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La luna de sangre

No pienso.
Solo corro.

Las palabras de Selin siguen ardiendo dentro de mí como un presagio recién nacido.

Cuando llego a la habitación de Akane abro la puerta sin llamar, sin respirar siquiera.

—Akane… Yuna.
Le cuento la leyenda de Yue entre jadeos, las imágenes del sueño, la espada, el escudo, el peligro.
Y entonces lo entendemos.

Las dos lo entendemos al mismo tiempo.

Yuna no está.

Y esta noche…
es la luna de sangre.

La noche en la que los espíritus se agitan.
La noche en que los velos son papel.
La noche en que lo puro es cazado.

La mirada de Akane se afila, su respiración se corta.
Con un movimiento de muñeca, traza en el aire la misma geometría que usa Jennifer:
un círculo de plata negra que vibra como una lágrima contenida.

—Vamos. —dice Akane, sin su habitual elegancia.
Solo urgencia.
Solo miedo.

Saltamos.


---

El templo de Elune

Aparecemos en la Luna.

El templo de Elune… o lo que queda de él.
Ruinas antiguas bañadas en un blanco imposible,
una pureza que se aferra incluso después de milenios de guerras,
de sacrificios, de silencios.

El aire está vivo.

Las flores lunares —aquellas que solo brotan en lugares donde la magia de Elune aún respira—
se abren a nuestro paso, blancas, níveas, inocentes.

Pero la inocencia no dura.

Las primeras empiezan a teñirse.
Como si una gota de sangre invisible cayera sobre cada pétalo.
De blanco
a rosa
a rojo oscuro.

Cada flor que se mancha
es un segundo menos.

—Lili… —murmura Akane, pero no hace falta que me advierta.
El templo nos habla.
No con palabras.
Con señales.
Con símbolos.
Con heridas.

Las columnas grietas al sentirnos.
El viento se vuelve pesado.
La luz parpadea como si tuviera miedo.

—Nos está guiando. —susurro.

O nos está advirtiendo.

Empiezo a sentir la sombra en mi espalda, inquieta, caminando sola.
Veythra se remueve.
El sueño de Selin aún late en mí.

Y bajo mis pies, el suelo se ilumina.
Una línea plateada dibuja un sendero que se interna en la parte más antigua del templo,
donde ninguna luz llega.

Ahí es donde Yuna está.
O donde algo la espera.

—Akane… corre.

Las flores ya no se vuelven rojas.
Se vuelven negras.

La pureza está muriendo.

La Luna está sangrando.

Y Yuna…
Yuna está allí dentro.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La luna de sangre No pienso. Solo corro. Las palabras de Selin siguen ardiendo dentro de mí como un presagio recién nacido. Cuando llego a la habitación de Akane abro la puerta sin llamar, sin respirar siquiera. —Akane… Yuna. Le cuento la leyenda de Yue entre jadeos, las imágenes del sueño, la espada, el escudo, el peligro. Y entonces lo entendemos. Las dos lo entendemos al mismo tiempo. Yuna no está. Y esta noche… es la luna de sangre. La noche en la que los espíritus se agitan. La noche en que los velos son papel. La noche en que lo puro es cazado. La mirada de Akane se afila, su respiración se corta. Con un movimiento de muñeca, traza en el aire la misma geometría que usa Jennifer: un círculo de plata negra que vibra como una lágrima contenida. —Vamos. —dice Akane, sin su habitual elegancia. Solo urgencia. Solo miedo. Saltamos. --- El templo de Elune Aparecemos en la Luna. El templo de Elune… o lo que queda de él. Ruinas antiguas bañadas en un blanco imposible, una pureza que se aferra incluso después de milenios de guerras, de sacrificios, de silencios. El aire está vivo. Las flores lunares —aquellas que solo brotan en lugares donde la magia de Elune aún respira— se abren a nuestro paso, blancas, níveas, inocentes. Pero la inocencia no dura. Las primeras empiezan a teñirse. Como si una gota de sangre invisible cayera sobre cada pétalo. De blanco a rosa a rojo oscuro. Cada flor que se mancha es un segundo menos. —Lili… —murmura Akane, pero no hace falta que me advierta. El templo nos habla. No con palabras. Con señales. Con símbolos. Con heridas. Las columnas grietas al sentirnos. El viento se vuelve pesado. La luz parpadea como si tuviera miedo. —Nos está guiando. —susurro. O nos está advirtiendo. Empiezo a sentir la sombra en mi espalda, inquieta, caminando sola. Veythra se remueve. El sueño de Selin aún late en mí. Y bajo mis pies, el suelo se ilumina. Una línea plateada dibuja un sendero que se interna en la parte más antigua del templo, donde ninguna luz llega. Ahí es donde Yuna está. O donde algo la espera. —Akane… corre. Las flores ya no se vuelven rojas. Se vuelven negras. La pureza está muriendo. La Luna está sangrando. Y Yuna… Yuna está allí dentro.
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La luna de sangre

No pienso.
Solo corro.

Las palabras de Selin siguen ardiendo dentro de mí como un presagio recién nacido.

Cuando llego a la habitación de Akane abro la puerta sin llamar, sin respirar siquiera.

—Akane… Yuna.
Le cuento la leyenda de Yue entre jadeos, las imágenes del sueño, la espada, el escudo, el peligro.
Y entonces lo entendemos.

Las dos lo entendemos al mismo tiempo.

Yuna no está.

Y esta noche…
es la luna de sangre.

La noche en la que los espíritus se agitan.
La noche en que los velos son papel.
La noche en que lo puro es cazado.

La mirada de Akane se afila, su respiración se corta.
Con un movimiento de muñeca, traza en el aire la misma geometría que usa Jennifer:
un círculo de plata negra que vibra como una lágrima contenida.

—Vamos. —dice Akane, sin su habitual elegancia.
Solo urgencia.
Solo miedo.

Saltamos.


---

El templo de Elune

Aparecemos en la Luna.

El templo de Elune… o lo que queda de él.
Ruinas antiguas bañadas en un blanco imposible,
una pureza que se aferra incluso después de milenios de guerras,
de sacrificios, de silencios.

El aire está vivo.

Las flores lunares —aquellas que solo brotan en lugares donde la magia de Elune aún respira—
se abren a nuestro paso, blancas, níveas, inocentes.

Pero la inocencia no dura.

Las primeras empiezan a teñirse.
Como si una gota de sangre invisible cayera sobre cada pétalo.
De blanco
a rosa
a rojo oscuro.

Cada flor que se mancha
es un segundo menos.

—Lili… —murmura Akane, pero no hace falta que me advierta.
El templo nos habla.
No con palabras.
Con señales.
Con símbolos.
Con heridas.

Las columnas grietas al sentirnos.
El viento se vuelve pesado.
La luz parpadea como si tuviera miedo.

—Nos está guiando. —susurro.

O nos está advirtiendo.

Empiezo a sentir la sombra en mi espalda, inquieta, caminando sola.
Veythra se remueve.
El sueño de Selin aún late en mí.

Y bajo mis pies, el suelo se ilumina.
Una línea plateada dibuja un sendero que se interna en la parte más antigua del templo,
donde ninguna luz llega.

Ahí es donde Yuna está.
O donde algo la espera.

—Akane… corre.

Las flores ya no se vuelven rojas.
Se vuelven negras.

La pureza está muriendo.

La Luna está sangrando.

Y Yuna…
Yuna está allí dentro.
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