—Un antiguo proverbio japonés expresa que "Puede que solo necesites tu espada una vez en tu vida, pero es necesario que la lleves siempre" eso era algo que se explicaba muy bien en el código de honor de un alquimista, puesto que ellos nunca buscaban realizar el primer movimiento; estos seres ante la adversidad y las provocaciones siempre dejaban que la agresión fuese del lado contrario y nunca que proviniera de ellos. Uno de los profesores más cercanos a Alex le había enseñado esa lección hacia muchas décadas atrás.

"Los humanos siempre tienden a torcer todo según su perspectiva; son seres llenos de odio, capaces de inventar mentiras y calumnias con tal de ser las víctimas de un cuento mal contado. Pueden apuñalarte por la espalda cuando menos lo esperes. Y aún así, aún con todo eso, un humano fue quien me salvó cuando estuve en el umbral entre la vida y la muerte; recuerda esta lección joven Alex, no todos los humanos son iguales, así como no todos los alquimistas somos lo que la gente dice que somos."

Esas palabras retumbaban en el pecho del erudito cada que reflexionaba acerca de su viejo maestro y sus enseñanzas, quizá no era tan claro como el agua y hasta agregaba intrincados laberintos de razonamiento y lógica para poder llegar a una simple conclusión, aún así siempre sus lecciones dejaban pensando a un neófito Alex en aquellas épocas.


Incluso ahora mientras el Maestro de las Artes Arcanas estaba luchando a muerte con un espadachín diestro con la espada, las palabras y la sabiduría de su antiguo profesor hacían eco en su corrompida alma. El segador acero de su contrario ensordecía los afilados sentidos amplificados del mutante, haciendo retroceder su postura de ataque. Ese mercenario había aprovechado muy bien el agotamiento y las heridas acumuladas del dañado Alquimista para hacerle frente en un estado deplorable.

Los ojos serpentinos y amarillos del mutante no buscaban una excusa; su alma ardía de pura adrenalina y de respeto hacia su oponente; de cierta forma felicitando en silencio sepulcral e intimidante por haberlo llevado hasta esos extremos. Realmente iba a ser un combate a muerte sumamente emocionante. —
—Un antiguo proverbio japonés expresa que "Puede que solo necesites tu espada una vez en tu vida, pero es necesario que la lleves siempre" eso era algo que se explicaba muy bien en el código de honor de un alquimista, puesto que ellos nunca buscaban realizar el primer movimiento; estos seres ante la adversidad y las provocaciones siempre dejaban que la agresión fuese del lado contrario y nunca que proviniera de ellos. Uno de los profesores más cercanos a Alex le había enseñado esa lección hacia muchas décadas atrás. "Los humanos siempre tienden a torcer todo según su perspectiva; son seres llenos de odio, capaces de inventar mentiras y calumnias con tal de ser las víctimas de un cuento mal contado. Pueden apuñalarte por la espalda cuando menos lo esperes. Y aún así, aún con todo eso, un humano fue quien me salvó cuando estuve en el umbral entre la vida y la muerte; recuerda esta lección joven Alex, no todos los humanos son iguales, así como no todos los alquimistas somos lo que la gente dice que somos." Esas palabras retumbaban en el pecho del erudito cada que reflexionaba acerca de su viejo maestro y sus enseñanzas, quizá no era tan claro como el agua y hasta agregaba intrincados laberintos de razonamiento y lógica para poder llegar a una simple conclusión, aún así siempre sus lecciones dejaban pensando a un neófito Alex en aquellas épocas. Incluso ahora mientras el Maestro de las Artes Arcanas estaba luchando a muerte con un espadachín diestro con la espada, las palabras y la sabiduría de su antiguo profesor hacían eco en su corrompida alma. El segador acero de su contrario ensordecía los afilados sentidos amplificados del mutante, haciendo retroceder su postura de ataque. Ese mercenario había aprovechado muy bien el agotamiento y las heridas acumuladas del dañado Alquimista para hacerle frente en un estado deplorable. Los ojos serpentinos y amarillos del mutante no buscaban una excusa; su alma ardía de pura adrenalina y de respeto hacia su oponente; de cierta forma felicitando en silencio sepulcral e intimidante por haberlo llevado hasta esos extremos. Realmente iba a ser un combate a muerte sumamente emocionante. —
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