• —— Curioso traje, Bob Reynolds

    Al igual que su madre —— una de ellas —— piensa que los trajes de los superhéroes son ridículos. Como hija de villanas, criadas por esta desde que Ivy la encontrase de bebé en los bosques, ha salido a estas, con la crueldad de las tres mujeres fusionadas en una sola persona, pero enmascarándolo mejor que las sirenas originales.
    —— Curioso traje, [dream_scarlet_donkey_841] Al igual que su madre —— una de ellas —— piensa que los trajes de los superhéroes son ridículos. Como hija de villanas, criadas por esta desde que Ivy la encontrase de bebé en los bosques, ha salido a estas, con la crueldad de las tres mujeres fusionadas en una sola persona, pero enmascarándolo mejor que las sirenas originales.
    1 turno 0 maullidos
  • Garabatos.

    Aunque era consciente de dónde estaba, en medio de una reunión donde su hermano lideraba la conversación, su mente divagaba más allá.
    Las voces y el tema a charlar se habían convertido en murmuros ahogados que su mente no procesaba. El ruido a su alrededor se había disminuido a la nada misma, solo percibía silencio rodeando mientras toda su conversación se hallaba en la hoja del cuaderno abierto frente a él.

    Apoyando su mejilla en una de sus manos, con la otra garabateaba. Lineas que se unían y entrecruzaban, iban y venían, formando lentamente una silueta y luego una figura. Alguien. Una persona... No. Específicamente una elfa. Una elfa de luna, alguna vez perteneciente al prestigioso y peligroso grupo de asesinos de la luna.
    Mercenarios implacables, imparables. El terror solía recorrer entre las personas de los reinos humanos con solo la mención de un asesino elfo de luna. Un escalofrío helado que recorría el cuerpo e insitaba a suplicar porque nunca aparecieran por las tierras humanas... O las mágicas tierras de Xadia.

    Sin embargo, allí estaba él. Dibujando a una elfa de luna, que alguna vez perteneció a tan temidos mercenarios, pero que ahora la única reacción que formaba en él era el acelerado palpitar de su corazón.
    Un asesina elfa de luna que jamás había matado. Una elfa de corazón noble, puro y justiciero pero que se había robado el corazón del príncipe de Katolis.

    - Callum -

    Creyó recordar en su mente la suave voz de la elfa, a veces con un toño de regaño de sarcasmo, mientras lo llamaba.

    - Callum -

    Casi cerró sus ojos mientras continuaba con los detalles de su dibujo.

    - ¡¡CALLUM!! -

    Y el grito finalmente lo sacó de sus pensamientos. Con sus manos se apresuró a cubrir el dibujo hecho mientras levantaba la vista encontrándose con el grupo sentado alrededor de la mesa mirándolo fijamente.
    Creyó ver a algunos conteniendo su risa. Pudo percibir a su pequeño hermano, Ezran, mirarlo con una ceja alzada.

    - Ah... Lo siento... ¿Qué ocurrió? - Preguntó el príncipe finalmente, delatando su nula atención a la conversación en cuestión.

    - Parece que alguien aún extraña a su novia - Molestó Soren provocando en el joven príncipe un rubor que cubrió sus mejillas.
    Se apresuró en cerrar su cuaderno mientras Ezran negaba con la cabeza, sin embargo, lo dejó pasar sin comentario alguno más que pedirle mayor concentración.

    Avergonzado, el príncipe se limitó a asentir mientras le repetían lo charlado hasta el momento, y aunque está vez se aseguró de escuchar, su mente y su corazón aún viajaban más allá.
    Ondeando por las tierras de Katolis, atravesando el reino, el bosque y cruzando a las mágicas tierras Xadianas preguntándose... ¿Dónde estaba Rayla?
    Garabatos. Aunque era consciente de dónde estaba, en medio de una reunión donde su hermano lideraba la conversación, su mente divagaba más allá. Las voces y el tema a charlar se habían convertido en murmuros ahogados que su mente no procesaba. El ruido a su alrededor se había disminuido a la nada misma, solo percibía silencio rodeando mientras toda su conversación se hallaba en la hoja del cuaderno abierto frente a él. Apoyando su mejilla en una de sus manos, con la otra garabateaba. Lineas que se unían y entrecruzaban, iban y venían, formando lentamente una silueta y luego una figura. Alguien. Una persona... No. Específicamente una elfa. Una elfa de luna, alguna vez perteneciente al prestigioso y peligroso grupo de asesinos de la luna. Mercenarios implacables, imparables. El terror solía recorrer entre las personas de los reinos humanos con solo la mención de un asesino elfo de luna. Un escalofrío helado que recorría el cuerpo e insitaba a suplicar porque nunca aparecieran por las tierras humanas... O las mágicas tierras de Xadia. Sin embargo, allí estaba él. Dibujando a una elfa de luna, que alguna vez perteneció a tan temidos mercenarios, pero que ahora la única reacción que formaba en él era el acelerado palpitar de su corazón. Un asesina elfa de luna que jamás había matado. Una elfa de corazón noble, puro y justiciero pero que se había robado el corazón del príncipe de Katolis. - Callum - Creyó recordar en su mente la suave voz de la elfa, a veces con un toño de regaño de sarcasmo, mientras lo llamaba. - Callum - Casi cerró sus ojos mientras continuaba con los detalles de su dibujo. - ¡¡CALLUM!! - Y el grito finalmente lo sacó de sus pensamientos. Con sus manos se apresuró a cubrir el dibujo hecho mientras levantaba la vista encontrándose con el grupo sentado alrededor de la mesa mirándolo fijamente. Creyó ver a algunos conteniendo su risa. Pudo percibir a su pequeño hermano, Ezran, mirarlo con una ceja alzada. - Ah... Lo siento... ¿Qué ocurrió? - Preguntó el príncipe finalmente, delatando su nula atención a la conversación en cuestión. - Parece que alguien aún extraña a su novia - Molestó Soren provocando en el joven príncipe un rubor que cubrió sus mejillas. Se apresuró en cerrar su cuaderno mientras Ezran negaba con la cabeza, sin embargo, lo dejó pasar sin comentario alguno más que pedirle mayor concentración. Avergonzado, el príncipe se limitó a asentir mientras le repetían lo charlado hasta el momento, y aunque está vez se aseguró de escuchar, su mente y su corazón aún viajaban más allá. Ondeando por las tierras de Katolis, atravesando el reino, el bosque y cruzando a las mágicas tierras Xadianas preguntándose... ¿Dónde estaba Rayla?
    0 turnos 0 maullidos
  • Nacido para ser un elfo de bosque, obligado a convivir entre humanos( demonios, angel, dioses etc )
    Nacido para ser un elfo de bosque, obligado a convivir entre humanos( demonios, angel, dioses etc )
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • #Night

    Sus pensamientos cambiaron de nuevo, realmente era un poco bipolar o sólo demasiado distraído. Buscó en el navegador de internet una explicación a su inmensa duda que había tenido por muchos días.

    "¿Porqué ya no logro encontrar ninguna luciérnaga?" - Buscar.

    De nuevo, ningún resultado de búsqueda.

    — Ahh realmente quiero ver una luciérnaga, dicen que son hadas disfrazadas, tal vez por eso se ocultan...

    Se rió levemente de eso, sólo lo había escuchado por ahí, pero era cierto; encontraba extraño no verlas tan seguido como antes, aunque obviamente no creía ese mito y sólo estaba de curioso, incluso estaba dispuesto a explorar algún bosque por ahí con tal de encontrarlas.
    #Night Sus pensamientos cambiaron de nuevo, realmente era un poco bipolar o sólo demasiado distraído. Buscó en el navegador de internet una explicación a su inmensa duda que había tenido por muchos días. "¿Porqué ya no logro encontrar ninguna luciérnaga?" - Buscar. De nuevo, ningún resultado de búsqueda. — Ahh realmente quiero ver una luciérnaga, dicen que son hadas disfrazadas, tal vez por eso se ocultan... Se rió levemente de eso, sólo lo había escuchado por ahí, pero era cierto; encontraba extraño no verlas tan seguido como antes, aunque obviamente no creía ese mito y sólo estaba de curioso, incluso estaba dispuesto a explorar algún bosque por ahí con tal de encontrarlas.
    Me encocora
    Me gusta
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • He visto muchas cosas desde que partí con mi viaje, armado solo con mi espada, he dormido bñen lugares hinospitos, caminado entre bosques donde nadie quisiera poner un pie, y enfrentado criaturas nacidas del eco de antiguas guerras. Pero hoy crucé algo que escapa a las palabras comunes. Ante mí se alzó una estructura imposible, suspendida entre dos mundos. Un puente de piedra gris que desafía la voluntad de la montaña. No una simple construcción, esto era un grito de desafío contra la muerte misma. Se lo conoce entre los viajeros como El Puente de los Ecos.

    La arquitectura humana nunca me ha parecido particularmente gloriosa. Muchas veces está pensada con urgencia, para el presente, rara vez para resistir la mirada del tiempo. Pero esto fue construido por hombres que sabían que no volverían jamás, pero que querían dejar huella en las montañas. El puente no conecta pueblos, conecta dos enormes picos. Sus arcos, siete en total, emergen de la roca misma, parecía que hubieran sido tallados por gigantes de otra era. La nieve lo cubre como un sudario blanco, y el viento lo atraviesa emitiendo susurros como si las piedras guardaran los nombres de todos los que lo cruzaron y no llegaron al otro lado. Quizá cuantos batallones enteros marcharon hacia su final en estw lugar.

    Solo estaba el abismo a ambos lados y sin embargo, allí estaban, figuras solitarias envueltas en capas negras, como guardianes silenciosos. No me hablaron, solo me observaron pasar, quiza mi destino no les incumbia o ya lo conocían.
    Y allá arriba, sobre el filo de la montaña, vi formas que por primera vez habia visto voladores, alas de cuero y ojos de brasa. Dragones, o lo que queda de ellos, me pregunté si eran los últimos testigos de una época donde los puentes se construían con fe y no con lógica.
    Quizás esto es lo que hace grande al ser humano, no su magia ni su acero, sino su testarudez de poner piedra sobre piedra en los lugares donde la muerte reina.
    He visto muchas cosas desde que partí con mi viaje, armado solo con mi espada, he dormido bñen lugares hinospitos, caminado entre bosques donde nadie quisiera poner un pie, y enfrentado criaturas nacidas del eco de antiguas guerras. Pero hoy crucé algo que escapa a las palabras comunes. Ante mí se alzó una estructura imposible, suspendida entre dos mundos. Un puente de piedra gris que desafía la voluntad de la montaña. No una simple construcción, esto era un grito de desafío contra la muerte misma. Se lo conoce entre los viajeros como El Puente de los Ecos. La arquitectura humana nunca me ha parecido particularmente gloriosa. Muchas veces está pensada con urgencia, para el presente, rara vez para resistir la mirada del tiempo. Pero esto fue construido por hombres que sabían que no volverían jamás, pero que querían dejar huella en las montañas. El puente no conecta pueblos, conecta dos enormes picos. Sus arcos, siete en total, emergen de la roca misma, parecía que hubieran sido tallados por gigantes de otra era. La nieve lo cubre como un sudario blanco, y el viento lo atraviesa emitiendo susurros como si las piedras guardaran los nombres de todos los que lo cruzaron y no llegaron al otro lado. Quizá cuantos batallones enteros marcharon hacia su final en estw lugar. Solo estaba el abismo a ambos lados y sin embargo, allí estaban, figuras solitarias envueltas en capas negras, como guardianes silenciosos. No me hablaron, solo me observaron pasar, quiza mi destino no les incumbia o ya lo conocían. Y allá arriba, sobre el filo de la montaña, vi formas que por primera vez habia visto voladores, alas de cuero y ojos de brasa. Dragones, o lo que queda de ellos, me pregunté si eran los últimos testigos de una época donde los puentes se construían con fe y no con lógica. Quizás esto es lo que hace grande al ser humano, no su magia ni su acero, sino su testarudez de poner piedra sobre piedra en los lugares donde la muerte reina.
    Me gusta
    Me encocora
    7
    0 turnos 0 maullidos
  • -El hombre se encontraba caminando en el bosque junto a sus bestias, cuando de un momento a otro se percató de la presencia de alguien frente a él. Luego de detenerse y observar al contrario, habló-


    Le recomiendo darse la vuelta. El bosque no es el mismo desde hace unas horas. La muerte habita en cada esquina. Dudo que incluso un dios pueda sobrevivir a ello sin tener que abandonar su anonimato.

    -Las bestias se detenían junto al hombre y observaban a la persona frente a ellos. Sus expresiones siniestras no demostraban de manera clara si tenían interés en la persona como su alimento o mero interés de ocasionar daño. Mientras tanto, el hombre no se inmutaba, y simplemente esperaba una respuesta, corporal o verbal por parte de la persona-
    -El hombre se encontraba caminando en el bosque junto a sus bestias, cuando de un momento a otro se percató de la presencia de alguien frente a él. Luego de detenerse y observar al contrario, habló- Le recomiendo darse la vuelta. El bosque no es el mismo desde hace unas horas. La muerte habita en cada esquina. Dudo que incluso un dios pueda sobrevivir a ello sin tener que abandonar su anonimato. -Las bestias se detenían junto al hombre y observaban a la persona frente a ellos. Sus expresiones siniestras no demostraban de manera clara si tenían interés en la persona como su alimento o mero interés de ocasionar daño. Mientras tanto, el hombre no se inmutaba, y simplemente esperaba una respuesta, corporal o verbal por parte de la persona-
    Me gusta
    Me encocora
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • "Lástima que ya no exista la caza cómo antes, dónde podías perseguir a la presa por el bosque si llegaban a salir del castillo."

    *La pelirroja murmuró para si misma, mientras estaba sentada en el sofá, bebiendo una copa de líquido rojo y junto a sus pies un cadáver. Al mismo tiempo que recordaba sus logros de antaño.*


    "Lástima que ya no exista la caza cómo antes, dónde podías perseguir a la presa por el bosque si llegaban a salir del castillo." *La pelirroja murmuró para si misma, mientras estaba sentada en el sofá, bebiendo una copa de líquido rojo y junto a sus pies un cadáver. Al mismo tiempo que recordaba sus logros de antaño.*
    Me gusta
    Me encocora
    Me endiabla
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • La luna colgaba sobre el bosque como un ojo muerto.
    Hizoka caminaba descalzo entre hojas húmedas y tierra, con una sonrisa que se estiraba más allá de lo natural. Seguía un olor... no de sangre, no todavía, sino de *intención*. Una fragancia que sólo alguien como él podía percibir: el deseo de matar, la precisión del acecho. Un rastro suculento.

    —Mmmm… asesinos profesionales… —murmuró, relamiéndose el labio inferior—. *Prometedor… delicioso… ¿tendré suerte esta vez?*

    Saltó entre ramas, avanzó con pasos casi coreografiados, cada movimiento como parte de un espectáculo invisible. En su mente, ya veía la escena: cuchillas brillando, emboscadas fallidas, gritos ahogados, movimientos bien ejecutados. Tal vez, por fin, alguien lo haría sudar. Tal vez, solo tal vez…

    **Y entonces los encontró.**

    Escondidos tras máscaras baratas, con armas mal equilibradas y un lenguaje corporal que apestaba a miedo fingido. Uno de ellos, incluso, temblaba. El líder, si es que así se podía llamar, le gritó con voz aguda:
    —¡Estás rodeado, monstruo! ¡Prepárate para morir!

    **Silencio.**

    Hizoka parpadeó.
    Una vez.
    Dos veces.
    Y luego, lentamente, su sonrisa se desinfló como un globo pinchado.

    —¿Esto… es todo? —susurró.

    Dio un paso adelante. Uno de los asesinos dio un paso atrás. Otro tropezó con una raíz.

    —¿Ustedes son los "profesionales"? —escupió la palabra como si le supiera a moho—. *Con razón nadie los había matado aún… nadie se dignó a mirar dos veces.*

    **Chasqueó la lengua.**
    El corazón le latía lento, casi aburrido. Ya no había electricidad, ya no había esa punzada dulce detrás de los ojos que le anunciaba un verdadero combate.

    —Me han hecho caminar, oler, ilusionarme como un niño la víspera del festival…
    *Y esto es lo que obtengo.*
    —Qué… *tristeza*.

    **Entonces, en ese preciso instante, dejaron de serle útiles.**
    La luna colgaba sobre el bosque como un ojo muerto. Hizoka caminaba descalzo entre hojas húmedas y tierra, con una sonrisa que se estiraba más allá de lo natural. Seguía un olor... no de sangre, no todavía, sino de *intención*. Una fragancia que sólo alguien como él podía percibir: el deseo de matar, la precisión del acecho. Un rastro suculento. —Mmmm… asesinos profesionales… —murmuró, relamiéndose el labio inferior—. *Prometedor… delicioso… ¿tendré suerte esta vez?* Saltó entre ramas, avanzó con pasos casi coreografiados, cada movimiento como parte de un espectáculo invisible. En su mente, ya veía la escena: cuchillas brillando, emboscadas fallidas, gritos ahogados, movimientos bien ejecutados. Tal vez, por fin, alguien lo haría sudar. Tal vez, solo tal vez… **Y entonces los encontró.** Escondidos tras máscaras baratas, con armas mal equilibradas y un lenguaje corporal que apestaba a miedo fingido. Uno de ellos, incluso, temblaba. El líder, si es que así se podía llamar, le gritó con voz aguda: —¡Estás rodeado, monstruo! ¡Prepárate para morir! **Silencio.** Hizoka parpadeó. Una vez. Dos veces. Y luego, lentamente, su sonrisa se desinfló como un globo pinchado. —¿Esto… es todo? —susurró. Dio un paso adelante. Uno de los asesinos dio un paso atrás. Otro tropezó con una raíz. —¿Ustedes son los "profesionales"? —escupió la palabra como si le supiera a moho—. *Con razón nadie los había matado aún… nadie se dignó a mirar dos veces.* **Chasqueó la lengua.** El corazón le latía lento, casi aburrido. Ya no había electricidad, ya no había esa punzada dulce detrás de los ojos que le anunciaba un verdadero combate. —Me han hecho caminar, oler, ilusionarme como un niño la víspera del festival… *Y esto es lo que obtengo.* —Qué… *tristeza*. **Entonces, en ese preciso instante, dejaron de serle útiles.**
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • El llanto de la eterna
    Fandom Original
    Categoría Original
    Anyel Martnes
    Keirot Korezu
    Jasuke Sarutobi

    https://www.youtube.com/watch?v=QFZwuTOu9og

    Aethor, la voz que no perdona...

    Cuenta la leyenda que este ser fue el primer Guardián del Límite, creado por los dioses para contener el poder desmedido de los primeros vampiros reales. Pero cuando estos dioses desaparecieron, Aethor quedó atrapado entre el mundo físico y el espiritual… desfigurado por el tiempo y consumido por su deber.

    Su misión es recolectar la sangre y esencia de los vampiros que llevan linaje real, aquellos que descienden directamente de los antiguos progenitores inmortales. Su propósito es más oscuro… aún oculto incluso para los cazadores. El más mínimo roce, herida o contacto de Aethor provoca en el vampiro afectado una ruptura psíquica y biológica. La sangre dentro del vampiro se corrompe, generando un estado de sed incontrolable y locura, una especie de “fiebre de sangre”. Incluso los más disciplinados caen presa de la furia, devorando sin juicio a aliados, inocentes o enemigos por igual. Este estado puede durar días, semanas, o hasta que el vampiro es destruido… o muerde a otro, esparciendo la maldición.

    Pero hoy, por fin era el día. La había encontrado. Lyra Velvetthorn...

    El viento susurraba entre los árboles del bosque de Erelhyn, como si el mismo mundo contuviera el aliento. La luna se alzaba pálida sobre las copas negras, y Lyra avanzaba entre la maleza con la elegancia de una sombra viva, recolectando pétalos de lúgrima azul y raíces de silvo, ingredientes delicados para sus brebajes nocturnos. Una vieja costumbre que tenía.

    El silencio era profundo. Familiar. Seguro. Hasta que dejó de serlo. El aire se volvió denso. La noche se endureció, como si el bosque respirara al unísono… y luego se negara a hacerlo. Las hojas dejaron de moverse. Un escalofrío, no físico, sino ancestral, rozó la espalda de Lyra. Se irguió, alerta, sus ojos escudriñando la oscuridad.

    Y entonces lo sintió.

    No lo oyó llegar. No lo vio avanzar. Solo apareció, entre los árboles. Una figura alta, sin rostro, envuelta en una negrura tan antigua como el mundo. Sus ojos eran dos huecos de silencio. Aethor. Su mano apenas se movió, y una lanza negra cortó el aire. Lyra apenas giró cuando sintió el calor espeso de la herida en su cuello. Un hilo de sangre cayó… pero con él, cayó algo más.

    Su voluntad. Su centro. Su alma.

    Algo se desmoronó en su interior, imperceptible al principio, como una pequeña grieta en un espejo.

    El silencio viviente.
    El recolector de linajes.
    El castigo para los de sangre real.

    “No fue una herida… fue una llave.”

    Dentro de ella, algo se abrió. Y comenzó a entrar la oscuridad. La fiebre llegó como un vendaval. Su garganta ardía con una sed imposible, sus pensamientos se retorcían como insectos atrapados en ámbar caliente. Su consciencia comenzó a quebrarse, a fragmentarse como cristal golpeado desde dentro.

    "No tengo sed... no hambre... esto es otra cosa. Esto es... hueco. Es hambre de mí."

    Lyra intentó aferrarse a algo, a su nombre, a los recuerdos de quienes alguna vez amó, de las noches en las que alimentarse no era masacrar, sino ritual. Pero las memorias comenzaron a deslizarse entre sus dedos como humo frío.

    "¿Cómo sonaba la risa de Lioren...?"
    "¿Cuántos pétalos tenía la flor que planté en el umbral?"
    "¿Cuánto pesa la culpa cuando no queda alma que la cargue?"

    La respuesta era nada. Estaba en la oscuridad. Porque lo que quedaba dentro de ella ya no era esencia. Era una neblina negra que se arremolinaba, y en su centro...un abismo.

    Cuando llegó al campamento, ya no era ella. Las luces tenues de las linternas colgaban de las ramas como luciérnagas dormidas. Los cuerpos humanos respiraban profundamente, ajenos a lo que los observaba entre la maleza.

    Y la voz dentro de ella, que era tan dulce pero aterradora, susurró...

    "¿Ves cómo laten...? Rómpelos. Ábrelos. Encuentra la música en sus huesos."

    Ella no quería. No realmente. Pero ya no tenía la fuerza de decidir. La decisión se había ido con su sangre. El primer grito fue el más humano. El resto fueron ahogados en sangre. Sus manos se convirtieron en garras. Su boca, en prisión de colmillos. Y todo lo que era amor, compasión, belleza… fue devorado por la sed.

    Cuando todo terminó, Lyra permaneció de pie entre los restos humeantes del campamento. Su vestido blanco goteaba sangre como si el bosque la hubiese coronado. Una reina de ceniza y gritos. Sus pies comenzaron a moverse por sí solos, rumbo al pueblo. Mientras caminaba, su mente era un campo de ruinas.
    Y su alma… apenas un eco.

    "¿Qué soy ahora...?"

    Una carcajada brotó de su garganta, ajena, rota, como si no supiera cómo reír. Pero aún dentro de ella, muy al fondo, algo lloraba.

    Una voz apagada.
    Un susurro débil.
    ¿La suya? ¿O de alguien perdido en sus memorias?

    Aethor la observaba desde los árboles. Silente. Inmóvil. La recolección había comenzado. Y el cuerpo de Lyra, el vestido carmesí, sus ojos vacíos,
    eran la prueba de que la sangre real se quiebra desde dentro.

    [Anyel01] [Keirot_Korezu] [vision_white_scorpion_304] https://www.youtube.com/watch?v=QFZwuTOu9og Aethor, la voz que no perdona... Cuenta la leyenda que este ser fue el primer Guardián del Límite, creado por los dioses para contener el poder desmedido de los primeros vampiros reales. Pero cuando estos dioses desaparecieron, Aethor quedó atrapado entre el mundo físico y el espiritual… desfigurado por el tiempo y consumido por su deber. Su misión es recolectar la sangre y esencia de los vampiros que llevan linaje real, aquellos que descienden directamente de los antiguos progenitores inmortales. Su propósito es más oscuro… aún oculto incluso para los cazadores. El más mínimo roce, herida o contacto de Aethor provoca en el vampiro afectado una ruptura psíquica y biológica. La sangre dentro del vampiro se corrompe, generando un estado de sed incontrolable y locura, una especie de “fiebre de sangre”. Incluso los más disciplinados caen presa de la furia, devorando sin juicio a aliados, inocentes o enemigos por igual. Este estado puede durar días, semanas, o hasta que el vampiro es destruido… o muerde a otro, esparciendo la maldición. Pero hoy, por fin era el día. La había encontrado. Lyra Velvetthorn... El viento susurraba entre los árboles del bosque de Erelhyn, como si el mismo mundo contuviera el aliento. La luna se alzaba pálida sobre las copas negras, y Lyra avanzaba entre la maleza con la elegancia de una sombra viva, recolectando pétalos de lúgrima azul y raíces de silvo, ingredientes delicados para sus brebajes nocturnos. Una vieja costumbre que tenía. El silencio era profundo. Familiar. Seguro. Hasta que dejó de serlo. El aire se volvió denso. La noche se endureció, como si el bosque respirara al unísono… y luego se negara a hacerlo. Las hojas dejaron de moverse. Un escalofrío, no físico, sino ancestral, rozó la espalda de Lyra. Se irguió, alerta, sus ojos escudriñando la oscuridad. Y entonces lo sintió. No lo oyó llegar. No lo vio avanzar. Solo apareció, entre los árboles. Una figura alta, sin rostro, envuelta en una negrura tan antigua como el mundo. Sus ojos eran dos huecos de silencio. Aethor. Su mano apenas se movió, y una lanza negra cortó el aire. Lyra apenas giró cuando sintió el calor espeso de la herida en su cuello. Un hilo de sangre cayó… pero con él, cayó algo más. Su voluntad. Su centro. Su alma. Algo se desmoronó en su interior, imperceptible al principio, como una pequeña grieta en un espejo. El silencio viviente. El recolector de linajes. El castigo para los de sangre real. “No fue una herida… fue una llave.” Dentro de ella, algo se abrió. Y comenzó a entrar la oscuridad. La fiebre llegó como un vendaval. Su garganta ardía con una sed imposible, sus pensamientos se retorcían como insectos atrapados en ámbar caliente. Su consciencia comenzó a quebrarse, a fragmentarse como cristal golpeado desde dentro. "No tengo sed... no hambre... esto es otra cosa. Esto es... hueco. Es hambre de mí." Lyra intentó aferrarse a algo, a su nombre, a los recuerdos de quienes alguna vez amó, de las noches en las que alimentarse no era masacrar, sino ritual. Pero las memorias comenzaron a deslizarse entre sus dedos como humo frío. "¿Cómo sonaba la risa de Lioren...?" "¿Cuántos pétalos tenía la flor que planté en el umbral?" "¿Cuánto pesa la culpa cuando no queda alma que la cargue?" La respuesta era nada. Estaba en la oscuridad. Porque lo que quedaba dentro de ella ya no era esencia. Era una neblina negra que se arremolinaba, y en su centro...un abismo. Cuando llegó al campamento, ya no era ella. Las luces tenues de las linternas colgaban de las ramas como luciérnagas dormidas. Los cuerpos humanos respiraban profundamente, ajenos a lo que los observaba entre la maleza. Y la voz dentro de ella, que era tan dulce pero aterradora, susurró... "¿Ves cómo laten...? Rómpelos. Ábrelos. Encuentra la música en sus huesos." Ella no quería. No realmente. Pero ya no tenía la fuerza de decidir. La decisión se había ido con su sangre. El primer grito fue el más humano. El resto fueron ahogados en sangre. Sus manos se convirtieron en garras. Su boca, en prisión de colmillos. Y todo lo que era amor, compasión, belleza… fue devorado por la sed. Cuando todo terminó, Lyra permaneció de pie entre los restos humeantes del campamento. Su vestido blanco goteaba sangre como si el bosque la hubiese coronado. Una reina de ceniza y gritos. Sus pies comenzaron a moverse por sí solos, rumbo al pueblo. Mientras caminaba, su mente era un campo de ruinas. Y su alma… apenas un eco. "¿Qué soy ahora...?" Una carcajada brotó de su garganta, ajena, rota, como si no supiera cómo reír. Pero aún dentro de ella, muy al fondo, algo lloraba. Una voz apagada. Un susurro débil. ¿La suya? ¿O de alguien perdido en sus memorias? Aethor la observaba desde los árboles. Silente. Inmóvil. La recolección había comenzado. Y el cuerpo de Lyra, el vestido carmesí, sus ojos vacíos, eran la prueba de que la sangre real se quiebra desde dentro.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    9
    3 turnos 0 maullidos
  • Había estado vagando, no solo se había quedado en aquel apartamento, aunque merecía la frialdad del lugar, para el lo que había echo estaba muy mal, se sentía mal, nunca pensó que lastimaría y le daría miedo a la persona que amaba con todo su ser, eso lo hizo irse, rectificarse de sus actos, lastimarse a si mismo como castigo... Pero eso no lo hacía cambiar lo mal que se sentía, no quería volver a lastimar a la persona que amaba

    En aquel bosque que alguna vez conoció, se encontraba tirado, con sus alas extendidas, iba a dejar que la naturaleza lo castigara mientras miraba al cielo

    - Μητέρα... Συγχώρεσέ με, τιμώρησέ με γι' αυτό... Το αξίζω αυτό... Δεν μπορώ να συγχωρήσω τον εαυτό μου που τον πλήγωσα... Το αγαπημένο μου πρόσωπο, η μεγαλύτερη αγάπη μου... η μόνη μου αγάπη... Είθε η φύση να τιμωρήσει αυτόν τον κακό άγγελο...

    - "Madre... Perdóname, castígame por esto... Merezco esto... No me puedo perdonar por haberlo lastimado... A mi persona favorita, a mi gran amor... mi único amor... Que la naturaleza castigue a este ángel malo..."

    No paraba de llorar, su corazón dolía y era algo que quería parar, quería dejar de sentirse así...
    Había estado vagando, no solo se había quedado en aquel apartamento, aunque merecía la frialdad del lugar, para el lo que había echo estaba muy mal, se sentía mal, nunca pensó que lastimaría y le daría miedo a la persona que amaba con todo su ser, eso lo hizo irse, rectificarse de sus actos, lastimarse a si mismo como castigo... Pero eso no lo hacía cambiar lo mal que se sentía, no quería volver a lastimar a la persona que amaba En aquel bosque que alguna vez conoció, se encontraba tirado, con sus alas extendidas, iba a dejar que la naturaleza lo castigara mientras miraba al cielo - Μητέρα... Συγχώρεσέ με, τιμώρησέ με γι' αυτό... Το αξίζω αυτό... Δεν μπορώ να συγχωρήσω τον εαυτό μου που τον πλήγωσα... Το αγαπημένο μου πρόσωπο, η μεγαλύτερη αγάπη μου... η μόνη μου αγάπη... Είθε η φύση να τιμωρήσει αυτόν τον κακό άγγελο... - "Madre... Perdóname, castígame por esto... Merezco esto... No me puedo perdonar por haberlo lastimado... A mi persona favorita, a mi gran amor... mi único amor... Que la naturaleza castigue a este ángel malo..." No paraba de llorar, su corazón dolía y era algo que quería parar, quería dejar de sentirse así...
    Me entristece
    Me gusta
    5
    19 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados