• Esta vez..
    Tendré novia, así mi historia podrá tener futuro
    — aún no tiene amigas no conoce otras dragonas.—
    Esta vez.. Tendré novia, así mi historia podrá tener futuro — aún no tiene amigas no conoce otras dragonas.—
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  • Bastante aburrido....

    *Comentó Aimi y se puso en el sofá a leer la historia : Tu trono. *

    Espero se deshagan de ese Eros.
    Bastante aburrido.... *Comentó Aimi y se puso en el sofá a leer la historia : Tu trono. * Espero se deshagan de ese Eros.
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  • FICHA DE PAUL



    PAUL RICHARDS

    "¿oí lujuruia?,yo le se a eso"



    —Nombre humano: Paul Richards

    —Nombre demoniaco: Azzazel Réquiem

    —Clase de demonio: Demonio de la lujuria y de los deseos carnales (novato)


    —Historia: Paul nació en la tierra y creció allí hasta los cuatro años,cuando se fue a vivir al infranmundo con su madre,nunca supo de su padre,lo único que sabe de el es que era un fanático de Satanás y que invoco a su madre sin querer,Paul creció siendo hijo único hasta los 12 años,cuando su hermana menor nació y tuvo que asumir la responsabilidad de hermano mayor,Paul nunca acepto su sangre demoníaca,tenía la esperanza de que algún día su padre lo encuentre y se lo lleve a vivir en la tierra de los mortales,pero esto jamás pasó como tal,por lo que tuvo que lidiar con su tristeza con comedia y rehusandose a crecer como demonio y como humano.


    A los 18,Paul asumio el papel de incubo con el fin de traer almas vírgenes a el inframundo,cosa que jamás le gusto,ya que el quería ser alguien con un papel menos importante en el infierno


    —Hablidades:

    •Lazos de maná
    •Conjuros de todo tipo (defensivos,curativos,etc)
    •Hipnosis (basica)
    •Sueño profundo (avanzado)
    •Volar (con ayuda de sus alas)
    •Rabia (Se requiere mucho estrés e ira)


    —Debilidades:
    •Magia avanzada
    •Explosiones
    •Conjuro Suicida (solo si es ejecutado por el)
    •Angeles de la guarda



    —Características:

    •Paul mide 1,67 (algo enano)
    •Tiene un carácter muy infantil e inmaduro
    •Es algo sensible en sus cuernos
    •Posee alas grandes,solo que no las extiende por completo


    —Curiosidades

    •A pesar de ser un demonio de la lujuria y deba recolectar almas vírgenes,el aún sigue siendo virgen,cosa totalmente irónica
    •Paul tiene cierta atracción por las mujeres maduras
    •En el fondo,es alguien bueno y con un buen corazón,pero esta tapado por un cascaron de chico malo y rebelde
    FICHA DE PAUL PAUL RICHARDS "¿oí lujuruia?,yo le se a eso" —Nombre humano: Paul Richards —Nombre demoniaco: Azzazel Réquiem —Clase de demonio: Demonio de la lujuria y de los deseos carnales (novato) —Historia: Paul nació en la tierra y creció allí hasta los cuatro años,cuando se fue a vivir al infranmundo con su madre,nunca supo de su padre,lo único que sabe de el es que era un fanático de Satanás y que invoco a su madre sin querer,Paul creció siendo hijo único hasta los 12 años,cuando su hermana menor nació y tuvo que asumir la responsabilidad de hermano mayor,Paul nunca acepto su sangre demoníaca,tenía la esperanza de que algún día su padre lo encuentre y se lo lleve a vivir en la tierra de los mortales,pero esto jamás pasó como tal,por lo que tuvo que lidiar con su tristeza con comedia y rehusandose a crecer como demonio y como humano. A los 18,Paul asumio el papel de incubo con el fin de traer almas vírgenes a el inframundo,cosa que jamás le gusto,ya que el quería ser alguien con un papel menos importante en el infierno —Hablidades: •Lazos de maná •Conjuros de todo tipo (defensivos,curativos,etc) •Hipnosis (basica) •Sueño profundo (avanzado) •Volar (con ayuda de sus alas) •Rabia (Se requiere mucho estrés e ira) —Debilidades: •Magia avanzada •Explosiones •Conjuro Suicida (solo si es ejecutado por el) •Angeles de la guarda —Características: •Paul mide 1,67 (algo enano) •Tiene un carácter muy infantil e inmaduro •Es algo sensible en sus cuernos •Posee alas grandes,solo que no las extiende por completo —Curiosidades •A pesar de ser un demonio de la lujuria y deba recolectar almas vírgenes,el aún sigue siendo virgen,cosa totalmente irónica •Paul tiene cierta atracción por las mujeres maduras •En el fondo,es alguien bueno y con un buen corazón,pero esta tapado por un cascaron de chico malo y rebelde
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  • //Llegó tarde pero #SeductiveSunday //

    𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨

    Quería consumirla, poseerla y, al mismo
    tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello.

    Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí.

    Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora.

    Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad.

    La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer.

    Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor.

    Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable.

    Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella.

    Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua.

    Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada.

    Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella.

    A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión.

    𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆
    //Llegó tarde pero #SeductiveSunday // 𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨 Quería consumirla, poseerla y, al mismo tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello. Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí. Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora. Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad. La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer. Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor. Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable. Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella. Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua. Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada. Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella. A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión. [Liz_bloodFlame]
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  • -la noche era larga así que no tenía mucho que hacer joven princesa solo se sentó a leer un poco esas historias que ella tanto de gustaban y más estado así de tranquilidad la noche .-
    -la noche era larga así que no tenía mucho que hacer joven princesa solo se sentó a leer un poco esas historias que ella tanto de gustaban y más estado así de tranquilidad la noche .-
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  • Una brisa fresca entraba por las ventanas de la casa de Lucia, la abuela de Carmina, mientras ambas disfrutaban una tarde tranquila. Carmina estaba sentada en el sofá, hojeando un álbum de fotos antiguo, donde las imágenes parecían contar historias de otro tiempo. Sonrió al ver una foto en blanco y negro de sus abuelos bailando en la plaza del pueblo, con la juventud y la alegría brillando en sus rostros.

    Lucia, notando la expresión nostálgica de su nieta, se sentó junto a ella, sus ojos reflejando el mismo brillo del recuerdo. Con voz suave, comentó: “Pietro y yo siempre bailábamos, ¿te acuerdas? Incluso cuando ya te habíamos enseñado a ti a bailar, él insistía en darme vueltas como si fuera una muchacha”.

    Carmina soltó una risa ligera, recordando esos días. “Claro que me acuerdo, abuela. Cuando era pequeña, él me levantaba y me hacía girar como si flotara en el aire”.

    Sin decir nada más, Lucia se levantó y extendió una mano hacia su nieta. “¿Por qué no bailamos ahora, como entonces? Pietro no está, pero nosotras aún podemos recordar cómo hacerlo”.

    Sorprendida y emocionada, Carmina tomó la mano de su abuela, sintiendo el calor de esos dedos que habían sostenido la suya tantas veces. Lucia caminó hasta un pequeño reproductor y puso una canción antigua, una melodía que resonaba con los ecos de las décadas y que de inmediato les trajo a ambas la imagen de su abuelo girando en círculos con ellas.

    Entonces, entre risas y torpes pasos, Carmina y Lucia comenzaron a bailar, moviéndose al ritmo de la música. Los pies de Lucia se deslizaron con una gracia inesperada para su edad, y Carmina se dejó llevar, recordando la calidez de aquellas tardes en que su abuelo la hacía girar y reír hasta que dolía el estómago. Lucia hizo lo mismo, tarareando suavemente la canción y girando a su nieta como si el tiempo no hubiera pasado.

    Por un instante, ambas se sintieron transportadas a esos días, cuando Pietro les enseñaba a girar juntas y les decía que un buen baile no se mide por los pasos, sino por las sonrisas compartidas. Al terminar la canción, Carmina se detuvo y miró a su abuela, que le devolvía la sonrisa con los ojos brillantes.

    Sin decir nada más, se abrazaron, y en el silencio, las palabras parecieron innecesarias. Estaban seguras de que Pietro, de algún modo, también había estado allí con ellas, acompañándolas una vez más en un baile eterno.
    Una brisa fresca entraba por las ventanas de la casa de Lucia, la abuela de Carmina, mientras ambas disfrutaban una tarde tranquila. Carmina estaba sentada en el sofá, hojeando un álbum de fotos antiguo, donde las imágenes parecían contar historias de otro tiempo. Sonrió al ver una foto en blanco y negro de sus abuelos bailando en la plaza del pueblo, con la juventud y la alegría brillando en sus rostros. Lucia, notando la expresión nostálgica de su nieta, se sentó junto a ella, sus ojos reflejando el mismo brillo del recuerdo. Con voz suave, comentó: “Pietro y yo siempre bailábamos, ¿te acuerdas? Incluso cuando ya te habíamos enseñado a ti a bailar, él insistía en darme vueltas como si fuera una muchacha”. Carmina soltó una risa ligera, recordando esos días. “Claro que me acuerdo, abuela. Cuando era pequeña, él me levantaba y me hacía girar como si flotara en el aire”. Sin decir nada más, Lucia se levantó y extendió una mano hacia su nieta. “¿Por qué no bailamos ahora, como entonces? Pietro no está, pero nosotras aún podemos recordar cómo hacerlo”. Sorprendida y emocionada, Carmina tomó la mano de su abuela, sintiendo el calor de esos dedos que habían sostenido la suya tantas veces. Lucia caminó hasta un pequeño reproductor y puso una canción antigua, una melodía que resonaba con los ecos de las décadas y que de inmediato les trajo a ambas la imagen de su abuelo girando en círculos con ellas. Entonces, entre risas y torpes pasos, Carmina y Lucia comenzaron a bailar, moviéndose al ritmo de la música. Los pies de Lucia se deslizaron con una gracia inesperada para su edad, y Carmina se dejó llevar, recordando la calidez de aquellas tardes en que su abuelo la hacía girar y reír hasta que dolía el estómago. Lucia hizo lo mismo, tarareando suavemente la canción y girando a su nieta como si el tiempo no hubiera pasado. Por un instante, ambas se sintieron transportadas a esos días, cuando Pietro les enseñaba a girar juntas y les decía que un buen baile no se mide por los pasos, sino por las sonrisas compartidas. Al terminar la canción, Carmina se detuvo y miró a su abuela, que le devolvía la sonrisa con los ojos brillantes. Sin decir nada más, se abrazaron, y en el silencio, las palabras parecieron innecesarias. Estaban seguras de que Pietro, de algún modo, también había estado allí con ellas, acompañándolas una vez más en un baile eterno.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    [ No hay nada que sea tan molesto como tener dos historias y no ser capaz de decidir sobre cual aplicar a tu personaje. A y u d a. ]
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    //(Se que la anterior publicación es muy larga pero por favor,leanla ya que la decisión que tome sirius puede ser crucial para la historia—
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  • 1 a 1000 líneas por Semana
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    ¡Se busca Aslan Soykan para una historia apasionante con Devin Akin!

    ✧ Estoy en busca de quien dé vida a Aslan Soykan para crear un rol lleno de drama, romance y un toque oscuro con mi personaje, Devin Akin. Si disfrutas de los roles intensos, giros inesperados y un poco de toxicidad entre las líneas, ¡esta búsqueda es para ti!

    ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

    Requisitos para Aslan:

    Edad: Alrededor de los 30-35 años.

    Ocupación: preferiblemente con alguna conexión al mundo de la mafia o al crimen organizado. ¡Podemos discutir ideas si necesitas ayuda!

    Personalidad: Abierta, pero que tenga esa mezcla de carisma y peligro que hace imposible ignorarlo.
    Historia en común con Devin: Enemies to lovers, con mucha tensión. Devin es una mujer fuerte y racional, pero Aslan es quien la saca de su zona de confort, llevándola a explorar sus propios límites emocionales.

    Trama: A pactar en conjunto

    FC sugeridos: kıvanç tatlıtuğ
    ¡Se busca Aslan Soykan para una historia apasionante con Devin Akin! ✧ Estoy en busca de quien dé vida a Aslan Soykan para crear un rol lleno de drama, romance y un toque oscuro con mi personaje, Devin Akin. Si disfrutas de los roles intensos, giros inesperados y un poco de toxicidad entre las líneas, ¡esta búsqueda es para ti! ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Requisitos para Aslan: Edad: Alrededor de los 30-35 años. Ocupación: preferiblemente con alguna conexión al mundo de la mafia o al crimen organizado. ¡Podemos discutir ideas si necesitas ayuda! Personalidad: Abierta, pero que tenga esa mezcla de carisma y peligro que hace imposible ignorarlo. Historia en común con Devin: Enemies to lovers, con mucha tensión. Devin es una mujer fuerte y racional, pero Aslan es quien la saca de su zona de confort, llevándola a explorar sus propios límites emocionales. Trama: A pactar en conjunto FC sugeridos: kıvanç tatlıtuğ
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Estuve un poco inactivo creo estos ultimos dias, peor tranquilos veré como continuo la historia de mi bebe
    mientras tanto disfruten de mi muchacho modo murcielago
    Estuve un poco inactivo creo estos ultimos dias, peor tranquilos veré como continuo la historia de mi bebe mientras tanto disfruten de mi muchacho modo murcielago
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