— “Silencio antes del caos”

El teléfono aún brillaba en su mano cuando la notificación vibró sobre la pantalla.
Un mensaje codificado.
Breve, directo.
—“Movimiento confirmado. Medianoche. Mismo punto.”

Luana dejó que el aire saliera lentamente de sus pulmones. Su reflejo seguía allí, inmóvil, mirándola como si supiera lo que iba a pasar. En el fondo, lo sabía: en su mundo, las pausas eran solo espejismos entre una tormenta y la siguiente.

Dejó el dispositivo sobre la mesita y se levantó. El eco de sus pasos resonó en el suelo pulido mientras caminaba hacia el armario metálico. Al abrirlo, una suave luz azul reveló su colección de armas: ordenadas, limpias, personalizadas. Cada una con una historia que prefería no recordar.

Tomó su chaqueta de cuero y la colocó sobre los hombros. Su anillo con el emblema de la familia brilló débilmente bajo la luz, recordándole quién era y todo lo que representaba.

La líder de la familia Aurelian no necesitaba palabras para imponer respeto; bastaba con su presencia.
Pero en esa noche, bajo la luna pálida y el rumor distante de la ciudad, no era la figura intocable que todos temían. Era simplemente Luana, una mujer que había aprendido a sobrevivir a fuerza de perder.

Con el arma asegurada en la cadera y el cabello cayendo libre sobre su espalda, salió del cuarto sin mirar atrás.
La guerra la esperaba.
Y ella, como siempre, estaba lista para volver a empezar.


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— “Silencio antes del caos” El teléfono aún brillaba en su mano cuando la notificación vibró sobre la pantalla. Un mensaje codificado. Breve, directo. —“Movimiento confirmado. Medianoche. Mismo punto.” Luana dejó que el aire saliera lentamente de sus pulmones. Su reflejo seguía allí, inmóvil, mirándola como si supiera lo que iba a pasar. En el fondo, lo sabía: en su mundo, las pausas eran solo espejismos entre una tormenta y la siguiente. Dejó el dispositivo sobre la mesita y se levantó. El eco de sus pasos resonó en el suelo pulido mientras caminaba hacia el armario metálico. Al abrirlo, una suave luz azul reveló su colección de armas: ordenadas, limpias, personalizadas. Cada una con una historia que prefería no recordar. Tomó su chaqueta de cuero y la colocó sobre los hombros. Su anillo con el emblema de la familia brilló débilmente bajo la luz, recordándole quién era y todo lo que representaba. La líder de la familia Aurelian no necesitaba palabras para imponer respeto; bastaba con su presencia. Pero en esa noche, bajo la luna pálida y el rumor distante de la ciudad, no era la figura intocable que todos temían. Era simplemente Luana, una mujer que había aprendido a sobrevivir a fuerza de perder. Con el arma asegurada en la cadera y el cabello cayendo libre sobre su espalda, salió del cuarto sin mirar atrás. La guerra la esperaba. Y ella, como siempre, estaba lista para volver a empezar. ---
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