- FICROL
- Inicio
- ROLEPLAY
- Artículos
- Starters
- Sagas
- Clasificados
- EXPLORAR
- Bola de Cristal
- Grupos
- Fanpages
- Eventos
- Foros
- Género Masculino
- Raza Aeloriano
- Fandom OC
- Vigilante
- Cumpleaños 9 de noviembre
- 26 Publicaciones
- 24 Escenas
- Se unió en noviembre 2025
- 20 Visitas perfil
- Tipo de personaje
2D - Longitud narrativa
Párrafo , Multi-párrafo - Categorías de rol
Original , Otros
- Por fin se enteró cómo cambiar la foto de perfil en su móvil. (?)Por fin se enteró cómo cambiar la foto de perfil en su móvil. (?)2 comentarios 0 compartidos3
¡Inicia sesión para reaccionar, comentar y compartir! - 18-08Categoría OtrosKazuha
“Ahora, ¿quién puede decirme cuál es la regla número uno de un vigilante?”
Voces.
Ecos que provenían de ningún sitio, y de todos al mismo tiempo. Reverberando en las paredes de piedra, a veces parecían tan cercanos que uno podía jurar estar ahí otra vez, las voces dejando de ser un recuerdo, su vibrar en el aire agitando el serpenteo de las antorchas.
“¡Muy bien, Kyrie! Ya son cinco preguntas seguidas. ¿Piensas quedarte atrás, Kieran?”
Voces, sí. Había aprendido a ignorarlas, pero no a callarlas.
¿O es que aún quería callarlas? Un mundo en silencio parecía tan distante y extraño, que empezaba a sentirse inhóspito.
Voces, nada más que voces. Con Kyrie como su epicentro, ondas que distorsionaban los recuerdos, olas que arrastraban lo incómodo, lo doloroso y lo prohibido, desde las profundidades a la superficie. Su ser, una distorsión de la realidad andante.
Eso -y sólo eso- era ahora. Nada más que un cascarón.
—Me preguntaste por qué no la había sacado, ¿cierto? —Habló, por fin, después de lo que parecían años. De no ser por el eco de sus pasos en la oscuridad, cualquiera en esas grutas se volvía una sombra, una silueta borrosa de lo que alguna vez fue una persona. Rodeado de las voces, empapado del veneno del memento, la cordura empezaba a perderse.
Pero se acostumbró. Tenía que acostumbrarse para poder seguirla visitando.
Pero, ¿qué había de Kazuha? ¿Qué clase de cosas estaba trayendo a flote esa marea inmisericorde que de Kyrie provenía? ¿Qué decían sus voces? ¿Qué mostraban las siluetas en la piedra con el sinuoso danzar de las llamas?
El carmesí usaba, hacia ella extendía como una sábana que uno se coloca para aplacar el ruido al dormir. Aminoraba el efecto sobre ella, pero no lo cancelaba.
—Es por esto. Mientras más te acercas a ella, más intenso se vuelve. Si la saco de aquí, no importa a dónde la lleve… el daño que le causaría a la gente es…
Pausó. Ya estaban frente a la celda, y el efecto empezaba a ser insoportable, desquiciante, doloroso.
Pero él se acostumbró. Tenía que haberse acostumbrado. ¿Las primeras veces? Ni siquiera podía entrar al pasillo. Aún así, poco a poco y día con día, aprendió a soportar. A escuchar. A dar un paso más cerca, cada vez más cerca.
—…pero ya no tengo opción. Ya no puedo esperar. Vamos a cortar los barrotes.
Era fácil. Sorprendentemente fácil, dada la severidad de sus crímenes, cuán destructiva era su existencia.
Fácil, sí, porque... ¿quién querría liberar a un monstruo?[k4zuha] “Ahora, ¿quién puede decirme cuál es la regla número uno de un vigilante?” Voces. Ecos que provenían de ningún sitio, y de todos al mismo tiempo. Reverberando en las paredes de piedra, a veces parecían tan cercanos que uno podía jurar estar ahí otra vez, las voces dejando de ser un recuerdo, su vibrar en el aire agitando el serpenteo de las antorchas. “¡Muy bien, Kyrie! Ya son cinco preguntas seguidas. ¿Piensas quedarte atrás, Kieran?” Voces, sí. Había aprendido a ignorarlas, pero no a callarlas. ¿O es que aún quería callarlas? Un mundo en silencio parecía tan distante y extraño, que empezaba a sentirse inhóspito. Voces, nada más que voces. Con Kyrie como su epicentro, ondas que distorsionaban los recuerdos, olas que arrastraban lo incómodo, lo doloroso y lo prohibido, desde las profundidades a la superficie. Su ser, una distorsión de la realidad andante. Eso -y sólo eso- era ahora. Nada más que un cascarón. —Me preguntaste por qué no la había sacado, ¿cierto? —Habló, por fin, después de lo que parecían años. De no ser por el eco de sus pasos en la oscuridad, cualquiera en esas grutas se volvía una sombra, una silueta borrosa de lo que alguna vez fue una persona. Rodeado de las voces, empapado del veneno del memento, la cordura empezaba a perderse. Pero se acostumbró. Tenía que acostumbrarse para poder seguirla visitando. Pero, ¿qué había de Kazuha? ¿Qué clase de cosas estaba trayendo a flote esa marea inmisericorde que de Kyrie provenía? ¿Qué decían sus voces? ¿Qué mostraban las siluetas en la piedra con el sinuoso danzar de las llamas? El carmesí usaba, hacia ella extendía como una sábana que uno se coloca para aplacar el ruido al dormir. Aminoraba el efecto sobre ella, pero no lo cancelaba. —Es por esto. Mientras más te acercas a ella, más intenso se vuelve. Si la saco de aquí, no importa a dónde la lleve… el daño que le causaría a la gente es… Pausó. Ya estaban frente a la celda, y el efecto empezaba a ser insoportable, desquiciante, doloroso. Pero él se acostumbró. Tenía que haberse acostumbrado. ¿Las primeras veces? Ni siquiera podía entrar al pasillo. Aún así, poco a poco y día con día, aprendió a soportar. A escuchar. A dar un paso más cerca, cada vez más cerca. —…pero ya no tengo opción. Ya no puedo esperar. Vamos a cortar los barrotes. Era fácil. Sorprendentemente fácil, dada la severidad de sus crímenes, cuán destructiva era su existencia. Fácil, sí, porque... ¿quién querría liberar a un monstruo?TipoIndividualLíneasCualquier líneaEstadoDisponible2 turnos 0 maullidos
2
- —No tienes que soportar semanas de recalentado si no haces cena Navideña. Sí, sí, soy un genio.—No tienes que soportar semanas de recalentado si no haces cena Navideña. Sí, sí, soy un genio.10 turnos 0 maullidos5
- —Huh... La sección de clasificados se ve curiosamente más corta hoy.—Huh... La sección de clasificados se ve curiosamente más corta hoy.6 turnos 0 maullidos1
- "Eres un dolor en el culo, Kieran".
El hórrido chirrido de la reja aniquiló al silencio. El letrero de "Prohibido el paso", tan viejo y oxidado que lo hace sonar más a chiste que a advertencia, le da la bienvenida una vez más, iluminado por la danzante llama de la antorcha.
"Lo haces a propósito, ¿verdad?"
El vigilante que le dio acceso refunfuñó. ¿Tener que despertar a mitad de la noche, salir a la lluvia y el frío, para abrir la maldita puerta que daba al abismo? Sí, un dolor en todos lados. En el que mencionó él, sobre todo.
"Sólo lo haces para joder. Admítelo. ¿A qué carajo sigues viniendo? ¡Ella no responde! ¡Es un puto vegetal! Si la visitas ahora, es para romper las bolas".
Un suspiro, uno que no se atrevió a producir un ruido muy alto. ¿Era de resignación? ¿Tristeza? ¿Una sardónica risa, carente de alegría? Quizás todo al mismo tiempo.
Ya estaba bajando por las sinuosas, accidentadas pendientes, brechas y laberínticos pasajes de esa mina abandonada, ahora poblada por nada más que la oscuridad y el silencio.
Silencio, sí. Espeluznantemente profundo.
Espeluznante, pues, ¿cómo podía una prisión ser tan silenciosa? Es que de mina ya no tenía nada: Los "incómodos" encontraban ahí un hogar en forma de celda, una celda en forma de infierno.
Los incómodos que eran, ahora, silenciosos, pero no por voluntad propia. ¿Alguien estaría tan desquiciado para guardar silencio ahí?
...Sí. Sí había alguien. Alguien que no había sido silenciada, porque falta no hizo.
—Hola.
El sonido de una voz humana, en la profundidad de esa penumbra, era tan extraño que sonaba como a un ruido de otro planeta, algo que no pertenecía ahí.
—¿Cómo te sientes? ¿Has comido bien?
El visitante cerró el paraguas, sacudió sus cabellos, después secó sus gafas con un pañuelo. Uno que le había sido regalado años atrás, por quien había venido a visitar.
—Esta es tu... ¿onceava Navidad aquí? Vuela el tiempo, ¿no?
¿Había respuesta?
No. Nunca la había. No podía haberla.
¿Por qué, entonces, seguía hablando? ¿Por qué descender a las profundidades de este abismo, si sólo iba a obtener silencio a cambio?
—Toma.
La mano entró entre los barrotes y dejó, en el suelo, otra caja pequeña, envuelta en papel colorido, sellada por un listón. Otra caja, once eran ya. Las diez anteriores, llenas de polvo, deterioradas por la humedad del lugar, aún selladas. La onceava a ser ignorada, a recibir silencio a cambio de sus colores.
Y, en el fondo de la celda, apenas visible, una silueta.
Sentada contra la roca estaba ella, meciéndose adelante y atrás, en un vaivén eterno. Sus pupilas, expandidas hasta la grotesca deformidad, sus maltrechas uñas carocomiendo. ¿Había perdido aún más peso? ¿Le había crecido el cabello? Ojalá no estuviera tan oscuro.
Porque la antocha sólo le alcanzaba para unas líneas difusas que dibujaban los contornos de lo que alguna vez fue el rostro que sabía sonreír mejor que nadie. Sonreír de manera tan radiante, que... que si pudiera hacerlo una, sólo una vez más...
—...
No.
¿Qué caso tenía pensar en milagros?
—Feliz Navidad, Kyrie."Eres un dolor en el culo, Kieran". El hórrido chirrido de la reja aniquiló al silencio. El letrero de "Prohibido el paso", tan viejo y oxidado que lo hace sonar más a chiste que a advertencia, le da la bienvenida una vez más, iluminado por la danzante llama de la antorcha. "Lo haces a propósito, ¿verdad?" El vigilante que le dio acceso refunfuñó. ¿Tener que despertar a mitad de la noche, salir a la lluvia y el frío, para abrir la maldita puerta que daba al abismo? Sí, un dolor en todos lados. En el que mencionó él, sobre todo. "Sólo lo haces para joder. Admítelo. ¿A qué carajo sigues viniendo? ¡Ella no responde! ¡Es un puto vegetal! Si la visitas ahora, es para romper las bolas". Un suspiro, uno que no se atrevió a producir un ruido muy alto. ¿Era de resignación? ¿Tristeza? ¿Una sardónica risa, carente de alegría? Quizás todo al mismo tiempo. Ya estaba bajando por las sinuosas, accidentadas pendientes, brechas y laberínticos pasajes de esa mina abandonada, ahora poblada por nada más que la oscuridad y el silencio. Silencio, sí. Espeluznantemente profundo. Espeluznante, pues, ¿cómo podía una prisión ser tan silenciosa? Es que de mina ya no tenía nada: Los "incómodos" encontraban ahí un hogar en forma de celda, una celda en forma de infierno. Los incómodos que eran, ahora, silenciosos, pero no por voluntad propia. ¿Alguien estaría tan desquiciado para guardar silencio ahí? ...Sí. Sí había alguien. Alguien que no había sido silenciada, porque falta no hizo. —Hola. El sonido de una voz humana, en la profundidad de esa penumbra, era tan extraño que sonaba como a un ruido de otro planeta, algo que no pertenecía ahí. —¿Cómo te sientes? ¿Has comido bien? El visitante cerró el paraguas, sacudió sus cabellos, después secó sus gafas con un pañuelo. Uno que le había sido regalado años atrás, por quien había venido a visitar. —Esta es tu... ¿onceava Navidad aquí? Vuela el tiempo, ¿no? ¿Había respuesta? No. Nunca la había. No podía haberla. ¿Por qué, entonces, seguía hablando? ¿Por qué descender a las profundidades de este abismo, si sólo iba a obtener silencio a cambio? —Toma. La mano entró entre los barrotes y dejó, en el suelo, otra caja pequeña, envuelta en papel colorido, sellada por un listón. Otra caja, once eran ya. Las diez anteriores, llenas de polvo, deterioradas por la humedad del lugar, aún selladas. La onceava a ser ignorada, a recibir silencio a cambio de sus colores. Y, en el fondo de la celda, apenas visible, una silueta. Sentada contra la roca estaba ella, meciéndose adelante y atrás, en un vaivén eterno. Sus pupilas, expandidas hasta la grotesca deformidad, sus maltrechas uñas carocomiendo. ¿Había perdido aún más peso? ¿Le había crecido el cabello? Ojalá no estuviera tan oscuro. Porque la antocha sólo le alcanzaba para unas líneas difusas que dibujaban los contornos de lo que alguna vez fue el rostro que sabía sonreír mejor que nadie. Sonreír de manera tan radiante, que... que si pudiera hacerlo una, sólo una vez más... —... No. ¿Qué caso tenía pensar en milagros? —Feliz Navidad, Kyrie.0 turnos 0 maullidos
5
- —No te la vayas a tomar, ¿entendido? Es para Santa, que acompañe sus galletas con ella.—No te la vayas a tomar, ¿entendido? Es para Santa, que acompañe sus galletas con ella.8 turnos 0 maullidos
5
Ver más…
© 2025 FicRol