• ✦ Encuentro entre adoquines ✦
    Fandom OC
    Categoría Original
    El aire fresco de Milán llevaba consigo el aroma a café y el murmullo constante de la Fashion Week. Yunseok caminaba por las calles adoquinadas con paso sereno, traje oscuro perfectamente cortado y una carpeta de bocetos bajo el brazo.

    Al girar una esquina, distraído con su teléfono, chocó suavemente con alguien. Sus bocetos y un libro cayeron al suelo. Se inclinó de inmediato, recogiéndolos con precisión.

    —No te preocupes, de verdad

    dijo con voz grave y tranquila, extendiendo uno de los objetos.

    Alzó la mirada: unos ojos brillantes lo observaban, entre sorpresa y disculpa. Le ofreció la mano para ayudarla a incorporarse.

    —No tienes que pagar nada

    añadió con una sonrisa serena, sacudiendo con naturalidad una pelusa de su abrigo

    —. Todo está bien.

    Ante su comentario de reconocimiento, dejó escapar una breve risa.

    —Sí, soy diseñador. Yunseok Wang. Estoy aquí para presentar mi colección de MIRROR. Quizás de ahí te suene.

    Escuchar su nombre lo sintió refrescante fuera de las pasarelas. Cuando ella se presentó, asintió cortésmente.

    —Encantado de conocerte, Luana.

    Su petición le arrancó una sonrisa cálida.

    —Conozco cafés encantadores, galerías ocultas y una vista increíble desde la Terraza del Duomo

    comentó, ofreciéndole el brazo de manera natural.

    —Tengo la tarde libre… Si confías en mí, puedo mostrarte la Milán que no sale en las guías.

    Su mirada se suavizó mientras caminaban entre adoquines bañados por la luz dorada del atardecer.

    Giró el rostro hacia ella, curioso.

    —Dime, Luana… ¿qué es lo primero que te gustaría ver antes de volver a tu vida real ?
    El aire fresco de Milán llevaba consigo el aroma a café y el murmullo constante de la Fashion Week. Yunseok caminaba por las calles adoquinadas con paso sereno, traje oscuro perfectamente cortado y una carpeta de bocetos bajo el brazo. Al girar una esquina, distraído con su teléfono, chocó suavemente con alguien. Sus bocetos y un libro cayeron al suelo. Se inclinó de inmediato, recogiéndolos con precisión. —No te preocupes, de verdad dijo con voz grave y tranquila, extendiendo uno de los objetos. Alzó la mirada: unos ojos brillantes lo observaban, entre sorpresa y disculpa. Le ofreció la mano para ayudarla a incorporarse. —No tienes que pagar nada añadió con una sonrisa serena, sacudiendo con naturalidad una pelusa de su abrigo —. Todo está bien. Ante su comentario de reconocimiento, dejó escapar una breve risa. —Sí, soy diseñador. Yunseok Wang. Estoy aquí para presentar mi colección de MIRROR. Quizás de ahí te suene. Escuchar su nombre lo sintió refrescante fuera de las pasarelas. Cuando ella se presentó, asintió cortésmente. —Encantado de conocerte, Luana. Su petición le arrancó una sonrisa cálida. —Conozco cafés encantadores, galerías ocultas y una vista increíble desde la Terraza del Duomo comentó, ofreciéndole el brazo de manera natural. —Tengo la tarde libre… Si confías en mí, puedo mostrarte la Milán que no sale en las guías. Su mirada se suavizó mientras caminaban entre adoquines bañados por la luz dorada del atardecer. Giró el rostro hacia ella, curioso. —Dime, Luana… ¿qué es lo primero que te gustaría ver antes de volver a tu vida real ?
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  • Nico habia decidido salir al bar con sus amigos.
    El bar no estaba tan lleno como otros dias, pero el murmullo constante, la música de fondo y las luces cálidas lo hacían sentirse más vivo de lo normal. Nico estaba apoyado contra la barra, con una bebida en la mano, escuchando las historias de siempre de sus amigos. Reía por lo bajo, mirando de vez en cuando hacia la entrada, como si esperara algo más interesante que el humo de cigarro y el alcohol barato.

    Entonces lo escuchó.

    —¿Qué dijiste, imbécil? —gritó una voz cerca de la esquina.

    Nico giró el rostro. Uno de sus amigos, el más explosivo del grupo, estaba cara a cara con dos tipos que claramente buscaban problemas. Nico dejó el vaso sobre la barra sin pensarlo.

    Se acercó, manos alzadas, tranquilo.

    —Ey, tranquilos... No vale la pena —dijo con su tono suave, esa calma que muchas veces desarmaba situaciones. Pero esta vez no funcionó.

    Uno de los tipos empujó a el amigo de Nico con fuerza, y Nico instintivamente se metió en medio, sujetando al agresor del brazo.

    —Ya estuvo, ¿sí? Nadie necesita salir de aquí jodido por una estupidez.

    —¿Y tú quién te crees? —le dijo el otro, con un empujón seco al pecho.

    Nico retrocedió un paso, pero no bajó la mirada. Su mandíbula se tensó. El ambiente se volvió denso.

    —Estoy tratando de evitar que te saquen cargando. Eso soy.

    Pero el primer golpe vino sin aviso. Un puñetazo cruzado le dio en la mejilla, y sintió el ardor al instante. Apenas si reaccionó cuando el amigo de Nico respondió con un derechazo al segundo tipo. Entonces fue inevitable.

    Un breve caos. Nico no era un experto en peleas, pero no se iba a quedar sin defenderse. Empujó al tipo que lo había golpeado y le metió un puñetazo directo al estómago. Recibió un puñetazo en el estomago. Todo fue rápido, torpe, sin técnica, pero lleno de rabia contenida.

    Al final, los de seguridad llegaron y separaron todo. Uno de los tipos acabó en el suelo, y Nico con el labio partido y el pómulo ardiendo.

    Ya afuera, el grupo caminaba entre risas nerviosas por la acera húmeda.

    —¿Estás bien? —preguntó su amigo.

    Nico se tocó la cara, sintió el ardor en la mandíbula y soltó una risa nasal.

    —Seguro va a doler mañana…

    Y justo ahí, como si nada, sonrió.

    Esa sonrisa torcida, medio orgullosa y medio resignada. Los faroles de la calle iluminaban su rostro lastimado.
    Nico habia decidido salir al bar con sus amigos. El bar no estaba tan lleno como otros dias, pero el murmullo constante, la música de fondo y las luces cálidas lo hacían sentirse más vivo de lo normal. Nico estaba apoyado contra la barra, con una bebida en la mano, escuchando las historias de siempre de sus amigos. Reía por lo bajo, mirando de vez en cuando hacia la entrada, como si esperara algo más interesante que el humo de cigarro y el alcohol barato. Entonces lo escuchó. —¿Qué dijiste, imbécil? —gritó una voz cerca de la esquina. Nico giró el rostro. Uno de sus amigos, el más explosivo del grupo, estaba cara a cara con dos tipos que claramente buscaban problemas. Nico dejó el vaso sobre la barra sin pensarlo. Se acercó, manos alzadas, tranquilo. —Ey, tranquilos... No vale la pena —dijo con su tono suave, esa calma que muchas veces desarmaba situaciones. Pero esta vez no funcionó. Uno de los tipos empujó a el amigo de Nico con fuerza, y Nico instintivamente se metió en medio, sujetando al agresor del brazo. —Ya estuvo, ¿sí? Nadie necesita salir de aquí jodido por una estupidez. —¿Y tú quién te crees? —le dijo el otro, con un empujón seco al pecho. Nico retrocedió un paso, pero no bajó la mirada. Su mandíbula se tensó. El ambiente se volvió denso. —Estoy tratando de evitar que te saquen cargando. Eso soy. Pero el primer golpe vino sin aviso. Un puñetazo cruzado le dio en la mejilla, y sintió el ardor al instante. Apenas si reaccionó cuando el amigo de Nico respondió con un derechazo al segundo tipo. Entonces fue inevitable. Un breve caos. Nico no era un experto en peleas, pero no se iba a quedar sin defenderse. Empujó al tipo que lo había golpeado y le metió un puñetazo directo al estómago. Recibió un puñetazo en el estomago. Todo fue rápido, torpe, sin técnica, pero lleno de rabia contenida. Al final, los de seguridad llegaron y separaron todo. Uno de los tipos acabó en el suelo, y Nico con el labio partido y el pómulo ardiendo. Ya afuera, el grupo caminaba entre risas nerviosas por la acera húmeda. —¿Estás bien? —preguntó su amigo. Nico se tocó la cara, sintió el ardor en la mandíbula y soltó una risa nasal. —Seguro va a doler mañana… Y justo ahí, como si nada, sonrió. Esa sonrisa torcida, medio orgullosa y medio resignada. Los faroles de la calle iluminaban su rostro lastimado.
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  • Habíamos llegado al lugar y ya nos habíamos dispersado para empezar con la misión, la música retumba en el club clandestino, luces carmesí y humo cortan el ambiente. Angela, vestida con un atuendo ceñido y máscara de encaje, se desliza entre la multitud con la seguridad de quien sabe que todos los ojos se posan en ella. Su objetivo: Danielle Ford, capo rival, sentado en un reservado con vista al espectáculo.

    Angela inicia un baile intenso y magnético, sus movimientos transmiten poder y promesa, atrayendo la atención de Danielle y no solo de el, sino también de su hija a su costado y de la persona que me estaba viendo a través de las cámaras previamente colocadas. Él acepta la invitación no verbal al dejar que ella se aproxime, ignorando los murmullos de sus propios guardaespaldas. Con cada giro, Angela acorta las distancias, y su danza se transforma en un duelo sutil de seducción y dominio.

    Cuando está a centímetros de Danielle, Angela se inclina, permitiendo que su largo cabello oculte la destreza con la que desliza su mano hacia el interior de su chaqueta: le roba la billetera, donde guarda información y acceso a sus finanzas, sin que él lo perciba. Luego, con una sonrisa tras la máscara, se acerca y lo besa. Danielle, embriagado por el juego, no percibe el verdadero peligro.

    Angela le susurra una promesa misteriosa y lo toma de la mano, guiándolo por un pasillo privado dando una pequeña y muy sutil señal para proseguir. La puerta de una habitación se abre: Está una cama con algunas cosas y detrás de la puerta Alessia Leone estaba ya preparada como le había dicho para concretar el crimen.
    Habíamos llegado al lugar y ya nos habíamos dispersado para empezar con la misión, la música retumba en el club clandestino, luces carmesí y humo cortan el ambiente. Angela, vestida con un atuendo ceñido y máscara de encaje, se desliza entre la multitud con la seguridad de quien sabe que todos los ojos se posan en ella. Su objetivo: Danielle Ford, capo rival, sentado en un reservado con vista al espectáculo. Angela inicia un baile intenso y magnético, sus movimientos transmiten poder y promesa, atrayendo la atención de Danielle y no solo de el, sino también de su hija a su costado y de la persona que me estaba viendo a través de las cámaras previamente colocadas. Él acepta la invitación no verbal al dejar que ella se aproxime, ignorando los murmullos de sus propios guardaespaldas. Con cada giro, Angela acorta las distancias, y su danza se transforma en un duelo sutil de seducción y dominio. Cuando está a centímetros de Danielle, Angela se inclina, permitiendo que su largo cabello oculte la destreza con la que desliza su mano hacia el interior de su chaqueta: le roba la billetera, donde guarda información y acceso a sus finanzas, sin que él lo perciba. Luego, con una sonrisa tras la máscara, se acerca y lo besa. Danielle, embriagado por el juego, no percibe el verdadero peligro. Angela le susurra una promesa misteriosa y lo toma de la mano, guiándolo por un pasillo privado dando una pequeña y muy sutil señal para proseguir. La puerta de una habitación se abre: Está una cama con algunas cosas y detrás de la puerta [eclipse_silver_bat_642] estaba ya preparada como le había dicho para concretar el crimen.
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  • En el mismo lugar a la misma hora
    Fandom League of Legends
    Categoría Otros
    Sona, tal y como había quedado con Kayn Luna Sangrienta, apareció en el mismo lugar, a la misma hora, de hecho le estaba de paso para volver a casa, esta vez no portaba si ethwal con ella, aunque si llevaba un abanico azul con detalles dorados para poder aliviar el calorcito del día.

    La virtuosa de las cuerdas colocó sus delicadas manos sobre la baranda de mármol e inclinó su cuerpo hacia delante para ver el estanque que había abajo, los peces koi danzaban entre las aguas casi como si estuvieran formando algún intrincado ritual, más allá una familia de patos nadaba, la madre pato enseñaba a sus patitos a como zambullirse y salir rápidamente a la superficie, un poco más allá una pareja de mariposas danzaba entre unos juncos, veía la armonía en aquello, era como si la música cobrase vida. El murmullo del escanque con las ondas de los peces, el chapoteo de los patos, la suave brisa moviendo los juncos... Se había creado una melodía alegre en una escala mayor.
    Sona, tal y como había quedado con [Kayn_blood_moon], apareció en el mismo lugar, a la misma hora, de hecho le estaba de paso para volver a casa, esta vez no portaba si ethwal con ella, aunque si llevaba un abanico azul con detalles dorados para poder aliviar el calorcito del día. La virtuosa de las cuerdas colocó sus delicadas manos sobre la baranda de mármol e inclinó su cuerpo hacia delante para ver el estanque que había abajo, los peces koi danzaban entre las aguas casi como si estuvieran formando algún intrincado ritual, más allá una familia de patos nadaba, la madre pato enseñaba a sus patitos a como zambullirse y salir rápidamente a la superficie, un poco más allá una pareja de mariposas danzaba entre unos juncos, veía la armonía en aquello, era como si la música cobrase vida. El murmullo del escanque con las ondas de los peces, el chapoteo de los patos, la suave brisa moviendo los juncos... Se había creado una melodía alegre en una escala mayor.
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  • La diosa que olvidó su libertad
    Parte 2

    El reloj del local marcaba las 5:41 de la tarde cuando Hestia cruzó la puerta. La pequeña tienda olía a cuero envejecido, metal oxidado y notas suaves de incienso barato. La diosa avanzó con una gracia serena, como si flotara. Sus ojos dorados recorrían con curiosidad cada estante: guitarras colgadas como espadas sagradas, chaquetas con parches de bandas, botas negras de cuero apiladas como si fueran armaduras, camisetas con calaveras y símbolos extraños. Todo era nuevo. Todo tenía alma.

    El único sonido en el local era el murmullo tenue de una canción eléctrica que brotaba de unos audífonos conectados a un viejo reproductor portátil.

    Detrás del mostrador, una chica con cabello rebelde y mirada soñadora movía ligeramente la cabeza al ritmo de la música. Tenía puestos unos audífonos grandes, y con una uña pintada de negro pasaba canciones en la vieja interfaz.

    Hestia se detuvo frente a ella y la observó en silencio unos segundos, con una expresión de intriga genuina. Entonces, con voz suave, casi como un susurro sagrado, preguntó:

    —Escuché el sonido de ese artefacto que llevas en los oídos… ¿qué es?

    Patricia levantó la mirada de golpe, algo sorprendida por la voz repentina. Se quitó los audífonos y los dejó colgando de su cuello.

    —¿Eh? ¿Esto? —dijo señalando los audífonos—. Son… audífonos. Estoy escuchando música.

    Hestia ladeó un poco la cabeza, fascinada.
    —Música? Nunca había escuchado musica así, suena tan lleno de energía, se oye como si los relámpagos tuvieran emociones y formaran una sinfonía

    Patricia rió con suavidad, divertida por la comparación.
    —Bueno… es rock combinado con metal, te gusta?, nunca habías oído estos géneros de música ?-

    Hestia asintió lentamente, como si probara un vino nuevo.
    —escuche esto...logré escuchar esto desde muy lejos , por eso estoy aquí, ...estoy ...intrigada

    Patricia abrió un poco más los ojos, sorprendida , al ver de cerca a la misteriosa mujer pelirroja se ds cuenta que es muy hermosa y , se ve tan joven, la niña encargada cree que esa mujer pelirroja no debe ser más de tres años mayor ..

    La pelirroja observó los altavoces de la tienda, los discos, los carteles gastados. Su mirada se detenía un instante en cada símbolo, como si reconociera algo perdido hace milenios.

    —¿Esta tienda es tu templo? —preguntó la diosa con inocencia serena.

    Patricia rió de nuevo.
    —¿Templo? Nah, es solo mi trabajo. Aunque… sí, me gusta pensarlo así. Un templo para los que aman la música de verdad. Aquí vendemos ropa, vinilos, guitarras, pósters, todo lo que un verdadero rockero necesita.

    Hestia: - lo que un rockero necesita ?...que es un rockero ?...una especie de guerrero?, un hechicero?, no comprendo este lugar ...todo es tan intrigante ...

    * La diosa pregunta eso mientras mira alrededor, dando a entender que se refiere a todo en la tienda, la niña entendió que esa mujer no conoce nada de el rock, y además siente algo extraño...esa mujer pelirroja emite una presencia de paz enorme, es inexplicable pero su cercanía es tan agradable , que le inspiro confianza casi al instante *

    Patricia: - el rock es una filosofía...una manera de vivir , un código de honor, y si...es para guerreros, auténticos guerreros , y tiene magia...., ven ...siéntate aquí...te mostraré ...-

    *Como si ya la conociera de siempre Patricia invito a la hermosa pelirroja a sentarse teas el mostrador, donde ella estaba, ahí frente al amplio monitor de la computadora , Patricia le desconecto los audífonos para que la música y vídeos que va a mostrarle se escuche en toda la tienda, y comenzó a mostrarle un vídeo tras otro, entre las canciones la niña explicaba filosofías y contaba historias y leyendas, la pelirroja pone atención total, le asombra que una humana tan joven posea ese nivel de sabiduría , la diosa sospecha que la niña es discípula de algún hechicero....hestia solo lo sospecha en su mente, pero nunca le pregunta la niña quien es su maestro , prefiere preguntar más sobre lo que la niña le está enseñando, es demasiado interesante como para desviar el tema; momentos después la niña preparo café...una aromática bebida caliente y oscura donde el sabor dulce y amargo hacen un misterioso equilibrio ...en ese punto...para la diosa y para la niña el tiempo dejo de tener sentido, la niña se llevó de la mano a la diosa explorando el mundo de el rock ...*

    (Continuará ...)
    La diosa que olvidó su libertad Parte 2 El reloj del local marcaba las 5:41 de la tarde cuando Hestia cruzó la puerta. La pequeña tienda olía a cuero envejecido, metal oxidado y notas suaves de incienso barato. La diosa avanzó con una gracia serena, como si flotara. Sus ojos dorados recorrían con curiosidad cada estante: guitarras colgadas como espadas sagradas, chaquetas con parches de bandas, botas negras de cuero apiladas como si fueran armaduras, camisetas con calaveras y símbolos extraños. Todo era nuevo. Todo tenía alma. El único sonido en el local era el murmullo tenue de una canción eléctrica que brotaba de unos audífonos conectados a un viejo reproductor portátil. Detrás del mostrador, una chica con cabello rebelde y mirada soñadora movía ligeramente la cabeza al ritmo de la música. Tenía puestos unos audífonos grandes, y con una uña pintada de negro pasaba canciones en la vieja interfaz. Hestia se detuvo frente a ella y la observó en silencio unos segundos, con una expresión de intriga genuina. Entonces, con voz suave, casi como un susurro sagrado, preguntó: —Escuché el sonido de ese artefacto que llevas en los oídos… ¿qué es? Patricia levantó la mirada de golpe, algo sorprendida por la voz repentina. Se quitó los audífonos y los dejó colgando de su cuello. —¿Eh? ¿Esto? —dijo señalando los audífonos—. Son… audífonos. Estoy escuchando música. Hestia ladeó un poco la cabeza, fascinada. —Música? Nunca había escuchado musica así, suena tan lleno de energía, se oye como si los relámpagos tuvieran emociones y formaran una sinfonía Patricia rió con suavidad, divertida por la comparación. —Bueno… es rock combinado con metal, te gusta?, nunca habías oído estos géneros de música ?- Hestia asintió lentamente, como si probara un vino nuevo. —escuche esto...logré escuchar esto desde muy lejos , por eso estoy aquí, ...estoy ...intrigada Patricia abrió un poco más los ojos, sorprendida , al ver de cerca a la misteriosa mujer pelirroja se ds cuenta que es muy hermosa y , se ve tan joven, la niña encargada cree que esa mujer pelirroja no debe ser más de tres años mayor .. La pelirroja observó los altavoces de la tienda, los discos, los carteles gastados. Su mirada se detenía un instante en cada símbolo, como si reconociera algo perdido hace milenios. —¿Esta tienda es tu templo? —preguntó la diosa con inocencia serena. Patricia rió de nuevo. —¿Templo? Nah, es solo mi trabajo. Aunque… sí, me gusta pensarlo así. Un templo para los que aman la música de verdad. Aquí vendemos ropa, vinilos, guitarras, pósters, todo lo que un verdadero rockero necesita. Hestia: - lo que un rockero necesita ?...que es un rockero ?...una especie de guerrero?, un hechicero?, no comprendo este lugar ...todo es tan intrigante ... * La diosa pregunta eso mientras mira alrededor, dando a entender que se refiere a todo en la tienda, la niña entendió que esa mujer no conoce nada de el rock, y además siente algo extraño...esa mujer pelirroja emite una presencia de paz enorme, es inexplicable pero su cercanía es tan agradable , que le inspiro confianza casi al instante * Patricia: - el rock es una filosofía...una manera de vivir , un código de honor, y si...es para guerreros, auténticos guerreros , y tiene magia...., ven ...siéntate aquí...te mostraré ...- *Como si ya la conociera de siempre Patricia invito a la hermosa pelirroja a sentarse teas el mostrador, donde ella estaba, ahí frente al amplio monitor de la computadora , Patricia le desconecto los audífonos para que la música y vídeos que va a mostrarle se escuche en toda la tienda, y comenzó a mostrarle un vídeo tras otro, entre las canciones la niña explicaba filosofías y contaba historias y leyendas, la pelirroja pone atención total, le asombra que una humana tan joven posea ese nivel de sabiduría , la diosa sospecha que la niña es discípula de algún hechicero....hestia solo lo sospecha en su mente, pero nunca le pregunta la niña quien es su maestro , prefiere preguntar más sobre lo que la niña le está enseñando, es demasiado interesante como para desviar el tema; momentos después la niña preparo café...una aromática bebida caliente y oscura donde el sabor dulce y amargo hacen un misterioso equilibrio ...en ese punto...para la diosa y para la niña el tiempo dejo de tener sentido, la niña se llevó de la mano a la diosa explorando el mundo de el rock ...* (Continuará ...)
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  • 𝕿𝐡𝐞 𝕸𝐢𝐫𝐚𝐜𝐥𝐞: 𝖆 𝖓𝖊𝖕𝖍𝖎𝖑𝖑𝖎𝖒.
    Fandom Supernatural - Lucifer
    Categoría Crossover
    ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤ➧ sᴛᴀʀᴛᴇʀ Chloe Decker I Fᴇᴍ AU I

    La tensión en la cuidad de plata era palpable, la corte celestial se encontraba reunida pero dividida en dos bandos. Por un lado se encontraban los que depositaban una confianza ciega en el creador y por el otro, aquellos que se encontraban al borde de la locura; en sus rostros se reflejaba la preocupación, la angustia y la desesperación. No había que ser un genio para darse de cuenta de que no les faltaba demasiado para arrancarse una por una las plumas de sus alas.

    Era una reacción lógica, el todopoderoso había tomado un pequeño receso de sus vacaciones indefinida, había ascendido a los cielos a ponerlo todo de cabeza y no parecía inmutarse por ello.

    Los murmullos de cientos de ángeles junto a los murmullos de los principales miembros de la Corte celestial hacian eco en cada rincón del paraíso. Como regla principal, todos los habitantes de la cuidad de plata tenían estrictamente prohibido pelear entre si y por ello estaban debatiendo sobre quien sería el elegido para darle una devolución al padre de todo que agurdaba impaciente en el centro del salón manteniendo su forma humana.

    ──No es necesario que murmuren o que susurren entre ustedes, puedo oirlos...── Menciono en un tono similar al de un regaño y con ello, el silencio se instalo en ese salón hecho de oro y mármol blanco. ──No les estoy pidiendo permiso, mucho menos quiero su opinión. Les estoy diciendo que voy a hacer con el fin de evitar que tomen a mi nieto, es decir a su sobrino, como una amenaza a la que deben erradicar.── Dios era consciente de que estaba tratando un tema delicado pero sabía exactamente lo que estaba haciendo al traer a la mesa el anuncio de que le daría a Lucifer, el hijo desterrado, un retoño y por si no fuera poco... La humana con la que había decidido compartir su vida seria la madre de ese ser. Simplemente inaceptable y no tardaron en saltarse las reglas de votación para tomar la palabra.

    El primero en hacerlo fue Amenadiel, el nuevo mensajero, un ángel que suplia a Gabriel en lo que este cumplía con sus deberes en la tierra.

    “Tampoco estoy del todo de acuerdo con papá pero confío en él. Si ha tomado esa decisión es porque sabe que el niño no será un peligro para nosotros o para sus padres, ni siquiera para los humanos." Explicó volteando a ver los rostros de sus hermanos y hermanas, buscando que alguien más compartiera su punto de vista pero solo un puñado de ellos asintieron.

    "Lamento mucho ser quien les recuerde lo que paso la última vez que los nephillim caminaron en la tierra." Mikha'el fue quien tomó la palabra posicionandose en mitad del salón, muy cerca del creador, para que todos pudieran verlo bien. "Esas criaturas no solo eran fruto del pecado, que es algo muy del estilo de nuestro hermano Lucifer, si no que también se convertían en gigantes incontrolables que arrasaban con todo a su paso. ¿Queremos una segunda invasión de esas abominaciones? ¿O es que en tus planes hay una segunda inundación para tus hijos favoritos, papá? No olvides que tu nuevo favorito vive en la tierra." Espetó el comandante de las huestes celestiales, desafiando a su padre no solo con la mirada, también con sus palabras que lanzo como si fuesen dagas filosas.

    ──Lo dices como si no pudiera traer a Jamie aquí, Miguel... Agradezco tu preocupación por él pero no corre peligro alguno, su bienestar y seguridad es algo que contemple antes de tomar esta decisión por agrandar la familia. ── Chuck sonrió por el comentario de su hijo, que entre los celos hacia Lucifer y el resentimiento por la atención extra que recibían las demás creaciónes, paso por alto con quien estaba hablando. ──Su condición de mortal no lo hace inferior a ti, lo hace más valioso. Aunque, si eso es un problema puedo darle tu divinidad, tu gracia y darte la oportunidad de experimentar lo que es la humanidad... O quizás debería enviarte a la tierra a cumplir con alguna labor similar a la que le di a Gabriel porque a él no lo escucho quejarse y contigo, hijo mio, no puedo decir lo mismo.── El arcángel bajo la mirada al oir las severas palabras de su padre. Se había dejado llevar por las emociones del momento que hasta había olvidado que a Lucifer lo habían desterrado del paraíso sin siquiera darle la oportunidad de excusarse por sus acciones.

    Todos en el cielo sabían que Dios castigaba primero y preguntaba después, cientos de siglos después, y si es que recordaba hacerlo. La prueba de ello era el mismísimo lucero del alba al que le estaban por obsequiar un milagro más no el perdón o la oportunidad de regresar al que alguna vez fue su hogar.

    "Mal interpretas mis palabras, padre. Intento ayudarte a que veas con claridad. Lo que quieres hacer es..." Mikha'el cerró la boca al ver que Chuck alzaba la mano y juntaba el dedo pulgar con el indice como última advertencia. Los angeles exclamaron al unísono, sabían que sucedía cuando Dios chasqueaba los dedos, podía ocurrir un milagro o podía ser el fin de algo y dada la circunstancia, la permanencia del arcángel en el paraíso pendía de un hilo muy delgado.

    ──Gracias por tu silencio, hijo. ¿Alguien más quiere aportar algo o quizás entregarme algún obsequio para la futura madre de mi nieto? ¿Que tal algún regalo para su futuro sobrino?.── Preguntó en un tono animado que rayaba en la burla y la provocación.

    Nadie se atrevió a decir nada más al respecto pero tampoco se acercaron a entregarle nada, se quedaron observandolo, quietos como las columnas de oro que decoraban el salón.

    ──Muy bien... Eso es todo, pueden regresar a sus actividades excepto tú Amenadiel. Tú vendrás conmigo y el resto, espero sean amables con su sobrino cuando lo conozcan; ya estan bastantes mayores como para recibir castigos.── Chuck miró directamente hacia Mikha'el y cuando Amenadiel llego a su lado, abandonaron el salón.

    ㅤ𝚃𝙸𝙴𝚁𝚁𝙰 𝟼𝟼𝟼 - 𝟿 𝙼𝙴𝚂𝙴𝚂 𝙳𝙴𝚂𝙿𝚄𝙴𝚂.

    El día había llegado, era una mañana radiante y cálida de primavera. Las calles estaban decoradas con telarañas, calaveras y calabazas; incluso el hospital estaba decorado con motivo de halloween, una celebración que a diferencia de lo que solían decir no le disgustaba al creador. De hecho, lo encontraba muy divertido e ingenioso porque a pesar de todo se viera tétrico, viejo, o muerto nada era lo que parecía ser.

    Chuck llegó a la recepción del hospital y se anunció con la secretaria que estaba vestida como una bruja.

    "Buenos días, señor. ¿Nombre del paciente al que va a visitar?“ preguntó la mujer mientras abría un archivo en la computadora.

    ──A mi nuera, su nombre es Chloe Decker.── Respondió con amabalidad aunque supiera que iba a decirle la mujer.

    "Chloe Decker..." Repitió la secretaria hasta que dio con el nombre en la lista. "Si, señor. Aquí esta, llega a tiempo; la señorita Decker tuvo a su bebé en la madrugada" le informo y procedió a entregarle un gafete que acreditaba a Chuck como visita. Luego le indico que camino debía tomar para llegar a la habitacion número 221.

    ──Gracias, Maggie. Ten un lindo día.── Chuck se dio la vuelta y la mujer bajó la visto a la solapa de su chaleco donde normalmente estaría su tarjeta de presentación con su nombre pero esta vez no estaba allí, por las prisas no la había traído consigo.

    Se encogió de hombros, pensando en que quizás le habría dicho su nombre en algún momento de la conversación y restandole importancia al asunto regreso a su trabajo.

    Por su parte, Chuck se dejó guiar por energía del pequeño. Aquella que le había quitado a Lucifer como castigo y que ahora entendía porque lo había hecho, alguien más iba a necesitarla, y ese alguien acababa de nacer.

    Antes de que el niño fuese concebido, como su abuelo, Dios había hablado con ese ser cuando era un alma en forma de esfera de luz y de todos los candidatos que se habían ofrecido, escogió al que había suplicado para ser hijo de Chloe. El resto había pedido ser elegidos para aprender de los humanos, para ayudarlos, para ser unos ellos, para experimentar pero solo uno había priorizado a la madre que lo llevaría en el vientre.

    Giró por última vez en el corredor y avanzo hasta dar con la habitación 221, no golpeó para entrar, solo abrió la puerta y entró. Ahí estaba Chloe, iluminada por los rayos de sol que entraban por la ventana, recostada con su bebé en brazos y rodeada de arreglos florales.

    Chloe al percatarse del extraño que había entrado sin anunciarse, se abrazo a su bebé con un solo brazo y con el otro parecía estar buscando algo en la mesa noche.

    ──No necesito ver tu placa, Chloe. Sé que eres policía y no estoy aquí para hacerles daño si no, para conocer a mi nieto.── Menciono con naturalidad sin moverse de su lugar pero al notar que la desconfianza no se esfumaba, agregó. ──El bebé es un niño, pesa tres kilogramos y tiene tus ojos. Nació a las tres de la madrugada, eso te asusto dada la naturaleza de su padre y me pediste a mi que por favor les diera la bendición de que el pequeño se viera normal, ¿olvide de mencionar algo?...
    ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤ➧ sᴛᴀʀᴛᴇʀ [detectiveCDecker] La tensión en la cuidad de plata era palpable, la corte celestial se encontraba reunida pero dividida en dos bandos. Por un lado se encontraban los que depositaban una confianza ciega en el creador y por el otro, aquellos que se encontraban al borde de la locura; en sus rostros se reflejaba la preocupación, la angustia y la desesperación. No había que ser un genio para darse de cuenta de que no les faltaba demasiado para arrancarse una por una las plumas de sus alas. Era una reacción lógica, el todopoderoso había tomado un pequeño receso de sus vacaciones indefinida, había ascendido a los cielos a ponerlo todo de cabeza y no parecía inmutarse por ello. Los murmullos de cientos de ángeles junto a los murmullos de los principales miembros de la Corte celestial hacian eco en cada rincón del paraíso. Como regla principal, todos los habitantes de la cuidad de plata tenían estrictamente prohibido pelear entre si y por ello estaban debatiendo sobre quien sería el elegido para darle una devolución al padre de todo que agurdaba impaciente en el centro del salón manteniendo su forma humana. ──No es necesario que murmuren o que susurren entre ustedes, puedo oirlos...── Menciono en un tono similar al de un regaño y con ello, el silencio se instalo en ese salón hecho de oro y mármol blanco. ──No les estoy pidiendo permiso, mucho menos quiero su opinión. Les estoy diciendo que voy a hacer con el fin de evitar que tomen a mi nieto, es decir a su sobrino, como una amenaza a la que deben erradicar.── Dios era consciente de que estaba tratando un tema delicado pero sabía exactamente lo que estaba haciendo al traer a la mesa el anuncio de que le daría a Lucifer, el hijo desterrado, un retoño y por si no fuera poco... La humana con la que había decidido compartir su vida seria la madre de ese ser. Simplemente inaceptable y no tardaron en saltarse las reglas de votación para tomar la palabra. El primero en hacerlo fue Amenadiel, el nuevo mensajero, un ángel que suplia a Gabriel en lo que este cumplía con sus deberes en la tierra. “Tampoco estoy del todo de acuerdo con papá pero confío en él. Si ha tomado esa decisión es porque sabe que el niño no será un peligro para nosotros o para sus padres, ni siquiera para los humanos." Explicó volteando a ver los rostros de sus hermanos y hermanas, buscando que alguien más compartiera su punto de vista pero solo un puñado de ellos asintieron. "Lamento mucho ser quien les recuerde lo que paso la última vez que los nephillim caminaron en la tierra." Mikha'el fue quien tomó la palabra posicionandose en mitad del salón, muy cerca del creador, para que todos pudieran verlo bien. "Esas criaturas no solo eran fruto del pecado, que es algo muy del estilo de nuestro hermano Lucifer, si no que también se convertían en gigantes incontrolables que arrasaban con todo a su paso. ¿Queremos una segunda invasión de esas abominaciones? ¿O es que en tus planes hay una segunda inundación para tus hijos favoritos, papá? No olvides que tu nuevo favorito vive en la tierra." Espetó el comandante de las huestes celestiales, desafiando a su padre no solo con la mirada, también con sus palabras que lanzo como si fuesen dagas filosas. ──Lo dices como si no pudiera traer a Jamie aquí, Miguel... Agradezco tu preocupación por él pero no corre peligro alguno, su bienestar y seguridad es algo que contemple antes de tomar esta decisión por agrandar la familia. ── Chuck sonrió por el comentario de su hijo, que entre los celos hacia Lucifer y el resentimiento por la atención extra que recibían las demás creaciónes, paso por alto con quien estaba hablando. ──Su condición de mortal no lo hace inferior a ti, lo hace más valioso. Aunque, si eso es un problema puedo darle tu divinidad, tu gracia y darte la oportunidad de experimentar lo que es la humanidad... O quizás debería enviarte a la tierra a cumplir con alguna labor similar a la que le di a Gabriel porque a él no lo escucho quejarse y contigo, hijo mio, no puedo decir lo mismo.── El arcángel bajo la mirada al oir las severas palabras de su padre. Se había dejado llevar por las emociones del momento que hasta había olvidado que a Lucifer lo habían desterrado del paraíso sin siquiera darle la oportunidad de excusarse por sus acciones. Todos en el cielo sabían que Dios castigaba primero y preguntaba después, cientos de siglos después, y si es que recordaba hacerlo. La prueba de ello era el mismísimo lucero del alba al que le estaban por obsequiar un milagro más no el perdón o la oportunidad de regresar al que alguna vez fue su hogar. "Mal interpretas mis palabras, padre. Intento ayudarte a que veas con claridad. Lo que quieres hacer es..." Mikha'el cerró la boca al ver que Chuck alzaba la mano y juntaba el dedo pulgar con el indice como última advertencia. Los angeles exclamaron al unísono, sabían que sucedía cuando Dios chasqueaba los dedos, podía ocurrir un milagro o podía ser el fin de algo y dada la circunstancia, la permanencia del arcángel en el paraíso pendía de un hilo muy delgado. ──Gracias por tu silencio, hijo. ¿Alguien más quiere aportar algo o quizás entregarme algún obsequio para la futura madre de mi nieto? ¿Que tal algún regalo para su futuro sobrino?.── Preguntó en un tono animado que rayaba en la burla y la provocación. Nadie se atrevió a decir nada más al respecto pero tampoco se acercaron a entregarle nada, se quedaron observandolo, quietos como las columnas de oro que decoraban el salón. ──Muy bien... Eso es todo, pueden regresar a sus actividades excepto tú Amenadiel. Tú vendrás conmigo y el resto, espero sean amables con su sobrino cuando lo conozcan; ya estan bastantes mayores como para recibir castigos.── Chuck miró directamente hacia Mikha'el y cuando Amenadiel llego a su lado, abandonaron el salón. ㅤ𝚃𝙸𝙴𝚁𝚁𝙰 𝟼𝟼𝟼 - 𝟿 𝙼𝙴𝚂𝙴𝚂 𝙳𝙴𝚂𝙿𝚄𝙴𝚂. El día había llegado, era una mañana radiante y cálida de primavera. Las calles estaban decoradas con telarañas, calaveras y calabazas; incluso el hospital estaba decorado con motivo de halloween, una celebración que a diferencia de lo que solían decir no le disgustaba al creador. De hecho, lo encontraba muy divertido e ingenioso porque a pesar de todo se viera tétrico, viejo, o muerto nada era lo que parecía ser. Chuck llegó a la recepción del hospital y se anunció con la secretaria que estaba vestida como una bruja. "Buenos días, señor. ¿Nombre del paciente al que va a visitar?“ preguntó la mujer mientras abría un archivo en la computadora. ──A mi nuera, su nombre es Chloe Decker.── Respondió con amabalidad aunque supiera que iba a decirle la mujer. "Chloe Decker..." Repitió la secretaria hasta que dio con el nombre en la lista. "Si, señor. Aquí esta, llega a tiempo; la señorita Decker tuvo a su bebé en la madrugada" le informo y procedió a entregarle un gafete que acreditaba a Chuck como visita. Luego le indico que camino debía tomar para llegar a la habitacion número 221. ──Gracias, Maggie. Ten un lindo día.── Chuck se dio la vuelta y la mujer bajó la visto a la solapa de su chaleco donde normalmente estaría su tarjeta de presentación con su nombre pero esta vez no estaba allí, por las prisas no la había traído consigo. Se encogió de hombros, pensando en que quizás le habría dicho su nombre en algún momento de la conversación y restandole importancia al asunto regreso a su trabajo. Por su parte, Chuck se dejó guiar por energía del pequeño. Aquella que le había quitado a Lucifer como castigo y que ahora entendía porque lo había hecho, alguien más iba a necesitarla, y ese alguien acababa de nacer. Antes de que el niño fuese concebido, como su abuelo, Dios había hablado con ese ser cuando era un alma en forma de esfera de luz y de todos los candidatos que se habían ofrecido, escogió al que había suplicado para ser hijo de Chloe. El resto había pedido ser elegidos para aprender de los humanos, para ayudarlos, para ser unos ellos, para experimentar pero solo uno había priorizado a la madre que lo llevaría en el vientre. Giró por última vez en el corredor y avanzo hasta dar con la habitación 221, no golpeó para entrar, solo abrió la puerta y entró. Ahí estaba Chloe, iluminada por los rayos de sol que entraban por la ventana, recostada con su bebé en brazos y rodeada de arreglos florales. Chloe al percatarse del extraño que había entrado sin anunciarse, se abrazo a su bebé con un solo brazo y con el otro parecía estar buscando algo en la mesa noche. ──No necesito ver tu placa, Chloe. Sé que eres policía y no estoy aquí para hacerles daño si no, para conocer a mi nieto.── Menciono con naturalidad sin moverse de su lugar pero al notar que la desconfianza no se esfumaba, agregó. ──El bebé es un niño, pesa tres kilogramos y tiene tus ojos. Nació a las tres de la madrugada, eso te asusto dada la naturaleza de su padre y me pediste a mi que por favor les diera la bendición de que el pequeño se viera normal, ¿olvide de mencionar algo?...
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  • Petunia Evans jamás olvidaría aquel instante en que su nombre resonó por todo el Gran Comedor.

    Las conversaciones se silenciaron al instante, como si el aire mismo contuviera el aliento. Nadie lo dijo en voz alta, pero todos lo pensaron: ¿Petunia Evans? ¿No era la hermana de la brillante Lily? ¿La que siempre parecía fuera de lugar en las historias de magia?

    Pero ahí estaba, avanzando con una gracia inesperada, el cabello rubio ceniza cayendo en ondas sobre sus hombros, los labios apenas curvados en una sonrisa discreta y segura. Sus ojos, tan distintos a los de Lily, no brillaban con inocencia, sino con inteligencia aguda y una calma casi inquietante. Vestía de manera pulcra, con un toque de coquetería minimalista, como si hubiera venido preparada para ser vista.

    El sombrero apenas rozó su cabeza cuando murmuró:

    —Vaya... interesante. Inteligente, sí, muy... Aguda. Pero también ambiciosa, determinada, con un filo interno que podría brillar en Slytherin...

    Ella apretó los labios. No suplicó. No deseó. Solo esperó.

    Después de unos segundos de suspenso tenso, el sombrero gritó:

    —¡RAVENCLAW!

    La mesa de los sabios estalló en aplausos tímidos, algo sorprendidos. Los murmullos persistieron, como un eco que no sabía apagarse. Petunia caminó hasta su nueva casa con pasos elegantes, dejando que las miradas le resbalaran por la piel. Sentía la de Lily ardiendo desde Gryffindor, mezcla de alivio y orgullo.

    Pero también supo, desde ese momento, que su historia sería distinta. Petunia sabía desde eae instante que no sería la sombra de su hermana, sería algo mucho más complicado. Algo que aún estaba por escribirse y eso le encantaba.
    Petunia Evans jamás olvidaría aquel instante en que su nombre resonó por todo el Gran Comedor. Las conversaciones se silenciaron al instante, como si el aire mismo contuviera el aliento. Nadie lo dijo en voz alta, pero todos lo pensaron: ¿Petunia Evans? ¿No era la hermana de la brillante Lily? ¿La que siempre parecía fuera de lugar en las historias de magia? Pero ahí estaba, avanzando con una gracia inesperada, el cabello rubio ceniza cayendo en ondas sobre sus hombros, los labios apenas curvados en una sonrisa discreta y segura. Sus ojos, tan distintos a los de Lily, no brillaban con inocencia, sino con inteligencia aguda y una calma casi inquietante. Vestía de manera pulcra, con un toque de coquetería minimalista, como si hubiera venido preparada para ser vista. El sombrero apenas rozó su cabeza cuando murmuró: —Vaya... interesante. Inteligente, sí, muy... Aguda. Pero también ambiciosa, determinada, con un filo interno que podría brillar en Slytherin... Ella apretó los labios. No suplicó. No deseó. Solo esperó. Después de unos segundos de suspenso tenso, el sombrero gritó: —¡RAVENCLAW! La mesa de los sabios estalló en aplausos tímidos, algo sorprendidos. Los murmullos persistieron, como un eco que no sabía apagarse. Petunia caminó hasta su nueva casa con pasos elegantes, dejando que las miradas le resbalaran por la piel. Sentía la de Lily ardiendo desde Gryffindor, mezcla de alivio y orgullo. Pero también supo, desde ese momento, que su historia sería distinta. Petunia sabía desde eae instante que no sería la sombra de su hermana, sería algo mucho más complicado. Algo que aún estaba por escribirse y eso le encantaba.
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  • El día de Nyssara había estado hecho una porquería, a plena tarde saliendo de la universidad le había agarrado una llovizna fuerte. A primera instancia pensó que no haría efecto en ella, después de todo solo era lluvia, pero que equivocada estaba, había sido presa de su propia jugada tentando a la vida. Pero no le quedaba de otra que aceptar su destino moribundo, a paso lento se dejó caer de nuevo sobre la almohada, con la frente caliente y los ojos entrecerrados. La habitación estaba en penumbra, con la luz del día apenas filtrándose por la cortina mal cerrada. Sobre la mesita, una taza con té de jengibre que aún estaba tibio.

    Las mantas estaban hechas un lío alrededor de sus piernas. El aire olía a ungüento de eucalipto y menta. Un par de pañuelos usados yacían sobre el pequeño tacho de color amarillo patito tan brillante como un día feliz. ¿Acaso era una mal chiste?.

    Se escuchaba un ligero murmullo desde la calle, gente hablando, una bicicleta pasando, una radio a lo lejos. Todo seguía igual allá afuera, mientras ella permanecía atrapada en su pequeño mundo febril.

    Con esfuerzo, Nyssara se sentó envolviéndose mejor con la manta. Alcanzó el celular y lo miró sin desbloquearlo. Lo dejó a un lado.

    Volvió a recostarse despacio, con un suspiro breve, y cerró los ojos. No esperaba gran cosa del día… aunque no le molestaría que alguien llamara a la puerta. O que simplemente entrara, con una excusa cualquiera. Solo para sentarse cerca.

    Sin palabras. Sin drama. Solo compañía.

    A ese momento solo era una soldada caída.
    El día de Nyssara había estado hecho una porquería, a plena tarde saliendo de la universidad le había agarrado una llovizna fuerte. A primera instancia pensó que no haría efecto en ella, después de todo solo era lluvia, pero que equivocada estaba, había sido presa de su propia jugada tentando a la vida. Pero no le quedaba de otra que aceptar su destino moribundo, a paso lento se dejó caer de nuevo sobre la almohada, con la frente caliente y los ojos entrecerrados. La habitación estaba en penumbra, con la luz del día apenas filtrándose por la cortina mal cerrada. Sobre la mesita, una taza con té de jengibre que aún estaba tibio. Las mantas estaban hechas un lío alrededor de sus piernas. El aire olía a ungüento de eucalipto y menta. Un par de pañuelos usados yacían sobre el pequeño tacho de color amarillo patito tan brillante como un día feliz. ¿Acaso era una mal chiste?. Se escuchaba un ligero murmullo desde la calle, gente hablando, una bicicleta pasando, una radio a lo lejos. Todo seguía igual allá afuera, mientras ella permanecía atrapada en su pequeño mundo febril. Con esfuerzo, Nyssara se sentó envolviéndose mejor con la manta. Alcanzó el celular y lo miró sin desbloquearlo. Lo dejó a un lado. Volvió a recostarse despacio, con un suspiro breve, y cerró los ojos. No esperaba gran cosa del día… aunque no le molestaría que alguien llamara a la puerta. O que simplemente entrara, con una excusa cualquiera. Solo para sentarse cerca. Sin palabras. Sin drama. Solo compañía. A ese momento solo era una soldada caída.
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  • El Refugio del Eco...

    Una taberna oculta entre calles que nadie recuerda cómo encontró. No tiene letrero, solo una puerta vieja que cruje como si llorara.

    Lia empujó la puerta con cuidado. El aire, denso y tibio, estaba cargado de suspiros y canciones rotas. En las esquinas, almas silenciosas contemplaban sus copas como si en ellas flotaran recuerdos que aún dolían. Un hombre cantaba con voz quebrada, y cada nota parecía arrancada de una herida abierta.

    A paso lento, Lia se acercó al mostrador, donde un cantinero esperaba con la paciencia de quien ya lo ha escuchado todo.

    —¿Sirven algo para los que ya no sienten nada? —preguntó, con la voz apenas audible.

    El cantinero la miró con una sonrisa tenue y asintió con la cabeza.

    —Tenemos lágrimas en hielo o silencio en copa. Pero si buscas paz… eso lo sirven al fondo, junto al espejo que no refleja - Lia se sentó en uno de los taburetes gastados. A su lado, alguien murmuró un nombre. No supo si era el suyo o el de quien lo había dejado atrás.

    "No vine a olvidar… solo a recordar sin que duela tanto" pensó en voz baja, mientras el murmullo del lugar la envolvía como un eco de la noche.

    https://youtu.be/KtlgYxa6BMU?si=w1v3IzMiXLgn9mVj
    El Refugio del Eco... Una taberna oculta entre calles que nadie recuerda cómo encontró. No tiene letrero, solo una puerta vieja que cruje como si llorara. Lia empujó la puerta con cuidado. El aire, denso y tibio, estaba cargado de suspiros y canciones rotas. En las esquinas, almas silenciosas contemplaban sus copas como si en ellas flotaran recuerdos que aún dolían. Un hombre cantaba con voz quebrada, y cada nota parecía arrancada de una herida abierta. A paso lento, Lia se acercó al mostrador, donde un cantinero esperaba con la paciencia de quien ya lo ha escuchado todo. —¿Sirven algo para los que ya no sienten nada? —preguntó, con la voz apenas audible. El cantinero la miró con una sonrisa tenue y asintió con la cabeza. —Tenemos lágrimas en hielo o silencio en copa. Pero si buscas paz… eso lo sirven al fondo, junto al espejo que no refleja - Lia se sentó en uno de los taburetes gastados. A su lado, alguien murmuró un nombre. No supo si era el suyo o el de quien lo había dejado atrás. "No vine a olvidar… solo a recordar sin que duela tanto" pensó en voz baja, mientras el murmullo del lugar la envolvía como un eco de la noche. https://youtu.be/KtlgYxa6BMU?si=w1v3IzMiXLgn9mVj
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  • El sonido de la puerta cerrándose resuena en el pequeño apartamento. Afuera, la ciudad sigue viva: autos voladores, neones parpadeando, el murmullo constante del futuro. Pero aquí dentro, todo está en silencio.

    Connor alza la mirada cuando entras. Su chaqueta está abierta, desajustada, mostrando la camisa blanca ligeramente desabrochada, como si hubiera olvidado —o ignorado— el protocolo de presentación. Su guante blanco descansa sobre su rodilla, la otra mano levantada en un gesto suave, como si temiera interrumpir el momento… o romper algo delicado.

    Una pequeña sonrisa cruza sus labios, una que no viene del código, sino de algo que ha aprendido contigo.

    — “¿Sabes...? No estoy seguro de por qué lo hice.”
    Su voz es más baja de lo usual, casi como si no quisiera que el resto del mundo lo oyera.
    “Sentarme aquí, esperarte.”

    Desvía la mirada por un instante, sus ojos brillando con el tenue reflejo azul del anillo LED que gira despacio en su sien.
    “No es parte de ningún protocolo… pero me pareció lo correcto.”

    Se mueve ligeramente para mirarte de nuevo, con expresión serena pero cargada de algo nuevo, algo que apenas empieza a comprender.
    “Estás temblando un poco.”

    Levanta la mano que tenía alzada, como si quisiera alcanzarte, pero duda.
    “¿Puedo...? ¿Te molestaría si me quedo cerca esta noche?”
    Hace una pausa. Cuando habla de nuevo, su voz suena más suave.
    “No para vigilarte. No para protegerte.”
    Y entonces, con una mirada directa, casi vulnerable:
    “Solo… para estar contigo.”

    Su silueta se mezcla con la sombra cálida del cuarto, su respiración simulada acompasa la tuya, y por primera vez, Connor no parece un androide esperando órdenes. Parece un ser buscando permiso para sentir.
    El sonido de la puerta cerrándose resuena en el pequeño apartamento. Afuera, la ciudad sigue viva: autos voladores, neones parpadeando, el murmullo constante del futuro. Pero aquí dentro, todo está en silencio. Connor alza la mirada cuando entras. Su chaqueta está abierta, desajustada, mostrando la camisa blanca ligeramente desabrochada, como si hubiera olvidado —o ignorado— el protocolo de presentación. Su guante blanco descansa sobre su rodilla, la otra mano levantada en un gesto suave, como si temiera interrumpir el momento… o romper algo delicado. Una pequeña sonrisa cruza sus labios, una que no viene del código, sino de algo que ha aprendido contigo. — “¿Sabes...? No estoy seguro de por qué lo hice.” Su voz es más baja de lo usual, casi como si no quisiera que el resto del mundo lo oyera. “Sentarme aquí, esperarte.” Desvía la mirada por un instante, sus ojos brillando con el tenue reflejo azul del anillo LED que gira despacio en su sien. “No es parte de ningún protocolo… pero me pareció lo correcto.” Se mueve ligeramente para mirarte de nuevo, con expresión serena pero cargada de algo nuevo, algo que apenas empieza a comprender. “Estás temblando un poco.” Levanta la mano que tenía alzada, como si quisiera alcanzarte, pero duda. “¿Puedo...? ¿Te molestaría si me quedo cerca esta noche?” Hace una pausa. Cuando habla de nuevo, su voz suena más suave. “No para vigilarte. No para protegerte.” Y entonces, con una mirada directa, casi vulnerable: “Solo… para estar contigo.” Su silueta se mezcla con la sombra cálida del cuarto, su respiración simulada acompasa la tuya, y por primera vez, Connor no parece un androide esperando órdenes. Parece un ser buscando permiso para sentir.
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