• Ina, sumergida en un jacuzzi. Sus tentáculos están ocultos. Una vela con una llama púrpura parpadea en el borde, porque, claro, incluso en el relax hay un toque cósmico.

    —Affff~ después de tantas exigencias cósmicas como sacerdotisa y líder del club social del abismo, finalmente ha llegado la hora de relajarme...¿Que por qué no estoy desgarrando el velo de la realidad hoy? Pues porque ALGUIEN se comió los ingredientes del ritual —tono acusador refiriéndose a sus tentaculos— Sí, los ojos de arcangel eran para la ceremonia, no para los antojos de medianoche de cierto tentáculo coff-coff... Así que no, hoy no hay sacrificables-digo-rituales. —risita de campanitas rotas.

    —De hecho, el ritual de hoy se pospone porque al parecer todo el mundo está ocupado asistiendo a una boda interdimensional...
    Ina, sumergida en un jacuzzi. Sus tentáculos están ocultos. Una vela con una llama púrpura parpadea en el borde, porque, claro, incluso en el relax hay un toque cósmico. —Affff~ después de tantas exigencias cósmicas como sacerdotisa y líder del club social del abismo, finalmente ha llegado la hora de relajarme...¿Que por qué no estoy desgarrando el velo de la realidad hoy? Pues porque ALGUIEN se comió los ingredientes del ritual —tono acusador refiriéndose a sus tentaculos— Sí, los ojos de arcangel eran para la ceremonia, no para los antojos de medianoche de cierto tentáculo coff-coff... Así que no, hoy no hay sacrificables-digo-rituales. —risita de campanitas rotas. —De hecho, el ritual de hoy se pospone porque al parecer todo el mundo está ocupado asistiendo a una boda interdimensional...
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  • ああ… ~ヒールの履き心地の悪さなんてもう忘れてた..
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  • El evento tenía lugar en una majestuosa mansión que se alzaba en lo más alto de las colinas de Hollywood, una fortaleza moderna de acero y vidrio que parecía desafiar la gravedad, suspendida sobre la ciudad como un sueño arquitectónico. Su estructura, diseñada para impresionar, combinaba líneas minimalistas con toques de brutalismo elegante: paredes de hormigón pulido, vigas de acero negro y enormes paneles de cristal que reflejaban el cielo nocturno.

    La multitud se dispersaba desde el vestíbulo, que se abría a un espacio de doble altura con un techo de cristal que dejaba ver las estrellas, hasta el salón principal, un vasto recinto con paredes retráctiles que se fundían con la terraza. Todo estaba decorado con mobiliario de diseño refinado. La fiesta era el evento de la temporada, y cada detalle había sido coreografiado para transmitir una opulencia despreocupada. Pero entre el champán francés y las sonrisas perfectas, se respiraba algo más: el dulce y rancio aroma de la decadencia humana.

    En el vestíbulo, una estrella de reality show posaba junto a una escultura de metal retorcido, como si compitiera por atención entre las celebridades. Su risa, (Demasiado aguda, demasiado frecuente), delataba el esfuerzo. A su lado, un magnate cuarentón de Silicon Valley hablaba de "reinventar la espiritualidad" mientras deslizaba, sin consentimiento, una mano por la incómoda espalda de una actriz demasiado joven para él.

    En otro rincón, una cantante ganadora de un Grammy discutía con su productor sobre "integridad artística", mientras ambos olisqueaban discretamente una línea de cocaína sobre el borde de una mesa de ónix. Nadie los miraba, o mejor dicho, todos fingían no hacerlo.

    Cerca de allí, un director de cine aclamado por sus películas "socialmente conscientes" relataba una conmovedora historia sobre niños refugiados que había conocido en su último viaje. Sus ojos se llenaban de lágrimas convenientemente fotogénicas, mientras su esposa, treinta años menor, con un collar de diamantes que valía más que el presupuesto de un hospital en ese mismo país de refugiados, bostezaba detrás de sus gafas de diseñador.

    Lejos del bullicio, la música y los malabares sociales, en el borde de la terraza, se encontraba Christopher. Bebía una copa de vino mientras contemplaba la ciudad de Los Ángeles, fingiendo atención a los anfitriones de la fiesta, que no paraban de hablarle y agradecerle con exageración ciertos "favores" que había hecho por su hija adolescente.

    —"Lo que hiciste por Ashley fue fantástico. Ahora no paran de llegarle invitaciones. Siempre pensé que sería la 'patita fea' de la familia, y la próxima semana tiene una entrevista con la revista Teens", dijo el hombre con una sonrisa más falsa que un circonio cúbico.

    —"¿Ah, sí?", respondió él a monosílabos.
    —"De hecho, pensé que podríamos aprovechar para anunciarlo públicamente con los invitados de tus mil—".

    Se detuvo en seco, paralizado ante lo que veía. Christopher lo miraba fijamente, sin su habitual máscara de carisma e inspiración. Sus ojos reflejaban el odio de mil años, y el hombre entendió que su existencia pendía de un hilo.

    —"Victor, sabes que mi “segundo trabajo” no es algo que deba hacerse público", dijo el enigmático hombre, dándole unas palmadas en el hombro mientras su rostro recuperaba la afable belleza y bondad de siempre. —"Ahora ve con los demás invitados y sé un buen anfitrión".

    —"S-sí, señor... Iré de inmediato", balbuceó el hombre, alejándose con nerviosismo junto a su pareja.

    Finalmente, en paz, el Ángel Caído volvió a su copa de vino, contemplando la gran urbe en silencio.
    El evento tenía lugar en una majestuosa mansión que se alzaba en lo más alto de las colinas de Hollywood, una fortaleza moderna de acero y vidrio que parecía desafiar la gravedad, suspendida sobre la ciudad como un sueño arquitectónico. Su estructura, diseñada para impresionar, combinaba líneas minimalistas con toques de brutalismo elegante: paredes de hormigón pulido, vigas de acero negro y enormes paneles de cristal que reflejaban el cielo nocturno. La multitud se dispersaba desde el vestíbulo, que se abría a un espacio de doble altura con un techo de cristal que dejaba ver las estrellas, hasta el salón principal, un vasto recinto con paredes retráctiles que se fundían con la terraza. Todo estaba decorado con mobiliario de diseño refinado. La fiesta era el evento de la temporada, y cada detalle había sido coreografiado para transmitir una opulencia despreocupada. Pero entre el champán francés y las sonrisas perfectas, se respiraba algo más: el dulce y rancio aroma de la decadencia humana. En el vestíbulo, una estrella de reality show posaba junto a una escultura de metal retorcido, como si compitiera por atención entre las celebridades. Su risa, (Demasiado aguda, demasiado frecuente), delataba el esfuerzo. A su lado, un magnate cuarentón de Silicon Valley hablaba de "reinventar la espiritualidad" mientras deslizaba, sin consentimiento, una mano por la incómoda espalda de una actriz demasiado joven para él. En otro rincón, una cantante ganadora de un Grammy discutía con su productor sobre "integridad artística", mientras ambos olisqueaban discretamente una línea de cocaína sobre el borde de una mesa de ónix. Nadie los miraba, o mejor dicho, todos fingían no hacerlo. Cerca de allí, un director de cine aclamado por sus películas "socialmente conscientes" relataba una conmovedora historia sobre niños refugiados que había conocido en su último viaje. Sus ojos se llenaban de lágrimas convenientemente fotogénicas, mientras su esposa, treinta años menor, con un collar de diamantes que valía más que el presupuesto de un hospital en ese mismo país de refugiados, bostezaba detrás de sus gafas de diseñador. Lejos del bullicio, la música y los malabares sociales, en el borde de la terraza, se encontraba Christopher. Bebía una copa de vino mientras contemplaba la ciudad de Los Ángeles, fingiendo atención a los anfitriones de la fiesta, que no paraban de hablarle y agradecerle con exageración ciertos "favores" que había hecho por su hija adolescente. —"Lo que hiciste por Ashley fue fantástico. Ahora no paran de llegarle invitaciones. Siempre pensé que sería la 'patita fea' de la familia, y la próxima semana tiene una entrevista con la revista Teens", dijo el hombre con una sonrisa más falsa que un circonio cúbico. —"¿Ah, sí?", respondió él a monosílabos. —"De hecho, pensé que podríamos aprovechar para anunciarlo públicamente con los invitados de tus mil—". Se detuvo en seco, paralizado ante lo que veía. Christopher lo miraba fijamente, sin su habitual máscara de carisma e inspiración. Sus ojos reflejaban el odio de mil años, y el hombre entendió que su existencia pendía de un hilo. —"Victor, sabes que mi “segundo trabajo” no es algo que deba hacerse público", dijo el enigmático hombre, dándole unas palmadas en el hombro mientras su rostro recuperaba la afable belleza y bondad de siempre. —"Ahora ve con los demás invitados y sé un buen anfitrión". —"S-sí, señor... Iré de inmediato", balbuceó el hombre, alejándose con nerviosismo junto a su pareja. Finalmente, en paz, el Ángel Caído volvió a su copa de vino, contemplando la gran urbe en silencio.
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  • — Si te estoy poniendo atención... Sí, sí eres más interesante que mi libro.—
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  • —Perdón pero yo ya tengo mucha hambre y empecé a comer desde que me desperté hoy. (?)
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  • >Luego de una fresca mañana de reflexión creo que sería lindo salir a la playa o a la piscina a darme un chapuzón y quizás regresar con un nuevo tatuaje~
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  • — Mundo humano, también hay que hacer cosas humanas ¿Supongo no?! Me gusta esta cosa con cuerdas — Tomo la guitarra electrica en sus manos y comenzó a tocar desenfrenadamente haciendo ruido intangible — Escucha como ruge está cosa perra! Soy grandioso en esta mierda — Sonrió mostrando sus colmillos aferrándose a la guitarra
    — Mundo humano, también hay que hacer cosas humanas ¿Supongo no?! Me gusta esta cosa con cuerdas — Tomo la guitarra electrica en sus manos y comenzó a tocar desenfrenadamente haciendo ruido intangible — Escucha como ruge está cosa perra! Soy grandioso en esta mierda — Sonrió mostrando sus colmillos aferrándose a la guitarra
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  • —Hanguang-Jun... Ven a ayudarme... Lan Qiren me ha castigado otra vez... ¿Cómo voy a ser feliz en Receso de las Nubes si estoy siempre castigado? Esto es muy injusto... Tú tío me odia...

    Murmuró mientras estaba arrodillado en uno de los patios. Hablaba en un tono de voz que en nada denotaba arrepentimiento alguno.

    —¡LAN ZHAN! ¡HE ENCONTRADO UN HORMIGUERO!

    Soltó de pronto y se olvidó de la postura erguida que exigía el castigo.

    Una sonrisa iluminó su rostro. Ya había agarrado una ramita y estaba escarbando en el hormiguero.

    Lan Wangji
    —Hanguang-Jun... Ven a ayudarme... Lan Qiren me ha castigado otra vez... ¿Cómo voy a ser feliz en Receso de las Nubes si estoy siempre castigado? Esto es muy injusto... Tú tío me odia... Murmuró mientras estaba arrodillado en uno de los patios. Hablaba en un tono de voz que en nada denotaba arrepentimiento alguno. —¡LAN ZHAN! ¡HE ENCONTRADO UN HORMIGUERO! Soltó de pronto y se olvidó de la postura erguida que exigía el castigo. Una sonrisa iluminó su rostro. Ya había agarrado una ramita y estaba escarbando en el hormiguero. [fusion_peach_crab_953]
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  • Juras que tienes el rostro más bonito y el cuerpo más sugestivo, pero mira a tu alrededor, corazón~ Tendrás que esforzarte un poquito más si quieres destacar.
    Juras que tienes el rostro más bonito y el cuerpo más sugestivo, pero mira a tu alrededor, corazón~ Tendrás que esforzarte un poquito más si quieres destacar.
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  • -Despues de ver qué llegó a más de 100 personas su último post, se esconde.-
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