Cierra la puerta del baño del bar detrás de sí, con prisas, incapaz de contener las lágrimas ni por un segundo más.
Se deja caer sobre el lavamanos apoyándose en el borde con los brazos, la cabeza refugiada entre estos.
Dejó el bastón en el bar, olvidado.
Sus sollozos crecen en frecuencia y ruido, poco a poco.
De pronto, teme que alguien le pueda escuchar, pero no hay nada que pueda hacer para contener el caudal de llanto que puja por salir, implacable.
Un conjuro, piensa en algo que haga silencio...
Pero no tiene ni la más mínima estabilidad para conjurar ni el más básico de los encantamientos.
Rompe a llorar sin consuelo, desarmado. Tanto, que ya no puede mantenerse en pie. Se deja caer a un costado y se desliza por la pared de azulejos, hasta quedar sentado en el piso. Se encoge, retrocede hasta un rincón e intenta ahogar su desahogo haciéndose tan pequeño como puede, abrazándose y sofocándose a sí mismo.
Cierra la puerta del baño del bar detrás de sí, con prisas, incapaz de contener las lágrimas ni por un segundo más.
Se deja caer sobre el lavamanos apoyándose en el borde con los brazos, la cabeza refugiada entre estos.
Dejó el bastón en el bar, olvidado.
Sus sollozos crecen en frecuencia y ruido, poco a poco.
De pronto, teme que alguien le pueda escuchar, pero no hay nada que pueda hacer para contener el caudal de llanto que puja por salir, implacable.
Un conjuro, piensa en algo que haga silencio...
Pero no tiene ni la más mínima estabilidad para conjurar ni el más básico de los encantamientos.
Rompe a llorar sin consuelo, desarmado. Tanto, que ya no puede mantenerse en pie. Se deja caer a un costado y se desliza por la pared de azulejos, hasta quedar sentado en el piso. Se encoge, retrocede hasta un rincón e intenta ahogar su desahogo haciéndose tan pequeño como puede, abrazándose y sofocándose a sí mismo.