Sintió el cambio apenas Morfeo volvió al mundo onírico. Su esencia —como un rastro de agua oscura que acariciaba el lecho de un río ancestral— traía consigo un eco distinto. Lo supo al instante. Había ido donde las Hespérides. Ella no necesitaba ojos para saberlo… lo sentía en su bruma, en los hilos que tejían el sueño del mundo. Y con esa certeza, flotó suavemente hacia él, como una neblina curiosa que se enrosca alrededor sin perturbar.

"Maestro…"dijo, con una voz que parecía el susurro de una almohada acariciando la frente de un niño dormido. "Si vuelves a asomarte a las memorias que el tiempo eligió sellar… ¿no temes que Hypnos se despierte con el ceño fruncido?"

Giró levemente en el aire, envolviendo parte del entorno con sus hilos de plata, como si estuviera bordando suavemente un nuevo sueño, pero su tono llevaba esa picardía sutil y juguetona que tanto la caracterizaba.

"Y si mamá decide regresar justo cuando estés con una ceja chamuscada, o… sin un par de pensamientos ordenados… ¡Te dará tu primer zape divino!" rió muy bajito, como un tintineo suave.

Se quedó flotando frente a él, con sus recién formadas manos brumosas unidas como si pidiera algo inocente.

"Maestro… ¿alguna vez percibió el enojo de mamá? No digo enojo real real… sino ese enojo así, silencioso, que da más miedo que cualquier rugido. Porque yo no quiero estar cerca si alguna vez pasa. Pero me da mucha curiosidad si eso… si eso ha pasado contigo."

Y girando como una espiral perezosa en el aire de los sueños, dejó flotando su advertencia entre juego y cariño. Porque lo amaba, como solo una hija de la memoria, del olvido y del consuelo puede amar: con dulzura envolvente, y una sabiduría hecha de bruma.
Sintió el cambio apenas Morfeo volvió al mundo onírico. Su esencia —como un rastro de agua oscura que acariciaba el lecho de un río ancestral— traía consigo un eco distinto. Lo supo al instante. Había ido donde las Hespérides. Ella no necesitaba ojos para saberlo… lo sentía en su bruma, en los hilos que tejían el sueño del mundo. Y con esa certeza, flotó suavemente hacia él, como una neblina curiosa que se enrosca alrededor sin perturbar. "Maestro…"dijo, con una voz que parecía el susurro de una almohada acariciando la frente de un niño dormido. "Si vuelves a asomarte a las memorias que el tiempo eligió sellar… ¿no temes que Hypnos se despierte con el ceño fruncido?" Giró levemente en el aire, envolviendo parte del entorno con sus hilos de plata, como si estuviera bordando suavemente un nuevo sueño, pero su tono llevaba esa picardía sutil y juguetona que tanto la caracterizaba. "Y si mamá decide regresar justo cuando estés con una ceja chamuscada, o… sin un par de pensamientos ordenados… ¡Te dará tu primer zape divino!" rió muy bajito, como un tintineo suave. Se quedó flotando frente a él, con sus recién formadas manos brumosas unidas como si pidiera algo inocente. "Maestro… ¿alguna vez percibió el enojo de mamá? No digo enojo real real… sino ese enojo así, silencioso, que da más miedo que cualquier rugido. Porque yo no quiero estar cerca si alguna vez pasa. Pero me da mucha curiosidad si eso… si eso ha pasado contigo." Y girando como una espiral perezosa en el aire de los sueños, dejó flotando su advertencia entre juego y cariño. Porque lo amaba, como solo una hija de la memoria, del olvido y del consuelo puede amar: con dulzura envolvente, y una sabiduría hecha de bruma.
Me gusta
1
5 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados