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    - Corazón de fuego, ¿porque eres tan guapo?
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    —No puedo estar sin chamarras, solo espero que me dure un poco más que las otras.
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  • Nueva York | Tarde fresca en el West Village

    Las calles estaban tranquilas, lo cual era una rareza para Nueva York. Era uno de esos días donde incluso la ciudad parecía haber tomado un respiro. La brisa era tibia, arrastrando el olor a café recién molido, panecillos dulces y pretzels salados. Música indie salía de una tienda de discos abierta en la esquina, y algún artista callejero tocaba su guitarra con más pasión que técnica.

    En medio de todo eso, sentada en los escalones frente a una librería vintage, estaba ella: Aliona Roux Storm.

    El cabello rubio recogido en una trenza floja, gafas oscuras, auriculares grandes colgando de su cuello y un libro de física cuántica en una mano mientras en la otra sostenía una soda de cereza. Vestía su estilo habitual —grunge meets office girl—, con una camisa oversized metida solo por un lado, jeans rotos y botas negras. Pecas doradas en el rostro y una energía… difícil de ignorar. Literalmente: el pavimento bajo sus botas parecía más cálido que el resto de la acera.

    Entonces, algo la hizo alzar la vista. Un aura leve, sutil pero inquietante. Una especie de vibración mágica que no tenía nada que ver con los fuegos que solía encender. No era calor, era… como un latido suave en el aire. Curioso.

    Frunció el ceño, bajó el libro y miró hacia la esquina del callejón donde un chico acababa de doblar con una bolsa de libros en la mano, aire distraído y rostro familiar de alguna imagen de archivo que ella no había pedido ver, pero que estaba en los documentos clasificados del laboratorio.

    Le dio un sorbo a su soda y, sin pensarlo, soltó desde los escalones:

    —Hey… ¿Maximoff?

    Una pausa.

    —El otro. El tranquilo. El de los hechizos —dijo con una sonrisa socarrona, apoyando el codo en la rodilla mientras lo miraba por sobre sus gafas de sol—. No pareces del tipo que se pierde en librerías polvorientas. ¿Buscando algo o escapando de algo?

    Con un gesto de cabeza lo invitó a sentarse a su lado. El calor se sentía más fuerte ahora, pero no parecía molestarle a ninguno de los dos. Nueva York estaba tranquila, y por una vez, las rarezas decidían simplemente cruzarse... y charlar.


    Billy W Maximoff
    Nueva York | Tarde fresca en el West Village Las calles estaban tranquilas, lo cual era una rareza para Nueva York. Era uno de esos días donde incluso la ciudad parecía haber tomado un respiro. La brisa era tibia, arrastrando el olor a café recién molido, panecillos dulces y pretzels salados. Música indie salía de una tienda de discos abierta en la esquina, y algún artista callejero tocaba su guitarra con más pasión que técnica. En medio de todo eso, sentada en los escalones frente a una librería vintage, estaba ella: Aliona Roux Storm. El cabello rubio recogido en una trenza floja, gafas oscuras, auriculares grandes colgando de su cuello y un libro de física cuántica en una mano mientras en la otra sostenía una soda de cereza. Vestía su estilo habitual —grunge meets office girl—, con una camisa oversized metida solo por un lado, jeans rotos y botas negras. Pecas doradas en el rostro y una energía… difícil de ignorar. Literalmente: el pavimento bajo sus botas parecía más cálido que el resto de la acera. Entonces, algo la hizo alzar la vista. Un aura leve, sutil pero inquietante. Una especie de vibración mágica que no tenía nada que ver con los fuegos que solía encender. No era calor, era… como un latido suave en el aire. Curioso. Frunció el ceño, bajó el libro y miró hacia la esquina del callejón donde un chico acababa de doblar con una bolsa de libros en la mano, aire distraído y rostro familiar de alguna imagen de archivo que ella no había pedido ver, pero que estaba en los documentos clasificados del laboratorio. Le dio un sorbo a su soda y, sin pensarlo, soltó desde los escalones: —Hey… ¿Maximoff? Una pausa. —El otro. El tranquilo. El de los hechizos —dijo con una sonrisa socarrona, apoyando el codo en la rodilla mientras lo miraba por sobre sus gafas de sol—. No pareces del tipo que se pierde en librerías polvorientas. ¿Buscando algo o escapando de algo? Con un gesto de cabeza lo invitó a sentarse a su lado. El calor se sentía más fuerte ahora, pero no parecía molestarle a ninguno de los dos. Nueva York estaba tranquila, y por una vez, las rarezas decidían simplemente cruzarse... y charlar. [illusion_brass_koala_385]
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  • Parque de Diversiones | Tarde Cálida y Alborotada

    El sol brillaba con una intensidad casi burlona, como si quisiera competir con la energía de los fuegos artificiales que más tarde decorarían el cielo. El parque de diversiones estaba en su punto máximo de bullicio; risas infantiles, música colorida, y el chasquido intermitente de los juegos mecánicos llenaban el ambiente.

    Entre toda la multitud, una chica rubia de ojos vivos y chispeantes se movía con paso ágil, sujetando un algodón de azúcar entre los dedos. Llevaba el cabello atado en una media coleta que bailaba con cada paso, y unos lentes oscuros grandes que le cubrían media cara. Era imposible no notarla. No por su estilo, sino por la calidez que irradiaba. Literalmente. Cada persona que pasaba cerca sentía como si el aire subiera unos cuantos grados.

    —Hey, hey, tranquilo… —dijo con suavidad, hincándose frente a un pequeño niño de unos cinco años que lloraba desconsolado junto a un puesto de helados. El algodón quedó a un lado, olvidado mientras ella le ofrecía una sonrisa cálida—. ¿Te perdiste, pequeño sol?

    Intentó calmarlo sin invadir su espacio, extendiendo una mano con cuidado. Su temperatura era anormal, pero los niños, a veces, percibían eso como algo tranquilizador. Como una mamá gallina con su pollito.

    Entonces, alguien más se acercó.

    Un chico joven, cabello alborotado, mirada curiosa, pero con ese tipo de energía que vibra como una batería bien cargada. Aliona giró la cabeza y lo miró. Su ceja se alzó suavemente, como evaluando al recién llegado con ese descaro elegante que se heredaba sin querer de cierta celebridad humana antorcha.

    —¿Tú también viniste al rescate? —preguntó con una sonrisa de lado, divertida—. Parece que al menos alguien más notó el caos.

    Mientras juntos trataban de calmar al niño, apareció una pareja desesperada entre la multitud. Aliona se levantó al verlos y alzó la mano, llamando su atención. El reencuentro fue rápido, lleno de agradecimientos y lágrimas de alivio.

    Y cuando los padres se alejaron con el pequeño, la chica rubia se quedó en el mismo lugar, ahora con su algodón derretido en la mano y una expresión de ligera derrota.

    —Genial… ahora tengo jarabe rosa en toda la mano —resopló, sacudiéndose los dedos—. Aunque al menos valió la pena.

    Miró al chico otra vez, con un dejo de interés genuino.

    —¿Cómo te llamas, héroe de parque de diversiones?


    Thomas Maximoff
    Parque de Diversiones | Tarde Cálida y Alborotada El sol brillaba con una intensidad casi burlona, como si quisiera competir con la energía de los fuegos artificiales que más tarde decorarían el cielo. El parque de diversiones estaba en su punto máximo de bullicio; risas infantiles, música colorida, y el chasquido intermitente de los juegos mecánicos llenaban el ambiente. Entre toda la multitud, una chica rubia de ojos vivos y chispeantes se movía con paso ágil, sujetando un algodón de azúcar entre los dedos. Llevaba el cabello atado en una media coleta que bailaba con cada paso, y unos lentes oscuros grandes que le cubrían media cara. Era imposible no notarla. No por su estilo, sino por la calidez que irradiaba. Literalmente. Cada persona que pasaba cerca sentía como si el aire subiera unos cuantos grados. —Hey, hey, tranquilo… —dijo con suavidad, hincándose frente a un pequeño niño de unos cinco años que lloraba desconsolado junto a un puesto de helados. El algodón quedó a un lado, olvidado mientras ella le ofrecía una sonrisa cálida—. ¿Te perdiste, pequeño sol? Intentó calmarlo sin invadir su espacio, extendiendo una mano con cuidado. Su temperatura era anormal, pero los niños, a veces, percibían eso como algo tranquilizador. Como una mamá gallina con su pollito. Entonces, alguien más se acercó. Un chico joven, cabello alborotado, mirada curiosa, pero con ese tipo de energía que vibra como una batería bien cargada. Aliona giró la cabeza y lo miró. Su ceja se alzó suavemente, como evaluando al recién llegado con ese descaro elegante que se heredaba sin querer de cierta celebridad humana antorcha. —¿Tú también viniste al rescate? —preguntó con una sonrisa de lado, divertida—. Parece que al menos alguien más notó el caos. Mientras juntos trataban de calmar al niño, apareció una pareja desesperada entre la multitud. Aliona se levantó al verlos y alzó la mano, llamando su atención. El reencuentro fue rápido, lleno de agradecimientos y lágrimas de alivio. Y cuando los padres se alejaron con el pequeño, la chica rubia se quedó en el mismo lugar, ahora con su algodón derretido en la mano y una expresión de ligera derrota. —Genial… ahora tengo jarabe rosa en toda la mano —resopló, sacudiéndose los dedos—. Aunque al menos valió la pena. Miró al chico otra vez, con un dejo de interés genuino. —¿Cómo te llamas, héroe de parque de diversiones? [T0MMY]
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  • El suave crepitar de su fuego llenaba la barra de un calor acogedor. Barman estaba frente al espejo detrás del mostrador, frunciendo el ceño mientras ajustaba su moño amarillo. Tiraba de un extremo, luego del otro, lo aflojaba, lo apretaba… y volvía a empezar. Sus llamas parpadeaban con un leve tono rosado, señal de su paciencia agotándose.

    —Tsk… nunca queda como debe —murmuró para sí, dándose un último tirón al nudo—. Si voy a servirle un trago a alguien, que sea con estilo.

    Al oír la puerta abrirse, levantó la mirada y, en un segundo, su expresión se suavizó. Con el moño por fin en su sitio, tomó un vaso limpio y una botella, recibiendo al recién llegado con su habitual sonrisa cálida.

    —Bienvenido…
    El suave crepitar de su fuego llenaba la barra de un calor acogedor. Barman estaba frente al espejo detrás del mostrador, frunciendo el ceño mientras ajustaba su moño amarillo. Tiraba de un extremo, luego del otro, lo aflojaba, lo apretaba… y volvía a empezar. Sus llamas parpadeaban con un leve tono rosado, señal de su paciencia agotándose. —Tsk… nunca queda como debe —murmuró para sí, dándose un último tirón al nudo—. Si voy a servirle un trago a alguien, que sea con estilo. Al oír la puerta abrirse, levantó la mirada y, en un segundo, su expresión se suavizó. Con el moño por fin en su sitio, tomó un vaso limpio y una botella, recibiendo al recién llegado con su habitual sonrisa cálida. —Bienvenido…
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  • "Buenas noches, viajero. Que es lo que hago…?, lo que me gusta. Sirvo tragos, escucho historias, y a veces, si la noche lo permite, comparto alguna propia.
    No importa de dónde vengas ni qué cargas lleves, aquí el fuego es cálido y las copas siempre están llenas… si te sientes más roto que un árbol viejo, ven aquí, yo con gusto te escucharé.
    Mi barra no juzga, mi fuego no quema… y siempre tengo tiempo para una buena charla."
    "Buenas noches, viajero. Que es lo que hago…?, lo que me gusta. Sirvo tragos, escucho historias, y a veces, si la noche lo permite, comparto alguna propia. No importa de dónde vengas ni qué cargas lleves, aquí el fuego es cálido y las copas siempre están llenas… si te sientes más roto que un árbol viejo, ven aquí, yo con gusto te escucharé. Mi barra no juzga, mi fuego no quema… y siempre tengo tiempo para una buena charla."
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  • Reflexiones de un Ángel Caído V

    "Sus cuerpos son un altar donde sacrifico lo que queda de mí. Cada gemido que arranco de sus labios mojados es un rezo a un Dios que ya no escucha. Cuando clavan sus uñas en mi espalda, cierro los ojos y sueño con las alas que una vez surcaron por los reinos empíreos. No es simple placer o corrupción lo que busco... Es la memoria del fuego sagrado que nos consumía sin destruirnos.

    Ellos creen que los poseo. No entienden que soy yo el poseído por el pasado. Entender lo que era ser amado sin piel de por medio. El amor divino no conocía fricción de caderas ni fluidos vergonzosos. Era pura fusión, luz entrelazándose con luz, coros que vibraban en perfecta comunión.

    Ahora solo tengo jadeos húmedos y sábanas manchadas de eterna soledad..."
    Reflexiones de un Ángel Caído V "Sus cuerpos son un altar donde sacrifico lo que queda de mí. Cada gemido que arranco de sus labios mojados es un rezo a un Dios que ya no escucha. Cuando clavan sus uñas en mi espalda, cierro los ojos y sueño con las alas que una vez surcaron por los reinos empíreos. No es simple placer o corrupción lo que busco... Es la memoria del fuego sagrado que nos consumía sin destruirnos. Ellos creen que los poseo. No entienden que soy yo el poseído por el pasado. Entender lo que era ser amado sin piel de por medio. El amor divino no conocía fricción de caderas ni fluidos vergonzosos. Era pura fusión, luz entrelazándose con luz, coros que vibraban en perfecta comunión. Ahora solo tengo jadeos húmedos y sábanas manchadas de eterna soledad..."
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  • Bienvenidos a la gira mundial de Pentakill
    Fandom League of legends
    Categoría Otros
    Starter para: Hwei El Visionario

    Pronto comenzaría la gira mundial de 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, el grupo de música metal en el que Sona era la dama de las cuerdas, aquella que se encargaba de que las melodías sonasen tenebrosas y duras acompañando a la voz del solista, Karthus.

    Aunque Sona tenía un pequeño secretito, cuando no estaba con los 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, estaba trabajando en solitario como DJ, había movido masas en solitario y le encantaba el amor que sus fans le habían ofrecido, había tenido oportunidad de conocer a las KD/A e incluso a los GIANTS y los Heartsteel.

    Se podía decir que gracias a 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, Sona pudo abrirse al mundo y ofrecerle todo aquello que generalmente solo guardaba para sus compañeros de grupo.

    Entre bastidores, la virtuosa se preparaba para la gira por toda Runaterra, estaba colocándose su peluca roja, pues no, no era pelirroja natural, su pelo era azul cielo, pero eso los fans no tenían por qué saberlo. Su mano tomaba un pincel con el que cargaba muchísima sombra de ojos negra y se hacía un ahumado en el ojo, lo que hacía que sus facciones se endurecieran y se marcasen, no es que Sona no fuera una mujer hermosa, es que usando aquel maquillaje se permitía poder tener otra personalidad una más abierta, más... 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩. FInalizó su rutina con un labial oscuro que la hizo parecer tan sensual como innaccesible, le tenía que dar las gracias a Kayle por aquel consejo.

    Pocos minutos después llamaron a la puerta, era Mordekaiser, que con cuidado asomaba su gran cabeza por la puerta, en el grupo se sabía que el gran lord bajista tenía debilidad por la teclista del grupo.

    — "Hey, nena... ¿Estás preparada?"

    Dijo con una voz de ultratumba pero irremediablemente dulce pues iba dirigida a su compañera.

    Sona hizo girar el taburete de su camerino y le sonrió con tanta amabilidad que se pudo escuchar el corazón de Mordekaiser partirse en mil añicos. Acto seguido asintió.

    — "Venga preciosa, el público espera"

    ¿Le había temblado la voz al bajista? Tal vez un poco.

    El primero en salir al escenario fue Olaf, que estaba empezando a marcar el compás en el que se iban a ir presentando sus compañeros, el segundo en salir a escena fue Yorick y su guitarra que hicieron un tenebroso solo de guitarra, lo que hizo que el público enloqueciera, seguidamente salió Mordekaiser entre llamas y su imponente bajo, y por tercer lugar, entre el humo y la desolación se elevó Sona en un precioso solo de teclado que le dio paso a su vocalista principal, Karthus, que tras un estallido de fuegos artificiales su voz se elevó por todo el recinto.

    El publico comenzó a gritar pues sabían lo que se avecinaba, la aparición de la segunda vocalista, Kayle. Que no tardó en aparecer mostrando sus imponentes alas y dejando que su voz melódica se entremezclase con la de Karthus.

    Todas aquellas armonías, todas aquellas notas hacían que Sona estuviera pletórica, estaba feliz por que por fin tras tanto tiempo, podía ser "ella misma" en un escenario.
    Starter para: [specter_maroon_goat_816] Pronto comenzaría la gira mundial de 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, el grupo de música metal en el que Sona era la dama de las cuerdas, aquella que se encargaba de que las melodías sonasen tenebrosas y duras acompañando a la voz del solista, Karthus. Aunque Sona tenía un pequeño secretito, cuando no estaba con los 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, estaba trabajando en solitario como DJ, había movido masas en solitario y le encantaba el amor que sus fans le habían ofrecido, había tenido oportunidad de conocer a las KD/A e incluso a los GIANTS y los Heartsteel. Se podía decir que gracias a 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, Sona pudo abrirse al mundo y ofrecerle todo aquello que generalmente solo guardaba para sus compañeros de grupo. Entre bastidores, la virtuosa se preparaba para la gira por toda Runaterra, estaba colocándose su peluca roja, pues no, no era pelirroja natural, su pelo era azul cielo, pero eso los fans no tenían por qué saberlo. Su mano tomaba un pincel con el que cargaba muchísima sombra de ojos negra y se hacía un ahumado en el ojo, lo que hacía que sus facciones se endurecieran y se marcasen, no es que Sona no fuera una mujer hermosa, es que usando aquel maquillaje se permitía poder tener otra personalidad una más abierta, más... 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩. FInalizó su rutina con un labial oscuro que la hizo parecer tan sensual como innaccesible, le tenía que dar las gracias a Kayle por aquel consejo. Pocos minutos después llamaron a la puerta, era Mordekaiser, que con cuidado asomaba su gran cabeza por la puerta, en el grupo se sabía que el gran lord bajista tenía debilidad por la teclista del grupo. — "Hey, nena... ¿Estás preparada?" Dijo con una voz de ultratumba pero irremediablemente dulce pues iba dirigida a su compañera. Sona hizo girar el taburete de su camerino y le sonrió con tanta amabilidad que se pudo escuchar el corazón de Mordekaiser partirse en mil añicos. Acto seguido asintió. — "Venga preciosa, el público espera" ¿Le había temblado la voz al bajista? Tal vez un poco. El primero en salir al escenario fue Olaf, que estaba empezando a marcar el compás en el que se iban a ir presentando sus compañeros, el segundo en salir a escena fue Yorick y su guitarra que hicieron un tenebroso solo de guitarra, lo que hizo que el público enloqueciera, seguidamente salió Mordekaiser entre llamas y su imponente bajo, y por tercer lugar, entre el humo y la desolación se elevó Sona en un precioso solo de teclado que le dio paso a su vocalista principal, Karthus, que tras un estallido de fuegos artificiales su voz se elevó por todo el recinto. El publico comenzó a gritar pues sabían lo que se avecinaba, la aparición de la segunda vocalista, Kayle. Que no tardó en aparecer mostrando sus imponentes alas y dejando que su voz melódica se entremezclase con la de Karthus. Todas aquellas armonías, todas aquellas notas hacían que Sona estuviera pletórica, estaba feliz por que por fin tras tanto tiempo, podía ser "ella misma" en un escenario.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • Un toque de rojo...un toque de fuego. Una forma diferente.
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    Solar Siren
    El dorado no es solo color: es una declaración.
    ‘Solar Siren’ es fuego contenido, una línea que divide piel y tela, deseo y poder.
    Hecho para quienes saben que la atención no se busca; se atrae
    Parte de la colección "Refractions of Power – Milan Fashion Week 2025"

    Hashtags:
    #MIRROR #YunseokWang #RefractionsOfPower #SolarSiren
    #MilanFashionWeek
    🧜‍♀️ Solar Siren 🧜‍♀️ El dorado no es solo color: es una declaración. ‘Solar Siren’ es fuego contenido, una línea que divide piel y tela, deseo y poder. Hecho para quienes saben que la atención no se busca; se atrae 🔗 Parte de la colección "Refractions of Power – Milan Fashion Week 2025" Hashtags: #MIRROR #YunseokWang #RefractionsOfPower #SolarSiren #MilanFashionWeek
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  • Y los ojos se le oscurecieron,
    Eran gotas negras de un mismo tono,
    Postrada ante el vacio veía desangrar su vida,
    Las heridas no le causaban el dolor,
    Era el dolor su estigma entre el silencio.



    El torrente de silencio acariciaba su pelo rojizo,
    Era ver encenderse tras el sol marchito,
    Su mirada se perdía entre la gente,
    Buscaba la libertad entre sus dientes,
    Oscura era su atadura, y las cadenas se desprendían.



    La melodía de su eco era el repique del silencio,
    Era la lluvia ahogada en su mirada,
    Cuando sus manos eran trozos de leña seca,
    Y en su frente marcaba la señal de su soledad.



    El suelo de sus pies era el hielo de su alma,
    Su corazón eran pedazos rocas caídas,
    Su voz la desquebrajaba el viento,
    En su tiempo todo se perdía.



    Lleva su espada infundada,
    Con la más pura sangre derramada,
    Era la dama del infierno,
    La que fragmentaba su alma en el fuego.



    Eran suicidas sus pensamientos,
    La que vuela a lo lejos,
    Era su destino un oscuro camino,
    Lleva en sus manos el vacio de sus pensamientos.
    Y los ojos se le oscurecieron, Eran gotas negras de un mismo tono, Postrada ante el vacio veía desangrar su vida, Las heridas no le causaban el dolor, Era el dolor su estigma entre el silencio. El torrente de silencio acariciaba su pelo rojizo, Era ver encenderse tras el sol marchito, Su mirada se perdía entre la gente, Buscaba la libertad entre sus dientes, Oscura era su atadura, y las cadenas se desprendían. La melodía de su eco era el repique del silencio, Era la lluvia ahogada en su mirada, Cuando sus manos eran trozos de leña seca, Y en su frente marcaba la señal de su soledad. El suelo de sus pies era el hielo de su alma, Su corazón eran pedazos rocas caídas, Su voz la desquebrajaba el viento, En su tiempo todo se perdía. Lleva su espada infundada, Con la más pura sangre derramada, Era la dama del infierno, La que fragmentaba su alma en el fuego. Eran suicidas sus pensamientos, La que vuela a lo lejos, Era su destino un oscuro camino, Lleva en sus manos el vacio de sus pensamientos.
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