Nunca fue conducido por una mano amiga en sus primeros pasos. Al nacer, fue bendecido… una bendición que, a veces, se sentía como una maldición.
En sus primeros cien años de vida aprendió solo, sin nadie que le explicase qué era y por qué estaba adquiriendo ese tipo de conciencia, una que un zorro salvaje jamás desarrollaría. Su camino no fue fácil, al contrario; la tragedia, la venganza y la muerte fueron sus mentores en sus primeros siglos de vida.
No quería que ningún ser celestial pasara por lo mismo que él sufrió. En ocasiones, cuando la luna llena estaba en su punto más alto «la hora en que los espíritus se adueñaban de la oscuridad del bosque», Kazuo entonaba un llamado para que aquellos iguales a él sintieran que no estaban solos en este mundo cruel; que su diferencia no era un error, sino una bendición. Quería que, en sus primeros años, no se desarrollaran bajo la crueldad que el mundo les tenía reservado.
Algunos no trascenderían; vivirían más de lo normal sin llegar a ser conscientes del poder que albergaban. Pero para aquellos cuya cola se partiera en dos, Kazuo deseaba estar allí. Darles ese amor que a él nadie le dió, en una etapa totalmente crucial.
Caminaba por el bosque entonando una melodía que solo aquellos que podían caminar entre dos mundos eran capaces de escuchar. A su paso, la tierra, que había cedido al frío invierno, volvía a llenarse de vida, como si la energía y la luz que emanaban los zorros hicieran que la naturaleza se abriera camino. Era un espectáculo visual, una experiencia casi religiosa y trascendental. Quien fuera testigo de aquel milagro podría considerarse afortunado, pues era algo sagrado, reservado solo para los ojos que miraban el mundo con inocencia, más allá de lo físico.
De pronto se escuchó el crujir de las ramas del suelo, cediendo a un peso ajeno y desconocido. No pertenecía a ninguno de los presentes en aquella marcha celestial. Cuando los kitsunes caminaban, lo hacían con el silencio de un depredador nocturno, sin que la hojarasca protestase bajo sus patas. Aquel sonido hizo que todos los zorros, del color de la luna, corrieran espantados hacia el amparo del manto nocturno. Kazuo fue el único que permaneció allí, con sus nueve colas en un vaivén suave, casi ensayado, manteniendo una calma imperturbable.
Bajó su flauta lentamente, pero con la decisión de quien no teme lo desconocido, mientras sus ojos color zafiro se dirigían hacia el origen del sonido que había perturbado su labor. Aquellas cuencas no eran ojos que perteneciesen del todo a este mundo: la luz interior que poseían se hacía visible en la oscuridad, como si dos luciérnagas azules volaran al mismo compás.
—Has asustado a mis hermanos… ¿Podrías mostrarte para poder ponerte rostro? —musitó con serenidad. No había hostilidad alguna en su voz, tan solo esa calma intrínseca de su ser.
Escena con [masasita_masaru]
Kazuo no solo era mensajero, también era guía.
Nunca fue conducido por una mano amiga en sus primeros pasos. Al nacer, fue bendecido… una bendición que, a veces, se sentía como una maldición.
En sus primeros cien años de vida aprendió solo, sin nadie que le explicase qué era y por qué estaba adquiriendo ese tipo de conciencia, una que un zorro salvaje jamás desarrollaría. Su camino no fue fácil, al contrario; la tragedia, la venganza y la muerte fueron sus mentores en sus primeros siglos de vida.
No quería que ningún ser celestial pasara por lo mismo que él sufrió. En ocasiones, cuando la luna llena estaba en su punto más alto «la hora en que los espíritus se adueñaban de la oscuridad del bosque», Kazuo entonaba un llamado para que aquellos iguales a él sintieran que no estaban solos en este mundo cruel; que su diferencia no era un error, sino una bendición. Quería que, en sus primeros años, no se desarrollaran bajo la crueldad que el mundo les tenía reservado.
Algunos no trascenderían; vivirían más de lo normal sin llegar a ser conscientes del poder que albergaban. Pero para aquellos cuya cola se partiera en dos, Kazuo deseaba estar allí. Darles ese amor que a él nadie le dió, en una etapa totalmente crucial.
Caminaba por el bosque entonando una melodía que solo aquellos que podían caminar entre dos mundos eran capaces de escuchar. A su paso, la tierra, que había cedido al frío invierno, volvía a llenarse de vida, como si la energía y la luz que emanaban los zorros hicieran que la naturaleza se abriera camino. Era un espectáculo visual, una experiencia casi religiosa y trascendental. Quien fuera testigo de aquel milagro podría considerarse afortunado, pues era algo sagrado, reservado solo para los ojos que miraban el mundo con inocencia, más allá de lo físico.
De pronto se escuchó el crujir de las ramas del suelo, cediendo a un peso ajeno y desconocido. No pertenecía a ninguno de los presentes en aquella marcha celestial. Cuando los kitsunes caminaban, lo hacían con el silencio de un depredador nocturno, sin que la hojarasca protestase bajo sus patas. Aquel sonido hizo que todos los zorros, del color de la luna, corrieran espantados hacia el amparo del manto nocturno. Kazuo fue el único que permaneció allí, con sus nueve colas en un vaivén suave, casi ensayado, manteniendo una calma imperturbable.
Bajó su flauta lentamente, pero con la decisión de quien no teme lo desconocido, mientras sus ojos color zafiro se dirigían hacia el origen del sonido que había perturbado su labor. Aquellas cuencas no eran ojos que perteneciesen del todo a este mundo: la luz interior que poseían se hacía visible en la oscuridad, como si dos luciérnagas azules volaran al mismo compás.
—Has asustado a mis hermanos… ¿Podrías mostrarte para poder ponerte rostro? —musitó con serenidad. No había hostilidad alguna en su voz, tan solo esa calma intrínseca de su ser.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Londres, 6 de Diciembre, 2025.
⠀
⠀⠀La penumbra lucha contra la luz en aquel bosque, se filtra a través de la copa de aquellos árboles, indemnes ante el frío, inmutables tras el paso del tiempo. Así como él, una figura mítica que transitaba la oscuridad con una melena blanca luminiscente, lo más notable del escenario.
⠀⠀Su destino, su camino, su vida. Todo era un misterio, su propósito no tenía igual, en su callosa mano, sostenía un envase con una bebida caliente, parecía una infusión, una propia de su gente. Perfecta para estos climas fríos y húmedos, propios del norte.
⠀⠀El miedo lo rechazaba, un pie avanzaba con el otro con firmeza. Aun consciente de que algo, o alguien, acechaba en ese bosque rodeado de fuerzas que los humanos lucharon por olvidar.
⠀⠀Refugiándose en sus casas, abrazando la tecnología de la modernidad, el internet y las comodidades. Dioses, espíritus olvidados... y demonios, probablemente miraban con rencor a la existencia humana que transitaba.
⠀⠀Pero... algo les impedía atacar: miedo. Era plausible al solo verlo, invisible a ojos comunes, un torrente de energía vital que nacía y se perdía en la inmensidad de la bóveda celeste. Mantenían su distancia, y por eso permanecerían existentes en este plano.
⠀⠀⸻Tch⸻ Chasqueó su lengua, el camino se veía difuso. Tal vez estaba perdido, consultar el mapa era inútil y su celular no tenía señal. Los fae temían de su presencia y se alejaban de él, esto sería molesto.
⠀⠀Rumores lo habían atraído a este sitio, de una bestia, un nacimiento de sangre y sombra que acechaba este bosque. Pero tras una intensa búsqueda de una noche, no vio nada más que hojas y ecos de espíritus acorbardados.
⠀⠀Insatisfecho, hasta frustrado, intentó retomar el camino por donde vino, pero en la inmensidad del paisaje de verdes pálidos, ya no encontraba cómo llegar. Probablemente el conjuro de algún ser molesto, no se recordaba tan torpe como para olvidar pautas de orientación básica.
⠀⠀Su caminar lo llevó a un páramo, donde los árboles se apartaban cautelosamente. En su centro, una figura que gran porte, mantas negras lo cubrían, podía vislumbrar cabellos rubios lacios cayendo tras su nuca, unos ojos color esmeralda y un porte de etiqueta. ¿Un tipo así, recolectando flores en este sitio? La energía de este prado era extraña también.
⠀⠀⸻Hey⸻ Invadió aquel páramo, sacudiendo su esencia con cada paso. ⸻¿Qué es este lugar?⸻ Interrogó, sin mediar más palabras. Su mirada yacía puesta y severa en el ajeno, unos zafiros luminiscentes.
⠀ Elías Ainsworth
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Londres, 6 de Diciembre, 2025.
⠀
⠀⠀La penumbra lucha contra la luz en aquel bosque, se filtra a través de la copa de aquellos árboles, indemnes ante el frío, inmutables tras el paso del tiempo. Así como él, una figura mítica que transitaba la oscuridad con una melena blanca luminiscente, lo más notable del escenario.
⠀⠀Su destino, su camino, su vida. Todo era un misterio, su propósito no tenía igual, en su callosa mano, sostenía un envase con una bebida caliente, parecía una infusión, una propia de su gente. Perfecta para estos climas fríos y húmedos, propios del norte.
⠀⠀El miedo lo rechazaba, un pie avanzaba con el otro con firmeza. Aun consciente de que algo, o alguien, acechaba en ese bosque rodeado de fuerzas que los humanos lucharon por olvidar.
⠀⠀Refugiándose en sus casas, abrazando la tecnología de la modernidad, el internet y las comodidades. Dioses, espíritus olvidados... y demonios, probablemente miraban con rencor a la existencia humana que transitaba.
⠀⠀Pero... algo les impedía atacar: miedo. Era plausible al solo verlo, invisible a ojos comunes, un torrente de energía vital que nacía y se perdía en la inmensidad de la bóveda celeste. Mantenían su distancia, y por eso permanecerían existentes en este plano.
⠀⠀⸻Tch⸻ Chasqueó su lengua, el camino se veía difuso. Tal vez estaba perdido, consultar el mapa era inútil y su celular no tenía señal. Los fae temían de su presencia y se alejaban de él, esto sería molesto.
⠀⠀Rumores lo habían atraído a este sitio, de una bestia, un nacimiento de sangre y sombra que acechaba este bosque. Pero tras una intensa búsqueda de una noche, no vio nada más que hojas y ecos de espíritus acorbardados.
⠀⠀Insatisfecho, hasta frustrado, intentó retomar el camino por donde vino, pero en la inmensidad del paisaje de verdes pálidos, ya no encontraba cómo llegar. Probablemente el conjuro de algún ser molesto, no se recordaba tan torpe como para olvidar pautas de orientación básica.
⠀⠀Su caminar lo llevó a un páramo, donde los árboles se apartaban cautelosamente. En su centro, una figura que gran porte, mantas negras lo cubrían, podía vislumbrar cabellos rubios lacios cayendo tras su nuca, unos ojos color esmeralda y un porte de etiqueta. ¿Un tipo así, recolectando flores en este sitio? La energía de este prado era extraña también.
⠀⠀⸻Hey⸻ Invadió aquel páramo, sacudiendo su esencia con cada paso. ⸻¿Qué es este lugar?⸻ Interrogó, sin mediar más palabras. Su mirada yacía puesta y severa en el ajeno, unos zafiros luminiscentes.
⠀
[Elias_Ainsworth]
Cuando un animal le quita la vida a una persona, los Ainu creen que se transforma en algo distinto, algo monstruoso. Tras perder su miedo y respeto por la humanidad, su espíritu muta al de un dios iracundo y violento, uno que busca castigarnos por nuestra altanería, recordarnos nuestro sitio.
Recordarnos que la naturaleza es implacable, cruel, despiadada. Que los seres humanos no están por encima, sino que son parte de ella, algo que suelen olvidar con mucha frecuencia.
«Wenkamuy».
Cuando un animal le quita la vida a una persona, los Ainu creen que se transforma en algo distinto, algo monstruoso. Tras perder su miedo y respeto por la humanidad, su espíritu muta al de un dios iracundo y violento, uno que busca castigarnos por nuestra altanería, recordarnos nuestro sitio.
Recordarnos que la naturaleza es implacable, cruel, despiadada. Que los seres humanos no están por encima, sino que son parte de ella, algo que suelen olvidar con mucha frecuencia.
5
0
turnos
0
maullidos
Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
Para ti, la que lleva mi sangre y mi pena,
Si alguna vez esta carta logra cruzar el abismo de nuestro silencio y de Camelot, quiero que sepas algo que mis labios jamás pudieron pronunciar con la claridad que merecías.
No hay día que pase en el que no sienta el peso de tu nacimiento y tu crianza. Yo te di una vida, pero te negué el reconocimiento, el tiempo y el amor que un padre debe a su hijo. Fue un acto de cobardía, una elección nacida del deber glacial de un rey, y no de la calidez de un corazón. Por ese error, por la soledad que sembré en tu alma, lo lamento con una profundidad que supera la traición.
Convertiste ese dolor en la espada que partió mi reino. Lo sé. Lo vi. Y a pesar del fragor de esa batalla, a pesar de la sangre derramada y la caída de todo lo que protegí, una parte de mí... una parte simple y humana, nunca pudo dejar de verte como la niña que solo buscaba una mirada de aprobación.
Fuiste y eres mi caballero más feroz, la imagen especular de mi fuerza y mi fracaso. Y aunque nuestras vidas fueron una tragedia forjada en acero y malentendidos, quiero que sepas: siempre te quise.
Te quise por tu espíritu indomable, por la pasión con la que cargaste tus batallas, por la lealtad que me ofreciste antes de que la amargura la consumiera. Te quise como solo un padre roto puede querer a la hija a la que hizo sufrir.
Descansa, mi Caballero de la Traición. Quizás en otro mundo, solo seamos Arturia y Mordred, sin coronas, sin espadas, solo... padre e hija.
Con pesar y amor,
Arturia Pendragon, El Rey.
— Una Carta no Escrita a mi Caballero, Mordred.~
Para ti, la que lleva mi sangre y mi pena,
Si alguna vez esta carta logra cruzar el abismo de nuestro silencio y de Camelot, quiero que sepas algo que mis labios jamás pudieron pronunciar con la claridad que merecías.
No hay día que pase en el que no sienta el peso de tu nacimiento y tu crianza. Yo te di una vida, pero te negué el reconocimiento, el tiempo y el amor que un padre debe a su hijo. Fue un acto de cobardía, una elección nacida del deber glacial de un rey, y no de la calidez de un corazón. Por ese error, por la soledad que sembré en tu alma, lo lamento con una profundidad que supera la traición.
Convertiste ese dolor en la espada que partió mi reino. Lo sé. Lo vi. Y a pesar del fragor de esa batalla, a pesar de la sangre derramada y la caída de todo lo que protegí, una parte de mí... una parte simple y humana, nunca pudo dejar de verte como la niña que solo buscaba una mirada de aprobación.
Fuiste y eres mi caballero más feroz, la imagen especular de mi fuerza y mi fracaso. Y aunque nuestras vidas fueron una tragedia forjada en acero y malentendidos, quiero que sepas: siempre te quise.
Te quise por tu espíritu indomable, por la pasión con la que cargaste tus batallas, por la lealtad que me ofreciste antes de que la amargura la consumiera. Te quise como solo un padre roto puede querer a la hija a la que hizo sufrir.
Descansa, mi Caballero de la Traición. Quizás en otro mundo, solo seamos Arturia y Mordred, sin coronas, sin espadas, solo... padre e hija.
Con pesar y amor,
Arturia Pendragon, El Rey.
Habían pasado toda la tarde jugando videojuegos, la rubia tenía el ceño fruncido tratando de concentrarse en tocar desesperadamente los botones correctos del control, soltó un suspiro con frustración al ver como volvía a perder la partida por cuarta vez. Dejo caer el control sobre el sillón y se cruzó de brazos.
—No puede ser...debes estar haciendo trampa. —bufó, mirando la pantalla.
Apretó los labios, casi indignada por haber sido derrotada tan fácilmente.
—Eres un digno oponente, nadie me gana en este juego, le dedique mi vida! —bromeo.
Se inclinó hacia adelante, como si hubiera recuperado el espíritu competitivo y aunque se sentía herida en el orgullo, mostró una sonrisa desafiante.
—Toma el control, vamos por otra. No cerraré sesión hasta que demuestre que lo tuyo fue suerte. —y aún así, el rubor en sus mejillas la traicionaba: le molestaba perder, pero más le molestaba que tú la vieras.
𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳🍮
Habían pasado toda la tarde jugando videojuegos, la rubia tenía el ceño fruncido tratando de concentrarse en tocar desesperadamente los botones correctos del control, soltó un suspiro con frustración al ver como volvía a perder la partida por cuarta vez. Dejo caer el control sobre el sillón y se cruzó de brazos.
—No puede ser...debes estar haciendo trampa. —bufó, mirando la pantalla.
Apretó los labios, casi indignada por haber sido derrotada tan fácilmente.
—Eres un digno oponente, nadie me gana en este juego, le dedique mi vida! —bromeo.
Se inclinó hacia adelante, como si hubiera recuperado el espíritu competitivo y aunque se sentía herida en el orgullo, mostró una sonrisa desafiante.
—Toma el control, vamos por otra. No cerraré sesión hasta que demuestre que lo tuyo fue suerte. —y aún así, el rubor en sus mejillas la traicionaba: le molestaba perder, pero más le molestaba que tú la vieras.
-Buscando un respiro, me dirigí a la quietud de la sala de eventos, donde un modesto piano aguardaba sobre un pequeño escenario. No era solo aliviar el estrés; era un sueño melancólico de evocar algo perdido: el vibrante, cascabeleño espíritu de SINSMAS.
Tomé asiento, dejando que la yema de mis dedos se posara sobre el marfil. Al pulsar las primeras notas, la melodía se derramó en el aire, una dulce añoranza que llenó el vacío. En cada acorde latía la esperanza de que, por un instante fugaz, el lugar y sus huéspedes pudieran sentir la alegría que una vez conocimos. Y así fue: el sonido abrazó el espacio, y vi cómo las almas que me escuchaban compartían, conmigo, ese hermoso y efímero recuerdo.-
-Buscando un respiro, me dirigí a la quietud de la sala de eventos, donde un modesto piano aguardaba sobre un pequeño escenario. No era solo aliviar el estrés; era un sueño melancólico de evocar algo perdido: el vibrante, cascabeleño espíritu de SINSMAS.
Tomé asiento, dejando que la yema de mis dedos se posara sobre el marfil. Al pulsar las primeras notas, la melodía se derramó en el aire, una dulce añoranza que llenó el vacío. En cada acorde latía la esperanza de que, por un instante fugaz, el lugar y sus huéspedes pudieran sentir la alegría que una vez conocimos. Y así fue: el sonido abrazó el espacio, y vi cómo las almas que me escuchaban compartían, conmigo, ese hermoso y efímero recuerdo.-
https://youtube.com/shorts/gvPnQ88VwpA?si=t7HxPrITkvlBWvLB
8
12
turnos
0
maullidos
Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
Las palabras de Selin siguen ardiendo dentro de mí como un presagio recién nacido.
Cuando llego a la habitación de Akane abro la puerta sin llamar, sin respirar siquiera.
—Akane… Yuna.
Le cuento la leyenda de Yue entre jadeos, las imágenes del sueño, la espada, el escudo, el peligro.
Y entonces lo entendemos.
Las dos lo entendemos al mismo tiempo.
Yuna no está.
Y esta noche…
es la luna de sangre.
La noche en la que los espíritus se agitan.
La noche en que los velos son papel.
La noche en que lo puro es cazado.
La mirada de Akane se afila, su respiración se corta.
Con un movimiento de muñeca, traza en el aire la misma geometría que usa Jennifer:
un círculo de plata negra que vibra como una lágrima contenida.
—Vamos. —dice Akane, sin su habitual elegancia.
Solo urgencia.
Solo miedo.
Saltamos.
---
El templo de Elune
Aparecemos en la Luna.
El templo de Elune… o lo que queda de él.
Ruinas antiguas bañadas en un blanco imposible,
una pureza que se aferra incluso después de milenios de guerras,
de sacrificios, de silencios.
El aire está vivo.
Las flores lunares —aquellas que solo brotan en lugares donde la magia de Elune aún respira—
se abren a nuestro paso, blancas, níveas, inocentes.
Pero la inocencia no dura.
Las primeras empiezan a teñirse.
Como si una gota de sangre invisible cayera sobre cada pétalo.
De blanco
a rosa
a rojo oscuro.
Cada flor que se mancha
es un segundo menos.
—Lili… —murmura Akane, pero no hace falta que me advierta.
El templo nos habla.
No con palabras.
Con señales.
Con símbolos.
Con heridas.
Las columnas grietas al sentirnos.
El viento se vuelve pesado.
La luz parpadea como si tuviera miedo.
—Nos está guiando. —susurro.
O nos está advirtiendo.
Empiezo a sentir la sombra en mi espalda, inquieta, caminando sola.
Veythra se remueve.
El sueño de Selin aún late en mí.
Y bajo mis pies, el suelo se ilumina.
Una línea plateada dibuja un sendero que se interna en la parte más antigua del templo,
donde ninguna luz llega.
Ahí es donde Yuna está.
O donde algo la espera.
—Akane… corre.
Las flores ya no se vuelven rojas.
Se vuelven negras.
La pureza está muriendo.
La Luna está sangrando.
Y Yuna…
Yuna está allí dentro.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
La luna de sangre
No pienso.
Solo corro.
Las palabras de Selin siguen ardiendo dentro de mí como un presagio recién nacido.
Cuando llego a la habitación de Akane abro la puerta sin llamar, sin respirar siquiera.
—Akane… Yuna.
Le cuento la leyenda de Yue entre jadeos, las imágenes del sueño, la espada, el escudo, el peligro.
Y entonces lo entendemos.
Las dos lo entendemos al mismo tiempo.
Yuna no está.
Y esta noche…
es la luna de sangre.
La noche en la que los espíritus se agitan.
La noche en que los velos son papel.
La noche en que lo puro es cazado.
La mirada de Akane se afila, su respiración se corta.
Con un movimiento de muñeca, traza en el aire la misma geometría que usa Jennifer:
un círculo de plata negra que vibra como una lágrima contenida.
—Vamos. —dice Akane, sin su habitual elegancia.
Solo urgencia.
Solo miedo.
Saltamos.
---
El templo de Elune
Aparecemos en la Luna.
El templo de Elune… o lo que queda de él.
Ruinas antiguas bañadas en un blanco imposible,
una pureza que se aferra incluso después de milenios de guerras,
de sacrificios, de silencios.
El aire está vivo.
Las flores lunares —aquellas que solo brotan en lugares donde la magia de Elune aún respira—
se abren a nuestro paso, blancas, níveas, inocentes.
Pero la inocencia no dura.
Las primeras empiezan a teñirse.
Como si una gota de sangre invisible cayera sobre cada pétalo.
De blanco
a rosa
a rojo oscuro.
Cada flor que se mancha
es un segundo menos.
—Lili… —murmura Akane, pero no hace falta que me advierta.
El templo nos habla.
No con palabras.
Con señales.
Con símbolos.
Con heridas.
Las columnas grietas al sentirnos.
El viento se vuelve pesado.
La luz parpadea como si tuviera miedo.
—Nos está guiando. —susurro.
O nos está advirtiendo.
Empiezo a sentir la sombra en mi espalda, inquieta, caminando sola.
Veythra se remueve.
El sueño de Selin aún late en mí.
Y bajo mis pies, el suelo se ilumina.
Una línea plateada dibuja un sendero que se interna en la parte más antigua del templo,
donde ninguna luz llega.
Ahí es donde Yuna está.
O donde algo la espera.
—Akane… corre.
Las flores ya no se vuelven rojas.
Se vuelven negras.
La pureza está muriendo.
La Luna está sangrando.
Y Yuna…
Yuna está allí dentro.
Las palabras de Selin siguen ardiendo dentro de mí como un presagio recién nacido.
Cuando llego a la habitación de Akane abro la puerta sin llamar, sin respirar siquiera.
—Akane… Yuna.
Le cuento la leyenda de Yue entre jadeos, las imágenes del sueño, la espada, el escudo, el peligro.
Y entonces lo entendemos.
Las dos lo entendemos al mismo tiempo.
Yuna no está.
Y esta noche…
es la luna de sangre.
La noche en la que los espíritus se agitan.
La noche en que los velos son papel.
La noche en que lo puro es cazado.
La mirada de Akane se afila, su respiración se corta.
Con un movimiento de muñeca, traza en el aire la misma geometría que usa Jennifer:
un círculo de plata negra que vibra como una lágrima contenida.
—Vamos. —dice Akane, sin su habitual elegancia.
Solo urgencia.
Solo miedo.
Saltamos.
---
El templo de Elune
Aparecemos en la Luna.
El templo de Elune… o lo que queda de él.
Ruinas antiguas bañadas en un blanco imposible,
una pureza que se aferra incluso después de milenios de guerras,
de sacrificios, de silencios.
El aire está vivo.
Las flores lunares —aquellas que solo brotan en lugares donde la magia de Elune aún respira—
se abren a nuestro paso, blancas, níveas, inocentes.
Pero la inocencia no dura.
Las primeras empiezan a teñirse.
Como si una gota de sangre invisible cayera sobre cada pétalo.
De blanco
a rosa
a rojo oscuro.
Cada flor que se mancha
es un segundo menos.
—Lili… —murmura Akane, pero no hace falta que me advierta.
El templo nos habla.
No con palabras.
Con señales.
Con símbolos.
Con heridas.
Las columnas grietas al sentirnos.
El viento se vuelve pesado.
La luz parpadea como si tuviera miedo.
—Nos está guiando. —susurro.
O nos está advirtiendo.
Empiezo a sentir la sombra en mi espalda, inquieta, caminando sola.
Veythra se remueve.
El sueño de Selin aún late en mí.
Y bajo mis pies, el suelo se ilumina.
Una línea plateada dibuja un sendero que se interna en la parte más antigua del templo,
donde ninguna luz llega.
Ahí es donde Yuna está.
O donde algo la espera.
—Akane… corre.
Las flores ya no se vuelven rojas.
Se vuelven negras.
La pureza está muriendo.
La Luna está sangrando.
Y Yuna…
Yuna está allí dentro.
4
0
comentarios
0
compartidos
Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
Las palabras de Selin siguen ardiendo dentro de mí como un presagio recién nacido.
Cuando llego a la habitación de Akane abro la puerta sin llamar, sin respirar siquiera.
—Akane… Yuna.
Le cuento la leyenda de Yue entre jadeos, las imágenes del sueño, la espada, el escudo, el peligro.
Y entonces lo entendemos.
Las dos lo entendemos al mismo tiempo.
Yuna no está.
Y esta noche…
es la luna de sangre.
La noche en la que los espíritus se agitan.
La noche en que los velos son papel.
La noche en que lo puro es cazado.
La mirada de Akane se afila, su respiración se corta.
Con un movimiento de muñeca, traza en el aire la misma geometría que usa Jennifer:
un círculo de plata negra que vibra como una lágrima contenida.
—Vamos. —dice Akane, sin su habitual elegancia.
Solo urgencia.
Solo miedo.
Saltamos.
---
El templo de Elune
Aparecemos en la Luna.
El templo de Elune… o lo que queda de él.
Ruinas antiguas bañadas en un blanco imposible,
una pureza que se aferra incluso después de milenios de guerras,
de sacrificios, de silencios.
El aire está vivo.
Las flores lunares —aquellas que solo brotan en lugares donde la magia de Elune aún respira—
se abren a nuestro paso, blancas, níveas, inocentes.
Pero la inocencia no dura.
Las primeras empiezan a teñirse.
Como si una gota de sangre invisible cayera sobre cada pétalo.
De blanco
a rosa
a rojo oscuro.
Cada flor que se mancha
es un segundo menos.
—Lili… —murmura Akane, pero no hace falta que me advierta.
El templo nos habla.
No con palabras.
Con señales.
Con símbolos.
Con heridas.
Las columnas grietas al sentirnos.
El viento se vuelve pesado.
La luz parpadea como si tuviera miedo.
—Nos está guiando. —susurro.
O nos está advirtiendo.
Empiezo a sentir la sombra en mi espalda, inquieta, caminando sola.
Veythra se remueve.
El sueño de Selin aún late en mí.
Y bajo mis pies, el suelo se ilumina.
Una línea plateada dibuja un sendero que se interna en la parte más antigua del templo,
donde ninguna luz llega.
Ahí es donde Yuna está.
O donde algo la espera.
—Akane… corre.
Las flores ya no se vuelven rojas.
Se vuelven negras.
La pureza está muriendo.
La Luna está sangrando.
Y Yuna…
Yuna está allí dentro.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
La luna de sangre
No pienso.
Solo corro.
Las palabras de Selin siguen ardiendo dentro de mí como un presagio recién nacido.
Cuando llego a la habitación de Akane abro la puerta sin llamar, sin respirar siquiera.
—Akane… Yuna.
Le cuento la leyenda de Yue entre jadeos, las imágenes del sueño, la espada, el escudo, el peligro.
Y entonces lo entendemos.
Las dos lo entendemos al mismo tiempo.
Yuna no está.
Y esta noche…
es la luna de sangre.
La noche en la que los espíritus se agitan.
La noche en que los velos son papel.
La noche en que lo puro es cazado.
La mirada de Akane se afila, su respiración se corta.
Con un movimiento de muñeca, traza en el aire la misma geometría que usa Jennifer:
un círculo de plata negra que vibra como una lágrima contenida.
—Vamos. —dice Akane, sin su habitual elegancia.
Solo urgencia.
Solo miedo.
Saltamos.
---
El templo de Elune
Aparecemos en la Luna.
El templo de Elune… o lo que queda de él.
Ruinas antiguas bañadas en un blanco imposible,
una pureza que se aferra incluso después de milenios de guerras,
de sacrificios, de silencios.
El aire está vivo.
Las flores lunares —aquellas que solo brotan en lugares donde la magia de Elune aún respira—
se abren a nuestro paso, blancas, níveas, inocentes.
Pero la inocencia no dura.
Las primeras empiezan a teñirse.
Como si una gota de sangre invisible cayera sobre cada pétalo.
De blanco
a rosa
a rojo oscuro.
Cada flor que se mancha
es un segundo menos.
—Lili… —murmura Akane, pero no hace falta que me advierta.
El templo nos habla.
No con palabras.
Con señales.
Con símbolos.
Con heridas.
Las columnas grietas al sentirnos.
El viento se vuelve pesado.
La luz parpadea como si tuviera miedo.
—Nos está guiando. —susurro.
O nos está advirtiendo.
Empiezo a sentir la sombra en mi espalda, inquieta, caminando sola.
Veythra se remueve.
El sueño de Selin aún late en mí.
Y bajo mis pies, el suelo se ilumina.
Una línea plateada dibuja un sendero que se interna en la parte más antigua del templo,
donde ninguna luz llega.
Ahí es donde Yuna está.
O donde algo la espera.
—Akane… corre.
Las flores ya no se vuelven rojas.
Se vuelven negras.
La pureza está muriendo.
La Luna está sangrando.
Y Yuna…
Yuna está allí dentro.
1
1
comentario
1
compartido
Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
Caigo en la cama antes de que la noche termine de asentarse.
No quiero dormir.
Necesito hacerlo.
La perturbación en la Luna sigue latiendo en mi nuca como un tambor antiguo,
y solo Selin puede decirme qué está temblando allá arriba.
El sueño me toma de la muñeca y me arrastra con la suavidad de un recuerdo.
Y allí está ella, Selin, con su luz blanca y sus ojos de niebla.
Su canto vuelve, ese canto que parece deshacer el tiempo.
—Deja que te cuente… —
Y todo el mundo se derrite en una claridad azulada.
---
La leyenda de Yue
Selin me muestra un universo antiguo, sin eclipses, sin guerras, sin custodios.
Solo vacío… y criaturas hambrientas.
—Yue no siempre fue santa del Templo Elunai, hija mía —dice Selin, su voz empapada de luna—. Antes fue un parásito del espacio entre espacios.
Veo a Yue antes de ser sagrada:
un ser hermoso, frío, nacida del hambre absoluta.
Su raza devoraba estrellas, bebía la luz de planetas puros
hasta dejarlos como cáscaras muertas.
Y entonces la Luna aparece.
Blanca, gigante, perfecta.
Yue cae sobre ella… buscando pureza.
Y la encuentra.
Elune.
La Diosa Lunar no la destruye.
No lucha.
Solo extiende un sueño.
Y Yue queda atrapada.
Un sueño para ella…
pero mil años para su alma.
Mil años con la Diosa.
Mil años aprendiendo de los espíritus.
Mil años enamorándose de la luz más pura del cosmos.
Cuando despierta, para Yue solo ha pasado una noche.
Pero en su corazón ha pasado una vida entera.
Una vida que cambió su especie.
Una vida que la hizo elegir.
Decidió proteger lo que por primera vez había amado.
Con Elune a su lado, Yue advirtió a los Elunai del peligro.
Eligió a los más poderosos entre ellos
y los sumergió en un sueño sagrado de mil años.
Selin estaba entre ellos.
Mi abuela.
La madre de Jennifer.
De ese sueño nació lo imposible:
la magia más poderosa que los Elunai jamás tocaron.
La magia de protección lunar.
La magia de los Custodios.
---
Cuando los parásitos de la raza de Yue invadieron la Luna,
la guerra fue brutal.
Entonces Yue, en un acto que Selin describe con lágrimas que no existen,
arrancó de su propio corazón una espada de luz.
Esa espada la condenó y la liberó.
La espada de Elune.
Se convirtió en Espada y Escudo de Elune.
Aniquiló a su raza entera.
Y murió en el mismo acto.
Su alma se fragmentó.
La del Espada.
La del Escudo.
Ambas quedaron dispersas en el cosmos,
esperando a sus portadores.
—Tú, hija mía… —Selin coloca un beso frío en mi frente—
eres la Espada de Elune.
Veythra.
Tu sombra lo sabe.
Siento mi sombra palpitar detrás de mí, orgullosa, viva, como si hubiera esperado siglos ese nombre.
Pero Selin continúa, y la luz se vuelve más dura.
—El Escudo de Elune, el poder más puro entre los puros…
siempre ha pertenecido a la primogénita de Jennifer.
A Yuna.
Veo a Yuna bebé, envuelta en luz.
Veo el escudo elegirla, no por fuerza, sino por inocencia.
Por pureza absoluta.
—Ella jamás lo usaría… salvo que no hubiera otra opción. —
La voz de Selin se quiebra.
—Ese poder está en peligro. —
---
El despertar
Despierto violentamente.
El corazón me explota en el pecho.
La sombra se contrae.
La Luna vibra.
—¡YUNA! —grito incorporándome.
La habitación parece más pequeña.
Más oscura.
—¡Yuna está en peligro! —
Y por primera vez en mucho tiempo…
la Luna no responde.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
La Leyenda de Yue
Caigo en la cama antes de que la noche termine de asentarse.
No quiero dormir.
Necesito hacerlo.
La perturbación en la Luna sigue latiendo en mi nuca como un tambor antiguo,
y solo Selin puede decirme qué está temblando allá arriba.
El sueño me toma de la muñeca y me arrastra con la suavidad de un recuerdo.
Y allí está ella, Selin, con su luz blanca y sus ojos de niebla.
Su canto vuelve, ese canto que parece deshacer el tiempo.
—Deja que te cuente… —
Y todo el mundo se derrite en una claridad azulada.
---
La leyenda de Yue
Selin me muestra un universo antiguo, sin eclipses, sin guerras, sin custodios.
Solo vacío… y criaturas hambrientas.
—Yue no siempre fue santa del Templo Elunai, hija mía —dice Selin, su voz empapada de luna—. Antes fue un parásito del espacio entre espacios.
Veo a Yue antes de ser sagrada:
un ser hermoso, frío, nacida del hambre absoluta.
Su raza devoraba estrellas, bebía la luz de planetas puros
hasta dejarlos como cáscaras muertas.
Y entonces la Luna aparece.
Blanca, gigante, perfecta.
Yue cae sobre ella… buscando pureza.
Y la encuentra.
Elune.
La Diosa Lunar no la destruye.
No lucha.
Solo extiende un sueño.
Y Yue queda atrapada.
Un sueño para ella…
pero mil años para su alma.
Mil años con la Diosa.
Mil años aprendiendo de los espíritus.
Mil años enamorándose de la luz más pura del cosmos.
Cuando despierta, para Yue solo ha pasado una noche.
Pero en su corazón ha pasado una vida entera.
Una vida que cambió su especie.
Una vida que la hizo elegir.
Decidió proteger lo que por primera vez había amado.
Con Elune a su lado, Yue advirtió a los Elunai del peligro.
Eligió a los más poderosos entre ellos
y los sumergió en un sueño sagrado de mil años.
Selin estaba entre ellos.
Mi abuela.
La madre de Jennifer.
De ese sueño nació lo imposible:
la magia más poderosa que los Elunai jamás tocaron.
La magia de protección lunar.
La magia de los Custodios.
---
Cuando los parásitos de la raza de Yue invadieron la Luna,
la guerra fue brutal.
Entonces Yue, en un acto que Selin describe con lágrimas que no existen,
arrancó de su propio corazón una espada de luz.
Esa espada la condenó y la liberó.
La espada de Elune.
Se convirtió en Espada y Escudo de Elune.
Aniquiló a su raza entera.
Y murió en el mismo acto.
Su alma se fragmentó.
La del Espada.
La del Escudo.
Ambas quedaron dispersas en el cosmos,
esperando a sus portadores.
—Tú, hija mía… —Selin coloca un beso frío en mi frente—
eres la Espada de Elune.
Veythra.
Tu sombra lo sabe.
Siento mi sombra palpitar detrás de mí, orgullosa, viva, como si hubiera esperado siglos ese nombre.
Pero Selin continúa, y la luz se vuelve más dura.
—El Escudo de Elune, el poder más puro entre los puros…
siempre ha pertenecido a la primogénita de Jennifer.
A Yuna.
Veo a Yuna bebé, envuelta en luz.
Veo el escudo elegirla, no por fuerza, sino por inocencia.
Por pureza absoluta.
—Ella jamás lo usaría… salvo que no hubiera otra opción. —
La voz de Selin se quiebra.
—Ese poder está en peligro. —
---
El despertar
Despierto violentamente.
El corazón me explota en el pecho.
La sombra se contrae.
La Luna vibra.
—¡YUNA! —grito incorporándome.
La habitación parece más pequeña.
Más oscura.
—¡Yuna está en peligro! —
Y por primera vez en mucho tiempo…
la Luna no responde.
Caigo en la cama antes de que la noche termine de asentarse.
No quiero dormir.
Necesito hacerlo.
La perturbación en la Luna sigue latiendo en mi nuca como un tambor antiguo,
y solo Selin puede decirme qué está temblando allá arriba.
El sueño me toma de la muñeca y me arrastra con la suavidad de un recuerdo.
Y allí está ella, Selin, con su luz blanca y sus ojos de niebla.
Su canto vuelve, ese canto que parece deshacer el tiempo.
—Deja que te cuente… —
Y todo el mundo se derrite en una claridad azulada.
---
La leyenda de Yue
Selin me muestra un universo antiguo, sin eclipses, sin guerras, sin custodios.
Solo vacío… y criaturas hambrientas.
—Yue no siempre fue santa del Templo Elunai, hija mía —dice Selin, su voz empapada de luna—. Antes fue un parásito del espacio entre espacios.
Veo a Yue antes de ser sagrada:
un ser hermoso, frío, nacida del hambre absoluta.
Su raza devoraba estrellas, bebía la luz de planetas puros
hasta dejarlos como cáscaras muertas.
Y entonces la Luna aparece.
Blanca, gigante, perfecta.
Yue cae sobre ella… buscando pureza.
Y la encuentra.
Elune.
La Diosa Lunar no la destruye.
No lucha.
Solo extiende un sueño.
Y Yue queda atrapada.
Un sueño para ella…
pero mil años para su alma.
Mil años con la Diosa.
Mil años aprendiendo de los espíritus.
Mil años enamorándose de la luz más pura del cosmos.
Cuando despierta, para Yue solo ha pasado una noche.
Pero en su corazón ha pasado una vida entera.
Una vida que cambió su especie.
Una vida que la hizo elegir.
Decidió proteger lo que por primera vez había amado.
Con Elune a su lado, Yue advirtió a los Elunai del peligro.
Eligió a los más poderosos entre ellos
y los sumergió en un sueño sagrado de mil años.
Selin estaba entre ellos.
Mi abuela.
La madre de Jennifer.
De ese sueño nació lo imposible:
la magia más poderosa que los Elunai jamás tocaron.
La magia de protección lunar.
La magia de los Custodios.
---
Cuando los parásitos de la raza de Yue invadieron la Luna,
la guerra fue brutal.
Entonces Yue, en un acto que Selin describe con lágrimas que no existen,
arrancó de su propio corazón una espada de luz.
Esa espada la condenó y la liberó.
La espada de Elune.
Se convirtió en Espada y Escudo de Elune.
Aniquiló a su raza entera.
Y murió en el mismo acto.
Su alma se fragmentó.
La del Espada.
La del Escudo.
Ambas quedaron dispersas en el cosmos,
esperando a sus portadores.
—Tú, hija mía… —Selin coloca un beso frío en mi frente—
eres la Espada de Elune.
Veythra.
Tu sombra lo sabe.
Siento mi sombra palpitar detrás de mí, orgullosa, viva, como si hubiera esperado siglos ese nombre.
Pero Selin continúa, y la luz se vuelve más dura.
—El Escudo de Elune, el poder más puro entre los puros…
siempre ha pertenecido a la primogénita de Jennifer.
A Yuna.
Veo a Yuna bebé, envuelta en luz.
Veo el escudo elegirla, no por fuerza, sino por inocencia.
Por pureza absoluta.
—Ella jamás lo usaría… salvo que no hubiera otra opción. —
La voz de Selin se quiebra.
—Ese poder está en peligro. —
---
El despertar
Despierto violentamente.
El corazón me explota en el pecho.
La sombra se contrae.
La Luna vibra.
—¡YUNA! —grito incorporándome.
La habitación parece más pequeña.
Más oscura.
—¡Yuna está en peligro! —
Y por primera vez en mucho tiempo…
la Luna no responde.