• ──────Si fueras una obra de arte, quién te creó debió amarte profundamente; por que puso las estaciones en tu alma y llevó el brillo de las estrellas en tus ojos. Encendió tu corazón con la pasión que tiene la fuerza de una tormenta.
    ──────Si fueras una obra de arte, quién te creó debió amarte profundamente; por que puso las estaciones en tu alma y llevó el brillo de las estrellas en tus ojos. Encendió tu corazón con la pasión que tiene la fuerza de una tormenta.
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  • Colocó su violín sobre su hombro, cerró los ojos, siendo consciente del entorno que la rodeaba: la quietud del campo y el murmullo del viento en las copas de los árboles. Entonces deslizó el arco sobre las cuerdas.


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    Colocó su violín sobre su hombro, cerró los ojos, siendo consciente del entorno que la rodeaba: la quietud del campo y el murmullo del viento en las copas de los árboles. Entonces deslizó el arco sobre las cuerdas. https://vm.tiktok.com/ZMBsYBvoL/
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    This song will be out on the 20.04 SAVE THE DATE ✨ #acotar #booktok #fyp #violin #poviolinist

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  • ☆ STREAM URGENTE ☆ La Mediación Divina
    Fandom OC
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    El escenario estaría listo, una corte de aspecto divino y celestial perfecto para la ocasión. ¿Cómo consiguió Xin Yi un sitio así? No importaba, aunque últimamente ella guardaría más secretos de los de costumbre.

    — ¡Les doy la bienvenida al evento que estaban todos esperando! ¡Aquí se decidirá el destino de más de un alma, con el abismo como testigo! — Levantaría las manos al aire y un brillo extraño aparecería en sus ojos aunque sólo duraría menos de un segundo.

    — Primero que nada, tenemos a ❛ 𝐀𝐩𝐡𝐫𝐨 ❜ una Diosa en persona. Ella será quien decida el resultado final de este juicio divino.

    Daría una reverencia a la Diosa y sonreiría, de cierta manera un poco antinatural.

    — En segundo lugar, está Diva , la demandante. Asegura que las acciones de ciertas personas acabaron injustamente con la vida de sus seres queridos y busca retribución.

    Presentaría a la chica peliazul del mismo modo, sus mirada se afilaría.

    — Y finalmente, la demandada y la líder del consejo Aikaterine Ouro quien defiende su inocencia.

    Asimismo daría una reverencia para ésta última.

    — Comencemos entonces. Diva, por favor presenta tus argumentos, después, Aikaterine tendrá derecho a réplica. Aphro será quien tome la decisión final. ¡Que el juicio Divino dé inicio!
    El escenario estaría listo, una corte de aspecto divino y celestial perfecto para la ocasión. ¿Cómo consiguió Xin Yi un sitio así? No importaba, aunque últimamente ella guardaría más secretos de los de costumbre. — ¡Les doy la bienvenida al evento que estaban todos esperando! ¡Aquí se decidirá el destino de más de un alma, con el abismo como testigo! — Levantaría las manos al aire y un brillo extraño aparecería en sus ojos aunque sólo duraría menos de un segundo. — Primero que nada, tenemos a [AfroTheSmilingOne] una Diosa en persona. Ella será quien decida el resultado final de este juicio divino. Daría una reverencia a la Diosa y sonreiría, de cierta manera un poco antinatural. — En segundo lugar, está [d_i_v_a], la demandante. Asegura que las acciones de ciertas personas acabaron injustamente con la vida de sus seres queridos y busca retribución. Presentaría a la chica peliazul del mismo modo, sus mirada se afilaría. — Y finalmente, la demandada y la líder del consejo [Mercenary1x] quien defiende su inocencia. Asimismo daría una reverencia para ésta última. — Comencemos entonces. Diva, por favor presenta tus argumentos, después, Aikaterine tendrá derecho a réplica. Aphro será quien tome la decisión final. ¡Que el juicio Divino dé inicio!
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  • Te quedan dos deseos
    Besos en el cuello
    Me derrite, caramelo
    No fue mi intención
    No sé qué pasó
    Pero está en mi habitación
    Do you wanna? Ah-ah
    Tú, yo, juntos, I said it
    West Side, fotos en L.A.
    ¿Cómo te puedo explicar?
    Que es tortura
    La forma en que tus ojos me capturan
    Qué locura
    Tener que dormirme sola ya es tortura
    Te quedan dos deseos Besos en el cuello Me derrite, caramelo No fue mi intención No sé qué pasó Pero está en mi habitación Do you wanna? Ah-ah Tú, yo, juntos, I said it West Side, fotos en L.A. ¿Cómo te puedo explicar? Que es tortura La forma en que tus ojos me capturan Qué locura Tener que dormirme sola ya es tortura
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  • ┯━━━━━▧▣▧━━━━━┯

    Royalty City, siempre despierta y luminosa, la promesa de un mundo mejor, la supuesta encarnación de un mundo unido. Para que al final solamente fuera el patio de juegos y el nido de mafiosos más grande del globo.
    Barrios chantajeados por gente ambiciosa, casinos dirigidos para exprimir a la personas viciosas y luces neon que brillan para desorientar a los adictos que deambulan erráticos por las calles.

    Decirle "ciudad del pecado" sería lo adecuado, pero yo considero que es más una ciudad del infierno. Con sus círculos, con sus monstruos bien coordinados en sus respectivos sectores.

    —¡Pero yo voy a purificar este chiquero, usando mi luz de la justicia!

    Y por suerte he vivido aquí el tiempo suficiente para saber que sectores están lo suficientemente vacíos para poder practicar mis discursos. Ojalá pudiera hacer buenos discursos.

    —No. Suena demasiado cursi, casi que de político.

    Llueve. Mi piel está gris, pero reluciente gracias a las gotas de agua que se deslizan sobre mi glamuroso cuerpo. Y mi piel brilla, gracias a la luz del neón de los carteles publicitarios a mi al rededor.

    La estación de trenes respeta mi hablar y mi silencio. A éstas horas de la noche es cuando los ciudadanos, al menos los inocentes y desprotegidos, prefieren evitar compartir asientos con malandros nocturnos... Pero tampoco es que estén muy seguros durante el día.

    Mi ropa pesa, pero casi ni la siento. Mi cabello está todo caído y húmedo, pero se puede arreglar. Mis ojos brillan, ni siquiera el neón puede opacar la luz azúl en ellos. Mis dientes puntiagudos son mostrados al mundo, una sonrisa involuntaria ante la llegada del tren fugitivo que fue tomado en la estación anterior por un grupo de ladrones que creía poder escapar de la justicia entre vagones.

    La hora ha llegado, el momento en que encarno a la justicia para castigar a la maldad con una buena dosis de alto voltaje.

    ◤◢◣◥◤◢◣◥
    ┯━━━━━▧▣▧━━━━━┯ Royalty City, siempre despierta y luminosa, la promesa de un mundo mejor, la supuesta encarnación de un mundo unido. Para que al final solamente fuera el patio de juegos y el nido de mafiosos más grande del globo. Barrios chantajeados por gente ambiciosa, casinos dirigidos para exprimir a la personas viciosas y luces neon que brillan para desorientar a los adictos que deambulan erráticos por las calles. Decirle "ciudad del pecado" sería lo adecuado, pero yo considero que es más una ciudad del infierno. Con sus círculos, con sus monstruos bien coordinados en sus respectivos sectores. —¡Pero yo voy a purificar este chiquero, usando mi luz de la justicia! Y por suerte he vivido aquí el tiempo suficiente para saber que sectores están lo suficientemente vacíos para poder practicar mis discursos. Ojalá pudiera hacer buenos discursos. —No. Suena demasiado cursi, casi que de político. Llueve. Mi piel está gris, pero reluciente gracias a las gotas de agua que se deslizan sobre mi glamuroso cuerpo. Y mi piel brilla, gracias a la luz del neón de los carteles publicitarios a mi al rededor. La estación de trenes respeta mi hablar y mi silencio. A éstas horas de la noche es cuando los ciudadanos, al menos los inocentes y desprotegidos, prefieren evitar compartir asientos con malandros nocturnos... Pero tampoco es que estén muy seguros durante el día. Mi ropa pesa, pero casi ni la siento. Mi cabello está todo caído y húmedo, pero se puede arreglar. Mis ojos brillan, ni siquiera el neón puede opacar la luz azúl en ellos. Mis dientes puntiagudos son mostrados al mundo, una sonrisa involuntaria ante la llegada del tren fugitivo que fue tomado en la estación anterior por un grupo de ladrones que creía poder escapar de la justicia entre vagones. La hora ha llegado, el momento en que encarno a la justicia para castigar a la maldad con una buena dosis de alto voltaje. ◤◢◣◥◤◢◣◥
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  • Se posaba sobre la roca con la naturalidad de quien ha nacido para las alturas. Sus garras se aferraban al borde como si la piedra fuese rama, su silueta recortada contra el cielo grisáceo, inmóvil, pero no ausente. La brisa le alborotaba las plumas del cuello, y él ladeó la cabeza, atento a un sonido que sólo él parecía haber oído.

    Una brizna de aire.

    Graznó una vez, bajo, seco, apenas un rasguño en la quietud del crepúsculo. Y luego volvió a mirar. No al cielo, no a la tierra, sino a un punto entre ambos, como si leyera una escritura invisible flotando en el aire. Sus ojos, brasas encendidas en medio de tanta sombra, destellaron con un brillo ajeno al entorno. Comprendía más de lo que su pico jamás pronunciaría.

    Desde las alturas, vigilaba. Desde las ramas, escuchaba. Desde el hombro de su dueña, recordaba.

    No era un familiar, no era un demonio disfrazado, era un cuervo. Un cuervo común, sí, pero no corriente. Criado con magia, templado con silencio, y marcado por una mirada que conocía tanto la compasión como el castigo.

    Cuando alzó vuelo, lo hizo como lo haría cualquier otro cuervo: con un par de aleteos rítmicos, elevándose hacia los árboles. Pero sus ojos no dejaban de arder. Porque Nyktos ve, y Nyktos recuerda.

    Y cuando llega el momento… Grazna primero.

    Se posaba sobre la roca con la naturalidad de quien ha nacido para las alturas. Sus garras se aferraban al borde como si la piedra fuese rama, su silueta recortada contra el cielo grisáceo, inmóvil, pero no ausente. La brisa le alborotaba las plumas del cuello, y él ladeó la cabeza, atento a un sonido que sólo él parecía haber oído. Una brizna de aire. Graznó una vez, bajo, seco, apenas un rasguño en la quietud del crepúsculo. Y luego volvió a mirar. No al cielo, no a la tierra, sino a un punto entre ambos, como si leyera una escritura invisible flotando en el aire. Sus ojos, brasas encendidas en medio de tanta sombra, destellaron con un brillo ajeno al entorno. Comprendía más de lo que su pico jamás pronunciaría. Desde las alturas, vigilaba. Desde las ramas, escuchaba. Desde el hombro de su dueña, recordaba. No era un familiar, no era un demonio disfrazado, era un cuervo. Un cuervo común, sí, pero no corriente. Criado con magia, templado con silencio, y marcado por una mirada que conocía tanto la compasión como el castigo. Cuando alzó vuelo, lo hizo como lo haría cualquier otro cuervo: con un par de aleteos rítmicos, elevándose hacia los árboles. Pero sus ojos no dejaban de arder. Porque Nyktos ve, y Nyktos recuerda. Y cuando llega el momento… Grazna primero.
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  • ・‥...━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・
    El puente corroído por el hálito de incontables estaciones se extendía como una lengua de madera suspendida. Ella se hallaba allí, envuelta con pocos rayos solares y su mirada perdida entre los bambúes del entorno.

    Entonces, sin anuncio, un calor inexplicable rompió la quietud. Descendió como una pluma encendida. No hubo estruendo, no hubo relámpago. Solo la súbita presencia de algo demasiado bello para existir sin dolor. El fénix, criatura de llamas suaves y ojos que parecían conocer la tristeza de los astros moribundos, descendió junto a ella. Se posó a su lado con ternura, y su canto –si es que así podía llamarse aquel suspiro de lumbre– acarició la orilla del silencio como un poema que nadie se atrevió a escribir.

    Ella alzó una mano, y el ave se inclinó. Por un instante, el universo pareció detener su marcha, suspenso en la gravedad íntima de aquella comunión. Pero como todo en la vida de los que no pertenecen del todo a este plano, la paz fue efímera.

    Se escuchó un paso. Apenas un crujido en el umbral del bosque. Y el fénix súbitamente tenso, ladeó la cabeza. Sus plumas se agitaron y en su mirar ardía un presagio que no requería palabras. Con un leve batir, se alzó al cielo.

    Ella no lo siguió con la vista, y tampoco ya no miraba los bambúes. Solo escuchaba a alguien acercarse...
    ・‥...━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・ El puente corroído por el hálito de incontables estaciones se extendía como una lengua de madera suspendida. Ella se hallaba allí, envuelta con pocos rayos solares y su mirada perdida entre los bambúes del entorno. Entonces, sin anuncio, un calor inexplicable rompió la quietud. Descendió como una pluma encendida. No hubo estruendo, no hubo relámpago. Solo la súbita presencia de algo demasiado bello para existir sin dolor. El fénix, criatura de llamas suaves y ojos que parecían conocer la tristeza de los astros moribundos, descendió junto a ella. Se posó a su lado con ternura, y su canto –si es que así podía llamarse aquel suspiro de lumbre– acarició la orilla del silencio como un poema que nadie se atrevió a escribir. Ella alzó una mano, y el ave se inclinó. Por un instante, el universo pareció detener su marcha, suspenso en la gravedad íntima de aquella comunión. Pero como todo en la vida de los que no pertenecen del todo a este plano, la paz fue efímera. Se escuchó un paso. Apenas un crujido en el umbral del bosque. Y el fénix súbitamente tenso, ladeó la cabeza. Sus plumas se agitaron y en su mirar ardía un presagio que no requería palabras. Con un leve batir, se alzó al cielo. Ella no lo siguió con la vista, y tampoco ya no miraba los bambúes. Solo escuchaba a alguien acercarse...
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  • Morfeo camina en silencio por los paisajes fragmentados del Sueño, su silueta oscura recortada contra un cielo que cambia de color con cada pensamiento olvidado. El suelo bajo sus pies no es tierra ni piedra, sino recuerdos rotos, dispersos como hojas secas en otoño. A su alrededor, los sueños abandonados flotan sin rumbo: una risa infantil que se desvanece, un abrazo nunca dado, un rostro amado cuya forma ya no se recuerda del todo.

    Sus ojos, como dos pozos infinitos, no reflejan emoción, pero su andar es pesado, como si cada paso arrastrara siglos de soledad. En su mano, lleva un puñado de arena dorada, la misma que solía formar mundos enteros con solo un suspiro. Pero ahora la deja caer lentamente, sin moldearla, dejándola perderse entre los pliegues del olvido.

    Pasa junto a un trono vacío hecho de palabras no pronunciadas y se detiene, mirando hacia un horizonte donde se apagan las estrellas de los soñadores que ya no creen. El silencio lo rodea. Nadie lo llama. Nadie lo espera.

    Y así sigue Morfeo, el señor de los sueños, errante entre los deseos no cumplidos y las esperanzas que se deshicieron al amanecer. Solo en el lugar donde todos duermen, pero nadie lo ve.
    Morfeo camina en silencio por los paisajes fragmentados del Sueño, su silueta oscura recortada contra un cielo que cambia de color con cada pensamiento olvidado. El suelo bajo sus pies no es tierra ni piedra, sino recuerdos rotos, dispersos como hojas secas en otoño. A su alrededor, los sueños abandonados flotan sin rumbo: una risa infantil que se desvanece, un abrazo nunca dado, un rostro amado cuya forma ya no se recuerda del todo. Sus ojos, como dos pozos infinitos, no reflejan emoción, pero su andar es pesado, como si cada paso arrastrara siglos de soledad. En su mano, lleva un puñado de arena dorada, la misma que solía formar mundos enteros con solo un suspiro. Pero ahora la deja caer lentamente, sin moldearla, dejándola perderse entre los pliegues del olvido. Pasa junto a un trono vacío hecho de palabras no pronunciadas y se detiene, mirando hacia un horizonte donde se apagan las estrellas de los soñadores que ya no creen. El silencio lo rodea. Nadie lo llama. Nadie lo espera. Y así sigue Morfeo, el señor de los sueños, errante entre los deseos no cumplidos y las esperanzas que se deshicieron al amanecer. Solo en el lugar donde todos duermen, pero nadie lo ve.
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  • Mientras el cuerpo físico de Ina se mantiene flotando en una burbuja, su mente sigue anclada en el sueño del Halovian, y su sonrisa sigue siendo la de quien no sabe que está soñando. Allí, bajo un sol dorado, dos estudiantes caminan hacia su primera cita.

    La campana del institutó sonó, Ina salió apresurada esquivando a compañeros cuyos rostros empezaban a difuminarse como acuarelas bajo la lluvia. Solo Belial permanecía nítido, con una sonrisa que le hacía cosquillas en un recuerdo de su memoria que parecía no existir.

    —¡Beli-b... —pausa— digo, Belial~ —canturreó, ajustando su mochila, de la cual colgaba un mini peluche de pulpo que no recordaba haber puesto allí.

    Ambos avanzaron por el camino hacia el arcade. Ina caminaba junto a él, sus pasos sincronizados sobre la acera.

    Se detuvieron antes de cruzar la calle, Ina vio el semáforo: rojo-verde-morado... ¿Morado?. Parpadeó. Era amarillo, pero podría jurar que lo había visto morado. Sacudió su cabeza y cuando el semáforo se puso en rojo, avanzó a un lado de él.

    —Belial... ¿A veces no te pasa que...?

    Dudó. Las palabras se le enredaron en la lengua. ¿Qué le iba a decir? ¿Que estaba teniendo alucinaciones?

    —...Nah, ¡olvídalo! —sacudió la cabeza una vez más, riendo demasiado alto.

    Llegaron al local, se detuvieron un instante frente al letrero neón del arcade. Y cuando empujó la puerta de vidrio, por un segundo, creyó ver en el reflejo a Belial con...¿alas?. Pero rápidamente, su atención se desvió hacia las luces de colores, los sonidos, las risas y el ambiente. El arcade la envolvió.

    —Waaah, ¿que deberíamos jugar primero? —sus ojos brillaban como estrellas— ¿Sabías que los arcades son como rituales? Insertas monedas y rezas para que el universo no te humille...

    Suelta una risita que suena como campanitas rotas. Parpadea. Pausa. ¿Un ritual? ¿Que acaba de decir?. Su sonrisa se borra por 0.65 segundos. Da igual. Lo olvida rápidamente. Su sonrisa reaparece. Sigue tropezando con las mismas pistas, pero no las ve. ¿O tal vez es que no las quiere ver?
    Mientras el cuerpo físico de Ina se mantiene flotando en una burbuja, su mente sigue anclada en el sueño del Halovian, y su sonrisa sigue siendo la de quien no sabe que está soñando. Allí, bajo un sol dorado, dos estudiantes caminan hacia su primera cita. La campana del institutó sonó, Ina salió apresurada esquivando a compañeros cuyos rostros empezaban a difuminarse como acuarelas bajo la lluvia. Solo [anagenesis001] permanecía nítido, con una sonrisa que le hacía cosquillas en un recuerdo de su memoria que parecía no existir. —¡Beli-b... —pausa— digo, Belial~ —canturreó, ajustando su mochila, de la cual colgaba un mini peluche de pulpo que no recordaba haber puesto allí. Ambos avanzaron por el camino hacia el arcade. Ina caminaba junto a él, sus pasos sincronizados sobre la acera. Se detuvieron antes de cruzar la calle, Ina vio el semáforo: rojo-verde-morado... ¿Morado?. Parpadeó. Era amarillo, pero podría jurar que lo había visto morado. Sacudió su cabeza y cuando el semáforo se puso en rojo, avanzó a un lado de él. —Belial... ¿A veces no te pasa que...? Dudó. Las palabras se le enredaron en la lengua. ¿Qué le iba a decir? ¿Que estaba teniendo alucinaciones? —...Nah, ¡olvídalo! —sacudió la cabeza una vez más, riendo demasiado alto. Llegaron al local, se detuvieron un instante frente al letrero neón del arcade. Y cuando empujó la puerta de vidrio, por un segundo, creyó ver en el reflejo a Belial con...¿alas?. Pero rápidamente, su atención se desvió hacia las luces de colores, los sonidos, las risas y el ambiente. El arcade la envolvió. —Waaah, ¿que deberíamos jugar primero? —sus ojos brillaban como estrellas— ¿Sabías que los arcades son como rituales? Insertas monedas y rezas para que el universo no te humille... Suelta una risita que suena como campanitas rotas. Parpadea. Pausa. ¿Un ritual? ¿Que acaba de decir?. Su sonrisa se borra por 0.65 segundos. Da igual. Lo olvida rápidamente. Su sonrisa reaparece. Sigue tropezando con las mismas pistas, pero no las ve. ¿O tal vez es que no las quiere ver?
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  • El cielo estaba despejado, y el viento cálido acariciaba su rostro mientras la **nube voladora** se deslizaba suavemente entre las nubes.

    Jimoto, ahora con una **nueva chaqueta marrón** que se ajustaba perfectamente a su figura, se mantenía erguido sobre la nube, con los brazos abiertos y los ojos cerrados, como si respirara la paz que durante años se le había escapado.

    Ya no llevaba el ceño fruncido ni la expresión de un guerrero endurecido por el combate. Ahora, su sonrisa era sincera, ligera, como la brisa que lo acompañaba.

    Abriendo los ojos, observó el horizonte y rió con alegría.

    ★—¡Hace mucho que no me sentía tan... libre!

    La nube giró suavemente, como si compartiera la emoción de su jinete.

    ★—¡Vamos, compañera! ¡A donde el viento nos lleve!

    Y así, entre risas y cielos infinitos, Jimoto se perdió en el azul, no como un guerrero… sino como un alma feliz.
    El cielo estaba despejado, y el viento cálido acariciaba su rostro mientras la **nube voladora** se deslizaba suavemente entre las nubes. Jimoto, ahora con una **nueva chaqueta marrón** que se ajustaba perfectamente a su figura, se mantenía erguido sobre la nube, con los brazos abiertos y los ojos cerrados, como si respirara la paz que durante años se le había escapado. Ya no llevaba el ceño fruncido ni la expresión de un guerrero endurecido por el combate. Ahora, su sonrisa era sincera, ligera, como la brisa que lo acompañaba. Abriendo los ojos, observó el horizonte y rió con alegría. ★—¡Hace mucho que no me sentía tan... libre! La nube giró suavemente, como si compartiera la emoción de su jinete. ★—¡Vamos, compañera! ¡A donde el viento nos lleve! Y así, entre risas y cielos infinitos, Jimoto se perdió en el azul, no como un guerrero… sino como un alma feliz.
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