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    Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver...

    Selin: Déjame que te cuente...

    La Leyenda de Shobu y Xinia

    Eclipses de amor y guerra

    Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
    cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
    existió un espíritu solar errante.

    Shobu,
    una chispa viva del Sol,
    no era un habitante como los Phyros,
    sino una de las entidades primordiales,
    un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.

    Viajaba libre,
    cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
    curioso ante todo aquello que no ardía como él.

    Un día, su luz chocó contra una esfera
    que no quemaba…
    sino que reflejaba.

    Había encontrado la Luna.

    La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
    los Elunai, habitantes lunares,
    y los misteriosos Espíritus de la Luna,
    criaturas antiguas como la noche.

    Y entre ellos,
    Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:

    Xinia,
    espíritu lunar joven,
    una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
    nacida de la calma de la Luna
    y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.

    Su luz no quemaba.
    Su luz acariciaba.

    Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.


    ---

    El primer lazo entre Sol y Luna

    Xinia se acercó sin temor alguno:
    ella no conocía el fuego,
    solo la quietud luminosa.

    Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
    el cosmos registró un suceso inédito:

    dos espíritus de orígenes contrarios
    hicieron armonía.

    Su unión fue inmediata,
    natural,
    destinada.

    Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
    Xinia aceptó, curiosa…
    y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.


    ---

    La ira de Phyros y Elunai

    Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:

    Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
    ¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
    Lo consideraron un sacrilegio.

    Los Espíritus del Sol vieron peligro:
    “lo que es lunar no debe tocar lo solar”.


    Mientras tanto,

    Los Elunai (habitantes de la Luna)
    se sintieron traicionados:
    Shobu había arrebatado a su criatura más pura.

    Y los Espíritus de la Luna,
    orgullosos y fríos,
    declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.


    Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
    tejieron un destino cruel:

    un sello eterno
    que impedía que lo solar tocara lo lunar
    y que lo lunar tocara lo solar.

    Los mundos quedaron separados
    por la fuerza del miedo.

    Y Shobu y Xinia quedaron separados
    por la fuerza del amor.


    ---

    El Primer Eclipse

    Pero el amor, cuando es verdadero,
    rompe incluso las órdenes de los dioses.

    La Luna pasó frente al Sol.
    El Sol abrazó a la Luna por la espalda.

    Y en esa alineación perfecta,
    por primera vez en la historia del cielo,
    nació un camino imposible:

    un puente de fuego y plata,
    creado no por magia solar ni lunar,
    sino
    por la súplica unida
    de dos espíritus que se negaban a olvidarse.

    Xinia cruzó.
    Shobu cruzó.

    Y se encontraron en medio del eclipse,
    en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
    sino del amor prohibido.

    Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
    Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.


    ---

    Los eclipses de amor y guerra

    Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
    había roto sus prohibiciones,
    nació la primera guerra entre sus pueblos.

    No una guerra de ejércitos,
    sino una guerra de pensamiento:

    unos defendiendo la unión,

    otros exigiendo separación eterna.


    Desde entonces,
    cada eclipse repite la historia:

    cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
    cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.

    Los eclipses son puentes.
    Los eclipses son cicatrices.
    Y en el corazón de cada uno
    late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
    el primer amor entre fuego y plata.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver... Selin: Déjame que te cuente... La Leyenda de Shobu y Xinia Eclipses de amor y guerra Antes de que el tiempo aprendiera a contarse, cuando el cosmos aún era joven y silencioso, existió un espíritu solar errante. Shobu, una chispa viva del Sol, no era un habitante como los Phyros, sino una de las entidades primordiales, un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella. Viajaba libre, cruzando reinos de fuego, polvo y vacío, curioso ante todo aquello que no ardía como él. Un día, su luz chocó contra una esfera que no quemaba… sino que reflejaba. Había encontrado la Luna. La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa: los Elunai, habitantes lunares, y los misteriosos Espíritus de la Luna, criaturas antiguas como la noche. Y entre ellos, Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento: Xinia, espíritu lunar joven, una raposa de pelaje blanco y brillo azul, nacida de la calma de la Luna y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares. Su luz no quemaba. Su luz acariciaba. Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado. --- El primer lazo entre Sol y Luna Xinia se acercó sin temor alguno: ella no conocía el fuego, solo la quietud luminosa. Cuando tocaron sus energías —fuego y plata— el cosmos registró un suceso inédito: dos espíritus de orígenes contrarios hicieron armonía. Su unión fue inmediata, natural, destinada. Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol. Xinia aceptó, curiosa… y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos. --- La ira de Phyros y Elunai Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol: Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia: ¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol? Lo consideraron un sacrilegio. Los Espíritus del Sol vieron peligro: “lo que es lunar no debe tocar lo solar”. Mientras tanto, Los Elunai (habitantes de la Luna) se sintieron traicionados: Shobu había arrebatado a su criatura más pura. Y los Espíritus de la Luna, orgullosos y fríos, declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios. Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares— tejieron un destino cruel: un sello eterno que impedía que lo solar tocara lo lunar y que lo lunar tocara lo solar. Los mundos quedaron separados por la fuerza del miedo. Y Shobu y Xinia quedaron separados por la fuerza del amor. --- El Primer Eclipse Pero el amor, cuando es verdadero, rompe incluso las órdenes de los dioses. La Luna pasó frente al Sol. El Sol abrazó a la Luna por la espalda. Y en esa alineación perfecta, por primera vez en la historia del cielo, nació un camino imposible: un puente de fuego y plata, creado no por magia solar ni lunar, sino por la súplica unida de dos espíritus que se negaban a olvidarse. Xinia cruzó. Shobu cruzó. Y se encontraron en medio del eclipse, en un territorio que no era del Sol ni de la Luna, sino del amor prohibido. Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas. Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos. --- Los eclipses de amor y guerra Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse había roto sus prohibiciones, nació la primera guerra entre sus pueblos. No una guerra de ejércitos, sino una guerra de pensamiento: unos defendiendo la unión, otros exigiendo separación eterna. Desde entonces, cada eclipse repite la historia: cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes; cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos. Los eclipses son puentes. Los eclipses son cicatrices. Y en el corazón de cada uno late todavía el juramento de Shobu y Xinia, el primer amor entre fuego y plata.
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    Selin: Déjame que te cuente...

    La Leyenda de Shobu y Xinia

    Eclipses de amor y guerra

    Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
    cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
    existió un espíritu solar errante.

    Shobu,
    una chispa viva del Sol,
    no era un habitante como los Phyros,
    sino una de las entidades primordiales,
    un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.

    Viajaba libre,
    cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
    curioso ante todo aquello que no ardía como él.

    Un día, su luz chocó contra una esfera
    que no quemaba…
    sino que reflejaba.

    Había encontrado la Luna.

    La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
    los Elunai, habitantes lunares,
    y los misteriosos Espíritus de la Luna,
    criaturas antiguas como la noche.

    Y entre ellos,
    Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:

    Xinia,
    espíritu lunar joven,
    una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
    nacida de la calma de la Luna
    y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.

    Su luz no quemaba.
    Su luz acariciaba.

    Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.


    ---

    El primer lazo entre Sol y Luna

    Xinia se acercó sin temor alguno:
    ella no conocía el fuego,
    solo la quietud luminosa.

    Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
    el cosmos registró un suceso inédito:

    dos espíritus de orígenes contrarios
    hicieron armonía.

    Su unión fue inmediata,
    natural,
    destinada.

    Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
    Xinia aceptó, curiosa…
    y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.


    ---

    La ira de Phyros y Elunai

    Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:

    Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
    ¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
    Lo consideraron un sacrilegio.

    Los Espíritus del Sol vieron peligro:
    “lo que es lunar no debe tocar lo solar”.


    Mientras tanto,

    Los Elunai (habitantes de la Luna)
    se sintieron traicionados:
    Shobu había arrebatado a su criatura más pura.

    Y los Espíritus de la Luna,
    orgullosos y fríos,
    declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.


    Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
    tejieron un destino cruel:

    un sello eterno
    que impedía que lo solar tocara lo lunar
    y que lo lunar tocara lo solar.

    Los mundos quedaron separados
    por la fuerza del miedo.

    Y Shobu y Xinia quedaron separados
    por la fuerza del amor.


    ---

    El Primer Eclipse

    Pero el amor, cuando es verdadero,
    rompe incluso las órdenes de los dioses.

    La Luna pasó frente al Sol.
    El Sol abrazó a la Luna por la espalda.

    Y en esa alineación perfecta,
    por primera vez en la historia del cielo,
    nació un camino imposible:

    un puente de fuego y plata,
    creado no por magia solar ni lunar,
    sino
    por la súplica unida
    de dos espíritus que se negaban a olvidarse.

    Xinia cruzó.
    Shobu cruzó.

    Y se encontraron en medio del eclipse,
    en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
    sino del amor prohibido.

    Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
    Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.


    ---

    Los eclipses de amor y guerra

    Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
    había roto sus prohibiciones,
    nació la primera guerra entre sus pueblos.

    No una guerra de ejércitos,
    sino una guerra de pensamiento:

    unos defendiendo la unión,

    otros exigiendo separación eterna.


    Desde entonces,
    cada eclipse repite la historia:

    cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
    cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.

    Los eclipses son puentes.
    Los eclipses son cicatrices.
    Y en el corazón de cada uno
    late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
    el primer amor entre fuego y plata.
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    La Leyenda de Shobu y Xinia

    Eclipses de amor y guerra

    Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
    cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
    existió un espíritu solar errante.

    Shobu,
    una chispa viva del Sol,
    no era un habitante como los Phyros,
    sino una de las entidades primordiales,
    un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.

    Viajaba libre,
    cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
    curioso ante todo aquello que no ardía como él.

    Un día, su luz chocó contra una esfera
    que no quemaba…
    sino que reflejaba.

    Había encontrado la Luna.

    La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
    los Elunai, habitantes lunares,
    y los misteriosos Espíritus de la Luna,
    criaturas antiguas como la noche.

    Y entre ellos,
    Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:

    Xinia,
    espíritu lunar joven,
    una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
    nacida de la calma de la Luna
    y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.

    Su luz no quemaba.
    Su luz acariciaba.

    Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.


    ---

    El primer lazo entre Sol y Luna

    Xinia se acercó sin temor alguno:
    ella no conocía el fuego,
    solo la quietud luminosa.

    Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
    el cosmos registró un suceso inédito:

    dos espíritus de orígenes contrarios
    hicieron armonía.

    Su unión fue inmediata,
    natural,
    destinada.

    Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
    Xinia aceptó, curiosa…
    y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.


    ---

    La ira de Phyros y Elunai

    Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:

    Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
    ¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
    Lo consideraron un sacrilegio.

    Los Espíritus del Sol vieron peligro:
    “lo que es lunar no debe tocar lo solar”.


    Mientras tanto,

    Los Elunai (habitantes de la Luna)
    se sintieron traicionados:
    Shobu había arrebatado a su criatura más pura.

    Y los Espíritus de la Luna,
    orgullosos y fríos,
    declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.


    Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
    tejieron un destino cruel:

    un sello eterno
    que impedía que lo solar tocara lo lunar
    y que lo lunar tocara lo solar.

    Los mundos quedaron separados
    por la fuerza del miedo.

    Y Shobu y Xinia quedaron separados
    por la fuerza del amor.


    ---

    El Primer Eclipse

    Pero el amor, cuando es verdadero,
    rompe incluso las órdenes de los dioses.

    La Luna pasó frente al Sol.
    El Sol abrazó a la Luna por la espalda.

    Y en esa alineación perfecta,
    por primera vez en la historia del cielo,
    nació un camino imposible:

    un puente de fuego y plata,
    creado no por magia solar ni lunar,
    sino
    por la súplica unida
    de dos espíritus que se negaban a olvidarse.

    Xinia cruzó.
    Shobu cruzó.

    Y se encontraron en medio del eclipse,
    en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
    sino del amor prohibido.

    Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
    Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.


    ---

    Los eclipses de amor y guerra

    Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
    había roto sus prohibiciones,
    nació la primera guerra entre sus pueblos.

    No una guerra de ejércitos,
    sino una guerra de pensamiento:

    unos defendiendo la unión,

    otros exigiendo separación eterna.


    Desde entonces,
    cada eclipse repite la historia:

    cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
    cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.

    Los eclipses son puentes.
    Los eclipses son cicatrices.
    Y en el corazón de cada uno
    late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
    el primer amor entre fuego y plata.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver... Selin: Déjame que te cuente... La Leyenda de Shobu y Xinia Eclipses de amor y guerra Antes de que el tiempo aprendiera a contarse, cuando el cosmos aún era joven y silencioso, existió un espíritu solar errante. Shobu, una chispa viva del Sol, no era un habitante como los Phyros, sino una de las entidades primordiales, un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella. Viajaba libre, cruzando reinos de fuego, polvo y vacío, curioso ante todo aquello que no ardía como él. Un día, su luz chocó contra una esfera que no quemaba… sino que reflejaba. Había encontrado la Luna. La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa: los Elunai, habitantes lunares, y los misteriosos Espíritus de la Luna, criaturas antiguas como la noche. Y entre ellos, Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento: Xinia, espíritu lunar joven, una raposa de pelaje blanco y brillo azul, nacida de la calma de la Luna y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares. Su luz no quemaba. Su luz acariciaba. Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado. --- El primer lazo entre Sol y Luna Xinia se acercó sin temor alguno: ella no conocía el fuego, solo la quietud luminosa. Cuando tocaron sus energías —fuego y plata— el cosmos registró un suceso inédito: dos espíritus de orígenes contrarios hicieron armonía. Su unión fue inmediata, natural, destinada. Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol. Xinia aceptó, curiosa… y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos. --- La ira de Phyros y Elunai Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol: Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia: ¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol? Lo consideraron un sacrilegio. Los Espíritus del Sol vieron peligro: “lo que es lunar no debe tocar lo solar”. Mientras tanto, Los Elunai (habitantes de la Luna) se sintieron traicionados: Shobu había arrebatado a su criatura más pura. Y los Espíritus de la Luna, orgullosos y fríos, declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios. Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares— tejieron un destino cruel: un sello eterno que impedía que lo solar tocara lo lunar y que lo lunar tocara lo solar. Los mundos quedaron separados por la fuerza del miedo. Y Shobu y Xinia quedaron separados por la fuerza del amor. --- El Primer Eclipse Pero el amor, cuando es verdadero, rompe incluso las órdenes de los dioses. La Luna pasó frente al Sol. El Sol abrazó a la Luna por la espalda. Y en esa alineación perfecta, por primera vez en la historia del cielo, nació un camino imposible: un puente de fuego y plata, creado no por magia solar ni lunar, sino por la súplica unida de dos espíritus que se negaban a olvidarse. Xinia cruzó. Shobu cruzó. Y se encontraron en medio del eclipse, en un territorio que no era del Sol ni de la Luna, sino del amor prohibido. Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas. Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos. --- Los eclipses de amor y guerra Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse había roto sus prohibiciones, nació la primera guerra entre sus pueblos. No una guerra de ejércitos, sino una guerra de pensamiento: unos defendiendo la unión, otros exigiendo separación eterna. Desde entonces, cada eclipse repite la historia: cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes; cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos. Los eclipses son puentes. Los eclipses son cicatrices. Y en el corazón de cada uno late todavía el juramento de Shobu y Xinia, el primer amor entre fuego y plata.
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  • —Hazme sentir al menos como un monstruo.
    —Hazme sentir al menos como el fuego
    —Hazme sentir al menos como un monstruo. —Hazme sentir al menos como el fuego
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  • Mi nuevo amiguito en el santuario, es un zorro de fuego, lo ayudo a mejorar sus habilidades y controlar su fuego, es adorable
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  • - Unos 27 años complejos. -

    [• Ya habría pasado pasado 9 años desde que habría unido al ejército Ruso, no le gustaba, pero tampoco no tenía donde ir. Era su hogar y su propósito, ahí estaban aquellos que eran sus amigos, su lugar de entrenamiento y su razón de vivir. Pero llegó una ventida fecha. Un 7 de octubre de 2017.

    Tras ser enviado por una incurcion por una zona bastante cálida contra, para no decir que estábamos llendo a la garganta del lobo llamado Estados Unidos.

    Tras llegar con su pelotón al norte-esre de Rusia, una zona fría y la nieve tan alta que llega hasta sus rodillas, dónde al llegar hasta un pueblo abandonado, habrían puesto su zona de control para el movimiento de vehículos aerios y a su vez siendo un campamento, hospital y base de operaciones.
    Recordaba cuando tomaron cerveza y vodka algunos, otros disfrutando comidas deliciosas que consiguieron los cazadores.
    Todo era risas y comodidad, hasta que llegó la atardecer.
    Koroved estaba sentado, limpiando y secando su RPK, hasta que escucho dos detonaciones y luego una luz brillante.
    Al ver el cielo, estaría iluminado por dos Bengalas blancas.

    Al ver sus compañeros levantarse por la confusión, repentinamente suena una alarma por unos segundos, antes de que callera algo a metros del hombre y luego oscuridad.

    Al levantsrse, este le dolía su cara, su cuerpo y sentía frio.
    Se levanto del suelo y tras pasar una entre unas mallas rotas, vería simplemente fuego, algunos fragmentos blancos en el suelo acompañado con carne cocinada, polvo y fragmentos de ruinas.

    No hubo reacción, solo mantiene una cara sería, pero una vista borrosa pero oscura. No había pensamientos, no había reacción. Solo era una estatua entre personas desesperadas, otros agonizando, pocos moribundos, escasos muertos y algunos desintegrados.

    Otra vez el cielo se ilumina de blanco en sus espaldas. •]





    (Soy tremendo, soy muy loco )
    - Unos 27 años complejos. - [• Ya habría pasado pasado 9 años desde que habría unido al ejército Ruso, no le gustaba, pero tampoco no tenía donde ir. Era su hogar y su propósito, ahí estaban aquellos que eran sus amigos, su lugar de entrenamiento y su razón de vivir. Pero llegó una ventida fecha. Un 7 de octubre de 2017. Tras ser enviado por una incurcion por una zona bastante cálida contra, para no decir que estábamos llendo a la garganta del lobo llamado Estados Unidos. Tras llegar con su pelotón al norte-esre de Rusia, una zona fría y la nieve tan alta que llega hasta sus rodillas, dónde al llegar hasta un pueblo abandonado, habrían puesto su zona de control para el movimiento de vehículos aerios y a su vez siendo un campamento, hospital y base de operaciones. Recordaba cuando tomaron cerveza y vodka algunos, otros disfrutando comidas deliciosas que consiguieron los cazadores. Todo era risas y comodidad, hasta que llegó la atardecer. Koroved estaba sentado, limpiando y secando su RPK, hasta que escucho dos detonaciones y luego una luz brillante. Al ver el cielo, estaría iluminado por dos Bengalas blancas. Al ver sus compañeros levantarse por la confusión, repentinamente suena una alarma por unos segundos, antes de que callera algo a metros del hombre y luego oscuridad. Al levantsrse, este le dolía su cara, su cuerpo y sentía frio. Se levanto del suelo y tras pasar una entre unas mallas rotas, vería simplemente fuego, algunos fragmentos blancos en el suelo acompañado con carne cocinada, polvo y fragmentos de ruinas. No hubo reacción, solo mantiene una cara sería, pero una vista borrosa pero oscura. No había pensamientos, no había reacción. Solo era una estatua entre personas desesperadas, otros agonizando, pocos moribundos, escasos muertos y algunos desintegrados. Otra vez el cielo se ilumina de blanco en sus espaldas. •] (Soy tremendo, soy muy loco 🗣️)
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    NOTA PARA LA AGENCIA
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    Portada Oficial — “Forbidden Desire”
    Modelos Estelares:
    Lilith Ishtar — “The Allure of the Alpha”
    Kairi Ishtar Yokin — “Unveiling the Enigma”

    La sesión de portada se posiciona como una de las más impactantes del ciclo editorial, capturando la esencia dual del linaje Ishtar: poder, magnetismo, misterio y una unión que trasciende los velos de la sombra.

    Las modelos Lilith Ishtar y Kairi Ishtar Yokin brillan con una sinergia hipnótica que resalta los conceptos clave del número:
    Atracción prohibida
    Elegancia oscura
    Un vínculo tejido entre fuego y sombra

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    Destacados de la portada:
    • “Deepest Secrets: A Bond Forged in Shadow” — La conexión oculta entre ambas.
    • “Golden Threads: Weaving Destinies Together” — El entrelazo simbólico de dos fuerzas alfa.

    ──────────────────────────

    Mensaje para la Agencia:
    Esta portada consolida la imagen de Lilith y Kairi Ishtar como la dupla más poderosa y seductora del catálogo. Su química visual, acompañada por la estética refinada del linaje Ishtar, garantiza impacto mediático, alta retención y proyección en campañas futuras.

    Recomendamos utilizar esta edición como pieza central para:
    Lanzamientos de temporada
    Promociones de alto perfil
    Presentaciones premium del Clan Ishtar
    Material publicitario para próximos eventos y desfiles

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    “Dos almas alfa… un mismo deseo prohibido.”
    ──────────────────────────

    ────────────────────────── ✨ NOTA PARA LA AGENCIA ✨ ────────────────────────── 🌑 Portada Oficial — “Forbidden Desire” ⭐ Modelos Estelares: 🔸 Lilith Ishtar — “The Allure of the Alpha” 🔸 Kairi Ishtar Yokin — “Unveiling the Enigma” La sesión de portada se posiciona como una de las más impactantes del ciclo editorial, capturando la esencia dual del linaje Ishtar: poder, magnetismo, misterio y una unión que trasciende los velos de la sombra. Las modelos Lilith Ishtar y Kairi Ishtar Yokin brillan con una sinergia hipnótica que resalta los conceptos clave del número: ✨ Atracción prohibida ✨ Elegancia oscura ✨ Un vínculo tejido entre fuego y sombra ────────────────────────── 💠 Destacados de la portada: • “Deepest Secrets: A Bond Forged in Shadow” — La conexión oculta entre ambas. • “Golden Threads: Weaving Destinies Together” — El entrelazo simbólico de dos fuerzas alfa. ────────────────────────── 🔥 Mensaje para la Agencia: Esta portada consolida la imagen de Lilith y Kairi Ishtar como la dupla más poderosa y seductora del catálogo. Su química visual, acompañada por la estética refinada del linaje Ishtar, garantiza impacto mediático, alta retención y proyección en campañas futuras. Recomendamos utilizar esta edición como pieza central para: 💠 Lanzamientos de temporada 💠 Promociones de alto perfil 💠 Presentaciones premium del Clan Ishtar 💠 Material publicitario para próximos eventos y desfiles ────────────────────────── ✨ “Dos almas alfa… un mismo deseo prohibido.” ✨ ──────────────────────────
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  • *Dejó caer la mirada hacia sus propias manos, aún apoyadas en la baranda. Exhaló una risa suave, casi incrédula.*

    -Tsk… mírame *murmuró para sí misma* Siempre jugando con fuego… incluso cuando es el mío.

    *Deslizó un dedo por el colgante azul que brillaba contra su pecho.*

    -No importa cuánto arda… siempre vuelvo a encenderme.
    Supongo que así es ser una Bloodflame.

    *Sus labios se curvaron en una media sonrisa cansada.*

    -Algún día aprenderé a no quemarme sola… pero hoy no será ese día.
    *Dejó caer la mirada hacia sus propias manos, aún apoyadas en la baranda. Exhaló una risa suave, casi incrédula.* -Tsk… mírame *murmuró para sí misma* Siempre jugando con fuego… incluso cuando es el mío. *Deslizó un dedo por el colgante azul que brillaba contra su pecho.* -No importa cuánto arda… siempre vuelvo a encenderme. Supongo que así es ser una Bloodflame. *Sus labios se curvaron en una media sonrisa cansada.* -Algún día aprenderé a no quemarme sola… pero hoy no será ese día.
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    El combate de las dos hijas del Caos

    Había entrenado a solas con Arc.
    Había invocado su armadura dracónica, sentido sus escamas abrazar mis huesos, su fuego pulsar en mis venas.
    Y aún así… me acerqué a Albedo con el corazón latiendo demasiado rápido.

    Ella levantó la vista, con esa arrogancia suya que siempre roza la amenaza.

    Albedo:
    —Hola, enana. Será mejor que te apartes. Estoy entrenando y podrías lastimarte.

    La esquina de mi ojo tiembla.
    Mi orgullo también.

    Lili:
    —¿A quién llamas enana… descerebrada?

    Una vena se le marca en la frente.
    Y se ríe.
    Se ríe mientras aprieta el puño y revienta una barra de metal como si fuera papel mojado.

    Albedo:
    —¿Quieres que peleemos, enana?

    Respiro hondo y dejo que Arc tome mi piel.
    Mis huesos crujen.
    Escamas nacen.
    La armadura dracónica cubre mi cuerpo con un brillo lunar-azulado.

    Albedo no se queda atrás.
    Se transforma en la Orca Brutal, su forma de fuerza descomunal.
    Dientes afilados.
    Músculos tensos.
    Una bestia lista para destrozar.

    Dentro de mí, la dragona resopla con desdén.

    Arc (en mi interior):
    —Engreída…

    Y entonces su voz se apaga.
    Como una llama extinguida por el viento.

    “Muéstrame de qué eres capaz.”

    Y… me destransformo.

    Totalmente.
    Sin protección.
    Sin escamas.
    Sin fuego.

    Lili (murmurando en Tharésh'Kael):
    —No me hagas esto… dragona loca…

    Albedo gruñe, encantada.

    Albedo:
    —Será mejor que vayas con todo. No voy a contenerme.

    Lili:
    —No me hace falta… soy más rápida que tú.

    El aire vibra.
    Salto.
    Le pateo el cuello en un golpe limpio, certero.

    No retrocede ni un milímetro.

    Ni. Uno.

    Antes de entender qué ha pasado, me atrapa la pierna.
    La agarra como si fuera un palo de escoba.

    Y me estampa contra el suelo.

    El impacto me corta el aire.
    Las costillas crujen.

    Y sin darme un segundo, me pisa el pecho.
    Me hunde en la tierra.
    Presiona.
    Y presiona.
    Y presiona.

    Siento cómo mis costillas se rompen.
    Cómo las astillas se clavan en mis pulmones.
    La sangre sube por mi garganta.

    No puedo respirar.
    No puedo moverme.
    Los ojos se me ponen en blanco.

    Y en ese filo entre vivir y morir… la escucho.

    Por primera vez.

    La sombra.

    Veythra.

    Su voz en Tharésh'Kael me atraviesa como una columna de hielo y fuego.

    Veythra (en mi interior):
    —Levanta, princesa del Caos.
    —Hija de Jennifer… yo te mostraré el auténtico poder del Caos.

    Mi cuerpo se recompone en un latido.
    Las costillas vuelven a su sitio.
    La sangre retrocede.
    El dolor se apaga.

    Agarro el pie de Albedo con fuerza nueva… pero ella sigue siendo más fuerte. Me zafa como si fuera un insecto.

    Y entonces ocurre.

    Del costado de mi cuerpo nace una sombra.
    Una copia perfecta de Albedo.
    Una Albedo oscura, hecha de tinieblas puras.

    La sombra-orca ruge y se abalanza sobre ella.
    El choque es brutal.
    Las dos formas se despedazan.

    Pero Albedo…
    La verdadera…
    Es demasiado.

    La hace pedazos.

    La machaca.

    Y yo…

    Yo no entiendo nada.

    Lili:
    —Basta…

    Retrocedo.
    Me aparto temblando.
    Mis pies dan un paso, luego otro.

    Y echo a correr.

    Huyo.
    Del combate.
    De Albedo.
    De Arc.
    De Veythra.
    De mí misma.

    Detrás, escucho su risa ronca.

    Albedo:
    —Ahora se ponía divertido…
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El combate de las dos hijas del Caos Había entrenado a solas con Arc. Había invocado su armadura dracónica, sentido sus escamas abrazar mis huesos, su fuego pulsar en mis venas. Y aún así… me acerqué a Albedo con el corazón latiendo demasiado rápido. Ella levantó la vista, con esa arrogancia suya que siempre roza la amenaza. Albedo: —Hola, enana. Será mejor que te apartes. Estoy entrenando y podrías lastimarte. La esquina de mi ojo tiembla. Mi orgullo también. Lili: —¿A quién llamas enana… descerebrada? Una vena se le marca en la frente. Y se ríe. Se ríe mientras aprieta el puño y revienta una barra de metal como si fuera papel mojado. Albedo: —¿Quieres que peleemos, enana? Respiro hondo y dejo que Arc tome mi piel. Mis huesos crujen. Escamas nacen. La armadura dracónica cubre mi cuerpo con un brillo lunar-azulado. Albedo no se queda atrás. Se transforma en la Orca Brutal, su forma de fuerza descomunal. Dientes afilados. Músculos tensos. Una bestia lista para destrozar. Dentro de mí, la dragona resopla con desdén. Arc (en mi interior): —Engreída… Y entonces su voz se apaga. Como una llama extinguida por el viento. “Muéstrame de qué eres capaz.” Y… me destransformo. Totalmente. Sin protección. Sin escamas. Sin fuego. Lili (murmurando en Tharésh'Kael): —No me hagas esto… dragona loca… Albedo gruñe, encantada. Albedo: —Será mejor que vayas con todo. No voy a contenerme. Lili: —No me hace falta… soy más rápida que tú. El aire vibra. Salto. Le pateo el cuello en un golpe limpio, certero. No retrocede ni un milímetro. Ni. Uno. Antes de entender qué ha pasado, me atrapa la pierna. La agarra como si fuera un palo de escoba. Y me estampa contra el suelo. El impacto me corta el aire. Las costillas crujen. Y sin darme un segundo, me pisa el pecho. Me hunde en la tierra. Presiona. Y presiona. Y presiona. Siento cómo mis costillas se rompen. Cómo las astillas se clavan en mis pulmones. La sangre sube por mi garganta. No puedo respirar. No puedo moverme. Los ojos se me ponen en blanco. Y en ese filo entre vivir y morir… la escucho. Por primera vez. La sombra. Veythra. Su voz en Tharésh'Kael me atraviesa como una columna de hielo y fuego. Veythra (en mi interior): —Levanta, princesa del Caos. —Hija de Jennifer… yo te mostraré el auténtico poder del Caos. Mi cuerpo se recompone en un latido. Las costillas vuelven a su sitio. La sangre retrocede. El dolor se apaga. Agarro el pie de Albedo con fuerza nueva… pero ella sigue siendo más fuerte. Me zafa como si fuera un insecto. Y entonces ocurre. Del costado de mi cuerpo nace una sombra. Una copia perfecta de Albedo. Una Albedo oscura, hecha de tinieblas puras. La sombra-orca ruge y se abalanza sobre ella. El choque es brutal. Las dos formas se despedazan. Pero Albedo… La verdadera… Es demasiado. La hace pedazos. La machaca. Y yo… Yo no entiendo nada. Lili: —Basta… Retrocedo. Me aparto temblando. Mis pies dan un paso, luego otro. Y echo a correr. Huyo. Del combate. De Albedo. De Arc. De Veythra. De mí misma. Detrás, escucho su risa ronca. Albedo: —Ahora se ponía divertido…
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    El combate de las dos hijas del Caos

    Había entrenado a solas con Arc.
    Había invocado su armadura dracónica, sentido sus escamas abrazar mis huesos, su fuego pulsar en mis venas.
    Y aún así… me acerqué a Albedo con el corazón latiendo demasiado rápido.

    Ella levantó la vista, con esa arrogancia suya que siempre roza la amenaza.

    Albedo:
    —Hola, enana. Será mejor que te apartes. Estoy entrenando y podrías lastimarte.

    La esquina de mi ojo tiembla.
    Mi orgullo también.

    Lili:
    —¿A quién llamas enana… descerebrada?

    Una vena se le marca en la frente.
    Y se ríe.
    Se ríe mientras aprieta el puño y revienta una barra de metal como si fuera papel mojado.

    Albedo:
    —¿Quieres que peleemos, enana?

    Respiro hondo y dejo que Arc tome mi piel.
    Mis huesos crujen.
    Escamas nacen.
    La armadura dracónica cubre mi cuerpo con un brillo lunar-azulado.

    Albedo no se queda atrás.
    Se transforma en la Orca Brutal, su forma de fuerza descomunal.
    Dientes afilados.
    Músculos tensos.
    Una bestia lista para destrozar.

    Dentro de mí, la dragona resopla con desdén.

    Arc (en mi interior):
    —Engreída…

    Y entonces su voz se apaga.
    Como una llama extinguida por el viento.

    “Muéstrame de qué eres capaz.”

    Y… me destransformo.

    Totalmente.
    Sin protección.
    Sin escamas.
    Sin fuego.

    Lili (murmurando en Tharésh'Kael):
    —No me hagas esto… dragona loca…

    Albedo gruñe, encantada.

    Albedo:
    —Será mejor que vayas con todo. No voy a contenerme.

    Lili:
    —No me hace falta… soy más rápida que tú.

    El aire vibra.
    Salto.
    Le pateo el cuello en un golpe limpio, certero.

    No retrocede ni un milímetro.

    Ni. Uno.

    Antes de entender qué ha pasado, me atrapa la pierna.
    La agarra como si fuera un palo de escoba.

    Y me estampa contra el suelo.

    El impacto me corta el aire.
    Las costillas crujen.

    Y sin darme un segundo, me pisa el pecho.
    Me hunde en la tierra.
    Presiona.
    Y presiona.
    Y presiona.

    Siento cómo mis costillas se rompen.
    Cómo las astillas se clavan en mis pulmones.
    La sangre sube por mi garganta.

    No puedo respirar.
    No puedo moverme.
    Los ojos se me ponen en blanco.

    Y en ese filo entre vivir y morir… la escucho.

    Por primera vez.

    La sombra.

    Veythra.

    Su voz en Tharésh'Kael me atraviesa como una columna de hielo y fuego.

    Veythra (en mi interior):
    —Levanta, princesa del Caos.
    —Hija de Jennifer… yo te mostraré el auténtico poder del Caos.

    Mi cuerpo se recompone en un latido.
    Las costillas vuelven a su sitio.
    La sangre retrocede.
    El dolor se apaga.

    Agarro el pie de Albedo con fuerza nueva… pero ella sigue siendo más fuerte. Me zafa como si fuera un insecto.

    Y entonces ocurre.

    Del costado de mi cuerpo nace una sombra.
    Una copia perfecta de Albedo.
    Una Albedo oscura, hecha de tinieblas puras.

    La sombra-orca ruge y se abalanza sobre ella.
    El choque es brutal.
    Las dos formas se despedazan.

    Pero Albedo…
    La verdadera…
    Es demasiado.

    La hace pedazos.

    La machaca.

    Y yo…

    Yo no entiendo nada.

    Lili:
    —Basta…

    Retrocedo.
    Me aparto temblando.
    Mis pies dan un paso, luego otro.

    Y echo a correr.

    Huyo.
    Del combate.
    De Albedo.
    De Arc.
    De Veythra.
    De mí misma.

    Detrás, escucho su risa ronca.

    Albedo:
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    Había entrenado a solas con Arc.
    Había invocado su armadura dracónica, sentido sus escamas abrazar mis huesos, su fuego pulsar en mis venas.
    Y aún así… me acerqué a Albedo con el corazón latiendo demasiado rápido.

    Ella levantó la vista, con esa arrogancia suya que siempre roza la amenaza.

    Albedo:
    —Hola, enana. Será mejor que te apartes. Estoy entrenando y podrías lastimarte.

    La esquina de mi ojo tiembla.
    Mi orgullo también.

    Lili:
    —¿A quién llamas enana… descerebrada?

    Una vena se le marca en la frente.
    Y se ríe.
    Se ríe mientras aprieta el puño y revienta una barra de metal como si fuera papel mojado.

    Albedo:
    —¿Quieres que peleemos, enana?

    Respiro hondo y dejo que Arc tome mi piel.
    Mis huesos crujen.
    Escamas nacen.
    La armadura dracónica cubre mi cuerpo con un brillo lunar-azulado.

    Albedo no se queda atrás.
    Se transforma en la Orca Brutal, su forma de fuerza descomunal.
    Dientes afilados.
    Músculos tensos.
    Una bestia lista para destrozar.

    Dentro de mí, la dragona resopla con desdén.

    Arc (en mi interior):
    —Engreída…

    Y entonces su voz se apaga.
    Como una llama extinguida por el viento.

    “Muéstrame de qué eres capaz.”

    Y… me destransformo.

    Totalmente.
    Sin protección.
    Sin escamas.
    Sin fuego.

    Lili (murmurando en Tharésh'Kael):
    —No me hagas esto… dragona loca…

    Albedo gruñe, encantada.

    Albedo:
    —Será mejor que vayas con todo. No voy a contenerme.

    Lili:
    —No me hace falta… soy más rápida que tú.

    El aire vibra.
    Salto.
    Le pateo el cuello en un golpe limpio, certero.

    No retrocede ni un milímetro.

    Ni. Uno.

    Antes de entender qué ha pasado, me atrapa la pierna.
    La agarra como si fuera un palo de escoba.

    Y me estampa contra el suelo.

    El impacto me corta el aire.
    Las costillas crujen.

    Y sin darme un segundo, me pisa el pecho.
    Me hunde en la tierra.
    Presiona.
    Y presiona.
    Y presiona.

    Siento cómo mis costillas se rompen.
    Cómo las astillas se clavan en mis pulmones.
    La sangre sube por mi garganta.

    No puedo respirar.
    No puedo moverme.
    Los ojos se me ponen en blanco.

    Y en ese filo entre vivir y morir… la escucho.

    Por primera vez.

    La sombra.

    Veythra.

    Su voz en Tharésh'Kael me atraviesa como una columna de hielo y fuego.

    Veythra (en mi interior):
    —Levanta, princesa del Caos.
    —Hija de Jennifer… yo te mostraré el auténtico poder del Caos.

    Mi cuerpo se recompone en un latido.
    Las costillas vuelven a su sitio.
    La sangre retrocede.
    El dolor se apaga.

    Agarro el pie de Albedo con fuerza nueva… pero ella sigue siendo más fuerte. Me zafa como si fuera un insecto.

    Y entonces ocurre.

    Del costado de mi cuerpo nace una sombra.
    Una copia perfecta de Albedo.
    Una Albedo oscura, hecha de tinieblas puras.

    La sombra-orca ruge y se abalanza sobre ella.
    El choque es brutal.
    Las dos formas se despedazan.

    Pero Albedo…
    La verdadera…
    Es demasiado.

    La hace pedazos.

    La machaca.

    Y yo…

    Yo no entiendo nada.

    Lili:
    —Basta…

    Retrocedo.
    Me aparto temblando.
    Mis pies dan un paso, luego otro.

    Y echo a correr.

    Huyo.
    Del combate.
    De Albedo.
    De Arc.
    De Veythra.
    De mí misma.

    Detrás, escucho su risa ronca.

    Albedo:
    —Ahora se ponía divertido…
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El combate de las dos hijas del Caos Había entrenado a solas con Arc. Había invocado su armadura dracónica, sentido sus escamas abrazar mis huesos, su fuego pulsar en mis venas. Y aún así… me acerqué a Albedo con el corazón latiendo demasiado rápido. Ella levantó la vista, con esa arrogancia suya que siempre roza la amenaza. Albedo: —Hola, enana. Será mejor que te apartes. Estoy entrenando y podrías lastimarte. La esquina de mi ojo tiembla. Mi orgullo también. Lili: —¿A quién llamas enana… descerebrada? Una vena se le marca en la frente. Y se ríe. Se ríe mientras aprieta el puño y revienta una barra de metal como si fuera papel mojado. Albedo: —¿Quieres que peleemos, enana? Respiro hondo y dejo que Arc tome mi piel. Mis huesos crujen. Escamas nacen. La armadura dracónica cubre mi cuerpo con un brillo lunar-azulado. Albedo no se queda atrás. Se transforma en la Orca Brutal, su forma de fuerza descomunal. Dientes afilados. Músculos tensos. Una bestia lista para destrozar. Dentro de mí, la dragona resopla con desdén. Arc (en mi interior): —Engreída… Y entonces su voz se apaga. Como una llama extinguida por el viento. “Muéstrame de qué eres capaz.” Y… me destransformo. Totalmente. Sin protección. Sin escamas. Sin fuego. Lili (murmurando en Tharésh'Kael): —No me hagas esto… dragona loca… Albedo gruñe, encantada. Albedo: —Será mejor que vayas con todo. No voy a contenerme. Lili: —No me hace falta… soy más rápida que tú. El aire vibra. Salto. Le pateo el cuello en un golpe limpio, certero. No retrocede ni un milímetro. Ni. Uno. Antes de entender qué ha pasado, me atrapa la pierna. La agarra como si fuera un palo de escoba. Y me estampa contra el suelo. El impacto me corta el aire. Las costillas crujen. Y sin darme un segundo, me pisa el pecho. Me hunde en la tierra. Presiona. Y presiona. Y presiona. Siento cómo mis costillas se rompen. Cómo las astillas se clavan en mis pulmones. La sangre sube por mi garganta. No puedo respirar. No puedo moverme. Los ojos se me ponen en blanco. Y en ese filo entre vivir y morir… la escucho. Por primera vez. La sombra. Veythra. Su voz en Tharésh'Kael me atraviesa como una columna de hielo y fuego. Veythra (en mi interior): —Levanta, princesa del Caos. —Hija de Jennifer… yo te mostraré el auténtico poder del Caos. Mi cuerpo se recompone en un latido. Las costillas vuelven a su sitio. La sangre retrocede. El dolor se apaga. Agarro el pie de Albedo con fuerza nueva… pero ella sigue siendo más fuerte. Me zafa como si fuera un insecto. Y entonces ocurre. Del costado de mi cuerpo nace una sombra. Una copia perfecta de Albedo. Una Albedo oscura, hecha de tinieblas puras. La sombra-orca ruge y se abalanza sobre ella. El choque es brutal. Las dos formas se despedazan. Pero Albedo… La verdadera… Es demasiado. La hace pedazos. La machaca. Y yo… Yo no entiendo nada. Lili: —Basta… Retrocedo. Me aparto temblando. Mis pies dan un paso, luego otro. Y echo a correr. Huyo. Del combate. De Albedo. De Arc. De Veythra. De mí misma. Detrás, escucho su risa ronca. Albedo: —Ahora se ponía divertido…
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    El campo de entrenamiento

    El aire aquí es más frío.
    Más claro.
    Más fácil de respirar.

    Me planto en el centro, cierro los ojos y murmuro en Tharésh'Kael, dejando que el idioma del Caos fluya sin pensar:

    —Arc… ¿cómo destruimos a la sombra?

    La respuesta no es palabra.
    Es un rugido interior.

    Arc se revuelve dentro de mi alma, serpenteando alrededor de mis emociones, furiosa por algo que no entiendo.

    Arc:
    “Deja de autocompadecerte.”
    “No podemos destruir a Veythra.”
    “Es parte del legado Queen.”
    “Ni podrías aunque quisieras…”

    Abro los ojos de golpe.

    —¿Veythra…? ¿La sombra tiene nombre?

    La dragona respira dentro de mí.
    Su fuego recorre mis costillas.

    Arc:
    “A su debido tiempo, hija de Jennifer.”
    “Primero quiero ver cómo te desenvuelves en combate.”

    Siento un tirón brusco en mi cuello, como si alguien invisible me obligara a mirar. Me giro sin querer.

    Y ahí está.

    Albedo.

    De pie en la arena del campo de entrenamiento Queen.
    Inmóvil.
    Casi expectante.
    Con esa presencia fría, blanca, impecable.

    Levanto la barbilla.
    La sombra detrás de mis ojos sonríe.
    El dragón se prepara.

    —Tst…
    De acuerdo.
    Será pan comido.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El campo de entrenamiento El aire aquí es más frío. Más claro. Más fácil de respirar. Me planto en el centro, cierro los ojos y murmuro en Tharésh'Kael, dejando que el idioma del Caos fluya sin pensar: —Arc… ¿cómo destruimos a la sombra? La respuesta no es palabra. Es un rugido interior. Arc se revuelve dentro de mi alma, serpenteando alrededor de mis emociones, furiosa por algo que no entiendo. Arc: “Deja de autocompadecerte.” “No podemos destruir a Veythra.” “Es parte del legado Queen.” “Ni podrías aunque quisieras…” Abro los ojos de golpe. —¿Veythra…? ¿La sombra tiene nombre? La dragona respira dentro de mí. Su fuego recorre mis costillas. Arc: “A su debido tiempo, hija de Jennifer.” “Primero quiero ver cómo te desenvuelves en combate.” Siento un tirón brusco en mi cuello, como si alguien invisible me obligara a mirar. Me giro sin querer. Y ahí está. Albedo. De pie en la arena del campo de entrenamiento Queen. Inmóvil. Casi expectante. Con esa presencia fría, blanca, impecable. Levanto la barbilla. La sombra detrás de mis ojos sonríe. El dragón se prepara. —Tst… De acuerdo. Será pan comido.
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    El campo de entrenamiento

    El aire aquí es más frío.
    Más claro.
    Más fácil de respirar.

    Me planto en el centro, cierro los ojos y murmuro en Tharésh'Kael, dejando que el idioma del Caos fluya sin pensar:

    —Arc… ¿cómo destruimos a la sombra?

    La respuesta no es palabra.
    Es un rugido interior.

    Arc se revuelve dentro de mi alma, serpenteando alrededor de mis emociones, furiosa por algo que no entiendo.

    Arc:
    “Deja de autocompadecerte.”
    “No podemos destruir a Veythra.”
    “Es parte del legado Queen.”
    “Ni podrías aunque quisieras…”

    Abro los ojos de golpe.

    —¿Veythra…? ¿La sombra tiene nombre?

    La dragona respira dentro de mí.
    Su fuego recorre mis costillas.

    Arc:
    “A su debido tiempo, hija de Jennifer.”
    “Primero quiero ver cómo te desenvuelves en combate.”

    Siento un tirón brusco en mi cuello, como si alguien invisible me obligara a mirar. Me giro sin querer.

    Y ahí está.

    Albedo.

    De pie en la arena del campo de entrenamiento Queen.
    Inmóvil.
    Casi expectante.
    Con esa presencia fría, blanca, impecable.

    Levanto la barbilla.
    La sombra detrás de mis ojos sonríe.
    El dragón se prepara.

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