• La luna llena es hermosa...llena de memorias llena de recuerdos
    La luna llena es hermosa...llena de memorias llena de recuerdos
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  • El sonido de las olas golpeando suavemente el casco del Thousand Sunny llenaba el aire mientras Robin descansaba en la cubierta. La tarde era tranquila, el sol proyectaba un cálido resplandor dorado sobre el océano, y el bullicio habitual de sus compañeros piratas parecía haberse desvanecido, al menos por unos momentos. Robin, sentada con un libro abierto en sus manos, no leía realmente. Sus ojos recorrían las líneas de texto, pero su mente estaba atrapada en pensamientos del pasado.

    Había sido Miss All Sunday, la mano derecha de Crocodile, una figura envuelta en misterio y miedo. Aún podía sentir el peso de la máscara que había llevado durante tanto tiempo: el papel de la mujer inescrutable que siempre tenía un as bajo la manga, que ofrecía una sonrisa mientras urdía traiciones y esquemas. No tenía elección entonces; vivir como una herramienta era la única manera de sobrevivir. Había aprendido a no confiar en nadie, a mantener a todos a distancia y a asumir que cualquier conexión era una amenaza.

    Pero todo eso había cambiado.

    Robin alzó la vista del libro y observó el barco que ahora llamaba hogar. Luffy reía ruidosamente en la proa, probablemente porque Usopp había contado una de sus exageradas historias. Chopper trotaba alrededor, intentando convencer a Sanji de que no necesitaba comer más verduras. Incluso Zoro, que dormía bajo la sombra de las velas, irradiaba una tranquilidad contagiosa. Era una vida que jamás imaginó tener.

    "Robin-chwan, ¿un té?" La voz de Sanji la sacó de sus pensamientos. Él había aparecido con una taza perfectamente preparada, inclinándose como siempre con una mezcla de devoción y dramatismo. Robin sonrió, aceptando la taza. "Gracias, Sanji-kun."

    Esa simple interacción la llenó de calidez. Era tan... normal. No había dobles intenciones, no había cálculos. Solo una pequeña muestra de amabilidad que, en otra época, habría considerado peligrosa o manipuladora.

    Mientras sorbía el té, sus pensamientos volvieron a Arabasta, donde todo comenzó a cambiar. Luffy y los demás habían enfrentado a Crocodile no solo por el país, sino por sus propios ideales de justicia y amistad. Habían sido lo opuesto a todo lo que conocía: desinteresados, honestos y, de alguna manera, increíblemente tercos. Y cuando Luffy le ofreció un lugar en su barco, no lo había entendido. ¿Por qué querrían a alguien como ella, una mujer con una recompensa que la marcaba como peligrosa y una historia llena de sombras?

    Ahora sabía la respuesta. Luffy no veía el pasado como una carga insuperable. Para él, lo único que importaba era quién eras en ese momento y hacia dónde querías ir.

    Robin cerró los ojos, dejando que la brisa marina acariciara su rostro. Había noches en las que las sombras del pasado intentaban alcanzarla, susurros de traiciones pasadas y memorias de soledad. Pero ahora, tenía voces más fuertes que esas sombras: el grito entusiasta de Luffy, la risa escandalosa de Nami, las bromas de Usopp, las disputas de Zoro y Sanji.

    Y en esos momentos, cuando los recuerdos la acechaban, recordaba algo simple pero poderoso: ya no era Miss All Sunday. Era Nico Robin, la arqueóloga de los Piratas del Sombrero de Paja, y nunca había sentido tanto alivio por ello.
    El sonido de las olas golpeando suavemente el casco del Thousand Sunny llenaba el aire mientras Robin descansaba en la cubierta. La tarde era tranquila, el sol proyectaba un cálido resplandor dorado sobre el océano, y el bullicio habitual de sus compañeros piratas parecía haberse desvanecido, al menos por unos momentos. Robin, sentada con un libro abierto en sus manos, no leía realmente. Sus ojos recorrían las líneas de texto, pero su mente estaba atrapada en pensamientos del pasado. Había sido Miss All Sunday, la mano derecha de Crocodile, una figura envuelta en misterio y miedo. Aún podía sentir el peso de la máscara que había llevado durante tanto tiempo: el papel de la mujer inescrutable que siempre tenía un as bajo la manga, que ofrecía una sonrisa mientras urdía traiciones y esquemas. No tenía elección entonces; vivir como una herramienta era la única manera de sobrevivir. Había aprendido a no confiar en nadie, a mantener a todos a distancia y a asumir que cualquier conexión era una amenaza. Pero todo eso había cambiado. Robin alzó la vista del libro y observó el barco que ahora llamaba hogar. Luffy reía ruidosamente en la proa, probablemente porque Usopp había contado una de sus exageradas historias. Chopper trotaba alrededor, intentando convencer a Sanji de que no necesitaba comer más verduras. Incluso Zoro, que dormía bajo la sombra de las velas, irradiaba una tranquilidad contagiosa. Era una vida que jamás imaginó tener. "Robin-chwan, ¿un té?" La voz de Sanji la sacó de sus pensamientos. Él había aparecido con una taza perfectamente preparada, inclinándose como siempre con una mezcla de devoción y dramatismo. Robin sonrió, aceptando la taza. "Gracias, Sanji-kun." Esa simple interacción la llenó de calidez. Era tan... normal. No había dobles intenciones, no había cálculos. Solo una pequeña muestra de amabilidad que, en otra época, habría considerado peligrosa o manipuladora. Mientras sorbía el té, sus pensamientos volvieron a Arabasta, donde todo comenzó a cambiar. Luffy y los demás habían enfrentado a Crocodile no solo por el país, sino por sus propios ideales de justicia y amistad. Habían sido lo opuesto a todo lo que conocía: desinteresados, honestos y, de alguna manera, increíblemente tercos. Y cuando Luffy le ofreció un lugar en su barco, no lo había entendido. ¿Por qué querrían a alguien como ella, una mujer con una recompensa que la marcaba como peligrosa y una historia llena de sombras? Ahora sabía la respuesta. Luffy no veía el pasado como una carga insuperable. Para él, lo único que importaba era quién eras en ese momento y hacia dónde querías ir. Robin cerró los ojos, dejando que la brisa marina acariciara su rostro. Había noches en las que las sombras del pasado intentaban alcanzarla, susurros de traiciones pasadas y memorias de soledad. Pero ahora, tenía voces más fuertes que esas sombras: el grito entusiasta de Luffy, la risa escandalosa de Nami, las bromas de Usopp, las disputas de Zoro y Sanji. Y en esos momentos, cuando los recuerdos la acechaban, recordaba algo simple pero poderoso: ya no era Miss All Sunday. Era Nico Robin, la arqueóloga de los Piratas del Sombrero de Paja, y nunca había sentido tanto alivio por ello.
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    Memorias parte 1. Impulso de Debilidad
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    Maga Nómada — El Origen
    Memorias [parte 1] Durante toda mi existencia he tenido sospechas que jamás fui una persona común y corriente. Recuerdo que cuando era pequeña siempre tenía dificultades para tener amistades, me pasaba sola en clase detrás de una de ellas, si enlazaba con otra persona en amistad esta enseguida se iba de mi lado por cuestiones familiares, con el tiempo me...
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  • "𝕽𝖊𝖈𝖚𝖊𝖗𝖉𝖔𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔" (Memorias pasadas de Kazuo)

    La primera vez que Kazuo besó a alguien fue con un chico de la aldea más cercana a su hogar. Su madre lo alentaba a relacionarse con jóvenes de su edad, ahora que dominaba bien el lenguaje humano. Las chicas de su generación ya eran futuras esposas y amas de casa, por lo que no solían convivir con el grupo habitual de jóvenes solteros.

    Kazuo era arrebatadoramente hermoso, y, como era de esperar, no pasaba inadvertido para las mujeres, pero tampoco para los hombres. Aquella tarde se había quedado más tiempo en la aldea, saliendo y bebiendo algo en la posada local. Uno de los chicos del grupo, llamado Kayto, era alto como Kazuo, tenía ojos color avellana y una espalda más ancha que la del kitsune.

    Mientras el grupo avanzaba, Kazuo y Kayto se quedaron rezagados. El joven, algo ebrio, pasó un brazo por encima de los hombros del zorro para apoyarse en él. Kazuo, en cambio, apenas notaba el alcohol ingerido. De forma casi imprevista, Kayto usó su corpulento cuerpo para llevar a Kazuo hacia un callejón estrecho, entre dos edificios de madera. Allí lo atrapó, inmovilizándolo contra la pared con su cuerpo. En ese entonces, el yōkai no había experimentado ningún tipo de contacto físico.

    —¿Por qué eres tan hermoso? —inquirió Kayto en un susurro ronco, imponiendo su presencia sobre Kazuo.
    —¿Qué…? —respondió este, totalmente desorientado. No sabía qué estaba ocurriendo ni cómo reaccionar.

    Aunque sus padres, en los ocho años que llevaban juntos, le habían enseñado muchas cosas, jamás lo prepararon para una situación así, y menos aún con un chico.

    —Tus ojos… No puedo dejar de pensar en ellos —continuó Kayto, acercándose aún más. Sus labios apenas rozaban los de Kazuo mientras susurraba.

    Kazuo permanecía en silencio. No sabía qué hacer ni qué decir. Todo aquello era completamente nuevo para él, y la dominación que ejercía el joven sobre su inexperiencia era absoluta.

    Kayto aplacó la distancia y capturó los labios de Kazuo con un beso de forma rapaz. Este, sorprendido, se quedó inmóvil, con los ojos abiertos de par en par. ¿Qué era esto? ¿Por qué lo hacía? Además, eran dos chicos. Kazuo había oído hablar de los besos y el cortejo, pero siempre entre un hombre y una mujer. ¿Qué significaba esto?

    Poco a poco, comenzó a experimentar sensaciones desconocidas. Era cálido, húmedo… La lengua de Kayto se adentró con confianza en su boca, dominándola por completo. Se sintió extraño, pero también placentero, como cuando sus pies tocaban la hierba húmeda de la mañana. A eso olía Kayto: a hierba fresca y tierra, recordándole al bosque.

    Impulsado por un repentino subidón de adrenalina, Kazuo empujó a Kayto contra la pared opuesta, tomando ahora él el control. Lo besó con confianza, de forma salvaje y voraz. Kayto quedó cohibido ante el inesperado arrebato de Kazuo. Lo que no sabía era que, en el interior de Kazuo, latía una naturaleza salvaje. La magia arcana que fluía por sus venas intensificaba cada sensación, despertando al zorro que dormitaba en su interior y lo hacía reaccionar por puro instinto.

    Abrumado, Kayto lo apartó de forma brusca. Los ojos de Kazuo centelleaban con una mezcla de confusión y deseo. Ambos jadeaban, y durante unos segundos permanecieron en silencio.

    —A… aquí no ha pasado nada, rarito del bosque. ¿Vale? —dijo Kayto con voz mordaz—. Volvamos con los demás, y ni se te ocurre decir una palabra, si no quieres problemas.—

    Kazuo no respondió. Permaneció callado mientras Kayto salía del callejón y aceleraba el paso para reunirse con sus amigos. En ese momento comenzó a llover, y Kazuo permaneció en el callejón durante largos minutos, dejando que el agua empapara su cabello, mientras la tinta negra se deslizaba, revelando su verdadero color plateado.

    Solo salió del callejón cuando se aseguró de que no había nadie por las calles. Su madre siempre le había insistido en ocultar su cabello, plateado como la luna, para no llamar la atención y evitar problemas. Pero, incluso siendo cuidadoso, los problemas le habían encontrado.

    Así fue su primer beso: robado, sin amor; un beso que entregó sin reservas, pero que se convirtió en un recuerdo amargo.

    Bajo la densa lluvia, Kazuo caminaba perdido en sus pensamientos. Se preguntaba qué había hecho mal, si lo que había ocurrido era normal y qué pasaría a partir de entonces. Sin embargo, todos esos pensamientos se desvanecieron cuando el olor metálico de la sangre invadió sus sentidos, alojándose pesadamente en la parte trasera de su paladar.

    —Mamá… Papá… —susurró mientras empezaba a acelerar el paso—. Shouta… Masaru…

    Kazuo comenzó a correr frenéticamente. La lluvia no cesaba; Caía con más intensidad, pero no era suficiente para disipar el olor penetrante de sangre que venía de su hogar.

    ———————————————————————

    Continuación de relato;

    Venganza Parte 1;
    https://ficrol.com/posts/187508

    Venganza Parte 2;
    https://ficrol.com/posts/194855


    "𝕽𝖊𝖈𝖚𝖊𝖗𝖉𝖔𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔" (Memorias pasadas de Kazuo) La primera vez que Kazuo besó a alguien fue con un chico de la aldea más cercana a su hogar. Su madre lo alentaba a relacionarse con jóvenes de su edad, ahora que dominaba bien el lenguaje humano. Las chicas de su generación ya eran futuras esposas y amas de casa, por lo que no solían convivir con el grupo habitual de jóvenes solteros. Kazuo era arrebatadoramente hermoso, y, como era de esperar, no pasaba inadvertido para las mujeres, pero tampoco para los hombres. Aquella tarde se había quedado más tiempo en la aldea, saliendo y bebiendo algo en la posada local. Uno de los chicos del grupo, llamado Kayto, era alto como Kazuo, tenía ojos color avellana y una espalda más ancha que la del kitsune. Mientras el grupo avanzaba, Kazuo y Kayto se quedaron rezagados. El joven, algo ebrio, pasó un brazo por encima de los hombros del zorro para apoyarse en él. Kazuo, en cambio, apenas notaba el alcohol ingerido. De forma casi imprevista, Kayto usó su corpulento cuerpo para llevar a Kazuo hacia un callejón estrecho, entre dos edificios de madera. Allí lo atrapó, inmovilizándolo contra la pared con su cuerpo. En ese entonces, el yōkai no había experimentado ningún tipo de contacto físico. —¿Por qué eres tan hermoso? —inquirió Kayto en un susurro ronco, imponiendo su presencia sobre Kazuo. —¿Qué…? —respondió este, totalmente desorientado. No sabía qué estaba ocurriendo ni cómo reaccionar. Aunque sus padres, en los ocho años que llevaban juntos, le habían enseñado muchas cosas, jamás lo prepararon para una situación así, y menos aún con un chico. —Tus ojos… No puedo dejar de pensar en ellos —continuó Kayto, acercándose aún más. Sus labios apenas rozaban los de Kazuo mientras susurraba. Kazuo permanecía en silencio. No sabía qué hacer ni qué decir. Todo aquello era completamente nuevo para él, y la dominación que ejercía el joven sobre su inexperiencia era absoluta. Kayto aplacó la distancia y capturó los labios de Kazuo con un beso de forma rapaz. Este, sorprendido, se quedó inmóvil, con los ojos abiertos de par en par. ¿Qué era esto? ¿Por qué lo hacía? Además, eran dos chicos. Kazuo había oído hablar de los besos y el cortejo, pero siempre entre un hombre y una mujer. ¿Qué significaba esto? Poco a poco, comenzó a experimentar sensaciones desconocidas. Era cálido, húmedo… La lengua de Kayto se adentró con confianza en su boca, dominándola por completo. Se sintió extraño, pero también placentero, como cuando sus pies tocaban la hierba húmeda de la mañana. A eso olía Kayto: a hierba fresca y tierra, recordándole al bosque. Impulsado por un repentino subidón de adrenalina, Kazuo empujó a Kayto contra la pared opuesta, tomando ahora él el control. Lo besó con confianza, de forma salvaje y voraz. Kayto quedó cohibido ante el inesperado arrebato de Kazuo. Lo que no sabía era que, en el interior de Kazuo, latía una naturaleza salvaje. La magia arcana que fluía por sus venas intensificaba cada sensación, despertando al zorro que dormitaba en su interior y lo hacía reaccionar por puro instinto. Abrumado, Kayto lo apartó de forma brusca. Los ojos de Kazuo centelleaban con una mezcla de confusión y deseo. Ambos jadeaban, y durante unos segundos permanecieron en silencio. —A… aquí no ha pasado nada, rarito del bosque. ¿Vale? —dijo Kayto con voz mordaz—. Volvamos con los demás, y ni se te ocurre decir una palabra, si no quieres problemas.— Kazuo no respondió. Permaneció callado mientras Kayto salía del callejón y aceleraba el paso para reunirse con sus amigos. En ese momento comenzó a llover, y Kazuo permaneció en el callejón durante largos minutos, dejando que el agua empapara su cabello, mientras la tinta negra se deslizaba, revelando su verdadero color plateado. Solo salió del callejón cuando se aseguró de que no había nadie por las calles. Su madre siempre le había insistido en ocultar su cabello, plateado como la luna, para no llamar la atención y evitar problemas. Pero, incluso siendo cuidadoso, los problemas le habían encontrado. Así fue su primer beso: robado, sin amor; un beso que entregó sin reservas, pero que se convirtió en un recuerdo amargo. Bajo la densa lluvia, Kazuo caminaba perdido en sus pensamientos. Se preguntaba qué había hecho mal, si lo que había ocurrido era normal y qué pasaría a partir de entonces. Sin embargo, todos esos pensamientos se desvanecieron cuando el olor metálico de la sangre invadió sus sentidos, alojándose pesadamente en la parte trasera de su paladar. —Mamá… Papá… —susurró mientras empezaba a acelerar el paso—. Shouta… Masaru… Kazuo comenzó a correr frenéticamente. La lluvia no cesaba; Caía con más intensidad, pero no era suficiente para disipar el olor penetrante de sangre que venía de su hogar. ——————————————————————— Continuación de relato; Venganza Parte 1; https://ficrol.com/posts/187508 Venganza Parte 2; https://ficrol.com/posts/194855
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  • No sabía que un abrazo desprevenido podía hacer que me sienta un poco mejor, supongo que a veces los días no son perfectos pero... Siempre habrá alguien que da un abrazo sin saber que aquello te ha salvado de tus malos pensamientos.

    Gracias por el abrazo 桑蒂 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐢𝐚𝐠𝐨 ᴬᵒᶦ 葵

    [Memorias tormentosas, parte 1]
    No sabía que un abrazo desprevenido podía hacer que me sienta un poco mejor, supongo que a veces los días no son perfectos pero... Siempre habrá alguien que da un abrazo sin saber que aquello te ha salvado de tus malos pensamientos. Gracias por el abrazo [Santi] [Memorias tormentosas, parte 1]
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  • “𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐛𝐚𝐫 𝐜𝐞𝐫𝐫𝐚𝐛𝐚, 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐬𝐞𝐫𝐞𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐝𝐞𝐥 𝐥𝐮𝐠𝐚𝐫, 𝐥𝐚𝐬 𝐦𝐞𝐥𝐨𝐝í𝐚𝐬 𝐲 𝐮𝐧𝐚 𝐛𝐞𝐛𝐢𝐝𝐚 𝐞𝐫𝐚𝐧 𝐦á𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐮𝐟𝐢𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫𝐥𝐞 𝐫𝐞𝐜𝐨𝐫𝐝𝐚𝐫.”

    Mientras la noche abrazaba la ciudad y los locales descansaban, el ambiente del bar permanecía inquieto, como si estuviera suspendido en el tiempo. Sentado en uno de los taburetes, Adam contemplaba el vaso de 𝘖𝘭𝘥 𝘍𝘢𝘴𝘩𝘪𝘰𝘯𝘦𝘥 frente a él. Entre sus dedos descansaba un cigarro negro, del cual apenas se desprendía un hilo de humo que ascendía como una sombra de sus pensamientos. Fragmentos de memorias, espectros silenciosos, irrumpían en su mente sin aviso, como un torrente imposible de detener.

    — Ugh... ¿Por qué? ¿Por qué sigo recordando todo? — gruñó, con una mezcla de enojo y nostalgia que nublaba sus pensamientos.

    Esta rutina se había convertido en su 𝚌𝚊𝚜𝚝𝚒𝚐𝚘. No eran simples memorias las que lo acosaban, 𝘴𝘪𝘯𝘰 𝘷𝘪𝘥𝘢𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢𝘴, 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘭𝘦𝘵𝘢𝘴 y 𝘥𝘦𝘵𝘢𝘭𝘭𝘢𝘥𝘢𝘴, que se amontonaban en su mente como si buscaban aplastarlo bajo su peso, que lo asaltaban sin tregua. Sabía que aquello no era natural, que no se trataba de simples memorias sueltas. Era el precio de su 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘦𝘯𝘢, el eco perpetuo de un ser que disfrutaba 𝙖𝙩𝙤𝙧𝙢𝙚𝙣𝙩𝙖𝙧𝙡𝙤. Marcado por su antigua 𝘢𝘷𝘢𝘳𝘪𝘤𝘪𝘢, Adam podía sentir la presencia de ese ser, aquel que lo había marcado, aquel que lo había condenado a pagar una deuda imposible de saldar.

    𝙲𝚊𝚍𝚊 𝐕𝐢𝐝𝐚. 𝙲𝚊𝚍𝚊 𝐒𝐞𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨. 𝙲𝚊𝚍𝚊 𝐈𝐧𝐬𝐢𝐠𝐧𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐧𝐭𝐞. detalle de su existencia pasada se amontonaba en su cabeza, haciéndolo revivirlo todo en cuestión de segundos.

    Cerró los ojos con fuerza, tratando de ahogar el 𝘤𝘢𝘰𝘴 que habitaba en su mente, pero las imágenes no se detenían. Tomó un trago largo de su vaso, dejando que el ardor del alcohol intentara silenciar el 𝘦𝘤𝘰 constante de su 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘦𝘯𝘢.

    Aclaró su garganta mientras una chispa de lucidez iluminaba brevemente sus ojos. Su mano tembló al sostener el cigarro, y por un instante, se quedó absorto observando el humo que danzaba en el aire, dejando un tenue aroma a trébol.

    Recordó entonces una promesa hecha hace incontables vidas: nunca se rendiría, nunca sería un hombre sin propósito. Pero ahora... solo podía reírse con amargura. Esa promesa no era más que una 𝗶𝗿𝗼𝗻𝗶𝗮 𝗰𝗿𝘂𝗲𝗹. Dio una última calada antes de apagar el cigarro en el cenicero, dejando que el eco de su risa llenara el vacío del lugar.

    Las cadenas estaban ahí. 𝗣𝗲𝘀𝗮𝗱𝗮𝘀, 𝗶𝗻𝘃𝗶𝘀𝗶𝗯𝗹𝗲𝘀, 𝗶𝗺𝗽𝗼𝘀𝗶𝗯𝗹𝗲𝘀 de 𝙞𝙜𝙣𝙤𝙧𝙖𝙧. Lo 𝘢𝘵𝘢𝘣𝘢𝘯, se enredaban en su ser como un recordatorio constante de su 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘦𝘯𝘢. Y, sin embargo, 𝙚𝙧𝙖 𝙖𝙙𝙞𝙘𝙩𝙤 𝙖 𝙚𝙡𝙡𝙖𝙨, al peso, a la agonía de sentirlas, recordándole que por más que lo deseara, jamás sería 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗲.

    Se levantó con pesadez, y justo en ese momento una nueva canción comenzó a sonar, una melodía desconocida llenó el aire. No recordaba haberla añadido a su lista, pero no le dio importancia. Sosteniendo el vaso de 𝘖𝘭𝘥 𝘍𝘢𝘴𝘩𝘪𝘰𝘯𝘦𝘥, lo contempló unos segundos antes de vaciarlo de un solo trago. Se ajustó los guantes y, al cruzar hacia el otro lado de la barra, su reflejo en un pequeño espejo lo atrapó. Por un momento, ese 𝘳𝘦𝘧𝘭𝘦𝘫𝘰 parecía 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝙥𝙚𝙧𝙨𝙤𝙣𝙖.

    — Ha~... Supongo que ir contra la 𝗹𝗲𝘆 de vez en cuando no es tan 𝙢𝙖𝙡𝙤.

    Una ventisca ligera recorrió el bar, como si respondiera a su pensamiento. Notó entonces que la señal en la puerta se había movido para mostrar "Abierto". Esbozó una leve sonrisa y murmuró al viento:

    — 𝙂𝙧𝙖𝙘𝙞𝙖𝙨...

    Mientras lavaba el vaso, su mirada se perdió en el vacío.

    — Espero que no estén tan 𝘥𝘦𝘤𝘦𝘱𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘥𝘰𝘴... Alcancé la 𝙥𝙖𝙯 que buscaba. Pero, a veces, siento que el 𝗽𝗿𝗲𝗰𝗶𝗼 fue demasiado 𝗮𝗹𝘁𝗼...

    Un suspiro escapó de sus labios, seguido de un murmullo apenas audible.

    — Ah... Estoy volviendo a hablar solo. — Resopló, resignado a lo inevitable. Por más que lo intentara, no podía dejar de pensar, ni de recordar. Tal vez, reflexionaría más profundamente en otro momento.

    Su mano apretó el vaso que estaba limpiando, y pequeñas grietas comenzaron a formarse en el cristal. Los 𝘳𝘦𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰𝘴 lo arrastraban una y otra vez hacia el ser que lo había condenado, aquel que lo encadenó a una vida de 𝘳𝘦𝘦𝘯𝘤𝘢𝘳𝘯𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘳𝘮𝘪𝘯𝘢𝘣𝘭𝘦𝘴... 𝙮 𝙦𝙪𝙚 𝙣𝙪𝙣𝙘𝙖 𝙡𝙤 𝙙𝙚𝙟𝙖𝙧𝙞𝙖 𝙞𝙧.

    𝐍𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐞𝐫í𝐚 𝐚 𝐢𝐧𝐯𝐨𝐥𝐮𝐜𝐫𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐬 𝐭𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬 𝐯𝐢𝐝𝐚𝐬 𝐩𝐚𝐬𝐚𝐝𝐚𝐬.
    Aunque podía sentirlas en su ser, en la sangre que corría por sus venas, se negaba a usarlas. 𝙽𝚘 𝚟𝚘𝚕𝚟𝚎𝚛í𝚊 𝚊 𝚜𝚎𝚛 𝚊𝚚𝚞𝚎𝚕 𝚟𝚒𝚕𝚕𝚊𝚗𝚘, ese ser inmortalizado en incontables épocas como un símbolo de maldad. Y, sin embargo, en lo más profundo de su mente, la tentación seguía presente, susurrándole al oído, burlándose de su resolución.

    𝗔 𝘃𝗲𝗰𝗲𝘀, 𝗽𝗲𝗻𝘀𝗮𝗯𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀𝗲 𝘀𝗲𝗿 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗱𝗶𝘀𝗳𝗿𝘂𝘁𝗮𝗯𝗮 𝘁𝗼𝗿𝘁𝘂𝗿𝗮𝗻𝗱𝗼𝗹𝗼.

    Mientras no intentara nada… Adam se permitiría disfrutar de esta vida. Después de todo, 𝗲𝗹 𝘁𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼 𝗻𝗼 𝘀𝗶𝗴𝗻𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮𝗯𝗮 nada para 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯 como él.

    El sonido de las puertas abriéndose lo devolvió al presente. La música cambió a un suave jazz, y los pasos que se acercaban rompieron el silencio del lugar. Adam levantó la vista, recordando de repente el juramento que había hecho. Todo esto... todo lo que había soportado, había sido por un único 𝘢𝘯𝘩𝘦𝘭𝘰: 𝗖𝗮𝗹𝗺𝗮.
    “𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐛𝐚𝐫 𝐜𝐞𝐫𝐫𝐚𝐛𝐚, 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐬𝐞𝐫𝐞𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐝𝐞𝐥 𝐥𝐮𝐠𝐚𝐫, 𝐥𝐚𝐬 𝐦𝐞𝐥𝐨𝐝í𝐚𝐬 𝐲 𝐮𝐧𝐚 𝐛𝐞𝐛𝐢𝐝𝐚 𝐞𝐫𝐚𝐧 𝐦á𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐮𝐟𝐢𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫𝐥𝐞 𝐫𝐞𝐜𝐨𝐫𝐝𝐚𝐫.” Mientras la noche abrazaba la ciudad y los locales descansaban, el ambiente del bar permanecía inquieto, como si estuviera suspendido en el tiempo. Sentado en uno de los taburetes, Adam contemplaba el vaso de 𝘖𝘭𝘥 𝘍𝘢𝘴𝘩𝘪𝘰𝘯𝘦𝘥 frente a él. Entre sus dedos descansaba un cigarro negro, del cual apenas se desprendía un hilo de humo que ascendía como una sombra de sus pensamientos. Fragmentos de memorias, espectros silenciosos, irrumpían en su mente sin aviso, como un torrente imposible de detener. — Ugh... ¿Por qué? ¿Por qué sigo recordando todo? — gruñó, con una mezcla de enojo y nostalgia que nublaba sus pensamientos. Esta rutina se había convertido en su 𝚌𝚊𝚜𝚝𝚒𝚐𝚘. No eran simples memorias las que lo acosaban, 𝘴𝘪𝘯𝘰 𝘷𝘪𝘥𝘢𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢𝘴, 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘭𝘦𝘵𝘢𝘴 y 𝘥𝘦𝘵𝘢𝘭𝘭𝘢𝘥𝘢𝘴, que se amontonaban en su mente como si buscaban aplastarlo bajo su peso, que lo asaltaban sin tregua. Sabía que aquello no era natural, que no se trataba de simples memorias sueltas. Era el precio de su 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘦𝘯𝘢, el eco perpetuo de un ser que disfrutaba 𝙖𝙩𝙤𝙧𝙢𝙚𝙣𝙩𝙖𝙧𝙡𝙤. Marcado por su antigua 𝘢𝘷𝘢𝘳𝘪𝘤𝘪𝘢, Adam podía sentir la presencia de ese ser, aquel que lo había marcado, aquel que lo había condenado a pagar una deuda imposible de saldar. 𝙲𝚊𝚍𝚊 𝐕𝐢𝐝𝐚. 𝙲𝚊𝚍𝚊 𝐒𝐞𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨. 𝙲𝚊𝚍𝚊 𝐈𝐧𝐬𝐢𝐠𝐧𝐢𝐟𝐢𝐜𝐚𝐧𝐭𝐞. detalle de su existencia pasada se amontonaba en su cabeza, haciéndolo revivirlo todo en cuestión de segundos. Cerró los ojos con fuerza, tratando de ahogar el 𝘤𝘢𝘰𝘴 que habitaba en su mente, pero las imágenes no se detenían. Tomó un trago largo de su vaso, dejando que el ardor del alcohol intentara silenciar el 𝘦𝘤𝘰 constante de su 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘦𝘯𝘢. Aclaró su garganta mientras una chispa de lucidez iluminaba brevemente sus ojos. Su mano tembló al sostener el cigarro, y por un instante, se quedó absorto observando el humo que danzaba en el aire, dejando un tenue aroma a trébol. Recordó entonces una promesa hecha hace incontables vidas: nunca se rendiría, nunca sería un hombre sin propósito. Pero ahora... solo podía reírse con amargura. Esa promesa no era más que una 𝗶𝗿𝗼𝗻𝗶𝗮 𝗰𝗿𝘂𝗲𝗹. Dio una última calada antes de apagar el cigarro en el cenicero, dejando que el eco de su risa llenara el vacío del lugar. Las cadenas estaban ahí. 𝗣𝗲𝘀𝗮𝗱𝗮𝘀, 𝗶𝗻𝘃𝗶𝘀𝗶𝗯𝗹𝗲𝘀, 𝗶𝗺𝗽𝗼𝘀𝗶𝗯𝗹𝗲𝘀 de 𝙞𝙜𝙣𝙤𝙧𝙖𝙧. Lo 𝘢𝘵𝘢𝘣𝘢𝘯, se enredaban en su ser como un recordatorio constante de su 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘦𝘯𝘢. Y, sin embargo, 𝙚𝙧𝙖 𝙖𝙙𝙞𝙘𝙩𝙤 𝙖 𝙚𝙡𝙡𝙖𝙨, al peso, a la agonía de sentirlas, recordándole que por más que lo deseara, jamás sería 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗲. Se levantó con pesadez, y justo en ese momento una nueva canción comenzó a sonar, una melodía desconocida llenó el aire. No recordaba haberla añadido a su lista, pero no le dio importancia. Sosteniendo el vaso de 𝘖𝘭𝘥 𝘍𝘢𝘴𝘩𝘪𝘰𝘯𝘦𝘥, lo contempló unos segundos antes de vaciarlo de un solo trago. Se ajustó los guantes y, al cruzar hacia el otro lado de la barra, su reflejo en un pequeño espejo lo atrapó. Por un momento, ese 𝘳𝘦𝘧𝘭𝘦𝘫𝘰 parecía 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝙥𝙚𝙧𝙨𝙤𝙣𝙖. — Ha~... Supongo que ir contra la 𝗹𝗲𝘆 de vez en cuando no es tan 𝙢𝙖𝙡𝙤. Una ventisca ligera recorrió el bar, como si respondiera a su pensamiento. Notó entonces que la señal en la puerta se había movido para mostrar "Abierto". Esbozó una leve sonrisa y murmuró al viento: — 𝙂𝙧𝙖𝙘𝙞𝙖𝙨... Mientras lavaba el vaso, su mirada se perdió en el vacío. — Espero que no estén tan 𝘥𝘦𝘤𝘦𝘱𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘥𝘰𝘴... Alcancé la 𝙥𝙖𝙯 que buscaba. Pero, a veces, siento que el 𝗽𝗿𝗲𝗰𝗶𝗼 fue demasiado 𝗮𝗹𝘁𝗼... Un suspiro escapó de sus labios, seguido de un murmullo apenas audible. — Ah... Estoy volviendo a hablar solo. — Resopló, resignado a lo inevitable. Por más que lo intentara, no podía dejar de pensar, ni de recordar. Tal vez, reflexionaría más profundamente en otro momento. Su mano apretó el vaso que estaba limpiando, y pequeñas grietas comenzaron a formarse en el cristal. Los 𝘳𝘦𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰𝘴 lo arrastraban una y otra vez hacia el ser que lo había condenado, aquel que lo encadenó a una vida de 𝘳𝘦𝘦𝘯𝘤𝘢𝘳𝘯𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘳𝘮𝘪𝘯𝘢𝘣𝘭𝘦𝘴... 𝙮 𝙦𝙪𝙚 𝙣𝙪𝙣𝙘𝙖 𝙡𝙤 𝙙𝙚𝙟𝙖𝙧𝙞𝙖 𝙞𝙧. 𝐍𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐞𝐫í𝐚 𝐚 𝐢𝐧𝐯𝐨𝐥𝐮𝐜𝐫𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐬 𝐭𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬 𝐯𝐢𝐝𝐚𝐬 𝐩𝐚𝐬𝐚𝐝𝐚𝐬. Aunque podía sentirlas en su ser, en la sangre que corría por sus venas, se negaba a usarlas. 𝙽𝚘 𝚟𝚘𝚕𝚟𝚎𝚛í𝚊 𝚊 𝚜𝚎𝚛 𝚊𝚚𝚞𝚎𝚕 𝚟𝚒𝚕𝚕𝚊𝚗𝚘, ese ser inmortalizado en incontables épocas como un símbolo de maldad. Y, sin embargo, en lo más profundo de su mente, la tentación seguía presente, susurrándole al oído, burlándose de su resolución. 𝗔 𝘃𝗲𝗰𝗲𝘀, 𝗽𝗲𝗻𝘀𝗮𝗯𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀𝗲 𝘀𝗲𝗿 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗱𝗶𝘀𝗳𝗿𝘂𝘁𝗮𝗯𝗮 𝘁𝗼𝗿𝘁𝘂𝗿𝗮𝗻𝗱𝗼𝗹𝗼. Mientras no intentara nada… Adam se permitiría disfrutar de esta vida. Después de todo, 𝗲𝗹 𝘁𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼 𝗻𝗼 𝘀𝗶𝗴𝗻𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮𝗯𝗮 nada para 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯 como él. El sonido de las puertas abriéndose lo devolvió al presente. La música cambió a un suave jazz, y los pasos que se acercaban rompieron el silencio del lugar. Adam levantó la vista, recordando de repente el juramento que había hecho. Todo esto... todo lo que había soportado, había sido por un único 𝘢𝘯𝘩𝘦𝘭𝘰: 𝗖𝗮𝗹𝗺𝗮.
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  • - Las estrellas había desaparecido del manto nocturno, se dispersan maravillosamente entre bosquejos olvidados de mundos creados, el aire parecía helar la sangre, con una mezcla extraña de esencia dulzona en el ambiente. Memorias que vivirían en el corazón, el alma, los anhelos, los deseos. Asrah solía perderse entre esos pensamientos , ir y venir, le había ayudado a conocer el lado más sensible de la misma existencia. #AshrahMortalKombat
    - Las estrellas había desaparecido del manto nocturno, se dispersan maravillosamente entre bosquejos olvidados de mundos creados, el aire parecía helar la sangre, con una mezcla extraña de esencia dulzona en el ambiente. Memorias que vivirían en el corazón, el alma, los anhelos, los deseos. Asrah solía perderse entre esos pensamientos , ir y venir, le había ayudado a conocer el lado más sensible de la misma existencia. #AshrahMortalKombat
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  • [Memorias del pasado]

    (Enuma Elish: La Estrella de la Creación que Dividió el Cielo y la Tierra)

    Llamaré a esto el 'ritual de separación'. Les hablaré del comienzo. ¡El cielo y la tierra se partieron, la nada felicitó a la creación, y mi espada partió el mundo!

    El infierno del cielo es la víspera de la celebración de la creación.

    Muere y calla…

    ¡Enuma Elish!
    [Memorias del pasado] (Enuma Elish: La Estrella de la Creación que Dividió el Cielo y la Tierra) Llamaré a esto el 'ritual de separación'. Les hablaré del comienzo. ¡El cielo y la tierra se partieron, la nada felicitó a la creación, y mi espada partió el mundo! El infierno del cielo es la víspera de la celebración de la creación. Muere y calla… ¡Enuma Elish!
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  • Los segundos siguen, los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses y los años.

    Pero yo sigo congelada en el tiempo, amarte fue lo mejor que pude hacer pero también ahora es mi peor tormento.

    ¿Cómo puedo seguirte amando tanto apesar del tiempo tan corto que pasamos?

    ¿Cómo puedes doler tanto apesar de qué ahora has sido olvidado por todos menos por mí?

    ¿Cómo es posible que no importa que haga el dolor de tu ausencia permanezca tan intenso como si apenas te hubieras ido?

    Ahora temo volver a mar tan intensamente como te he amado, por qué se que no soportaría otra perdida igual. Me haces tanta falta pero no cuanto con nada para recordarte, solo mis memorias con todo lo que vivimos.

    Las cuales desearía que se desvanecieran como polvo en el viento, pero que me aferró a ellas porque no podría vivir sin tu sonrisa en mi mente, y esas palabras tal dulces que solo se han vuelto un lega o eco en mis oídos.

    Mi dulce amor, hay tantas cosas de las que me arrepiento pero tú jamás serás una de ellas, aún cuando me despesas desde adentró.
    Los segundos siguen, los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses y los años. Pero yo sigo congelada en el tiempo, amarte fue lo mejor que pude hacer pero también ahora es mi peor tormento. ¿Cómo puedo seguirte amando tanto apesar del tiempo tan corto que pasamos? ¿Cómo puedes doler tanto apesar de qué ahora has sido olvidado por todos menos por mí? ¿Cómo es posible que no importa que haga el dolor de tu ausencia permanezca tan intenso como si apenas te hubieras ido? Ahora temo volver a mar tan intensamente como te he amado, por qué se que no soportaría otra perdida igual. Me haces tanta falta pero no cuanto con nada para recordarte, solo mis memorias con todo lo que vivimos. Las cuales desearía que se desvanecieran como polvo en el viento, pero que me aferró a ellas porque no podría vivir sin tu sonrisa en mi mente, y esas palabras tal dulces que solo se han vuelto un lega o eco en mis oídos. Mi dulce amor, hay tantas cosas de las que me arrepiento pero tú jamás serás una de ellas, aún cuando me despesas desde adentró.
    Me entristece
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  • Belleza Oscura
    Leeré ya tu calor de huesos, en mis antiguas venas,
    tus besos sobre mis uñas,
    Calman el clamor de mis memorias.
    Obra perenne de traiciones apagadas.
    Apago al globo de condescendientes flores.
    Regalos.
    Regalos.
    Regalos.
    Terso un sollozo de Odio y de Amor.
    Tú.
    Corazón de Música en mis riscos de perdón.
    Pago a la verdad con cuchillas.
    Pago a la verdad con traición.
    Perdón del viento.
    Perdón de rocas.
    Perdón de lunas celestes,
    rugidos de mis ojos.
    Ojos.
    Ojos.
    Ojos.
    Que dominan,
    tu vara de señorío.
    Sobre mí.
    Sobre una halada enana blanca.
    Belleza Oscura Leeré ya tu calor de huesos, en mis antiguas venas, tus besos sobre mis uñas, Calman el clamor de mis memorias. Obra perenne de traiciones apagadas. Apago al globo de condescendientes flores. Regalos. Regalos. Regalos. Terso un sollozo de Odio y de Amor. Tú. Corazón de Música en mis riscos de perdón. Pago a la verdad con cuchillas. Pago a la verdad con traición. Perdón del viento. Perdón de rocas. Perdón de lunas celestes, rugidos de mis ojos. Ojos. Ojos. Ojos. Que dominan, tu vara de señorío. Sobre mí. Sobre una halada enana blanca.
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