• - la joven estaba muy contenta mostrando su magia , una pequeña manada de lobos que estaba con ella en el bosque . -
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  • El caballero y la sacerdotisa
    Fandom OC
    Categoría Fantasía
    --Toda su vida había vivido para el servicio de los dioses. Desde que nació, una ceguera inexplicable le negó el amor de una madre, el cobijo de una familia, pues creían que era una maldición.

    Fue abandonada a los pies de un inmenso árbol, con los ojos vendados y colgando de su manita, una pequeña piedra blanca de río envuelta con una correa de cuero, con Ansuz grabada en ella.

    Creció de un lugar a otro, hasta que finalmente encontró un hogar definitivo en un Hof abandonado que ella misma acondicionó, atrayendo poco a poco a algunos miembros de las aldeas cercanas que buscaban el consejo de los Dioses.

    Finalmente, con el paso de los años, Astrid se volvió popular entre las comunidades cercanas, hasta que un día, fue llevada -Casi a la fuerza- a las costas para abordar uno de los barcos exploradores hasta que llegó a Britania.

    Astrid no se opuso, pues noches antes, segura estaba, de haber escuchado al mismo padre Odín dirigirle algunas palabras, prometiéndole siempre guiarla en su misión.

    Escuchó al cuervo que desde entonces no la abandonaba y que en sus momentos de mayor necesidad, estaba siempre presente, y aunque Astrid fuese incapaz de ver, podía percibir, que todo lo que le estaba sucediendo, tenía un propósito.

    Una vez hubo llegado a Britania, le fue construida una pequeña choza donde Astrid se dedicaba a predicar la palabra de Odín a los niños y mujeres que eran llevadas como botín tras algunos saqueos e “incursiones” a los llamados fuertes de piedra.

    Pero… una tarde todo cambió. Cuando la lluvia de la tarde comenzó a caer, fuerte, agitando los techos de paja y madera hasta que de pronto, el calor y el olor a quemado llenaron el ambiente.

    Las mujeres gritando por ayuda y el grito de guerra de algunos hombres se mezclaron con el fuerte ruido de la tormenta cayendo sobre ellos, perturbaron a Astrid que en un intento por ayudar, salió del Hof para correr alrededor.

    Un fuerte agarre la tomó del brazo y la arrastró fuera del campo de batalla —¡Quédate aquí! —Le gritó un hombre, a quien no pudo identificar. Astrid, incapaz de reconocer el terreno, caminó a tientas entre los arbustos y los árboles, cayendo en cuenta que se había adentrado en el bosque. Los gritos y el sonar de las espadas al estrellarse unas con otras se fue apagando, hasta que finalmente tuvo que aceptar que se había perdido en un país y un lugar totalmente desconocido para ella.-
    --Toda su vida había vivido para el servicio de los dioses. Desde que nació, una ceguera inexplicable le negó el amor de una madre, el cobijo de una familia, pues creían que era una maldición. Fue abandonada a los pies de un inmenso árbol, con los ojos vendados y colgando de su manita, una pequeña piedra blanca de río envuelta con una correa de cuero, con Ansuz grabada en ella. Creció de un lugar a otro, hasta que finalmente encontró un hogar definitivo en un Hof abandonado que ella misma acondicionó, atrayendo poco a poco a algunos miembros de las aldeas cercanas que buscaban el consejo de los Dioses. Finalmente, con el paso de los años, Astrid se volvió popular entre las comunidades cercanas, hasta que un día, fue llevada -Casi a la fuerza- a las costas para abordar uno de los barcos exploradores hasta que llegó a Britania. Astrid no se opuso, pues noches antes, segura estaba, de haber escuchado al mismo padre Odín dirigirle algunas palabras, prometiéndole siempre guiarla en su misión. Escuchó al cuervo que desde entonces no la abandonaba y que en sus momentos de mayor necesidad, estaba siempre presente, y aunque Astrid fuese incapaz de ver, podía percibir, que todo lo que le estaba sucediendo, tenía un propósito. Una vez hubo llegado a Britania, le fue construida una pequeña choza donde Astrid se dedicaba a predicar la palabra de Odín a los niños y mujeres que eran llevadas como botín tras algunos saqueos e “incursiones” a los llamados fuertes de piedra. Pero… una tarde todo cambió. Cuando la lluvia de la tarde comenzó a caer, fuerte, agitando los techos de paja y madera hasta que de pronto, el calor y el olor a quemado llenaron el ambiente. Las mujeres gritando por ayuda y el grito de guerra de algunos hombres se mezclaron con el fuerte ruido de la tormenta cayendo sobre ellos, perturbaron a Astrid que en un intento por ayudar, salió del Hof para correr alrededor. Un fuerte agarre la tomó del brazo y la arrastró fuera del campo de batalla —¡Quédate aquí! —Le gritó un hombre, a quien no pudo identificar. Astrid, incapaz de reconocer el terreno, caminó a tientas entre los arbustos y los árboles, cayendo en cuenta que se había adentrado en el bosque. Los gritos y el sonar de las espadas al estrellarse unas con otras se fue apagando, hasta que finalmente tuvo que aceptar que se había perdido en un país y un lugar totalmente desconocido para ella.-
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  • - no hay nada mejor que visitar el bosque por nuevos ingredientes no creen?- Lluz del sol apenas entraba por las copas de los arboles creando un ambiente humedo, oscuro y calmado perfecto para la bruja -este bosque tiene espiritus, mas de los que puedes contar y conocer, ademas de que crean un ambiente perfecto para rituales y magia- dejo su cesto en el suelo y tomo una gran bocanada de aire -simplemente magnifico no crees?-

    musica ambiente:
    https://music.youtube.com/watch?v=o_DOK3rmfZA&si=KV1Y8ZxooXk9TnaC
    - no hay nada mejor que visitar el bosque por nuevos ingredientes no creen?- Lluz del sol apenas entraba por las copas de los arboles creando un ambiente humedo, oscuro y calmado perfecto para la bruja -este bosque tiene espiritus, mas de los que puedes contar y conocer, ademas de que crean un ambiente perfecto para rituales y magia- dejo su cesto en el suelo y tomo una gran bocanada de aire -simplemente magnifico no crees?- musica ambiente: https://music.youtube.com/watch?v=o_DOK3rmfZA&si=KV1Y8ZxooXk9TnaC
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  • Me gustan los sitios donde nadie me busca.
    Los rincones donde el aire es tan quieto que puedo oír mis propios pensamientos.
    Las esquinas de los jardines donde las flores crecen sin que nadie las ordene.
    Allí me siento más real… como si pudiera, por un momento, dejar de ser lo que esperan de mí.

    Me gusta el sonido del agua al caer, pero no los estanques limpios y perfectos de la Corte.
    Prefiero los arroyos que se escapan por entre piedras musgosas, los que parecen olvidados por los mapas.
    Me recuerdan a mí.

    Me gustan los colores suaves: el gris que tienen las nubes justo antes de llover, el azul que nadie mira en las sombras del amanecer, el dorado tenue que se cuela entre las hojas viejas.
    No me atrae lo brillante.
    No quiero deslumbrar. Sólo pertenecer.

    Me gustan los instrumentos que nadie toca en los salones.
    Aquellos que suenan tristes, los que parecen hablar en vez de cantar.
    Una vez toqué uno, sola, en el invernadero… y durante un instante, pensé que el sonido me entendía.

    También me gusta recordar cosas que nadie más recuerda.
    Como el olor del invierno en Faerie antes de que cambiaran los encantamientos.
    O el sabor de la fruta silvestre que crece al borde del bosque, la que no está bendecida ni prohibida.

    No lo digo en voz alta.
    Porque aquí no está bien visto tener gustos propios.
    Pero los tengo.

    Y aunque finjo que no importa,
    a veces eso —solo eso— me salva del olvido.
    Me gustan los sitios donde nadie me busca. Los rincones donde el aire es tan quieto que puedo oír mis propios pensamientos. Las esquinas de los jardines donde las flores crecen sin que nadie las ordene. Allí me siento más real… como si pudiera, por un momento, dejar de ser lo que esperan de mí. Me gusta el sonido del agua al caer, pero no los estanques limpios y perfectos de la Corte. Prefiero los arroyos que se escapan por entre piedras musgosas, los que parecen olvidados por los mapas. Me recuerdan a mí. Me gustan los colores suaves: el gris que tienen las nubes justo antes de llover, el azul que nadie mira en las sombras del amanecer, el dorado tenue que se cuela entre las hojas viejas. No me atrae lo brillante. No quiero deslumbrar. Sólo pertenecer. Me gustan los instrumentos que nadie toca en los salones. Aquellos que suenan tristes, los que parecen hablar en vez de cantar. Una vez toqué uno, sola, en el invernadero… y durante un instante, pensé que el sonido me entendía. También me gusta recordar cosas que nadie más recuerda. Como el olor del invierno en Faerie antes de que cambiaran los encantamientos. O el sabor de la fruta silvestre que crece al borde del bosque, la que no está bendecida ni prohibida. No lo digo en voz alta. Porque aquí no está bien visto tener gustos propios. Pero los tengo. Y aunque finjo que no importa, a veces eso —solo eso— me salva del olvido.
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  • La calma siempre ha rondado en este Valle, la música y sus silenciosas noches. ¿Pero por qué ahora no se siente completo? Nuevamente el vacío y el silenció en su villa le hacen salir de su hogar para dar una larga caminata en el bosque.
    La calma siempre ha rondado en este Valle, la música y sus silenciosas noches. ¿Pero por qué ahora no se siente completo? Nuevamente el vacío y el silenció en su villa le hacen salir de su hogar para dar una larga caminata en el bosque.
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  • Hay noches en las que me parece que el mundo se estira… como si respirara muy hondo antes de dormirse.
    Esta es una de esas noches.

    He caminado sin rumbo entre los árboles plateados. Las flores cerraron sus párpados con la última luz y la bruma decidió quedarse. Me gusta cuando el bosque no tiene prisa, cuando parece que hasta los pájaros sueñan en voz baja.

    Recojo una hoja que cayó sin que nadie lo notara. Tiene forma de lágrima. O de ala.
    A veces me pregunto si todo lo que cae es tristeza… o libertad.

    No tengo lugar entre los brillantes. No brillo lo suficiente, ni canto como las otras.
    Pero el musgo me conoce. El agua sabe mis pasos.
    Y a veces, cuando estoy muy quieta, las luciérnagas me rodean como si les contara secretos.

    Hoy no ha pasado nada extraordinario.
    Pero algo en el aire —algo que no tiene nombre— me roza los pensamientos.
    No es miedo.
    Ni alegría.
    Es… una hebra tirante, como si algo estuviera a punto de comenzar y yo no supiera qué.

    Aun así, me quedo.
    Porque en noches como esta, el mundo no necesita respuestas. Solo una criatura que escuche.
    Hay noches en las que me parece que el mundo se estira… como si respirara muy hondo antes de dormirse. Esta es una de esas noches. He caminado sin rumbo entre los árboles plateados. Las flores cerraron sus párpados con la última luz y la bruma decidió quedarse. Me gusta cuando el bosque no tiene prisa, cuando parece que hasta los pájaros sueñan en voz baja. Recojo una hoja que cayó sin que nadie lo notara. Tiene forma de lágrima. O de ala. A veces me pregunto si todo lo que cae es tristeza… o libertad. No tengo lugar entre los brillantes. No brillo lo suficiente, ni canto como las otras. Pero el musgo me conoce. El agua sabe mis pasos. Y a veces, cuando estoy muy quieta, las luciérnagas me rodean como si les contara secretos. Hoy no ha pasado nada extraordinario. Pero algo en el aire —algo que no tiene nombre— me roza los pensamientos. No es miedo. Ni alegría. Es… una hebra tirante, como si algo estuviera a punto de comenzar y yo no supiera qué. Aun así, me quedo. Porque en noches como esta, el mundo no necesita respuestas. Solo una criatura que escuche.
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  • Cruzando el horizonte
    Categoría Original
    Soundtrack: https://youtu.be/tT4d1LQy4es?si=HvMSOwG09Y1yh3aO

    Jasuke Sarutobi

    Nyssara apenas había pegado el ojo en toda la noche, no sabía si era la emoción o los nervios lo que no la dejaban tranquila, el hecho de pensar que en unas horas estaría aventurandose en un campamento en medio del bosque, le daba escalofríos.

    Con una ducha rápida y un desayuno express. Nyssara se encontraba ya lista, esperando sentada en el banco de la estación de autobús, mirando el paisaje que se extendía más allá del pueblo. La tarde caía lentamente, tiñendo el cielo con tonos dorados y lilas. El campamento de modelaje no estaba lejos, solo unas dos horas en autobús, pero para ella, ese breve viaje representaba algo más que solo un cambio de escenario. Era una oportunidad para escapar, aunque solo fuera por un breve tiempo de la rutina que la había rodeado siempre. Un respiro del ajetreo de su vida diaria, de las constantes expectativas y las miradas que la seguían.

    El sonido de un motor a lo lejos la sacó de sus pensamientos, pero el autobús aún no llegaba. Miró su reloj y luego observó las calles vacías que rodeaban la estación. Todo se sentía tranquilamente familiar, pero al mismo tiempo, esa calma le recordaba lo mucho que necesitaba salir de allí, aunque fuera por poco tiempo. A un espacio donde nadie la juzgara ni esperara nada de ella, solo un par de días sin compromisos.

    Jasuke, como siempre, aún no llegaba. Aunque daba la impresión que llegaría tarde, por alguna razón siempre aparecía exacto a la hora.

    Sus pensamientos divagaron un poco pensando en Jasuke, la forma en que esa pequeña aventura, sería una buena oportunidad para que él explore nuevas actividades y conozca un nuevo lugar. No pudo evitar sentir hambre por la espera, por ello sacó un pequeño paquete de galletas de chocolate de su mochila y las empezó a comer, estaban bastante ricas, había sido una muy buena elección escogerlas.

    Concentrada mirando el paisaje, por un momento se olvido de los estímulos de alrededor. Su visión se centró en las palmas de los árboles que se movían de un lado a otro, mientras que pequeñas ardillas corrían entre las ramas, parecían pelear por una bellota, fue su entretenimiento del momento mientras mataba el tiempo.
    Soundtrack: https://youtu.be/tT4d1LQy4es?si=HvMSOwG09Y1yh3aO [vision_white_scorpion_304] Nyssara apenas había pegado el ojo en toda la noche, no sabía si era la emoción o los nervios lo que no la dejaban tranquila, el hecho de pensar que en unas horas estaría aventurandose en un campamento en medio del bosque, le daba escalofríos. Con una ducha rápida y un desayuno express. Nyssara se encontraba ya lista, esperando sentada en el banco de la estación de autobús, mirando el paisaje que se extendía más allá del pueblo. La tarde caía lentamente, tiñendo el cielo con tonos dorados y lilas. El campamento de modelaje no estaba lejos, solo unas dos horas en autobús, pero para ella, ese breve viaje representaba algo más que solo un cambio de escenario. Era una oportunidad para escapar, aunque solo fuera por un breve tiempo de la rutina que la había rodeado siempre. Un respiro del ajetreo de su vida diaria, de las constantes expectativas y las miradas que la seguían. El sonido de un motor a lo lejos la sacó de sus pensamientos, pero el autobús aún no llegaba. Miró su reloj y luego observó las calles vacías que rodeaban la estación. Todo se sentía tranquilamente familiar, pero al mismo tiempo, esa calma le recordaba lo mucho que necesitaba salir de allí, aunque fuera por poco tiempo. A un espacio donde nadie la juzgara ni esperara nada de ella, solo un par de días sin compromisos. Jasuke, como siempre, aún no llegaba. Aunque daba la impresión que llegaría tarde, por alguna razón siempre aparecía exacto a la hora. Sus pensamientos divagaron un poco pensando en Jasuke, la forma en que esa pequeña aventura, sería una buena oportunidad para que él explore nuevas actividades y conozca un nuevo lugar. No pudo evitar sentir hambre por la espera, por ello sacó un pequeño paquete de galletas de chocolate de su mochila y las empezó a comer, estaban bastante ricas, había sido una muy buena elección escogerlas. Concentrada mirando el paisaje, por un momento se olvido de los estímulos de alrededor. Su visión se centró en las palmas de los árboles que se movían de un lado a otro, mientras que pequeñas ardillas corrían entre las ramas, parecían pelear por una bellota, fue su entretenimiento del momento mientras mataba el tiempo.
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  • Finwë en su estado mas natural...
    Se fue a un bosque, a disfrutar de la naturaleza..y si, tiene su cabello blanco.*
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  • PESADILLAS.

    Thalya dormía en su cama aunque con su mano en el arma como si debiera protegerse de algo que no sabe.

    Hasta que el rugido la alcanzó.

    —¡Fuego! ¡Están cayendo sobre nosotros! ¡THALYA, CORRE! —

    Pero no era su voz.

    Era la de su padre.
    Era el bosque.
    Era ese amanecer que ya había vivido.
    Solo que esta vez no lo vivía desde el cuartel. Esta vez, su cuerpo estaba en el pueblo.

    Veía las casas arder. Veía la torre de la iglesia partirse en dos como una costilla rota.
    Corría por calles que conocía como cicatrices.
    Gritaba nombres.
    El de su madre. El de su padre. El suyo.

    —¡Papá! ¡Estoy aquí! ¡NO ENTRES A LA CASA! —

    Pero él entraba igual. Como cada vez. Como si no la escuchara.

    Y ella corría detrás, jadeando, con los pies descalzos sobre la grava caliente.
    Y entonces lo veía. El cuerpo.
    La mano aún apretando el fusil.
    El cráneo abierto. Las paredes negras.
    La muñeca de su madre entre cenizas.

    Y lo peor no era la sangre.
    Lo peor era que no estaba allí cuando pasó. Que no pudo salvarlos.

    Entonces gritaba. No de dolor, de culpa.

    —¡Tenía que haber estado allí! ¡TENÍA QUE ESTAR ALLÍ! —

    Y despierta.

    Con el corazón desbocado y la frente empapada.
    PESADILLAS. Thalya dormía en su cama aunque con su mano en el arma como si debiera protegerse de algo que no sabe. Hasta que el rugido la alcanzó. —¡Fuego! ¡Están cayendo sobre nosotros! ¡THALYA, CORRE! — Pero no era su voz. Era la de su padre. Era el bosque. Era ese amanecer que ya había vivido. Solo que esta vez no lo vivía desde el cuartel. Esta vez, su cuerpo estaba en el pueblo. Veía las casas arder. Veía la torre de la iglesia partirse en dos como una costilla rota. Corría por calles que conocía como cicatrices. Gritaba nombres. El de su madre. El de su padre. El suyo. —¡Papá! ¡Estoy aquí! ¡NO ENTRES A LA CASA! — Pero él entraba igual. Como cada vez. Como si no la escuchara. Y ella corría detrás, jadeando, con los pies descalzos sobre la grava caliente. Y entonces lo veía. El cuerpo. La mano aún apretando el fusil. El cráneo abierto. Las paredes negras. La muñeca de su madre entre cenizas. Y lo peor no era la sangre. Lo peor era que no estaba allí cuando pasó. Que no pudo salvarlos. Entonces gritaba. No de dolor, de culpa. —¡Tenía que haber estado allí! ¡TENÍA QUE ESTAR ALLÍ! — Y despierta. Con el corazón desbocado y la frente empapada.
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  • A veces el bosque me llama de aquella manera tan fuerte, sus hojas me envuelven.

    Soy un elfo del bosque, siento su voz gritar en mi interior, siento su fuerza recorrer mis venas.

    No soy solo una princesa, se que algo más vive en mi, algo crece en mi casa día y el bosque lo reclama.
    A veces el bosque me llama de aquella manera tan fuerte, sus hojas me envuelven. Soy un elfo del bosque, siento su voz gritar en mi interior, siento su fuerza recorrer mis venas. No soy solo una princesa, se que algo más vive en mi, algo crece en mi casa día y el bosque lo reclama.
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