• "2/Catorce – Rauw Alejandro, Mr. Naisgai"
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    𝑲𝒂𝒕𝒉𝒆𝒓𝒊𝒏𝒆 𝑯𝒂𝒎𝒊𝒍𝒕𝒐𝒏
    "2/Catorce – Rauw Alejandro, Mr. Naisgai" 0:44 ━━━━●───── 03:25 ㅤ ㅤ◁ㅤ ❚❚ ㅤ▷ ㅤㅤ↻ ♡ [Kat.Ha]
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  • ficha de personaje: Jane Hopper
    ╒═════  █ ॐ █  ═════╕ ❝ You won't lose me. ❞ ╘═════  █ ॐ █  ═════╛   ╭───────╯•╰───────╮ D A T O S G E N E R A L E S ╰───────╮•╭───────╯   •|♔| Nombre Completo |♔| • Jane Hopper   •|♔| Apodo |♔| •   Eleven, El   Once, Ce Voy a responder a todos los apodos por igual. No...
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  • Are you afraid?
          ⚠+21 【 Cada rol es una historia distinta. Rol libre 】 《 Gore / Horror / Boy x Boy (versatile,only if you can be more dominant than him) / Boy x Girl  / Comedy / Fantasy》     I'm the monster under your bed, I'm all the things that you are afraid.   I can be a monster, a cat, your brother or your mom, I'm the demon...
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  • EDDIE MUNSON
    Nombre: Edward “Eddie” Munson Edad: 20–21 Universo: Stranger Things Líder del Hellfire Club / músico / marginado carismáticoEddie es un tornado creativo con corazón gigante. Vive en su propio mundo, mezcla metal, fantasía y sarcasmo como si fueron parte de la vida diaria. Todos lo ven como un “bicho raro”, pero él convierte...
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  • Alza los brazos al cielo estirandose, quitándose la pereza del día, bostezando por lo que baja orejas felinas.*
    Alza los brazos al cielo estirandose, quitándose la pereza del día, bostezando por lo que baja orejas felinas.*
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  • ¿Crees que estaría haciendo esto si no me lo hubieran pedido? No me gusta atacar ratitas como tú que no pueden levantar un arma con una sola mano... Pero, así es la vida ¿No? No me guardes rencor, si quieres... Puedo decirte quien te mandó a matar para que luego lo busques en el infierno.

    — Se encontraba sobre su víctima, inmovilizandol@ por completo, le daba un poco de pena que ni siquiera hubiera intentado defenderse, pero allí estaba... ¿Qué podía hacer? ¿Perdonarle la vida y rechazar el trabajo? Genuinamente se lo había pensado por un momento, quizá por eso tardaba en dar el golpe final. —
    ¿Crees que estaría haciendo esto si no me lo hubieran pedido? No me gusta atacar ratitas como tú que no pueden levantar un arma con una sola mano... Pero, así es la vida ¿No? No me guardes rencor, si quieres... Puedo decirte quien te mandó a matar para que luego lo busques en el infierno. — Se encontraba sobre su víctima, inmovilizandol@ por completo, le daba un poco de pena que ni siquiera hubiera intentado defenderse, pero allí estaba... ¿Qué podía hacer? ¿Perdonarle la vida y rechazar el trabajo? Genuinamente se lo había pensado por un momento, quizá por eso tardaba en dar el golpe final. —
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  • Espero que me hayas despertado por una MUY buena razón.
    Espero que me hayas despertado por una MUY buena razón.
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  • Había sido un buen día. Tan tranquilo, tan rutinario… casi demasiado. Al regresar a casa, todo parecía normal; las luces de las ventanas, los perros ladrando a lo lejos, el suave rumor del viento.

    Sin embargo, entonces llegó >ese< estruendo.

    Un sonido desgarrador, metálico, como si el mundo se partiera en dos:
    neumáticos chillando, un motor rugiendo con furia, y luego un impacto tan brutal que hizo vibrar los cimientos de todas las casas de la calle.
    Las luces parpadearon… y murieron.

    Los vecinos salieron alarmados, envueltos en sombras, sus linternas temblando en manos que parecían demasiado frágiles.

    Toby no.

    Toby apenas se asomó por la ventana y, al sentir ese escalofrío recorriéndole la columna, retrocedió de inmediato. Cerró la puerta. Puso los cerrojos. Todos. Uno por uno, hasta escuchar el último clic que siempre le daba un poco de calma.

    Buscó la esquina más oscura de su habitación, abrazándose a sí mismo mientras la casa, ahora sumida en un silencio antinatural, parecía respirar con él.

    Afuera, las voces rompían la quietud.
    Discusiones apresuradas.
    Alguien llorando.
    Otra persona gritando: :¡que llamen a una ambulancia !" Y “¡hay demasiada sangre!”.

    Pero entre esas voces normales… había otra.
    Un susurro húmedo, arrastrado, que no sonaba humano.
    Que no venía de ningún frente de la casa.
    Que venía… de arriba, como si caminara por el techo.

    Toby cerró los ojos. No quería escuchar. No quería recordar. No quería ver.
    Porque él ya sabía lo que significaba ese frío helado que empezaba a condensarse en sus paredes.
    Ya lo había vivido antes. Y lo había negado.

    La persona que murió allá afuera no se había quedado en el pavimento.
    Había entrado.
    Y ahora, con un tono quebrado, una voz llena de dientes y huesos rotos, intentaba comunicarse con él.

    ¿Por qué demonios él podía verlos?
    ¿No era suficiente con su PTSD?
    ¿Tenía que cargar también con los muertos… y con lo que quedaba de ellos?

    Un golpe seco retumbó en el pasillo.
    Otro.
    Y luego arrastraron algo…
    O alguien.

    —oye tu… —susurró la voz, desde la puerta misma—... Ayúdame…—

    Él apretó los brazos contra sus piernas, intentando hacerse lo más pequeño posible, temblando, respirando apenas.
    El aire se volvió pesado, como si una presencia enorme se inclinara hacia él.

    —… ya te vi…—

    ¡Ahí viene!
    Hazte bolita, Toby.
    No respires.
    No tiembles.

    Con suerte…
    Con suerte desaparecerá.

    Pero esta noche, algo le dice que no piensa irse tan fácilmente.
    Había sido un buen día. Tan tranquilo, tan rutinario… casi demasiado. Al regresar a casa, todo parecía normal; las luces de las ventanas, los perros ladrando a lo lejos, el suave rumor del viento. Sin embargo, entonces llegó >ese< estruendo. Un sonido desgarrador, metálico, como si el mundo se partiera en dos: neumáticos chillando, un motor rugiendo con furia, y luego un impacto tan brutal que hizo vibrar los cimientos de todas las casas de la calle. Las luces parpadearon… y murieron. Los vecinos salieron alarmados, envueltos en sombras, sus linternas temblando en manos que parecían demasiado frágiles. Toby no. Toby apenas se asomó por la ventana y, al sentir ese escalofrío recorriéndole la columna, retrocedió de inmediato. Cerró la puerta. Puso los cerrojos. Todos. Uno por uno, hasta escuchar el último clic que siempre le daba un poco de calma. Buscó la esquina más oscura de su habitación, abrazándose a sí mismo mientras la casa, ahora sumida en un silencio antinatural, parecía respirar con él. Afuera, las voces rompían la quietud. Discusiones apresuradas. Alguien llorando. Otra persona gritando: :¡que llamen a una ambulancia !" Y “¡hay demasiada sangre!”. Pero entre esas voces normales… había otra. Un susurro húmedo, arrastrado, que no sonaba humano. Que no venía de ningún frente de la casa. Que venía… de arriba, como si caminara por el techo. Toby cerró los ojos. No quería escuchar. No quería recordar. No quería ver. Porque él ya sabía lo que significaba ese frío helado que empezaba a condensarse en sus paredes. Ya lo había vivido antes. Y lo había negado. La persona que murió allá afuera no se había quedado en el pavimento. Había entrado. Y ahora, con un tono quebrado, una voz llena de dientes y huesos rotos, intentaba comunicarse con él. ¿Por qué demonios él podía verlos? ¿No era suficiente con su PTSD? ¿Tenía que cargar también con los muertos… y con lo que quedaba de ellos? Un golpe seco retumbó en el pasillo. Otro. Y luego arrastraron algo… O alguien. —oye tu… —susurró la voz, desde la puerta misma—... Ayúdame…— Él apretó los brazos contra sus piernas, intentando hacerse lo más pequeño posible, temblando, respirando apenas. El aire se volvió pesado, como si una presencia enorme se inclinara hacia él. —… ya te vi…— ¡Ahí viene! Hazte bolita, Toby. No respires. No tiembles. Con suerte… Con suerte desaparecerá. Pero esta noche, algo le dice que no piensa irse tan fácilmente.
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  • Cap: 01

    Intentó abrir los párpados, pero enseguida arrugó el rostro al ser recibido por los azotes de los rayos del sol. Otra vez tuvo que frotarse con el dorso de las manos, solo que esta vez tendría una molestia mayor; ardor, el ardor provocado por el agua salada que se filtra entre los párpados y llega hasta los ojos.

    Varios fueron los minutos de rodar y patalear, entre gruñidos y gimoteos. No fue hasta que la arena entró en sus narices que se levantó del suelo, tan fuerte como la tos que hacía doler su garganta.
    ¿Lágrimas? Si, deslizándose lentamente por las esquinas de aquellos dorados ojos. Respiró profundo hasta que sus jadeos lograron penetrar muy levemente el agua que tapaba sus alargadas orejas.

    Decir que se veía deplorable era poco; su rostro pálido llevaba un tono rojizo por la agitación y su largo cabello lacio estaba despeinado, enredado y reseco por las sales del mar que lo arrastró hasta aquella orilla, y en su espalda yacen extendidas las heridas de su violento aterrizaje. Sanó lesiones a velocidades vertiginosa para un humano ordinario, pero para él se sintió lento y horrible ¿Por qué? Porque cada segundo parecía eterno por culpa de las partículas que la carne creciente arrastra sobre sus nervios expuestos. Las sintió salir una por una.

    Descansó de rodillas, con los antebrazos sobre la arena. Los jadeos seguían saliendo de sus labios, pero poco a poco la respiración fue tomando un ritmo apropiado. Los ojos los tenía rojos, culpa de la sal y las lágrimas producidas por el dolor. Al rato tomó una postura erguida, con la cabeza tirada hacia atrás, y respiró profundo. Se sentía mejor, el alivio había tomado asiló en su cuerpo. Su recuperación estaba completa, y fue un total éxito; ni una marca, ni siquiera una costra que pudiera servir de recuerdo.

    El sol ya avanzó más allá de su punto más alto, anunciando así su intención de perderse en el horizonte. Así que el chico de cabello rojo decidió ponerse de pie para emprender su camino a... A ningún lado en particular. Es incapaz de ubicar el área de donde proviene, mucho menos reconoce su paradero actual. Su única opción es seguir al gigante dorado, aquel que avanza sin esperar a nadie, ese que toma asiento en su trono en el punto más alto del firmamento.

    Dejó atrás las arenas y se adentró en la hierba, plantas tan altas que acarician sus piernas hasta producirle comezón. Podría haber avanzado más pero cada tantos pasos se detenía a rascarse pies, rodillas y gemelos.

    Un viaje sin destino u origen. Incierto, pero era suyo. Solo debía de seguir la guía del sol y consultar al viento cuando sienta inseguridad.
    Cap: 01 Intentó abrir los párpados, pero enseguida arrugó el rostro al ser recibido por los azotes de los rayos del sol. Otra vez tuvo que frotarse con el dorso de las manos, solo que esta vez tendría una molestia mayor; ardor, el ardor provocado por el agua salada que se filtra entre los párpados y llega hasta los ojos. Varios fueron los minutos de rodar y patalear, entre gruñidos y gimoteos. No fue hasta que la arena entró en sus narices que se levantó del suelo, tan fuerte como la tos que hacía doler su garganta. ¿Lágrimas? Si, deslizándose lentamente por las esquinas de aquellos dorados ojos. Respiró profundo hasta que sus jadeos lograron penetrar muy levemente el agua que tapaba sus alargadas orejas. Decir que se veía deplorable era poco; su rostro pálido llevaba un tono rojizo por la agitación y su largo cabello lacio estaba despeinado, enredado y reseco por las sales del mar que lo arrastró hasta aquella orilla, y en su espalda yacen extendidas las heridas de su violento aterrizaje. Sanó lesiones a velocidades vertiginosa para un humano ordinario, pero para él se sintió lento y horrible ¿Por qué? Porque cada segundo parecía eterno por culpa de las partículas que la carne creciente arrastra sobre sus nervios expuestos. Las sintió salir una por una. Descansó de rodillas, con los antebrazos sobre la arena. Los jadeos seguían saliendo de sus labios, pero poco a poco la respiración fue tomando un ritmo apropiado. Los ojos los tenía rojos, culpa de la sal y las lágrimas producidas por el dolor. Al rato tomó una postura erguida, con la cabeza tirada hacia atrás, y respiró profundo. Se sentía mejor, el alivio había tomado asiló en su cuerpo. Su recuperación estaba completa, y fue un total éxito; ni una marca, ni siquiera una costra que pudiera servir de recuerdo. El sol ya avanzó más allá de su punto más alto, anunciando así su intención de perderse en el horizonte. Así que el chico de cabello rojo decidió ponerse de pie para emprender su camino a... A ningún lado en particular. Es incapaz de ubicar el área de donde proviene, mucho menos reconoce su paradero actual. Su única opción es seguir al gigante dorado, aquel que avanza sin esperar a nadie, ese que toma asiento en su trono en el punto más alto del firmamento. Dejó atrás las arenas y se adentró en la hierba, plantas tan altas que acarician sus piernas hasta producirle comezón. Podría haber avanzado más pero cada tantos pasos se detenía a rascarse pies, rodillas y gemelos. Un viaje sin destino u origen. Incierto, pero era suyo. Solo debía de seguir la guía del sol y consultar al viento cuando sienta inseguridad.
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  • —Una vez empezada la metamorfosis, su cuerpo comenzo a cambiar de manera drastica—

    —Carajo, soy un calco exacto de mi padre...

    —La pigmentación de su piel de ahora en adelante seria de esa tonalidad blanca, mismo sucederia con su cabello y ojos, pronto sus alas duplicarian su tamaño y su estatura aumentaria un poco—
    —Una vez empezada la metamorfosis, su cuerpo comenzo a cambiar de manera drastica— —Carajo, soy un calco exacto de mi padre... —La pigmentación de su piel de ahora en adelante seria de esa tonalidad blanca, mismo sucederia con su cabello y ojos, pronto sus alas duplicarian su tamaño y su estatura aumentaria un poco—
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