Me encontraba inmerso en un viaje con mi familia, lejos de cualquier ciudad cercana. Mi padre, mi madrastra y yo éramos los únicos que íbamos en el coche. Todo parecía "normal" hasta que el coche empezó a tener fallos técnicos. Decidimos detenernos en un establecimiento de comida para revisar lo que tenía el coche. Había alrededor de otros cuatro coches estacionados cerca de nosotros.
Pasaron varios minutos y no pudimos reparar el fallo del coche, así que tuvimos que llamar a un mecánico. Tras hablar con él, nos comentó que tardaría alrededor de una hora en llegar hasta nosotros.
Me senté en unas banquetas a esperar pacientemente a que llegara el mecánico, pero el tiempo parecía interminable. Para matar el tiempo, decidí entrar en el establecimiento. Era un sitio muy grande que parecía un comedor muy antiguo; estaba construido con bloques y sin pintar. Casi no había personas, salvo algunos clientes y trabajadores. Decidí pedir algo de comer, así que me dirigí a la caja, donde me recibió un sujeto muy agradable. Pedí mi comida y me dirigí a sentarme.
No muy lejos de mí, vi a un joven que estaba comiendo solo, así que decidí hacerle compañía. Mientras me acercaba, me di cuenta de que era mi primo, con el cual llevaba unos dos años sin tener contacto. Me alegré bastante al verlo, pues siempre había tenido una conexión especial con él desde pequeño, pero todo cambió cuando se fue a vivir a la ciudad.
—¡Hola! —le dije con una sonrisa en la cara. Mi primo se sorprendió muchísimo de mi presencia en ese restaurante y se puso muy contento al verme. Inmediatamente me invitó a sentarme, y empezamos a charlar.
Me comentó que ese lugar era su preferido para comer, porque tenía una hermosa vista hacia el bosque y, además, la comida era muy buena y barata.
Luego de terminar de comer, él sugirió dar un paseo por la parte de atrás del establecimiento. Me dijo que así podríamos charlar otro rato, ya que a nosotros nos gustaba salir a dar caminatas por los bosques cuando éramos más pequeños. Accedí sin problema alguno. Nos dirigimos hacia la puerta trasera, la cual nos llevaba directamente hacia el inicio del bosque.
La parte de atrás del establecimiento era un lugar muy descuidado, con paredes invadidas por raíces y vegetación, y casi no llegaba la luz del sol debido a la densidad de los árboles que rodeaban la zona. Empezamos a caminar por un pequeño sendero apenas visible, rodeados de un paisaje increíblemente verde y lleno de vida. Había aves cantando, frutas silvestres, y pequeños riachuelos que cruzaban el camino. Todo era muy hermoso. Seguíamos conversando, y le comenté que ese lugar me recordaba a los viejos tiempos. Mi primo asintió con una sonrisa nostálgica.
Tras adentrarnos un poco en el bosque cercano, llegamos a un lugar que nos puso los pelos de punta. Era un sitio que parecía haber sido ocupado recientemente, pues el suelo tenía huellas visibles. Pero lo que realmente nos sacó de onda fue un olor muy fétido. Tras investigar de dónde provenía, encontramos rastros de sangre, y eso nos llevó hacia una bolsa de basura negra, la cual estaba llena de moscas. Al acercarnos, nos dimos cuenta de que era un cuerpo, lo cual nos puso al mil.
—Debemos irnos y llamar a las autoridades —sugirió mi primo, visiblemente asustado.
Sin embargo, algo en mí me hizo resistirme a la idea. Sentía que debíamos investigar más. Quizá alguien estaba en peligro y necesitaba ayuda.
—No podemos irnos así —le dije—. Puede que haya alguien herido o atrapado.
Grave error.
Tras adentrarnos más en el bosque, escuchamos sonidos de machetazos muy cerca de nosotros, seguidos por unos alaridos. No lo pensamos más y salimos corriendo. Parece que esto alertó a quien fuera que estaba por ahí, porque luego escuchamos sonidos de pasos en dirección hacia nosotros.
Corrimos todo lo que pudimos, pero yo ya no podía más. La vista se me nublaba, y de pronto tropecé con una raíz, cayendo de bruces en lo que parecía ser una fosa de cadáveres. El olor era insoportable, y el miedo me paralizó.
Mi primo intentó subirme, pero no pudo; tuvo que irse.
Me quedé allí, solo, rodeado de cuerpos en descomposición. Cerré los ojos y empecé a rezar, rogando por un milagro. De repente, se escuchó un estruendo…
Y luego, desperté.