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El apartamento de Ryu — La nota que ya no está

Vuelvo por las calles con la mente hecha un torbellino.
Ryu… Akane… la Luna… Selin…
Y el corazón, ese traidor, dando pasos distintos a los míos.

Cuando llego al edificio, subo los peldaños casi sin respirar.
Solo quiero entrar, recuperar la nota antes de que la vea.
No puedo darle esperanzas si esta noche debo entregarme al sueño,
a Selin,
a la Luna rota.

Me cuelo por la ventana como antes, ligera, acostumbrada.
Pero la nota ya no está.

Y entonces…

Esa presencia detrás de mí, suave como un murmullo,
filosa como un colmillo.

—No sabemos llamar a la puerta, cachorrita? —

Su voz me recorre la columna como un escalofrío dulce-amargo.

Me giro sobresaltada y me río, nerviosa, con la piel erizada.

—Ryu…! — suspiro.

Me acerco a ella.
Siempre me acerco demasiado sin querer, o queriendo.
Con Ryu nunca sé.

—Pensaba que te pasarías más tarde… —dice, reclinándose contra la mesa.
El brazo apoyado, la mano sosteniendo la cara,
la sonrisa ladeada que deja ver esos colmillitos que me pueden.

Esa manera suya de mirarme…
No es atención.
No es escucha.
Es estudio.
Es inspección.
Es algo que no sé descifrar sin quedarme temblando por dentro.

—No podré… —le explico— Por eso vengo ahora.

Le cuento la perturbación lunar, el temblor en el cielo,
el susurro de Akane,
la necesidad de dormir esta noche para buscar a Selin.

Ryu no dice nada al principio.
Solo me mira.
Me mira como si en lugar de palabras buscara grietas.

Se levanta despacio.
Se acerca aún más despacio.

—Volverás pronto… ¿verdad? —pregunta, bajito.
Como si la duda le picara el alma.

La afirmación se me escapa como si fuese más promesa que verdad.

—Volveré. Lo prometo.

Y entonces viene el abrazo.
Ese abrazo que no tendría por qué durar tanto…
pero dura.
Y duele.
Porque sostiene algo que ninguna de las dos dice.

La estrecho fuerte, demasiado fuerte, como si pudiera pedirle perdón por adelantado.
Y aun así, el abrazo termina.
Siempre termina antes de lo que me pide el pecho.

Cuando me separo, siento el hueco de su calor vaciándome.

Salgo del apartamento con el eco de su olor,
de su piel,
de su silencio.

Y mientras camino, pienso:

¿Qué estoy haciendo?
¿A quién engaño?

¿Por qué mi alma sigue partiéndose entre dos lunas?
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El apartamento de Ryu — La nota que ya no está Vuelvo por las calles con la mente hecha un torbellino. Ryu… Akane… la Luna… Selin… Y el corazón, ese traidor, dando pasos distintos a los míos. Cuando llego al edificio, subo los peldaños casi sin respirar. Solo quiero entrar, recuperar la nota antes de que la vea. No puedo darle esperanzas si esta noche debo entregarme al sueño, a Selin, a la Luna rota. Me cuelo por la ventana como antes, ligera, acostumbrada. Pero la nota ya no está. Y entonces… Esa presencia detrás de mí, suave como un murmullo, filosa como un colmillo. —No sabemos llamar a la puerta, cachorrita? — Su voz me recorre la columna como un escalofrío dulce-amargo. Me giro sobresaltada y me río, nerviosa, con la piel erizada. —Ryu…! — suspiro. Me acerco a ella. Siempre me acerco demasiado sin querer, o queriendo. Con Ryu nunca sé. —Pensaba que te pasarías más tarde… —dice, reclinándose contra la mesa. El brazo apoyado, la mano sosteniendo la cara, la sonrisa ladeada que deja ver esos colmillitos que me pueden. Esa manera suya de mirarme… No es atención. No es escucha. Es estudio. Es inspección. Es algo que no sé descifrar sin quedarme temblando por dentro. —No podré… —le explico— Por eso vengo ahora. Le cuento la perturbación lunar, el temblor en el cielo, el susurro de Akane, la necesidad de dormir esta noche para buscar a Selin. Ryu no dice nada al principio. Solo me mira. Me mira como si en lugar de palabras buscara grietas. Se levanta despacio. Se acerca aún más despacio. —Volverás pronto… ¿verdad? —pregunta, bajito. Como si la duda le picara el alma. La afirmación se me escapa como si fuese más promesa que verdad. —Volveré. Lo prometo. Y entonces viene el abrazo. Ese abrazo que no tendría por qué durar tanto… pero dura. Y duele. Porque sostiene algo que ninguna de las dos dice. La estrecho fuerte, demasiado fuerte, como si pudiera pedirle perdón por adelantado. Y aun así, el abrazo termina. Siempre termina antes de lo que me pide el pecho. Cuando me separo, siento el hueco de su calor vaciándome. Salgo del apartamento con el eco de su olor, de su piel, de su silencio. Y mientras camino, pienso: ¿Qué estoy haciendo? ¿A quién engaño? ¿Por qué mi alma sigue partiéndose entre dos lunas?
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El apartamento de Ryu — La nota que ya no está

Vuelvo por las calles con la mente hecha un torbellino.
Ryu… Akane… la Luna… Selin…
Y el corazón, ese traidor, dando pasos distintos a los míos.

Cuando llego al edificio, subo los peldaños casi sin respirar.
Solo quiero entrar, recuperar la nota antes de que la vea.
No puedo darle esperanzas si esta noche debo entregarme al sueño,
a Selin,
a la Luna rota.

Me cuelo por la ventana como antes, ligera, acostumbrada.
Pero la nota ya no está.

Y entonces…

Esa presencia detrás de mí, suave como un murmullo,
filosa como un colmillo.

—No sabemos llamar a la puerta, cachorrita? —

Su voz me recorre la columna como un escalofrío dulce-amargo.

Me giro sobresaltada y me río, nerviosa, con la piel erizada.

—Ryu…! — suspiro.

Me acerco a ella.
Siempre me acerco demasiado sin querer, o queriendo.
Con Ryu nunca sé.

—Pensaba que te pasarías más tarde… —dice, reclinándose contra la mesa.
El brazo apoyado, la mano sosteniendo la cara,
la sonrisa ladeada que deja ver esos colmillitos que me pueden.

Esa manera suya de mirarme…
No es atención.
No es escucha.
Es estudio.
Es inspección.
Es algo que no sé descifrar sin quedarme temblando por dentro.

—No podré… —le explico— Por eso vengo ahora.

Le cuento la perturbación lunar, el temblor en el cielo,
el susurro de Akane,
la necesidad de dormir esta noche para buscar a Selin.

Ryu no dice nada al principio.
Solo me mira.
Me mira como si en lugar de palabras buscara grietas.

Se levanta despacio.
Se acerca aún más despacio.

—Volverás pronto… ¿verdad? —pregunta, bajito.
Como si la duda le picara el alma.

La afirmación se me escapa como si fuese más promesa que verdad.

—Volveré. Lo prometo.

Y entonces viene el abrazo.
Ese abrazo que no tendría por qué durar tanto…
pero dura.
Y duele.
Porque sostiene algo que ninguna de las dos dice.

La estrecho fuerte, demasiado fuerte, como si pudiera pedirle perdón por adelantado.
Y aun así, el abrazo termina.
Siempre termina antes de lo que me pide el pecho.

Cuando me separo, siento el hueco de su calor vaciándome.

Salgo del apartamento con el eco de su olor,
de su piel,
de su silencio.

Y mientras camino, pienso:

¿Qué estoy haciendo?
¿A quién engaño?

¿Por qué mi alma sigue partiéndose entre dos lunas?
Me entristece
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