๐๐ก ๐ข๐ช๐๐๐๐๐๐ค ๐๐ ๐ก๐ค๐จ ๐ค๐๐ค๐จ ๐ฉ๐ง๐๐จ๐ฉ๐๐จ
Fandom OC
Categorรญa Drama
R./W ๐๐๐๐๐ ๐๐๐๐๐๐๐
"¿๐๐ค๐ง ๐ฆ๐ชé ๐จ๐ ๐๐ช๐ ๐ฎ ๐ฅ๐ค๐ง ๐ฆ๐ชé ๐ข๐ช๐ง๐ó.
¿๐๐ค๐ง ๐ฆ๐ชé ๐๐ก ๐๐ñ๐ค๐ง ๐ข๐ ๐ก๐ค ๐ฆ๐ช๐๐ฉó?
๐๐ ๐๐ ๐๐๐ค ๐๐ก ๐๐๐๐ก๐ค ๐ฎ ๐ฅ๐๐ง๐ ๐ฅ๐ค๐๐๐ง ๐๐ง ๐ฎ๐ค
๐ฟ๐๐๐ค ๐ฉ๐๐ข๐๐é๐ฃ ๐จ๐๐ง ๐๐ช๐๐ฃ๐ค."
— ๐๐ค๐จ ๐ผ๐ฅ๐จ๐ค๐ฃ (1964)
—Trece vueltas de marea habían pasado desde que los medios neoyorkinos anunciaron la muerte de Joseph Conor Reagan, el honorable policía, hijo del comisionado en turno.
Ese suceso fue devastador para la familia. Todos lo adoraban, era el tipo de persona modelo, un hombre que buscaba siempre hacer el bien sin mirar a quien; razón por la cual los Reagan no comprendían el porque había muerto. Trataron de hacerlo, refugiándose en su fe católica inculcada desde la infancia, con frases paliativas como: "Era su momento." o "Dios lo necesitaba en su reino." Esa última era la que más ponía a pensar a Jamie, en especial ahora que era consciente de la divinidad de Chuck.
Para la familia Jamie era quien había llevado mejor el duelo (aparentemente). No obstante, aunque por fuera parecía el mismo joven afable y sonriente, por dentro traía consigo mismo una lucha interna, misma que estaba centrada en un duelo que no hallaba la manera de superar, que lo carcomía, igual que las termitas a la madera. La herida estaba ahí, abierta como el primer día y no era para menos.
Habían sido cuatro hermanos. Danny era muy apegado a Erin, después de todo eran los mayores. Por otro lado, Joe tenía un vínculo único con Jamie, uno que solo la muerte logró romper. Cuando él partió Jamie no solo había perdido un hermano, también se había ido un amigo, un confidente, una persona que lo comprendía como nadie, que lo apoyaba, que estaba siempre para él, justo como un buen hermano mayor lo haría. Con eso en cuenta "¿Cómo es que Dios pudo llevárselo? ¿Acaso no sabía el dolor que eso me iba a causar? ¿Cuál es su plan en todo esto?" Por suerte para él, por primera vez en años, conocía a quien de manera directa le podía dar las respuestas.
De tal modo que, después de pasar a dejar unas flores al panteón donde reposaban los restos de Joe, se fue directo a un bar que solía ser catalogado como "De policías" más que nada por la afluencia de estas personas en el recinto. Mientras caminaba se hacía a la idea respecto a que tan bueno era tratar el asunto con Chuck, no quería molestarlo pero llevaba tanto tiempo ansiando una respuesta que la posibilidad de esto desvío toda duda naciente.
Al adentrarse al local saludó con cortesía al cantinero. El hombre ya de por sí lo ubicaba por ser otro de los hijos del comisionado, razón por la cual siempre le reservaba su mesa favorita en la parte trasera del establecimiento. "Hey ¿Qué hay de nuevo, Jamie? ¿Lo mismo de siempre?" Le preguntó en lo que secaba la barra con el trapo gris que traía colgado al hombro. El oficial al escucharlo le sonrió con una notoria sutileza a la par que asentía.—
Sí, por favor, pero esta vez ponme una copa extra ¿Va? Espero compañía esta noche. —No dio más explicación sobre quién llegaría, en especial porque sabía que, tanto a Chuck, como a él, les gustaba la privacidad y porque al ser hijo de una figura pública de alto rango la gente sería capaz de vender "chisme caliente" con tal de obtener algún dinero.
Tras dejar la indicación dada se fue a su mesa en el rincón y tomó asiento. Mientras esperaba, sacó del bolsillo de su chamarra negra una pequeña caja que contenía piezas de dominó. Aquel particular juego de mesa era el favorito de Joe y también de Jamie ya que, después de las largas horas patrullando, ambos se ponían al corriente de su día y de sus vidas, entre risas y el "click clak" que generaban las fichas al moverlas.
Después de su muerte, el hermano menor no dejó de jugar, aunque ahora lo hacía solo. Muchos le dijeron que eso era imposible en una partida de dominó, más él lo volvió posible, a su manera, pero lo logró. Su método era sencillo pero efectivo: luego de revolver las fichas, separaba las suyas y las que serían de su hermano, posteriormente, tiraba una y luego él mismo podía mover al azar alguna otra pero ahora del montón que le habían tocado simbólicamente a Joe. Le resultaba entretenido, era su medio de canalizar el dolor; habia ocasiones en que incluso el mayor le ganaba sin estar presente, cosa que hacía reír a Jamie momentos antes de quebrarse en un llanto que agradecía solo viera el cantinero.
Por eso elegía la mesa del rincón, no quería compasión, no quería que nadie le viera llorar, lo único que deseaba con toda su alma era poder volver a ver a su hermano, poder abrazarlo y decirle todo lo que había pasado desde que se fue del plano terrenal.
Y aunque si bien lo volvía a ver en sueños, no era lo mismo, él lo sabía, más que nada porque eran eso, sueños, algo pasajero que terminaba una vez que el reloj empezaba a sonar, una vez que abría los ojos y los volvía a cerrar, pero ahora llenos de lágrimas, rabia y frustración junto con el deseo de poder volver a ese sueño. Más ahora, con Chuck, creía tener un rayo de esperanza en hacer que ese momento de reencuentro se sintiera real y eterno.
Pasó un par de horas bebiendo y jugando antes de tomar valor suficiente para lanzar la suplica por línea directa al mismo Dios. Muchos lo buscaban en el silencio, en la oración, en las paredes de un templo sacro, pero Jamie lo tenía al alcance de una llamada telefónica. Sabía que en realidad eso era una mera formalidad, con solo cerrar los ojos e invocarlo él sabría que lo estaba buscando; sin embargo, temiendo que lo juzgaran por hablar solo, sacó su teléfono y marcó el número que Chuck le proporcionó.
Esperó los tres tonos correspondientes y justo cuando oyó que descolgaban la bocina habló. —
Hola... ¿Chuck? Soy... Soy Reagan, sí, Jamie yo... Tú, bueno, no es relevante... ¡No, en realidad sí lo es! —Traía ya varias copas encima, se notaba, tanto en la incoherencia como en el aliento a alcohol que era capaz de atravesar el otro lado de la línea.— Bueno, olvida eso, olvida todo... Solo quería... Quería verlo, verte a ti ¿Tienes tiempo de venir un momento conmigo? Te diría donde estoy pero tú lo sabes todo... Dios te bendiga, o bueno, te autobendigas, aún no entiendo bien eso.
—En cuanto terminó la llamada colgó el teléfono. Se quedó contemplando las fichas sobre la mesa, meditando en sus palabras, en lo que había dicho, en si era el momento, en si era lo correcto, más como dice la sagrada escritura: "Lo hecho, hecho está."
Se frotó una mano por el rostro antes de alzar la mano para llamar al cantinero. A sabiendas de que Chuck llegaría en cualquier momento, pidió un café que le ayudara a regular su estado así como un flan pues su hermana le decía que el dulce era también buena opción en esos casos. Así, al tener lo solicitado solo le quedó esperar, tal vez esa noche sería la primera, en muchas, que podría volver a tener a alguien con quien jugar.—
"¿๐๐ค๐ง ๐ฆ๐ชé ๐จ๐ ๐๐ช๐ ๐ฎ ๐ฅ๐ค๐ง ๐ฆ๐ชé ๐ข๐ช๐ง๐ó.
¿๐๐ค๐ง ๐ฆ๐ชé ๐๐ก ๐๐ñ๐ค๐ง ๐ข๐ ๐ก๐ค ๐ฆ๐ช๐๐ฉó?
๐๐ ๐๐ ๐๐๐ค ๐๐ก ๐๐๐๐ก๐ค ๐ฎ ๐ฅ๐๐ง๐ ๐ฅ๐ค๐๐๐ง ๐๐ง ๐ฎ๐ค
๐ฟ๐๐๐ค ๐ฉ๐๐ข๐๐é๐ฃ ๐จ๐๐ง ๐๐ช๐๐ฃ๐ค."
— ๐๐ค๐จ ๐ผ๐ฅ๐จ๐ค๐ฃ (1964)
—Trece vueltas de marea habían pasado desde que los medios neoyorkinos anunciaron la muerte de Joseph Conor Reagan, el honorable policía, hijo del comisionado en turno.
Ese suceso fue devastador para la familia. Todos lo adoraban, era el tipo de persona modelo, un hombre que buscaba siempre hacer el bien sin mirar a quien; razón por la cual los Reagan no comprendían el porque había muerto. Trataron de hacerlo, refugiándose en su fe católica inculcada desde la infancia, con frases paliativas como: "Era su momento." o "Dios lo necesitaba en su reino." Esa última era la que más ponía a pensar a Jamie, en especial ahora que era consciente de la divinidad de Chuck.
Para la familia Jamie era quien había llevado mejor el duelo (aparentemente). No obstante, aunque por fuera parecía el mismo joven afable y sonriente, por dentro traía consigo mismo una lucha interna, misma que estaba centrada en un duelo que no hallaba la manera de superar, que lo carcomía, igual que las termitas a la madera. La herida estaba ahí, abierta como el primer día y no era para menos.
Habían sido cuatro hermanos. Danny era muy apegado a Erin, después de todo eran los mayores. Por otro lado, Joe tenía un vínculo único con Jamie, uno que solo la muerte logró romper. Cuando él partió Jamie no solo había perdido un hermano, también se había ido un amigo, un confidente, una persona que lo comprendía como nadie, que lo apoyaba, que estaba siempre para él, justo como un buen hermano mayor lo haría. Con eso en cuenta "¿Cómo es que Dios pudo llevárselo? ¿Acaso no sabía el dolor que eso me iba a causar? ¿Cuál es su plan en todo esto?" Por suerte para él, por primera vez en años, conocía a quien de manera directa le podía dar las respuestas.
De tal modo que, después de pasar a dejar unas flores al panteón donde reposaban los restos de Joe, se fue directo a un bar que solía ser catalogado como "De policías" más que nada por la afluencia de estas personas en el recinto. Mientras caminaba se hacía a la idea respecto a que tan bueno era tratar el asunto con Chuck, no quería molestarlo pero llevaba tanto tiempo ansiando una respuesta que la posibilidad de esto desvío toda duda naciente.
Al adentrarse al local saludó con cortesía al cantinero. El hombre ya de por sí lo ubicaba por ser otro de los hijos del comisionado, razón por la cual siempre le reservaba su mesa favorita en la parte trasera del establecimiento. "Hey ¿Qué hay de nuevo, Jamie? ¿Lo mismo de siempre?" Le preguntó en lo que secaba la barra con el trapo gris que traía colgado al hombro. El oficial al escucharlo le sonrió con una notoria sutileza a la par que asentía.—
Sí, por favor, pero esta vez ponme una copa extra ¿Va? Espero compañía esta noche. —No dio más explicación sobre quién llegaría, en especial porque sabía que, tanto a Chuck, como a él, les gustaba la privacidad y porque al ser hijo de una figura pública de alto rango la gente sería capaz de vender "chisme caliente" con tal de obtener algún dinero.
Tras dejar la indicación dada se fue a su mesa en el rincón y tomó asiento. Mientras esperaba, sacó del bolsillo de su chamarra negra una pequeña caja que contenía piezas de dominó. Aquel particular juego de mesa era el favorito de Joe y también de Jamie ya que, después de las largas horas patrullando, ambos se ponían al corriente de su día y de sus vidas, entre risas y el "click clak" que generaban las fichas al moverlas.
Después de su muerte, el hermano menor no dejó de jugar, aunque ahora lo hacía solo. Muchos le dijeron que eso era imposible en una partida de dominó, más él lo volvió posible, a su manera, pero lo logró. Su método era sencillo pero efectivo: luego de revolver las fichas, separaba las suyas y las que serían de su hermano, posteriormente, tiraba una y luego él mismo podía mover al azar alguna otra pero ahora del montón que le habían tocado simbólicamente a Joe. Le resultaba entretenido, era su medio de canalizar el dolor; habia ocasiones en que incluso el mayor le ganaba sin estar presente, cosa que hacía reír a Jamie momentos antes de quebrarse en un llanto que agradecía solo viera el cantinero.
Por eso elegía la mesa del rincón, no quería compasión, no quería que nadie le viera llorar, lo único que deseaba con toda su alma era poder volver a ver a su hermano, poder abrazarlo y decirle todo lo que había pasado desde que se fue del plano terrenal.
Y aunque si bien lo volvía a ver en sueños, no era lo mismo, él lo sabía, más que nada porque eran eso, sueños, algo pasajero que terminaba una vez que el reloj empezaba a sonar, una vez que abría los ojos y los volvía a cerrar, pero ahora llenos de lágrimas, rabia y frustración junto con el deseo de poder volver a ese sueño. Más ahora, con Chuck, creía tener un rayo de esperanza en hacer que ese momento de reencuentro se sintiera real y eterno.
Pasó un par de horas bebiendo y jugando antes de tomar valor suficiente para lanzar la suplica por línea directa al mismo Dios. Muchos lo buscaban en el silencio, en la oración, en las paredes de un templo sacro, pero Jamie lo tenía al alcance de una llamada telefónica. Sabía que en realidad eso era una mera formalidad, con solo cerrar los ojos e invocarlo él sabría que lo estaba buscando; sin embargo, temiendo que lo juzgaran por hablar solo, sacó su teléfono y marcó el número que Chuck le proporcionó.
Esperó los tres tonos correspondientes y justo cuando oyó que descolgaban la bocina habló. —
Hola... ¿Chuck? Soy... Soy Reagan, sí, Jamie yo... Tú, bueno, no es relevante... ¡No, en realidad sí lo es! —Traía ya varias copas encima, se notaba, tanto en la incoherencia como en el aliento a alcohol que era capaz de atravesar el otro lado de la línea.— Bueno, olvida eso, olvida todo... Solo quería... Quería verlo, verte a ti ¿Tienes tiempo de venir un momento conmigo? Te diría donde estoy pero tú lo sabes todo... Dios te bendiga, o bueno, te autobendigas, aún no entiendo bien eso.
—En cuanto terminó la llamada colgó el teléfono. Se quedó contemplando las fichas sobre la mesa, meditando en sus palabras, en lo que había dicho, en si era el momento, en si era lo correcto, más como dice la sagrada escritura: "Lo hecho, hecho está."
Se frotó una mano por el rostro antes de alzar la mano para llamar al cantinero. A sabiendas de que Chuck llegaría en cualquier momento, pidió un café que le ayudara a regular su estado así como un flan pues su hermana le decía que el dulce era también buena opción en esos casos. Así, al tener lo solicitado solo le quedó esperar, tal vez esa noche sería la primera, en muchas, que podría volver a tener a alguien con quien jugar.—
R./W [G.0.D]
"¿๐๐ค๐ง ๐ฆ๐ชé ๐จ๐ ๐๐ช๐ ๐ฎ ๐ฅ๐ค๐ง ๐ฆ๐ชé ๐ข๐ช๐ง๐ó.
¿๐๐ค๐ง ๐ฆ๐ชé ๐๐ก ๐๐ñ๐ค๐ง ๐ข๐ ๐ก๐ค ๐ฆ๐ช๐๐ฉó?
๐๐ ๐๐ ๐๐๐ค ๐๐ก ๐๐๐๐ก๐ค ๐ฎ ๐ฅ๐๐ง๐ ๐ฅ๐ค๐๐๐ง ๐๐ง ๐ฎ๐ค
๐ฟ๐๐๐ค ๐ฉ๐๐ข๐๐é๐ฃ ๐จ๐๐ง ๐๐ช๐๐ฃ๐ค."
— ๐๐ค๐จ ๐ผ๐ฅ๐จ๐ค๐ฃ (1964)
—Trece vueltas de marea habían pasado desde que los medios neoyorkinos anunciaron la muerte de Joseph Conor Reagan, el honorable policía, hijo del comisionado en turno.
Ese suceso fue devastador para la familia. Todos lo adoraban, era el tipo de persona modelo, un hombre que buscaba siempre hacer el bien sin mirar a quien; razón por la cual los Reagan no comprendían el porque había muerto. Trataron de hacerlo, refugiándose en su fe católica inculcada desde la infancia, con frases paliativas como: "Era su momento." o "Dios lo necesitaba en su reino." Esa última era la que más ponía a pensar a Jamie, en especial ahora que era consciente de la divinidad de Chuck.
Para la familia Jamie era quien había llevado mejor el duelo (aparentemente). No obstante, aunque por fuera parecía el mismo joven afable y sonriente, por dentro traía consigo mismo una lucha interna, misma que estaba centrada en un duelo que no hallaba la manera de superar, que lo carcomía, igual que las termitas a la madera. La herida estaba ahí, abierta como el primer día y no era para menos.
Habían sido cuatro hermanos. Danny era muy apegado a Erin, después de todo eran los mayores. Por otro lado, Joe tenía un vínculo único con Jamie, uno que solo la muerte logró romper. Cuando él partió Jamie no solo había perdido un hermano, también se había ido un amigo, un confidente, una persona que lo comprendía como nadie, que lo apoyaba, que estaba siempre para él, justo como un buen hermano mayor lo haría. Con eso en cuenta "¿Cómo es que Dios pudo llevárselo? ¿Acaso no sabía el dolor que eso me iba a causar? ¿Cuál es su plan en todo esto?" Por suerte para él, por primera vez en años, conocía a quien de manera directa le podía dar las respuestas.
De tal modo que, después de pasar a dejar unas flores al panteón donde reposaban los restos de Joe, se fue directo a un bar que solía ser catalogado como "De policías" más que nada por la afluencia de estas personas en el recinto. Mientras caminaba se hacía a la idea respecto a que tan bueno era tratar el asunto con Chuck, no quería molestarlo pero llevaba tanto tiempo ansiando una respuesta que la posibilidad de esto desvío toda duda naciente.
Al adentrarse al local saludó con cortesía al cantinero. El hombre ya de por sí lo ubicaba por ser otro de los hijos del comisionado, razón por la cual siempre le reservaba su mesa favorita en la parte trasera del establecimiento. "Hey ¿Qué hay de nuevo, Jamie? ¿Lo mismo de siempre?" Le preguntó en lo que secaba la barra con el trapo gris que traía colgado al hombro. El oficial al escucharlo le sonrió con una notoria sutileza a la par que asentía.—
Sí, por favor, pero esta vez ponme una copa extra ¿Va? Espero compañía esta noche. —No dio más explicación sobre quién llegaría, en especial porque sabía que, tanto a Chuck, como a él, les gustaba la privacidad y porque al ser hijo de una figura pública de alto rango la gente sería capaz de vender "chisme caliente" con tal de obtener algún dinero.
Tras dejar la indicación dada se fue a su mesa en el rincón y tomó asiento. Mientras esperaba, sacó del bolsillo de su chamarra negra una pequeña caja que contenía piezas de dominó. Aquel particular juego de mesa era el favorito de Joe y también de Jamie ya que, después de las largas horas patrullando, ambos se ponían al corriente de su día y de sus vidas, entre risas y el "click clak" que generaban las fichas al moverlas.
Después de su muerte, el hermano menor no dejó de jugar, aunque ahora lo hacía solo. Muchos le dijeron que eso era imposible en una partida de dominó, más él lo volvió posible, a su manera, pero lo logró. Su método era sencillo pero efectivo: luego de revolver las fichas, separaba las suyas y las que serían de su hermano, posteriormente, tiraba una y luego él mismo podía mover al azar alguna otra pero ahora del montón que le habían tocado simbólicamente a Joe. Le resultaba entretenido, era su medio de canalizar el dolor; habia ocasiones en que incluso el mayor le ganaba sin estar presente, cosa que hacía reír a Jamie momentos antes de quebrarse en un llanto que agradecía solo viera el cantinero.
Por eso elegía la mesa del rincón, no quería compasión, no quería que nadie le viera llorar, lo único que deseaba con toda su alma era poder volver a ver a su hermano, poder abrazarlo y decirle todo lo que había pasado desde que se fue del plano terrenal.
Y aunque si bien lo volvía a ver en sueños, no era lo mismo, él lo sabía, más que nada porque eran eso, sueños, algo pasajero que terminaba una vez que el reloj empezaba a sonar, una vez que abría los ojos y los volvía a cerrar, pero ahora llenos de lágrimas, rabia y frustración junto con el deseo de poder volver a ese sueño. Más ahora, con Chuck, creía tener un rayo de esperanza en hacer que ese momento de reencuentro se sintiera real y eterno.
Pasó un par de horas bebiendo y jugando antes de tomar valor suficiente para lanzar la suplica por línea directa al mismo Dios. Muchos lo buscaban en el silencio, en la oración, en las paredes de un templo sacro, pero Jamie lo tenía al alcance de una llamada telefónica. Sabía que en realidad eso era una mera formalidad, con solo cerrar los ojos e invocarlo él sabría que lo estaba buscando; sin embargo, temiendo que lo juzgaran por hablar solo, sacó su teléfono y marcó el número que Chuck le proporcionó.
Esperó los tres tonos correspondientes y justo cuando oyó que descolgaban la bocina habló. —
Hola... ¿Chuck? Soy... Soy Reagan, sí, Jamie yo... Tú, bueno, no es relevante... ¡No, en realidad sí lo es! —Traía ya varias copas encima, se notaba, tanto en la incoherencia como en el aliento a alcohol que era capaz de atravesar el otro lado de la línea.— Bueno, olvida eso, olvida todo... Solo quería... Quería verlo, verte a ti ¿Tienes tiempo de venir un momento conmigo? Te diría donde estoy pero tú lo sabes todo... Dios te bendiga, o bueno, te autobendigas, aún no entiendo bien eso.
—En cuanto terminó la llamada colgó el teléfono. Se quedó contemplando las fichas sobre la mesa, meditando en sus palabras, en lo que había dicho, en si era el momento, en si era lo correcto, más como dice la sagrada escritura: "Lo hecho, hecho está."
Se frotó una mano por el rostro antes de alzar la mano para llamar al cantinero. A sabiendas de que Chuck llegaría en cualquier momento, pidió un café que le ayudara a regular su estado así como un flan pues su hermana le decía que el dulce era también buena opción en esos casos. Así, al tener lo solicitado solo le quedó esperar, tal vez esa noche sería la primera, en muchas, que podría volver a tener a alguien con quien jugar.—
Tipo
Grupal
Lรญneas
80
Estado
Disponible