Quedarse allí, bañado en el suave resplandor del musgo, o seguir al chino, la única otra alma que había cruzado su camino desde que abrió los ojos. La respuesta parecía obvia, pero Kafka no podía evitar sentir un punzada de duda. Con un suspiro silencioso, mordió su labio inferior y se resignó a seguir a Tiānxiāng, consciente de que quedarse solo podría significar un destino desconocido y aterrador.
...
Una canica yace entre sus dedos, liberando un acogedor destello azulado y transmitiendo frío desde su lisa superficie. La caminata con Tiānxiāng le permitió a Kafka ver cosas que antes solo podría haber presenciado en internet o en un sueño muy profundo; flores negras, cuyo centro resguarda orbes luminosos; puentes naturales de piedra, evitando que los desafortunados caigan a un abismo sin fondo; gusanos, de tamaño absurdo y aspecto grotesco.
Tantas cosas que vió, pero de ninguna de ellas escuchó. Las dudas en Kafka eran aún más grandes que antes, pero Tiānxiāng no parecía interesado en explicar que estaba pasando.
//El bicho no me pertenece. Créditos y respetos al respectivo autor.
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Una canica yace entre sus dedos, liberando un acogedor destello azulado y transmitiendo frío desde su lisa superficie. La caminata con Tiānxiāng le permitió a Kafka ver cosas que antes solo podría haber presenciado en internet o en un sueño muy profundo; flores negras, cuyo centro resguarda orbes luminosos; puentes naturales de piedra, evitando que los desafortunados caigan a un abismo sin fondo; gusanos, de tamaño absurdo y aspecto grotesco.
Tantas cosas que vió, pero de ninguna de ellas escuchó. Las dudas en Kafka eran aún más grandes que antes, pero Tiānxiāng no parecía interesado en explicar que estaba pasando.
//El bicho no me pertenece. Créditos y respetos al respectivo autor.
Quedarse allí, bañado en el suave resplandor del musgo, o seguir al chino, la única otra alma que había cruzado su camino desde que abrió los ojos. La respuesta parecía obvia, pero Kafka no podía evitar sentir un punzada de duda. Con un suspiro silencioso, mordió su labio inferior y se resignó a seguir a Tiānxiāng, consciente de que quedarse solo podría significar un destino desconocido y aterrador.
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Una canica yace entre sus dedos, liberando un acogedor destello azulado y transmitiendo frío desde su lisa superficie. La caminata con Tiānxiāng le permitió a Kafka ver cosas que antes solo podría haber presenciado en internet o en un sueño muy profundo; flores negras, cuyo centro resguarda orbes luminosos; puentes naturales de piedra, evitando que los desafortunados caigan a un abismo sin fondo; gusanos, de tamaño absurdo y aspecto grotesco.
Tantas cosas que vió, pero de ninguna de ellas escuchó. Las dudas en Kafka eran aún más grandes que antes, pero Tiānxiāng no parecía interesado en explicar que estaba pasando.
//El bicho no me pertenece. Créditos y respetos al respectivo autor.
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