Entre las rendijas del amanecer, donde los sueños aún se aferran al mundo como rocío en los pétalos, Eunoë danzaba.

Era una neblina traviesa, chispeante, que ondulaba entre los sueños de un niño que aún dormía abrazado a un oso de felpa, cuando lo escuchó. No una oración, no un rezo... sino algo mucho más íntimo. Una frase humana, dicha al borde del sueño:

〘 Cuando no concilies el sueño, cuando te abandone Morfeo, deja que llegue a ti mi canto...〙-Shinobu Ikeda.

Se detuvo en seco —o tan seco como puede estar una neblina viva—. Por un momento no se movió. Luego… tembló.

Y estalló en una risa sin sonido.

"¡Lo dijooo!",
canturreó, girando en espirales plateadas
"¡Lo dijo, Morfeo, te lo juro por todas las sábanas del mundo! ¡Alguien aún dice tu nombre!"

Voló por los valles del mundo onírico, brincando de nube en nube de sueño, dejando chispas de calma e inspiración en cada uno que tocaba.

〘 Cuando te abandone Morfeo. 〙
"¡ja! "
se burló, divertida.
"Si supieran que tú jamás te vas. Que solo eres la sombra silenciosa en la esquina de cada deseo dormido…"

Apareció entonces junto a uno de los portales a la vigilia, donde Morfeo solía pasar sin mirar.

"Maestro" susurró, envolviendo el marco de la entrada con su neblina. "Dijiste que ya no te recuerdan… Pero, una voz de lobo te mencionó. No con miedo. Con ternura. Con recuerdo. Y eso, creo yo, merece una nota en tu bitácora de orgullo."

Luego, más bajito, como si se contara un secreto:

"Y, entre tú y yo… dijo que cantaría como nana para reemplazarte. ¡Qué insolente dulzura!"

Y danzó otra vez, rodando en carcajadas luminosas, dejando tras de sí una bruma que olía a infancia, a consuelo… y a una alegría vieja que aún no se ha dormido del todo.
Entre las rendijas del amanecer, donde los sueños aún se aferran al mundo como rocío en los pétalos, Eunoë danzaba. Era una neblina traviesa, chispeante, que ondulaba entre los sueños de un niño que aún dormía abrazado a un oso de felpa, cuando lo escuchó. No una oración, no un rezo... sino algo mucho más íntimo. Una frase humana, dicha al borde del sueño: 〘 Cuando no concilies el sueño, cuando te abandone Morfeo, deja que llegue a ti mi canto...〙-Shinobu Ikeda. Se detuvo en seco —o tan seco como puede estar una neblina viva—. Por un momento no se movió. Luego… tembló. Y estalló en una risa sin sonido. "¡Lo dijooo!", canturreó, girando en espirales plateadas "¡Lo dijo, Morfeo, te lo juro por todas las sábanas del mundo! ¡Alguien aún dice tu nombre!" Voló por los valles del mundo onírico, brincando de nube en nube de sueño, dejando chispas de calma e inspiración en cada uno que tocaba. 〘 Cuando te abandone Morfeo. 〙 "¡ja! " se burló, divertida. "Si supieran que tú jamás te vas. Que solo eres la sombra silenciosa en la esquina de cada deseo dormido…" Apareció entonces junto a uno de los portales a la vigilia, donde Morfeo solía pasar sin mirar. "Maestro" susurró, envolviendo el marco de la entrada con su neblina. "Dijiste que ya no te recuerdan… Pero, una voz de lobo te mencionó. No con miedo. Con ternura. Con recuerdo. Y eso, creo yo, merece una nota en tu bitácora de orgullo." Luego, más bajito, como si se contara un secreto: "Y, entre tú y yo… dijo que cantaría como nana para reemplazarte. ¡Qué insolente dulzura!" Y danzó otra vez, rodando en carcajadas luminosas, dejando tras de sí una bruma que olía a infancia, a consuelo… y a una alegría vieja que aún no se ha dormido del todo.
Me gusta
2
4 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados