Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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༒︎— 𝔈𝔩 𝔓𝔯𝔢𝔠𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔏𝔲𝔷.
El frío del metal contra mi cuello ya no me molesta; es una parte de mí, una extensión de mi propia piel que olvidé cómo sentir. A mi alrededor, el mundo es un bosque de acero. Escucho el chirrido de las articulaciones de las armaduras de mis caballeros, ese sonido rítmico y pesado que antes me infundía valor, pero que hoy solo me recuerda el peso de mis promesas.
Ellos me siguen porque soy su Rey. Creen que soy una estatua inamovible, un ideal que no conoce la duda. No ven que, bajo este grabado azul y plata, el corazón de la joven que alguna vez fui late con una lentitud dolorosa. Me he quitado el yelmo porque necesito sentir el viento; necesito que el aire me recuerde que todavía estoy viva, aunque mi destino pertenezca por completo a la tierra que piso.
Miro hacia el horizonte, donde el cielo se confunde con el polvo de la guerra. Me pregunto cuántos de los hombres que marchan a mi espalda verán el amanecer de mañana. Sé que mi deber es no flaquear, porque si el Rey duda, el reino se desmorona. Sin embargo, en este breve instante de silencio antes del choque, me permito la debilidad de la memoria. Recuerdo el peso de la espada en la piedra y el momento exacto en que dejé de ser una persona para convertirme en un símbolo.
El viento agita mi cabello y por un segundo me siento ligera, casi libre. Pero el deber es una cadena más fuerte que cualquier acero. Mis caballeros esperan una señal. Britania espera un milagro.
Cierro los ojos, respiro el aroma del hierro y la humedad, y entierro a la mujer una vez más. El Rey debe avanzar.
El frío del metal contra mi cuello ya no me molesta; es una parte de mí, una extensión de mi propia piel que olvidé cómo sentir. A mi alrededor, el mundo es un bosque de acero. Escucho el chirrido de las articulaciones de las armaduras de mis caballeros, ese sonido rítmico y pesado que antes me infundía valor, pero que hoy solo me recuerda el peso de mis promesas.
Ellos me siguen porque soy su Rey. Creen que soy una estatua inamovible, un ideal que no conoce la duda. No ven que, bajo este grabado azul y plata, el corazón de la joven que alguna vez fui late con una lentitud dolorosa. Me he quitado el yelmo porque necesito sentir el viento; necesito que el aire me recuerde que todavía estoy viva, aunque mi destino pertenezca por completo a la tierra que piso.
Miro hacia el horizonte, donde el cielo se confunde con el polvo de la guerra. Me pregunto cuántos de los hombres que marchan a mi espalda verán el amanecer de mañana. Sé que mi deber es no flaquear, porque si el Rey duda, el reino se desmorona. Sin embargo, en este breve instante de silencio antes del choque, me permito la debilidad de la memoria. Recuerdo el peso de la espada en la piedra y el momento exacto en que dejé de ser una persona para convertirme en un símbolo.
El viento agita mi cabello y por un segundo me siento ligera, casi libre. Pero el deber es una cadena más fuerte que cualquier acero. Mis caballeros esperan una señal. Britania espera un milagro.
Cierro los ojos, respiro el aroma del hierro y la humedad, y entierro a la mujer una vez más. El Rey debe avanzar.
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El frío del metal contra mi cuello ya no me molesta; es una parte de mí, una extensión de mi propia piel que olvidé cómo sentir. A mi alrededor, el mundo es un bosque de acero. Escucho el chirrido de las articulaciones de las armaduras de mis caballeros, ese sonido rítmico y pesado que antes me infundía valor, pero que hoy solo me recuerda el peso de mis promesas.
Ellos me siguen porque soy su Rey. Creen que soy una estatua inamovible, un ideal que no conoce la duda. No ven que, bajo este grabado azul y plata, el corazón de la joven que alguna vez fui late con una lentitud dolorosa. Me he quitado el yelmo porque necesito sentir el viento; necesito que el aire me recuerde que todavía estoy viva, aunque mi destino pertenezca por completo a la tierra que piso.
Miro hacia el horizonte, donde el cielo se confunde con el polvo de la guerra. Me pregunto cuántos de los hombres que marchan a mi espalda verán el amanecer de mañana. Sé que mi deber es no flaquear, porque si el Rey duda, el reino se desmorona. Sin embargo, en este breve instante de silencio antes del choque, me permito la debilidad de la memoria. Recuerdo el peso de la espada en la piedra y el momento exacto en que dejé de ser una persona para convertirme en un símbolo.
El viento agita mi cabello y por un segundo me siento ligera, casi libre. Pero el deber es una cadena más fuerte que cualquier acero. Mis caballeros esperan una señal. Britania espera un milagro.
Cierro los ojos, respiro el aroma del hierro y la humedad, y entierro a la mujer una vez más. El Rey debe avanzar.