• Ella es, a simple vista, una tatuadora. Su estudio huele a tinta fresca, desinfectante y secretos, un espacio tranquilo donde la gente acude para plasmar permanencia y vida sobre el cambio. Pero bajo su tranquila fachada humana reside un alma marcada por el exilio.

    Ella fue el equilibrio, mejor conocida como ( Mizan ) un ser que conservó sus alas etéreas pero perdió su lugar en las paredes celestiales. Su castigo no fue caer al Infierno, sino ser condenada a observar la humanidad desde su propio nivel, sin intervenir directamente.

    No busca el pecado, sino la carencia: el vacío más profundo que les impide avanzar. Si el humano es digno del juicio, silenciosamente les entrega uno de "Los 5 Códices".

    Estos fragmentos de la Ley Divina no son bendiciones garantizadas, son mandatos para juzgar su destino hacia el cielo o el infierno.

    Ella entrega la Regla , pero se mantiene al margen. Su exilio le enseñó que el destino no está escrito, sino que es una obra que el humano debe terminar.

    Ella solo pone la tinta, tanto en la piel como en el alma, y es el humano quien decide si usa esa ley para su redención o su condenación.
    Ella es, a simple vista, una tatuadora. Su estudio huele a tinta fresca, desinfectante y secretos, un espacio tranquilo donde la gente acude para plasmar permanencia y vida sobre el cambio. Pero bajo su tranquila fachada humana reside un alma marcada por el exilio. Ella fue el equilibrio, mejor conocida como ( Mizan ) un ser que conservó sus alas etéreas pero perdió su lugar en las paredes celestiales. Su castigo no fue caer al Infierno, sino ser condenada a observar la humanidad desde su propio nivel, sin intervenir directamente. No busca el pecado, sino la carencia: el vacío más profundo que les impide avanzar. Si el humano es digno del juicio, silenciosamente les entrega uno de "Los 5 Códices". Estos fragmentos de la Ley Divina no son bendiciones garantizadas, son mandatos para juzgar su destino hacia el cielo o el infierno. Ella entrega la Regla , pero se mantiene al margen. Su exilio le enseñó que el destino no está escrito, sino que es una obra que el humano debe terminar. Ella solo pone la tinta, tanto en la piel como en el alma, y es el humano quien decide si usa esa ley para su redención o su condenación.
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  • un poco de mi... pasado. es un fragmento de mi historia que pocos saben y se ve a la luz.
    un poco de mi... pasado. es un fragmento de mi historia que pocos saben y se ve a la luz.
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  • Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin Chantle Queen Ishtar

    Una tarde de galletitas, nieve y amor

    La nieve caía lenta al otro lado de la ventana, como si también quisiera asomarse a vernos. El apartamento olía a jengibre, a canela y a hogar. Nuestro árbol de navidad brillaba con una luz suave, casi tímida, mientras las guirnaldas reflejaban los destellos cálidos de las lámparas de la cocina.

    Ryu estaba a mi lado, mi hermosa lobita de colmillitos, concentrada como si hornear fuera un arte ancestral extraño para ella. Cada vez que levantaba la vista para mirarme, me regalaba esa sonrisa ligera que me desarma por completo. Yo, con mi plato de galletas a medio decorar, simplemente me sentía completa. Como si ese instante fuese el centro de todas mis vidas.

    Chantle, con su aire travieso, había tomado el control absoluto de las decoraciones. Sus manos se movían rápido sobre los pequeños muñecos de jengibre, vistiéndolos con fondant de colores. Algunos llevaban bufanditas, otros chaquetas diminutas.

    Ryu tomó una galleta y le dio un mordisco pequeño, como si probara algo sagrado. Luego apoyó su codo en la encimera y me dedicó esa mirada lenta, enamorada, que solo ella sabe dar.

    Nos reunimos alrededor de la isla de la cocina, los tres, con tazas de leche caliente, mordiendo galletitas que parecían demasiado bonitas para comer. Afuera la nieve seguía cayendo, pero dentro… dentro era cálido, seguro, perfecto.

    En un momento, sin pensarlo, me acerqué por detrás de Ryu, abracé su cintura, y apoyé mi mejilla en su hombro.

    —Amo esto —susurré—. Amo pasar tiempo con vosotros. Amo nuestra familia. 🩷

    Ryu cubrió mi mano con la suya, suave, cálida, llena de vida.

    Chantle, siempre atento, nos miró con una sonrisa llena de orgullo y cariño. Tomó una galleta con forma de corazón y la dejó en medio de la mesa, como un pequeño símbolo silencioso.

    Así, rodeados de luces, azúcar y risas, la tarde se convirtió en uno de esos recuerdos que se guardan para siempre. Donde las galletas saben a magia, la nieve a calma, y el amor… a hogar.
    [Ryu] [frost_platinum_hare_393] Una tarde de galletitas, nieve y amor La nieve caía lenta al otro lado de la ventana, como si también quisiera asomarse a vernos. El apartamento olía a jengibre, a canela y a hogar. Nuestro árbol de navidad brillaba con una luz suave, casi tímida, mientras las guirnaldas reflejaban los destellos cálidos de las lámparas de la cocina. Ryu estaba a mi lado, mi hermosa lobita de colmillitos, concentrada como si hornear fuera un arte ancestral extraño para ella. Cada vez que levantaba la vista para mirarme, me regalaba esa sonrisa ligera que me desarma por completo. Yo, con mi plato de galletas a medio decorar, simplemente me sentía completa. Como si ese instante fuese el centro de todas mis vidas. Chantle, con su aire travieso, había tomado el control absoluto de las decoraciones. Sus manos se movían rápido sobre los pequeños muñecos de jengibre, vistiéndolos con fondant de colores. Algunos llevaban bufanditas, otros chaquetas diminutas. Ryu tomó una galleta y le dio un mordisco pequeño, como si probara algo sagrado. Luego apoyó su codo en la encimera y me dedicó esa mirada lenta, enamorada, que solo ella sabe dar. Nos reunimos alrededor de la isla de la cocina, los tres, con tazas de leche caliente, mordiendo galletitas que parecían demasiado bonitas para comer. Afuera la nieve seguía cayendo, pero dentro… dentro era cálido, seguro, perfecto. En un momento, sin pensarlo, me acerqué por detrás de Ryu, abracé su cintura, y apoyé mi mejilla en su hombro. —Amo esto —susurré—. Amo pasar tiempo con vosotros. Amo nuestra familia. 🩷 Ryu cubrió mi mano con la suya, suave, cálida, llena de vida. Chantle, siempre atento, nos miró con una sonrisa llena de orgullo y cariño. Tomó una galleta con forma de corazón y la dejó en medio de la mesa, como un pequeño símbolo silencioso. Así, rodeados de luces, azúcar y risas, la tarde se convirtió en uno de esos recuerdos que se guardan para siempre. Donde las galletas saben a magia, la nieve a calma, y el amor… a hogar.
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  • Biblioteca Municipal de Saint-Lys
    Fandom Original
    Categoría Original
    La tarde había caído con esa luz pálida que no sabe si es invierno o simplemente descuido del sol.
    La Biblioteca Municipal de Saint-Lys se levantaba como siempre: silenciosa, ordenada, y un poco ajena a la época. Los ventanales altos permitían que el último brillo opaco del día entrara en diagonal, como si quisiera tocar el polvo suspendido y comprobar que aún existía.

    Mireille había llegado antes de que encendieran las lámparas.
    A ella eso le bastaba.

    No caminaba entre los estantes: flotaba con la calma de quien conoce cada rincón antes incluso de visitarlo, como si la memoria de los demás fuera suficiente para orientarla. Llevaba un abrigo claro, ligeramente anticuado, y el cabello recogido en un moño flojo que dejaba escapar hebras rebeldes.

    Había escogido una mesa al fondo, bajo el retrato amarillento de un antiguo alcalde que nadie recordaba.
    Abría un libro viejo—demasiado viejo para estar en circulación—y lo hojeaba como quien escucha una historia que ya conoce de memoria.

    A ratos, levantaba la vista.
    No como quien espera a alguien… sino como quien siente que algo se aproxima.

    Un par de estudiantes caminó cerca. Uno de ellos la miró dos veces, con ese gesto automático de quien cree reconocer un rostro de algún sitio. Ella sonrió apenas, un gesto tan delicado que parecía prestado.

    —Otra vez no —murmuró para sí, casi riéndose, pasando un dedo por la página—. Aún no he estado aquí. No realmente.

    En la mesa había dejado un cuaderno de tapas desgastadas, donde anotaba cosas sueltas:
    “La casa respira distinto por las mañanas. La bisabuela dice que es normal.”
    “Hoy escuché pasos en el corredor que da al invernadero. No eran míos.”
    “A veces me pregunto si vine aquí por primera vez… o regresé.”

    Nada tenía fechas. Nunca.

    Cuando la puerta principal volvió a abrirse y el aire frío entró con un leve suspiro, Mireille levantó la vista otra vez.
    Esta vez sí se detuvo.

    El hombre que cruzaba el umbral no era un rostro común.
    Había algo en él, algo en la forma en que pisaba despacio, como quien reconoce los espacios por vibración más que por vista. Algo en su mirada que parecía leer las sombras con la misma naturalidad con la que otros leen señalizaciones.

    Ella lo observó unos segundos más de lo socialmente aceptable.
    No con descaro… sino con reconocimiento.

    Lo había visto antes.
    O tal vez no.
    Con Mireille, esa línea nunca era un mapa fiable.

    Cerró el libro con suavidad, apoyando ambas manos sobre la portada.

    —Interesante —susurró, como si él pudiera oírla desde la distancia—. Llegaste más rápido de lo que pensé.

    Se acomodó el abrigo y dejó que un mechón suelto cayera sobre su mejilla. No se levantó. No hizo un gesto dramático.
    Simplemente esperó, tranquila, como si el tiempo—ese viejo y cansado conocido suyo—hubiera decidido detenerse un momento para observar también.

    La biblioteca no cambió.
    Pero algo en sus pasillos sintió que acababa de comenzar una historia que no debía archivarse.

    La tarde había caído con esa luz pálida que no sabe si es invierno o simplemente descuido del sol. La Biblioteca Municipal de Saint-Lys se levantaba como siempre: silenciosa, ordenada, y un poco ajena a la época. Los ventanales altos permitían que el último brillo opaco del día entrara en diagonal, como si quisiera tocar el polvo suspendido y comprobar que aún existía. Mireille había llegado antes de que encendieran las lámparas. A ella eso le bastaba. No caminaba entre los estantes: flotaba con la calma de quien conoce cada rincón antes incluso de visitarlo, como si la memoria de los demás fuera suficiente para orientarla. Llevaba un abrigo claro, ligeramente anticuado, y el cabello recogido en un moño flojo que dejaba escapar hebras rebeldes. Había escogido una mesa al fondo, bajo el retrato amarillento de un antiguo alcalde que nadie recordaba. Abría un libro viejo—demasiado viejo para estar en circulación—y lo hojeaba como quien escucha una historia que ya conoce de memoria. A ratos, levantaba la vista. No como quien espera a alguien… sino como quien siente que algo se aproxima. Un par de estudiantes caminó cerca. Uno de ellos la miró dos veces, con ese gesto automático de quien cree reconocer un rostro de algún sitio. Ella sonrió apenas, un gesto tan delicado que parecía prestado. —Otra vez no —murmuró para sí, casi riéndose, pasando un dedo por la página—. Aún no he estado aquí. No realmente. En la mesa había dejado un cuaderno de tapas desgastadas, donde anotaba cosas sueltas: “La casa respira distinto por las mañanas. La bisabuela dice que es normal.” “Hoy escuché pasos en el corredor que da al invernadero. No eran míos.” “A veces me pregunto si vine aquí por primera vez… o regresé.” Nada tenía fechas. Nunca. Cuando la puerta principal volvió a abrirse y el aire frío entró con un leve suspiro, Mireille levantó la vista otra vez. Esta vez sí se detuvo. El hombre que cruzaba el umbral no era un rostro común. Había algo en él, algo en la forma en que pisaba despacio, como quien reconoce los espacios por vibración más que por vista. Algo en su mirada que parecía leer las sombras con la misma naturalidad con la que otros leen señalizaciones. Ella lo observó unos segundos más de lo socialmente aceptable. No con descaro… sino con reconocimiento. Lo había visto antes. O tal vez no. Con Mireille, esa línea nunca era un mapa fiable. Cerró el libro con suavidad, apoyando ambas manos sobre la portada. —Interesante —susurró, como si él pudiera oírla desde la distancia—. Llegaste más rápido de lo que pensé. Se acomodó el abrigo y dejó que un mechón suelto cayera sobre su mejilla. No se levantó. No hizo un gesto dramático. Simplemente esperó, tranquila, como si el tiempo—ese viejo y cansado conocido suyo—hubiera decidido detenerse un momento para observar también. La biblioteca no cambió. Pero algo en sus pasillos sintió que acababa de comenzar una historia que no debía archivarse.
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  • —¿¡quien anda ahi?! se que me estas siguiendo.. deja de ocultarte-
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  • EL ECO DE LA DEUDA ANTIGUA

    *Hice sonar mi laud haciendo vibrar las cuerdas *

    —El junco tiembla sin viento en la orilla del lago,
    ¿Qué mano invisible tejió esta densa niebla?
    Hay un sendero que se pierde, incierto, en la montaña,
    Cada paso es un eco de un juramento olvidado.
    No hay mapa para el alma, solo el camino andado.
    La linterna tiembla en la ventana, un secreto a media luz;
    ¿Es el fantasma del ayer quien acecha o soy yo mismo?
    El destino se presenta con un rostro de doble máscara,
    Ni el sabio conoce la suma de las cosechas del pasado.
    Solo el corazón presiente la inminente balanza.
    El río fluye sin cesar, llevando agua que ya pasó,
    Y cada gota regresa, transformada en rocío o tempestad.
    Lo que se dio en silencio, hoy se pide con estruendo.
    Si siembras pena, el fruto amargo ha de ser cosechado,
    Pues el Cielo, aunque mudo, lleva eterna cuenta.—
    🌙 EL ECO DE LA DEUDA ANTIGUA 🌙 *Hice sonar mi laud haciendo vibrar las cuerdas * —El junco tiembla sin viento en la orilla del lago, ¿Qué mano invisible tejió esta densa niebla? Hay un sendero que se pierde, incierto, en la montaña, Cada paso es un eco de un juramento olvidado. No hay mapa para el alma, solo el camino andado. La linterna tiembla en la ventana, un secreto a media luz; ¿Es el fantasma del ayer quien acecha o soy yo mismo? El destino se presenta con un rostro de doble máscara, Ni el sabio conoce la suma de las cosechas del pasado. Solo el corazón presiente la inminente balanza. El río fluye sin cesar, llevando agua que ya pasó, Y cada gota regresa, transformada en rocío o tempestad. Lo que se dio en silencio, hoy se pide con estruendo. Si siembras pena, el fruto amargo ha de ser cosechado, Pues el Cielo, aunque mudo, lleva eterna cuenta.—
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  • me dediqué un poco a pasar el rato para descansar de mis rondas habituales... me causó tanta curiosidad por que la arena de la horda...no estaba en su apogeo furtivo de bramidos de guerra y alardeos de batallas.... así que entré al restaurante del goblin barbudo para relajarme mas... y me sorprende que aún esta laborando...

    Es que acaso no se da cuenta?... depues de todo... la comida es buena y las bebidas deliciosas... pero la escaces de clientes es inusualmente ridicula... estaría bien un poco de compañia... venga, yo te invito a lo que gustes.
    me dediqué un poco a pasar el rato para descansar de mis rondas habituales... me causó tanta curiosidad por que la arena de la horda...no estaba en su apogeo furtivo de bramidos de guerra y alardeos de batallas.... así que entré al restaurante del goblin barbudo para relajarme mas... y me sorprende que aún esta laborando... Es que acaso no se da cuenta?... depues de todo... la comida es buena y las bebidas deliciosas... pero la escaces de clientes es inusualmente ridicula... estaría bien un poco de compañia... venga, yo te invito a lo que gustes.
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  • Fue una noche triste como miles de otras, cuando este hombre vino a verme para hablar..
    Fue una noche triste como miles de otras, cuando este hombre vino a verme para hablar..
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  • El Edén
    Fandom Hazbin Hotel
    Categoría Otros
    // Rp con: Lilith Magne //


    Descendió desde los cielos, con los tres pares de alas extendidas, y tras tocar el suelo comenzó a mirar a su alrededor.
    Rumores habían llegado a sus oídos en el basto reino celestial. Aburrido, paseando por los pasillos, no paraba de oír a sus hermanos hablar una y otra vez de la maravillosa creación que su padre había hecho. Los serafines también parecían de lo más satisfechos.
    No era de extrañar que él no supiera nada al respecto, dejado de lado, como de costumbre, no era la primera vez que se lo excluía de los planes de la creación... Pero, sin embargo, los rumores de la última habían captado su interés y curiosidad.

    Gracias a la magia del cielo, había podido apreciar un poco de lo que era un gran jardín. Eso lo había decepcionado un poco... No encontrando nada singular o especial a lo que había en su tierra celestial... Incluso, apostaba, la vegetación del cielo era mucho más hermosa que la que apreciaba en ese jardín que, luego se enteró, se llamaba "El Edén".
    Se había negado a creer que ese simple jardín era lo que traía tan enloquecido de emoción y felicidad a sus compañeros y hermanos, por lo que tomó la decisión de escabullirse de los cielos y bajar a ver de qué se trataba todo aquello.

    Ahora recorría el lugar andando entre los árboles. Pudo notar algunas pequeñas criaturas cuadrúpedas correr de espanto cuando lo escuchaban acercarse.
    Criaturas de vida finita, por lo que había llegado a averiguar. Cuya existencia efímera no era nada en comparación a la eternidad que vivían los ángeles como él... Entonces ¿Cómo algo tan efímero, tan finito, casi insignificante podía realmente marcar un antes y un después en la tierra creada por su padre? En los planes que los ángeles con tanto esmero y cautela habían planeado. Planes en los que él jamás había podido participar a pesar de las ideas que había propuesto.
    Pero por más que se adentraba en ese extenso jardín, nada encontró que lo hiciera comprender el por qué de la exaltación del cielo... Estaba resignado, creyendo que sólo se trataría del jardín en sí...

    Hasta que de pronto, sus pasos se detuvieron. Una voz llegó hasta sus oídos, suave, hermosa... Una melodía única sin duda y de la voz más exquisita que jamás pudiera haber escuchado, ni siquiera en la eternidad del cielo.
    Se dejó llevar por el ruido, caminando en su dirección entre las plantas, corriendo sus ramas y bordeando árboles; hasta que de pronto lo encontró.
    Una criatura de lo más hermosa, perfecta... Estaba seguro. ¡Esa criatura debía de ser lo que tenía tan revuelto al cielo!

    — Woah.... —

    Exclamó en un susurró apenas audible. Sus ojos brillando, con rostro perplejo ante la mujer delante de sus ojos, metros más allá de donde él se hallaba oculto tras un árbol.
    Intentó no hacer ruido, preguntándose si se espantaría como los animales si lo viera llegar.
    Recargó sus manos en el árbol, sus mejillas teñidas de un suave carmín... Solo por inercia dio un paso al frente, pisando una rama que al crujir delataría su presencia.
    En pánico de ser descubierto, sólo pudo atinar a agacharse tras el árbol, casi abrazándose con sus seis pares de alas mientras cubría sus labios con sus manos... ¿Lo habría visto?....

    Le fue inevitable no asomarse un poco para ver de reojo si es que acaso tal hermosa creación se había percatado de su presencia.
    // Rp con: [He11greatestmom] // Descendió desde los cielos, con los tres pares de alas extendidas, y tras tocar el suelo comenzó a mirar a su alrededor. Rumores habían llegado a sus oídos en el basto reino celestial. Aburrido, paseando por los pasillos, no paraba de oír a sus hermanos hablar una y otra vez de la maravillosa creación que su padre había hecho. Los serafines también parecían de lo más satisfechos. No era de extrañar que él no supiera nada al respecto, dejado de lado, como de costumbre, no era la primera vez que se lo excluía de los planes de la creación... Pero, sin embargo, los rumores de la última habían captado su interés y curiosidad. Gracias a la magia del cielo, había podido apreciar un poco de lo que era un gran jardín. Eso lo había decepcionado un poco... No encontrando nada singular o especial a lo que había en su tierra celestial... Incluso, apostaba, la vegetación del cielo era mucho más hermosa que la que apreciaba en ese jardín que, luego se enteró, se llamaba "El Edén". Se había negado a creer que ese simple jardín era lo que traía tan enloquecido de emoción y felicidad a sus compañeros y hermanos, por lo que tomó la decisión de escabullirse de los cielos y bajar a ver de qué se trataba todo aquello. Ahora recorría el lugar andando entre los árboles. Pudo notar algunas pequeñas criaturas cuadrúpedas correr de espanto cuando lo escuchaban acercarse. Criaturas de vida finita, por lo que había llegado a averiguar. Cuya existencia efímera no era nada en comparación a la eternidad que vivían los ángeles como él... Entonces ¿Cómo algo tan efímero, tan finito, casi insignificante podía realmente marcar un antes y un después en la tierra creada por su padre? En los planes que los ángeles con tanto esmero y cautela habían planeado. Planes en los que él jamás había podido participar a pesar de las ideas que había propuesto. Pero por más que se adentraba en ese extenso jardín, nada encontró que lo hiciera comprender el por qué de la exaltación del cielo... Estaba resignado, creyendo que sólo se trataría del jardín en sí... Hasta que de pronto, sus pasos se detuvieron. Una voz llegó hasta sus oídos, suave, hermosa... Una melodía única sin duda y de la voz más exquisita que jamás pudiera haber escuchado, ni siquiera en la eternidad del cielo. Se dejó llevar por el ruido, caminando en su dirección entre las plantas, corriendo sus ramas y bordeando árboles; hasta que de pronto lo encontró. Una criatura de lo más hermosa, perfecta... Estaba seguro. ¡Esa criatura debía de ser lo que tenía tan revuelto al cielo! — Woah.... — Exclamó en un susurró apenas audible. Sus ojos brillando, con rostro perplejo ante la mujer delante de sus ojos, metros más allá de donde él se hallaba oculto tras un árbol. Intentó no hacer ruido, preguntándose si se espantaría como los animales si lo viera llegar. Recargó sus manos en el árbol, sus mejillas teñidas de un suave carmín... Solo por inercia dio un paso al frente, pisando una rama que al crujir delataría su presencia. En pánico de ser descubierto, sólo pudo atinar a agacharse tras el árbol, casi abrazándose con sus seis pares de alas mientras cubría sus labios con sus manos... ¿Lo habría visto?.... Le fue inevitable no asomarse un poco para ver de reojo si es que acaso tal hermosa creación se había percatado de su presencia.
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  • "— ͓̽N͓͓̽̽o͓̽ ͓̽t͓͓̽̽e͓̽ a͓͓̽̽t͓͓̽̽r͓͓̽̽e͓͓̽̽v͓̽a͓͓̽̽s͓̽ a͓̽ ͓̽j͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓̽ ͓̽d͓͓̽̽i͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽, ͓̽y͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓̽ ͓̽d͓͓̽̽i͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽m͓͓̽̽o͓̽ ͓̽y͓͓̽̽o͓̽!... ͓̽P͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽e͓͓̽̽l͓͓̽̽i͓͓̽̽m͓͓̽̽i͓͓̽̽n͓̽a͓͓̽̽r͓͓̽̽t͓͓̽̽e͓̽ ͓̽d͓͓̽̽e͓̽ ͓̽m͓̽a͓͓̽̽n͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽a͓͓̽̽s͓̽ ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓̽ ͓̽t͓͓̽̽u͓̽ ͓̽p͓̽a͓͓̽̽t͓̽é͓̽t͓͓̽̽i͓͓̽̽c͓̽a͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽t͓͓̽̽e͓͓̽̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽t͓̽a͓̽ ͓̽d͓͓̽̽e͓̽ ͓̽s͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽ ͓̽i͓͓̽̽n͓͓̽̽f͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽i͓͓̽̽o͓͓̽̽r͓̽ ͓̽n͓͓̽̽o͓̽ ͓̽s͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽ía͓̽ ͓̽c͓̽a͓͓̽̽p͓̽a͓͓̽̽z͓̽ ͓̽d͓͓̽̽e͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽m͓͓̽̽p͓͓̽̽r͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽d͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽..."

    ×Alguien se ah comido su chocolate, es el dios de la creación y perfectamente podria hacer 20 chocolates mas, pero aun asi esta enojado.×
    "— ͓̽N͓͓̽̽o͓̽ ͓̽t͓͓̽̽e͓̽ a͓͓̽̽t͓͓̽̽r͓͓̽̽e͓͓̽̽v͓̽a͓͓̽̽s͓̽ a͓̽ ͓̽j͓͓̽̽o͓͓̽̽d͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓̽ ͓̽d͓͓̽̽i͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽, ͓̽y͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽n͓̽ ͓̽u͓͓̽̽n͓̽ ͓̽d͓͓̽̽i͓͓̽̽o͓͓̽̽s͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽m͓͓̽̽o͓̽ ͓̽y͓͓̽̽o͓̽!... ͓̽P͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓͓̽̽d͓͓̽̽o͓̽ ͓̽e͓͓̽̽l͓͓̽̽i͓͓̽̽m͓͓̽̽i͓͓̽̽n͓̽a͓͓̽̽r͓͓̽̽t͓͓̽̽e͓̽ ͓̽d͓͓̽̽e͓̽ ͓̽m͓̽a͓͓̽̽n͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽a͓͓̽̽s͓̽ ͓̽q͓͓̽̽u͓͓̽̽e͓̽ ͓̽t͓͓̽̽u͓̽ ͓̽p͓̽a͓͓̽̽t͓̽é͓̽t͓͓̽̽i͓͓̽̽c͓̽a͓̽ ͓̽m͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽t͓͓̽̽e͓͓̽̽s͓͓̽̽i͓͓̽̽t͓̽a͓̽ ͓̽d͓͓̽̽e͓̽ ͓̽s͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽ ͓̽i͓͓̽̽n͓͓̽̽f͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓͓̽̽i͓͓̽̽o͓͓̽̽r͓̽ ͓̽n͓͓̽̽o͓̽ ͓̽s͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽ía͓̽ ͓̽c͓̽a͓͓̽̽p͓̽a͓͓̽̽z͓̽ ͓̽d͓͓̽̽e͓̽ ͓̽c͓͓̽̽o͓͓̽̽m͓͓̽̽p͓͓̽̽r͓͓̽̽e͓͓̽̽n͓͓̽̽d͓͓̽̽e͓͓̽̽r͓̽..." ×Alguien se ah comido su chocolate, es el dios de la creación y perfectamente podria hacer 20 chocolates mas, pero aun asi esta enojado.×
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