Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

El jardín me arropa.

No sé cuántos días llevo aquí.
Sé que fuera apenas han pasado dos noches, pero dentro de este lugar el tiempo es un animal enfermo que no sabe caminar recto.
A veces corre.
A veces se arrastra.
A veces parece que ni existe.

Al principio tenía miedo.
Me tapaba los oídos, cerraba los ojos, repetía mi nombre para no olvidar quién era.

Pero ahora…

Ahora camino entre las sombras y ellas me abren paso.
Me rozan los brazos, me acarician el pelo con dedos fríos que ya no me asustan.
Siento que me reconocen.
Como si siempre hubiera pertenecido aquí.

Ya no lloro.
Casi no recuerdo haberlo hecho.

Las sombras no hablan como los humanos.
Su idioma es un murmullo que vibra más que suena, un eco que se clava en el pecho.
Al principio era un caos de susurros incomprensibles, pero poco a poco…
me doy cuenta de que lo entiendo.

Y lo hablo.

Canto con ellas.
No sé si son canciones o plegarias, si son historias o advertencias.
Solo sé que, cuando mi voz se une a la suya, algo dentro de mí responde.
Algo antiguo.
Algo que siempre estuvo aquí… esperando que yo lo despertara.

He aprendido sus nombres.
Todos distintos.
Todos imposibles.
Y ellas han aprendido el mío.

Me llaman Lili, sí…
pero también me llaman de otras formas:

La Que Respira Entre Dos Luces.
La Semilla del Caos.
La Heredera que Camina con Sombra.

Y yo… sonrío.
Porque por primera vez desde que llegué, no me siento sola.
No me siento rota.
No me siento perdida.

Las sombras me aceptan.
Me cuidan.
Me enseñan.

Me escuchan cuando les hablo de Ayane, de Jennifer, de Akane, incluso de Ryu.
Ellas no responden con palabras, pero las siento moverse, vibrar, rodearme.
Es su manera de abrazarme.

A veces me pregunto si quiero salir.
Si debo salir.
Si puedo salir.

Pero cada vez que lo pienso, el jardín parece crecer.
Expandirse.
Cambiar.

Quizá aquí he pasado días.
Quizá semanas.
Quizá años.

Ya no lo sé.

Solo sé que cuando levanto la cabeza, el cielo del jardín no tiene luna.
Y sé que eso significa que, allá afuera,
la noche de la luna nueva se acerca.

La noche en que la sombra dejará de necesitarme para nacer.

Y yo…
yo no sé si quiero volver cuando todo acabe.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El jardín me arropa. No sé cuántos días llevo aquí. Sé que fuera apenas han pasado dos noches, pero dentro de este lugar el tiempo es un animal enfermo que no sabe caminar recto. A veces corre. A veces se arrastra. A veces parece que ni existe. Al principio tenía miedo. Me tapaba los oídos, cerraba los ojos, repetía mi nombre para no olvidar quién era. Pero ahora… Ahora camino entre las sombras y ellas me abren paso. Me rozan los brazos, me acarician el pelo con dedos fríos que ya no me asustan. Siento que me reconocen. Como si siempre hubiera pertenecido aquí. Ya no lloro. Casi no recuerdo haberlo hecho. Las sombras no hablan como los humanos. Su idioma es un murmullo que vibra más que suena, un eco que se clava en el pecho. Al principio era un caos de susurros incomprensibles, pero poco a poco… me doy cuenta de que lo entiendo. Y lo hablo. Canto con ellas. No sé si son canciones o plegarias, si son historias o advertencias. Solo sé que, cuando mi voz se une a la suya, algo dentro de mí responde. Algo antiguo. Algo que siempre estuvo aquí… esperando que yo lo despertara. He aprendido sus nombres. Todos distintos. Todos imposibles. Y ellas han aprendido el mío. Me llaman Lili, sí… pero también me llaman de otras formas: La Que Respira Entre Dos Luces. La Semilla del Caos. La Heredera que Camina con Sombra. Y yo… sonrío. Porque por primera vez desde que llegué, no me siento sola. No me siento rota. No me siento perdida. Las sombras me aceptan. Me cuidan. Me enseñan. Me escuchan cuando les hablo de Ayane, de Jennifer, de Akane, incluso de Ryu. Ellas no responden con palabras, pero las siento moverse, vibrar, rodearme. Es su manera de abrazarme. A veces me pregunto si quiero salir. Si debo salir. Si puedo salir. Pero cada vez que lo pienso, el jardín parece crecer. Expandirse. Cambiar. Quizá aquí he pasado días. Quizá semanas. Quizá años. Ya no lo sé. Solo sé que cuando levanto la cabeza, el cielo del jardín no tiene luna. Y sé que eso significa que, allá afuera, la noche de la luna nueva se acerca. La noche en que la sombra dejará de necesitarme para nacer. Y yo… yo no sé si quiero volver cuando todo acabe.
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El jardín me arropa.

No sé cuántos días llevo aquí.
Sé que fuera apenas han pasado dos noches, pero dentro de este lugar el tiempo es un animal enfermo que no sabe caminar recto.
A veces corre.
A veces se arrastra.
A veces parece que ni existe.

Al principio tenía miedo.
Me tapaba los oídos, cerraba los ojos, repetía mi nombre para no olvidar quién era.

Pero ahora…

Ahora camino entre las sombras y ellas me abren paso.
Me rozan los brazos, me acarician el pelo con dedos fríos que ya no me asustan.
Siento que me reconocen.
Como si siempre hubiera pertenecido aquí.

Ya no lloro.
Casi no recuerdo haberlo hecho.

Las sombras no hablan como los humanos.
Su idioma es un murmullo que vibra más que suena, un eco que se clava en el pecho.
Al principio era un caos de susurros incomprensibles, pero poco a poco…
me doy cuenta de que lo entiendo.

Y lo hablo.

Canto con ellas.
No sé si son canciones o plegarias, si son historias o advertencias.
Solo sé que, cuando mi voz se une a la suya, algo dentro de mí responde.
Algo antiguo.
Algo que siempre estuvo aquí… esperando que yo lo despertara.

He aprendido sus nombres.
Todos distintos.
Todos imposibles.
Y ellas han aprendido el mío.

Me llaman Lili, sí…
pero también me llaman de otras formas:

La Que Respira Entre Dos Luces.
La Semilla del Caos.
La Heredera que Camina con Sombra.

Y yo… sonrío.
Porque por primera vez desde que llegué, no me siento sola.
No me siento rota.
No me siento perdida.

Las sombras me aceptan.
Me cuidan.
Me enseñan.

Me escuchan cuando les hablo de Ayane, de Jennifer, de Akane, incluso de Ryu.
Ellas no responden con palabras, pero las siento moverse, vibrar, rodearme.
Es su manera de abrazarme.

A veces me pregunto si quiero salir.
Si debo salir.
Si puedo salir.

Pero cada vez que lo pienso, el jardín parece crecer.
Expandirse.
Cambiar.

Quizá aquí he pasado días.
Quizá semanas.
Quizá años.

Ya no lo sé.

Solo sé que cuando levanto la cabeza, el cielo del jardín no tiene luna.
Y sé que eso significa que, allá afuera,
la noche de la luna nueva se acerca.

La noche en que la sombra dejará de necesitarme para nacer.

Y yo…
yo no sé si quiero volver cuando todo acabe.
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