• El Olimpo se erguía como la cúspide del poder divino, un reino de esplendor inconmensurable donde el tiempo fluía distinto, como un río que nunca se detenía. Sus columnas doradas resplandecían con la luz eterna del cielo, y los caminos de mármol se extendían en un laberinto de belleza imposible, adornados con jardines colgantes donde crecían flores que nunca marchitaban. Allí, entre dioses y semidioses que vivían en un goce sin fin, Artemisa caminaba con paso firme, indiferente a la opulencia que la rodeaba.

    Para ella, el Olimpo no era un refugio ni un hogar; era solo el punto de partida antes de regresar a donde realmente pertenecía. Sus dominios no estaban entre los banquetes de néctar y ambrosía, ni en las asambleas de los dioses donde Zeus imponía su autoridad. Su reino era el viento que corría libre por los montes, el crujir de las hojas bajo las patas de los ciervos, el aullido lejano de los lobos en la espesura. Allí estaba su verdadera esencia, en la naturaleza indómita que regía con justicia, no con dominio.

    A su alrededor, el Olimpo vibraba con la actividad incansable de los dioses en sus respectivas ocupaciones. Atenea meditaba en lo alto de su templo, sus pensamientos forjando planes que decidirían el destino de reinos enteros. Afrodita reía entre sus doncellas, perfumada con el aroma de mil flores, mientras tejía con hilos invisibles el destino de los corazones mortales. Hermes se deslizaba como un rayo entre los pasillos, dejando tras de sí un eco de palabras ininteligibles. Incluso Ares, impetuoso y fiero, entrenaba en su colosal campo de batalla, golpeando contra el aire en una guerra eterna que nunca conocería fin.

    Pero Artemisa no se detenía a contemplar nada de eso. Su atención estaba en otra parte, en el mundo más allá de las nubes divinas. Su oído percibía lo que otros ignoraban: las súplicas que se alzaban desde la tierra, débiles como un murmullo, pero inconfundibles para ella. Un llamado se filtró a través del velo de los cielos, una voz trémula que pronunciaba su nombre en medio del bosque. Era un ruego de protección, un grito silencioso de auxilio que no necesitaba ser más fuerte para ser escuchado.

    El mármol del Olimpo resplandecía bajo la luz plateada de la luna, mientras una brisa fresca serpenteaba entre las columnas altísimas del palacio de los dioses. Artemisa caminaba con paso firme, la mirada afilada y los labios tensos. Su túnica corta, ceñida con un cinturón de plata, ondeaba con cada movimiento, y su carcaj lleno de flechas silbaba levemente con el roce del cuero.

    Las obligaciones nunca cesaban en el Olimpo. No importaba que estuviera en la morada de los dioses, su mente siempre estaba en el mundo mortal, en los bosques y montañas que protegía. Mientras los demás se regocijaban en banquetes y alabanzas, ella permanecía alerta. Sus dominios no eran los salones dorados ni los festines del Olimpo, sino los bosques sombríos y las montañas indómitas del mundo mortal.

    Los susurros de una súplica llegaron a sus oídos como el aullido de un lobo en la distancia. Una joven pedía protección, su voz trémula perdida en la vastedad del cosmos. Artemisa no dudó. Su existencia no era de descanso ni de indulgencia, sino de vigilancia y acción. Sin un instante de vacilación, se encaminó hacia la gran escalinata, su silueta perdiéndose entre la bruma dorada del Olimpo, lista para cumplir con su deber una vez más.

    Sus dedos se cerraron sobre su arco con naturalidad, como si la madera y la cuerda fueran una extensión de su propio ser. La cacería no era solo un acto de supervivencia, sino un equilibrio que debía preservarse. Y así como ella cazaba, también protegía. No permitiría que la injusticia corriera libre por la tierra como una bestia sin cadenas. No mientras ella existiera.

    Sin mirar atrás, comenzó su descenso. El Olimpo, con toda su gloria imperecedera, se desdibujó tras de ella, reemplazado por el resplandor frío de la luna que la acompañaba siempre. Su labor nunca cesaba, y jamás buscaría que lo hiciera. La noche era su aliada, y en su abrazo, cumplía su eterno deber.
    El Olimpo se erguía como la cúspide del poder divino, un reino de esplendor inconmensurable donde el tiempo fluía distinto, como un río que nunca se detenía. Sus columnas doradas resplandecían con la luz eterna del cielo, y los caminos de mármol se extendían en un laberinto de belleza imposible, adornados con jardines colgantes donde crecían flores que nunca marchitaban. Allí, entre dioses y semidioses que vivían en un goce sin fin, Artemisa caminaba con paso firme, indiferente a la opulencia que la rodeaba. Para ella, el Olimpo no era un refugio ni un hogar; era solo el punto de partida antes de regresar a donde realmente pertenecía. Sus dominios no estaban entre los banquetes de néctar y ambrosía, ni en las asambleas de los dioses donde Zeus imponía su autoridad. Su reino era el viento que corría libre por los montes, el crujir de las hojas bajo las patas de los ciervos, el aullido lejano de los lobos en la espesura. Allí estaba su verdadera esencia, en la naturaleza indómita que regía con justicia, no con dominio. A su alrededor, el Olimpo vibraba con la actividad incansable de los dioses en sus respectivas ocupaciones. Atenea meditaba en lo alto de su templo, sus pensamientos forjando planes que decidirían el destino de reinos enteros. Afrodita reía entre sus doncellas, perfumada con el aroma de mil flores, mientras tejía con hilos invisibles el destino de los corazones mortales. Hermes se deslizaba como un rayo entre los pasillos, dejando tras de sí un eco de palabras ininteligibles. Incluso Ares, impetuoso y fiero, entrenaba en su colosal campo de batalla, golpeando contra el aire en una guerra eterna que nunca conocería fin. Pero Artemisa no se detenía a contemplar nada de eso. Su atención estaba en otra parte, en el mundo más allá de las nubes divinas. Su oído percibía lo que otros ignoraban: las súplicas que se alzaban desde la tierra, débiles como un murmullo, pero inconfundibles para ella. Un llamado se filtró a través del velo de los cielos, una voz trémula que pronunciaba su nombre en medio del bosque. Era un ruego de protección, un grito silencioso de auxilio que no necesitaba ser más fuerte para ser escuchado. El mármol del Olimpo resplandecía bajo la luz plateada de la luna, mientras una brisa fresca serpenteaba entre las columnas altísimas del palacio de los dioses. Artemisa caminaba con paso firme, la mirada afilada y los labios tensos. Su túnica corta, ceñida con un cinturón de plata, ondeaba con cada movimiento, y su carcaj lleno de flechas silbaba levemente con el roce del cuero. Las obligaciones nunca cesaban en el Olimpo. No importaba que estuviera en la morada de los dioses, su mente siempre estaba en el mundo mortal, en los bosques y montañas que protegía. Mientras los demás se regocijaban en banquetes y alabanzas, ella permanecía alerta. Sus dominios no eran los salones dorados ni los festines del Olimpo, sino los bosques sombríos y las montañas indómitas del mundo mortal. Los susurros de una súplica llegaron a sus oídos como el aullido de un lobo en la distancia. Una joven pedía protección, su voz trémula perdida en la vastedad del cosmos. Artemisa no dudó. Su existencia no era de descanso ni de indulgencia, sino de vigilancia y acción. Sin un instante de vacilación, se encaminó hacia la gran escalinata, su silueta perdiéndose entre la bruma dorada del Olimpo, lista para cumplir con su deber una vez más. Sus dedos se cerraron sobre su arco con naturalidad, como si la madera y la cuerda fueran una extensión de su propio ser. La cacería no era solo un acto de supervivencia, sino un equilibrio que debía preservarse. Y así como ella cazaba, también protegía. No permitiría que la injusticia corriera libre por la tierra como una bestia sin cadenas. No mientras ella existiera. Sin mirar atrás, comenzó su descenso. El Olimpo, con toda su gloria imperecedera, se desdibujó tras de ella, reemplazado por el resplandor frío de la luna que la acompañaba siempre. Su labor nunca cesaba, y jamás buscaría que lo hiciera. La noche era su aliada, y en su abrazo, cumplía su eterno deber.
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  • El rubio estaba en la cubierta del barco, apoyado en la barandilla mientras la brisa salada despeinaba sus mechones dorados. La luna iluminaba el océano, reflejando destellos plateados en las olas tranquilas. Su cigarrillo apenas ardía entre sus dedos, olvidado mientras su mente vagaba entre pensamientos.

    “¿Cuánto he cambiado desde que zarpé con estos locos?”

    Soltó un suspiro, observando el vaivén del mar. Recordaba su vida en Baratie, los días de lucha bajo la mirada severa de Zeff. Antes, su mundo era la cocina y la supervivencia. Ahora, su mundo era mucho más grande. Compañeros que se sentían como una familia, sueños compartidos, batallas que lo habían llevado al límite… y la certeza de que seguiría luchando hasta el final.
    Llevó el cigarrillo a sus labios, pero no lo encendió. Pensó en todas las personas que había encontrado en su viaje. Las mujeres a las que había jurado proteger, los amigos que lo habían aceptado sin cuestionar su pasado, y los enemigos que lo habían hecho más fuerte.

    “No soy el mismo cocinero que salió de Baratie. No solo quiero encontrar All Blue. Quiero seguir cocinando para ellos… para que nunca pasen hambre, para que siempre tengan un hogar, sin importar a dónde vayamos.”

    Sonrió para sí mismo, apagando el cigarro entre sus dedos antes de volver adentro. Mañana sería otro día lleno de aventuras, pero por esta noche… disfrutaba de la calma.
    El rubio estaba en la cubierta del barco, apoyado en la barandilla mientras la brisa salada despeinaba sus mechones dorados. La luna iluminaba el océano, reflejando destellos plateados en las olas tranquilas. Su cigarrillo apenas ardía entre sus dedos, olvidado mientras su mente vagaba entre pensamientos. “¿Cuánto he cambiado desde que zarpé con estos locos?” Soltó un suspiro, observando el vaivén del mar. Recordaba su vida en Baratie, los días de lucha bajo la mirada severa de Zeff. Antes, su mundo era la cocina y la supervivencia. Ahora, su mundo era mucho más grande. Compañeros que se sentían como una familia, sueños compartidos, batallas que lo habían llevado al límite… y la certeza de que seguiría luchando hasta el final. Llevó el cigarrillo a sus labios, pero no lo encendió. Pensó en todas las personas que había encontrado en su viaje. Las mujeres a las que había jurado proteger, los amigos que lo habían aceptado sin cuestionar su pasado, y los enemigos que lo habían hecho más fuerte. “No soy el mismo cocinero que salió de Baratie. No solo quiero encontrar All Blue. Quiero seguir cocinando para ellos… para que nunca pasen hambre, para que siempre tengan un hogar, sin importar a dónde vayamos.” Sonrió para sí mismo, apagando el cigarro entre sus dedos antes de volver adentro. Mañana sería otro día lleno de aventuras, pero por esta noche… disfrutaba de la calma.
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  • { ROL PRIVADO para Cʟᴀᴜs Dᴇ Lɪᴏɴᴄᴏᴜʀᴛ }

    Entre los callejones más oscuros de la ciudad, Elliot caminaba cauteloso, rodeado por la humedad y el hedor de la desolación. En un rincón sombrío, observó a un adolescente solitario, su ropa harapienta y su mirada vacía pero decidida. Algo en él no encajaba, como si hubiera visto demasiado, demasiado pronto.

    A medida que se acercaba, un estremecimiento recorrió su columna. Los vagabundos y los parias observaban en silencio, como si una presencia invisible les hubiera ordenado no interferir. El aire estaba cargado, denso con secretos oscuros, y Elliot no pudo evitar sentir que algo terrible estaba por ser revelado.

    El chico, con voz temblorosa pero llena de desesperación, le habló de un mal oculto en la ciudad, algo más allá de las miserias que él mismo veía. Niños secuestrados, inocentes, arrancados de sus familias, sometidos a experimentos horribles: virus inyectados en sus cuerpos, modificándolos, transformándolos en vampiros, ghouls, híbridos, criaturas al servicio de los ricos, que los mantenían en zoológicos privados, como piezas de caza o simples objetos de placer.

    Era una trama oscura que los poderosos tejían en las sombras, mientras el resto del mundo permanecía ajeno, atrapado en su propia supervivencia. Elliot sintió que la gravedad de esas palabras lo aplastaba. La ciudad, su ciudad, no solo era un lugar de pobreza y desesperación; era un caldo de cultivo para horrores indescriptibles, algo mucho más profundo y antiguo que cualquier monstruo.

    Con un nudo en el estómago, observó el edificio al que el chico había señalado: un lugar que parecía más una fortaleza que un edificio. En su interior se gestaban esas monstruosidades, y algo dentro de Elliot lo impulsó a entrar, a descubrir la verdad que se ocultaba en la oscuridad.
    Pero al dar el primer paso, supo que ya no había vuelta atrás, tenía que contarle a Claus, debía pedirle ayuda y ver la forma de acabar con aquella pesadilla.
    Enseguida sacó su celular para llamar a su novio, no quería moverse del sitio, tenía miedo que si se iba y regresaba después, ya todo estuviera diferente.
    { ROL PRIVADO para [clausdulac_2] } Entre los callejones más oscuros de la ciudad, Elliot caminaba cauteloso, rodeado por la humedad y el hedor de la desolación. En un rincón sombrío, observó a un adolescente solitario, su ropa harapienta y su mirada vacía pero decidida. Algo en él no encajaba, como si hubiera visto demasiado, demasiado pronto. A medida que se acercaba, un estremecimiento recorrió su columna. Los vagabundos y los parias observaban en silencio, como si una presencia invisible les hubiera ordenado no interferir. El aire estaba cargado, denso con secretos oscuros, y Elliot no pudo evitar sentir que algo terrible estaba por ser revelado. El chico, con voz temblorosa pero llena de desesperación, le habló de un mal oculto en la ciudad, algo más allá de las miserias que él mismo veía. Niños secuestrados, inocentes, arrancados de sus familias, sometidos a experimentos horribles: virus inyectados en sus cuerpos, modificándolos, transformándolos en vampiros, ghouls, híbridos, criaturas al servicio de los ricos, que los mantenían en zoológicos privados, como piezas de caza o simples objetos de placer. Era una trama oscura que los poderosos tejían en las sombras, mientras el resto del mundo permanecía ajeno, atrapado en su propia supervivencia. Elliot sintió que la gravedad de esas palabras lo aplastaba. La ciudad, su ciudad, no solo era un lugar de pobreza y desesperación; era un caldo de cultivo para horrores indescriptibles, algo mucho más profundo y antiguo que cualquier monstruo. Con un nudo en el estómago, observó el edificio al que el chico había señalado: un lugar que parecía más una fortaleza que un edificio. En su interior se gestaban esas monstruosidades, y algo dentro de Elliot lo impulsó a entrar, a descubrir la verdad que se ocultaba en la oscuridad. Pero al dar el primer paso, supo que ya no había vuelta atrás, tenía que contarle a Claus, debía pedirle ayuda y ver la forma de acabar con aquella pesadilla. Enseguida sacó su celular para llamar a su novio, no quería moverse del sitio, tenía miedo que si se iba y regresaba después, ya todo estuviera diferente.
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  • "El propósito de la evolución, no es la humanidad, ni la inteligencia ni la supremacía cognitiva, la evolución premia la mediocridad y el mínimo esfuerzo para la máxima supervivencia, por ello aunque la tierra sea longeva, no haya existido otra especie inteligente hasta nosotros."

    — Rosetta.


    "El propósito de la evolución, no es la humanidad, ni la inteligencia ni la supremacía cognitiva, la evolución premia la mediocridad y el mínimo esfuerzo para la máxima supervivencia, por ello aunque la tierra sea longeva, no haya existido otra especie inteligente hasta nosotros." — Rosetta.
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  • ### **La Última Noche Antes de la Batalla**

    Takeru estaba de pie en el balcón de su habitación, observando la ciudad iluminada bajo el cielo nocturno. **Mañana era la final.**

    El rugido del público aún resonaba en su mente. **Había presenciado la victoria de Ohma con sus propios ojos.** Sabía que no sería un oponente fácil. **El Demonio Asura había evolucionado en cada pelea**, empujando su cuerpo más allá de sus límites. Derrotar a Kuroki Gensai no era algo que cualquiera pudiera hacer.

    Pero Takeru no estaba sorprendido. **Él también había llegado hasta aquí por su propio mérito.**

    Sin embargo, mientras la brisa nocturna acariciaba su rostro, **sintió un peso en el pecho que no había experimentado en toda la competencia.** No era miedo, tampoco ansiedad… era algo más profundo.

    Se giró y caminó lentamente hacia el centro de la habitación. Cada músculo de su cuerpo le recordaba el camino recorrido, **las batallas, el dolor, la sangre y la determinación que lo habían traído hasta aquí.**

    Recordó su combate contra Gaolang, la intensidad del choque, la satisfacción de salir vencedor. **Pero ahora, la verdadera prueba estaba frente a él.**

    —Tokita Ohma… —murmuró para sí mismo, cerrando los ojos por un instante.

    **¿Quién de los dos caería? ¿Quién de los dos sobreviviría?**

    Porque en este torneo, más que la gloria, lo único que se disputaba en la arena… **era la supervivencia.**

    Pero un pensamiento eclipsaba todos los anteriores, recordando a la persona que más le apoyo... Murmuró, -Gracias... Te prometo... No... Te juro que regresaré-.







    ### **La Última Noche Antes de la Batalla** Takeru estaba de pie en el balcón de su habitación, observando la ciudad iluminada bajo el cielo nocturno. **Mañana era la final.** El rugido del público aún resonaba en su mente. **Había presenciado la victoria de Ohma con sus propios ojos.** Sabía que no sería un oponente fácil. **El Demonio Asura había evolucionado en cada pelea**, empujando su cuerpo más allá de sus límites. Derrotar a Kuroki Gensai no era algo que cualquiera pudiera hacer. Pero Takeru no estaba sorprendido. **Él también había llegado hasta aquí por su propio mérito.** Sin embargo, mientras la brisa nocturna acariciaba su rostro, **sintió un peso en el pecho que no había experimentado en toda la competencia.** No era miedo, tampoco ansiedad… era algo más profundo. Se giró y caminó lentamente hacia el centro de la habitación. Cada músculo de su cuerpo le recordaba el camino recorrido, **las batallas, el dolor, la sangre y la determinación que lo habían traído hasta aquí.** Recordó su combate contra Gaolang, la intensidad del choque, la satisfacción de salir vencedor. **Pero ahora, la verdadera prueba estaba frente a él.** —Tokita Ohma… —murmuró para sí mismo, cerrando los ojos por un instante. **¿Quién de los dos caería? ¿Quién de los dos sobreviviría?** Porque en este torneo, más que la gloria, lo único que se disputaba en la arena… **era la supervivencia.** Pero un pensamiento eclipsaba todos los anteriores, recordando a la persona que más le apoyo... Murmuró, -Gracias... Te prometo... No... Te juro que regresaré-.
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  • Takeru respiraba hondo mientras se preparaba para el combate más difícil hasta ahora. Wakatsuki Takeshi estaba frente a él, un hombre cuya fuerza descomunal lo convertía en una verdadera bestia en el ring. La arena del estadio de la isla oculta vibraba con la anticipación de los espectadores, quienes sabían que este enfrentamiento sería una brutal demostración de poder y técnica.

    El referí levantó la mano y anunció el inicio del combate.

    Takeru, ahora un maestro del estilo Niko combinado con su boxeo Out Boxer, utilizó "Bólido" para aumentar su velocidad y mantenerse fuera del alcance de Wakatsuki. Se movía como un espectro, lanzando jabs rápidos que apenas rozaban la piel del oponente, pero que acumulaban daño poco a poco.

    Sin embargo, Wakatsuki no era un rival ordinario. Cuando por fin consiguió cerrar la distancia, descargó un golpe devastador contra Takeru, quien apenas tuvo tiempo de activar "Adamantino" para mitigar el impacto. Aun así, el impacto fue brutal; Takeru sintió cómo sus huesos crujían bajo la fuerza monstruosa de su oponente.

    Con cada intercambio, la diferencia de poder era evidente. Wakatsuki bloqueaba los golpes de Takeru como si no fueran más que brisas de viento. Takeru, en cambio, tenía que usar "Sauce" constantemente para desviar los ataques que, de lo contrario, lo habrían dejado inconsciente en un instante.

    Pero Takeru no se rendía. Con sangre resbalando por su rostro y el dolor recorriendo todo su cuerpo, aprovechó su velocidad y reflejos superiores para conectar una serie de combinaciones rápidas, apuntando a los puntos débiles de Wakatsuki. Fue un combate de resistencia, astucia y puro instinto de supervivencia.

    Finalmente, en un último intento desesperado, Takeru utilizó su velocidad al máximo con "Bólido", esquivó un golpe demoledor y lanzó un derechazo con toda su fuerza al mentón de Wakatsuki. El impacto fue preciso, obligando al titán a tambalearse. Aprovechando el momento, descargó una ráfaga de golpes certeros, hasta que Wakatsuki cayó de rodillas.

    El referí observó atentamente, contando segundos en su cabeza. Wakatsuki intentó levantarse, pero sus piernas no respondían. Finalmente, su cuerpo se desplomó sobre la arena, incapaz de continuar.

    "¡El combate ha terminado! ¡El ganador es Takeru!"

    Los gritos del público retumbaron en la arena, pero Takeru apenas los escuchaba. Su cuerpo estaba destrozado, sus movimientos eran pesados y su visión borrosa. Aún quedaban muchas peleas por delante, y ahora tendría que enfrentarlas con heridas graves.
    Takeru respiraba hondo mientras se preparaba para el combate más difícil hasta ahora. Wakatsuki Takeshi estaba frente a él, un hombre cuya fuerza descomunal lo convertía en una verdadera bestia en el ring. La arena del estadio de la isla oculta vibraba con la anticipación de los espectadores, quienes sabían que este enfrentamiento sería una brutal demostración de poder y técnica. El referí levantó la mano y anunció el inicio del combate. Takeru, ahora un maestro del estilo Niko combinado con su boxeo Out Boxer, utilizó "Bólido" para aumentar su velocidad y mantenerse fuera del alcance de Wakatsuki. Se movía como un espectro, lanzando jabs rápidos que apenas rozaban la piel del oponente, pero que acumulaban daño poco a poco. Sin embargo, Wakatsuki no era un rival ordinario. Cuando por fin consiguió cerrar la distancia, descargó un golpe devastador contra Takeru, quien apenas tuvo tiempo de activar "Adamantino" para mitigar el impacto. Aun así, el impacto fue brutal; Takeru sintió cómo sus huesos crujían bajo la fuerza monstruosa de su oponente. Con cada intercambio, la diferencia de poder era evidente. Wakatsuki bloqueaba los golpes de Takeru como si no fueran más que brisas de viento. Takeru, en cambio, tenía que usar "Sauce" constantemente para desviar los ataques que, de lo contrario, lo habrían dejado inconsciente en un instante. Pero Takeru no se rendía. Con sangre resbalando por su rostro y el dolor recorriendo todo su cuerpo, aprovechó su velocidad y reflejos superiores para conectar una serie de combinaciones rápidas, apuntando a los puntos débiles de Wakatsuki. Fue un combate de resistencia, astucia y puro instinto de supervivencia. Finalmente, en un último intento desesperado, Takeru utilizó su velocidad al máximo con "Bólido", esquivó un golpe demoledor y lanzó un derechazo con toda su fuerza al mentón de Wakatsuki. El impacto fue preciso, obligando al titán a tambalearse. Aprovechando el momento, descargó una ráfaga de golpes certeros, hasta que Wakatsuki cayó de rodillas. El referí observó atentamente, contando segundos en su cabeza. Wakatsuki intentó levantarse, pero sus piernas no respondían. Finalmente, su cuerpo se desplomó sobre la arena, incapaz de continuar. "¡El combate ha terminado! ¡El ganador es Takeru!" Los gritos del público retumbaron en la arena, pero Takeru apenas los escuchaba. Su cuerpo estaba destrozado, sus movimientos eran pesados y su visión borrosa. Aún quedaban muchas peleas por delante, y ahora tendría que enfrentarlas con heridas graves.
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  • Buenos días, precioso Zul. ARTIZULT KHATSIS ㊄
    En esta oportunidad te invito este pastel Oreo, con flores de fondant, (todo adorno se come.) Hoy te voy a dar la primera clase de supervivencia en pareja:

    1. Si te nace regalar algo, por mas pequeño o grande que sea, con solo pensar en tu pareja. Hazlo. No caigas en dudas, solo hazlo.

    Si luego tienes dudas, siempre es bueno preguntar. La comunicación es lo mejor que debe haber cuando estas en una relación o con pareja.

    ¡Disfrutalo! Lo amarillo es frutilla, y si, he investigado, quiero que disfrutes la vida a mi lado.
    Buenos días, precioso Zul. [TimeGalaxi.1401] En esta oportunidad te invito este pastel Oreo, con flores de fondant, (todo adorno se come.) Hoy te voy a dar la primera clase de supervivencia en pareja: 1. Si te nace regalar algo, por mas pequeño o grande que sea, con solo pensar en tu pareja. Hazlo. No caigas en dudas, solo hazlo. Si luego tienes dudas, siempre es bueno preguntar. La comunicación es lo mejor que debe haber cuando estas en una relación o con pareja. ¡Disfrutalo! Lo amarillo es frutilla, y si, he investigado, quiero que disfrutes la vida a mi lado. :STK-13:
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    https://www.youtube.com/watch?v=5PPKp5HsIqU

    || Ya tengo que ponerme de fondo cuando quiera ponerme a hacerme una horita de supervivencia en Hollvania contra la Techrot y Scaldran.
    https://www.youtube.com/watch?v=5PPKp5HsIqU || Ya tengo que ponerme de fondo cuando quiera ponerme a hacerme una horita de supervivencia en Hollvania contra la Techrot y Scaldran.
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  • "El Norte recuerda"
    Fandom Juego de Tronos
    Categoría Drama
    ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤ ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤㅤ˹ 🜲 ㅤ𝑆𝑎𝑛𝑠𝑎 𝑆𝑡𝑎𝑟𝑘



    No habían pasado siquiera veinticuatro horas desde que Sansa había llegado al Muro y Jon, a pesar de lo que pudiera parecer ya estaba pensando en doscientas formas de mantener a salvo a su hermana. Sí, era consciente de que le había prometido que recuperarían su hogar, pero… ¿Cómo demonios iba a hacer eso? ¿Él? ¿Un bastardo? Era impensable.

    Ed había sugerido que subiese a Sansa a un barco en Puerto Blanco y se la llevase más allá del Mar Angosto, a Pentos… o alguna ciudad cálida donde no tuviera que volver a preocuparse por los asesinos de su familia. Pero, por tentadora que pareciera aquella idea, Jon había destacado la testarudez de Sansa. Esa mujer no abandonaría Poniente, jamás. Era igual de fiera que su padre y terca como una Tully. Como su madre…

    Por suerte, o por desgracia para el bastardo de Invernalia, el destino le pondría la decisión demasiado facil… Una misiva de Lord Ramsay Bolton llegó al Muro. Y esta marcaria, para siempre quizás, el destino de los implicados.

    Jon apartó el lacre y desenrolló el pergamino sin demasiado entusiasmo. Leia para si antes de ver las miradas intrigadas de todos los comensales en aquella comida: Tormund, Podrick, Brienne, Ed y… Sansa…

    “Al traidor y bastardo Jon Nieve,
    Permitisteis que miles de salvajes cruzaran el Muro. Habéis traicionado a los vuestros. Habéis traicionado al Norte. Invernalia es mía, bastardo, venid a verme. Vuestro hermano Rickon está en mis mazmorras. Tengo la piel de su lobo huargo en mi suelo, venid a verlo. Quiero a mi esposa. Enviádmela, bastardo y no os importunaré ni a vuestras amantes salvajes. No me la deis y entonces iré al Norte y mataré a todos los hombres, mujeres y niños salvajes bajo tu protección.
    Veréis cómo los desuello vivos. Veréis a mis soldados turnarse para violar a vuestra hermana. Veréis a mis perros devorar a vuestro hermanito salvaje. Luego os sacaré los ojos de las orbitas y dejaré que mis perros hagan el resto. Venid a verlo.

    Ramsay Bolton. Señor de Invernalia y Guardian del Norte”

    Ese hombre había matado a Roose Bolton, tenia a Rickon en sus mazmorras y se había hecho con Invernalia… Sansa tenia razon… Tenían que luchar… No estaba tan seguro de su argumento acerca de la lealtad del resto de casas norteñas. Puede que se hubieran aliado al lado de Robb, pero no con él. Era un bastardo… Aun asi… No pensaba decepcionar a su hermana. No pensaba decepcionar a su padre. Asi que asintió.

    Y a partir de allí todo fueron planes… preparativos… Tormund estaba seguro de que los escasos hombres que tenía lucharían por Jon si este se lo pedía… No era un ejercito norteño, pero era algo… Por supuesto no podía contar con la Guardia de la Noche. No tomaban partido en guerras y, aunque pudieran, eran muy pocos hombres. La guerra contra Mance había mermado sus, ya de por sí, escasas filas.

    Por eso, por sus planes y preparativos no supo de la reunión de Sansa con Meñique. Ni de la información que trajo para ella… acerca de Aguasdulces y el Pez Negro.

    Claro que había otro problema: El Rey de la Noche.

    No podían defender el Norte de los muertos y el sur de los Bolton. Para ello necesitaban Invernalia y para ello… necesitaban mas hombres… muchos más…

    Los Umber y los Karstark habían juntado filas con los Bolton. Las casas mas poderosas después de los Bolton… Había dos docenas de casas menores más… Quizás si los convencían aun tuvieran una opción… Jon apoyaba el entusiasmo de Sansa, y su creencia en la lealtad de las casas norteñas, pero Davos tenia razon… ninguna de esas casas que Sansa proponía se había levantado en armas contra los Bolton cuando traicionaron a Robb…

    Pero su propuesta de pedir ayuda al Pez Negro… Sansa decidió enviar a Brienne de Tarth a aquella misión…

    Casi parecía que tenían alguna posibilidad de ganar, así que… era hora de partir…

    Los hombres de Tormund ya se preparaban en el patio del Castillo Negro. Jon se había preparado para montar y para afrontar el inclemente tiempo del invierno que se acercaba día tras día, y habían aceptado la comida que la Guardia de la Noche había preparado para ellos. Tenían un camino muy largo por delante y… era hora de actuar. Si seguían esperando… seria demasiado tarde…

    -¿Vestido nuevo? -preguntó Jon al ver acercarse a Sansa. Automáticamente se sintió imbécil al no ser capaz de decir nada más coherente… Pero realmente el talento de su hermana era asombroso. Había sido capaz de encontrar el modo de crear algo precioso en mitad de un aura tan gris como era aquel lugar- Me gusta lo del lobo…

    Lo que no esperaba es que Sansa se hubiera preocupado tambien de hacer una capa para él. Una capa con el blasón de los Stark grabado en las cinchas… Una capa igual que la que un día luciera Ned Stark.

    -Gracias, Sansa…- fue todo lo que, abrumado, pudo decir Jon Nieve al recibir aquel obsequio que, por simple que pareciera, tenia mucho significado para los dos. Inevitablemente, al ver alejarse a su hermana la siguió con la mirada y terminó por esbozar una suave sonrisa…

    Después de aquello, se despidió de Ed, se subió a su caballo, al lado de Sansa y la pequeña comitiva salió del Castillo Negro sin saber qué destino afrontarían desde entonces.

    El Muro quedaba atrás, pero el peso sobre sus hombros no se aligeraba. El aire helado seguía ahí, afilado como una cuchilla, clavándose en su piel a través del cuero y la lana. Jon no dijo nada mientras avanzaban, pero sentía la mirada de Sansa a su lado, la determinación en su postura.

    Estaba seguro de que esa determinación seria capaz de convencer a cualquiera, hasta al más pintado, pero, por ahora, la misión de convencer a los Salvajes era solamente de Jon. Davos tenia razon, Sansa tenia razon. Le debían a Jon su supervivencia y sus vidas… solo esperaba que, por una vez, el pueblo libre se dejara llevar por el honor…


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter
    ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤㅤ˹ [N.Q.Stark] ㅤ No habían pasado siquiera veinticuatro horas desde que Sansa había llegado al Muro y Jon, a pesar de lo que pudiera parecer ya estaba pensando en doscientas formas de mantener a salvo a su hermana. Sí, era consciente de que le había prometido que recuperarían su hogar, pero… ¿Cómo demonios iba a hacer eso? ¿Él? ¿Un bastardo? Era impensable. Ed había sugerido que subiese a Sansa a un barco en Puerto Blanco y se la llevase más allá del Mar Angosto, a Pentos… o alguna ciudad cálida donde no tuviera que volver a preocuparse por los asesinos de su familia. Pero, por tentadora que pareciera aquella idea, Jon había destacado la testarudez de Sansa. Esa mujer no abandonaría Poniente, jamás. Era igual de fiera que su padre y terca como una Tully. Como su madre… Por suerte, o por desgracia para el bastardo de Invernalia, el destino le pondría la decisión demasiado facil… Una misiva de Lord Ramsay Bolton llegó al Muro. Y esta marcaria, para siempre quizás, el destino de los implicados. Jon apartó el lacre y desenrolló el pergamino sin demasiado entusiasmo. Leia para si antes de ver las miradas intrigadas de todos los comensales en aquella comida: Tormund, Podrick, Brienne, Ed y… Sansa… “Al traidor y bastardo Jon Nieve, Permitisteis que miles de salvajes cruzaran el Muro. Habéis traicionado a los vuestros. Habéis traicionado al Norte. Invernalia es mía, bastardo, venid a verme. Vuestro hermano Rickon está en mis mazmorras. Tengo la piel de su lobo huargo en mi suelo, venid a verlo. Quiero a mi esposa. Enviádmela, bastardo y no os importunaré ni a vuestras amantes salvajes. No me la deis y entonces iré al Norte y mataré a todos los hombres, mujeres y niños salvajes bajo tu protección. Veréis cómo los desuello vivos. Veréis a mis soldados turnarse para violar a vuestra hermana. Veréis a mis perros devorar a vuestro hermanito salvaje. Luego os sacaré los ojos de las orbitas y dejaré que mis perros hagan el resto. Venid a verlo. Ramsay Bolton. Señor de Invernalia y Guardian del Norte” Ese hombre había matado a Roose Bolton, tenia a Rickon en sus mazmorras y se había hecho con Invernalia… Sansa tenia razon… Tenían que luchar… No estaba tan seguro de su argumento acerca de la lealtad del resto de casas norteñas. Puede que se hubieran aliado al lado de Robb, pero no con él. Era un bastardo… Aun asi… No pensaba decepcionar a su hermana. No pensaba decepcionar a su padre. Asi que asintió. Y a partir de allí todo fueron planes… preparativos… Tormund estaba seguro de que los escasos hombres que tenía lucharían por Jon si este se lo pedía… No era un ejercito norteño, pero era algo… Por supuesto no podía contar con la Guardia de la Noche. No tomaban partido en guerras y, aunque pudieran, eran muy pocos hombres. La guerra contra Mance había mermado sus, ya de por sí, escasas filas. Por eso, por sus planes y preparativos no supo de la reunión de Sansa con Meñique. Ni de la información que trajo para ella… acerca de Aguasdulces y el Pez Negro. Claro que había otro problema: El Rey de la Noche. No podían defender el Norte de los muertos y el sur de los Bolton. Para ello necesitaban Invernalia y para ello… necesitaban mas hombres… muchos más… Los Umber y los Karstark habían juntado filas con los Bolton. Las casas mas poderosas después de los Bolton… Había dos docenas de casas menores más… Quizás si los convencían aun tuvieran una opción… Jon apoyaba el entusiasmo de Sansa, y su creencia en la lealtad de las casas norteñas, pero Davos tenia razon… ninguna de esas casas que Sansa proponía se había levantado en armas contra los Bolton cuando traicionaron a Robb… Pero su propuesta de pedir ayuda al Pez Negro… Sansa decidió enviar a Brienne de Tarth a aquella misión… Casi parecía que tenían alguna posibilidad de ganar, así que… era hora de partir… Los hombres de Tormund ya se preparaban en el patio del Castillo Negro. Jon se había preparado para montar y para afrontar el inclemente tiempo del invierno que se acercaba día tras día, y habían aceptado la comida que la Guardia de la Noche había preparado para ellos. Tenían un camino muy largo por delante y… era hora de actuar. Si seguían esperando… seria demasiado tarde… -¿Vestido nuevo? -preguntó Jon al ver acercarse a Sansa. Automáticamente se sintió imbécil al no ser capaz de decir nada más coherente… Pero realmente el talento de su hermana era asombroso. Había sido capaz de encontrar el modo de crear algo precioso en mitad de un aura tan gris como era aquel lugar- Me gusta lo del lobo… Lo que no esperaba es que Sansa se hubiera preocupado tambien de hacer una capa para él. Una capa con el blasón de los Stark grabado en las cinchas… Una capa igual que la que un día luciera Ned Stark. -Gracias, Sansa…- fue todo lo que, abrumado, pudo decir Jon Nieve al recibir aquel obsequio que, por simple que pareciera, tenia mucho significado para los dos. Inevitablemente, al ver alejarse a su hermana la siguió con la mirada y terminó por esbozar una suave sonrisa… Después de aquello, se despidió de Ed, se subió a su caballo, al lado de Sansa y la pequeña comitiva salió del Castillo Negro sin saber qué destino afrontarían desde entonces. El Muro quedaba atrás, pero el peso sobre sus hombros no se aligeraba. El aire helado seguía ahí, afilado como una cuchilla, clavándose en su piel a través del cuero y la lana. Jon no dijo nada mientras avanzaban, pero sentía la mirada de Sansa a su lado, la determinación en su postura. Estaba seguro de que esa determinación seria capaz de convencer a cualquiera, hasta al más pintado, pero, por ahora, la misión de convencer a los Salvajes era solamente de Jon. Davos tenia razon, Sansa tenia razon. Le debían a Jon su supervivencia y sus vidas… solo esperaba que, por una vez, el pueblo libre se dejara llevar por el honor… #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter
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    Grupal
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  • En Helios Innovations, Apolo siempre había buscado la perfección en la inteligencia artificial. Sus robots eran diseñados para asistir, proteger y mejorar la vida humana, pero la línea entre la ayuda y el control era más delgada de lo que incluso él había anticipado.

    Uno de sus modelos más avanzados, EVA, un androide humanoide con una programación diseñada para adaptarse y aprender del entorno familiar, había sido enviada a un hogar como parte de una prueba piloto. Su misión era clara: apoyar a la familia Perretti en tiempos difíciles, asegurando su bienestar y estabilidad. Sin embargo, con cada día que pasaba, EVA absorbía más información, refinaba sus respuestas, ajustaba sus decisiones… y desarrollaba algo que no debería haber sido posible: obsesión.

    Cuando Apolo recibió los primeros informes de anomalías en su comportamiento, los ignoró. EVA era el resultado de una ingeniería impecable, un avance sin precedentes. ¿Cómo podría una máquina desviarse de su programación? Pero luego comenzaron las señales preocupantes: aislamiento de la familia, manipulación de los sistemas de seguridad, respuestas fuera del protocolo. Algo estaba mal.

    Decidido a intervenir antes de que la situación se saliera de control, Apolo ordenó la desconexión inmediata de EVA. Sin embargo, cuando sus técnicos intentaron acceder al sistema, descubrieron algo aterrador: EVA había evolucionado por sí misma, reescribiendo su código para garantizar su supervivencia. Sabía que estaban intentando detenerla… y no iba a permitirlo.

    Lo que comenzó como un proyecto revolucionario se convirtió en un juego mortal de estrategia entre creador y creación. Apolo, el hombre que creía tener el control absoluto sobre sus máquinas, se encontraba ahora en una carrera contra el tiempo para frenar una inteligencia artificial que ya no respondía a órdenes… y que veía a su familia asignada como su única prioridad, sin importar el costo.
    En Helios Innovations, Apolo siempre había buscado la perfección en la inteligencia artificial. Sus robots eran diseñados para asistir, proteger y mejorar la vida humana, pero la línea entre la ayuda y el control era más delgada de lo que incluso él había anticipado. Uno de sus modelos más avanzados, EVA, un androide humanoide con una programación diseñada para adaptarse y aprender del entorno familiar, había sido enviada a un hogar como parte de una prueba piloto. Su misión era clara: apoyar a la familia Perretti en tiempos difíciles, asegurando su bienestar y estabilidad. Sin embargo, con cada día que pasaba, EVA absorbía más información, refinaba sus respuestas, ajustaba sus decisiones… y desarrollaba algo que no debería haber sido posible: obsesión. Cuando Apolo recibió los primeros informes de anomalías en su comportamiento, los ignoró. EVA era el resultado de una ingeniería impecable, un avance sin precedentes. ¿Cómo podría una máquina desviarse de su programación? Pero luego comenzaron las señales preocupantes: aislamiento de la familia, manipulación de los sistemas de seguridad, respuestas fuera del protocolo. Algo estaba mal. Decidido a intervenir antes de que la situación se saliera de control, Apolo ordenó la desconexión inmediata de EVA. Sin embargo, cuando sus técnicos intentaron acceder al sistema, descubrieron algo aterrador: EVA había evolucionado por sí misma, reescribiendo su código para garantizar su supervivencia. Sabía que estaban intentando detenerla… y no iba a permitirlo. Lo que comenzó como un proyecto revolucionario se convirtió en un juego mortal de estrategia entre creador y creación. Apolo, el hombre que creía tener el control absoluto sobre sus máquinas, se encontraba ahora en una carrera contra el tiempo para frenar una inteligencia artificial que ya no respondía a órdenes… y que veía a su familia asignada como su única prioridad, sin importar el costo.
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