Entre las corrientes silenciosas del mundo onírico, danzaba de tal forma como una niebla etérea. Sus dedos, apenas hilos de luz difusa, tejían remansos de calma en las mentes agrietadas por la vigilia.
Cada susurro que desprendía era una brisa reparadora, un refugio para los soñadores errantes.

Sabía que no era la arquitecta de los grandes paisajes del sueño, ni la modeladora de figuras imposibles.

Su tarea era más sutil: "preparar el lienzo, sembrar la paz donde antes reinaba el caos, aligerar el peso invisible que.... otro, más antiguo y sabio, debía cargar."

Con cada sueño purificado dejaba tras de sí un leve resplandor, una huella de consuelo. No buscaba aplausos ni reconocimiento…

Pero en cada movimiento, en cada oleaje de bruma que alisaba, en cada mente que suavizaba, su ser entero susurraba hacia las sombras más profundas:

—No estás solo en este mar inmenso. Yo estoy aquí, limpiando el sendero por donde tus pasos forjan maravillas.

Y aunque su nombre no cruzara labios ni su forma fuera vista con claridad, sabía que su existencia era un eco leve, imposible de ignorar para aquel que reinaba sobre el soñar.
Entre las corrientes silenciosas del mundo onírico, danzaba de tal forma como una niebla etérea. Sus dedos, apenas hilos de luz difusa, tejían remansos de calma en las mentes agrietadas por la vigilia. Cada susurro que desprendía era una brisa reparadora, un refugio para los soñadores errantes. Sabía que no era la arquitecta de los grandes paisajes del sueño, ni la modeladora de figuras imposibles. Su tarea era más sutil: "preparar el lienzo, sembrar la paz donde antes reinaba el caos, aligerar el peso invisible que.... otro, más antiguo y sabio, debía cargar." Con cada sueño purificado dejaba tras de sí un leve resplandor, una huella de consuelo. No buscaba aplausos ni reconocimiento… Pero en cada movimiento, en cada oleaje de bruma que alisaba, en cada mente que suavizaba, su ser entero susurraba hacia las sombras más profundas: —No estás solo en este mar inmenso. Yo estoy aquí, limpiando el sendero por donde tus pasos forjan maravillas. Y aunque su nombre no cruzara labios ni su forma fuera vista con claridad, sabía que su existencia era un eco leve, imposible de ignorar para aquel que reinaba sobre el soñar.
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