• "Instinto Primario”

    La noche respiraba.
    El bosque entero parecía contener el aire mientras la luna ascendía sobre las copas de los árboles, blanca, inmensa, testigo de mi renacer.

    Podía sentirlo… el pulso bajo mi piel, la vibración en los huesos, el fuego líquido corriendo por mis venas.
    Darkus había desatado algo que llevaba dormido demasiado tiempo.
    No me había maldecido… me había devuelto lo que me arrebataron.

    El cambio comenzaba en mis ojos.
    Una ardiente presión detrás del iris, un temblor.
    El mundo se volvió más nítido, el aire más denso, los sonidos más crueles.
    Podía escuchar la respiración de los árboles, el murmullo de las criaturas escondidas.
    Y mi propio corazón… golpeando como un tambor de guerra.

    Mis manos se curvaron, los dedos temblando al sentir cómo las uñas se alargaban, afiladas, naturales.
    No dolía.
    Era liberador.
    La piel ardía, los músculos se tensaban, mi cuerpo reclamando su forma verdadera, aquella que los Carson intentaron apagar a base de miedo y sangre.

    Un aullido desgarró el silencio.
    No supe si provenía de mí o del alma misma del bosque.
    Pero en ese instante, entendí.
    No era humana.
    No era bestia.
    Era ambas.
    Y por primera vez, no tenía miedo de ello.

    La luna me bañó con su luz pálida, y mi sombra cambió.
    Orejas, colmillos, una fuerza que rugía desde lo más profundo.
    La loba despertaba, y con ella, el hambre.
    No de carne… sino de justicia.

    Darkus me observaba desde la distancia, su silueta imponente entre los árboles, sus ojos ardiendo como brasas antiguas.
    No dijo nada.
    No hacía falta.
    Sabía lo que vendría después.

    Corrí.
    El suelo bajo mis pies temblaba.
    Las ramas se abrían ante mí.
    El viento era mi cómplice.
    Cada sentido vivo, agudo, perfecto.
    El olor del miedo, del hierro, del sudor…
    Todo me guiaba hacia la presa.

    No cazaba por placer.
    Cazaba por instinto.
    Por redención.
    Por las voces silenciadas que aún gritaban dentro de mí.

    La loba y la mujer se habían fundido.
    Ya no había una sin la otra.
    Y esa unión era peligrosa.
    Letal.

    Cuando la luna alcanzó su punto más alto, me detuve.
    El bosque calló.
    Mi reflejo en un charco de agua me devolvió la mirada: un ser con ojos de dos colores, mitad sombra, mitad luz.
    Era yo.
    La verdadera.
    La que sobrevivió a los Carson.
    La que se negó a morir.

    Y ahora, bajo el manto de la noche, el nombre Luana Smith Carson dejaba de ser una marca de esclava.
    Se convertía en una advertencia.

    Darküs Volkøv
    "Instinto Primario” La noche respiraba. El bosque entero parecía contener el aire mientras la luna ascendía sobre las copas de los árboles, blanca, inmensa, testigo de mi renacer. Podía sentirlo… el pulso bajo mi piel, la vibración en los huesos, el fuego líquido corriendo por mis venas. Darkus había desatado algo que llevaba dormido demasiado tiempo. No me había maldecido… me había devuelto lo que me arrebataron. El cambio comenzaba en mis ojos. Una ardiente presión detrás del iris, un temblor. El mundo se volvió más nítido, el aire más denso, los sonidos más crueles. Podía escuchar la respiración de los árboles, el murmullo de las criaturas escondidas. Y mi propio corazón… golpeando como un tambor de guerra. Mis manos se curvaron, los dedos temblando al sentir cómo las uñas se alargaban, afiladas, naturales. No dolía. Era liberador. La piel ardía, los músculos se tensaban, mi cuerpo reclamando su forma verdadera, aquella que los Carson intentaron apagar a base de miedo y sangre. Un aullido desgarró el silencio. No supe si provenía de mí o del alma misma del bosque. Pero en ese instante, entendí. No era humana. No era bestia. Era ambas. Y por primera vez, no tenía miedo de ello. La luna me bañó con su luz pálida, y mi sombra cambió. Orejas, colmillos, una fuerza que rugía desde lo más profundo. La loba despertaba, y con ella, el hambre. No de carne… sino de justicia. Darkus me observaba desde la distancia, su silueta imponente entre los árboles, sus ojos ardiendo como brasas antiguas. No dijo nada. No hacía falta. Sabía lo que vendría después. Corrí. El suelo bajo mis pies temblaba. Las ramas se abrían ante mí. El viento era mi cómplice. Cada sentido vivo, agudo, perfecto. El olor del miedo, del hierro, del sudor… Todo me guiaba hacia la presa. No cazaba por placer. Cazaba por instinto. Por redención. Por las voces silenciadas que aún gritaban dentro de mí. La loba y la mujer se habían fundido. Ya no había una sin la otra. Y esa unión era peligrosa. Letal. Cuando la luna alcanzó su punto más alto, me detuve. El bosque calló. Mi reflejo en un charco de agua me devolvió la mirada: un ser con ojos de dos colores, mitad sombra, mitad luz. Era yo. La verdadera. La que sobrevivió a los Carson. La que se negó a morir. Y ahora, bajo el manto de la noche, el nombre Luana Smith Carson dejaba de ser una marca de esclava. Se convertía en una advertencia. [Darkus]
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  • “La Marca del Lobo”

    El sonido de la lluvia golpeaba el cristal con violencia.
    El aire del cuarto estaba denso, casi eléctrico, como si presintiera lo que estaba por suceder.

    Luana no solía bajar la guardia, y mucho menos frente a un desconocido. Pero Darkus no era cualquier hombre. Había algo en él —en su forma de moverse, en la mirada salvaje que apenas contenía bajo la calma aparente— que le resultaba inquietantemente familiar. Era la clase de presencia que no se podía fingir… la de un depredador verdadero.

    Él estaba apoyado contra la pared, observándola en silencio, los ojos brillando con un tono ámbar casi animal bajo la penumbra.
    —Sabía que no eras humana —dijo finalmente, su voz grave, profunda, con un dejo de desafío.

    Luana ladeó el rostro, su expresión impenetrable.
    —Y sin embargo, viniste —respondió con suavidad, mientras avanzaba un paso más.
    Cada palabra caía como un filo entre ambos, una danza entre poder y peligro.

    Darkus sonrió apenas, un gesto más instintivo que humano.
    —Los de nuestra raza rara vez se cruzan sin dejar marcas.

    Ella detuvo su andar. Su sombra se reflejaba junto a la de él en la pared, dos siluetas que parecían fundirse en la oscuridad.
    El aire vibraba con una energía primitiva, el pulso de dos bestias que se reconocen.

    —No busco dejar marcas —susurró Luana, aunque su tono decía lo contrario.
    —Entonces no te acerques más —gruñó él.

    Silencio.
    Y después, el paso que lo cambió todo.

    Luana se detuvo frente a él, tan cerca que podía sentir el calor de su respiración. Sus ojos, oscuros como la tormenta que rugía afuera, lo miraron sin miedo.

    —Demasiado tarde, lobo.

    Darkus la sostuvo con la mirada. Había peligro allí… pero también una verdad: en el fondo, ambos eran criaturas del mismo caos, forjadas en la misma oscuridad.

    Y en esa noche, entre el eco de la lluvia y el temblor de la tensión, el mundo pareció detenerse.
    Solo quedaban ellos dos.
    Dos sombras, una misma furia.

    Darküs Volkøv

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    “La Marca del Lobo” El sonido de la lluvia golpeaba el cristal con violencia. El aire del cuarto estaba denso, casi eléctrico, como si presintiera lo que estaba por suceder. Luana no solía bajar la guardia, y mucho menos frente a un desconocido. Pero Darkus no era cualquier hombre. Había algo en él —en su forma de moverse, en la mirada salvaje que apenas contenía bajo la calma aparente— que le resultaba inquietantemente familiar. Era la clase de presencia que no se podía fingir… la de un depredador verdadero. Él estaba apoyado contra la pared, observándola en silencio, los ojos brillando con un tono ámbar casi animal bajo la penumbra. —Sabía que no eras humana —dijo finalmente, su voz grave, profunda, con un dejo de desafío. Luana ladeó el rostro, su expresión impenetrable. —Y sin embargo, viniste —respondió con suavidad, mientras avanzaba un paso más. Cada palabra caía como un filo entre ambos, una danza entre poder y peligro. Darkus sonrió apenas, un gesto más instintivo que humano. —Los de nuestra raza rara vez se cruzan sin dejar marcas. Ella detuvo su andar. Su sombra se reflejaba junto a la de él en la pared, dos siluetas que parecían fundirse en la oscuridad. El aire vibraba con una energía primitiva, el pulso de dos bestias que se reconocen. —No busco dejar marcas —susurró Luana, aunque su tono decía lo contrario. —Entonces no te acerques más —gruñó él. Silencio. Y después, el paso que lo cambió todo. Luana se detuvo frente a él, tan cerca que podía sentir el calor de su respiración. Sus ojos, oscuros como la tormenta que rugía afuera, lo miraron sin miedo. —Demasiado tarde, lobo. Darkus la sostuvo con la mirada. Había peligro allí… pero también una verdad: en el fondo, ambos eran criaturas del mismo caos, forjadas en la misma oscuridad. Y en esa noche, entre el eco de la lluvia y el temblor de la tensión, el mundo pareció detenerse. Solo quedaban ellos dos. Dos sombras, una misma furia. [Darkus] ---
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  • — “Silencio antes del caos”

    El teléfono aún brillaba en su mano cuando la notificación vibró sobre la pantalla.
    Un mensaje codificado.
    Breve, directo.
    —“Movimiento confirmado. Medianoche. Mismo punto.”

    Luana dejó que el aire saliera lentamente de sus pulmones. Su reflejo seguía allí, inmóvil, mirándola como si supiera lo que iba a pasar. En el fondo, lo sabía: en su mundo, las pausas eran solo espejismos entre una tormenta y la siguiente.

    Dejó el dispositivo sobre la mesita y se levantó. El eco de sus pasos resonó en el suelo pulido mientras caminaba hacia el armario metálico. Al abrirlo, una suave luz azul reveló su colección de armas: ordenadas, limpias, personalizadas. Cada una con una historia que prefería no recordar.

    Tomó su chaqueta de cuero y la colocó sobre los hombros. Su anillo con el emblema de la familia brilló débilmente bajo la luz, recordándole quién era y todo lo que representaba.

    La líder de la familia Aurelian no necesitaba palabras para imponer respeto; bastaba con su presencia.
    Pero en esa noche, bajo la luna pálida y el rumor distante de la ciudad, no era la figura intocable que todos temían. Era simplemente Luana, una mujer que había aprendido a sobrevivir a fuerza de perder.

    Con el arma asegurada en la cadera y el cabello cayendo libre sobre su espalda, salió del cuarto sin mirar atrás.
    La guerra la esperaba.
    Y ella, como siempre, estaba lista para volver a empezar.


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    — “Silencio antes del caos” El teléfono aún brillaba en su mano cuando la notificación vibró sobre la pantalla. Un mensaje codificado. Breve, directo. —“Movimiento confirmado. Medianoche. Mismo punto.” Luana dejó que el aire saliera lentamente de sus pulmones. Su reflejo seguía allí, inmóvil, mirándola como si supiera lo que iba a pasar. En el fondo, lo sabía: en su mundo, las pausas eran solo espejismos entre una tormenta y la siguiente. Dejó el dispositivo sobre la mesita y se levantó. El eco de sus pasos resonó en el suelo pulido mientras caminaba hacia el armario metálico. Al abrirlo, una suave luz azul reveló su colección de armas: ordenadas, limpias, personalizadas. Cada una con una historia que prefería no recordar. Tomó su chaqueta de cuero y la colocó sobre los hombros. Su anillo con el emblema de la familia brilló débilmente bajo la luz, recordándole quién era y todo lo que representaba. La líder de la familia Aurelian no necesitaba palabras para imponer respeto; bastaba con su presencia. Pero en esa noche, bajo la luna pálida y el rumor distante de la ciudad, no era la figura intocable que todos temían. Era simplemente Luana, una mujer que había aprendido a sobrevivir a fuerza de perder. Con el arma asegurada en la cadera y el cabello cayendo libre sobre su espalda, salió del cuarto sin mirar atrás. La guerra la esperaba. Y ella, como siempre, estaba lista para volver a empezar. ---
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  • “El Arte de la Sangre y la Elegancia”

    El sonido de los tacones resonaba como una cuenta regresiva en el mármol del pasillo.
    Cada paso era un golpe de autoridad, una advertencia.

    Luana Smith Carson avanzaba con la serenidad de quien sabe que domina la escena. El vestido rojo vino se ajustaba a su silueta con precisión mortal, dejando ver los hombros desnudos y el brillo suave de su piel. Sobre sus brazos descansaba una estola de piel blanca que contrastaba con la oscuridad del lugar, un símbolo de lujo… y de poder.

    El aire olía a vino caro y tensión.

    Las luces del salón se reflejaban en los cristales de las lámparas mientras los invitados —políticos, empresarios, mafiosos disfrazados de filántropos— giraban para mirarla entrar. Ninguno se atrevía a hablar primero.

    Sus tacones, salpicados con patrones rojos que parecían sangre seca, eran más que un accesorio: una declaración. Cada gota pintada contaba una historia que nadie se atrevería a preguntar.

    Luana detuvo su paso en el centro de la sala. Su mirada, dorada bajo las luces, se posó en el anfitrión: un hombre que, minutos antes, se jactaba de controlar el mercado negro del puerto.

    —Bonita fiesta —dijo con voz baja, melódica, casi amable—. Lástima que sea la última que organizas.

    El silencio se rompió con un leve chasquido de sus dedos.
    Las sombras en las esquinas comenzaron a moverse, como si obedecieran a su llamada. En segundos, la atmósfera cambió; el aire se volvió pesado, denso, oscuro.

    Los guardias se tensaron, las manos fueron a las armas. Pero Luana solo sonrió, inclinando ligeramente la cabeza.

    —Tranquilos —susurró—. Aún no es su turno.

    Se acercó al anfitrión, su perfume invadiendo el espacio entre ambos, y le susurró al oído:

    > “Nunca subestimes a una mujer que sabe convertir la elegancia en un arma.”



    Después, sin mirar atrás, giró sobre sus tacones, dejando tras de sí el eco de su perfume, el crujido de la piel blanca de su abrigo y la sensación inevitable de que algo oscuro acababa de comenzar.
    “El Arte de la Sangre y la Elegancia” El sonido de los tacones resonaba como una cuenta regresiva en el mármol del pasillo. Cada paso era un golpe de autoridad, una advertencia. Luana Smith Carson avanzaba con la serenidad de quien sabe que domina la escena. El vestido rojo vino se ajustaba a su silueta con precisión mortal, dejando ver los hombros desnudos y el brillo suave de su piel. Sobre sus brazos descansaba una estola de piel blanca que contrastaba con la oscuridad del lugar, un símbolo de lujo… y de poder. El aire olía a vino caro y tensión. Las luces del salón se reflejaban en los cristales de las lámparas mientras los invitados —políticos, empresarios, mafiosos disfrazados de filántropos— giraban para mirarla entrar. Ninguno se atrevía a hablar primero. Sus tacones, salpicados con patrones rojos que parecían sangre seca, eran más que un accesorio: una declaración. Cada gota pintada contaba una historia que nadie se atrevería a preguntar. Luana detuvo su paso en el centro de la sala. Su mirada, dorada bajo las luces, se posó en el anfitrión: un hombre que, minutos antes, se jactaba de controlar el mercado negro del puerto. —Bonita fiesta —dijo con voz baja, melódica, casi amable—. Lástima que sea la última que organizas. El silencio se rompió con un leve chasquido de sus dedos. Las sombras en las esquinas comenzaron a moverse, como si obedecieran a su llamada. En segundos, la atmósfera cambió; el aire se volvió pesado, denso, oscuro. Los guardias se tensaron, las manos fueron a las armas. Pero Luana solo sonrió, inclinando ligeramente la cabeza. —Tranquilos —susurró—. Aún no es su turno. Se acercó al anfitrión, su perfume invadiendo el espacio entre ambos, y le susurró al oído: > “Nunca subestimes a una mujer que sabe convertir la elegancia en un arma.” Después, sin mirar atrás, giró sobre sus tacones, dejando tras de sí el eco de su perfume, el crujido de la piel blanca de su abrigo y la sensación inevitable de que algo oscuro acababa de comenzar.
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  • Escena: “El Humo de la Medianoche”

    La ciudad dormía, pero el mundo de Luana nunca descansaba.
    Desde el balcón de un edificio en el centro, el humo del cigarrillo se elevaba lento, dibujando formas inciertas bajo la luz de la luna. El brillo tenue de los autos a lo lejos reflejaba en sus anillos, y el aire nocturno le revolvía el cabello como si susurrara secretos antiguos.

    Luana apoyó el codo sobre la baranda metálica, la mirada fija en el horizonte donde las luces se mezclaban con la oscuridad. Acababa de cerrar un trato. Uno de esos que no se firman con tinta, sino con sangre y silencio.

    —Otro imperio cayendo... —murmuró, dejando que el humo escapara entre sus labios—. Y ellos creen que aún tienen el control.

    El tono de su voz era suave, casi perezoso, pero detrás de él se escondía una mente en constante movimiento. Bajo su abrigo oscuro, la pistola Night Whisper reposaba como una extensión natural de su cuerpo. No la necesitaba siempre… pero le gustaba saber que estaba ahí.

    A su espalda, la puerta del balcón se abrió apenas con un clic. No se giró; ya había sentido la presencia desde hacía minutos.

    —Sabes que no deberías estar aquí —dijo sin cambiar el tono.

    —Tampoco tú, jefa —respondió una voz masculina, con un dejo de nerviosismo.

    Ella sonrió con sutileza, una de esas sonrisas que nadie sabe si son de agrado o amenaza. Aplastó el cigarrillo en el borde del barandal, el brillo rojo extinguiéndose con un leve crujido.

    —Si vas a traerme malas noticias, al menos trae una copa de vino —susurró mientras se giraba, los ojos ámbar brillando a la luz de la luna.

    El hombre tragó saliva y extendió un sobre sellado con el emblema de una familia rival.
    Luana lo tomó, sin prisa. Lo abrió, leyó unas líneas y exhaló con calma.

    —Interesante. Quieren jugar sucio otra vez. —Sus dedos se deslizaron por el papel, sintiendo las letras grabadas—. Bien. Juguemos.

    De pronto, las sombras del balcón se alargaron, fundiéndose con sus piernas, como si la oscuridad misma la reconociera. La temperatura bajó apenas un grado.

    —Reúne al grupo, Marco —ordenó—. A medianoche saldremos a cazar.

    Cuando él salió, Luana volvió su mirada al cielo. La luna la observaba, silenciosa, como una vieja cómplice.
    Encendió otro cigarrillo, dejando que el humo se perdiera con el viento.

    > “El poder no se gana… se toma.”



    Y Luana Smith Carson estaba a punto de recordárselo al mundo.


    ---
    馃寵 Escena: “El Humo de la Medianoche” La ciudad dormía, pero el mundo de Luana nunca descansaba. Desde el balcón de un edificio en el centro, el humo del cigarrillo se elevaba lento, dibujando formas inciertas bajo la luz de la luna. El brillo tenue de los autos a lo lejos reflejaba en sus anillos, y el aire nocturno le revolvía el cabello como si susurrara secretos antiguos. Luana apoyó el codo sobre la baranda metálica, la mirada fija en el horizonte donde las luces se mezclaban con la oscuridad. Acababa de cerrar un trato. Uno de esos que no se firman con tinta, sino con sangre y silencio. —Otro imperio cayendo... —murmuró, dejando que el humo escapara entre sus labios—. Y ellos creen que aún tienen el control. El tono de su voz era suave, casi perezoso, pero detrás de él se escondía una mente en constante movimiento. Bajo su abrigo oscuro, la pistola Night Whisper reposaba como una extensión natural de su cuerpo. No la necesitaba siempre… pero le gustaba saber que estaba ahí. A su espalda, la puerta del balcón se abrió apenas con un clic. No se giró; ya había sentido la presencia desde hacía minutos. —Sabes que no deberías estar aquí —dijo sin cambiar el tono. —Tampoco tú, jefa —respondió una voz masculina, con un dejo de nerviosismo. Ella sonrió con sutileza, una de esas sonrisas que nadie sabe si son de agrado o amenaza. Aplastó el cigarrillo en el borde del barandal, el brillo rojo extinguiéndose con un leve crujido. —Si vas a traerme malas noticias, al menos trae una copa de vino —susurró mientras se giraba, los ojos ámbar brillando a la luz de la luna. El hombre tragó saliva y extendió un sobre sellado con el emblema de una familia rival. Luana lo tomó, sin prisa. Lo abrió, leyó unas líneas y exhaló con calma. —Interesante. Quieren jugar sucio otra vez. —Sus dedos se deslizaron por el papel, sintiendo las letras grabadas—. Bien. Juguemos. De pronto, las sombras del balcón se alargaron, fundiéndose con sus piernas, como si la oscuridad misma la reconociera. La temperatura bajó apenas un grado. —Reúne al grupo, Marco —ordenó—. A medianoche saldremos a cazar. Cuando él salió, Luana volvió su mirada al cielo. La luna la observaba, silenciosa, como una vieja cómplice. Encendió otro cigarrillo, dejando que el humo se perdiera con el viento. > “El poder no se gana… se toma.” Y Luana Smith Carson estaba a punto de recordárselo al mundo. ---
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  • Luana estaba en su estudio de ballet, practicando una nueva rutina con la canción de fondo "Feeling Good-Michael Bublé".

    Dió unos pasos en puntillas mientras se preparaba correctamente, dejándose llevar por el sonido, su cuerpo realizó pirouettes, arabesques, passé, infinidades de pasos básicos de ballet.

    Miraba su reflejo en el inmenso espejo frente a ella, sonrió, amaba bailar más que cantar, pero era agotador.

    Terminó su rutina y escuchó por encima de la música unos aplausos, volteó hacia la fuente de los sonidos y miró a la persona que estaba acompañándola.

    —Hola, ¿qué haces aquí?
    Luana estaba en su estudio de ballet, practicando una nueva rutina con la canción de fondo "Feeling Good-Michael Bublé". Dió unos pasos en puntillas mientras se preparaba correctamente, dejándose llevar por el sonido, su cuerpo realizó pirouettes, arabesques, passé, infinidades de pasos básicos de ballet. Miraba su reflejo en el inmenso espejo frente a ella, sonrió, amaba bailar más que cantar, pero era agotador. Terminó su rutina y escuchó por encima de la música unos aplausos, volteó hacia la fuente de los sonidos y miró a la persona que estaba acompañándola. —Hola, ¿qué haces aquí?
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  • Luana tenía algunos meses en los que no subía a un escenario para una presentación de ballet, dejó de lado su pasión por el baile para seguir en sus conciertos y giras.

    Por esa razón, ella estaba nerviosa, a punto de subir a su presentación después de su descanso.

    La pieza que interpretaba esa noche era "Black Swan" de BTS, una versión nueva, apta para que Luana y su compañera hicieran magia sobre el escenario. Su compañera sería el cisne negro, y por lo tanto ella el blanco. Era un dueto que habían practicado durante semanas para esta competencia.

    Meditaba desde detrás del telón, del otro lado del escenario estaba ya lista y un poco nerviosa su compañera.

    Anunciaron sus nombres y el baile que harían. Salió al escenario con una sonrisa y paso lento, se colocó en posición, sonó la melodía y lo supo, debía deslumbrar esa noche.
    Luana tenía algunos meses en los que no subía a un escenario para una presentación de ballet, dejó de lado su pasión por el baile para seguir en sus conciertos y giras. Por esa razón, ella estaba nerviosa, a punto de subir a su presentación después de su descanso. La pieza que interpretaba esa noche era "Black Swan" de BTS, una versión nueva, apta para que Luana y su compañera hicieran magia sobre el escenario. Su compañera sería el cisne negro, y por lo tanto ella el blanco. Era un dueto que habían practicado durante semanas para esta competencia. Meditaba desde detrás del telón, del otro lado del escenario estaba ya lista y un poco nerviosa su compañera. Anunciaron sus nombres y el baile que harían. Salió al escenario con una sonrisa y paso lento, se colocó en posición, sonó la melodía y lo supo, debía deslumbrar esa noche.
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  • Luana se encontraba en su último viaje de sus largas vacaciones, pronto volvería a su vida ajetreada y quería irse a lugares que soñaba con conocer desde hace mucho tiempo.

    Caminaba solitaria por las calles de Milán, observando todo a su alrededor maravillada, en algunas ocasiones tomaba su celular haciendo algunas fotografías.

    En una esquina observó una pareja de ancianos, se notaba el amor que ambos se tenían aún, sonrió abiertamente y se sintió esperanzada de encontrar algún día ese tipo de amor.

    Suspiró cansada, chocó con una persona inevitablemente y a esta se le habían caído de sus manos algunas cosas que llevaba, todo gracias a que no estaba mirando hacia donde iba. Rápidamente se arrodilló para ayudar a recoger lo que había tumbado.

    —Lo siento, no era mi intención tropezarte, ¿se te rompió algo? Puedo compensarlo sin ningún problema.
    Luana se encontraba en su último viaje de sus largas vacaciones, pronto volvería a su vida ajetreada y quería irse a lugares que soñaba con conocer desde hace mucho tiempo. Caminaba solitaria por las calles de Milán, observando todo a su alrededor maravillada, en algunas ocasiones tomaba su celular haciendo algunas fotografías. En una esquina observó una pareja de ancianos, se notaba el amor que ambos se tenían aún, sonrió abiertamente y se sintió esperanzada de encontrar algún día ese tipo de amor. Suspiró cansada, chocó con una persona inevitablemente y a esta se le habían caído de sus manos algunas cosas que llevaba, todo gracias a que no estaba mirando hacia donde iba. Rápidamente se arrodilló para ayudar a recoger lo que había tumbado. —Lo siento, no era mi intención tropezarte, ¿se te rompió algo? Puedo compensarlo sin ningún problema.
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  • 饾檻饾櫈饾櫄饾櫉饾櫀 饾櫄饾櫍饾櫄饾櫌饾櫈饾櫒饾櫓饾櫀饾櫃
    Fandom OC
    Categor铆a Drama
    Luana había decidido tomarse unas largas vacaciones de las giras y los conciertos, se sentía agotada, tanto físico como mentalmente. Sin embargo, los días en los que estaba afligida —sin razón aparente—, asistía al estudio de grabación, componía alguna canción, llamaba a su productor, grababan y luego solo... Dejaban la canción en el fondo, olvidada por completo, no la sacaban al aire por petición de Luana.

    Aunque, ese día ella no estaba de humor melancólico —extrañamente—, a todos los habían convocado a una reunión en la disquera, imaginó que debían anunciar a un nuevo artista, no era como si eso le hiciera mucha ilusión, de todas maneras debía asistir.

    Se vistió con algo sencillo, igual que el maquillaje que se realizó en cuestión de 5 minutos, salió de su casa y manejó hasta la compañía. Entró en la sala de reuniones y vio un nombre en la pantalla inmensa del televisor, —Lo sabía— pensó, tomó asiento en la silla que plasmaba su nombre mientras daban comienzo oficialmente a la presentación.

    Luego de unos cuantos minutos —parecían horas para ella— el representante dio la bienvenida al nuevo artista, lo miró a los ojos y sonrió irónicamente, de todas las personas en el mundo tenía que ser él/ella. En la secundaria habían tenido una pequeña discusión y desde ese instante, se odiaron, se hicieron la vida imposible en cada oportunidad que tenían. Se acercó luego de dar por terminada la reunión y le estrechó la mano.

    —Vaya, que sorpresa encontrarnos aquí después de tanto tiempo. Espero que tú estancia aquí sea... ¿satisfactoria? Bienvenido/a.
    Luana había decidido tomarse unas largas vacaciones de las giras y los conciertos, se sentía agotada, tanto físico como mentalmente. Sin embargo, los días en los que estaba afligida —sin razón aparente—, asistía al estudio de grabación, componía alguna canción, llamaba a su productor, grababan y luego solo... Dejaban la canción en el fondo, olvidada por completo, no la sacaban al aire por petición de Luana. Aunque, ese día ella no estaba de humor melancólico —extrañamente—, a todos los habían convocado a una reunión en la disquera, imaginó que debían anunciar a un nuevo artista, no era como si eso le hiciera mucha ilusión, de todas maneras debía asistir. Se vistió con algo sencillo, igual que el maquillaje que se realizó en cuestión de 5 minutos, salió de su casa y manejó hasta la compañía. Entró en la sala de reuniones y vio un nombre en la pantalla inmensa del televisor, —Lo sabía— pensó, tomó asiento en la silla que plasmaba su nombre mientras daban comienzo oficialmente a la presentación. Luego de unos cuantos minutos —parecían horas para ella— el representante dio la bienvenida al nuevo artista, lo miró a los ojos y sonrió irónicamente, de todas las personas en el mundo tenía que ser él/ella. En la secundaria habían tenido una pequeña discusión y desde ese instante, se odiaron, se hicieron la vida imposible en cada oportunidad que tenían. Se acercó luego de dar por terminada la reunión y le estrechó la mano. —Vaya, que sorpresa encontrarnos aquí después de tanto tiempo. Espero que tú estancia aquí sea... ¿satisfactoria? Bienvenido/a.
    Tipo
    Individual
    L铆neas
    15
    Estado
    Disponible
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  • Luana iba saliendo de su cita en la peluquería, decidió realizarse un cambio algo radical, de hecho, decir "algo radical" era una blasfemia, nunca en su vida pensó que pintar su cabello de color marrón sería una buena idea. Ya no podía retractarse, no es como si con solo lavarse el cabello saldría todo el color.
    Suspiró al posarse delante de su camioneta y ver su reflejo en la ventana, tomó un mechón de su cabello entre sus manos y lo analizó, sabía que no se veía mal, que alguien le dijera que se veía linda era poco, el marrón solía resaltar aún más el color de sus ojos.
    Se había tomado una foto antes de salir de la peluquería, decidió subirla a sus redes, las cuales iban a estallar en cuanto sus seguidores vieran la foto.


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    Un cambio de look al año no hace daño, ¿algo así dicen?


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    Luana iba saliendo de su cita en la peluquería, decidió realizarse un cambio algo radical, de hecho, decir "algo radical" era una blasfemia, nunca en su vida pensó que pintar su cabello de color marrón sería una buena idea. Ya no podía retractarse, no es como si con solo lavarse el cabello saldría todo el color. Suspiró al posarse delante de su camioneta y ver su reflejo en la ventana, tomó un mechón de su cabello entre sus manos y lo analizó, sabía que no se veía mal, que alguien le dijera que se veía linda era poco, el marrón solía resaltar aún más el color de sus ojos. Se había tomado una foto antes de salir de la peluquería, decidió subirla a sus redes, las cuales iban a estallar en cuanto sus seguidores vieran la foto. 饾棞饾椈饾榾饾榿饾棶饾棿饾椏饾棶饾椇 饾椊饾椉饾榾饾榿 « @饾摰饾摼饾摢饾摲饾摢饾摷.饾摱饾摬饾摻饾摫 Un cambio de look al año no hace daño, ¿algo así dicen? 鉂わ笍 1.7M 鈫楋笍368K 饾檱饾櫔饾櫀饾櫍饾櫀 饾櫇饾櫀 饾櫃饾櫄饾櫒饾櫀饾櫂饾櫓饾櫈饾櫕饾櫀饾櫃饾櫎 饾櫋饾櫎饾櫒 饾櫂饾櫎饾櫌饾櫄饾櫍饾櫓饾櫀饾櫑饾櫈饾櫎饾櫒
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