La bruma plateada se desliza con sigilo entre los pliegues del mundo onírico, danzando sin prisa sobre los campos del inconsciente. Eunoë flota, sin cuerpo, solo esencia, cuando un susurro de tristeza la guía hasta un rincón donde un sueño tiembla.
〘Una humana… joven, frágil. Llora frente a un vidrio empañado por su dolor, y al otro lado del reflejo —como si el cristal aún recordara—, su padre le habla sin mover los labios. En sus ojos, la niña que fue. En el reflejo, el padre que aún la amaba. Y más atrás… risas de otro tiempo. Un columpio. Manos firmes que empujaban. Sol.〙
Ella, como espíritu divino, se queda quieta. Observa. Siente cómo la pena oprime el sueño como un velo mojado. Entonces, gira sobre sí misma con suavidad, extendiendo su neblina como un suspiro largo.
“Solo un poco… solo lo suficiente para que no duela más de lo necesario,” se dice.
Y deja caer gotas de su •Mar de Sueños•, esa bruma sutil que no borra el dolor, pero lo convierte en recuerdo tierno, en canción lejana. El llanto no cesa de inmediato, pero la humana, por fin, logra cerrar los ojos… y sonreír, aunque sea un poco, en medio del llanto.
Eunoë no dice nada. Solo se retira en espirales plateadas, dejando tras de sí un eco que susurra:
“A veces, consolar no es callar el dolor… sino enseñarle a hablar con dulzura.”
〘Una humana… joven, frágil. Llora frente a un vidrio empañado por su dolor, y al otro lado del reflejo —como si el cristal aún recordara—, su padre le habla sin mover los labios. En sus ojos, la niña que fue. En el reflejo, el padre que aún la amaba. Y más atrás… risas de otro tiempo. Un columpio. Manos firmes que empujaban. Sol.〙
Ella, como espíritu divino, se queda quieta. Observa. Siente cómo la pena oprime el sueño como un velo mojado. Entonces, gira sobre sí misma con suavidad, extendiendo su neblina como un suspiro largo.
“Solo un poco… solo lo suficiente para que no duela más de lo necesario,” se dice.
Y deja caer gotas de su •Mar de Sueños•, esa bruma sutil que no borra el dolor, pero lo convierte en recuerdo tierno, en canción lejana. El llanto no cesa de inmediato, pero la humana, por fin, logra cerrar los ojos… y sonreír, aunque sea un poco, en medio del llanto.
Eunoë no dice nada. Solo se retira en espirales plateadas, dejando tras de sí un eco que susurra:
“A veces, consolar no es callar el dolor… sino enseñarle a hablar con dulzura.”
La bruma plateada se desliza con sigilo entre los pliegues del mundo onírico, danzando sin prisa sobre los campos del inconsciente. Eunoë flota, sin cuerpo, solo esencia, cuando un susurro de tristeza la guía hasta un rincón donde un sueño tiembla.
〘Una humana… joven, frágil. Llora frente a un vidrio empañado por su dolor, y al otro lado del reflejo —como si el cristal aún recordara—, su padre le habla sin mover los labios. En sus ojos, la niña que fue. En el reflejo, el padre que aún la amaba. Y más atrás… risas de otro tiempo. Un columpio. Manos firmes que empujaban. Sol.〙
Ella, como espíritu divino, se queda quieta. Observa. Siente cómo la pena oprime el sueño como un velo mojado. Entonces, gira sobre sí misma con suavidad, extendiendo su neblina como un suspiro largo.
“Solo un poco… solo lo suficiente para que no duela más de lo necesario,” se dice.
Y deja caer gotas de su •Mar de Sueños•, esa bruma sutil que no borra el dolor, pero lo convierte en recuerdo tierno, en canción lejana. El llanto no cesa de inmediato, pero la humana, por fin, logra cerrar los ojos… y sonreír, aunque sea un poco, en medio del llanto.
Eunoë no dice nada. Solo se retira en espirales plateadas, dejando tras de sí un eco que susurra:
“A veces, consolar no es callar el dolor… sino enseñarle a hablar con dulzura.”
