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La Leyenda de Yue

Caigo en la cama antes de que la noche termine de asentarse.
No quiero dormir.
Necesito hacerlo.
La perturbación en la Luna sigue latiendo en mi nuca como un tambor antiguo,
y solo Selin puede decirme qué está temblando allá arriba.

El sueño me toma de la muñeca y me arrastra con la suavidad de un recuerdo.
Y allí está ella, Selin, con su luz blanca y sus ojos de niebla.
Su canto vuelve, ese canto que parece deshacer el tiempo.

—Deja que te cuente… —

Y todo el mundo se derrite en una claridad azulada.


---

La leyenda de Yue

Selin me muestra un universo antiguo, sin eclipses, sin guerras, sin custodios.
Solo vacío… y criaturas hambrientas.

—Yue no siempre fue santa del Templo Elunai, hija mía —dice Selin, su voz empapada de luna—. Antes fue un parásito del espacio entre espacios.

Veo a Yue antes de ser sagrada:
un ser hermoso, frío, nacida del hambre absoluta.
Su raza devoraba estrellas, bebía la luz de planetas puros
hasta dejarlos como cáscaras muertas.

Y entonces la Luna aparece.
Blanca, gigante, perfecta.

Yue cae sobre ella… buscando pureza.
Y la encuentra.

Elune.

La Diosa Lunar no la destruye.
No lucha.
Solo extiende un sueño.

Y Yue queda atrapada.

Un sueño para ella…
pero mil años para su alma.
Mil años con la Diosa.
Mil años aprendiendo de los espíritus.
Mil años enamorándose de la luz más pura del cosmos.

Cuando despierta, para Yue solo ha pasado una noche.
Pero en su corazón ha pasado una vida entera.

Una vida que cambió su especie.
Una vida que la hizo elegir.

Decidió proteger lo que por primera vez había amado.

Con Elune a su lado, Yue advirtió a los Elunai del peligro.
Eligió a los más poderosos entre ellos
y los sumergió en un sueño sagrado de mil años.

Selin estaba entre ellos.
Mi abuela.
La madre de Jennifer.

De ese sueño nació lo imposible:
la magia más poderosa que los Elunai jamás tocaron.
La magia de protección lunar.
La magia de los Custodios.


---

Cuando los parásitos de la raza de Yue invadieron la Luna,
la guerra fue brutal.

Entonces Yue, en un acto que Selin describe con lágrimas que no existen,
arrancó de su propio corazón una espada de luz.
Esa espada la condenó y la liberó.
La espada de Elune.

Se convirtió en Espada y Escudo de Elune.
Aniquiló a su raza entera.
Y murió en el mismo acto.

Su alma se fragmentó.
La del Espada.
La del Escudo.

Ambas quedaron dispersas en el cosmos,
esperando a sus portadores.

—Tú, hija mía… —Selin coloca un beso frío en mi frente—
eres la Espada de Elune.
Veythra.
Tu sombra lo sabe.

Siento mi sombra palpitar detrás de mí, orgullosa, viva, como si hubiera esperado siglos ese nombre.

Pero Selin continúa, y la luz se vuelve más dura.

—El Escudo de Elune, el poder más puro entre los puros…
siempre ha pertenecido a la primogénita de Jennifer.
A Yuna.

Veo a Yuna bebé, envuelta en luz.
Veo el escudo elegirla, no por fuerza, sino por inocencia.
Por pureza absoluta.

—Ella jamás lo usaría… salvo que no hubiera otra opción. —

La voz de Selin se quiebra.

—Ese poder está en peligro. —


---

El despertar

Despierto violentamente.
El corazón me explota en el pecho.
La sombra se contrae.
La Luna vibra.

—¡YUNA! —grito incorporándome.

La habitación parece más pequeña.
Más oscura.

—¡Yuna está en peligro! —

Y por primera vez en mucho tiempo…
la Luna no responde.
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La Leyenda de Yue

Caigo en la cama antes de que la noche termine de asentarse.
No quiero dormir.
Necesito hacerlo.
La perturbación en la Luna sigue latiendo en mi nuca como un tambor antiguo,
y solo Selin puede decirme qué está temblando allá arriba.

El sueño me toma de la muñeca y me arrastra con la suavidad de un recuerdo.
Y allí está ella, Selin, con su luz blanca y sus ojos de niebla.
Su canto vuelve, ese canto que parece deshacer el tiempo.

—Deja que te cuente… —

Y todo el mundo se derrite en una claridad azulada.


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La leyenda de Yue

Selin me muestra un universo antiguo, sin eclipses, sin guerras, sin custodios.
Solo vacío… y criaturas hambrientas.

—Yue no siempre fue santa del Templo Elunai, hija mía —dice Selin, su voz empapada de luna—. Antes fue un parásito del espacio entre espacios.

Veo a Yue antes de ser sagrada:
un ser hermoso, frío, nacida del hambre absoluta.
Su raza devoraba estrellas, bebía la luz de planetas puros
hasta dejarlos como cáscaras muertas.

Y entonces la Luna aparece.
Blanca, gigante, perfecta.

Yue cae sobre ella… buscando pureza.
Y la encuentra.

Elune.

La Diosa Lunar no la destruye.
No lucha.
Solo extiende un sueño.

Y Yue queda atrapada.

Un sueño para ella…
pero mil años para su alma.
Mil años con la Diosa.
Mil años aprendiendo de los espíritus.
Mil años enamorándose de la luz más pura del cosmos.

Cuando despierta, para Yue solo ha pasado una noche.
Pero en su corazón ha pasado una vida entera.

Una vida que cambió su especie.
Una vida que la hizo elegir.

Decidió proteger lo que por primera vez había amado.

Con Elune a su lado, Yue advirtió a los Elunai del peligro.
Eligió a los más poderosos entre ellos
y los sumergió en un sueño sagrado de mil años.

Selin estaba entre ellos.
Mi abuela.
La madre de Jennifer.

De ese sueño nació lo imposible:
la magia más poderosa que los Elunai jamás tocaron.
La magia de protección lunar.
La magia de los Custodios.


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Cuando los parásitos de la raza de Yue invadieron la Luna,
la guerra fue brutal.

Entonces Yue, en un acto que Selin describe con lágrimas que no existen,
arrancó de su propio corazón una espada de luz.
Esa espada la condenó y la liberó.
La espada de Elune.

Se convirtió en Espada y Escudo de Elune.
Aniquiló a su raza entera.
Y murió en el mismo acto.

Su alma se fragmentó.
La del Espada.
La del Escudo.

Ambas quedaron dispersas en el cosmos,
esperando a sus portadores.

—Tú, hija mía… —Selin coloca un beso frío en mi frente—
eres la Espada de Elune.
Veythra.
Tu sombra lo sabe.

Siento mi sombra palpitar detrás de mí, orgullosa, viva, como si hubiera esperado siglos ese nombre.

Pero Selin continúa, y la luz se vuelve más dura.

—El Escudo de Elune, el poder más puro entre los puros…
siempre ha pertenecido a la primogénita de Jennifer.
A Yuna.

Veo a Yuna bebé, envuelta en luz.
Veo el escudo elegirla, no por fuerza, sino por inocencia.
Por pureza absoluta.

—Ella jamás lo usaría… salvo que no hubiera otra opción. —

La voz de Selin se quiebra.

—Ese poder está en peligro. —


---

El despertar

Despierto violentamente.
El corazón me explota en el pecho.
La sombra se contrae.
La Luna vibra.

—¡YUNA! —grito incorporándome.

La habitación parece más pequeña.
Más oscura.

—¡Yuna está en peligro! —

Y por primera vez en mucho tiempo…
la Luna no responde.
Me shockea
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