• 𝙀𝙡 𝙢𝙪𝙘𝙝𝙖𝙘𝙝𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙤𝙟𝙤𝙨 𝙩𝙧𝙞𝙨𝙩𝙚𝙨
    Fandom OC
    Categoría Drama
    R./W 𝐂𝐇𝐔𝐂𝐊 𝐒𝐇𝐔𝐑𝐋𝐄𝐘
    "¿𝙋𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙨𝙚 𝙛𝙪𝙚 𝙮 𝙥𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙢𝙪𝙧𝙞ó.
    ¿𝙋𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙚𝙡 𝙎𝙚ñ𝙤𝙧 𝙢𝙚 𝙡𝙤 𝙦𝙪𝙞𝙩ó?
    𝙎𝙚 𝙝𝙖 𝙞𝙙𝙤 𝙖𝙡 𝙘𝙞𝙚𝙡𝙤 𝙮 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙥𝙤𝙙𝙚𝙧 𝙞𝙧 𝙮𝙤
    𝘿𝙚𝙗𝙤 𝙩𝙖𝙢𝙗𝙞é𝙣 𝙨𝙚𝙧 𝙗𝙪𝙚𝙣𝙤."
    — 𝙇𝙤𝙨 𝘼𝙥𝙨𝙤𝙣 (1964)

    —Trece vueltas de marea habían pasado desde que los medios neoyorkinos anunciaron la muerte de Joseph Conor Reagan, el honorable policía, hijo del comisionado en turno.

    Ese suceso fue devastador para la familia. Todos lo adoraban, era el tipo de persona modelo, un hombre que buscaba siempre hacer el bien sin mirar a quien; razón por la cual los Reagan no comprendían el porque había muerto. Trataron de hacerlo, refugiándose en su fe católica inculcada desde la infancia, con frases paliativas como: "Era su momento." o "Dios lo necesitaba en su reino." Esa última era la que más ponía a pensar a Jamie, en especial ahora que era consciente de la divinidad de Chuck.

    Para la familia Jamie era quien había llevado mejor el duelo (aparentemente). No obstante, aunque por fuera parecía el mismo joven afable y sonriente, por dentro traía consigo mismo una lucha interna, misma que estaba centrada en un duelo que no hallaba la manera de superar, que lo carcomía, igual que las termitas a la madera. La herida estaba ahí, abierta como el primer día y no era para menos.

    Habían sido cuatro hermanos. Danny era muy apegado a Erin, después de todo eran los mayores. Por otro lado, Joe tenía un vínculo único con Jamie, uno que solo la muerte logró romper. Cuando él partió Jamie no solo había perdido un hermano, también se había ido un amigo, un confidente, una persona que lo comprendía como nadie, que lo apoyaba, que estaba siempre para él, justo como un buen hermano mayor lo haría. Con eso en cuenta "¿Cómo es que Dios pudo llevárselo? ¿Acaso no sabía el dolor que eso me iba a causar? ¿Cuál es su plan en todo esto?" Por suerte para él, por primera vez en años, conocía a quien de manera directa le podía dar las respuestas.

    De tal modo que, después de pasar a dejar unas flores al panteón donde reposaban los restos de Joe, se fue directo a un bar que solía ser catalogado como "De policías" más que nada por la afluencia de estas personas en el recinto. Mientras caminaba se hacía a la idea respecto a que tan bueno era tratar el asunto con Chuck, no quería molestarlo pero llevaba tanto tiempo ansiando una respuesta que la posibilidad de esto desvío toda duda naciente.

    Al adentrarse al local saludó con cortesía al cantinero. El hombre ya de por sí lo ubicaba por ser otro de los hijos del comisionado, razón por la cual siempre le reservaba su mesa favorita en la parte trasera del establecimiento. "Hey ¿Qué hay de nuevo, Jamie? ¿Lo mismo de siempre?" Le preguntó en lo que secaba la barra con el trapo gris que traía colgado al hombro. El oficial al escucharlo le sonrió con una notoria sutileza a la par que asentía.—

    Sí, por favor, pero esta vez ponme una copa extra ¿Va? Espero compañía esta noche. —No dio más explicación sobre quién llegaría, en especial porque sabía que, tanto a Chuck, como a él, les gustaba la privacidad y porque al ser hijo de una figura pública de alto rango la gente sería capaz de vender "chisme caliente" con tal de obtener algún dinero.

    Tras dejar la indicación dada se fue a su mesa en el rincón y tomó asiento. Mientras esperaba, sacó del bolsillo de su chamarra negra una pequeña caja que contenía piezas de dominó. Aquel particular juego de mesa era el favorito de Joe y también de Jamie ya que, después de las largas horas patrullando, ambos se ponían al corriente de su día y de sus vidas, entre risas y el "click clak" que generaban las fichas al moverlas.

    Después de su muerte, el hermano menor no dejó de jugar, aunque ahora lo hacía solo. Muchos le dijeron que eso era imposible en una partida de dominó, más él lo volvió posible, a su manera, pero lo logró. Su método era sencillo pero efectivo: luego de revolver las fichas, separaba las suyas y las que serían de su hermano, posteriormente, tiraba una y luego él mismo podía mover al azar alguna otra pero ahora del montón que le habían tocado simbólicamente a Joe. Le resultaba entretenido, era su medio de canalizar el dolor; habia ocasiones en que incluso el mayor le ganaba sin estar presente, cosa que hacía reír a Jamie momentos antes de quebrarse en un llanto que agradecía solo viera el cantinero.

    Por eso elegía la mesa del rincón, no quería compasión, no quería que nadie le viera llorar, lo único que deseaba con toda su alma era poder volver a ver a su hermano, poder abrazarlo y decirle todo lo que había pasado desde que se fue del plano terrenal.

    Y aunque si bien lo volvía a ver en sueños, no era lo mismo, él lo sabía, más que nada porque eran eso, sueños, algo pasajero que terminaba una vez que el reloj empezaba a sonar, una vez que abría los ojos y los volvía a cerrar, pero ahora llenos de lágrimas, rabia y frustración junto con el deseo de poder volver a ese sueño. Más ahora, con Chuck, creía tener un rayo de esperanza en hacer que ese momento de reencuentro se sintiera real y eterno.

    Pasó un par de horas bebiendo y jugando antes de tomar valor suficiente para lanzar la suplica por línea directa al mismo Dios. Muchos lo buscaban en el silencio, en la oración, en las paredes de un templo sacro, pero Jamie lo tenía al alcance de una llamada telefónica. Sabía que en realidad eso era una mera formalidad, con solo cerrar los ojos e invocarlo él sabría que lo estaba buscando; sin embargo, temiendo que lo juzgaran por hablar solo, sacó su teléfono y marcó el número que Chuck le proporcionó.

    Esperó los tres tonos correspondientes y justo cuando oyó que descolgaban la bocina habló. —
    Hola... ¿Chuck? Soy... Soy Reagan, sí, Jamie yo... Tú, bueno, no es relevante... ¡No, en realidad sí lo es! —Traía ya varias copas encima, se notaba, tanto en la incoherencia como en el aliento a alcohol que era capaz de atravesar el otro lado de la línea.— Bueno, olvida eso, olvida todo... Solo quería... Quería verlo, verte a ti ¿Tienes tiempo de venir un momento conmigo? Te diría donde estoy pero tú lo sabes todo... Dios te bendiga, o bueno, te autobendigas, aún no entiendo bien eso.

    —En cuanto terminó la llamada colgó el teléfono. Se quedó contemplando las fichas sobre la mesa, meditando en sus palabras, en lo que había dicho, en si era el momento, en si era lo correcto, más como dice la sagrada escritura: "Lo hecho, hecho está."

    Se frotó una mano por el rostro antes de alzar la mano para llamar al cantinero. A sabiendas de que Chuck llegaría en cualquier momento, pidió un café que le ayudara a regular su estado así como un flan pues su hermana le decía que el dulce era también buena opción en esos casos. Así, al tener lo solicitado solo le quedó esperar, tal vez esa noche sería la primera, en muchas, que podría volver a tener a alguien con quien jugar.—
    R./W [G.0.D] "¿𝙋𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙨𝙚 𝙛𝙪𝙚 𝙮 𝙥𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙢𝙪𝙧𝙞ó. ¿𝙋𝙤𝙧 𝙦𝙪é 𝙚𝙡 𝙎𝙚ñ𝙤𝙧 𝙢𝙚 𝙡𝙤 𝙦𝙪𝙞𝙩ó? 𝙎𝙚 𝙝𝙖 𝙞𝙙𝙤 𝙖𝙡 𝙘𝙞𝙚𝙡𝙤 𝙮 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙥𝙤𝙙𝙚𝙧 𝙞𝙧 𝙮𝙤 𝘿𝙚𝙗𝙤 𝙩𝙖𝙢𝙗𝙞é𝙣 𝙨𝙚𝙧 𝙗𝙪𝙚𝙣𝙤." — 𝙇𝙤𝙨 𝘼𝙥𝙨𝙤𝙣 (1964) —Trece vueltas de marea habían pasado desde que los medios neoyorkinos anunciaron la muerte de Joseph Conor Reagan, el honorable policía, hijo del comisionado en turno. Ese suceso fue devastador para la familia. Todos lo adoraban, era el tipo de persona modelo, un hombre que buscaba siempre hacer el bien sin mirar a quien; razón por la cual los Reagan no comprendían el porque había muerto. Trataron de hacerlo, refugiándose en su fe católica inculcada desde la infancia, con frases paliativas como: "Era su momento." o "Dios lo necesitaba en su reino." Esa última era la que más ponía a pensar a Jamie, en especial ahora que era consciente de la divinidad de Chuck. Para la familia Jamie era quien había llevado mejor el duelo (aparentemente). No obstante, aunque por fuera parecía el mismo joven afable y sonriente, por dentro traía consigo mismo una lucha interna, misma que estaba centrada en un duelo que no hallaba la manera de superar, que lo carcomía, igual que las termitas a la madera. La herida estaba ahí, abierta como el primer día y no era para menos. Habían sido cuatro hermanos. Danny era muy apegado a Erin, después de todo eran los mayores. Por otro lado, Joe tenía un vínculo único con Jamie, uno que solo la muerte logró romper. Cuando él partió Jamie no solo había perdido un hermano, también se había ido un amigo, un confidente, una persona que lo comprendía como nadie, que lo apoyaba, que estaba siempre para él, justo como un buen hermano mayor lo haría. Con eso en cuenta "¿Cómo es que Dios pudo llevárselo? ¿Acaso no sabía el dolor que eso me iba a causar? ¿Cuál es su plan en todo esto?" Por suerte para él, por primera vez en años, conocía a quien de manera directa le podía dar las respuestas. De tal modo que, después de pasar a dejar unas flores al panteón donde reposaban los restos de Joe, se fue directo a un bar que solía ser catalogado como "De policías" más que nada por la afluencia de estas personas en el recinto. Mientras caminaba se hacía a la idea respecto a que tan bueno era tratar el asunto con Chuck, no quería molestarlo pero llevaba tanto tiempo ansiando una respuesta que la posibilidad de esto desvío toda duda naciente. Al adentrarse al local saludó con cortesía al cantinero. El hombre ya de por sí lo ubicaba por ser otro de los hijos del comisionado, razón por la cual siempre le reservaba su mesa favorita en la parte trasera del establecimiento. "Hey ¿Qué hay de nuevo, Jamie? ¿Lo mismo de siempre?" Le preguntó en lo que secaba la barra con el trapo gris que traía colgado al hombro. El oficial al escucharlo le sonrió con una notoria sutileza a la par que asentía.— Sí, por favor, pero esta vez ponme una copa extra ¿Va? Espero compañía esta noche. —No dio más explicación sobre quién llegaría, en especial porque sabía que, tanto a Chuck, como a él, les gustaba la privacidad y porque al ser hijo de una figura pública de alto rango la gente sería capaz de vender "chisme caliente" con tal de obtener algún dinero. Tras dejar la indicación dada se fue a su mesa en el rincón y tomó asiento. Mientras esperaba, sacó del bolsillo de su chamarra negra una pequeña caja que contenía piezas de dominó. Aquel particular juego de mesa era el favorito de Joe y también de Jamie ya que, después de las largas horas patrullando, ambos se ponían al corriente de su día y de sus vidas, entre risas y el "click clak" que generaban las fichas al moverlas. Después de su muerte, el hermano menor no dejó de jugar, aunque ahora lo hacía solo. Muchos le dijeron que eso era imposible en una partida de dominó, más él lo volvió posible, a su manera, pero lo logró. Su método era sencillo pero efectivo: luego de revolver las fichas, separaba las suyas y las que serían de su hermano, posteriormente, tiraba una y luego él mismo podía mover al azar alguna otra pero ahora del montón que le habían tocado simbólicamente a Joe. Le resultaba entretenido, era su medio de canalizar el dolor; habia ocasiones en que incluso el mayor le ganaba sin estar presente, cosa que hacía reír a Jamie momentos antes de quebrarse en un llanto que agradecía solo viera el cantinero. Por eso elegía la mesa del rincón, no quería compasión, no quería que nadie le viera llorar, lo único que deseaba con toda su alma era poder volver a ver a su hermano, poder abrazarlo y decirle todo lo que había pasado desde que se fue del plano terrenal. Y aunque si bien lo volvía a ver en sueños, no era lo mismo, él lo sabía, más que nada porque eran eso, sueños, algo pasajero que terminaba una vez que el reloj empezaba a sonar, una vez que abría los ojos y los volvía a cerrar, pero ahora llenos de lágrimas, rabia y frustración junto con el deseo de poder volver a ese sueño. Más ahora, con Chuck, creía tener un rayo de esperanza en hacer que ese momento de reencuentro se sintiera real y eterno. Pasó un par de horas bebiendo y jugando antes de tomar valor suficiente para lanzar la suplica por línea directa al mismo Dios. Muchos lo buscaban en el silencio, en la oración, en las paredes de un templo sacro, pero Jamie lo tenía al alcance de una llamada telefónica. Sabía que en realidad eso era una mera formalidad, con solo cerrar los ojos e invocarlo él sabría que lo estaba buscando; sin embargo, temiendo que lo juzgaran por hablar solo, sacó su teléfono y marcó el número que Chuck le proporcionó. Esperó los tres tonos correspondientes y justo cuando oyó que descolgaban la bocina habló. — Hola... ¿Chuck? Soy... Soy Reagan, sí, Jamie yo... Tú, bueno, no es relevante... ¡No, en realidad sí lo es! —Traía ya varias copas encima, se notaba, tanto en la incoherencia como en el aliento a alcohol que era capaz de atravesar el otro lado de la línea.— Bueno, olvida eso, olvida todo... Solo quería... Quería verlo, verte a ti ¿Tienes tiempo de venir un momento conmigo? Te diría donde estoy pero tú lo sabes todo... Dios te bendiga, o bueno, te autobendigas, aún no entiendo bien eso. —En cuanto terminó la llamada colgó el teléfono. Se quedó contemplando las fichas sobre la mesa, meditando en sus palabras, en lo que había dicho, en si era el momento, en si era lo correcto, más como dice la sagrada escritura: "Lo hecho, hecho está." Se frotó una mano por el rostro antes de alzar la mano para llamar al cantinero. A sabiendas de que Chuck llegaría en cualquier momento, pidió un café que le ayudara a regular su estado así como un flan pues su hermana le decía que el dulce era también buena opción en esos casos. Así, al tener lo solicitado solo le quedó esperar, tal vez esa noche sería la primera, en muchas, que podría volver a tener a alguien con quien jugar.—
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    Grupal
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    El regreso

    Regreso a casa con una ilusión que me calienta el pecho.
    Voy pensando en Ryu, en su sonrisa torcida, en su manera torpe de querer, en el café compartido… en esa paz que hacía tanto no sentía.

    Pero al doblar una esquina, el aire se vuelve frío.

    Una de las sombras del Jardín emerge de la pared como arrancada del propio asfalto. Sus ojos vacíos se fijan en mí, y entonces habla, en la lengua que solo lo oculto recuerda:

    Sombra:
    “Tus súplicas fueron escuchadas por la chica…
    mas no quiso volver.
    No hasta hoy.”

    Y desaparece.

    Mi sangre se congela al instante.
    No pienso, solo corro.
    Corro como si mis pulmones ardieran y mis latidos fueran látigos golpeándome por dentro.


    ---

    El reencuentro

    Entro al castillo Queen casi rompiendo las puertas.

    Allí está.
    Sentada junto a Jennifer.
    Akane.

    Jennifer se levanta apenas me ve. No dice nada. No hace falta.
    Se va en silencio, como quien sabe que ese momento no le pertenece.

    Yo me abalanzo sobre Akane antes de que mi mente pueda interponerse.
    Ella me recibe con una sonrisa calmada, elegante, perfecta… como si nunca se hubiera ido. Como si nunca me hubiera dejado con las manos vacías, pidiendo respuestas al viento.

    Nos besamos.
    Nos abrazamos.
    Nos volvemos a mirar, solas… juntas…
    Fue como si el mundo se detuviera para dejarnos respirar la misma nostalgia.

    Akane baja la mirada, suspira, y su voz acaricia y hiere a la vez.

    Akane:
    “Perdóname.
    No volví porque… estaba enfadada.
    La desaparición de Jennifer…
    No supe manejarlo.
    Y lo pagué con ustedes.
    Contigo.
    Pero volví… por ti.”

    Ese “por ti” desarma todas mis defensas.

    No supe castigarla.
    No supe exigirle nada.
    No supe pedir explicaciones.

    Había vuelto.
    Y nada más importaba.
    NADA MÁS.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El regreso Regreso a casa con una ilusión que me calienta el pecho. Voy pensando en Ryu, en su sonrisa torcida, en su manera torpe de querer, en el café compartido… en esa paz que hacía tanto no sentía. Pero al doblar una esquina, el aire se vuelve frío. Una de las sombras del Jardín emerge de la pared como arrancada del propio asfalto. Sus ojos vacíos se fijan en mí, y entonces habla, en la lengua que solo lo oculto recuerda: Sombra: “Tus súplicas fueron escuchadas por la chica… mas no quiso volver. No hasta hoy.” Y desaparece. Mi sangre se congela al instante. No pienso, solo corro. Corro como si mis pulmones ardieran y mis latidos fueran látigos golpeándome por dentro. --- El reencuentro Entro al castillo Queen casi rompiendo las puertas. Allí está. Sentada junto a Jennifer. Akane. Jennifer se levanta apenas me ve. No dice nada. No hace falta. Se va en silencio, como quien sabe que ese momento no le pertenece. Yo me abalanzo sobre Akane antes de que mi mente pueda interponerse. Ella me recibe con una sonrisa calmada, elegante, perfecta… como si nunca se hubiera ido. Como si nunca me hubiera dejado con las manos vacías, pidiendo respuestas al viento. Nos besamos. Nos abrazamos. Nos volvemos a mirar, solas… juntas… Fue como si el mundo se detuviera para dejarnos respirar la misma nostalgia. Akane baja la mirada, suspira, y su voz acaricia y hiere a la vez. Akane: “Perdóname. No volví porque… estaba enfadada. La desaparición de Jennifer… No supe manejarlo. Y lo pagué con ustedes. Contigo. Pero volví… por ti.” Ese “por ti” desarma todas mis defensas. No supe castigarla. No supe exigirle nada. No supe pedir explicaciones. Había vuelto. Y nada más importaba. NADA MÁS.
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    El regreso

    Regreso a casa con una ilusión que me calienta el pecho.
    Voy pensando en Ryu, en su sonrisa torcida, en su manera torpe de querer, en el café compartido… en esa paz que hacía tanto no sentía.

    Pero al doblar una esquina, el aire se vuelve frío.

    Una de las sombras del Jardín emerge de la pared como arrancada del propio asfalto. Sus ojos vacíos se fijan en mí, y entonces habla, en la lengua que solo lo oculto recuerda:

    Sombra:
    “Tus súplicas fueron escuchadas por la chica…
    mas no quiso volver.
    No hasta hoy.”

    Y desaparece.

    Mi sangre se congela al instante.
    No pienso, solo corro.
    Corro como si mis pulmones ardieran y mis latidos fueran látigos golpeándome por dentro.


    ---

    El reencuentro

    Entro al castillo Queen casi rompiendo las puertas.

    Allí está.
    Sentada junto a Jennifer.
    Akane.

    Jennifer se levanta apenas me ve. No dice nada. No hace falta.
    Se va en silencio, como quien sabe que ese momento no le pertenece.

    Yo me abalanzo sobre Akane antes de que mi mente pueda interponerse.
    Ella me recibe con una sonrisa calmada, elegante, perfecta… como si nunca se hubiera ido. Como si nunca me hubiera dejado con las manos vacías, pidiendo respuestas al viento.

    Nos besamos.
    Nos abrazamos.
    Nos volvemos a mirar, solas… juntas…
    Fue como si el mundo se detuviera para dejarnos respirar la misma nostalgia.

    Akane baja la mirada, suspira, y su voz acaricia y hiere a la vez.

    Akane:
    “Perdóname.
    No volví porque… estaba enfadada.
    La desaparición de Jennifer…
    No supe manejarlo.
    Y lo pagué con ustedes.
    Contigo.
    Pero volví… por ti.”

    Ese “por ti” desarma todas mis defensas.

    No supe castigarla.
    No supe exigirle nada.
    No supe pedir explicaciones.

    Había vuelto.
    Y nada más importaba.
    NADA MÁS.
    Me entristece
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    El regreso

    Regreso a casa con una ilusión que me calienta el pecho.
    Voy pensando en Ryu, en su sonrisa torcida, en su manera torpe de querer, en el café compartido… en esa paz que hacía tanto no sentía.

    Pero al doblar una esquina, el aire se vuelve frío.

    Una de las sombras del Jardín emerge de la pared como arrancada del propio asfalto. Sus ojos vacíos se fijan en mí, y entonces habla, en la lengua que solo lo oculto recuerda:

    Sombra:
    “Tus súplicas fueron escuchadas por la chica…
    mas no quiso volver.
    No hasta hoy.”

    Y desaparece.

    Mi sangre se congela al instante.
    No pienso, solo corro.
    Corro como si mis pulmones ardieran y mis latidos fueran látigos golpeándome por dentro.


    ---

    El reencuentro

    Entro al castillo Queen casi rompiendo las puertas.

    Allí está.
    Sentada junto a Jennifer.
    Akane.

    Jennifer se levanta apenas me ve. No dice nada. No hace falta.
    Se va en silencio, como quien sabe que ese momento no le pertenece.

    Yo me abalanzo sobre Akane antes de que mi mente pueda interponerse.
    Ella me recibe con una sonrisa calmada, elegante, perfecta… como si nunca se hubiera ido. Como si nunca me hubiera dejado con las manos vacías, pidiendo respuestas al viento.

    Nos besamos.
    Nos abrazamos.
    Nos volvemos a mirar, solas… juntas…
    Fue como si el mundo se detuviera para dejarnos respirar la misma nostalgia.

    Akane baja la mirada, suspira, y su voz acaricia y hiere a la vez.

    Akane:
    “Perdóname.
    No volví porque… estaba enfadada.
    La desaparición de Jennifer…
    No supe manejarlo.
    Y lo pagué con ustedes.
    Contigo.
    Pero volví… por ti.”

    Ese “por ti” desarma todas mis defensas.

    No supe castigarla.
    No supe exigirle nada.
    No supe pedir explicaciones.

    Había vuelto.
    Y nada más importaba.
    NADA MÁS.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El regreso Regreso a casa con una ilusión que me calienta el pecho. Voy pensando en Ryu, en su sonrisa torcida, en su manera torpe de querer, en el café compartido… en esa paz que hacía tanto no sentía. Pero al doblar una esquina, el aire se vuelve frío. Una de las sombras del Jardín emerge de la pared como arrancada del propio asfalto. Sus ojos vacíos se fijan en mí, y entonces habla, en la lengua que solo lo oculto recuerda: Sombra: “Tus súplicas fueron escuchadas por la chica… mas no quiso volver. No hasta hoy.” Y desaparece. Mi sangre se congela al instante. No pienso, solo corro. Corro como si mis pulmones ardieran y mis latidos fueran látigos golpeándome por dentro. --- El reencuentro Entro al castillo Queen casi rompiendo las puertas. Allí está. Sentada junto a Jennifer. Akane. Jennifer se levanta apenas me ve. No dice nada. No hace falta. Se va en silencio, como quien sabe que ese momento no le pertenece. Yo me abalanzo sobre Akane antes de que mi mente pueda interponerse. Ella me recibe con una sonrisa calmada, elegante, perfecta… como si nunca se hubiera ido. Como si nunca me hubiera dejado con las manos vacías, pidiendo respuestas al viento. Nos besamos. Nos abrazamos. Nos volvemos a mirar, solas… juntas… Fue como si el mundo se detuviera para dejarnos respirar la misma nostalgia. Akane baja la mirada, suspira, y su voz acaricia y hiere a la vez. Akane: “Perdóname. No volví porque… estaba enfadada. La desaparición de Jennifer… No supe manejarlo. Y lo pagué con ustedes. Contigo. Pero volví… por ti.” Ese “por ti” desarma todas mis defensas. No supe castigarla. No supe exigirle nada. No supe pedir explicaciones. Había vuelto. Y nada más importaba. NADA MÁS.
    Me encocora
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    #Ro he decidido hacer un reinicio para los hermanos Argent ya que sentía que no avanzaba.

    Cosas a considerar:

    ~ Son de Republica Checa
    ~No saben nada de sus padres
    ~Fueron criados para ser el arma perfecta
    ~ Puede que en un futuro alguien de su lazo sanguíneo aparezca
    ~ Actualmente los dos tienen amnesia de su infancia
    ~ Su reencuentro fue a los 20 años
    ~ Ambos solo finjen estar bien pero siguen con sed de venganza, por lo que les hicieron en Kinderheim 511 y Kinderheim 512.

    #Ro he decidido hacer un reinicio para los hermanos Argent ya que sentía que no avanzaba. Cosas a considerar: ~ Son de Republica Checa ~No saben nada de sus padres ~Fueron criados para ser el arma perfecta ~ Puede que en un futuro alguien de su lazo sanguíneo aparezca ~ Actualmente los dos tienen amnesia de su infancia ~ Su reencuentro fue a los 20 años ~ Ambos solo finjen estar bien pero siguen con sed de venganza, por lo que les hicieron en Kinderheim 511 y Kinderheim 512.
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  • Vestigia .

    Sin nombre ..

    Es sencillo, como lo es de inexplicable, mia una vez, mia para siempre, sin tiempo, sin rejas ni prisión que puedan detener la pasión de los dos, sin amor a otro, con mucho por consuelo pero nada como Tu Señor, tu dueño, tu amo y único amante verdadero, corazón de acero y fuego en la piel, esclava amante mía, por siempre mia, sin tiempo, en el ayer, en el hoy, sin reclamo solo el presente, reencuentro preciso de un nostálgico paraíso perdido, ho mi fiel, mi alma, infinito universo, estrella de un ocaso que no muere en la mente de un vagabundo Rey, perverso hasta los huesos, dulce miel que una vez fue y esa vez fue suficiente para nunca más ser indiferente, castillo en ruinas, jardín moribundo, rosas que dejaron de renacer y en su lugar multitud de espinos han crecido en la absoluta oscuridad, tesoro y compañía, helada soledad, fría y despiadada yo te doy por nombre mi eterna enamorada .
    Vestigia . Sin nombre .. Es sencillo, como lo es de inexplicable, mia una vez, mia para siempre, sin tiempo, sin rejas ni prisión que puedan detener la pasión de los dos, sin amor a otro, con mucho por consuelo pero nada como Tu Señor, tu dueño, tu amo y único amante verdadero, corazón de acero y fuego en la piel, esclava amante mía, por siempre mia, sin tiempo, en el ayer, en el hoy, sin reclamo solo el presente, reencuentro preciso de un nostálgico paraíso perdido, ho mi fiel, mi alma, infinito universo, estrella de un ocaso que no muere en la mente de un vagabundo Rey, perverso hasta los huesos, dulce miel que una vez fue y esa vez fue suficiente para nunca más ser indiferente, castillo en ruinas, jardín moribundo, rosas que dejaron de renacer y en su lugar multitud de espinos han crecido en la absoluta oscuridad, tesoro y compañía, helada soledad, fría y despiadada yo te doy por nombre mi eterna enamorada .
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  • Encuentros
    Fandom Mentes Criminales
    Categoría Drama
    "Los reencuentros son la prueba de que las almas que están destinadas a cruzarse, siempre encuentran el camino de regreso"

    -> starter con Jack Tessaro

    Con el paso de las semanas, el aniversario de los padres de Angie se acercó inexorablemente. Dentro de los Brooks se había creado una tradición que seguían todos los años; reunirse familiares y amigos en memoria de ellos. No era una reunión triste, más bien una velada en la que disfrutar de la compañía unos de otros.

    No sería el primer año que Jack era invitado a esa reunión, pero nunca apareció. Y lo cierto era que Angie no estaba por la labor de hacer sentir a su pareja que tenía la obligación de ir. Por lo que Angie solo dejó caer la invitación sin presiones un par de semanas antes, dándole tiempo a Jack de tomarse ese fin de semana junto a ella.

    Obviamente, Angie había presentado una solicitud para librar ese fin de semana por motivos personales. La cual fue aceptada.

    Según se iban acercando los días, el humor de la joven fue variando. Intentaba ser la chica de siempre, y estar de buen humor, pero los recuerdos venían prácticamente cada noche para tirar por el suelo todos sus intentos de estar de buen humor. Terminando por perder la partida en más de una ocasión, y mostrarse irascible, apática, callada o simplemente mostraba sonrisas que escondían la tristeza que sentía.

    Un par de noches antes de la reunión familiar, Angie se despertó a las tantas de la noche a causa de una pesadilla. Como había estado haciendo en las últimas ocasiones, se levantó para prepararse un cacao caliente y así intentar calmar su angustia.

    – No, Willow, quédate con papá durmiendo… –

    Intentó hacer el mínimo ruido posible para no despertar a Jack cuando cogió un vaso del lavaplatos en el que calentar la leche en la que echaría el cacao en polvo. Una vez que terminó, y con la taza entre sus manos, se sentó en el sofá tras tomar uno de los álbumes familiares.

    Escuchó unos pasos que la sobresaltaron. Se giró para ver a un Jack adormilado, y que se echaba el pelo hacía atrás. Le dedicó una suave media sonrisa de disculpa por si le había despertado.

    – Lo siento… – se disculpó, y levantó dejando su taza sobre la mesa auxiliar del comedor – ¿Quieres una taza de chocolate? – preguntó, y ante la respuesta de Jack, de ir él a prepararse la taza, ella le detuvo con la mano en alto en un simple gesto – No, no,... ya voy yo… Toma el gesto como una disculpa por ser la novia más borde de la faz de la tierra… – dijo, haciendo referencia a sus cortantes respuestas a lo largo del día pasado.

    Le preparó el chocolate a Jack, que ya estaba sentado en el sofá con el álbum que había dejado la joven, y se lo entregó a su chico en cuanto terminó de prepararlo, reuniéndose con él.

    – Toma mi ofrenda de paz… Te prometo que dejaré mis malos humos bien guardados… – prometió, y se sentó junto a él apoyando su cabeza en el hombro de Jack para poder ver juntos las fotos.

    Una de las primeras fotos eran los padres de Angie posando para la fiesta de graduación.

    – Uyyy, qué guapos estaban… Y juraría que esa fue la noche de mi creación… – dijo Angie con una suave risa, comentando la foto.

    La siguiente foto a los padres de Angie, era una grupal en la que también aparecía Jack.

    – Debo de quejarme formalmente por mi generación… Qué guapos estaban todos. Sé sincero, esa noche te ligaste a todas las chicas, y decidiste que ese sería tu look oficial… creando así la duda de si el traje se hizo para Jack, o Jack se hizo para el traje – dijo en broma a medias – vivan los trajes de raya diplomática –

    Siguieron pasando las fotos lentamente, comentando algunos detalles de ellas. Jack añadió historias y datos que Angie desconocía, y la propia Angie le habló de algunos detalles que parecía que Jack tampoco conocía.

    – Y sí, esta es la prueba de que intenté aprender a tocar guitarra. Tenía más posibilidades de aprender a cazar moscas con palillos a lo Jackie Chan que tocar cuatro notas seguidas… – comentó bromeando sobre su falta de talento con respecto a los instrumentos musicales – y como te iba diciendo antes, creo que debería estar por aquí mi foto postureo tocando el piano… – siguió diciendo – sí, aquí está… – dijo extrañada al faltar una foto suya de su primera graduación – vaya… He perdido mi foto de mi primera graduación… –.

    Cuando terminaron de ver las fotos, Angie se levantó para recoger las tazas de los chocolates y llevarlos a la pila. Se giró encontrando a Jack de frente y le dedicó una suave sonrisa, terminando por colocar sus brazos alrededor de los hombros masculinos.

    – En unas horas vas a estar muerto de sueño por mi culpa… – admitió, seguidamente se elevó sobre los dedos de sus pies para poder llegar a la altura de Jack y dejar un beso en los labios masculinos – y no es demasiado justo… Siento cómo me estoy portando contigo estos días… Y no quiero ser la novia pesada que te obliga a algo que no te apetece, y eres libre de decir que no, pero… quiero que vengas. Todos quieren que vengas… Lo que quiero decir es que eres más que bienvenido… Además, va a estar muy bien. Seréis un grupo de cuarentones recordando viejos tiempos con música de fondo… Cocinará Lana su plato estrella, Luke hará sus habituales bromas, Jeremy nos hará de dj, y yo disfrutaré de ver cómo todavía os creéis jóvenes… después, llegará el momento de Lana y su interrogatorio… - esbozó una amplia y fingida sonrisa antes de concluir - creo que, al final, voy a ser yo la que me baje del barco -.

    – Lo más aburrido será pasar por el cementerio a dejar el ramo de flores… Además, creo que tu mejor amigo se merece una explicación de por qué te llevas a la cama a su hija sin ni siquiera un anillo en el dedo… - bromeó.

    Dos días después, tras pasar prácticamente una semana encerrados en las oficinas del FBI entre papeles, y ayudando a otras comisarías con sus respectivos casos al pasar los miembros el perfil a modo de guía, el fin de semana se dejaba ver.

    – Pues, creo que tengo ya lista la maleta… – le comentó Angie a Jack, terminando por cerrar una pequeña maleta de mano con una muda por si era necesario. – Voy a ponerle agua fresca a mi niña, y una latita… – dijo, acariciando a Willow que se dedicaba a llamar su atención entre ronroneos – sí… de salmón… –.

    Tras dejar todo listo para la gata, regresó a la habitación junto a Jack. Se cambió de ropa poniéndose el pijama esperando a su pareja bajo las sábanas – Estoy agotada… por suerte, esta semana nos hemos librado del jet lag y las chicas quieren quedar la próxima semana para salir, y… ¿Sabes quién se va a emborrachar? – preguntó sin esperar una respuesta realmente - ¡Sí! Yo. – se movió en la cama para apartar las sábanas para Jack cuando fue a meterse – La verdad es que luego, seguramente, sea una buena chica y solo me tome un par de copas… o puede que nos juntemos todos, como la última vez –. se volvió a tumbar en la cama, girándose para Jack. Tener una conversación trivial por la noche, antes de dormir, la ayudaba a mantener a raya sus pensamientos, sus sentimientos, y las pesadillas. Además, era el momento de ambos, de conectar lejos del trabajo. Solo ellos, y conversaciones banales.
    "Los reencuentros son la prueba de que las almas que están destinadas a cruzarse, siempre encuentran el camino de regreso" -> starter con [NotAMindRcader] Con el paso de las semanas, el aniversario de los padres de Angie se acercó inexorablemente. Dentro de los Brooks se había creado una tradición que seguían todos los años; reunirse familiares y amigos en memoria de ellos. No era una reunión triste, más bien una velada en la que disfrutar de la compañía unos de otros. No sería el primer año que Jack era invitado a esa reunión, pero nunca apareció. Y lo cierto era que Angie no estaba por la labor de hacer sentir a su pareja que tenía la obligación de ir. Por lo que Angie solo dejó caer la invitación sin presiones un par de semanas antes, dándole tiempo a Jack de tomarse ese fin de semana junto a ella. Obviamente, Angie había presentado una solicitud para librar ese fin de semana por motivos personales. La cual fue aceptada. Según se iban acercando los días, el humor de la joven fue variando. Intentaba ser la chica de siempre, y estar de buen humor, pero los recuerdos venían prácticamente cada noche para tirar por el suelo todos sus intentos de estar de buen humor. Terminando por perder la partida en más de una ocasión, y mostrarse irascible, apática, callada o simplemente mostraba sonrisas que escondían la tristeza que sentía. Un par de noches antes de la reunión familiar, Angie se despertó a las tantas de la noche a causa de una pesadilla. Como había estado haciendo en las últimas ocasiones, se levantó para prepararse un cacao caliente y así intentar calmar su angustia. – No, Willow, quédate con papá durmiendo… – Intentó hacer el mínimo ruido posible para no despertar a Jack cuando cogió un vaso del lavaplatos en el que calentar la leche en la que echaría el cacao en polvo. Una vez que terminó, y con la taza entre sus manos, se sentó en el sofá tras tomar uno de los álbumes familiares. Escuchó unos pasos que la sobresaltaron. Se giró para ver a un Jack adormilado, y que se echaba el pelo hacía atrás. Le dedicó una suave media sonrisa de disculpa por si le había despertado. – Lo siento… – se disculpó, y levantó dejando su taza sobre la mesa auxiliar del comedor – ¿Quieres una taza de chocolate? – preguntó, y ante la respuesta de Jack, de ir él a prepararse la taza, ella le detuvo con la mano en alto en un simple gesto – No, no,... ya voy yo… Toma el gesto como una disculpa por ser la novia más borde de la faz de la tierra… – dijo, haciendo referencia a sus cortantes respuestas a lo largo del día pasado. Le preparó el chocolate a Jack, que ya estaba sentado en el sofá con el álbum que había dejado la joven, y se lo entregó a su chico en cuanto terminó de prepararlo, reuniéndose con él. – Toma mi ofrenda de paz… Te prometo que dejaré mis malos humos bien guardados… – prometió, y se sentó junto a él apoyando su cabeza en el hombro de Jack para poder ver juntos las fotos. Una de las primeras fotos eran los padres de Angie posando para la fiesta de graduación. – Uyyy, qué guapos estaban… Y juraría que esa fue la noche de mi creación… – dijo Angie con una suave risa, comentando la foto. La siguiente foto a los padres de Angie, era una grupal en la que también aparecía Jack. – Debo de quejarme formalmente por mi generación… Qué guapos estaban todos. Sé sincero, esa noche te ligaste a todas las chicas, y decidiste que ese sería tu look oficial… creando así la duda de si el traje se hizo para Jack, o Jack se hizo para el traje – dijo en broma a medias – vivan los trajes de raya diplomática – Siguieron pasando las fotos lentamente, comentando algunos detalles de ellas. Jack añadió historias y datos que Angie desconocía, y la propia Angie le habló de algunos detalles que parecía que Jack tampoco conocía. – Y sí, esta es la prueba de que intenté aprender a tocar guitarra. Tenía más posibilidades de aprender a cazar moscas con palillos a lo Jackie Chan que tocar cuatro notas seguidas… – comentó bromeando sobre su falta de talento con respecto a los instrumentos musicales – y como te iba diciendo antes, creo que debería estar por aquí mi foto postureo tocando el piano… – siguió diciendo – sí, aquí está… – dijo extrañada al faltar una foto suya de su primera graduación – vaya… He perdido mi foto de mi primera graduación… –. Cuando terminaron de ver las fotos, Angie se levantó para recoger las tazas de los chocolates y llevarlos a la pila. Se giró encontrando a Jack de frente y le dedicó una suave sonrisa, terminando por colocar sus brazos alrededor de los hombros masculinos. – En unas horas vas a estar muerto de sueño por mi culpa… – admitió, seguidamente se elevó sobre los dedos de sus pies para poder llegar a la altura de Jack y dejar un beso en los labios masculinos – y no es demasiado justo… Siento cómo me estoy portando contigo estos días… Y no quiero ser la novia pesada que te obliga a algo que no te apetece, y eres libre de decir que no, pero… quiero que vengas. Todos quieren que vengas… Lo que quiero decir es que eres más que bienvenido… Además, va a estar muy bien. Seréis un grupo de cuarentones recordando viejos tiempos con música de fondo… Cocinará Lana su plato estrella, Luke hará sus habituales bromas, Jeremy nos hará de dj, y yo disfrutaré de ver cómo todavía os creéis jóvenes… después, llegará el momento de Lana y su interrogatorio… - esbozó una amplia y fingida sonrisa antes de concluir - creo que, al final, voy a ser yo la que me baje del barco -. – Lo más aburrido será pasar por el cementerio a dejar el ramo de flores… Además, creo que tu mejor amigo se merece una explicación de por qué te llevas a la cama a su hija sin ni siquiera un anillo en el dedo… - bromeó. Dos días después, tras pasar prácticamente una semana encerrados en las oficinas del FBI entre papeles, y ayudando a otras comisarías con sus respectivos casos al pasar los miembros el perfil a modo de guía, el fin de semana se dejaba ver. – Pues, creo que tengo ya lista la maleta… – le comentó Angie a Jack, terminando por cerrar una pequeña maleta de mano con una muda por si era necesario. – Voy a ponerle agua fresca a mi niña, y una latita… – dijo, acariciando a Willow que se dedicaba a llamar su atención entre ronroneos – sí… de salmón… –. Tras dejar todo listo para la gata, regresó a la habitación junto a Jack. Se cambió de ropa poniéndose el pijama esperando a su pareja bajo las sábanas – Estoy agotada… por suerte, esta semana nos hemos librado del jet lag y las chicas quieren quedar la próxima semana para salir, y… ¿Sabes quién se va a emborrachar? – preguntó sin esperar una respuesta realmente - ¡Sí! Yo. – se movió en la cama para apartar las sábanas para Jack cuando fue a meterse – La verdad es que luego, seguramente, sea una buena chica y solo me tome un par de copas… o puede que nos juntemos todos, como la última vez –. se volvió a tumbar en la cama, girándose para Jack. Tener una conversación trivial por la noche, antes de dormir, la ayudaba a mantener a raya sus pensamientos, sus sentimientos, y las pesadillas. Además, era el momento de ambos, de conectar lejos del trabajo. Solo ellos, y conversaciones banales.
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    ¡Festejemos por este reencuentro!
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  • ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──────── ≪
    La cuenta regresiva para el solsticio de invierno había comenzado.

    Visitar el mundo de los espíritus era una cita inevitable, respiraba en su nuca como algo inminente, el nerviosismo e incertidumbre crecía cada vez más, emociones que presionaban con un dolor agudo su pecho quitándole la respiración cada que pensaba mucho en eso, por eso lo evitaba.

    Para una mortal como ella era algo inconcebible caminar si quiera en ese plano espiritual, su vida podría peligrar ¿Qué pasaba si la rechazaban? Tal vez toda la sangre que derramó impedía presentarse frente a las deidades por ser impura, quizás podrían ver su fuego destructivo y consumidor que asoló poblados y tal como redujo a cenizas a sus enemigos sería reducida ella también, ¿Y si prohibían el hecho de que dos seres de naturaleza distinta se unieran? ¿Y si lo que ella era no estaba a la altura? no había certeza de nada.

    Esto la motivó a tomar una decisión, no quería dejar ningun cabo sin atar.
    Era momento de hacer el viaje que había estado posponiendo hace mucho: Alguien tendría visita.

    La pelirroja no sabía como iba a reaccionar su aliado ¿Seguirían siéndolo? Pronto lo averiguaría.

    Tomó el bolso que hace meses había dejado en un rincón sólo con el yukata negro y la espada, regalos que sentía que ya no le pertenecían. Quería que regresaran con su dueño original, sentía que conservarlos era una falta de respeto hacia él.

    Últimamente Kazuo se ausentaba seguido, Liz entendía que era imprescindible en la vida de muchos y le hacía feliz saber que cuando no estaba era porque ayudaba a alguien más, ésta era una de las muchas cualidades que admiraba del Kitsune.

    Cuando regresara ella no estaría así que su reencuentro se extendería un poco más, por esto antes de abandonar el templo dejó una nota

    "𝘒𝘢𝘻𝘶𝘰, 𝘴𝘢𝘭í 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘢𝘫𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘥í𝘢𝘴. 𝘌𝘴𝘵𝘢𝘳é 𝘥𝘦 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘵𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘛ō𝘫𝘪. 𝘕𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘢𝘭 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘰.

    𝘊𝘰𝘯 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘓𝘪𝘻.-♡"

    El viaje fue largo, tuvo que parar varias veces en tabernas y posadas antes de llegar a destino.

    No sabía con exactitud donde encontrarlo, así que se dirigió al monasterio donde alguna vez recibió la poderosa Excalibur junto con el yukata RoseAkaichi.

    Si algo del pacto quedaba, el ente sentiría su presencia y aparecería ante ella.

    ── Cuanto tiempo. . . Aliada . . .

    ── Hola [Gazu1221]



    Desarrollo→ https://ficrol.com/posts/216896
    ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──────── ≪ La cuenta regresiva para el solsticio de invierno había comenzado. Visitar el mundo de los espíritus era una cita inevitable, respiraba en su nuca como algo inminente, el nerviosismo e incertidumbre crecía cada vez más, emociones que presionaban con un dolor agudo su pecho quitándole la respiración cada que pensaba mucho en eso, por eso lo evitaba. Para una mortal como ella era algo inconcebible caminar si quiera en ese plano espiritual, su vida podría peligrar ¿Qué pasaba si la rechazaban? Tal vez toda la sangre que derramó impedía presentarse frente a las deidades por ser impura, quizás podrían ver su fuego destructivo y consumidor que asoló poblados y tal como redujo a cenizas a sus enemigos sería reducida ella también, ¿Y si prohibían el hecho de que dos seres de naturaleza distinta se unieran? ¿Y si lo que ella era no estaba a la altura? no había certeza de nada. Esto la motivó a tomar una decisión, no quería dejar ningun cabo sin atar. Era momento de hacer el viaje que había estado posponiendo hace mucho: Alguien tendría visita. La pelirroja no sabía como iba a reaccionar su aliado ¿Seguirían siéndolo? Pronto lo averiguaría. Tomó el bolso que hace meses había dejado en un rincón sólo con el yukata negro y la espada, regalos que sentía que ya no le pertenecían. Quería que regresaran con su dueño original, sentía que conservarlos era una falta de respeto hacia él. Últimamente Kazuo se ausentaba seguido, Liz entendía que era imprescindible en la vida de muchos y le hacía feliz saber que cuando no estaba era porque ayudaba a alguien más, ésta era una de las muchas cualidades que admiraba del Kitsune. Cuando regresara ella no estaría así que su reencuentro se extendería un poco más, por esto antes de abandonar el templo dejó una nota "𝘒𝘢𝘻𝘶𝘰, 𝘴𝘢𝘭í 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘢𝘫𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘥í𝘢𝘴. 𝘌𝘴𝘵𝘢𝘳é 𝘥𝘦 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘵𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘛ō𝘫𝘪. 𝘕𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘢𝘭 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘰. 𝘊𝘰𝘯 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘓𝘪𝘻.-♡" El viaje fue largo, tuvo que parar varias veces en tabernas y posadas antes de llegar a destino. No sabía con exactitud donde encontrarlo, así que se dirigió al monasterio donde alguna vez recibió la poderosa Excalibur junto con el yukata RoseAkaichi. Si algo del pacto quedaba, el ente sentiría su presencia y aparecería ante ella. ── Cuanto tiempo. . . Aliada . . . 🌹── Hola [Gazu1221] Desarrollo→ https://ficrol.com/posts/216896
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  • " 𝐏𝐫𝐨𝐦𝐞𝐭í 𝐩𝐫𝐨𝐭𝐞𝐠𝐞𝐫𝐭𝐞, 𝐲 𝐥𝐨 𝐜𝐮𝐦𝐩𝐥𝐢𝐫é 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐢 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐧𝐨 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐝𝐚𝐫 𝐩𝐨𝐫 𝐦á𝐬. 𝐈𝐧𝐜𝐥𝐮𝐬𝐨 𝐬𝐢 𝐭𝐞𝐧𝐠𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐚𝐜𝐫𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥𝐥𝐨. "



    La primera mujer que amó con toda su alma fue su madre. Una mujer que vivió en un infierno constante para protegerlo, que sacrificó todo por mantenerlo alejado de los bajos mundos que la devoraban. Fue una mujer que desapareció de su vida tras su cumpleaños número catorce, dejándolo con un vacío que nunca pudo llenar. No volvió a verla hasta el día de su muerte.

    "Ni un solo porcentaje de mí vale lo que tú hiciste por mí. Perdóname, madre... Perdóname por no haberte salvado."


    [...]


    El cielo se teñía de un naranja profundo con tintes de amarillo, como si el sol se ocultara de la ira de un ruso que había perdido todo rastro de cordura.

    La mansión, alguna vez símbolo de grandeza, era ahora un escenario de caos. Las llamas devoraban las paredes con furia, mientras los disparos resonaban en cada rincón. Los empleados, leales más allá del deber, no dudaron en tomar armas para proteger la propiedad de su jefe, luchando como si sus vidas dependieran de ello, como si su sacrificio pudiera redimir aquella tragedia inevitable.

    Hace solo unas horas, Kiev había recibido una carta. Dentro, un anillo de plata con un zafiro incrustado y un mechón de cabello rubio. Cabello que hasta hace poco había acariciado con devoción, cuando sostenía en sus brazos a la mujer que amaba, prometiéndole seguridad para ambos.

    "Iré a comprar ropa." Esas fueron las últimas palabras que escuchó de ella antes de perderla de nuevo.

    Habían pasado días desde su reencuentro, días en los que la felicidad parecía al alcance de sus manos. Ella había regresado, él le había suplicado que se quedara, prometiéndole que movería cielo y tierra para protegerla. Ella, Angyar o Arturia, como solía llamarse, era la única persona capaz de calmar su tormento. Con su voz, con sus caricias, le había dado un respiro de paz. Pero la felicidad fue efímera.


    ¿Cómo fue posible que de un día para otro festejaban su cumpleaños y al rato toda esa felicidad desapareció? ¿Cómo iba a saber que mientras preparaba todo para recuperar a su amada, su padre mando a personas para que lo atacarán? Era imposible saberlo, pero ahí estaban.


    La noche anterior, en un gesto que dejó a Kiev sin palabras, ella había preparado un pastel ruso para celebrar su cumpleaños. Era el mismo pastel que su madre solía hacerle cuando era niño, una memoria dulce y dolorosa que ella, de alguna manera, había traído de vuelta. Al probar el primer bocado, su pecho se llenó de emociones encontradas: nostalgia, gratitud y amor. Había algo casi sagrado en verla dedicar tiempo y esfuerzo para darle un momento de alegría, un regalo que, sin saberlo, sería el último.


    El recuerdo era tan reciente que dolía. Ayer tenía todo; hoy no tenía nada.

    Ahora, con la carta en manos temblorosas y el anillo que simbolizaba su unión arrancado de su contexto, solo quedaba un vacío insondable. El mechón de cabello era una burla cruel, una promesa rota. Su grito desgarró el aire, un trueno de furia y dolor que estremeció hasta las paredes ardientes de su hogar.

    Mandó preparar a su gente, sus mejores hombres. No importaba quién fuera el responsable, no importaba cuántos países tuviera que destruir. Si alguien había tocado siquiera un centímetro de piel de su amada, desataría un infierno que nadie podría detener.

    Pero el destino tenía otros planes. Mientras se preparaba para salir en su búsqueda, el ataque comenzó. Explosiones sacudieron la mansión, las paredes se derrumbaron, y los jardines que ella había admirado se convirtieron en cráteres humeantes. Las armas que ahora lo amenazaban eran creadas por la misma empresa de su padre, el hombre que siempre había sido una sombra en su vida. Era una emboscada, una jugada calculada que lo había tomado desprevenido.

    El dolor físico era insoportable, pero la angustia en su pecho era peor. Kiev sabía que su tiempo se agotaba. Las heridas en su cuerpo lo debilitaban, ¿Morir? Era una palabra que no existía en su vocabulario, viviria por el contrato de la muerte.

    —Encuéntrenla... Márchate y lleva a mis hombres a buscarla. —Las palabras salieron jadeantes, pero firmes, su tono frío ocultaba el miedo desesperado de perderla.

    Marcos, su asistente, quiso protestar, pero la mirada de su jefe era suficiente para detener cualquier objeción. Con un nudo en la garganta y el corazón pesado, dejó al ruso atrás.

    Las últimas imágenes de Kiev que captaron sus ojos fueron devastadoras: su jefe, sometido en el suelo, luchando como una bestia herida mientras varios hombres lo inmovilizaban. Los cuellos rotos de sus atacantes eran prueba de su resistencia, pero al final, lo sedaron. El cuerpo inerte del ruso fue arrastrado entre los escombros, desapareciendo en la noche mientras las llamas seguían consumiendo lo poco que quedaba de su hogar.

    " 𝐏𝐫𝐨𝐦𝐞𝐭í 𝐩𝐫𝐨𝐭𝐞𝐠𝐞𝐫𝐭𝐞, 𝐲 𝐥𝐨 𝐜𝐮𝐦𝐩𝐥𝐢𝐫é 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐢 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐧𝐨 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐝𝐚𝐫 𝐩𝐨𝐫 𝐦á𝐬. 𝐈𝐧𝐜𝐥𝐮𝐬𝐨 𝐬𝐢 𝐭𝐞𝐧𝐠𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐚𝐜𝐫𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥𝐥𝐨. " La primera mujer que amó con toda su alma fue su madre. Una mujer que vivió en un infierno constante para protegerlo, que sacrificó todo por mantenerlo alejado de los bajos mundos que la devoraban. Fue una mujer que desapareció de su vida tras su cumpleaños número catorce, dejándolo con un vacío que nunca pudo llenar. No volvió a verla hasta el día de su muerte. "Ni un solo porcentaje de mí vale lo que tú hiciste por mí. Perdóname, madre... Perdóname por no haberte salvado." [...] El cielo se teñía de un naranja profundo con tintes de amarillo, como si el sol se ocultara de la ira de un ruso que había perdido todo rastro de cordura. La mansión, alguna vez símbolo de grandeza, era ahora un escenario de caos. Las llamas devoraban las paredes con furia, mientras los disparos resonaban en cada rincón. Los empleados, leales más allá del deber, no dudaron en tomar armas para proteger la propiedad de su jefe, luchando como si sus vidas dependieran de ello, como si su sacrificio pudiera redimir aquella tragedia inevitable. Hace solo unas horas, Kiev había recibido una carta. Dentro, un anillo de plata con un zafiro incrustado y un mechón de cabello rubio. Cabello que hasta hace poco había acariciado con devoción, cuando sostenía en sus brazos a la mujer que amaba, prometiéndole seguridad para ambos. "Iré a comprar ropa." Esas fueron las últimas palabras que escuchó de ella antes de perderla de nuevo. Habían pasado días desde su reencuentro, días en los que la felicidad parecía al alcance de sus manos. Ella había regresado, él le había suplicado que se quedara, prometiéndole que movería cielo y tierra para protegerla. Ella, Angyar o Arturia, como solía llamarse, era la única persona capaz de calmar su tormento. Con su voz, con sus caricias, le había dado un respiro de paz. Pero la felicidad fue efímera. ¿Cómo fue posible que de un día para otro festejaban su cumpleaños y al rato toda esa felicidad desapareció? ¿Cómo iba a saber que mientras preparaba todo para recuperar a su amada, su padre mando a personas para que lo atacarán? Era imposible saberlo, pero ahí estaban. La noche anterior, en un gesto que dejó a Kiev sin palabras, ella había preparado un pastel ruso para celebrar su cumpleaños. Era el mismo pastel que su madre solía hacerle cuando era niño, una memoria dulce y dolorosa que ella, de alguna manera, había traído de vuelta. Al probar el primer bocado, su pecho se llenó de emociones encontradas: nostalgia, gratitud y amor. Había algo casi sagrado en verla dedicar tiempo y esfuerzo para darle un momento de alegría, un regalo que, sin saberlo, sería el último. El recuerdo era tan reciente que dolía. Ayer tenía todo; hoy no tenía nada. Ahora, con la carta en manos temblorosas y el anillo que simbolizaba su unión arrancado de su contexto, solo quedaba un vacío insondable. El mechón de cabello era una burla cruel, una promesa rota. Su grito desgarró el aire, un trueno de furia y dolor que estremeció hasta las paredes ardientes de su hogar. Mandó preparar a su gente, sus mejores hombres. No importaba quién fuera el responsable, no importaba cuántos países tuviera que destruir. Si alguien había tocado siquiera un centímetro de piel de su amada, desataría un infierno que nadie podría detener. Pero el destino tenía otros planes. Mientras se preparaba para salir en su búsqueda, el ataque comenzó. Explosiones sacudieron la mansión, las paredes se derrumbaron, y los jardines que ella había admirado se convirtieron en cráteres humeantes. Las armas que ahora lo amenazaban eran creadas por la misma empresa de su padre, el hombre que siempre había sido una sombra en su vida. Era una emboscada, una jugada calculada que lo había tomado desprevenido. El dolor físico era insoportable, pero la angustia en su pecho era peor. Kiev sabía que su tiempo se agotaba. Las heridas en su cuerpo lo debilitaban, ¿Morir? Era una palabra que no existía en su vocabulario, viviria por el contrato de la muerte. —Encuéntrenla... Márchate y lleva a mis hombres a buscarla. —Las palabras salieron jadeantes, pero firmes, su tono frío ocultaba el miedo desesperado de perderla. Marcos, su asistente, quiso protestar, pero la mirada de su jefe era suficiente para detener cualquier objeción. Con un nudo en la garganta y el corazón pesado, dejó al ruso atrás. Las últimas imágenes de Kiev que captaron sus ojos fueron devastadoras: su jefe, sometido en el suelo, luchando como una bestia herida mientras varios hombres lo inmovilizaban. Los cuellos rotos de sus atacantes eran prueba de su resistencia, pero al final, lo sedaron. El cuerpo inerte del ruso fue arrastrado entre los escombros, desapareciendo en la noche mientras las llamas seguían consumiendo lo poco que quedaba de su hogar.
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  • El beso

    Después de meses separados debido a circunstancias inesperadas, finalmente se reencuentran en la estación de tren, donde todo comenzó para ellos. Ambos han contado los días, horas y minutos hasta este momento, cada uno soportando la distancia con la esperanza de volver a estar juntos.

    La estación está llena de gente, con el bullicio característico de personas que van y vienen. Sin embargo, el tiempo parece detenerse. Ella espera ansiosa junto a la plataforma, su corazón latiendo con fuerza mientras el tren se aproxima.

    El tren se detiene, y la puerta de uno de los vagones se abre. El baja con su maleta, buscando entre la multitud. Sus ojos finalmente encuentran los de ella, y en ese instante, todas las emociones contenidas durante los meses de separación brotan a la superficie.

    Ella corre hacia él, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad. Juan deja caer su maleta, abriendo los brazos justo a tiempo para recibirla en un abrazo firme y cálido. El mundo alrededor se desvanece, dejándolos solo a ellos dos en su burbuja de amor y reencuentro.

    Se miran a los ojos, sus corazones latiendo al unísono. Sin decir más, el inclina la cabeza y acerca sus labios a los de ella. Ella cierra los ojos, dejándose llevar por la intensidad del momento. Sus labios se encuentran en un beso profundo y apasionado, cargado de todas las emociones acumuladas durante su tiempo separados: el anhelo, el amor, la esperanza.

    Es un beso que habla de promesas renovadas, de la alegría de estar juntos de nuevo, de un futuro compartido. La gente a su alrededor sigue moviéndose, pero para ellos, el tiempo ha dejado de existir. Solo están ellos, en un momento de completa conexión.

    Finalmente, se separan, aunque solo lo suficiente para mirarse de nuevo a los ojos. El apoya su frente contra la de ella, sonriendo.

    Con una sonrisa compartida, el recoge su maleta y, tomados de la mano, se dirigen hacia la salida de la estación, listos para enfrentar lo que venga, juntos.
    El beso Después de meses separados debido a circunstancias inesperadas, finalmente se reencuentran en la estación de tren, donde todo comenzó para ellos. Ambos han contado los días, horas y minutos hasta este momento, cada uno soportando la distancia con la esperanza de volver a estar juntos. La estación está llena de gente, con el bullicio característico de personas que van y vienen. Sin embargo, el tiempo parece detenerse. Ella espera ansiosa junto a la plataforma, su corazón latiendo con fuerza mientras el tren se aproxima. El tren se detiene, y la puerta de uno de los vagones se abre. El baja con su maleta, buscando entre la multitud. Sus ojos finalmente encuentran los de ella, y en ese instante, todas las emociones contenidas durante los meses de separación brotan a la superficie. Ella corre hacia él, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad. Juan deja caer su maleta, abriendo los brazos justo a tiempo para recibirla en un abrazo firme y cálido. El mundo alrededor se desvanece, dejándolos solo a ellos dos en su burbuja de amor y reencuentro. Se miran a los ojos, sus corazones latiendo al unísono. Sin decir más, el inclina la cabeza y acerca sus labios a los de ella. Ella cierra los ojos, dejándose llevar por la intensidad del momento. Sus labios se encuentran en un beso profundo y apasionado, cargado de todas las emociones acumuladas durante su tiempo separados: el anhelo, el amor, la esperanza. Es un beso que habla de promesas renovadas, de la alegría de estar juntos de nuevo, de un futuro compartido. La gente a su alrededor sigue moviéndose, pero para ellos, el tiempo ha dejado de existir. Solo están ellos, en un momento de completa conexión. Finalmente, se separan, aunque solo lo suficiente para mirarse de nuevo a los ojos. El apoya su frente contra la de ella, sonriendo. Con una sonrisa compartida, el recoge su maleta y, tomados de la mano, se dirigen hacia la salida de la estación, listos para enfrentar lo que venga, juntos.
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