Almenaras de Caramelo
Fondo Musical: https://youtu.be/ICIFp5foCqw?si=nmunP8W-_ByTIME2
Dedico el ahora a llorarte, dediqué el pasado a resplandecer dentro de ti. Dedicaba el futuro a entrever el socorro de tu ausencia. Aliento dulce con ojos prestos a vislumbrarte entre ingratos higos de mis frascos de azúcar, de tus labios decoro de mis noches de alborozada luna de sangre. Tu tumba es evanescente en mi memoria; tumba que llorarte no reconozco. Repaso tu rostro en los bordados que perfecciono a pesar de mi ceguera; fuiste el que cegó mis vivencias de almendrados sigilos; en la costura y en el principado en el que tejo tu furia fantasmal en la que retengo tu victoria.
Rosñorzanor, ¿qué nos hiciste? Tu muerte es olvido para la victoria de los que deambulan sin coronarte ante el Sol de mis prudencias. Almendoniz, ahogado de mis sueños y suelos de frutos secos, ¿quién retiene tu carne? ¿A quién adornas con tus diamantes y tu oro de azucenas? ¿Por qué no me perdonaste? ¿Por qué me segaste la vida?
Soy tu tumba, una muñeca viva, algodón dentro de mi boca; extremidades renuentes a fallar con algarabía. Me desvanezco, me desvanezco, me desvanezco perenne entre tus pupilas. Soy un Hibisco ultrajado por la suerte, entreveo en mis predicciones tu edén de ingrata cuna y desde esta cárcel, de cuatro paredes acolchadas, esta torre en lo alto del Ivarionlo, me presto a rezarte como un Santo de Bondad, Amor. Bondad. Amor en tus amatorias pérdidas. Soy un oráculo, mis canciones son mudos astros de espejismos con aroma a cielos ultrajados, por tus nubes abaleadas por mis siniestras oraciones.
Esta guerra necesitaba de tu rostro, imperio de ébano y carmín. Respiro el opio de tus huesos cada vez que cabalgo tu tumba. Preso de ese último beso a tu cabeza, fui un parásito para tu felicidad. Sobre los tejados de tus casonas de tristes lluvias, fuiste hechicero de principados abismos, abiertos de lado a lado, regados sobre las praderas que cultivamos con los muñones de nuestras extremidades. Tempestad de osadías pretenciosas, pagaste un precio por tu confianza. Leyenda que piensa con el pienso del mañana; tejo en mi vientre una flor y la arropo con tus sombreros hilados en vacíos finitos. Infinito santificado, de fracaso reposo repaso en ti mi cosmos y lo relleno con tus recuerdos.
No pude encariñarme contigo. No pude más y esgrimí tu desdicha de aroma a lustre y relumbre sollozo de sedas. Príncipe durmiente, fuiste mi ruina; elogiaste mis presuntuosas hazañas y me coronas con hojas de laureles, tomillo y cúrcuma como paraíso edificado con delicias tristes, y también, en deliciosos jardines surrealistas. Veneno en llamativos socorros. Tu principio. Mi fin.
Fondo Musical: https://youtu.be/ICIFp5foCqw?si=nmunP8W-_ByTIME2
Dedico el ahora a llorarte, dediqué el pasado a resplandecer dentro de ti. Dedicaba el futuro a entrever el socorro de tu ausencia. Aliento dulce con ojos prestos a vislumbrarte entre ingratos higos de mis frascos de azúcar, de tus labios decoro de mis noches de alborozada luna de sangre. Tu tumba es evanescente en mi memoria; tumba que llorarte no reconozco. Repaso tu rostro en los bordados que perfecciono a pesar de mi ceguera; fuiste el que cegó mis vivencias de almendrados sigilos; en la costura y en el principado en el que tejo tu furia fantasmal en la que retengo tu victoria.
Rosñorzanor, ¿qué nos hiciste? Tu muerte es olvido para la victoria de los que deambulan sin coronarte ante el Sol de mis prudencias. Almendoniz, ahogado de mis sueños y suelos de frutos secos, ¿quién retiene tu carne? ¿A quién adornas con tus diamantes y tu oro de azucenas? ¿Por qué no me perdonaste? ¿Por qué me segaste la vida?
Soy tu tumba, una muñeca viva, algodón dentro de mi boca; extremidades renuentes a fallar con algarabía. Me desvanezco, me desvanezco, me desvanezco perenne entre tus pupilas. Soy un Hibisco ultrajado por la suerte, entreveo en mis predicciones tu edén de ingrata cuna y desde esta cárcel, de cuatro paredes acolchadas, esta torre en lo alto del Ivarionlo, me presto a rezarte como un Santo de Bondad, Amor. Bondad. Amor en tus amatorias pérdidas. Soy un oráculo, mis canciones son mudos astros de espejismos con aroma a cielos ultrajados, por tus nubes abaleadas por mis siniestras oraciones.
Esta guerra necesitaba de tu rostro, imperio de ébano y carmín. Respiro el opio de tus huesos cada vez que cabalgo tu tumba. Preso de ese último beso a tu cabeza, fui un parásito para tu felicidad. Sobre los tejados de tus casonas de tristes lluvias, fuiste hechicero de principados abismos, abiertos de lado a lado, regados sobre las praderas que cultivamos con los muñones de nuestras extremidades. Tempestad de osadías pretenciosas, pagaste un precio por tu confianza. Leyenda que piensa con el pienso del mañana; tejo en mi vientre una flor y la arropo con tus sombreros hilados en vacíos finitos. Infinito santificado, de fracaso reposo repaso en ti mi cosmos y lo relleno con tus recuerdos.
No pude encariñarme contigo. No pude más y esgrimí tu desdicha de aroma a lustre y relumbre sollozo de sedas. Príncipe durmiente, fuiste mi ruina; elogiaste mis presuntuosas hazañas y me coronas con hojas de laureles, tomillo y cúrcuma como paraíso edificado con delicias tristes, y también, en deliciosos jardines surrealistas. Veneno en llamativos socorros. Tu principio. Mi fin.
Almenaras de Caramelo
Fondo Musical: https://youtu.be/ICIFp5foCqw?si=nmunP8W-_ByTIME2
Dedico el ahora a llorarte, dediqué el pasado a resplandecer dentro de ti. Dedicaba el futuro a entrever el socorro de tu ausencia. Aliento dulce con ojos prestos a vislumbrarte entre ingratos higos de mis frascos de azúcar, de tus labios decoro de mis noches de alborozada luna de sangre. Tu tumba es evanescente en mi memoria; tumba que llorarte no reconozco. Repaso tu rostro en los bordados que perfecciono a pesar de mi ceguera; fuiste el que cegó mis vivencias de almendrados sigilos; en la costura y en el principado en el que tejo tu furia fantasmal en la que retengo tu victoria.
Rosñorzanor, ¿qué nos hiciste? Tu muerte es olvido para la victoria de los que deambulan sin coronarte ante el Sol de mis prudencias. Almendoniz, ahogado de mis sueños y suelos de frutos secos, ¿quién retiene tu carne? ¿A quién adornas con tus diamantes y tu oro de azucenas? ¿Por qué no me perdonaste? ¿Por qué me segaste la vida?
Soy tu tumba, una muñeca viva, algodón dentro de mi boca; extremidades renuentes a fallar con algarabía. Me desvanezco, me desvanezco, me desvanezco perenne entre tus pupilas. Soy un Hibisco ultrajado por la suerte, entreveo en mis predicciones tu edén de ingrata cuna y desde esta cárcel, de cuatro paredes acolchadas, esta torre en lo alto del Ivarionlo, me presto a rezarte como un Santo de Bondad, Amor. Bondad. Amor en tus amatorias pérdidas. Soy un oráculo, mis canciones son mudos astros de espejismos con aroma a cielos ultrajados, por tus nubes abaleadas por mis siniestras oraciones.
Esta guerra necesitaba de tu rostro, imperio de ébano y carmín. Respiro el opio de tus huesos cada vez que cabalgo tu tumba. Preso de ese último beso a tu cabeza, fui un parásito para tu felicidad. Sobre los tejados de tus casonas de tristes lluvias, fuiste hechicero de principados abismos, abiertos de lado a lado, regados sobre las praderas que cultivamos con los muñones de nuestras extremidades. Tempestad de osadías pretenciosas, pagaste un precio por tu confianza. Leyenda que piensa con el pienso del mañana; tejo en mi vientre una flor y la arropo con tus sombreros hilados en vacíos finitos. Infinito santificado, de fracaso reposo repaso en ti mi cosmos y lo relleno con tus recuerdos.
No pude encariñarme contigo. No pude más y esgrimí tu desdicha de aroma a lustre y relumbre sollozo de sedas. Príncipe durmiente, fuiste mi ruina; elogiaste mis presuntuosas hazañas y me coronas con hojas de laureles, tomillo y cúrcuma como paraíso edificado con delicias tristes, y también, en deliciosos jardines surrealistas. Veneno en llamativos socorros. Tu principio. Mi fin.
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