• Grayhaven' Mysteries - The Sorcerer & The Medium.
    Fandom Jujutsu Kaisen/Original.
    Categoría Suspenso
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Oregón, 4 de Agosto, 2025.

    ⠀⠀Al norte de los bosques de Estados Unidos, se extiende una frondosa región repleta de arboledas y ruinas de madera vieja, húmeda, cubierta por historias muertas tanto en lenguas como en memorias. El pueblo de Grayhaven. Un sitio gris, olvidado por el turismo, pero rememorado por la presencia de una institución bien reputada: la universidad privada de Saint Elric.
    ⠀⠀Las farolas chillan con viento frío y niebla incluso durante el día. Es un entorno lúgubre, siempre azotado por una horca al cuello de los visitantes, como si nunca fueran bienvenidos...

    ⠀⠀Por suerte para él; era justamente la clase de ambientes que estaba buscando. Opresión, conflicto, desesperación. Era una lista de rasgos que llenaban sus fuerzas, y claro que será osado al entrar como si este sitio fuera de su propia pertenencia.

    ⠀⠀La entrada al pueblo del hechicero sin tiempo no fue bien recibida. Los habitantes del sitio vivían en una armonía silenciosa, casi ritual. Aferrados a viejas costumbres y supersticiones, era indudable que el deleite más morboso de esta gente eran los rumores formados a través de chismes y leyendas locales. Un lugar precioso para el desarrollo de maldiciones.

    ⠀⠀Tal vez por eso se sintió bastante atraído a ese sitio.

    ⠀⠀La carrera de medicina forense no era su fuerte, pero no había conseguido un mejor lugar dónde encajar su identidad falsa con los elementos que allí había. Todo era muy estrecho, muy de nicho, demasiado conocido entre sí para meterse en otra clase de rubros. Algo desapercibido, pero no tan anormal. Fue óptimo.

    ⠀⠀Era memorizar información y seguir un guion. Lo haría fácilmente, siempre fue así.

    ⠀⠀Fue entonces que, temprano y sin retrasos, aproximadamente a las siete de la mañana, con un sol tapado con una máscara de nubes, las puertas de ese aula se abrieron. Un hombre levemente más alto que el promedio, de rasgos diaguitas, tono de piel ligeramente morena y unos distintivos ojos azul cielo, casi fosforescentes en esa decadente atmósfera, había entrado. Se había teñido el pelo, su característico color albino se vio opacado por un castaño artificial, pero valía la pena.

    ⠀⠀⸻Mi nombre es Lucio⸻ Concretó al posar sus manos sobre el escritorio de madera rugoso. Salvado de la humedad nada más por estar a resguardo de la calefacción interior. La zona era bastante fría, pero no se veía afectado.
    ⠀⠀⸻Seré su profesor de medicina forense, y seguramente me verán en algunas áreas más de humanidades. La universidad fue tan generosa de contratarme a pesar de ser tan recelosa con las admisiones⸻ Puesto que, a parte de ser privada de un pueblo poco transitado, tenía cierto prestigio por sacar adelante a excelentes policías y abogados. ⸻Quiero dar honor a esa amabilidad y esforzarme al máximo con ustedes. ¿Qué tal si nos presentamos?⸻ Mencionó el hombre. Su identidad falsa fue bien planificada, aguantará unos meses.

    ⠀⠀De movimientos refinados y firmes, poco tortuosos, fluidos, acostumbraba a actuar, a hablar. Por otro lado, su cara concretaba expresiones agridulces, era un misterio si realmente quería estar allí o no.

    ⠀⠀Pero se pegaría a su papel. Como siempre lo ha hecho. Había la posibilidad de encontrar cosas interesantes en ese sitio, no se las perdería por nada del mundo.

    ⠀⠀En este pueblo rodeado de maleficio...

    Nyssara Starfen
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Oregón, 4 de Agosto, 2025. ⠀ ⠀⠀Al norte de los bosques de Estados Unidos, se extiende una frondosa región repleta de arboledas y ruinas de madera vieja, húmeda, cubierta por historias muertas tanto en lenguas como en memorias. El pueblo de Grayhaven. Un sitio gris, olvidado por el turismo, pero rememorado por la presencia de una institución bien reputada: la universidad privada de Saint Elric. ⠀⠀Las farolas chillan con viento frío y niebla incluso durante el día. Es un entorno lúgubre, siempre azotado por una horca al cuello de los visitantes, como si nunca fueran bienvenidos... ⠀⠀Por suerte para él; era justamente la clase de ambientes que estaba buscando. Opresión, conflicto, desesperación. Era una lista de rasgos que llenaban sus fuerzas, y claro que será osado al entrar como si este sitio fuera de su propia pertenencia. ⠀⠀La entrada al pueblo del hechicero sin tiempo no fue bien recibida. Los habitantes del sitio vivían en una armonía silenciosa, casi ritual. Aferrados a viejas costumbres y supersticiones, era indudable que el deleite más morboso de esta gente eran los rumores formados a través de chismes y leyendas locales. Un lugar precioso para el desarrollo de maldiciones. ⠀⠀Tal vez por eso se sintió bastante atraído a ese sitio. ⠀⠀La carrera de medicina forense no era su fuerte, pero no había conseguido un mejor lugar dónde encajar su identidad falsa con los elementos que allí había. Todo era muy estrecho, muy de nicho, demasiado conocido entre sí para meterse en otra clase de rubros. Algo desapercibido, pero no tan anormal. Fue óptimo. ⠀⠀Era memorizar información y seguir un guion. Lo haría fácilmente, siempre fue así. ⠀⠀Fue entonces que, temprano y sin retrasos, aproximadamente a las siete de la mañana, con un sol tapado con una máscara de nubes, las puertas de ese aula se abrieron. Un hombre levemente más alto que el promedio, de rasgos diaguitas, tono de piel ligeramente morena y unos distintivos ojos azul cielo, casi fosforescentes en esa decadente atmósfera, había entrado. Se había teñido el pelo, su característico color albino se vio opacado por un castaño artificial, pero valía la pena. ⠀⠀⸻Mi nombre es Lucio⸻ Concretó al posar sus manos sobre el escritorio de madera rugoso. Salvado de la humedad nada más por estar a resguardo de la calefacción interior. La zona era bastante fría, pero no se veía afectado. ⠀⠀⸻Seré su profesor de medicina forense, y seguramente me verán en algunas áreas más de humanidades. La universidad fue tan generosa de contratarme a pesar de ser tan recelosa con las admisiones⸻ Puesto que, a parte de ser privada de un pueblo poco transitado, tenía cierto prestigio por sacar adelante a excelentes policías y abogados. ⸻Quiero dar honor a esa amabilidad y esforzarme al máximo con ustedes. ¿Qué tal si nos presentamos?⸻ Mencionó el hombre. Su identidad falsa fue bien planificada, aguantará unos meses. ⠀⠀De movimientos refinados y firmes, poco tortuosos, fluidos, acostumbraba a actuar, a hablar. Por otro lado, su cara concretaba expresiones agridulces, era un misterio si realmente quería estar allí o no. ⠀⠀Pero se pegaría a su papel. Como siempre lo ha hecho. Había la posibilidad de encontrar cosas interesantes en ese sitio, no se las perdería por nada del mundo. ⠀⠀En este pueblo rodeado de maleficio... [frost_black_deer_503]
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  • Curse Awaits - Shinjuku's Ruins.
    Fandom Jujutsu Kaisen.
    Categoría Drama
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Tokyo, 1 de Enero, 2019.

    ⠀⠀El cielo sobre Tokyo estaba marchito, el color se derramaba como pintura fresca.

    ⠀⠀No había lluvia o niebla, solo el silencio tras la muerte, el Rey de las Maldiciones había caído días atrás. El 24 de Diciembre del 2018 se cerró un ciclo, el disipación de un mal... para que uno más grande terminara de germinar sus semillas.
    ⠀⠀Muchos de los estragos dejados por el antiguo usuario de maldición Kenjaku no fueron en vano, incluso ahora, los restos de la densa energía maldita de los fallecidos hechiceros más fuertes, aún alimenta lo vestigios de una barrera que contiene a duras penas la influencia de un poder más oscuro.

    ⠀⠀Aquel al que Sukuna quería enfrentarse una vez acabara con todos los hechiceros...

    ⠀⠀La llegada de aquel de melena blanca no era coincidencia. Los hechiceros se veían atraídos al maleficio, a través de las eras y los conflictos. Antes las áreas limítrofes de la catástrofe, las maldiciones acampaban a sus anchas, y hasta lo evitaban.

    ⠀⠀Su mera presencia era un farol de impunidad en ese sendero de desgracia.

    ⠀⠀Sentía cómo fuerzas que deberían haber dormido rechazaban el sueño. Querían despertar.
    ⠀⠀Y entonces la vio, la silueta femenil, joven y desdichada, emanaba tanto maleficio en su caminar como una maldición... decente, era indudable que era una hechicera, así como él.

    ⠀⠀Debía responder a la etiqueta de la época a la que se encontraba, aunque algo anticuado, no tenía un estilo que se le confundiera con un vagabundo. De melena blanca y larga, así como ojos felinos y azules. El hombre volteó, con un acento notablemente extranjero, pero en un fluido japonés. ⸻¿Qué ocurrió aquí? No es la destrucción que una maldición común podría ejercer⸻ Dijo sin más, le daba igual carecer de afiliación o rango oficial dentro de sus categorías, estaba tan alejado de esas cosas administrativas que hasta era ignorante. Si no era hechicería, no le interesaba.

    ⠀⠀Él no se movió, sus manos permanecieron en sus bolsillos con total calma, incauto de la reacción de su contraria.

    ⠀⠀Sin embargo, seguía ligeramente mosqueado por la energía maldita que circundaba en patrones estrafalarios. Demasiado sospechoso.

    ⠀⠀Y en tiempos como estos, los encuentros no eran coincidencia.

    [MinatozakiHoshi_01]
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Tokyo, 1 de Enero, 2019. ⠀ ⠀⠀El cielo sobre Tokyo estaba marchito, el color se derramaba como pintura fresca. ⠀⠀No había lluvia o niebla, solo el silencio tras la muerte, el Rey de las Maldiciones había caído días atrás. El 24 de Diciembre del 2018 se cerró un ciclo, el disipación de un mal... para que uno más grande terminara de germinar sus semillas. ⠀⠀Muchos de los estragos dejados por el antiguo usuario de maldición Kenjaku no fueron en vano, incluso ahora, los restos de la densa energía maldita de los fallecidos hechiceros más fuertes, aún alimenta lo vestigios de una barrera que contiene a duras penas la influencia de un poder más oscuro. ⠀⠀Aquel al que Sukuna quería enfrentarse una vez acabara con todos los hechiceros... ⠀⠀La llegada de aquel de melena blanca no era coincidencia. Los hechiceros se veían atraídos al maleficio, a través de las eras y los conflictos. Antes las áreas limítrofes de la catástrofe, las maldiciones acampaban a sus anchas, y hasta lo evitaban. ⠀⠀Su mera presencia era un farol de impunidad en ese sendero de desgracia. ⠀⠀Sentía cómo fuerzas que deberían haber dormido rechazaban el sueño. Querían despertar. ⠀⠀Y entonces la vio, la silueta femenil, joven y desdichada, emanaba tanto maleficio en su caminar como una maldición... decente, era indudable que era una hechicera, así como él. ⠀⠀Debía responder a la etiqueta de la época a la que se encontraba, aunque algo anticuado, no tenía un estilo que se le confundiera con un vagabundo. De melena blanca y larga, así como ojos felinos y azules. El hombre volteó, con un acento notablemente extranjero, pero en un fluido japonés. ⸻¿Qué ocurrió aquí? No es la destrucción que una maldición común podría ejercer⸻ Dijo sin más, le daba igual carecer de afiliación o rango oficial dentro de sus categorías, estaba tan alejado de esas cosas administrativas que hasta era ignorante. Si no era hechicería, no le interesaba. ⠀⠀Él no se movió, sus manos permanecieron en sus bolsillos con total calma, incauto de la reacción de su contraria. ⠀⠀Sin embargo, seguía ligeramente mosqueado por la energía maldita que circundaba en patrones estrafalarios. Demasiado sospechoso. ⠀⠀Y en tiempos como estos, los encuentros no eran coincidencia. [MinatozakiHoshi_01]
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  • Detective's Play - The Phantomhive Family.
    Fandom Jujutsu Kaisen/Kuroshitsuji.
    Categoría Suspenso
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Londres, 14 de Febrero, 1913.

    ⠀⠀La niebla nocturna cae como un sudario sobre las calles, cubriéndolas con la humedad grisácea característica de la Europa de aquella época. Hace más de un siglo, su viaje no había hecho más que empezar, cada parada, cada destino, era un nuevo punto de comienzo.

    ⠀⠀Siempre lo perseguía... Ese hedor a muerte.

    ⠀⠀El maleficio cobraba vida en las calles, anunciaba su llegada de la miseria, y con él, la caminata de cierto individuo. Un hombre con ropas oscuras, gastadas pero impecables. Lleva un maletín de cuero curtido, y en su mano izquierda, protegida por un guante raído, una sortija de origen indescifrable. Con el paso de las eras, debía adaptarse a los códigos de vestimenta, no había nada que le disgustase más que usar trajes, pero era la etiqueta.

    ⠀⠀Por el pseudónimo "A", como le llaman quienes se atreven a pagar por sus servicios. No tiene título, ni oficina, ni papeles legales que lo respalden, pero quienes lo han contratado saben que si algo escapa a las leyes naturales, él sabrá qué hacer. Una forma más precisa de describirlo es que sabrá cómo destruirlo. Siempre cobra por adelantado. Tenía una carta en la mano, proveniente de un comisario que decidió contratar al hombre sin tiempo, bajo la duda sobre si los rumores de su persona son ciertos.

    ⠀⠀Nadie con sentido común camina por Shadwell cuando cae la noche y los pocos que se atreven a hacerlo no hablan de lo que ven, ni del hedor extraño que emana de ciertos portones cerrados desde hace décadas. Pero hace tres semanas, el primer cuerpo apareció bajo uno de esos faroles: un hombre joven, obrero, con la garganta abierta de forma limpia, sin rastro de sangre.

    ⠀⠀Tres días después, una mujer apareció sentada en los escalones de una iglesia abandonada, completamente vestida, el rostro lívido pero con las cuencas oculares vacías. Ni una sola marca de violencia. Solo piel cerrada, como si jamás hubiera tenido ojos.

    ⠀⠀La Scotland Yard —que nunca fue famosa por su competencia— cerró ambos casos como "ataques relacionados", probablemente un asesino serial excéntrico, algo que las imprentas sensacionalistas devoraron con entusiasmo. Pero Alaric sabía que no, estos parecían los requisitos de una especie de ritual, y seguía acumulando víctimas día tras día.

    ⠀⠀No están asesinando al azar, los están preparando meticulosamente. Algo despertará y será terrorífico.

    ⠀⠀Pero él no será el único que investigue ese caso...

    Jean Phantomhive
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Londres, 14 de Febrero, 1913. ⠀ ⠀⠀La niebla nocturna cae como un sudario sobre las calles, cubriéndolas con la humedad grisácea característica de la Europa de aquella época. Hace más de un siglo, su viaje no había hecho más que empezar, cada parada, cada destino, era un nuevo punto de comienzo. ⠀⠀Siempre lo perseguía... Ese hedor a muerte. ⠀⠀El maleficio cobraba vida en las calles, anunciaba su llegada de la miseria, y con él, la caminata de cierto individuo. Un hombre con ropas oscuras, gastadas pero impecables. Lleva un maletín de cuero curtido, y en su mano izquierda, protegida por un guante raído, una sortija de origen indescifrable. Con el paso de las eras, debía adaptarse a los códigos de vestimenta, no había nada que le disgustase más que usar trajes, pero era la etiqueta. ⠀⠀Por el pseudónimo "A", como le llaman quienes se atreven a pagar por sus servicios. No tiene título, ni oficina, ni papeles legales que lo respalden, pero quienes lo han contratado saben que si algo escapa a las leyes naturales, él sabrá qué hacer. Una forma más precisa de describirlo es que sabrá cómo destruirlo. Siempre cobra por adelantado. Tenía una carta en la mano, proveniente de un comisario que decidió contratar al hombre sin tiempo, bajo la duda sobre si los rumores de su persona son ciertos. ⠀⠀Nadie con sentido común camina por Shadwell cuando cae la noche y los pocos que se atreven a hacerlo no hablan de lo que ven, ni del hedor extraño que emana de ciertos portones cerrados desde hace décadas. Pero hace tres semanas, el primer cuerpo apareció bajo uno de esos faroles: un hombre joven, obrero, con la garganta abierta de forma limpia, sin rastro de sangre. ⠀⠀Tres días después, una mujer apareció sentada en los escalones de una iglesia abandonada, completamente vestida, el rostro lívido pero con las cuencas oculares vacías. Ni una sola marca de violencia. Solo piel cerrada, como si jamás hubiera tenido ojos. ⠀⠀La Scotland Yard —que nunca fue famosa por su competencia— cerró ambos casos como "ataques relacionados", probablemente un asesino serial excéntrico, algo que las imprentas sensacionalistas devoraron con entusiasmo. Pero Alaric sabía que no, estos parecían los requisitos de una especie de ritual, y seguía acumulando víctimas día tras día. ⠀⠀No están asesinando al azar, los están preparando meticulosamente. Algo despertará y será terrorífico. ⠀⠀Pero él no será el único que investigue ese caso... [littl3gr3y]
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  • LA HISTORIA DE AMANDA

    Praga, Checoslovaquia, 8 de diciembre de 1919

    Amanda Novak tiene 22 años. Empezó a prostituirse a los 15. Dejó de hacerlo a los 21, cuando conoció a su último cliente: el señor Nadie.

    Amanda me recibe en su casa, una vivienda humilde que se cae a pedazos: paredes hinchadas por la humedad, techos descascarados, un colchón en el suelo donde duermen varios gatos, tres sillas, una mesa pequeña y un espejo roto que refleja mi silueta cuarteada. Amanda se desplaza en una silla de ruedas oxidada, me pregunta si quiero té de jengibre, le digo que no. Sorprende la miseria que la rodea. Lo primero que le pregunto es qué hizo con el dinero que le pagaron.

    —Doné una parte al hogar de huérfanos en donde crecí —dice—. Al principio se negaron a aceptarlo, hicieron preguntas: de dónde había sacado tanto, quién me lo había dado, etc. Al final los persuadí de que se quedaran con un poco, de que reformaran el hogar y les comprasen ropa nueva y juguetes a los niños... Aceptaron la donación a regañadientes. Claro, imagine a una muerta de hambre como yo, que se aparece con millones de Coronas en una bolsa…
    —¿Y qué hizo con el resto?
    —Contraté a un detective, le dije que le daría la mitad si encontraba al señor Nadie.
    —¿Así se llama el que la secuestró? ¿Señor Nadie?
    —Así se llamaba… —dice Amanda mientras se sirve té en una lata de tomates vacía.

    Amanda tiene el cutis gris, seco y estriado. Me cuesta creer que sólo tenga 22 años. Sus brazos están fibrosos de tanto girar las ruedas. Sus manos son gruesas, ásperas y venosas; parecen manos masculinas. Sus piernas sin pies cuelgan de la silla como algo ajeno al resto de su cuerpo. Lleva el pelo revuelto, casi blanco, tan largo que debe hacerse una trenza para que no se le enrede con las ruedas de la silla. Cualquiera que leyese esta descripción pensaría que se trata de un adefesio... pero no lo es, la belleza late en su cara, en sus facciones suaves y en sus ojos color zafiro, que contrastan con la lividez de su piel.

    Bratislava, 3 de abril de 1918

    «Soy una chica sucia, chupo y trago más que las demás…lala, larala… todos mis agujeros están disponibles para el mejor postor, para el mejor postor…». Así se vende Amanda frente los hombres que pasan a su lado: cantando sus destrezas a viva voz. Algunos se paran y le ofrecen monedas, pero ella sonríe y les responde, también cantando: «No acepto limosnas… chupo y trago mejor que las demás…lala, larala… todos mis agujeros están disponibles para el mejor postor… »
    El estilo que Amanda utiliza para venderse es infantil, las demás putas que comparten la calle se ríen de ella, le dicen estúpida, imbécil, ridícula… pero ella las ignora y sigue cantando; y al final, el mejor postor siempre la elige entre las otras.

    Cerca de las 2 de la mañana, la calle Roja de Bratislava empieza a vaciarse de gente. En lo que va de la noche Amanda se ha dejado sodomizar tres veces y ha hecho seis felaciones. Sus bolsillos están llenos. Se prende un cigarrillo para quitarse el gusto a esperma de la boca. Mientras camina por las desérticas calles de la ciudad, nota que un auto se arrima a la vereda y reduce la velocidad para quedar a la par de ella. Es un Buick blanco, el chofer saca una mano enguantada por la ventanilla y deja caer un rollo de billetes en la calle, luego acelera. Amanda recoge los billetes y sigue caminando pendiente del auto, que se estaciona llegando a la esquina. La mano del chofer suelta otro rollo y vuelve a acelerar. Ella toma el dinero y sigue al auto como un animal hipnotizado. La acción se repite cuatro veces, hasta que el auto se detiene y apaga el motor. Amanda le acerca los cuatro fajos al chofer.
    —¿Qué estás buscando con tanto dinero? —le pregunta.
    En la penumbra Amanda no logra distinguir la cara del tipo, que se baja el ala del sombrero para no dejase ver.
    —Busco sus servicios por 9 meses —le dice.
    Amanda suelta una risotada ordinaria, le tira los billetes en el regazo y se va caminando.
    El auto arranca y la sigue. El chofer saca la mano nuevamente y deja caer algo brillante en la vereda, algo que percute como una piedra. Amanda se agacha y recoge lo que parece ser un diamante.
    —Lo que usted tiene en sus manos es una gema valuada en miles de Coronas. Si me ofrece su cuerpo por 9 meses, se la puede quedar y vivir como una duquesa el resto de su vida.
    Amanda sostiene la joya, la baraja entre sus palmas, es pesada, de forma hexagonal. Mientras el chofer habla, Amanda se quita los zapatos con la punta de los pies y se escapa llevándose el diamante. El auto la persigue tocando el claxon. Amanda toma las calles al azar, gira en las esquinas, derecha, izquierda… se mete en un callejón, no hay salida, intenta treparse al muro para pasar al otro lado, el auto acelera y le aplasta las piernas con el parachoques.

    Amanda despierta en una cama con dosel. Tiene los brazos atados a los pilares de la cabecera. Del dosel cuelga un velo rojizo, se distingue una sombra a través de la tela.
    —¿Dónde estoy? —pregunta.
    —Lejos —responde la sombra.
    —¿Usted quién es?
    —Soy el señor Nadie.
    —¿Qué quiere, por qué me trajó aquí?
    —Se lo dije hace una semana, en la calle: quiero 9 meses.
    Amanda está drogada, siente la boca seca y la lengua hinchada. Habla con dificultad.
    —¿Qué pasa con mis pies? No los siento.
    —Sus piernas quedaron destrozadas. Tuvimos que amputarle los pies para detener la gangrena... —responde la sombra son suma tranquilidad.
    Amanda cierra los ojos y solloza.
    —Esto no puede estar pasando… —murmura.
    La sombra corre el velo y se deja ver. Es un hombre vestido de traje negro, con la cara deformada en protuberancias que emanan un líquido viscoso y amarillento.
    —¡Por Dios! —grita Amanda.
    —Entiendo su espanto —le dice el hombre—. Sucede que sufro de una extraña clase de lepra purulenta. Mi familia lleva varias generaciones sufriendo esta enfermedad. Me han dicho que es un maleficio gitano que le hicieron a mi tatarabuelo, hace 150 años... Sé que soy repulsivo a sus ojos, ni yo mismo tolero mirarme, por eso no hay espejos en esta casa.
    El hombre se sienta al borde de la cama.
    —¿Y yo qué tengo que ver con eso? —pregunta Amanda desviando su mirada—. Déjeme ir, yo no hice nada malo... no quise robarle, perdóneme, por favor…
    El tipo le acaricia la cara. Amanda siente los bultos viscosos de sus manos rozándole las mejillas.
    —Usted nos va a salvar, Amanda —le dice—. Usted fue elegida para curar esta maldición.
    —¿De qué habla? ¿Está chiflado?
    —Esta noche, los hombres de esta familia: mis tres hermanos, mi padre, mis cuatro sobrinos y mis dos tíos, van a intentar preñarla. Y cuando lo logren, cuidaremos de usted hasta el momento de dar a luz. Con esa criatura vamos a cortar la maldición... En agradecimiento me encargaré de hacerla una mujer millonaria…
    —¡Ni muerta me dejaría tocar por ustedes! —grita Amanda mientras tironea de las amarras.
    —Amanda —le dice el hombre con ternura—. Usted no está en condiciones de decidir. Si se resiste será peor, porque la haremos sufrir: la quemaremos, le arrancaremos la piel, le sacaremos los ojos, la lengua... la obligaremos a comer cucarachas y las cosas más horribles que pueda imaginarse. En cambio, si cede, si abre sus piernas sin poner resistencia, esto pasará pronto y se llevará una gran recompensa.
    —¡Prefiero que me mate, hijo de puta!
    El hombre se levanta, vuelve a correr el velo del dosel y antes de salir de la habitación le dice:
    —Comenzamos en dos horas. Antes vendrá una enfermera, para limpiarla y lubricarla…

    —Y así fue —me dice Amanda—. El grupo de leprosos apareció dos horas después. Había de todas las edades, desde 16 hasta 60 años. Uno por uno fueron metiéndose entre mis piernas, con sus cuerpos amorfos, supurantes, inmundos... Con las caras desfiguradas por los bultos. Y mientras me violaban, la enfermera me acercaba una cubeta para que vomitase. Porque era imposible no vomitar... Eran los seres más asquerosos que alguien pueda imaginar.

    Y cuando eyaculaban dentro de mí, los tumores de sus cuerpos supuraban pus con más abundancia. Y el olor… nunca olvidaré ese olor, como a leche mezclada con heces…

    Intento retener el reflujo que sube por mi esófago. Durante unos minutos quedo con el torso curvado hacia adelante, tratando de contener el vómito. Amanda me observa y sonríe.
    —No se preocupe, es normal lo que siente —me dice—. Por eso le ofrecí té. El jengibre es bueno para las náuseas, yo lo tomo todo el tiempo… ¿Seguro no quiere un poco?
    —No gracias. Ya se me pasa —le digo mientras me reincorporo—. ¿Cuánto tardó en quedar embarazada?
    —Al mes notaron que ya no menstruaba y dejaron de hacerme visitas… luego empezaron a tratarme como a una deidad. Me llevaban a pasear por el parque en silla de ruedas. Me hacían masajes, me cocinaban manjares y me dejaban leer todos los libros que quisiera. Tres meses después apareció la bruja que les había dicho cómo romper la maldición. Era una vieja gitana que hablaba en un idioma que yo desconocía.

    Amanda se queda en silencio unos instantes.

    —Fue una niña. Tenía mis ojos dijeron. Las parteras me la quitaron de las entrañas y se la llevaron a otra habitación. No querían que la tocase, temían que intentara matarla, seguramente. Y no estaban equivocados. Le hubiese roto el cuello al momento de tenerla en mis brazos.
    —¿Qué pasó después?
    —Al otro día me metieron en un auto y me colocaron una capucha. El auto anduvo dos horas, me bajaron y me subieron a otro que anduvo cerca de 4 horas. Me bajaron y me subieron a un tercer auto que tras 6 horas me dejó en Bratislava. Me colocaron en una silla de ruedas de oro y me empujaron hasta la entrada de una enorme y lujosa casa que yo solía admirar cuando trabajaba de puta. Me dijeron que era mía. Unos sirvientes me ayudaron a entrar. Al otro día despedí a la servidumbre y puse todo a la venta. Y con ese dinero, más todo lo que me habían depositado en el banco, fui al hogar de huérfanos para donarlo todo…
    —¿Y qué pasó con el detective?
    —Tardó dos meses en encontrar la casa del señor Nadie. Ni siquiera estaba en Checoslovaquia, estaba en Viena. Le pagué lo acordado y le di algo más a cambio de que contactará a 6 sicarios. Tras unas semanas me reuní con ellos y les ofrecí todo lo que me quedaba a cambio de que asesinaran al señor Nadie y a toda su familia de monstruos. No preguntaron nada, se repartieron mi fortuna y desaparecieron.
    —¿Y lo hicieron?
    Amanda se mete la mano dentro del sostén y extrae una hoja de periódico, la desdobla y me la entrega. El titular dice: Feroz masacre en mansión de Viena. 20 muertos. Posible ajuste de cuentas…
    —¿Y la bebé?
    —Ya estaba muerta cuando llegaron los sicarios. Los leprosos la habían desangrado y se habían bebido su sangre. De esa forma creyeron que acabarían con la maldición. Enfermos hijos de puta... Me alegro de haberlos matado a todos. Fue la mejor inversión para todo ese dinero.

    Me despido de Amanda con una sensación de alivio. Ése alivio que a veces produce la venganza, sobre todo cuando es tan merecida.
    LA HISTORIA DE AMANDA Praga, Checoslovaquia, 8 de diciembre de 1919 Amanda Novak tiene 22 años. Empezó a prostituirse a los 15. Dejó de hacerlo a los 21, cuando conoció a su último cliente: el señor Nadie. Amanda me recibe en su casa, una vivienda humilde que se cae a pedazos: paredes hinchadas por la humedad, techos descascarados, un colchón en el suelo donde duermen varios gatos, tres sillas, una mesa pequeña y un espejo roto que refleja mi silueta cuarteada. Amanda se desplaza en una silla de ruedas oxidada, me pregunta si quiero té de jengibre, le digo que no. Sorprende la miseria que la rodea. Lo primero que le pregunto es qué hizo con el dinero que le pagaron. —Doné una parte al hogar de huérfanos en donde crecí —dice—. Al principio se negaron a aceptarlo, hicieron preguntas: de dónde había sacado tanto, quién me lo había dado, etc. Al final los persuadí de que se quedaran con un poco, de que reformaran el hogar y les comprasen ropa nueva y juguetes a los niños... Aceptaron la donación a regañadientes. Claro, imagine a una muerta de hambre como yo, que se aparece con millones de Coronas en una bolsa… —¿Y qué hizo con el resto? —Contraté a un detective, le dije que le daría la mitad si encontraba al señor Nadie. —¿Así se llama el que la secuestró? ¿Señor Nadie? —Así se llamaba… —dice Amanda mientras se sirve té en una lata de tomates vacía. Amanda tiene el cutis gris, seco y estriado. Me cuesta creer que sólo tenga 22 años. Sus brazos están fibrosos de tanto girar las ruedas. Sus manos son gruesas, ásperas y venosas; parecen manos masculinas. Sus piernas sin pies cuelgan de la silla como algo ajeno al resto de su cuerpo. Lleva el pelo revuelto, casi blanco, tan largo que debe hacerse una trenza para que no se le enrede con las ruedas de la silla. Cualquiera que leyese esta descripción pensaría que se trata de un adefesio... pero no lo es, la belleza late en su cara, en sus facciones suaves y en sus ojos color zafiro, que contrastan con la lividez de su piel. Bratislava, 3 de abril de 1918 «Soy una chica sucia, chupo y trago más que las demás…lala, larala… todos mis agujeros están disponibles para el mejor postor, para el mejor postor…». Así se vende Amanda frente los hombres que pasan a su lado: cantando sus destrezas a viva voz. Algunos se paran y le ofrecen monedas, pero ella sonríe y les responde, también cantando: «No acepto limosnas… chupo y trago mejor que las demás…lala, larala… todos mis agujeros están disponibles para el mejor postor… » El estilo que Amanda utiliza para venderse es infantil, las demás putas que comparten la calle se ríen de ella, le dicen estúpida, imbécil, ridícula… pero ella las ignora y sigue cantando; y al final, el mejor postor siempre la elige entre las otras. Cerca de las 2 de la mañana, la calle Roja de Bratislava empieza a vaciarse de gente. En lo que va de la noche Amanda se ha dejado sodomizar tres veces y ha hecho seis felaciones. Sus bolsillos están llenos. Se prende un cigarrillo para quitarse el gusto a esperma de la boca. Mientras camina por las desérticas calles de la ciudad, nota que un auto se arrima a la vereda y reduce la velocidad para quedar a la par de ella. Es un Buick blanco, el chofer saca una mano enguantada por la ventanilla y deja caer un rollo de billetes en la calle, luego acelera. Amanda recoge los billetes y sigue caminando pendiente del auto, que se estaciona llegando a la esquina. La mano del chofer suelta otro rollo y vuelve a acelerar. Ella toma el dinero y sigue al auto como un animal hipnotizado. La acción se repite cuatro veces, hasta que el auto se detiene y apaga el motor. Amanda le acerca los cuatro fajos al chofer. —¿Qué estás buscando con tanto dinero? —le pregunta. En la penumbra Amanda no logra distinguir la cara del tipo, que se baja el ala del sombrero para no dejase ver. —Busco sus servicios por 9 meses —le dice. Amanda suelta una risotada ordinaria, le tira los billetes en el regazo y se va caminando. El auto arranca y la sigue. El chofer saca la mano nuevamente y deja caer algo brillante en la vereda, algo que percute como una piedra. Amanda se agacha y recoge lo que parece ser un diamante. —Lo que usted tiene en sus manos es una gema valuada en miles de Coronas. Si me ofrece su cuerpo por 9 meses, se la puede quedar y vivir como una duquesa el resto de su vida. Amanda sostiene la joya, la baraja entre sus palmas, es pesada, de forma hexagonal. Mientras el chofer habla, Amanda se quita los zapatos con la punta de los pies y se escapa llevándose el diamante. El auto la persigue tocando el claxon. Amanda toma las calles al azar, gira en las esquinas, derecha, izquierda… se mete en un callejón, no hay salida, intenta treparse al muro para pasar al otro lado, el auto acelera y le aplasta las piernas con el parachoques. Amanda despierta en una cama con dosel. Tiene los brazos atados a los pilares de la cabecera. Del dosel cuelga un velo rojizo, se distingue una sombra a través de la tela. —¿Dónde estoy? —pregunta. —Lejos —responde la sombra. —¿Usted quién es? —Soy el señor Nadie. —¿Qué quiere, por qué me trajó aquí? —Se lo dije hace una semana, en la calle: quiero 9 meses. Amanda está drogada, siente la boca seca y la lengua hinchada. Habla con dificultad. —¿Qué pasa con mis pies? No los siento. —Sus piernas quedaron destrozadas. Tuvimos que amputarle los pies para detener la gangrena... —responde la sombra son suma tranquilidad. Amanda cierra los ojos y solloza. —Esto no puede estar pasando… —murmura. La sombra corre el velo y se deja ver. Es un hombre vestido de traje negro, con la cara deformada en protuberancias que emanan un líquido viscoso y amarillento. —¡Por Dios! —grita Amanda. —Entiendo su espanto —le dice el hombre—. Sucede que sufro de una extraña clase de lepra purulenta. Mi familia lleva varias generaciones sufriendo esta enfermedad. Me han dicho que es un maleficio gitano que le hicieron a mi tatarabuelo, hace 150 años... Sé que soy repulsivo a sus ojos, ni yo mismo tolero mirarme, por eso no hay espejos en esta casa. El hombre se sienta al borde de la cama. —¿Y yo qué tengo que ver con eso? —pregunta Amanda desviando su mirada—. Déjeme ir, yo no hice nada malo... no quise robarle, perdóneme, por favor… El tipo le acaricia la cara. Amanda siente los bultos viscosos de sus manos rozándole las mejillas. —Usted nos va a salvar, Amanda —le dice—. Usted fue elegida para curar esta maldición. —¿De qué habla? ¿Está chiflado? —Esta noche, los hombres de esta familia: mis tres hermanos, mi padre, mis cuatro sobrinos y mis dos tíos, van a intentar preñarla. Y cuando lo logren, cuidaremos de usted hasta el momento de dar a luz. Con esa criatura vamos a cortar la maldición... En agradecimiento me encargaré de hacerla una mujer millonaria… —¡Ni muerta me dejaría tocar por ustedes! —grita Amanda mientras tironea de las amarras. —Amanda —le dice el hombre con ternura—. Usted no está en condiciones de decidir. Si se resiste será peor, porque la haremos sufrir: la quemaremos, le arrancaremos la piel, le sacaremos los ojos, la lengua... la obligaremos a comer cucarachas y las cosas más horribles que pueda imaginarse. En cambio, si cede, si abre sus piernas sin poner resistencia, esto pasará pronto y se llevará una gran recompensa. —¡Prefiero que me mate, hijo de puta! El hombre se levanta, vuelve a correr el velo del dosel y antes de salir de la habitación le dice: —Comenzamos en dos horas. Antes vendrá una enfermera, para limpiarla y lubricarla… —Y así fue —me dice Amanda—. El grupo de leprosos apareció dos horas después. Había de todas las edades, desde 16 hasta 60 años. Uno por uno fueron metiéndose entre mis piernas, con sus cuerpos amorfos, supurantes, inmundos... Con las caras desfiguradas por los bultos. Y mientras me violaban, la enfermera me acercaba una cubeta para que vomitase. Porque era imposible no vomitar... Eran los seres más asquerosos que alguien pueda imaginar. Y cuando eyaculaban dentro de mí, los tumores de sus cuerpos supuraban pus con más abundancia. Y el olor… nunca olvidaré ese olor, como a leche mezclada con heces… Intento retener el reflujo que sube por mi esófago. Durante unos minutos quedo con el torso curvado hacia adelante, tratando de contener el vómito. Amanda me observa y sonríe. —No se preocupe, es normal lo que siente —me dice—. Por eso le ofrecí té. El jengibre es bueno para las náuseas, yo lo tomo todo el tiempo… ¿Seguro no quiere un poco? —No gracias. Ya se me pasa —le digo mientras me reincorporo—. ¿Cuánto tardó en quedar embarazada? —Al mes notaron que ya no menstruaba y dejaron de hacerme visitas… luego empezaron a tratarme como a una deidad. Me llevaban a pasear por el parque en silla de ruedas. Me hacían masajes, me cocinaban manjares y me dejaban leer todos los libros que quisiera. Tres meses después apareció la bruja que les había dicho cómo romper la maldición. Era una vieja gitana que hablaba en un idioma que yo desconocía. Amanda se queda en silencio unos instantes. —Fue una niña. Tenía mis ojos dijeron. Las parteras me la quitaron de las entrañas y se la llevaron a otra habitación. No querían que la tocase, temían que intentara matarla, seguramente. Y no estaban equivocados. Le hubiese roto el cuello al momento de tenerla en mis brazos. —¿Qué pasó después? —Al otro día me metieron en un auto y me colocaron una capucha. El auto anduvo dos horas, me bajaron y me subieron a otro que anduvo cerca de 4 horas. Me bajaron y me subieron a un tercer auto que tras 6 horas me dejó en Bratislava. Me colocaron en una silla de ruedas de oro y me empujaron hasta la entrada de una enorme y lujosa casa que yo solía admirar cuando trabajaba de puta. Me dijeron que era mía. Unos sirvientes me ayudaron a entrar. Al otro día despedí a la servidumbre y puse todo a la venta. Y con ese dinero, más todo lo que me habían depositado en el banco, fui al hogar de huérfanos para donarlo todo… —¿Y qué pasó con el detective? —Tardó dos meses en encontrar la casa del señor Nadie. Ni siquiera estaba en Checoslovaquia, estaba en Viena. Le pagué lo acordado y le di algo más a cambio de que contactará a 6 sicarios. Tras unas semanas me reuní con ellos y les ofrecí todo lo que me quedaba a cambio de que asesinaran al señor Nadie y a toda su familia de monstruos. No preguntaron nada, se repartieron mi fortuna y desaparecieron. —¿Y lo hicieron? Amanda se mete la mano dentro del sostén y extrae una hoja de periódico, la desdobla y me la entrega. El titular dice: Feroz masacre en mansión de Viena. 20 muertos. Posible ajuste de cuentas… —¿Y la bebé? —Ya estaba muerta cuando llegaron los sicarios. Los leprosos la habían desangrado y se habían bebido su sangre. De esa forma creyeron que acabarían con la maldición. Enfermos hijos de puta... Me alegro de haberlos matado a todos. Fue la mejor inversión para todo ese dinero. Me despido de Amanda con una sensación de alivio. Ése alivio que a veces produce la venganza, sobre todo cuando es tan merecida.
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  • Monorol:

    Todo era oscuridad, tan negra que la vista perdía en ese mar de negro.
    De pronto todo se tornaría blanco, elimianando todo rastro de aquella oscuridad, una rama gigante se generaría de algún lugar de ese blanco infinito, y de esa rama brotaría un castillo gigante el cual comenzaría a flotar en ese vacío.

    De pronto una bola de tinta negra se manifestaría y se dirigiría en dirección al castillo.
    Con fuerza, esa bola de tinta, destruiría muros entrando a ese castillo.
    Una vez dentro, la tinta comenzaría a tomar forma, la de una serpiente, pero esta se encontraba herida, derramando sangre por endiduras y otros daños que tenía el cuerpo.

    La serpiente comenzaría a tomar noción del lugar, intentando pararse para caerse nuevamente.

    -Mierda... maldita zorra...

    En su voz se podía notar un gran esfuerzo, hasta el hablar le hacía daño.

    -De todos los que me podría haber encontrado... ¡fue a ella!...

    La serpiente intentaría moverse, pero solo se enrollaría en él, intentando regenerar aquellas heridas.

    -Fue muy rápida, logro darme muchos maleficios... y el maldito grito me alcanzó...

    La serpiente levantaría una ñarte de su cola, la cual estaría desintegrada y sin poder regenerarla.

    -Debo... phufg...

    La serpiente escupiría un liquido rojo que luego se volvería un tipo de humo que destruiría algunas columnas del castillo.

    -Vengan...

    Una vez dijo eso, cientos de birbujas aparecieron en el lugar, lo cual la serpiente las observaría para elegir una.

    -Tú...

    Y de un bocado ka devoraría, esto provocaría la destrucción de una realidad completa, pero regeneraría parte de su poder.

    -Esto debe servir hasta que encuentre un maleficio que arregle esto...

    De la nada, un libro de piel que desprendía partículas rojas se manifestaría frente a la serpiente.

    -Dame algo para contrarrestar esto...

    El libro se abrió y comenzó a mover sus paginas, hasta llegar a una la cual contenía un maleficio que le serviría a la serpiente.

    -Perfecto "Perlas de luna"...

    Un extraño efecto atravesó a la serpiente, regenerando su cuerpo en totalidad.

    -Esto es lo que decía... desaparece... debo arreglar esto, el castillo sufrió daños por mi error...

    En cuestión de segundos las zonas destruidas del castillo se repararon, volviendo todo a la normalidad.

    -Maldita zorra, solo me ganaste porque eres más rápido y poderosa... pero cuando tenga el poder suficiente te arrancaré esas colas...

    Con ira y arrogancia la serpiente amenazó a quien le hizo tanto daño.

    -Aún así, es lo que necesitaba... ira... lamentarse es de estúpidos... yo no tengo tiempo para eso...

    Diría con determinación mirando a traves de la ventana que se encontraba a su izquierda.

    -Es hora de jugar mis cartas...
    Monorol: Todo era oscuridad, tan negra que la vista perdía en ese mar de negro. De pronto todo se tornaría blanco, elimianando todo rastro de aquella oscuridad, una rama gigante se generaría de algún lugar de ese blanco infinito, y de esa rama brotaría un castillo gigante el cual comenzaría a flotar en ese vacío. De pronto una bola de tinta negra se manifestaría y se dirigiría en dirección al castillo. Con fuerza, esa bola de tinta, destruiría muros entrando a ese castillo. Una vez dentro, la tinta comenzaría a tomar forma, la de una serpiente, pero esta se encontraba herida, derramando sangre por endiduras y otros daños que tenía el cuerpo. La serpiente comenzaría a tomar noción del lugar, intentando pararse para caerse nuevamente. -Mierda... maldita zorra... En su voz se podía notar un gran esfuerzo, hasta el hablar le hacía daño. -De todos los que me podría haber encontrado... ¡fue a ella!... La serpiente intentaría moverse, pero solo se enrollaría en él, intentando regenerar aquellas heridas. -Fue muy rápida, logro darme muchos maleficios... y el maldito grito me alcanzó... La serpiente levantaría una ñarte de su cola, la cual estaría desintegrada y sin poder regenerarla. -Debo... phufg... La serpiente escupiría un liquido rojo que luego se volvería un tipo de humo que destruiría algunas columnas del castillo. -Vengan... Una vez dijo eso, cientos de birbujas aparecieron en el lugar, lo cual la serpiente las observaría para elegir una. -Tú... Y de un bocado ka devoraría, esto provocaría la destrucción de una realidad completa, pero regeneraría parte de su poder. -Esto debe servir hasta que encuentre un maleficio que arregle esto... De la nada, un libro de piel que desprendía partículas rojas se manifestaría frente a la serpiente. -Dame algo para contrarrestar esto... El libro se abrió y comenzó a mover sus paginas, hasta llegar a una la cual contenía un maleficio que le serviría a la serpiente. -Perfecto "Perlas de luna"... Un extraño efecto atravesó a la serpiente, regenerando su cuerpo en totalidad. -Esto es lo que decía... desaparece... debo arreglar esto, el castillo sufrió daños por mi error... En cuestión de segundos las zonas destruidas del castillo se repararon, volviendo todo a la normalidad. -Maldita zorra, solo me ganaste porque eres más rápido y poderosa... pero cuando tenga el poder suficiente te arrancaré esas colas... Con ira y arrogancia la serpiente amenazó a quien le hizo tanto daño. -Aún así, es lo que necesitaba... ira... lamentarse es de estúpidos... yo no tengo tiempo para eso... Diría con determinación mirando a traves de la ventana que se encontraba a su izquierda. -Es hora de jugar mis cartas...
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  • *Lanzó un bostezo, empapando el cristal del tren en el que iba. Los silbatos y el encargado de recoger los boletos a los tripulantes pasó por las filas hasta que llegó a su lugar.

    ***** Boleto por favor.

    *Aradia lo miró, sonrío y susurró, movió los labios, lanzando un maleficio al ajeno, con la diestra sacó de su bolsillo una hoja de cerezo, cual entregó al hombre. El varón la tomó como si de aquel pedazo de naturaleza fuera válido, viendo en ella el destino deseado.

    *****Es un lugar muy tranquilo su destino, "Buen viaje señorita".

    -Gracias caballero, es usted muy amable.

    *La fémina siguió leyendo el libro ", Maternidad en 10 pasos" que hurtó de un puesto de revistas fuera de la estación.

    -Mmmm, esto no será difícil, el chiste es no dejar que muera la cria en los primeros meses.
    *Lanzó un bostezo, empapando el cristal del tren en el que iba. Los silbatos y el encargado de recoger los boletos a los tripulantes pasó por las filas hasta que llegó a su lugar. ***** Boleto por favor. *Aradia lo miró, sonrío y susurró, movió los labios, lanzando un maleficio al ajeno, con la diestra sacó de su bolsillo una hoja de cerezo, cual entregó al hombre. El varón la tomó como si de aquel pedazo de naturaleza fuera válido, viendo en ella el destino deseado. *****Es un lugar muy tranquilo su destino, "Buen viaje señorita". -Gracias caballero, es usted muy amable. *La fémina siguió leyendo el libro ", Maternidad en 10 pasos" que hurtó de un puesto de revistas fuera de la estación. -Mmmm, esto no será difícil, el chiste es no dejar que muera la cria en los primeros meses.
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  • —No puedo seguir así, me siguen buscando, hay carteles con la apariencia de "Anne" (apariencia y nombre que usaba sobre la tierra) por doquier, mi cabaña ya no es segura, tendré que huir de nuevo.- Cubierta casi de pies a cabeza con esa capucha, llevaba la vieja valija tomada con una mano la cual portaba el cráneo de su padre, y dos obsequios de una entidad anónima, sobre la mano libre su cayado de madera (arma del caos) el cual tomaba cualquier forma en el campo de batalla.

    Era tiempo de cambiar de apariencia y de lugar, ya no tenía el apoyo de aquel que un día lo fue todo; sin embargo, como un rayo sobre su mente, recuerdo aquel sujeto, varón relajado e imprudente, que la había ayudado tiempo atrás.

    —Él... -Espero llegar a un alujar apartado del poblado, para poder transportarse, mencionó un maleficio. — (==========), cuál logro desvanecerla como si fueran ruinas sobre el suelo, apareciendo frente a la casa del bárbaro tocando con el puño cerrado sobre la puerta de madera. 

    —¡Toc!, ¡Toc!.
    [leonv]
    —No puedo seguir así, me siguen buscando, hay carteles con la apariencia de "Anne" (apariencia y nombre que usaba sobre la tierra) por doquier, mi cabaña ya no es segura, tendré que huir de nuevo.- Cubierta casi de pies a cabeza con esa capucha, llevaba la vieja valija tomada con una mano la cual portaba el cráneo de su padre, y dos obsequios de una entidad anónima, sobre la mano libre su cayado de madera (arma del caos) el cual tomaba cualquier forma en el campo de batalla. Era tiempo de cambiar de apariencia y de lugar, ya no tenía el apoyo de aquel que un día lo fue todo; sin embargo, como un rayo sobre su mente, recuerdo aquel sujeto, varón relajado e imprudente, que la había ayudado tiempo atrás. —Él... -Espero llegar a un alujar apartado del poblado, para poder transportarse, mencionó un maleficio. — (==========), cuál logro desvanecerla como si fueran ruinas sobre el suelo, apareciendo frente a la casa del bárbaro tocando con el puño cerrado sobre la puerta de madera.  —¡Toc!, ¡Toc!. [leonv]
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  • Дзiкае Паляванн (Cacería Salvaje)

    La cacería salvaje es el nombre de una práctica pagana relacionada con la brujería del norte de Europa.

    Un ejército de espíritus y criaturas es invocado por un o una líder con suficiente poder como para hacerles caer en trance para cometer actos determinados. Ya sea para atormentar a los vivos, para castigar a los injustos, para arruinar cosechas, para ejecutar maleficios, etc. Dependiendo del poder del señor o señora de la caza, el motivo puede variar.

    Suele suceder que muchos brujos y brujas incautos, novatos o ignorantes de su naturaleza, se vean arrastrados en espíritu mientras duermen para ser forzados a formar parte del ejército en trance. Los más experimentados saben protegerse del secuestro y/o mantenerse conscientes para aceptar o negarse a participar, e incluso mientras son parte de la cacería.

    Las víctimas de este ejército pueden variar según el propósito del o la guía, pero por lo general se componen de gente normal y corriente. Se les arrebata la cordura, se les maldice, se les lleva a experimentar alucinaciones colectivas, se les ofrece como alimento a demonios, se les condena a vagar como fantasmas, se les roba el alma para dejar un cuerpo muerto en vida vulnerable y sin voluntad. O simplemente se le unía en espíritu al ejército.

    Pero también se organizaban cacerías salvajes para proteger pueblos enteros de la invasión demoníaca, para ahuyentar animales o criaturas salvajes, para bendecir las tierras o simplemente para celebrar en espíritu cuando las circunstancias no lo permitían en cuerpo, como cuando las nevadas impedían los viajes o la enfermedad oprimía las libertades.

    El clan Chérnikov solía conducir cacerías salvajes con el propósito de rendir tributo al inframundo y así obtener mayor poder de parte de su dios patrono. Sus motivaciones variaban dependiendo de quien liderara la caza y podían ser tanto de muerte como de vida. Y fue a causa de esta misma tradición que el clan experimentó una de sus épocas más oscuras, cuando un brujo corrompido por su deseo de alcanzar la inmortalidad les fue secuestrando uno por uno, arrebatándoles en espíritu para cosechar sus dones, dejando atrás un despojo de ser humano frágil y enfermizo que pronto era consumido por la podredumbre... en vida.
    Дзiкае Паляванн (Cacería Salvaje) La cacería salvaje es el nombre de una práctica pagana relacionada con la brujería del norte de Europa. Un ejército de espíritus y criaturas es invocado por un o una líder con suficiente poder como para hacerles caer en trance para cometer actos determinados. Ya sea para atormentar a los vivos, para castigar a los injustos, para arruinar cosechas, para ejecutar maleficios, etc. Dependiendo del poder del señor o señora de la caza, el motivo puede variar. Suele suceder que muchos brujos y brujas incautos, novatos o ignorantes de su naturaleza, se vean arrastrados en espíritu mientras duermen para ser forzados a formar parte del ejército en trance. Los más experimentados saben protegerse del secuestro y/o mantenerse conscientes para aceptar o negarse a participar, e incluso mientras son parte de la cacería. Las víctimas de este ejército pueden variar según el propósito del o la guía, pero por lo general se componen de gente normal y corriente. Se les arrebata la cordura, se les maldice, se les lleva a experimentar alucinaciones colectivas, se les ofrece como alimento a demonios, se les condena a vagar como fantasmas, se les roba el alma para dejar un cuerpo muerto en vida vulnerable y sin voluntad. O simplemente se le unía en espíritu al ejército. Pero también se organizaban cacerías salvajes para proteger pueblos enteros de la invasión demoníaca, para ahuyentar animales o criaturas salvajes, para bendecir las tierras o simplemente para celebrar en espíritu cuando las circunstancias no lo permitían en cuerpo, como cuando las nevadas impedían los viajes o la enfermedad oprimía las libertades. El clan Chérnikov solía conducir cacerías salvajes con el propósito de rendir tributo al inframundo y así obtener mayor poder de parte de su dios patrono. Sus motivaciones variaban dependiendo de quien liderara la caza y podían ser tanto de muerte como de vida. Y fue a causa de esta misma tradición que el clan experimentó una de sus épocas más oscuras, cuando un brujo corrompido por su deseo de alcanzar la inmortalidad les fue secuestrando uno por uno, arrebatándoles en espíritu para cosechar sus dones, dejando atrás un despojo de ser humano frágil y enfermizo que pronto era consumido por la podredumbre... en vida.
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