• El aire estaba quieto, demasiado para pertenecer al mundo de los vivos. El cielo, pálido y ajeno, apenas dejaba escapar un murmullo del viento, como si la misma naturaleza contuviera la respiración ante su presencia.

    Hades avanzaba con paso firme, la capa negra ondeando tras él como una sombra viva, una extensión de su poder. En su mano, la linterna azul despedía una luz que no pertenecía al sol ni a la luna, sino a las entrañas mismas del abismo. Con cada resplandor, la frontera entre la tierra y lo eterno se estremecía.

    Alzó el puño contra el muro invisible que separaba ambos mundos. El golpe no resonó como un choque de carne contra piedra, sino como un trueno enterrado en lo profundo, un eco que despertaba a las almas que aguardaban del otro lado. Las sombras se agitaron, como si lo reconocieran, como si lo veneraran.

    La grieta se abrió en la superficie de la realidad no era una puerta, era un desgarrón, un abismo negro que se expandía con reverencia. El viento arrastró un murmullo de voces apagadas, las súplicas de quienes habían cruzado ese umbral antes y nunca volvieron.

    Hades no dudó. Dio un paso al frente y la luz azul lo envolvió, su figura se volvió más imponente, más terrible, como si al abandonar la tierra su verdadera esencia despertara. Los árboles se inclinaron, las raíces temblaron bajo la presión de su poder. Allí donde otros sentirían miedo, él sentía la llamada de su reino.

    Cuando la oscuridad lo tragó, el inframundo lo recibió con la solemnidad de un reino eterno. Las sombras se apartaron para abrirle camino, los ríos de sangre y fuego se agitaron al sentir su regreso, y el eco de millares de almas se inclinó ante él, murmurando un solo nombre.

    Hades.

    El dios había vuelto a su trono, no como un fugitivo de la luz, sino como el señor indiscutible de las tinieblas.
    El aire estaba quieto, demasiado para pertenecer al mundo de los vivos. El cielo, pálido y ajeno, apenas dejaba escapar un murmullo del viento, como si la misma naturaleza contuviera la respiración ante su presencia. Hades avanzaba con paso firme, la capa negra ondeando tras él como una sombra viva, una extensión de su poder. En su mano, la linterna azul despedía una luz que no pertenecía al sol ni a la luna, sino a las entrañas mismas del abismo. Con cada resplandor, la frontera entre la tierra y lo eterno se estremecía. Alzó el puño contra el muro invisible que separaba ambos mundos. El golpe no resonó como un choque de carne contra piedra, sino como un trueno enterrado en lo profundo, un eco que despertaba a las almas que aguardaban del otro lado. Las sombras se agitaron, como si lo reconocieran, como si lo veneraran. La grieta se abrió en la superficie de la realidad no era una puerta, era un desgarrón, un abismo negro que se expandía con reverencia. El viento arrastró un murmullo de voces apagadas, las súplicas de quienes habían cruzado ese umbral antes y nunca volvieron. Hades no dudó. Dio un paso al frente y la luz azul lo envolvió, su figura se volvió más imponente, más terrible, como si al abandonar la tierra su verdadera esencia despertara. Los árboles se inclinaron, las raíces temblaron bajo la presión de su poder. Allí donde otros sentirían miedo, él sentía la llamada de su reino. Cuando la oscuridad lo tragó, el inframundo lo recibió con la solemnidad de un reino eterno. Las sombras se apartaron para abrirle camino, los ríos de sangre y fuego se agitaron al sentir su regreso, y el eco de millares de almas se inclinó ante él, murmurando un solo nombre. Hades. El dios había vuelto a su trono, no como un fugitivo de la luz, sino como el señor indiscutible de las tinieblas.
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  • El bullicio de la ciudad se filtraba entre las luces cálidas de una pequeña cafetería escondida en Hongdae.
    Riven hojeaba un libro antiguo, uno de esos que olía a polvo y memorias, mientras un cappuccino humeaba frente a él.

    Vestía sencillo, apenas una chaqueta negra y una bufanda gris, pero su aura lo distinguía de cualquiera en la sala.
    Cada tanto, levantaba la vista de las páginas para observar a la gente pasar por la ventana, con una media sonrisa que parecía guardar secretos que nunca revelaría.

    Con un gesto distraído, acarició las plumas de un pequeño cuervo que lo acompañaba en el respaldo de la silla, como si fuera lo más natural del mundo.
    —Ah… la ciudad nunca duerme… —murmuró, dejando que su voz se perdiera entre el murmullo del café.
    El bullicio de la ciudad se filtraba entre las luces cálidas de una pequeña cafetería escondida en Hongdae. Riven hojeaba un libro antiguo, uno de esos que olía a polvo y memorias, mientras un cappuccino humeaba frente a él. Vestía sencillo, apenas una chaqueta negra y una bufanda gris, pero su aura lo distinguía de cualquiera en la sala. Cada tanto, levantaba la vista de las páginas para observar a la gente pasar por la ventana, con una media sonrisa que parecía guardar secretos que nunca revelaría. Con un gesto distraído, acarició las plumas de un pequeño cuervo que lo acompañaba en el respaldo de la silla, como si fuera lo más natural del mundo. —Ah… la ciudad nunca duerme… —murmuró, dejando que su voz se perdiera entre el murmullo del café.
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  • Recostada bajo la sombra suave del árbol, dejo que el murmullo del viento juegue con mi cabello mientras Aelios duerme a mi lado; en esta quietud descubro que la verdadera melodía no nace de mis notas, sino de la calma que comparto con él en un mundo que parece haberse detenido solo para nosotros.
    Recostada bajo la sombra suave del árbol, dejo que el murmullo del viento juegue con mi cabello mientras Aelios duerme a mi lado; en esta quietud descubro que la verdadera melodía no nace de mis notas, sino de la calma que comparto con él en un mundo que parece haberse detenido solo para nosotros.
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  • El Bartender de La Rapsodia
    Fandom OC
    Categoría Original
    ||Rol libre, únase el que quiera||

    El aire en La Rapsodia Carmesí vibraba con una energía palpable, una mezcla embriagadora de sudor, luces estroboscópicas carmesíes y el latido profundo de la música electrónica que Alexander mismo había compuesto. El club, escondido tras una fachada anodina en una calle lateral de Hongdae, era su santuario secreto, un lugar donde las convenciones se desvanecían y la gente se entregaba al ritmo primal.

    Esta noche, sin embargo, Alexander no estaba en la cabina del DJ ni guiando los movimientos de sus bailarines. Vestido con una camiseta negra ajustada que dejaba entrever los músculos tensos de sus brazos y un delantal de cuero oscuro, se movía con una eficiencia silenciosa detrás de la barra. Su cabello azabache, generalmente impecable, estaba ligeramente revuelto, y su intensa mirada café observaba la pista de baile como un halcón acechando a su presa.

    Fingir ser un simple bartender era una estrategia. Le permitía observar, sentir el pulso del club, identificar cualquier amenaza potencial sin levantar sospechas. Su aroma, usualmente una mezcla embriagadora de cedro y metal, estaba sutilmente reprimido, mezclándose con los efluvios de alcohol y feromonas que flotaban en el aire.

    Una joven con cabello de color fantasía y ojos delineados con glitter se acercó a la barra. Su aroma dulce y ligeramente ansioso la delataba como una Omega nerviosa.

    "Un 'Sangre de Demonio', por favor," pidió, su voz apenas audible por encima del ritmo palpitante.

    Alexander asintió con una cortesía fría y profesional, sus movimientos al preparar el cóctel eran precisos y rápidos, producto de años de disciplina militar. Mientras vertía el licor carmesí, sus sentidos agudizados captaron una conversación cerca de la entrada. Dos hombres con auras ásperas y un aroma familiar a Alfa estaban hablando en voz baja, sus miradas recorriendo el club con una intensidad que no era de simples curiosos.

    Su instinto licántropo se encendió, una punzada de alerta recorriéndole la espalda. Eran Alfas desconocidos, y su presencia en su territorio era una nota discordante en la sinfonía de la noche.

    Entregó el cóctel a la joven, sus dedos rozando brevemente los de ella. Pudo sentir una ligera descarga de excitación nerviosa, un testimonio de la energía que emanaba incluso de su fachada de bartender.

    "Aquí tienes," dijo, su voz un murmullo grave que apenas superaba la música. Sus ojos, por un instante, se encontraron con los de ella, transmitiendo una calma inusual en medio del caos.

    Mientras la Omega se alejaba hacia la pista de baile, Alexander apoyó los antebrazos en la barra, su mirada fija en los dos Alfas de la entrada. Su fachada de bartender tranquilo no reflejaba la tensión que se acumulaba bajo su piel. Su lado demoníaco disfrutaba del peligro, la anticipación del conflicto. Su lado licántropo, en cambio, sentía la necesidad de proteger su territorio, su manada de bailarines que se movían ajenos a la potencial amenaza.

    Una leve sonrisa, fría y depredadora, curvó sus labios por un instante. Fingir ser alguien que no era tenía sus ventajas. Subestimarlo sería su mayor error. La noche en La Rapsodia Carmesí aún era joven, y Alexander Wolfen estaba listo para cualquier melodía que tuviera que bailar.
    ||Rol libre, únase el que quiera|| El aire en La Rapsodia Carmesí vibraba con una energía palpable, una mezcla embriagadora de sudor, luces estroboscópicas carmesíes y el latido profundo de la música electrónica que Alexander mismo había compuesto. El club, escondido tras una fachada anodina en una calle lateral de Hongdae, era su santuario secreto, un lugar donde las convenciones se desvanecían y la gente se entregaba al ritmo primal. Esta noche, sin embargo, Alexander no estaba en la cabina del DJ ni guiando los movimientos de sus bailarines. Vestido con una camiseta negra ajustada que dejaba entrever los músculos tensos de sus brazos y un delantal de cuero oscuro, se movía con una eficiencia silenciosa detrás de la barra. Su cabello azabache, generalmente impecable, estaba ligeramente revuelto, y su intensa mirada café observaba la pista de baile como un halcón acechando a su presa. Fingir ser un simple bartender era una estrategia. Le permitía observar, sentir el pulso del club, identificar cualquier amenaza potencial sin levantar sospechas. Su aroma, usualmente una mezcla embriagadora de cedro y metal, estaba sutilmente reprimido, mezclándose con los efluvios de alcohol y feromonas que flotaban en el aire. Una joven con cabello de color fantasía y ojos delineados con glitter se acercó a la barra. Su aroma dulce y ligeramente ansioso la delataba como una Omega nerviosa. "Un 'Sangre de Demonio', por favor," pidió, su voz apenas audible por encima del ritmo palpitante. Alexander asintió con una cortesía fría y profesional, sus movimientos al preparar el cóctel eran precisos y rápidos, producto de años de disciplina militar. Mientras vertía el licor carmesí, sus sentidos agudizados captaron una conversación cerca de la entrada. Dos hombres con auras ásperas y un aroma familiar a Alfa estaban hablando en voz baja, sus miradas recorriendo el club con una intensidad que no era de simples curiosos. Su instinto licántropo se encendió, una punzada de alerta recorriéndole la espalda. Eran Alfas desconocidos, y su presencia en su territorio era una nota discordante en la sinfonía de la noche. Entregó el cóctel a la joven, sus dedos rozando brevemente los de ella. Pudo sentir una ligera descarga de excitación nerviosa, un testimonio de la energía que emanaba incluso de su fachada de bartender. "Aquí tienes," dijo, su voz un murmullo grave que apenas superaba la música. Sus ojos, por un instante, se encontraron con los de ella, transmitiendo una calma inusual en medio del caos. Mientras la Omega se alejaba hacia la pista de baile, Alexander apoyó los antebrazos en la barra, su mirada fija en los dos Alfas de la entrada. Su fachada de bartender tranquilo no reflejaba la tensión que se acumulaba bajo su piel. Su lado demoníaco disfrutaba del peligro, la anticipación del conflicto. Su lado licántropo, en cambio, sentía la necesidad de proteger su territorio, su manada de bailarines que se movían ajenos a la potencial amenaza. Una leve sonrisa, fría y depredadora, curvó sus labios por un instante. Fingir ser alguien que no era tenía sus ventajas. Subestimarlo sería su mayor error. La noche en La Rapsodia Carmesí aún era joven, y Alexander Wolfen estaba listo para cualquier melodía que tuviera que bailar.
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  • La luz tenue del billar dibujaba sombras largas en las paredes manchadas de humo. Constantin sostenía el taco con calma, midiendo cada ángulo como si fuese una partida mucho más importante que un simple juego. La chaqueta resbalaba de su hombro, pero no le importaba; nunca había tenido necesidad de aparentar nada.

    Con un movimiento firme empujó la bola. El golpe seco resonó y las demás se dispersaron por la mesa. Sus ojos, sin embargo, apenas siguieron la jugada. Estaban fijos en un punto más allá, en la puerta cerrada, en esa sensación incómoda que lo acompañaba desde que había decidido dejar de esconderse.

    El murmullo del bar era distante, como si todo se hubiera apagado para dejarlo a solas con sus pensamientos. Se inclinó sobre la mesa, dejando que el cabello cayera sobre su frente, y murmuró para sí mismo:

    —Todo este tiempo… creyendo que era por protegerte. —Su voz sonó baja, casi un gruñido. La bola negra rodó lentamente y cayó en el agujero de la esquina.

    Se enderezó, respirando hondo, y en ese instante sus labios se torcieron en una mueca amarga. No había marcha atrás.

    —Ahora… tendrá que conocer la verdad.
    La luz tenue del billar dibujaba sombras largas en las paredes manchadas de humo. Constantin sostenía el taco con calma, midiendo cada ángulo como si fuese una partida mucho más importante que un simple juego. La chaqueta resbalaba de su hombro, pero no le importaba; nunca había tenido necesidad de aparentar nada. Con un movimiento firme empujó la bola. El golpe seco resonó y las demás se dispersaron por la mesa. Sus ojos, sin embargo, apenas siguieron la jugada. Estaban fijos en un punto más allá, en la puerta cerrada, en esa sensación incómoda que lo acompañaba desde que había decidido dejar de esconderse. El murmullo del bar era distante, como si todo se hubiera apagado para dejarlo a solas con sus pensamientos. Se inclinó sobre la mesa, dejando que el cabello cayera sobre su frente, y murmuró para sí mismo: —Todo este tiempo… creyendo que era por protegerte. —Su voz sonó baja, casi un gruñido. La bola negra rodó lentamente y cayó en el agujero de la esquina. Se enderezó, respirando hondo, y en ese instante sus labios se torcieron en una mueca amarga. No había marcha atrás. —Ahora… tendrá que conocer la verdad.
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  • 𝟏𝟎:𝟎𝟎 𝓟𝓜
    ═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════

    El sonido de la orquesta llenaba el salón, mezclándose con murmullos, risas y copas que chocaban suavemente. No era un campo de batalla, pero la disciplina del uniforme había sido reemplazada por un vestido rojo y blanco que parecía pertenecer a otra vida.

    Observé mi reflejo en uno de los grandes ventanales, preguntándome cuántos me reconocerían sin la rigidez de la chaqueta militar, sin las insignias que suelen hablar antes que yo.

    A veces, los eventos sociales son tan estratégicos como una operación. Cada palabra es un movimiento. Cada gesto, una pieza que se acomoda.

    Sin embargo, esta noche… me permití algo distinto.
    Un paso en el salón, una mirada al alrededor.
    Quizás no como Teniente General, sino simplemente como una mujer con un vestido.
    𝟏𝟎:𝟎𝟎 𝓟𝓜 ═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════ El sonido de la orquesta llenaba el salón, mezclándose con murmullos, risas y copas que chocaban suavemente. No era un campo de batalla, pero la disciplina del uniforme había sido reemplazada por un vestido rojo y blanco que parecía pertenecer a otra vida. Observé mi reflejo en uno de los grandes ventanales, preguntándome cuántos me reconocerían sin la rigidez de la chaqueta militar, sin las insignias que suelen hablar antes que yo. A veces, los eventos sociales son tan estratégicos como una operación. Cada palabra es un movimiento. Cada gesto, una pieza que se acomoda. Sin embargo, esta noche… me permití algo distinto. Un paso en el salón, una mirada al alrededor. Quizás no como Teniente General, sino simplemente como una mujer con un vestido.
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  • |Recuerdos de sus años escolares|

    El aula estaba en silencio, apenas interrumpido por el murmullo lejano de voces en el pasillo. La luz dorada del atardecer se filtraba por la ventana, bañando los pupitres en un resplandor suave. Entre cuadernos abiertos y lápices olvidados, dos figuras descansaban una junto a la otra.

    Ella, con la mejilla apoyada sobre sus apuntes, respiraba con calma, perdida en un sueño ligero. Un auricular colgaba de su oído, compartiendo la misma canción que él escuchaba. Él, en cambio, no dormía; mantenía la cabeza recostada en sus brazos, observándola en silencio, como si cada detalle de su rostro mereciera ser guardado en la memoria.

    El tiempo parecía haberse detenido. No había prisa, ni tareas pendientes, solo la tranquila certeza de que, en ese pequeño instante, estaban exactamente donde debían estar: juntos, compartiendo una calma que se sentía más valiosa que cualquier palabra. Ella era y había sido su primer amor desde sus tiernos años de infancia,pero los unia una profunda amistad,la cual no quería arruinar

    -Me pregunto si....¿Me ves?-

    Dijo él con voz baja y casi imperceptible,después de todo no quería interrumpir el sueño de ella

    Melínoe Fleur
    |Recuerdos de sus años escolares| El aula estaba en silencio, apenas interrumpido por el murmullo lejano de voces en el pasillo. La luz dorada del atardecer se filtraba por la ventana, bañando los pupitres en un resplandor suave. Entre cuadernos abiertos y lápices olvidados, dos figuras descansaban una junto a la otra. Ella, con la mejilla apoyada sobre sus apuntes, respiraba con calma, perdida en un sueño ligero. Un auricular colgaba de su oído, compartiendo la misma canción que él escuchaba. Él, en cambio, no dormía; mantenía la cabeza recostada en sus brazos, observándola en silencio, como si cada detalle de su rostro mereciera ser guardado en la memoria. El tiempo parecía haberse detenido. No había prisa, ni tareas pendientes, solo la tranquila certeza de que, en ese pequeño instante, estaban exactamente donde debían estar: juntos, compartiendo una calma que se sentía más valiosa que cualquier palabra. Ella era y había sido su primer amor desde sus tiernos años de infancia,pero los unia una profunda amistad,la cual no quería arruinar -Me pregunto si....¿Me ves?- Dijo él con voz baja y casi imperceptible,después de todo no quería interrumpir el sueño de ella [Melinoe_Fleur]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tocar a una mujer no es simplemente posar la mano sobre su piel.

    Es un acto que debe hacerse como quien roza la superficie de un sueño, sabiendo que un gesto brusco puede disiparlo.

    En el mundo de los sueños, yo he aprendido que cada contacto guarda un lenguaje: la yema de los dedos puede hablar con ternura, la palma puede ofrecer refugio, y un simple roce puede ser más profundo que cualquier palabra.

    Tocar a una mujer es entender que no tocas solo su cuerpo, sino las memorias, los miedos y las luces que la habitan.

    Es recorrerla como se recorre un paisaje desconocido, con la paciencia de quien escucha el murmullo de ríos ocultos y la reverencia de quien no osa alterar su curso.

    Es sentir que en ese instante no eres dueño de nada, sino guardián de algo que se te confía.

    Porque, al igual que en un sueño, un toque verdadero no busca poseer… busca permanecer.
    Tocar a una mujer no es simplemente posar la mano sobre su piel. Es un acto que debe hacerse como quien roza la superficie de un sueño, sabiendo que un gesto brusco puede disiparlo. En el mundo de los sueños, yo he aprendido que cada contacto guarda un lenguaje: la yema de los dedos puede hablar con ternura, la palma puede ofrecer refugio, y un simple roce puede ser más profundo que cualquier palabra. Tocar a una mujer es entender que no tocas solo su cuerpo, sino las memorias, los miedos y las luces que la habitan. Es recorrerla como se recorre un paisaje desconocido, con la paciencia de quien escucha el murmullo de ríos ocultos y la reverencia de quien no osa alterar su curso. Es sentir que en ese instante no eres dueño de nada, sino guardián de algo que se te confía. Porque, al igual que en un sueño, un toque verdadero no busca poseer… busca permanecer.
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  • @♱ 𝕽𝖔𝖇𝖎𝖓 🎵🎶

    Gracias por mostrarme el camino @ʍօʀքɦɛʊֆ éste tramo tengo que hacerlo sola...

    ---
    La noche pesa sobre mis hombros, pero la luna roja me envuelve como un juramento. Siento cómo su luz se entrelaza con la de la luna espiritual, y sé que esta es mi única ventaja: un instante en el que dos mundos se tocan y yo puedo caminar entre ellos.

    Frente a mí, el aire se distorsiona. No necesito verlo para saber que está aquí. Belial.
    —No has podido doblegarla… —mi voz rompe el silencio como un filo de obsidiana—. Robin sigue resistiendo.

    Un murmullo grave serpentea por el aire.
    —No has terminado con ella.
    —Y quizá nunca lo hagas —doy un paso hacia adelante, clavando mis ojos en la negrura—. Pero si quieres demostrar que puedes corromper cualquier voluntad… prueba conmigo.

    Silencio. El orgullo de un demonio es un arma y una condena. Sé que no podrá ignorar el reto.
    —Eres humana… mortal… ¿Por qué debería rebajarme?
    —Porque la victoria sobre un corazón débil no significa nada. Y el mío no cederá —mi tono se vuelve casi una invitación—. A menos que tengas miedo.

    Un rugido invisible retumba dentro de mi cráneo.
    —No conozco el miedo.

    El mundo se contrae. Una presión helada se abre paso en mis venas, mezclándose con la sangre. El aire huele a azufre y hierro. Una sombra se arrastra por mi piel, y de pronto mi propio reflejo se convierte en algo que no reconozco: ojos como brasas, marcas negras reptando por mis brazos, un pulso que late con rabia ajena.

    Dentro de mi mente, Belial sonríe.
    —Ahora… veamos cuánto puedes resistir antes de romperte.
    @[Robin] Gracias por mostrarme el camino @[Oneiros_88] éste tramo tengo que hacerlo sola... --- La noche pesa sobre mis hombros, pero la luna roja me envuelve como un juramento. Siento cómo su luz se entrelaza con la de la luna espiritual, y sé que esta es mi única ventaja: un instante en el que dos mundos se tocan y yo puedo caminar entre ellos. Frente a mí, el aire se distorsiona. No necesito verlo para saber que está aquí. Belial. —No has podido doblegarla… —mi voz rompe el silencio como un filo de obsidiana—. Robin sigue resistiendo. Un murmullo grave serpentea por el aire. —No has terminado con ella. —Y quizá nunca lo hagas —doy un paso hacia adelante, clavando mis ojos en la negrura—. Pero si quieres demostrar que puedes corromper cualquier voluntad… prueba conmigo. Silencio. El orgullo de un demonio es un arma y una condena. Sé que no podrá ignorar el reto. —Eres humana… mortal… ¿Por qué debería rebajarme? —Porque la victoria sobre un corazón débil no significa nada. Y el mío no cederá —mi tono se vuelve casi una invitación—. A menos que tengas miedo. Un rugido invisible retumba dentro de mi cráneo. —No conozco el miedo. El mundo se contrae. Una presión helada se abre paso en mis venas, mezclándose con la sangre. El aire huele a azufre y hierro. Una sombra se arrastra por mi piel, y de pronto mi propio reflejo se convierte en algo que no reconozco: ojos como brasas, marcas negras reptando por mis brazos, un pulso que late con rabia ajena. Dentro de mi mente, Belial sonríe. —Ahora… veamos cuánto puedes resistir antes de romperte.
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  • @♱ 𝕽𝖔𝖇𝖎𝖓 🎵🎶

    El sueño me envolvió como un manto tibio. Flotaba en un silencio blanco, apenas roto por un murmullo infantil.
    Una vocecilla clara, pura, cristalina como agua de manantial, comenzó a entonar una melodía sin letra.

    > “Laa-La La La La-La…”



    Mi pecho se llenó de calma, como si aquella niña invisible hubiera sido mi propia hija, cantando a la inocencia.
    Pero entonces… la melodía tembló.
    Las notas, antes dulces, se quebraron como vidrio. La voz comenzó a arrastrarse, grave, distorsionada, ahogada en ecos metálicos.

    > “…duerme… duerme…
    que la zarza te enreda…
    cierra los ojos…
    y sangra en mi canción…”



    Las palabras se retorcían, y el aire del sueño se ennegrecía con cada sílaba. La voz ya no era de una niña, sino un coro de lamentos deformes, como si mil gargantas malditas se disputaran la misma melodía.

    De pronto, un grito me desgarró por dentro y abrí los ojos.
    Sudaba. Jadeaba. Las sombras de la habitación parecían aún resonar con aquel canto corrupto.

    —¿Sólo una noche de descanso te parece demasiado, @ʍօʀքɦɛʊֆ ? —dije en voz alta, con la garganta seca y los puños apretados.
    @[Robin] El sueño me envolvió como un manto tibio. Flotaba en un silencio blanco, apenas roto por un murmullo infantil. Una vocecilla clara, pura, cristalina como agua de manantial, comenzó a entonar una melodía sin letra. > “Laa-La La La La-La…” Mi pecho se llenó de calma, como si aquella niña invisible hubiera sido mi propia hija, cantando a la inocencia. Pero entonces… la melodía tembló. Las notas, antes dulces, se quebraron como vidrio. La voz comenzó a arrastrarse, grave, distorsionada, ahogada en ecos metálicos. > “…duerme… duerme… que la zarza te enreda… cierra los ojos… y sangra en mi canción…” Las palabras se retorcían, y el aire del sueño se ennegrecía con cada sílaba. La voz ya no era de una niña, sino un coro de lamentos deformes, como si mil gargantas malditas se disputaran la misma melodía. De pronto, un grito me desgarró por dentro y abrí los ojos. Sudaba. Jadeaba. Las sombras de la habitación parecían aún resonar con aquel canto corrupto. —¿Sólo una noche de descanso te parece demasiado, @[Oneiros_88]? —dije en voz alta, con la garganta seca y los puños apretados.
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