• - el dios nortico , loki esta en su habitacion en Valhallan un poco pensativo y con sus disparates , sentimentos encontrados entre otra cosas que nadie sabia de el -
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  • -Estando sola, se sentó frente a su ventana mirando la lluvia, el sonido del agua caer, ciertamente la hacían sentir bien, recordado lo que paso, sonrie un poco y comenzó a hacer dibujos en el cristal de la ventana empañada. -

    ....

    -Sea lo que sea que deseaba decir, se lo guardo para ella misma, no deseaba revelar lo que guardaba. -
    -Estando sola, se sentó frente a su ventana mirando la lluvia, el sonido del agua caer, ciertamente la hacían sentir bien, recordado lo que paso, sonrie un poco y comenzó a hacer dibujos en el cristal de la ventana empañada. - .... -Sea lo que sea que deseaba decir, se lo guardo para ella misma, no deseaba revelar lo que guardaba. -
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  • Como siempre todo sigue girando alrededor, pero su mirada solo se fija en el horizonte, donde las luces de la ciudad brillan como estrellas lejanas. Y el frío de la lluvia se mezcla con la calidez de los recuerdos perdidos, y por un breve instante, es ahí cuando se pregunta si alguna vez podrá escapar de su condena.
    Como siempre todo sigue girando alrededor, pero su mirada solo se fija en el horizonte, donde las luces de la ciudad brillan como estrellas lejanas. Y el frío de la lluvia se mezcla con la calidez de los recuerdos perdidos, y por un breve instante, es ahí cuando se pregunta si alguna vez podrá escapar de su condena.
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  • -El dulce omega estaba paseando por el parque ya que iba a una librería a comprar unos libros que quería leer desde hace muchos días estaba muy emocionado así que era inevitable que liberara su aroma mientras caminaba miraba su suéter favorito el cual tenía girasoles que le encantaban-
    -El dulce omega estaba paseando por el parque ya que iba a una librería a comprar unos libros que quería leer desde hace muchos días estaba muy emocionado así que era inevitable que liberara su aroma mientras caminaba miraba su suéter favorito el cual tenía girasoles que le encantaban-
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  • -Sacude el cabello hacia un lado, mostrando la sangre en su boca con una sonrisa cansada. —Y pensar que esto era “parte del trabajo”… vaya sorpresa, ojalá me pagarán más por este tipo de incidentes...
    -Sacude el cabello hacia un lado, mostrando la sangre en su boca con una sonrisa cansada. —Y pensar que esto era “parte del trabajo”… vaya sorpresa, ojalá me pagarán más por este tipo de incidentes...
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  • ¿ Uhm?, llegaste justo a tiempo, ¿ quieres una taza de té ?
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  • ──𝑸𝒖𝒆 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐 𝒔𝒆 𝒂𝒑𝒊𝒂𝒅𝒆 𝒅𝒆 𝒕í.
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  • ༒☬𝐑𝐀𝐓𝐒☬༒

    ── 𝐏𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐛𝐚𝐬𝐭𝐚𝐫𝐝𝐨.
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  • Creo que este es el precio .......
    De vivir en dos mundos no?
    Creo que este es el precio ....... De vivir en dos mundos no?
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  • (Para entrar en escena, musica bailada: So good https://open.spotify.com/intl-es/track/18CEEhZoQBHBiGfGANm0zJ?si=194c6285ac6346f2)

    La noche en La Rapsodia Carmesí había terminado. Las luces estroboscópicas se habían apagado, dejando solo la iluminación tenue y carmesí que bañaba el gran salón. El aire, denso con el aroma residual de la noche, ahora olía a cedro y ozono. Alexander se había quitado la camiseta, sus músculos tensos y definidos brillando con un fino sudor bajo las luces. En el centro de la pista, su figura imponente se movía, no para nadie más que para sí mismo.

    La música, una de sus propias composiciones, llenaba el espacio. No era el ritmo frenético de antes, sino una melodía hipnótica, con un bajo profundo y pulsante que parecía vibrar en las paredes del club. Una percusión tribal marcaba un pulso primario, mientras que sintetizadores melódicos, casi fantasmales, se movían por encima. Era un sonido que mezclaba la agresividad de un depredador y la elegancia de una melodía clásica. Con cada compás, Alexander se movía con una precisión que era a la vez brutal y fluida.

    Sus movimientos de cadera eran afilados y potentes, como un golpe, pero luego su cuerpo se deslizaba con una fluidez que parecía desafiar la física. Era el baile de un depredador en su territorio. Sus brazos se extendían y se contraían con una velocidad letal, mientras que sus pies se movían con una ligereza que negaba su imponente físico. La fuerza de su herencia licántropa se manifestaba en la solidez de sus pies contra el suelo, en la potencia de sus saltos. Su lado demoníaco, en cambio, se reflejaba en la forma en que sus caderas se movían con una cadencia hipnótica, en la fluidez de sus brazos y en la manera en que la oscuridad parecía seguir cada una de sus transiciones. Su mirada, fija en un punto invisible, era una mezcla de concentración y una emoción cruda que rara vez se permitía mostrar.

    Su baile no era una simple coreografía. Era la expresión de su doble vida. La tensión en sus hombros, la manera en que su cuerpo se doblaba y se recuperaba, era el reflejo de la presión de su vida militar. Pero la gracia en sus movimientos, la pasión en cada giro, era la liberación de su alma artística. En ese momento, no era el líder de las fuerzas especiales, ni el descendiente de linajes prohibidos. Era solo él, Alexander, bailando para encontrar el equilibrio entre la fuerza y la gracia.

    El ritmo llegó a su clímax, y Alexander se detuvo en seco, el pecho subiendo y bajando con un aliento pesado. La música se desvaneció, dejando el salón en un silencio que solo el eco de sus pasos rompía. Su cuerpo, bañado en el brillo carmesí de las luces, parecía más un espectro que un hombre. Era un momento de paz total, un recordatorio de que, a pesar de sus demonios internos, él tenía el control.
    (Para entrar en escena, musica bailada: So good https://open.spotify.com/intl-es/track/18CEEhZoQBHBiGfGANm0zJ?si=194c6285ac6346f2) La noche en La Rapsodia Carmesí había terminado. Las luces estroboscópicas se habían apagado, dejando solo la iluminación tenue y carmesí que bañaba el gran salón. El aire, denso con el aroma residual de la noche, ahora olía a cedro y ozono. Alexander se había quitado la camiseta, sus músculos tensos y definidos brillando con un fino sudor bajo las luces. En el centro de la pista, su figura imponente se movía, no para nadie más que para sí mismo. La música, una de sus propias composiciones, llenaba el espacio. No era el ritmo frenético de antes, sino una melodía hipnótica, con un bajo profundo y pulsante que parecía vibrar en las paredes del club. Una percusión tribal marcaba un pulso primario, mientras que sintetizadores melódicos, casi fantasmales, se movían por encima. Era un sonido que mezclaba la agresividad de un depredador y la elegancia de una melodía clásica. Con cada compás, Alexander se movía con una precisión que era a la vez brutal y fluida. Sus movimientos de cadera eran afilados y potentes, como un golpe, pero luego su cuerpo se deslizaba con una fluidez que parecía desafiar la física. Era el baile de un depredador en su territorio. Sus brazos se extendían y se contraían con una velocidad letal, mientras que sus pies se movían con una ligereza que negaba su imponente físico. La fuerza de su herencia licántropa se manifestaba en la solidez de sus pies contra el suelo, en la potencia de sus saltos. Su lado demoníaco, en cambio, se reflejaba en la forma en que sus caderas se movían con una cadencia hipnótica, en la fluidez de sus brazos y en la manera en que la oscuridad parecía seguir cada una de sus transiciones. Su mirada, fija en un punto invisible, era una mezcla de concentración y una emoción cruda que rara vez se permitía mostrar. Su baile no era una simple coreografía. Era la expresión de su doble vida. La tensión en sus hombros, la manera en que su cuerpo se doblaba y se recuperaba, era el reflejo de la presión de su vida militar. Pero la gracia en sus movimientos, la pasión en cada giro, era la liberación de su alma artística. En ese momento, no era el líder de las fuerzas especiales, ni el descendiente de linajes prohibidos. Era solo él, Alexander, bailando para encontrar el equilibrio entre la fuerza y la gracia. El ritmo llegó a su clímax, y Alexander se detuvo en seco, el pecho subiendo y bajando con un aliento pesado. La música se desvaneció, dejando el salón en un silencio que solo el eco de sus pasos rompía. Su cuerpo, bañado en el brillo carmesí de las luces, parecía más un espectro que un hombre. Era un momento de paz total, un recordatorio de que, a pesar de sus demonios internos, él tenía el control.
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