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    Al menos ya recuperé la PC, una de las 4 memorias RAM pasó a mejor vida, bueno a esperar cuando tenga la oportunidad de volver a completar la memoria RAM
    Al menos ya recuperé la PC, una de las 4 memorias RAM pasó a mejor vida, bueno a esperar cuando tenga la oportunidad de volver a completar la memoria RAM :STK-2:
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  • El bosque respiraba a su alrededor. No con la alegría de siempre, no con ese susurro juguetón que solía acariciar su cabello como un niño que pedía atención. Fauna caminaba descalza sobre la tierra húmeda, sintiendo cada grieta, cada herida abierta en el suelo. Era como si el mundo llorara a través de aquel bosque. Sus dedos se cerraron alrededor de su manzana dorada, pero hoy no brillaba. Hoy pesaba como un pecado.

    "¿Cuántas veces hemos muerto ya?"

    La pregunta flotó en su mente, como respuesta a las visiones que Aika le había mostrado hace unos días. Líneas de tiempo como cicatrices.

    Un estremecimiento recorrió su espalda. Las flores a sus pies se cerraron al contacto con sus lágrimas. Veneno. Ella, que solo sabía sanar, ahora goteaba amargura.

    — ¡No debería doler tanto! —golpeó el tronco de un roble, y al instante, la corteza se agrietó bajo sus nudillos.

    Retrocedió al instante, horrorizada. Ese no era su poder. El roble murió en segundos, sus hojas volviéndose polvo entre sus dedos.

    Algo crecía dentro de ella.

    No era solo la furia de la naturaleza, no era el vendaval que solía invocar cuando defendia a los suyos. Era algo más profundo, más oscuro. Como esos sucesos que Aika le mostró en un futuro dónde todo se perdía: raíces negras, retorciéndose en su pecho, ahogando su luz.

    — ¿Que debo hacer? ¿Matar? ¿Convertirme en tormenta hasta que nadie se atreva a alzar la voz? —se hundió de rodillas, y la tierra gritó a su alrededor. Los pájaros callaron. Las lágrimas no paraban de salir.

    Entonces lo vio: Un brote verde, frágil, abriéndose paso entre la tierra agrietada. Vida. Aún aquí. Aún a pesar de todo. Contuvo el aliento, y algo se quebró dentro de su pecho.

    Volvió a alzar la manzana dorado, y por primera vez tras varios días, un destello bailó en la superficie. No era la paz ingenua de antes. No era la furia ciega de la naturaleza herida. Era elección.

    — Si debo ser un huracán... al menos debería ser uno que siembre semillas en la destrucción...

    Cuando se levantó, el bosque retumbó con ella. Cerró los ojos, dejando que la brisa jugará con su cabello una vez más, como si las memorias de los caídos pudieran trenzarse entre sus hebras verdes y azules.

    — ¿De que servirán las líneas del tiempo si todas se tiñen igual?

    No importaba quien alzaba la espada primero, ni quien gritaba más fuerte. Al final, en todas las líneas de tiempo, el suelo siempre quedaba salpicado de lo mismo: Lágrimas. Dolor. Pérdida. Arrepentímiento.

    — Tal vez... el error está en creer que alguien tiene que ganar...
    El bosque respiraba a su alrededor. No con la alegría de siempre, no con ese susurro juguetón que solía acariciar su cabello como un niño que pedía atención. Fauna caminaba descalza sobre la tierra húmeda, sintiendo cada grieta, cada herida abierta en el suelo. Era como si el mundo llorara a través de aquel bosque. Sus dedos se cerraron alrededor de su manzana dorada, pero hoy no brillaba. Hoy pesaba como un pecado. "¿Cuántas veces hemos muerto ya?" La pregunta flotó en su mente, como respuesta a las visiones que Aika le había mostrado hace unos días. Líneas de tiempo como cicatrices. Un estremecimiento recorrió su espalda. Las flores a sus pies se cerraron al contacto con sus lágrimas. Veneno. Ella, que solo sabía sanar, ahora goteaba amargura. — ¡No debería doler tanto! —golpeó el tronco de un roble, y al instante, la corteza se agrietó bajo sus nudillos. Retrocedió al instante, horrorizada. Ese no era su poder. El roble murió en segundos, sus hojas volviéndose polvo entre sus dedos. Algo crecía dentro de ella. No era solo la furia de la naturaleza, no era el vendaval que solía invocar cuando defendia a los suyos. Era algo más profundo, más oscuro. Como esos sucesos que Aika le mostró en un futuro dónde todo se perdía: raíces negras, retorciéndose en su pecho, ahogando su luz. — ¿Que debo hacer? ¿Matar? ¿Convertirme en tormenta hasta que nadie se atreva a alzar la voz? —se hundió de rodillas, y la tierra gritó a su alrededor. Los pájaros callaron. Las lágrimas no paraban de salir. Entonces lo vio: Un brote verde, frágil, abriéndose paso entre la tierra agrietada. Vida. Aún aquí. Aún a pesar de todo. Contuvo el aliento, y algo se quebró dentro de su pecho. Volvió a alzar la manzana dorado, y por primera vez tras varios días, un destello bailó en la superficie. No era la paz ingenua de antes. No era la furia ciega de la naturaleza herida. Era elección. — Si debo ser un huracán... al menos debería ser uno que siembre semillas en la destrucción... Cuando se levantó, el bosque retumbó con ella. Cerró los ojos, dejando que la brisa jugará con su cabello una vez más, como si las memorias de los caídos pudieran trenzarse entre sus hebras verdes y azules. — ¿De que servirán las líneas del tiempo si todas se tiñen igual? No importaba quien alzaba la espada primero, ni quien gritaba más fuerte. Al final, en todas las líneas de tiempo, el suelo siempre quedaba salpicado de lo mismo: Lágrimas. Dolor. Pérdida. Arrepentímiento. — Tal vez... el error está en creer que alguien tiene que ganar...
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  • Más allá del subconciente quedan implementadas las memorias de aquellos que han sucumbido.

    Primero J.K el suicida que dió un paso adelante y cayó al mar.

    Después H.S quién perdió la cabeza en la primera guerra.

    Siguiendo sus pasos S.P el excéntrico que murió envenenado.

    Cuarto I.K la cantante masacrada por un fanático.

    Para el #5 dejo de contar sus tragedias.

    ¿Qué son en realidad?.
    ¿Cuál es el verdadero objetivo?.
    El principio del fin. El fin del principio.
    #11 ¿Serás tú la última pieza de este rompecabezas?.

    Más allá del subconciente quedan implementadas las memorias de aquellos que han sucumbido. Primero J.K el suicida que dió un paso adelante y cayó al mar. Después H.S quién perdió la cabeza en la primera guerra. Siguiendo sus pasos S.P el excéntrico que murió envenenado. Cuarto I.K la cantante masacrada por un fanático. Para el #5 dejo de contar sus tragedias. ¿Qué son en realidad?. ¿Cuál es el verdadero objetivo?. El principio del fin. El fin del principio. #11 ¿Serás tú la última pieza de este rompecabezas?.
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    "Mis memorias."

    23 de noviembre.
    Una semana antes me habían pedido viajar a el noroeste de las tierras Celestes, ¿el motivo? Un enano de la tribu más antigua que a habitado esos bosques se encontraba enfermo, habían llegado a escuchar de mi por otras misiones exitosas que había tenido cerca de allí por lo cual me contactaron.

    Viaje sin problema alguno hasta ellos, todos me recibieron con cordialidad, lo cual agradezco infinitamente, sin embargo al ver al afectado, me percato de que la enfermedad ya estaba muy avanzada, yo no podía hacer más... no podía derrotar a la muerte... el ciclo natural de la vida debía seguir con su curso. Con pociones naturales ayude a mitigar el dolor de su cuerpo, a él le gustaba mucho contarme sus tantas aventuras y el como salía librado de todas esas situaciones tan chuscas y precipitadas, yo amaba escucharlo y ver en su rostro la felicidad y orgullo que sentía por contarmelas.

    Finalmente su muerte llego, todo el pueblo se reunió para dar tributo al enano que con valor defendió muchas veces a los suyos, ofrecieron todo tipo de riquezas en su honor, para finalmente sepultarlo en lo más alto del bosque y junto con el un árbol que crecería fuerte como lo fue él en vida.

    Me hubiera gustado ayudar de otra manera, el saber que mi magia no podía hacer más me afecto de sobremanera, después entendí que no fue mi culpa y que al final le pude brindar calidez y alegría en sus últimos días. Nos veremos pronto Nori... querido amigo.
    "Mis memorias." 23 de noviembre. Una semana antes me habían pedido viajar a el noroeste de las tierras Celestes, ¿el motivo? Un enano de la tribu más antigua que a habitado esos bosques se encontraba enfermo, habían llegado a escuchar de mi por otras misiones exitosas que había tenido cerca de allí por lo cual me contactaron. Viaje sin problema alguno hasta ellos, todos me recibieron con cordialidad, lo cual agradezco infinitamente, sin embargo al ver al afectado, me percato de que la enfermedad ya estaba muy avanzada, yo no podía hacer más... no podía derrotar a la muerte... el ciclo natural de la vida debía seguir con su curso. Con pociones naturales ayude a mitigar el dolor de su cuerpo, a él le gustaba mucho contarme sus tantas aventuras y el como salía librado de todas esas situaciones tan chuscas y precipitadas, yo amaba escucharlo y ver en su rostro la felicidad y orgullo que sentía por contarmelas. Finalmente su muerte llego, todo el pueblo se reunió para dar tributo al enano que con valor defendió muchas veces a los suyos, ofrecieron todo tipo de riquezas en su honor, para finalmente sepultarlo en lo más alto del bosque y junto con el un árbol que crecería fuerte como lo fue él en vida. Me hubiera gustado ayudar de otra manera, el saber que mi magia no podía hacer más me afecto de sobremanera, después entendí que no fue mi culpa y que al final le pude brindar calidez y alegría en sus últimos días. Nos veremos pronto Nori... querido amigo.
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  • Kiara- Edad actualmente no reconocida. Edad de apariencia: 20 años.
    Siglo de la tragedia: No reconocido

    𝑹𝒆𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒐𝒔.

    Kiara es una joven marcada por la tragedia y la resiliencia. Varios años habían pasado desde que su pueblo fue arrasado, pero las memorias de su infancia aún resuenan en su mente como ecos lejanos. Recuerda los días soleados en los que corría libre entre los árboles, el aroma del campo y las risas de sus amigos. Cada rincón de aquel lugar estaba impregnado de magia y alegría, un hogar que ahora solo existe en sus recuerdos.

    La noche de la tragedia sigue grabada a fuego en su corazón. Huyó por el río, malherida y asustada, sintiendo cómo las aguas turbulentas la arrastraban lejos de todo lo que conocía. En ese momento de desesperación, casi se rindió; el cansancio la envolvía como una sombra oscura. Sin embargo, el destino tenía otros planes para ella. Fue rescatada por los guardias de un rey benevolente, un hombre que se convirtió en una figura paterna para Kiara. Aunque era humano, él vio más allá de su apariencia; reconoció su valor y su potencial.

    Bajo su tutela, Kiara aprendió a luchar con destreza y astucia, convirtiéndose en una guerrera fuerte e inteligente. El rey le enseñó no solo a defenderse, sino también a liderar con compasión y justicia. A pesar de ser un humano en un mundo que había traicionado a su pueblo, Kiara desarrolló un profundo aprecio por él. Se sintió protegida bajo su manto y encontró en él una nueva familia.

    Sin embargo, con el tiempo, la verdad sobre su naturaleza comenzó a salir a la luz. La gente del reino empezó a notar que no envejecía como ellos; sus rasgos permanecían inalterables mientras los demás pasaban por el ciclo natural de la vida. Temiendo ser descubierta y enfrentarse al mismo destino que había llevado a su pueblo a la ruina, decidió huir nuevamente. Dejó atrás el trono que había llegado a ocupar con tanto esfuerzo y sacrificio, dejando ese puesto en manos de un tirano.

    Ahora, Kiara vaga por tierras desconocidas, llevando consigo el peso del pasado y la esperanza de encontrar un nuevo propósito. Su corazón está dividido entre el amor por el rey que le dio una segunda oportunidad y el dolor por lo perdido. Aunque ha dejado atrás un reino que podría haber sido suyo, sigue buscando un lugar donde pueda ser libre sin temor a ser cazada nuevamente; un lugar donde pueda reconciliarse con su identidad como Kitsune y honrar la memoria de aquellos que ya no están.
    Kiara- Edad actualmente no reconocida. Edad de apariencia: 20 años. Siglo de la tragedia: No reconocido 𝑹𝒆𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒐𝒔. Kiara es una joven marcada por la tragedia y la resiliencia. Varios años habían pasado desde que su pueblo fue arrasado, pero las memorias de su infancia aún resuenan en su mente como ecos lejanos. Recuerda los días soleados en los que corría libre entre los árboles, el aroma del campo y las risas de sus amigos. Cada rincón de aquel lugar estaba impregnado de magia y alegría, un hogar que ahora solo existe en sus recuerdos. La noche de la tragedia sigue grabada a fuego en su corazón. Huyó por el río, malherida y asustada, sintiendo cómo las aguas turbulentas la arrastraban lejos de todo lo que conocía. En ese momento de desesperación, casi se rindió; el cansancio la envolvía como una sombra oscura. Sin embargo, el destino tenía otros planes para ella. Fue rescatada por los guardias de un rey benevolente, un hombre que se convirtió en una figura paterna para Kiara. Aunque era humano, él vio más allá de su apariencia; reconoció su valor y su potencial. Bajo su tutela, Kiara aprendió a luchar con destreza y astucia, convirtiéndose en una guerrera fuerte e inteligente. El rey le enseñó no solo a defenderse, sino también a liderar con compasión y justicia. A pesar de ser un humano en un mundo que había traicionado a su pueblo, Kiara desarrolló un profundo aprecio por él. Se sintió protegida bajo su manto y encontró en él una nueva familia. Sin embargo, con el tiempo, la verdad sobre su naturaleza comenzó a salir a la luz. La gente del reino empezó a notar que no envejecía como ellos; sus rasgos permanecían inalterables mientras los demás pasaban por el ciclo natural de la vida. Temiendo ser descubierta y enfrentarse al mismo destino que había llevado a su pueblo a la ruina, decidió huir nuevamente. Dejó atrás el trono que había llegado a ocupar con tanto esfuerzo y sacrificio, dejando ese puesto en manos de un tirano. Ahora, Kiara vaga por tierras desconocidas, llevando consigo el peso del pasado y la esperanza de encontrar un nuevo propósito. Su corazón está dividido entre el amor por el rey que le dio una segunda oportunidad y el dolor por lo perdido. Aunque ha dejado atrás un reino que podría haber sido suyo, sigue buscando un lugar donde pueda ser libre sin temor a ser cazada nuevamente; un lugar donde pueda reconciliarse con su identidad como Kitsune y honrar la memoria de aquellos que ya no están.
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  • El bosque se alzaba en sombras vivientes, sus troncos retorcidos como figuras esculpidas por el tiempo, sus ramas desnudas entrelazándose contra la bóveda oscura del cielo. El aire era denso con el aroma de la tierra húmeda, impregnado por el aliento musgoso de los árboles centenarios que se erguían como guardianes de un reino olvidado. Entre sus raíces nudosas, el silencio se enroscaba como un animal dormido, interrumpido solo por el murmullo lejano del viento filtrándose a través de las copas.

    La luna, alta y distante, vertía su luz pálida a través del dosel, con la frialdad de un ojo que observa sin intervenir. Su resplandor deslavado caía en delgadas franjas entre las hojas, bañando el suelo con manchas de plata líquida que se desvanecían en la penumbra circundante, allí donde las sombras se volvían tan densas que parecían absorber la propia luz. El claro donde ella se encontraba no era una excepción: en su centro, el lago yacía inmóvil, su superficie un espejo turbio que reflejaba el cielo estrellado y el contorno de los árboles inclinándose sobre él como figuras expectantes.

    Ella estaba allí, en el corazón de aquel rincón olvidado por el tiempo, de rodillas junto al borde del agua. La hierba húmeda se adhería a la tela de su manto negro, esparcido a su alrededor como una extensión de la misma sombra en la que se hallaba envuelta. Se fundía con la penumbra, indistinguible.

    Su cabello, suelto por primera vez en incontables noches, flotaba en el aire con la lentitud de la niebla atrapada en la brisa. Se deslizaba sobre sus hombros, algunas hebras rozando la superficie del agua con movimientos casi imperceptibles, perturbando apenas su reflejo. En el espejo líquido, su imagen se veía alterada, desdibujada por ondas minúsculas que hacían que su silueta pareciera fluctuar entre lo real y lo ilusorio.

    Sus alas, plegadas con una rigidez inusual contra su espalda, parecían más pesadas que nunca. No solo en el sentido físico, sino en algo más profundo, más insidioso. Como si aquella quietud que la rodeaba las mantuviera ancladas, encadenadas a algo que no podía verse ni tocarse.

    El aire a su alrededor era frío, pero no de la manera en que lo es el invierno, con su mordedura nítida y certera. Era un frío más sutil, un escalofrío que se deslizaba bajo la piel, que se filtraba en los huesos como un eco de memorias atrapadas en la bruma. Un frío que parecía emanar de la propia tierra, de la piedra sumergida en la profundidad del lago, de los árboles que habían estado allí por siglos, testigos silenciosos de incontables noches como esta.

    El aire estaba cargado de matices sutiles, esencias que se entrelazaban en la penumbra como hilos invisibles de un tapiz antiguo. La humedad de la noche impregnaba cada aliento con el perfume de la tierra negra, aún tibia de la luz extinguida del día. Había un dejo de musgo fresco y corteza húmeda, el aroma denso y profundo de los árboles viejos cuyas raíces se hundían en lo desconocido. En algún rincón, una flor oculta exhalaba una fragancia tenue, casi imperceptible, un susurro efímero de dulzura que se perdía antes de poder aferrarse del todo.

    Era un aroma cargado de vida, y sin embargo, había en él algo melancólico, como si el bosque respirara con la calma de un sueño olvidado. La brisa llevaba consigo rastros de agua estancada, un eco de humedad y quietud ancestral proveniente del lago, donde la superficie inmóvil conservaba el olor de las piedras sumergidas, del fango frío que yacía en sus profundidades. No era desagradable.

    El ambiente estaba impregnado de silencio. Era una mudez viva, tejida con los sonidos más pequeños y casi imperceptibles: el roce lejano de hojas al moverse con la brisa apenas perceptible, el crujido esporádico de una rama, el tenue zumbido de una criatura nocturna oculta entre las sombras. Cada sonido era un susurro contenido, un murmullo dentro de la inmensidad, como si el bosque entero escuchara, como si aguardara algo sin romper nunca su propia vigilia.

    Pero ella no se movió. Sus dedos descansaban sobre la hierba empapada, apenas rozando la humedad fría que se acumulaba en las hojas. Sus ojos, brasas encendidas en la penumbra, no miraban el reflejo, ni el lago, ni el bosque a su alrededor. Se perdían más allá, en un punto imposible de alcanzar.

    Pero algo la arrastró sutilmente fuera de su ensoñación.

    No fue un sonido evidente ni una alteración brusca. Fue la ausencia de algo que, hasta ese momento, había formado parte de aquel equilibrio silencioso. Un murmullo que cesó antes de tiempo. Una brizna de hierba que no volvió a oscilar con el viento. Un reflejo en el agua que pareció tensarse por una fracción de segundo antes de volver a la calma.

    No levantó la cabeza. Sus alas no se tensaron, sus manos no se apartaron del agua. Apenas si parpadeó. Pero en la inmovilidad de su postura había un matiz distinto ahora, un detenimiento apenas perceptible en la cadencia de su respiración.

    Si alguien estaba allí, su presencia era tolerada, aunque envuelta en el velo cauteloso del ángel.
    El bosque se alzaba en sombras vivientes, sus troncos retorcidos como figuras esculpidas por el tiempo, sus ramas desnudas entrelazándose contra la bóveda oscura del cielo. El aire era denso con el aroma de la tierra húmeda, impregnado por el aliento musgoso de los árboles centenarios que se erguían como guardianes de un reino olvidado. Entre sus raíces nudosas, el silencio se enroscaba como un animal dormido, interrumpido solo por el murmullo lejano del viento filtrándose a través de las copas. La luna, alta y distante, vertía su luz pálida a través del dosel, con la frialdad de un ojo que observa sin intervenir. Su resplandor deslavado caía en delgadas franjas entre las hojas, bañando el suelo con manchas de plata líquida que se desvanecían en la penumbra circundante, allí donde las sombras se volvían tan densas que parecían absorber la propia luz. El claro donde ella se encontraba no era una excepción: en su centro, el lago yacía inmóvil, su superficie un espejo turbio que reflejaba el cielo estrellado y el contorno de los árboles inclinándose sobre él como figuras expectantes. Ella estaba allí, en el corazón de aquel rincón olvidado por el tiempo, de rodillas junto al borde del agua. La hierba húmeda se adhería a la tela de su manto negro, esparcido a su alrededor como una extensión de la misma sombra en la que se hallaba envuelta. Se fundía con la penumbra, indistinguible. Su cabello, suelto por primera vez en incontables noches, flotaba en el aire con la lentitud de la niebla atrapada en la brisa. Se deslizaba sobre sus hombros, algunas hebras rozando la superficie del agua con movimientos casi imperceptibles, perturbando apenas su reflejo. En el espejo líquido, su imagen se veía alterada, desdibujada por ondas minúsculas que hacían que su silueta pareciera fluctuar entre lo real y lo ilusorio. Sus alas, plegadas con una rigidez inusual contra su espalda, parecían más pesadas que nunca. No solo en el sentido físico, sino en algo más profundo, más insidioso. Como si aquella quietud que la rodeaba las mantuviera ancladas, encadenadas a algo que no podía verse ni tocarse. El aire a su alrededor era frío, pero no de la manera en que lo es el invierno, con su mordedura nítida y certera. Era un frío más sutil, un escalofrío que se deslizaba bajo la piel, que se filtraba en los huesos como un eco de memorias atrapadas en la bruma. Un frío que parecía emanar de la propia tierra, de la piedra sumergida en la profundidad del lago, de los árboles que habían estado allí por siglos, testigos silenciosos de incontables noches como esta. El aire estaba cargado de matices sutiles, esencias que se entrelazaban en la penumbra como hilos invisibles de un tapiz antiguo. La humedad de la noche impregnaba cada aliento con el perfume de la tierra negra, aún tibia de la luz extinguida del día. Había un dejo de musgo fresco y corteza húmeda, el aroma denso y profundo de los árboles viejos cuyas raíces se hundían en lo desconocido. En algún rincón, una flor oculta exhalaba una fragancia tenue, casi imperceptible, un susurro efímero de dulzura que se perdía antes de poder aferrarse del todo. Era un aroma cargado de vida, y sin embargo, había en él algo melancólico, como si el bosque respirara con la calma de un sueño olvidado. La brisa llevaba consigo rastros de agua estancada, un eco de humedad y quietud ancestral proveniente del lago, donde la superficie inmóvil conservaba el olor de las piedras sumergidas, del fango frío que yacía en sus profundidades. No era desagradable. El ambiente estaba impregnado de silencio. Era una mudez viva, tejida con los sonidos más pequeños y casi imperceptibles: el roce lejano de hojas al moverse con la brisa apenas perceptible, el crujido esporádico de una rama, el tenue zumbido de una criatura nocturna oculta entre las sombras. Cada sonido era un susurro contenido, un murmullo dentro de la inmensidad, como si el bosque entero escuchara, como si aguardara algo sin romper nunca su propia vigilia. Pero ella no se movió. Sus dedos descansaban sobre la hierba empapada, apenas rozando la humedad fría que se acumulaba en las hojas. Sus ojos, brasas encendidas en la penumbra, no miraban el reflejo, ni el lago, ni el bosque a su alrededor. Se perdían más allá, en un punto imposible de alcanzar. Pero algo la arrastró sutilmente fuera de su ensoñación. No fue un sonido evidente ni una alteración brusca. Fue la ausencia de algo que, hasta ese momento, había formado parte de aquel equilibrio silencioso. Un murmullo que cesó antes de tiempo. Una brizna de hierba que no volvió a oscilar con el viento. Un reflejo en el agua que pareció tensarse por una fracción de segundo antes de volver a la calma. No levantó la cabeza. Sus alas no se tensaron, sus manos no se apartaron del agua. Apenas si parpadeó. Pero en la inmovilidad de su postura había un matiz distinto ahora, un detenimiento apenas perceptible en la cadencia de su respiración. Si alguien estaba allí, su presencia era tolerada, aunque envuelta en el velo cauteloso del ángel.
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  • Vestigia .

    El espejo

    Quien soy y que ha de ser .. maravillosa pregunta, a responder en la verdad diría un ilusionista, creador y destructor a voluntad, el suspiro de un corazón sin miedos y el latido que hace vibrar el espejo, revelado sin miedo, caballero y guerrero también aventurero, que no se diga que no dije y no advertí, pirata soy y mi placer es robar y conquistar corazones, que alguno venga con intención de hacerme guerra y lo haré vivir el peor error y lamentara las consecuencias de sus acciones, yo no conozco la piedad, el perdón no existe, vida por alma que mi tormento y mi castigo es eterno, que diré, quien soy, en este mundo y está versión soy un caballero con alma de fuego, escribiré canciones y daré versos, en este mundo, en esta vida, hasta que la vida me bendiga con una muerte digna, no tenga por mal alguno que está vida no soy de hacer mal soy de complacer, ni juzgo a quien porque no soy quien, versiones muchas y sin corazón, la lógica piensa el corazón no olvida, recuerdos y memorias vergüenzas o glorias, que más da si bailas con migo así sea una vez voy a ofrecerte un sueño irrepetible, porque eso somos irremediablemente fantasías en un espejo que no se repiten, el reflejo no regresa el tiempo .
    Vestigia . El espejo Quien soy y que ha de ser .. maravillosa pregunta, a responder en la verdad diría un ilusionista, creador y destructor a voluntad, el suspiro de un corazón sin miedos y el latido que hace vibrar el espejo, revelado sin miedo, caballero y guerrero también aventurero, que no se diga que no dije y no advertí, pirata soy y mi placer es robar y conquistar corazones, que alguno venga con intención de hacerme guerra y lo haré vivir el peor error y lamentara las consecuencias de sus acciones, yo no conozco la piedad, el perdón no existe, vida por alma que mi tormento y mi castigo es eterno, que diré, quien soy, en este mundo y está versión soy un caballero con alma de fuego, escribiré canciones y daré versos, en este mundo, en esta vida, hasta que la vida me bendiga con una muerte digna, no tenga por mal alguno que está vida no soy de hacer mal soy de complacer, ni juzgo a quien porque no soy quien, versiones muchas y sin corazón, la lógica piensa el corazón no olvida, recuerdos y memorias vergüenzas o glorias, que más da si bailas con migo así sea una vez voy a ofrecerte un sueño irrepetible, porque eso somos irremediablemente fantasías en un espejo que no se repiten, el reflejo no regresa el tiempo .
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  • No podía quedarme quieto.

    No sé si los seres como yo pueden sentir ansiedad, pero algo dentro de mí no me dejaba estar en paz.

    Si no podía regresar a la pradera, entonces ayudaría en otros lugares. No importaba cuán lejos estuvieran.

    ~ No me echaré a llorar en un rincón del vacío, eso sería deprimente hasta para mí. ~

    Así que caminé.

    O floté.

    O simplemente aparecí en distintos mundos.

    Algunas dimensiones eran hermosas, llenas de luz y melodías que hacían vibrar el alma. Otras eran ruinas interminables, donde solo quedaban sombras de lo que una vez fue.

    Algunas me aceptaban.

    Otras intentaban destruirme en cuanto me veían.

    Pero seguí adelante.

    En un mundo donde el cielo era de un púrpura hirviente, ayudé a un niño de cristal a encontrar su reflejo perdido.

    En una ciudad suspendida en el borde de una tormenta eterna, guié a un viajero que llevaba siglos buscando el camino a casa.

    En un reino hecho de memorias olvidadas, salvé a un ser hecho de palabras antes de que fuera devorado por el olvido.

    Algunos me agradecían.

    Otros me temían.

    Pero yo no hacía esto por ellos.

    Lo hacía para no olvidar quién soy.

    Para no olvidar por qué comencé todo esto.

    ~ Ayudar a los perdidos… ese siempre ha sido mi propósito, ¿no? ~

    Y si la pradera no me deja regresar, entonces convertiré todo el multiverso en mi campo de acción.

    Seguiré buscando el camino de vuelta.

    Pero mientras lo hago…

    Seguiré ayudando.
    No podía quedarme quieto. No sé si los seres como yo pueden sentir ansiedad, pero algo dentro de mí no me dejaba estar en paz. Si no podía regresar a la pradera, entonces ayudaría en otros lugares. No importaba cuán lejos estuvieran. ~ No me echaré a llorar en un rincón del vacío, eso sería deprimente hasta para mí. ~ Así que caminé. O floté. O simplemente aparecí en distintos mundos. Algunas dimensiones eran hermosas, llenas de luz y melodías que hacían vibrar el alma. Otras eran ruinas interminables, donde solo quedaban sombras de lo que una vez fue. Algunas me aceptaban. Otras intentaban destruirme en cuanto me veían. Pero seguí adelante. En un mundo donde el cielo era de un púrpura hirviente, ayudé a un niño de cristal a encontrar su reflejo perdido. En una ciudad suspendida en el borde de una tormenta eterna, guié a un viajero que llevaba siglos buscando el camino a casa. En un reino hecho de memorias olvidadas, salvé a un ser hecho de palabras antes de que fuera devorado por el olvido. Algunos me agradecían. Otros me temían. Pero yo no hacía esto por ellos. Lo hacía para no olvidar quién soy. Para no olvidar por qué comencé todo esto. ~ Ayudar a los perdidos… ese siempre ha sido mi propósito, ¿no? ~ Y si la pradera no me deja regresar, entonces convertiré todo el multiverso en mi campo de acción. Seguiré buscando el camino de vuelta. Pero mientras lo hago… Seguiré ayudando.
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  • 𝐹𝑎𝑐𝑖𝑙𝑖𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑒𝑛𝑠𝑢𝑠 𝐴𝑣𝑒𝑟𝑛𝑜
    Categoría Fantasía
    𝗥𝗼𝗹 𝗮𝗯𝗶𝗲𝗿𝘁𝗼

    Ten un poco de miedo al camino hacia el infierno.
    Suena tentador y atractivo, poserlo todo y dar lo que nunca te perteneció. Eso fue lo que Jace tuvo que sufrir, ser un sacrificio en un juego bajo una trampa vestida de inocencia, para cuando se dio cuenta de las siniestras intenciones, se encontraba lejos de todo lo conocido, vagando de un lado a otro como un nómada sin hogar.

    Extrañar el olor de algo, el calor de alguien, la idea de ser y oertenecer, ahí ya hacia solo una sensación pero nada mas que el rojizo cabello, los ojos tan conocidos como los suyos, la elegancia y familiar silueta, así como la torpeza y magnificencia de personas que no podía recordar.  ¿Qué soy? Se preguntaba Jace constantemente. Saber su nombre era un consuelo para saciar la codicia de su corazon inquieto ¿Qué busco? Sin respuesta sin forma, solo un cuestionamiento que algunas criaturas consideraban dignas de burla ¿Puedo volver? Lo que nisiquiera quería saber pues si lo que obtenía era un no se rompería como metal sobre la fragua, inamovible una vez que el frio lo sellase sin remedio.

    Caminar por todos lados era una buena forma de darse un respiro de la voz repitiendo su nombre al vacío de sus memorias. Mirar cada rincón sin explorar buscando magia suficiente para darle sentido a su pensamiento, sin ser imprudente, quería volver entero a casa no podía darse el gusto de sentir un extremo dolor para pasar pagina, supuso, la bella voz se molestaría con el por ser imprudente.

    -Espero poder volver pronto. Quiero saber de quien es esa voz.

    Despues de todo, el nombre pandemonium del bar, resguardo de la criatura, sonaba aun menos alentador despertando viejos sentimientos que le hicieron poner una risa burlona llena de ironía y otro montón de borrosas memorias 'El ángel esta dándome señales extrañas' del cielo al infierno, así se interpretaba todo.

    - 𝐹𝑎𝑐𝑖𝑙𝑖𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑒𝑛𝑠𝑢𝑠 𝐴𝑣𝑒𝑟𝑛𝑜. Y con eso, otra noche menos para descansar.

    Que las respuestas aparezcan, como por arte de brujería, quizás y con toda la buena fortuna, un día podría encontrar el lugar anhelado.
    𝗥𝗼𝗹 𝗮𝗯𝗶𝗲𝗿𝘁𝗼 Ten un poco de miedo al camino hacia el infierno. Suena tentador y atractivo, poserlo todo y dar lo que nunca te perteneció. Eso fue lo que Jace tuvo que sufrir, ser un sacrificio en un juego bajo una trampa vestida de inocencia, para cuando se dio cuenta de las siniestras intenciones, se encontraba lejos de todo lo conocido, vagando de un lado a otro como un nómada sin hogar. Extrañar el olor de algo, el calor de alguien, la idea de ser y oertenecer, ahí ya hacia solo una sensación pero nada mas que el rojizo cabello, los ojos tan conocidos como los suyos, la elegancia y familiar silueta, así como la torpeza y magnificencia de personas que no podía recordar.  ¿Qué soy? Se preguntaba Jace constantemente. Saber su nombre era un consuelo para saciar la codicia de su corazon inquieto ¿Qué busco? Sin respuesta sin forma, solo un cuestionamiento que algunas criaturas consideraban dignas de burla ¿Puedo volver? Lo que nisiquiera quería saber pues si lo que obtenía era un no se rompería como metal sobre la fragua, inamovible una vez que el frio lo sellase sin remedio. Caminar por todos lados era una buena forma de darse un respiro de la voz repitiendo su nombre al vacío de sus memorias. Mirar cada rincón sin explorar buscando magia suficiente para darle sentido a su pensamiento, sin ser imprudente, quería volver entero a casa no podía darse el gusto de sentir un extremo dolor para pasar pagina, supuso, la bella voz se molestaría con el por ser imprudente. -Espero poder volver pronto. Quiero saber de quien es esa voz. Despues de todo, el nombre pandemonium del bar, resguardo de la criatura, sonaba aun menos alentador despertando viejos sentimientos que le hicieron poner una risa burlona llena de ironía y otro montón de borrosas memorias 'El ángel esta dándome señales extrañas' del cielo al infierno, así se interpretaba todo. - 𝐹𝑎𝑐𝑖𝑙𝑖𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑒𝑛𝑠𝑢𝑠 𝐴𝑣𝑒𝑟𝑛𝑜. Y con eso, otra noche menos para descansar. Que las respuestas aparezcan, como por arte de brujería, quizás y con toda la buena fortuna, un día podría encontrar el lugar anhelado.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    10
    Estado
    Disponible
    0 turnos 0 maullidos
  • ᴇʟíᴀꜱ
    ──────
    En Knaresborough cada nueva generación de neófitos "Llamas de sangre" eran censados y asignados a una unidad de nodrizas quienes los criarían y educarían desde el momento que terminaran de lactar, asignándole nombres aleatorios con el fin de no poder ser identificados por sus padres a medida que crezcan, el vínculo paternal era roto al momento que la madre dejaba de amamantar, luego de eso, sería un adiós para siempre.

    Así pasaba con cada infante de esta tribu que cada año crecía en número volviéndose más y más poderosa.

    Los padres asumían el arrebatamiento de sus hijos como algo natural parte del ciclo de vida. Los nuevos habitantes del pueblo serían inducidos a un duro entrenamiento y adoctrinamiento militar apenas tuvieran consciencia del porqué y con qué fin habían sido concebidos.

    Este no era el caso de Elías, hijo de Hamza, un Llama de Sangre y Astrid, arquera Nórdica quien se había asentado en la tribu sin saber lo que significaría ser madre en un lugar como ese. La única forma de que una extranjera sea aceptada y recibida en Knaresborough era procrear y pasar por el rito de brazas calientes en cuencos con agua de mar durante la luna sangrienta para que así, por este pacto, el niño naciera con poderes de fuego... un soldado más para la ambiciosa colección del gobernante en ese entonces.

    Las madres quedaban con quemaduras de segundo grado en gran parte de sus cuerpos, era el costo de procrear bebés con poderes sobrenaturales

    Astrid, como las demás sufrió el mismo destino, tardó un largo tiempo en sanar las cicatrices que las brazas habían hecho en su piel. Ella, después de todo este sacrificio no daría su único hijo así como así, lo amaba sin conocerlo aún, no lo dejaría ir. Tenía que encontrar la manera de no perderlo.

    Pasó el tiempo y Elías era un hermoso y feliz bebé pelirrojo de pocos meses, cuando con mucho pesar Astrid le pidió a su esposo Hamza que lo marcara en su espalda, una huella al rojo vivo que no se borarría, la señal que aún estando lejos les indicaría quien era su hijo. Y así fue, el niño creció ganándose el respeto y cariño de las personas que estaban a su cargo. Mientras sus padres biológicos jamás dejaron de verlo y compartir con él a escondidas entregando todos sus conocimientos y amor a su preciado hijo.
    Como pocos pudo conocer a sus padres y mantener una relación de familia en lo secreto de las vigilias, en la soledad y con ellos podía llamarse con su legítimo nombre: Elías, pero para todos los demás era conocido como Gaspar el joven promesa.

    En una de tantas veladas con sus padres recibió una noticia que traía consigo una gran responsabilidad: Su madre Astrid esperaba una niña; su nombre sería Elizabeth y por ella también haría el rito de la luna roja aunque eso significara pasar por el doloroso proceso de sanación.

    Pasó el tiempo y Elizabeth pequeña todavía ya era parte de un grupo que en el futuro tenían todas las fichas puestas para ser el escuadrón combativo más letal de los últimos tiempos.

    A diferencia de su hermano, Liz no fue marcada ya que sus padres fueron asesinados por alta traición (a penas ella nació) al descubrir que mantenían contacto con su hijo, más nunca descubrieron de quien se trataba.
    Elías hizo unos arreglos con una de las nodrisas que afortunadamente lo tenían en gran estima para registrar con el nombre real a la pequeña pelirroja, nunca se presentó ante ella como su familiar, la observaba y cuidaba a distancia siempre que podía.

    El año del Búho llegó y con este el terrible genocidio de toda la tribu, muchos murieron y a él lo tomaron prisionero, entre cinco fue engrillado y arrastrado hasta un barco para hacerlo esclavo en el viejo continente. Su mundo se había destrozado por completo el corazón le dolía causando en cada palpitar agudas punzadas, pero entonces la vio... su pequeña hermanita se escabullía para ser libre. Elizabeth lo logró, eso quería creer, era una chispa de esperanza. Lograría escapar y la encontraría donde sea que estuviera sólo tenía que esperar el tiempo adecuado.

    A͟͞c͟͞t͟͞u͟͞a͟͞l͟͞i͟͞d͟͞a͟͞d͟͞ ͟͞

    Seis años pasaron para lograr su ansiada independencia después de un largo y tortuoso tiempo como esclavo al fin pudo emprender su búsqueda. Recordaba a Elizabeth como una niña, sería difícil dar con ella dependiendo sólo de sus memorias.
    Por suerte para él, después de un par de años de intensa investigación arribó a uno de los poblados donde Liz había adquirido cierta popularidad como la Reina Escarlata: una guerrera de ojos carmesí y la furia de su llama que consumía todo a su paso. Elías no dudó, era ella.

    Siguió migaja por migaja que obtenía de información recorriendo cada lugar que Liz había pisado hasta que despues de miles de kilómetros recorridos de travesía llegó a Kyoto.

    ── Te encontraré Elizabeth, aunque sea lo último que haga
    ᴇʟíᴀꜱ ────── En Knaresborough cada nueva generación de neófitos "Llamas de sangre" eran censados y asignados a una unidad de nodrizas quienes los criarían y educarían desde el momento que terminaran de lactar, asignándole nombres aleatorios con el fin de no poder ser identificados por sus padres a medida que crezcan, el vínculo paternal era roto al momento que la madre dejaba de amamantar, luego de eso, sería un adiós para siempre. Así pasaba con cada infante de esta tribu que cada año crecía en número volviéndose más y más poderosa. Los padres asumían el arrebatamiento de sus hijos como algo natural parte del ciclo de vida. Los nuevos habitantes del pueblo serían inducidos a un duro entrenamiento y adoctrinamiento militar apenas tuvieran consciencia del porqué y con qué fin habían sido concebidos. Este no era el caso de Elías, hijo de Hamza, un Llama de Sangre y Astrid, arquera Nórdica quien se había asentado en la tribu sin saber lo que significaría ser madre en un lugar como ese. La única forma de que una extranjera sea aceptada y recibida en Knaresborough era procrear y pasar por el rito de brazas calientes en cuencos con agua de mar durante la luna sangrienta para que así, por este pacto, el niño naciera con poderes de fuego... un soldado más para la ambiciosa colección del gobernante en ese entonces. Las madres quedaban con quemaduras de segundo grado en gran parte de sus cuerpos, era el costo de procrear bebés con poderes sobrenaturales Astrid, como las demás sufrió el mismo destino, tardó un largo tiempo en sanar las cicatrices que las brazas habían hecho en su piel. Ella, después de todo este sacrificio no daría su único hijo así como así, lo amaba sin conocerlo aún, no lo dejaría ir. Tenía que encontrar la manera de no perderlo. Pasó el tiempo y Elías era un hermoso y feliz bebé pelirrojo de pocos meses, cuando con mucho pesar Astrid le pidió a su esposo Hamza que lo marcara en su espalda, una huella al rojo vivo que no se borarría, la señal que aún estando lejos les indicaría quien era su hijo. Y así fue, el niño creció ganándose el respeto y cariño de las personas que estaban a su cargo. Mientras sus padres biológicos jamás dejaron de verlo y compartir con él a escondidas entregando todos sus conocimientos y amor a su preciado hijo. Como pocos pudo conocer a sus padres y mantener una relación de familia en lo secreto de las vigilias, en la soledad y con ellos podía llamarse con su legítimo nombre: Elías, pero para todos los demás era conocido como Gaspar el joven promesa. En una de tantas veladas con sus padres recibió una noticia que traía consigo una gran responsabilidad: Su madre Astrid esperaba una niña; su nombre sería Elizabeth y por ella también haría el rito de la luna roja aunque eso significara pasar por el doloroso proceso de sanación. Pasó el tiempo y Elizabeth pequeña todavía ya era parte de un grupo que en el futuro tenían todas las fichas puestas para ser el escuadrón combativo más letal de los últimos tiempos. A diferencia de su hermano, Liz no fue marcada ya que sus padres fueron asesinados por alta traición (a penas ella nació) al descubrir que mantenían contacto con su hijo, más nunca descubrieron de quien se trataba. Elías hizo unos arreglos con una de las nodrisas que afortunadamente lo tenían en gran estima para registrar con el nombre real a la pequeña pelirroja, nunca se presentó ante ella como su familiar, la observaba y cuidaba a distancia siempre que podía. El año del Búho llegó y con este el terrible genocidio de toda la tribu, muchos murieron y a él lo tomaron prisionero, entre cinco fue engrillado y arrastrado hasta un barco para hacerlo esclavo en el viejo continente. Su mundo se había destrozado por completo el corazón le dolía causando en cada palpitar agudas punzadas, pero entonces la vio... su pequeña hermanita se escabullía para ser libre. Elizabeth lo logró, eso quería creer, era una chispa de esperanza. Lograría escapar y la encontraría donde sea que estuviera sólo tenía que esperar el tiempo adecuado. A͟͞c͟͞t͟͞u͟͞a͟͞l͟͞i͟͞d͟͞a͟͞d͟͞ ͟͞ Seis años pasaron para lograr su ansiada independencia después de un largo y tortuoso tiempo como esclavo al fin pudo emprender su búsqueda. Recordaba a Elizabeth como una niña, sería difícil dar con ella dependiendo sólo de sus memorias. Por suerte para él, después de un par de años de intensa investigación arribó a uno de los poblados donde Liz había adquirido cierta popularidad como la Reina Escarlata: una guerrera de ojos carmesí y la furia de su llama que consumía todo a su paso. Elías no dudó, era ella. Siguió migaja por migaja que obtenía de información recorriendo cada lugar que Liz había pisado hasta que despues de miles de kilómetros recorridos de travesía llegó a Kyoto. ── Te encontraré Elizabeth, aunque sea lo último que haga
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