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โ” Aunque habían pasado casi dos meses desde la estancia de Dean en la casa reformatorio que Sonny llevaba y uno esperaba que John ya hubiera perdonado aquella metedura de pata de su hijo mayor, lo cierto era que el patriarca de los Winchester aún se mantenía bastante serio y resentido con su hijo primogénito. Dean había aprendido la lección. La había aprendido con creces y conocía la gravedad de lo que había hecho aquel día. No era idiota y tenia valor para admitir sus errores. No había sido más que una chiquillada, pero John lo había visto como una absoluta irresponsabilidad.

โ” Unos meses antes, en un pueblo a las afueras de Nueva York, John había dejado instalados a los chicos en un motel. No estaría fuera más que unos días, así que les dejó dinero suficiente para pagar la comida de los pertinentes días. Pero Dean cometió el error de gastarse el dinero en unos recreativos. Había salido para comprar comida. Sam tenía hambre y le apetecía el especial de su madre: la sorpresa Winchester. No es que Dean fuera un experto cocinero, pero había aprendido a hacer sus pinitos desde muy pequeño. Y a esas alturas, el estómago de ambos chicos reclamaba algo más que caramelos y palomitas de microondas.

Así que había salido a comprar, pero vio que habían abierto una sala de recreativos y entró cegado y alienado por el brillo de las máquinas nuevecitas y el olor a refrescos y aperitivos. Lo hizo sin querer, sin darse cuenta. Solo quería jugar un par de partidas, pero todos sabemos cómo son las máquinas de esos centros recreativos y las horas que uno puede perder sin darse cuenta. Un dólar tras otro el dinero para comer se esfumó. Y cuando quiso darse cuenta sintió un terrible escalofrío que lo recorrió de la cabeza a los pies. Mierda. Su padre lo iba a matar. Así que hizo lo único que podía hacer un chaval en esos casos, entró en el supermercado y trató de llevarse gratis las cosas que Sam y él necesitaban para cenar aquel día. Generalmente era muy bueno escabulléndose… No por nada llevaba cazando casi cinco años. Sabia ser silencioso, rastrear, disparar y como matar a al menos una docena de criaturas. Pero aquel lugar tenia algo que Dean pasó por alto: cámaras de seguridad. Y fue gracias a estas que el dependiente lo pilló mangando. Lo llevaron a una casa en el campo, en las afueras del estado. Una casa regida por un tipo llamado Sonny que usaba aquella casa como reformatorio para chicos con problemas. Cuando la policía llamó a John Winchester para explicarle lo que había hecho su hijo, este les dijo que lo dejasen allí, así aprendería una valiosa lección.

Aquel día, John volvió a Nueva York, recogió a Sammy y se lo llevó a casa de Bobby. Él lo cuidaría mientras John terminaba su cacería (y enlazaba una con otra, pues no era la primera vez que al hombre se le escapaban los días sin darse cuenta. Además, empezaba a creer que tenía una buena pista sobre el ser que mató a Mary).
Cuando John fue, semanas más tarde, a recoger a Dean de aquel lugar, el chico obedeció a pesar de que allí había vuelto a estudiar, estaba aprobando materias, tenía un grupo de amigos y había invitado al baile a una chica preciosa a quien le había dado su primer beso. Pero así era Dean. Obedeció sin rechistar y cuando el Chevy de John aparcó delante de la casa de Sonny, Dean recogió sus cosas y se montó en el coche.
John no dijo nada en todo el viaje, nada en absoluto. Y Dean supuso que estaba demasiado cabreado como para decir nada. El viaje hasta casa de Bobby fue largo, tremendamente largo y parecía que el tiempo no pasaba entre aquellas cuatro paredes de chapa.
Cuando al final llegaron al desguace de Bobby Singer y bajaron del coche, John cogió a Dean por el brazo y lo hizo detenerse.

-Sammy llevaba diecisiete horas sin comer cuando llegué al motel…- dijo con voz calmada, lo que hizo que a Dean se le helase la sangre en las venas- Tu hermano, Dean. Tu hermano de quien te encargué cuidar. Y tú… desobedeciste mis ordenes…
-Papá…
- ¡No me repliques! - le espetó su padre- ¡Te gastaste el dinero de una semana! ¡Robaste en un supermercado! ¡¿Te imaginas lo que hubiera llegado a suceder si hubieran llamado a Servicios Sociales, Dean?! ¡Nos hubieran quitado a Sammy! ¡A tu hermano! No volverás a hacer algo tan absurdo en tu vida. ¿Me oyes?
Dean asintió rápidamente y en silencio.

โ” Como digo, habían pasado un par de meses desde aquel incidente. Y esta vez había dejado a los chicos en Arizona, en un pueblo cerca de Flagstaff. Por esa época, Sam se rebelaba contra John y sus órdenes. El hombre llevaba unos años insistiendo en entrenar a sus hijos en la caza, debían estar preparados para lo que aguardaba en la noche. Y aunque sus hijos ya sabían lo que podía suceder, John insistía en entrenarlos cada día un poco más.
Pero Sam tenía cada vez más claro que esa no era su vida. Para él era un verdadero incordio cambiar tantísimas veces de colegio, siendo siempre el bicho raro, el chico nuevo, sin un sitio donde encajar. Él quería una vida normal, quería un colegio, quería estudiar como un niño normal y quería tener amigos.

A menudo se rebelaba con largos días de silencio, otros días se negaba a comer, una vez incluso se escondió para no tener que volver a mudarse… Pero aquella vez… Aquel día…
Los chicos estaban solos en el motel y Dean salió a comprar provisiones para ese fin de semana. Incluso se permitió traer al motel un par de pedazos de pizza de una pizzería cercana. Seguro que aquello alegraría a Sammy. Llevaba todo el día sin querer salir de la habitación, ni siquiera cuando Dean había puesto Scooby Doo en la tele.

- ¿Sammy? -preguntó Dean cerrando la puerta y dejando las provisiones y los pedazos de pizza sobre la mesa- ¡He traído pizza de queso y jamón cocido! ¡Huele de maravilla! Además, tenían esos cereales que tanto te gustan… Creo que traen una sorpresa en la caja… -dijo cogiendo el envase de cereales- Aunque algún cretino ha resuelto el pasatiempo… -frunció el ceño y caminó hasta la puerta llamando con los nudillos- ¿Sammy?
Pero su hermano seguía sin responder. Así que Dean entró.

-Tío, vas a tener que hablar en algún momento… Papá se va a enfadar si sigues… -pero su voz enmudeció cuando entró en la habitación y la encontró totalmente vacía. Ni siquiera estaba la mochila de su hermano o sus libros sobre la mesa. Se había esfumado.
La sal seguía en el alféizar de la ventana y las cadenas y la palanca de hierro en su sitio, como también la escopeta cargada con cartuchos de sal. Nadie se lo había llevado, se había ido.
Un escalofrío recorrió la espalda de Dean y la caja de cereales cayó al suelo un segundo antes de que Dean saliera corriendo por la puerta para salir al exterior.

- ¡Sam! ¡Sammy! -gritó a la nada. Algunas personas se giraron, otros simplemente lo ignoraron. Dean echó a correr, llamándolo, buscando por cada rincón, en cada calle. Incluso preguntó casa por casa en un radio de cinco kilómetros. Nadie había visto a Sam. Absolutamente nadie. ¿Dónde se había ido? ¿Cuándo había desaparecido? Tenia que encontrarle o su padre iba a matarle. A él. A Dean…

Era la segunda vez que metía la pata. Y, aunque esta vez era culpa de Sam por largarse, su padre no lo vería así. Él era el hermano mayor, él debía cuidar de Sam. Ese era su trabajo. Porque el chico no se planteaba que el trabajo de cuidar de sus hijos era de John. Que cuidar de un crio de doce años era una tarea titánica para un chico de dieciséis, que había sido demasiada responsabilidad para Dean desde el día en que Mary murió. Ni siquiera se planteaba esa idea porque no conocía nada diferente. Había vivido así toda su vida… No sabia de qué otra forma mantener una relación con su hermano. Y ahora… había metido la pata.
Lo buscó durante varias horas más, hasta que la noche cayó. Y tuvo que volver andando al motel. Cansado, vencido y con un nudo en la garganta.

Sentía ganas de llorar. Pero nada de eso se comparaba a la sensación de pánico puro que experimentó cuando vio el Impala aparcado en el parking. Podría haber dado media vuelta, haberse largado él también. Podría haber dormido en un parque y posponer la bronca. Pero eso seria peor… Tragó saliva de forma pesada y comenzó a caminar hasta la puerta de la habitación. Entró, notando sus manos temblorosas. E inmediatamente sintió la mirada furiosa y colérica de John Winchester.

- ¿Dónde está Sam? - preguntó John.
Dean no supo qué responder, porque no sabia donde estaba su hermano.
- ¡DEAN! ¡¿DÓNDE ESTÁ TU HERMANO?!- gritó John acercándose a él.
Dean retrocedió un par de pasos.
-Salí a comprar comida para el fin de semana… Y pizza para cenar y cuando volví, Sam no estaba… Solo fueron…

Pero no pudo terminar de hablar. El bofetón que John propinó a su hijo en la mejilla izquierda fue certero, fuerte y seco. El rostro de Dean giró con la inercia del golpe. E inmediatamente sintió lágrimas inundar sus párpados. Tardó unos segundos en escuchar algo mas que el sonido del golpe y su corazón bombeando a toda velocidad.
-Eres un inútil. Si le pasa cualquier cosa, lo que sea, a tu hermano… -John tuvo que apretar los dientes. Se giró pasándose las manos por el cabello y en un ataque de furia y rabia dio tal patada a la mesa baja que la partió en dos volcando toda la compra que Dean había traído horas antes y desparramando todo por el suelo.
- ¡Eres un irresponsable! ¡Tenias solo un trabajo, Dean! ¡Solo uno! ¡Eres una vergüenza! -le gritó John.
Y Dean simplemente aguantó el chaparrón agachando la cabeza sin moverse del sitio.
-Lo siento, papá…
- ¡Cierra la boca! ¡Cállate! ¡Recoge las cosas! Nos largamos. Vamos a buscar a tu hermano. Y reza para que lo encontremos con vida… - masculló antes de salir por la puerta de la habitación del motel dando un portazo que hizo temblar las ventanas.

No os preocupéis. Sammy apareció dos semanas después. Estaba estupendamente. Cuando Dean salió al super a comprar, el chico vio su oportunidad para escapar de casa y buscar esa vida normal que tanto quería. Cogió parte del dinero que John había dejado para esos días, recogió sus cosas y cogió un autobús a Flagstaff. Utilizó sus habilidades de rastreo y encontró, en mitad de un bosque, una cabaña abandonada. Adoptó un perro que encontró perdido y pasó las siguientes dos semanas comiendo chuches, bebiendo refrescos y viendo la tele por cable cuya señal había robado de una torre cercana.
Cuando John lo encontró, lo abrazó y le instó a no volver a hacer nunca algo así. Hablándole de lo preocupado que había estado… Le dijo que hablarían mas tarde, pero eso nunca sucedió… Al menos hasta que Sam fue mayor de edad y se enfrentó con su padre por su deseo de ir a la universidad. Pero esa es otra historia…