Escena: “El Humo de la Medianoche”

La ciudad dormía, pero el mundo de Luana nunca descansaba.
Desde el balcón de un edificio en el centro, el humo del cigarrillo se elevaba lento, dibujando formas inciertas bajo la luz de la luna. El brillo tenue de los autos a lo lejos reflejaba en sus anillos, y el aire nocturno le revolvía el cabello como si susurrara secretos antiguos.

Luana apoyó el codo sobre la baranda metálica, la mirada fija en el horizonte donde las luces se mezclaban con la oscuridad. Acababa de cerrar un trato. Uno de esos que no se firman con tinta, sino con sangre y silencio.

—Otro imperio cayendo... —murmuró, dejando que el humo escapara entre sus labios—. Y ellos creen que aún tienen el control.

El tono de su voz era suave, casi perezoso, pero detrás de él se escondía una mente en constante movimiento. Bajo su abrigo oscuro, la pistola Night Whisper reposaba como una extensión natural de su cuerpo. No la necesitaba siempre… pero le gustaba saber que estaba ahí.

A su espalda, la puerta del balcón se abrió apenas con un clic. No se giró; ya había sentido la presencia desde hacía minutos.

—Sabes que no deberías estar aquí —dijo sin cambiar el tono.

—Tampoco tú, jefa —respondió una voz masculina, con un dejo de nerviosismo.

Ella sonrió con sutileza, una de esas sonrisas que nadie sabe si son de agrado o amenaza. Aplastó el cigarrillo en el borde del barandal, el brillo rojo extinguiéndose con un leve crujido.

—Si vas a traerme malas noticias, al menos trae una copa de vino —susurró mientras se giraba, los ojos ámbar brillando a la luz de la luna.

El hombre tragó saliva y extendió un sobre sellado con el emblema de una familia rival.
Luana lo tomó, sin prisa. Lo abrió, leyó unas líneas y exhaló con calma.

—Interesante. Quieren jugar sucio otra vez. —Sus dedos se deslizaron por el papel, sintiendo las letras grabadas—. Bien. Juguemos.

De pronto, las sombras del balcón se alargaron, fundiéndose con sus piernas, como si la oscuridad misma la reconociera. La temperatura bajó apenas un grado.

—Reúne al grupo, Marco —ordenó—. A medianoche saldremos a cazar.

Cuando él salió, Luana volvió su mirada al cielo. La luna la observaba, silenciosa, como una vieja cómplice.
Encendió otro cigarrillo, dejando que el humo se perdiera con el viento.

> “El poder no se gana… se toma.”



Y Luana Smith Carson estaba a punto de recordárselo al mundo.


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🌙 Escena: “El Humo de la Medianoche” La ciudad dormía, pero el mundo de Luana nunca descansaba. Desde el balcón de un edificio en el centro, el humo del cigarrillo se elevaba lento, dibujando formas inciertas bajo la luz de la luna. El brillo tenue de los autos a lo lejos reflejaba en sus anillos, y el aire nocturno le revolvía el cabello como si susurrara secretos antiguos. Luana apoyó el codo sobre la baranda metálica, la mirada fija en el horizonte donde las luces se mezclaban con la oscuridad. Acababa de cerrar un trato. Uno de esos que no se firman con tinta, sino con sangre y silencio. —Otro imperio cayendo... —murmuró, dejando que el humo escapara entre sus labios—. Y ellos creen que aún tienen el control. El tono de su voz era suave, casi perezoso, pero detrás de él se escondía una mente en constante movimiento. Bajo su abrigo oscuro, la pistola Night Whisper reposaba como una extensión natural de su cuerpo. No la necesitaba siempre… pero le gustaba saber que estaba ahí. A su espalda, la puerta del balcón se abrió apenas con un clic. No se giró; ya había sentido la presencia desde hacía minutos. —Sabes que no deberías estar aquí —dijo sin cambiar el tono. —Tampoco tú, jefa —respondió una voz masculina, con un dejo de nerviosismo. Ella sonrió con sutileza, una de esas sonrisas que nadie sabe si son de agrado o amenaza. Aplastó el cigarrillo en el borde del barandal, el brillo rojo extinguiéndose con un leve crujido. —Si vas a traerme malas noticias, al menos trae una copa de vino —susurró mientras se giraba, los ojos ámbar brillando a la luz de la luna. El hombre tragó saliva y extendió un sobre sellado con el emblema de una familia rival. Luana lo tomó, sin prisa. Lo abrió, leyó unas líneas y exhaló con calma. —Interesante. Quieren jugar sucio otra vez. —Sus dedos se deslizaron por el papel, sintiendo las letras grabadas—. Bien. Juguemos. De pronto, las sombras del balcón se alargaron, fundiéndose con sus piernas, como si la oscuridad misma la reconociera. La temperatura bajó apenas un grado. —Reúne al grupo, Marco —ordenó—. A medianoche saldremos a cazar. Cuando él salió, Luana volvió su mirada al cielo. La luna la observaba, silenciosa, como una vieja cómplice. Encendió otro cigarrillo, dejando que el humo se perdiera con el viento. > “El poder no se gana… se toma.” Y Luana Smith Carson estaba a punto de recordárselo al mundo. ---
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