🧾 Ficha de Personaje: Kiran Lioren

Nombre completo: Kiran Lioren
Edad: 17 años
Género: Masculino
Rol: Omega
Nacionalidad: Coreano
Estado físico: Delicado, algo débil pero con una presencia serena


🌸 Personalidad

Tierno e inocente: Su mirada refleja pureza y curiosidad por el mundo
Amable y gentil: Trata a todos con respeto y dulzura, incluso en momentos difíciles
Inteligente: Tiene una mente brillante, especialmente en temas artísticos y emocionales
Sonriente: Su sonrisa es constante, cálida y contagiosa
Sensibilidad emocional: Empático, percibe los sentimientos de los demás con facilidad


🎼 Pasiones y talentos

Instrumento favorito: Guzheng, un antiguo instrumento chino de cuerdas que toca con delicadeza
Habilidad destacada: Tiene una sensibilidad musical que le permite transmitir emociones profundas
Intereses adicionales: Lectura de poesía, contemplación de la naturaleza, escritura de melodías


🌙 Detalles adicionales

Estilo de vestir: Ropa ligera, tonos suaves como blanco, celeste o lavanda; suele usar telas fluidas
Aroma asociado: Té de jazmín y pétalos frescos
Frase que lo define: “La belleza está en la calma que compartimos.”

🌌 Descripción física

Cabello: Negro azabache, lacio y sedoso, cae hasta un poco más abajo de los hombros; bajo la luz del sol parece brillar con un reflejo azul oscuro.
Ojos: Grandes, almendrados, de un negro profundo y sereno, como espejos de agua en calma.
Piel: Pálida y delicada, con un leve matiz marfil que resalta su fragilidad.
Estatura: 1.67 m, esbelto y de complexión delgada.
Rostro: Delicado y armónico, con facciones suaves y expresión dulce, casi angelical.
Manos: Finas y elegantes, perfectas para acariciar las cuerdas del guzheng.
Presencia: Aunque su físico es débil, transmite serenidad y una especie de paz etérea que atrae a quienes lo rodean.

🌙 Historia de Kiran Lioren: Desde la niñez hasta la adolescencia 🌙

Desde que nació, Kiran Lioren fue como un susurro de sombra suave en medio del mundo. Su cabello negro azabache parecía absorber la luz, y sus ojos, profundos como un lago en calma, guardaban silencios que nadie sabía descifrar. Era un niño frágil, de salud delicada, pero con una sonrisa que parecía sanar el alma de quien lo mirara.


🧸 Infancia: El niño de las cuerdas silenciosas

Kiran creció en una casa rodeada de bambú y flores de jazmín. Su madre, una artista de espíritu libre, le enseñó a escuchar el viento y a leer las emociones en los gestos. Su padre, un músico retirado, le regaló un antiguo guzheng cuando apenas tenía cinco años. Aunque sus dedos eran pequeños, aprendió a acariciar las cuerdas como si fueran pétalos, creando melodías que hacían llorar a los pájaros.

Era un niño silencioso, que prefería observar antes que hablar. Le gustaba sentarse bajo la sombra de los árboles y escribir pequeños poemas en hojas secas. Sus amigos lo llamaban “el chico de las cuerdas silenciosas”, por la forma en que sus ojos se oscurecían con emoción cuando tocaba música.


🐦 Niñez: La ternura como escudo

En la escuela, Kiran era amable con todos. Ayudaba a los niños tímidos, compartía sus dulces sin que se lo pidieran, y siempre tenía una palabra suave para quien estuviera triste. Aunque algunos lo consideraban débil por su físico delicado y su naturaleza omega, él nunca se avergonzó de ser quien era. Su fuerza estaba en su ternura, en su capacidad de hacer sentir seguros a los demás.

A los diez años, compuso su primera pieza musical: “Brisa de luna”, inspirada en una noche en que se sintió solo. La melodía llegó a oídos de un maestro de música que lo invitó a presentarse en un pequeño festival local. Allí, por primera vez, Kiran tocó frente a una audiencia. Al terminar, no hubo aplausos ruidosos, sino un silencio profundo… seguido de lágrimas. Su música había tocado corazones.

Pero ese mismo año, la fragilidad que siempre lo había acompañado se reveló con fuerza: una enfermedad en su sistema respiratorio comenzó a debilitarlo más. Había noches en que apenas podía respirar, y pasaba días enteros postrado en cama, con su guzheng a un lado, acariciando las cuerdas aunque no tuviera fuerzas para tocar. Sus padres, desesperados, buscaban médicos y remedios, pero ninguno podía asegurar que el niño viviría mucho más.


🌸 Adolescencia: El florecer de la dulzura

A los 14, cuando logró recuperarse parcialmente de aquella enfermedad, Kiran comprendió que la vida podía ser efímera. Ese pensamiento lo llevó a dejar huellas en el mundo: comenzó a escribir cartas para personas que no conocía. Las dejaba en bancos del parque, en bibliotecas, en cafés. Eran mensajes de esperanza, escritos con tinta negra.

“Eres suficiente”, “Tu luz es real”, “No estás solo”.

Nadie sabía quién las escribía, pero todos hablaban del misterioso “chico de las cartas oscuras”. Detrás de cada palabra, estaba el eco de su propio miedo a desaparecer demasiado pronto.

Ahora, con 18 años, Kiran sigue tocando el guzheng cada mañana, con los rayos del sol acariciando su rostro. Su sonrisa no ha cambiado, ni su esencia. Aunque el mundo a veces es ruidoso y duro, y su enfermedad lo obliga a vivir con cuidado, él camina con suavidad, como si cada paso fuera una nota de su propia sinfonía.