de piedra.} {Solo se enfureció. Y, aunque su piel se había abierto en una herida ardiente que chisporroteaba con magia, seguía avanzando, más rápido, con rabia descontrolada. Haku volvió a alzar sus manos, aunque sabía que un solo error sería suficiente para que aquella bestia la partiera en dos.} "Si no lo detengo aquí… nadie podrá hacerlo." {La criatura golpeó con una de sus patas delanteras, largas como lanzas, contra el muro a su lado. La piedra estallo y una de ellas rozó el brazo de Haku, abriéndole un corte. Ella contuvo un grito, apretando los dientes, y canalizó ese dolor hacia el círculo de energía que formaba entre sus manos.} —¡No pienso convertirme en tu cena! {Un segundo círculo mágico apareció bajo sus pies, girando lentamente como una constelación en movimiento.} {El monstruo, al percibir la magnitud de lo que estaba a punto de ocurrir, abrió sus fauces en un chillido ensordecedor, y embistió, movido por puro instinto. Sus patas retumbaron contra el suelo como martillos.} {Haku alzó sus manos hacia adelante y gritó el conjuro final. La esfera de energía explotó en una lluvia de relámpagos violetas que envolvieron al monstruo de pies a cabeza. El aire se incendió con el fulgor del hechizo. La criatura se agitó con violencia, golpeando muros y suelo, hasta que finalmente, con un crujido, se desplomó en el suelo.} {Haku jadeaba, sus rodillas temblaban bajo el peso de la magia gastada. Su cuerpo entero estaba empapado en sudor frío. Finalmente, sin fuerzas, se desplomó en el suelo perdiendo el conocimiento.}
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    Diario

    Desde mi reino, lo observo como una melodía incompleta, una nota que vibra sin encontrar eco en otro corazón. Es el reflejo más humano de la fragilidad: entregar tus latidos a alguien que no los escucha, sembrar en un suelo que no germina.

    Aun así, no es un sentimiento vacío; es un recordatorio de que amar es un acto que trasciende la reciprocidad. Quien ama, aun sin ser amado, demuestra que su esencia no depende de una respuesta, sino de la fuerza de su propio sentir. Y aunque duela, ese dolor es también un sueño, uno que te enseña, que te marca y que, con el tiempo, te guía a comprender que incluso la ausencia puede ser un maestro.

    Porque al final, todo amor, correspondido o no, deja huellas. Y esas huellas, en mi reino, son las estrellas que guían a los corazones que aún buscan su reflejo.
    Diario Desde mi reino, lo observo como una melodía incompleta, una nota que vibra sin encontrar eco en otro corazón. Es el reflejo más humano de la fragilidad: entregar tus latidos a alguien que no los escucha, sembrar en un suelo que no germina. Aun así, no es un sentimiento vacío; es un recordatorio de que amar es un acto que trasciende la reciprocidad. Quien ama, aun sin ser amado, demuestra que su esencia no depende de una respuesta, sino de la fuerza de su propio sentir. Y aunque duela, ese dolor es también un sueño, uno que te enseña, que te marca y que, con el tiempo, te guía a comprender que incluso la ausencia puede ser un maestro. Porque al final, todo amor, correspondido o no, deja huellas. Y esas huellas, en mi reino, son las estrellas que guían a los corazones que aún buscan su reflejo.
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  • En el cumpleaños de la persona que lo hacía sentir humano, Bucky se atrevió a dar un paso que había estado posponiendo durante mucho tiempo. Un ramo de rosas, símbolo de pasión y amor, fue el preludio de ese siguiente beso que selló su conexión de manera irreversible. En ese momento, la coraza que lo protegía, forjada por años de dolor y lucha, se derrumbó, y James Buchanan Barnes volvió a sentir. Volvió a ser el hombre que una vez fue, antes de que la guerra y el trauma lo cambiaran para siempre.

    Encontró la libertad de ser él mismo, de dejar atrás el pasado y abrazar el presente. La persona que tanto amaba lo miró a los ojos y vio más allá de la máscara de soldado, vio al hombre vulnerable y sensible que se escondía detrás. Bucky supo que había encontrado su hogar, su refugio, su lugar en el mundo. Ya no quería avanzar, quería estar ahí dentro de esas cuatro paredes.

    La conexión entre ellos fue como una llama que ardía con intensidad, una llama que iluminaba el camino y calentaba el corazón. Se sentía más que vivo, se sentía completo, humano de nuevo. Y en ese momento, supo que nunca la dejaría ir, que haría cualquier cosa para protegerla y hacerla feliz.

    𝐄𝐯𝐞 𝐒𝐡𝐞𝐟𝐟𝐢𝐞𝐥𝐝
    ㅤㅤ
    En el cumpleaños de la persona que lo hacía sentir humano, Bucky se atrevió a dar un paso que había estado posponiendo durante mucho tiempo. Un ramo de rosas, símbolo de pasión y amor, fue el preludio de ese siguiente beso que selló su conexión de manera irreversible. En ese momento, la coraza que lo protegía, forjada por años de dolor y lucha, se derrumbó, y James Buchanan Barnes volvió a sentir. Volvió a ser el hombre que una vez fue, antes de que la guerra y el trauma lo cambiaran para siempre. Encontró la libertad de ser él mismo, de dejar atrás el pasado y abrazar el presente. La persona que tanto amaba lo miró a los ojos y vio más allá de la máscara de soldado, vio al hombre vulnerable y sensible que se escondía detrás. Bucky supo que había encontrado su hogar, su refugio, su lugar en el mundo. Ya no quería avanzar, quería estar ahí dentro de esas cuatro paredes. La conexión entre ellos fue como una llama que ardía con intensidad, una llama que iluminaba el camino y calentaba el corazón. Se sentía más que vivo, se sentía completo, humano de nuevo. Y en ese momento, supo que nunca la dejaría ir, que haría cualquier cosa para protegerla y hacerla feliz. [Sheffield_Eve] ㅤㅤ
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  • Doloroso recuerdo.


    Cada noche se había vuelto un tormento. Cada mañana igual.
    Las tardes se sentían solitarias, aunque en ocasiones así había sido, no había sentido el peso del silencio y la falta de compañía sino hasta ahora.
    Runaan a veces debía irse de Silvergrove por alguna misión y había tardado semanas, sino incluso más de un mes, en regresar. Pero eso jamás le había pesado.

    Jamás había llorado por un lugar vacío a su lado en la cama o lo fría que se sentía en las noches sin una compañía a su lado. Jamás había sentido abrumador el silencioso ruido de su taller solo acompañado por el sonido chispeante las llamas o del metal al chocar.
    Tampoco le había parecido solitario el comer un desayuno, un almuerzo o una cena en soledad. Ir al mercado. Pasear ... Todo se sentía distinto ahora.

    Su corazón siempre partía con cada salida de Runaan, pero siempre lo había acompañado la certeza de que siempre le sería devuelto.
    Sin embargo, esta vez, no sucedió. Días. Semanas. Meses. Finalmente se cumplió un nuevo aniversario. ¿2? ¿Tal vez 3 años? Prefería no llevar la cuenta y, honestamente, también prefería no recordar. Aún así, al mirarse en el reflejo del pequeño estanque donde su flor se hundió aquella vez, pudo ver el reflejo de los accesorios en sus cuernos. Aunque no eran simples accesorios y él lo sabía.

    Un objeto. Una promesa. Una especie de anillo que juraba amor eterno. Unos pendientes que adornaban la base de sus cuernos que jamás había podido quitarse.
    La promesa de un matrimonio cumplido que se había jurado lealtad incluso después de la muerte.
    Y allí estaba él. Solo. Su otra mitad ya perdida habiéndose llevado su corazón.
    Era en momentos como ese donde se decía ya no tenía lágrimas qué derramar. Sin embargo, se sorprendía cuando sentía la humedad correr por sus mejillas ante esos recuerdos.

    — Historia... viventem... —

    Murmuró con voz temblorosa, quebrada, mientras su mano trazaba una runa en el aire tras haber roto una piedra lunar. La runa brilló antes de desaparecer y finalmente todo se tornó en oscuridad.
    Luces y formas se formaron de la magia. Una escena. Un momento. Dos elfos. Y él observaba aquella interacción como un espectro lejano.
    En silencio. En soledad. Con su taller tan a oscuras y en silencio como parecía estarlo desde que perdió su mitad.

    En su mente, como una voz casi inaudible, le deseó a su leal amado un feliz aniversario cuando el recuerdo se desvaneció terminado, mientras, una lágrima, bajó por una de sus mejillas.
    Doloroso recuerdo. Cada noche se había vuelto un tormento. Cada mañana igual. Las tardes se sentían solitarias, aunque en ocasiones así había sido, no había sentido el peso del silencio y la falta de compañía sino hasta ahora. Runaan a veces debía irse de Silvergrove por alguna misión y había tardado semanas, sino incluso más de un mes, en regresar. Pero eso jamás le había pesado. Jamás había llorado por un lugar vacío a su lado en la cama o lo fría que se sentía en las noches sin una compañía a su lado. Jamás había sentido abrumador el silencioso ruido de su taller solo acompañado por el sonido chispeante las llamas o del metal al chocar. Tampoco le había parecido solitario el comer un desayuno, un almuerzo o una cena en soledad. Ir al mercado. Pasear ... Todo se sentía distinto ahora. Su corazón siempre partía con cada salida de Runaan, pero siempre lo había acompañado la certeza de que siempre le sería devuelto. Sin embargo, esta vez, no sucedió. Días. Semanas. Meses. Finalmente se cumplió un nuevo aniversario. ¿2? ¿Tal vez 3 años? Prefería no llevar la cuenta y, honestamente, también prefería no recordar. Aún así, al mirarse en el reflejo del pequeño estanque donde su flor se hundió aquella vez, pudo ver el reflejo de los accesorios en sus cuernos. Aunque no eran simples accesorios y él lo sabía. Un objeto. Una promesa. Una especie de anillo que juraba amor eterno. Unos pendientes que adornaban la base de sus cuernos que jamás había podido quitarse. La promesa de un matrimonio cumplido que se había jurado lealtad incluso después de la muerte. Y allí estaba él. Solo. Su otra mitad ya perdida habiéndose llevado su corazón. Era en momentos como ese donde se decía ya no tenía lágrimas qué derramar. Sin embargo, se sorprendía cuando sentía la humedad correr por sus mejillas ante esos recuerdos. — Historia... viventem... — Murmuró con voz temblorosa, quebrada, mientras su mano trazaba una runa en el aire tras haber roto una piedra lunar. La runa brilló antes de desaparecer y finalmente todo se tornó en oscuridad. Luces y formas se formaron de la magia. Una escena. Un momento. Dos elfos. Y él observaba aquella interacción como un espectro lejano. En silencio. En soledad. Con su taller tan a oscuras y en silencio como parecía estarlo desde que perdió su mitad. En su mente, como una voz casi inaudible, le deseó a su leal amado un feliz aniversario cuando el recuerdo se desvaneció terminado, mientras, una lágrima, bajó por una de sus mejillas.
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  • *Cuando despertó sintió algo extraño recordaba a su prometido Pero ya no sentía ese dolor punzante en su pecho era un suceso extraño Pero recordó lo que le dijo Al sobre el ingrediente secreto de la bebida que ingirio días atrás *

    —Así que esto también es uno de los efectos …—

    *Si supo a qué fruto se refería su padre lo tuvo en su jardín privado Pero desde que creo a los humanos su jardín le fue negado la entrada tanto para la humanidad como para los celestiales Pero desde que padre desapareció solo hice uso del fruto con Alastor cuando esperaba a Damián no pensó que iba a recrearlo debia admitir que Damián podía superarse en demasía
    Por otro lado, en parte se sintió aliviado la sensación que experimentaba era agonizante Pero, ya que no lo sentía su corazón se sentía más tranquilo, ya que solo recordaba a su amada con amor guardandolo en sus preciadas memorias *
    *Cuando despertó sintió algo extraño recordaba a su prometido Pero ya no sentía ese dolor punzante en su pecho era un suceso extraño Pero recordó lo que le dijo Al sobre el ingrediente secreto de la bebida que ingirio días atrás * —Así que esto también es uno de los efectos …— *Si supo a qué fruto se refería su padre lo tuvo en su jardín privado Pero desde que creo a los humanos su jardín le fue negado la entrada tanto para la humanidad como para los celestiales Pero desde que padre desapareció solo hice uso del fruto con Alastor cuando esperaba a Damián no pensó que iba a recrearlo debia admitir que Damián podía superarse en demasía Por otro lado, en parte se sintió aliviado la sensación que experimentaba era agonizante Pero, ya que no lo sentía su corazón se sentía más tranquilo, ya que solo recordaba a su amada con amor guardandolo en sus preciadas memorias *
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    | Él es tan intenso que su dolor lo consumirá con la misma intensidad.
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  • •Recuerdos de Haku•

    {Hoy comenzaba otro día de entrenamiento. Las clases con mi nuevo mentor solían ser duras y agotadoras, pero cada jornada me dejaba con la sensación de que mis fuerzas crecían, y también mis ganas.}

    {Por suerte, aquella mañana no encontré al espectro fanfarrón en ninguna parte. No era raro que los espíritus prefirieran vagar a su antojo, apareciendo y desapareciendo sin aviso. Pero cuando era niña para mi desgracia, él no lo hacía. Todas las noches, justo cuándo apagaba la luz y me acurrucaba en mi cama, ahí estaba. De pie, paradote contra el brillo de la ventana, recordándome con su sola presencia que no me dejaría sola. Él podía sentir mi miedo, lo olía como un cuervo puede oler la carne muerta. Y hasta el día de hoy estoy convencida de que fue él quien perturbaba mis sueños, retorciéndolos hasta volverlos pesadillas. Dolorosas, pero cada una me dejaba una enseñanza, un consejo. Él se colaba en mi mente mientras dormía.}

    {Al principio, entre nosotros no hubo palabras. Solo estaba yo, creciendo bajo su presencia, acostumbrándome poco a poco a tenerlo como un espectador silencioso en cada momento de mi vida. Estaba ahí en mis cumpleaños, en navidades, en las fiestas escolares e incluso en los viajes familiares. Siempre, como una sombra.}

    {Con el tiempo me atreví a hablarle. En realidad, era yo quien llenaba las habitaciones y rincones con mi voz, contándole cosas sin parar mientras él escuchaba en un silencio que a veces se volvía insoportable. Solo respondía cuando quería, con esa voz metálica y áspera. Recuerdo un día en especial. Estábamos en el campo, visitando a la mujer más anciana de la familia de mi madre. Me atreví a decirle que su forma humanoide me incomodaba, y que no tenía nada de espiritual. Y claro… lo ofendí. Se irguió frente a mí, con su rostro serio cómo siempre, y me preguntó con un tono desafiante qué forma debería tomar entonces.}

    {Mi mirada se perdió por alguna parte, donde corría libre el caballo más hermoso que yo había visto. El de la abuela. Señalé con una sonrisa brillante.}

    —Un caballo como el de la abuela… es el más hermoso de todo el campo.

    {Y justo en ese momento, un águila voló por los cielos sobre nuestras cabezas, dejando escapar un chillido. Con la emoción de una niña, lo señalé con el dedo.}

    —¡Un águila! ¡Mira, Puff, un águila!

    {El espíritu, en silencio, pareció tomar nota. Y esa misma tarde decidió tomar las formas de las dos criaturas que más me fascinaban. Así nació la forma que aún conserva: mitad caballo, mitad águila. Ya no era una sombra, sino un ser majestuoso que representaba lo que él más amaba en el mundo: La libertad.}


    •Recuerdos de Haku•📖 {Hoy comenzaba otro día de entrenamiento. Las clases con mi nuevo mentor solían ser duras y agotadoras, pero cada jornada me dejaba con la sensación de que mis fuerzas crecían, y también mis ganas.} {Por suerte, aquella mañana no encontré al espectro fanfarrón en ninguna parte. No era raro que los espíritus prefirieran vagar a su antojo, apareciendo y desapareciendo sin aviso. Pero cuando era niña para mi desgracia, él no lo hacía. Todas las noches, justo cuándo apagaba la luz y me acurrucaba en mi cama, ahí estaba. De pie, paradote contra el brillo de la ventana, recordándome con su sola presencia que no me dejaría sola. Él podía sentir mi miedo, lo olía como un cuervo puede oler la carne muerta. Y hasta el día de hoy estoy convencida de que fue él quien perturbaba mis sueños, retorciéndolos hasta volverlos pesadillas. Dolorosas, pero cada una me dejaba una enseñanza, un consejo. Él se colaba en mi mente mientras dormía.} {Al principio, entre nosotros no hubo palabras. Solo estaba yo, creciendo bajo su presencia, acostumbrándome poco a poco a tenerlo como un espectador silencioso en cada momento de mi vida. Estaba ahí en mis cumpleaños, en navidades, en las fiestas escolares e incluso en los viajes familiares. Siempre, como una sombra.} {Con el tiempo me atreví a hablarle. En realidad, era yo quien llenaba las habitaciones y rincones con mi voz, contándole cosas sin parar mientras él escuchaba en un silencio que a veces se volvía insoportable. Solo respondía cuando quería, con esa voz metálica y áspera. Recuerdo un día en especial. Estábamos en el campo, visitando a la mujer más anciana de la familia de mi madre. Me atreví a decirle que su forma humanoide me incomodaba, y que no tenía nada de espiritual. Y claro… lo ofendí. Se irguió frente a mí, con su rostro serio cómo siempre, y me preguntó con un tono desafiante qué forma debería tomar entonces.} {Mi mirada se perdió por alguna parte, donde corría libre el caballo más hermoso que yo había visto. El de la abuela. Señalé con una sonrisa brillante.} —Un caballo como el de la abuela… es el más hermoso de todo el campo. {Y justo en ese momento, un águila voló por los cielos sobre nuestras cabezas, dejando escapar un chillido. Con la emoción de una niña, lo señalé con el dedo.} —¡Un águila! ¡Mira, Puff, un águila! {El espíritu, en silencio, pareció tomar nota. Y esa misma tarde decidió tomar las formas de las dos criaturas que más me fascinaban. Así nació la forma que aún conserva: mitad caballo, mitad águila. Ya no era una sombra, sino un ser majestuoso que representaba lo que él más amaba en el mundo: La libertad.}
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  • Aún quiero creer que habitas en algún rincón del tiempo...Porque sí, aún te amo...con esa forma rota de amar que no espera retorno, pero se aferra al vacío.

    Y sin embargo, lo sé, No vas a volver, No esta vez, No en esta vida.

    Así que me refugiaré en mis conjuros, en la magia que no sana pero distrae. Hechizaré el silencio, para que no grite tu nombre. Encantaré el dolor, para que no me arrastre hacia ti.

    Y si alguna vez el universo se apiada, que sea en un ritual donde no duela recordarte.
    Aún quiero creer que habitas en algún rincón del tiempo...Porque sí, aún te amo...con esa forma rota de amar que no espera retorno, pero se aferra al vacío. Y sin embargo, lo sé, No vas a volver, No esta vez, No en esta vida. Así que me refugiaré en mis conjuros, en la magia que no sana pero distrae. Hechizaré el silencio, para que no grite tu nombre. Encantaré el dolor, para que no me arrastre hacia ti. Y si alguna vez el universo se apiada, que sea en un ritual donde no duela recordarte.
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