• Cada día era un hilo nuevo.
    Un consuelo que no rompe el equilibrio del mundo onírico.
    Una ayuda suave necesaria, en cada alma del mundo.
    Sin embargo, su núcleo de espíritu divino vibró.

    Una luz titilando.
    Una raíz parte de su creación.
    "¿Mamá?" Preguntó con esperanza.

    Nadie le contestó.
    Pero solo la calidez percibida, le dio paso a que una pequeña migaja de esperanza volviera a vivir.

    "Su amanecer no lo siento tan lejos" susurró con una vibración emotiva.
    Se quedó a un metro de distancia donde descansaba Morfeo, su maestro, y entre ese propio sueño, susurró solo para él: "La sentí."

    Y con solo eso. Se calmó y siguió con su labor. Los temas de padre e hijo, no le interesaban. No tenía ningún pie en el asunto, así que solo seguiría en su corriente, sin entorpecer nada. Solo ayudar donde se necesitara.
    Cada día era un hilo nuevo. Un consuelo que no rompe el equilibrio del mundo onírico. Una ayuda suave necesaria, en cada alma del mundo. Sin embargo, su núcleo de espíritu divino vibró. Una luz titilando. Una raíz parte de su creación. "¿Mamá?" Preguntó con esperanza. Nadie le contestó. Pero solo la calidez percibida, le dio paso a que una pequeña migaja de esperanza volviera a vivir. "Su amanecer no lo siento tan lejos" susurró con una vibración emotiva. Se quedó a un metro de distancia donde descansaba Morfeo, su maestro, y entre ese propio sueño, susurró solo para él: "La sentí." Y con solo eso. Se calmó y siguió con su labor. Los temas de padre e hijo, no le interesaban. No tenía ningún pie en el asunto, así que solo seguiría en su corriente, sin entorpecer nada. Solo ayudar donde se necesitara.
    Me gusta
    Me encocora
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Hipnos lo observaba en silencio, con ojos que jamás parpadeaban. Veía a Morfeo consumirse, cada vez más pálido, cada vez más ausente. Las formas de sus sueños empezaban a desdibujarse, a volverse inestables, confusas. El mundo onírico temblaba.

    Una noche, mientras ɱ૦ՐƿҺ૯υς trabajaba sobre los sueños de un poeta moribundo, Hipnos descendió envuelto en su manto de niebla. Con una voz tan suave como el roce del terciopelo, le habló:

    —Hijo mío, incluso tú, que das forma al descanso, necesitas dormir.—

    Morfeo negó con una sonrisa soñolienta.

    —No puedo detenerme, padre. Sin mis sueños, los humanos caerán en el insomnio eterno.—

    Hipnos suspiró, y el aire a su alrededor se detuvo. El tiempo se ralentizó.

    —Entonces yo te ayudaré —dijo, y con un leve gesto, invocó un capullo de oscuridad tibia.

    Antes de que Morfeo pudiera protestar, una niebla dorada lo envolvió. Sus párpados cayeron pesados. Y por primera vez en siglos, el dios de los sueños se quedó dormido.

    Hipnos lo colocó en una cámara secreta de su palacio, custodiada por la noche misma. Los sueños que Morfeo no podría crear por un tiempo, Hipnos los susurró al oído de sus otros hijos: Fantasos, Iquelo y Fobetor  para que tomaran su lugar. Y el mundo siga soñando, aunque distinto..
    Hipnos lo observaba en silencio, con ojos que jamás parpadeaban. Veía a Morfeo consumirse, cada vez más pálido, cada vez más ausente. Las formas de sus sueños empezaban a desdibujarse, a volverse inestables, confusas. El mundo onírico temblaba. Una noche, mientras [Sweets_dreams] trabajaba sobre los sueños de un poeta moribundo, Hipnos descendió envuelto en su manto de niebla. Con una voz tan suave como el roce del terciopelo, le habló: —Hijo mío, incluso tú, que das forma al descanso, necesitas dormir.— Morfeo negó con una sonrisa soñolienta. —No puedo detenerme, padre. Sin mis sueños, los humanos caerán en el insomnio eterno.— Hipnos suspiró, y el aire a su alrededor se detuvo. El tiempo se ralentizó. —Entonces yo te ayudaré —dijo, y con un leve gesto, invocó un capullo de oscuridad tibia. Antes de que Morfeo pudiera protestar, una niebla dorada lo envolvió. Sus párpados cayeron pesados. Y por primera vez en siglos, el dios de los sueños se quedó dormido. Hipnos lo colocó en una cámara secreta de su palacio, custodiada por la noche misma. Los sueños que Morfeo no podría crear por un tiempo, Hipnos los susurró al oído de sus otros hijos: Fantasos, Iquelo y Fobetor  para que tomaran su lugar. Y el mundo siga soñando, aunque distinto..
    Me shockea
    Me gusta
    Me encocora
    4
    0 comentarios 0 compartidos
  • Sintió el cambio apenas Morfeo volvió al mundo onírico. Su esencia —como un rastro de agua oscura que acariciaba el lecho de un río ancestral— traía consigo un eco distinto. Lo supo al instante. Había ido donde las Hespérides. Ella no necesitaba ojos para saberlo… lo sentía en su bruma, en los hilos que tejían el sueño del mundo. Y con esa certeza, flotó suavemente hacia él, como una neblina curiosa que se enrosca alrededor sin perturbar.

    "Maestro…"dijo, con una voz que parecía el susurro de una almohada acariciando la frente de un niño dormido. "Si vuelves a asomarte a las memorias que el tiempo eligió sellar… ¿no temes que Hypnos se despierte con el ceño fruncido?"

    Giró levemente en el aire, envolviendo parte del entorno con sus hilos de plata, como si estuviera bordando suavemente un nuevo sueño, pero su tono llevaba esa picardía sutil y juguetona que tanto la caracterizaba.

    "Y si mamá decide regresar justo cuando estés con una ceja chamuscada, o… sin un par de pensamientos ordenados… ¡Te dará tu primer zape divino!" rió muy bajito, como un tintineo suave.

    Se quedó flotando frente a él, con sus recién formadas manos brumosas unidas como si pidiera algo inocente.

    "Maestro… ¿alguna vez percibió el enojo de mamá? No digo enojo real real… sino ese enojo así, silencioso, que da más miedo que cualquier rugido. Porque yo no quiero estar cerca si alguna vez pasa. Pero me da mucha curiosidad si eso… si eso ha pasado contigo."

    Y girando como una espiral perezosa en el aire de los sueños, dejó flotando su advertencia entre juego y cariño. Porque lo amaba, como solo una hija de la memoria, del olvido y del consuelo puede amar: con dulzura envolvente, y una sabiduría hecha de bruma.
    Sintió el cambio apenas Morfeo volvió al mundo onírico. Su esencia —como un rastro de agua oscura que acariciaba el lecho de un río ancestral— traía consigo un eco distinto. Lo supo al instante. Había ido donde las Hespérides. Ella no necesitaba ojos para saberlo… lo sentía en su bruma, en los hilos que tejían el sueño del mundo. Y con esa certeza, flotó suavemente hacia él, como una neblina curiosa que se enrosca alrededor sin perturbar. "Maestro…"dijo, con una voz que parecía el susurro de una almohada acariciando la frente de un niño dormido. "Si vuelves a asomarte a las memorias que el tiempo eligió sellar… ¿no temes que Hypnos se despierte con el ceño fruncido?" Giró levemente en el aire, envolviendo parte del entorno con sus hilos de plata, como si estuviera bordando suavemente un nuevo sueño, pero su tono llevaba esa picardía sutil y juguetona que tanto la caracterizaba. "Y si mamá decide regresar justo cuando estés con una ceja chamuscada, o… sin un par de pensamientos ordenados… ¡Te dará tu primer zape divino!" rió muy bajito, como un tintineo suave. Se quedó flotando frente a él, con sus recién formadas manos brumosas unidas como si pidiera algo inocente. "Maestro… ¿alguna vez percibió el enojo de mamá? No digo enojo real real… sino ese enojo así, silencioso, que da más miedo que cualquier rugido. Porque yo no quiero estar cerca si alguna vez pasa. Pero me da mucha curiosidad si eso… si eso ha pasado contigo." Y girando como una espiral perezosa en el aire de los sueños, dejó flotando su advertencia entre juego y cariño. Porque lo amaba, como solo una hija de la memoria, del olvido y del consuelo puede amar: con dulzura envolvente, y una sabiduría hecha de bruma.
    Me gusta
    1
    5 turnos 0 maullidos
  • La bruma plateada se desliza con sigilo entre los pliegues del mundo onírico, danzando sin prisa sobre los campos del inconsciente. Eunoë flota, sin cuerpo, solo esencia, cuando un susurro de tristeza la guía hasta un rincón donde un sueño tiembla.

    〘Una humana… joven, frágil. Llora frente a un vidrio empañado por su dolor, y al otro lado del reflejo —como si el cristal aún recordara—, su padre le habla sin mover los labios. En sus ojos, la niña que fue. En el reflejo, el padre que aún la amaba. Y más atrás… risas de otro tiempo. Un columpio. Manos firmes que empujaban. Sol.〙

    Ella, como espíritu divino, se queda quieta. Observa. Siente cómo la pena oprime el sueño como un velo mojado. Entonces, gira sobre sí misma con suavidad, extendiendo su neblina como un suspiro largo.

    “Solo un poco… solo lo suficiente para que no duela más de lo necesario,” se dice.

    Y deja caer gotas de su •Mar de Sueños•, esa bruma sutil que no borra el dolor, pero lo convierte en recuerdo tierno, en canción lejana. El llanto no cesa de inmediato, pero la humana, por fin, logra cerrar los ojos… y sonreír, aunque sea un poco, en medio del llanto.

    Eunoë no dice nada. Solo se retira en espirales plateadas, dejando tras de sí un eco que susurra:

    “A veces, consolar no es callar el dolor… sino enseñarle a hablar con dulzura.”
    La bruma plateada se desliza con sigilo entre los pliegues del mundo onírico, danzando sin prisa sobre los campos del inconsciente. Eunoë flota, sin cuerpo, solo esencia, cuando un susurro de tristeza la guía hasta un rincón donde un sueño tiembla. 〘Una humana… joven, frágil. Llora frente a un vidrio empañado por su dolor, y al otro lado del reflejo —como si el cristal aún recordara—, su padre le habla sin mover los labios. En sus ojos, la niña que fue. En el reflejo, el padre que aún la amaba. Y más atrás… risas de otro tiempo. Un columpio. Manos firmes que empujaban. Sol.〙 Ella, como espíritu divino, se queda quieta. Observa. Siente cómo la pena oprime el sueño como un velo mojado. Entonces, gira sobre sí misma con suavidad, extendiendo su neblina como un suspiro largo. “Solo un poco… solo lo suficiente para que no duela más de lo necesario,” se dice. Y deja caer gotas de su •Mar de Sueños•, esa bruma sutil que no borra el dolor, pero lo convierte en recuerdo tierno, en canción lejana. El llanto no cesa de inmediato, pero la humana, por fin, logra cerrar los ojos… y sonreír, aunque sea un poco, en medio del llanto. Eunoë no dice nada. Solo se retira en espirales plateadas, dejando tras de sí un eco que susurra: “A veces, consolar no es callar el dolor… sino enseñarle a hablar con dulzura.”
    Me gusta
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • Entre las rendijas del amanecer, donde los sueños aún se aferran al mundo como rocío en los pétalos, Eunoë danzaba.

    Era una neblina traviesa, chispeante, que ondulaba entre los sueños de un niño que aún dormía abrazado a un oso de felpa, cuando lo escuchó. No una oración, no un rezo... sino algo mucho más íntimo. Una frase humana, dicha al borde del sueño:

    〘 Cuando no concilies el sueño, cuando te abandone Morfeo, deja que llegue a ti mi canto...〙-Shinobu Ikeda.

    Se detuvo en seco —o tan seco como puede estar una neblina viva—. Por un momento no se movió. Luego… tembló.

    Y estalló en una risa sin sonido.

    "¡Lo dijooo!",
    canturreó, girando en espirales plateadas
    "¡Lo dijo, Morfeo, te lo juro por todas las sábanas del mundo! ¡Alguien aún dice tu nombre!"

    Voló por los valles del mundo onírico, brincando de nube en nube de sueño, dejando chispas de calma e inspiración en cada uno que tocaba.

    〘 Cuando te abandone Morfeo. 〙
    "¡ja! "
    se burló, divertida.
    "Si supieran que tú jamás te vas. Que solo eres la sombra silenciosa en la esquina de cada deseo dormido…"

    Apareció entonces junto a uno de los portales a la vigilia, donde Morfeo solía pasar sin mirar.

    "Maestro" susurró, envolviendo el marco de la entrada con su neblina. "Dijiste que ya no te recuerdan… Pero, una voz de lobo te mencionó. No con miedo. Con ternura. Con recuerdo. Y eso, creo yo, merece una nota en tu bitácora de orgullo."

    Luego, más bajito, como si se contara un secreto:

    "Y, entre tú y yo… dijo que cantaría como nana para reemplazarte. ¡Qué insolente dulzura!"

    Y danzó otra vez, rodando en carcajadas luminosas, dejando tras de sí una bruma que olía a infancia, a consuelo… y a una alegría vieja que aún no se ha dormido del todo.
    Entre las rendijas del amanecer, donde los sueños aún se aferran al mundo como rocío en los pétalos, Eunoë danzaba. Era una neblina traviesa, chispeante, que ondulaba entre los sueños de un niño que aún dormía abrazado a un oso de felpa, cuando lo escuchó. No una oración, no un rezo... sino algo mucho más íntimo. Una frase humana, dicha al borde del sueño: 〘 Cuando no concilies el sueño, cuando te abandone Morfeo, deja que llegue a ti mi canto...〙-Shinobu Ikeda. Se detuvo en seco —o tan seco como puede estar una neblina viva—. Por un momento no se movió. Luego… tembló. Y estalló en una risa sin sonido. "¡Lo dijooo!", canturreó, girando en espirales plateadas "¡Lo dijo, Morfeo, te lo juro por todas las sábanas del mundo! ¡Alguien aún dice tu nombre!" Voló por los valles del mundo onírico, brincando de nube en nube de sueño, dejando chispas de calma e inspiración en cada uno que tocaba. 〘 Cuando te abandone Morfeo. 〙 "¡ja! " se burló, divertida. "Si supieran que tú jamás te vas. Que solo eres la sombra silenciosa en la esquina de cada deseo dormido…" Apareció entonces junto a uno de los portales a la vigilia, donde Morfeo solía pasar sin mirar. "Maestro" susurró, envolviendo el marco de la entrada con su neblina. "Dijiste que ya no te recuerdan… Pero, una voz de lobo te mencionó. No con miedo. Con ternura. Con recuerdo. Y eso, creo yo, merece una nota en tu bitácora de orgullo." Luego, más bajito, como si se contara un secreto: "Y, entre tú y yo… dijo que cantaría como nana para reemplazarte. ¡Qué insolente dulzura!" Y danzó otra vez, rodando en carcajadas luminosas, dejando tras de sí una bruma que olía a infancia, a consuelo… y a una alegría vieja que aún no se ha dormido del todo.
    Me gusta
    2
    4 turnos 0 maullidos
  • Eunoë flotaba sobre el mundo dormido, su forma de neblina plateada ondulando con la respiración del mundo onírico y la tierra, un fino limite la separaba de tocar aquel mundo. Bajo ella, una cuna temblaba apenas con los sueños de un bebé, y más allá, un niño de siete años murmuraba sin despertar, abrazado a un peluche viejo con la fe de los inocentes.

    "El mundo onírico…"

    Susurró, con la voz que parecía brotar de todas partes.

    "No es un escape, sino un puente. Un lugar donde el alma no huye, sino recuerda cómo flotar."

    Extendió su esencia, y la •bruma protectora• del •Mar de Sueños• descendió como un velo suave. El bebé dejó de fruncir el ceño, sus dedos se aflojaron en paz. El niño, sumido en un bosque hecho de estrellas y cuentos, sonrió entre dientes.

    "Aquí no curamos el dolor…"
    Pensó Eunoë, con la mirada invisible puesta en el horizonte.

    "Solo enseñamos a dormir sin miedo… y a soñar sin perderse."

    Y siguió, flotando, invisible y eterna, entre el suspiro del mundo y la calma que aún no sabe de su existencia.
    Eunoë flotaba sobre el mundo dormido, su forma de neblina plateada ondulando con la respiración del mundo onírico y la tierra, un fino limite la separaba de tocar aquel mundo. Bajo ella, una cuna temblaba apenas con los sueños de un bebé, y más allá, un niño de siete años murmuraba sin despertar, abrazado a un peluche viejo con la fe de los inocentes. "El mundo onírico…" Susurró, con la voz que parecía brotar de todas partes. "No es un escape, sino un puente. Un lugar donde el alma no huye, sino recuerda cómo flotar." Extendió su esencia, y la •bruma protectora• del •Mar de Sueños• descendió como un velo suave. El bebé dejó de fruncir el ceño, sus dedos se aflojaron en paz. El niño, sumido en un bosque hecho de estrellas y cuentos, sonrió entre dientes. "Aquí no curamos el dolor…" Pensó Eunoë, con la mirada invisible puesta en el horizonte. "Solo enseñamos a dormir sin miedo… y a soñar sin perderse." Y siguió, flotando, invisible y eterna, entre el suspiro del mundo y la calma que aún no sabe de su existencia.
    Me encocora
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Él fue alguna vez el más buscado entre los inmortales. Reyes y mendigos rogaban por sus dones, poetas lloraban por un segundo de su inspiración. Pero el mundo cambió. La humanidad dejó de soñar. El miedo, la prisa y el ruido apagaron los susurros del mundo onírico.

    Ahora, Morfeo sólo existe por costumbre. Sus manos aún saben crear sueños, pero no tienen destino. A veces lanza uno al viento, como una botella en el mar. Tal vez alguien lo encuentre dormido en un tren, en un hospital, en un rincón de la tristeza.

    Y sin embargo, no sufre. Su soledad es su templo. Él camina entre sus propias creaciones como un pintor olvidado en su museo. Habla con figuras que no le responden. Se ríe a veces de sueños absurdos que ya nadie verá.
    Él fue alguna vez el más buscado entre los inmortales. Reyes y mendigos rogaban por sus dones, poetas lloraban por un segundo de su inspiración. Pero el mundo cambió. La humanidad dejó de soñar. El miedo, la prisa y el ruido apagaron los susurros del mundo onírico. Ahora, Morfeo sólo existe por costumbre. Sus manos aún saben crear sueños, pero no tienen destino. A veces lanza uno al viento, como una botella en el mar. Tal vez alguien lo encuentre dormido en un tren, en un hospital, en un rincón de la tristeza. Y sin embargo, no sufre. Su soledad es su templo. Él camina entre sus propias creaciones como un pintor olvidado en su museo. Habla con figuras que no le responden. Se ríe a veces de sueños absurdos que ya nadie verá.
    Me entristece
    Me gusta
    5
    0 comentarios 0 compartidos
  • La niebla de Eunoë flotaba inmóvil, silenciosa, en el rincón más apagado del sueño. No sostenía a nadie ese amanecer. No podía. Su forma titilaba, entrecortada, como si la esencia misma de su existencia temblara.

    Y en su interior, sin palabras dirigidas a nadie más que al eco del dolor, pensó:

    "Quién hubiera dicho que si mi mamá conocía a un idiota más… su corazón se rompería así. Y su ilusión la haría sentir el verdadero dolor de amar."

    No entendía aún del todo lo que era el amor. Pero lo había visto: en los suspiros dormidos de los mortales, en los suspiros ahogados de su madre.

    "Sea quien seas, amado de Mamá… no sé si fuiste capaz de entender lo que ella te dio con su amistad, con sus regalos, con su amor desbordado. Quizás ella tampoco supo ver lo que todos veían."

    La neblina vibró, apenas, como si algo dentro quisiera gritar.

    "Que tú… eras el segundo en destruir su corazón otra vez."

    El primero había sido un sueño. Uno dulce, falso. Una promesa no cumplida.

    "Primero, una pesadilla en sueño rompió su ilusión. Y ahora… una pesadilla en vida la hizo pedazos de nuevo."

    Eunoë descendió, imperceptiblemente, al rincón donde la esencia de su madre seguía escondida, oculta en la cueva más profunda del alma.

    "Mi madre... es la alegría del mundo. Y nadie la sostuvo cuando se quebró."

    Pero no era del todo cierto.
    Allí, más allá de los velos del mundo onírico… él sí había ido.
    Morfeo.

    Con su pecho aún herido por la furia de Hypnos, su forma quebrada pero firme, había cruzado el umbral del sueño hacia la tierra. No como dios, sino como consuelo vivo.
    Y en silencio, había llegado hasta Hebe.
    No con promesas. No con juicios.
    Sólo con brazos abiertos, con sombra protectora y la quietud de quien comprende lo invisible.

    Y Hebe —la eterna doncella hecha mujer por elección y renuncia— se dejó sostener por primera vez.

    Y entonces el sol amaneció.

    No en el cielo, sino en los bordes de ese instante: la luz no era cálida, era serena; no ardía, acompañaba.
    Morfeo no dijo nada. Hebe tampoco. Pero entre sus sombras y su temblor, ella respiró.

    Ella, aún niebla, aún sin cuerpo, lo supo.

    "Él la sostuvo. Esta vez... alguien sí la sostuvo."

    Y por eso, aunque su forma temblaba… no se desvaneció.
    Porque el consuelo, aunque aún no le tocaba darlo…
    ese día, por fin, sí llegó.
    La niebla de Eunoë flotaba inmóvil, silenciosa, en el rincón más apagado del sueño. No sostenía a nadie ese amanecer. No podía. Su forma titilaba, entrecortada, como si la esencia misma de su existencia temblara. Y en su interior, sin palabras dirigidas a nadie más que al eco del dolor, pensó: "Quién hubiera dicho que si mi mamá conocía a un idiota más… su corazón se rompería así. Y su ilusión la haría sentir el verdadero dolor de amar." No entendía aún del todo lo que era el amor. Pero lo había visto: en los suspiros dormidos de los mortales, en los suspiros ahogados de su madre. "Sea quien seas, amado de Mamá… no sé si fuiste capaz de entender lo que ella te dio con su amistad, con sus regalos, con su amor desbordado. Quizás ella tampoco supo ver lo que todos veían." La neblina vibró, apenas, como si algo dentro quisiera gritar. "Que tú… eras el segundo en destruir su corazón otra vez." El primero había sido un sueño. Uno dulce, falso. Una promesa no cumplida. "Primero, una pesadilla en sueño rompió su ilusión. Y ahora… una pesadilla en vida la hizo pedazos de nuevo." Eunoë descendió, imperceptiblemente, al rincón donde la esencia de su madre seguía escondida, oculta en la cueva más profunda del alma. "Mi madre... es la alegría del mundo. Y nadie la sostuvo cuando se quebró." Pero no era del todo cierto. Allí, más allá de los velos del mundo onírico… él sí había ido. Morfeo. Con su pecho aún herido por la furia de Hypnos, su forma quebrada pero firme, había cruzado el umbral del sueño hacia la tierra. No como dios, sino como consuelo vivo. Y en silencio, había llegado hasta Hebe. No con promesas. No con juicios. Sólo con brazos abiertos, con sombra protectora y la quietud de quien comprende lo invisible. Y Hebe —la eterna doncella hecha mujer por elección y renuncia— se dejó sostener por primera vez. Y entonces el sol amaneció. No en el cielo, sino en los bordes de ese instante: la luz no era cálida, era serena; no ardía, acompañaba. Morfeo no dijo nada. Hebe tampoco. Pero entre sus sombras y su temblor, ella respiró. Ella, aún niebla, aún sin cuerpo, lo supo. "Él la sostuvo. Esta vez... alguien sí la sostuvo." Y por eso, aunque su forma temblaba… no se desvaneció. Porque el consuelo, aunque aún no le tocaba darlo… ese día, por fin, sí llegó.
    Me gusta
    Me entristece
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • Entre las corrientes silenciosas del mundo onírico, danzaba de tal forma como una niebla etérea. Sus dedos, apenas hilos de luz difusa, tejían remansos de calma en las mentes agrietadas por la vigilia.
    Cada susurro que desprendía era una brisa reparadora, un refugio para los soñadores errantes.

    Sabía que no era la arquitecta de los grandes paisajes del sueño, ni la modeladora de figuras imposibles.

    Su tarea era más sutil: "preparar el lienzo, sembrar la paz donde antes reinaba el caos, aligerar el peso invisible que.... otro, más antiguo y sabio, debía cargar."

    Con cada sueño purificado dejaba tras de sí un leve resplandor, una huella de consuelo. No buscaba aplausos ni reconocimiento…

    Pero en cada movimiento, en cada oleaje de bruma que alisaba, en cada mente que suavizaba, su ser entero susurraba hacia las sombras más profundas:

    —No estás solo en este mar inmenso. Yo estoy aquí, limpiando el sendero por donde tus pasos forjan maravillas.

    Y aunque su nombre no cruzara labios ni su forma fuera vista con claridad, sabía que su existencia era un eco leve, imposible de ignorar para aquel que reinaba sobre el soñar.
    Entre las corrientes silenciosas del mundo onírico, danzaba de tal forma como una niebla etérea. Sus dedos, apenas hilos de luz difusa, tejían remansos de calma en las mentes agrietadas por la vigilia. Cada susurro que desprendía era una brisa reparadora, un refugio para los soñadores errantes. Sabía que no era la arquitecta de los grandes paisajes del sueño, ni la modeladora de figuras imposibles. Su tarea era más sutil: "preparar el lienzo, sembrar la paz donde antes reinaba el caos, aligerar el peso invisible que.... otro, más antiguo y sabio, debía cargar." Con cada sueño purificado dejaba tras de sí un leve resplandor, una huella de consuelo. No buscaba aplausos ni reconocimiento… Pero en cada movimiento, en cada oleaje de bruma que alisaba, en cada mente que suavizaba, su ser entero susurraba hacia las sombras más profundas: —No estás solo en este mar inmenso. Yo estoy aquí, limpiando el sendero por donde tus pasos forjan maravillas. Y aunque su nombre no cruzara labios ni su forma fuera vista con claridad, sabía que su existencia era un eco leve, imposible de ignorar para aquel que reinaba sobre el soñar.
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Retorna al cuerpo de Chroma, luego de su visita por Duviri, se pregunta si al final Duviri no es más que la proyección grupal de un mundo onírico, intangible e imaginario, colectivo de los sobrevivientes del Zariman 10-0, no cree que sea absolutamente su responsabilidad, al final no fue el único que acepto al hombre en el muro para salir del vacío.
    Retorna al cuerpo de Chroma, luego de su visita por Duviri, se pregunta si al final Duviri no es más que la proyección grupal de un mundo onírico, intangible e imaginario, colectivo de los sobrevivientes del Zariman 10-0, no cree que sea absolutamente su responsabilidad, al final no fue el único que acepto al hombre en el muro para salir del vacío.
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados