• Takeru estaba tumbado en una cama de la enfermería, el sonido monótono del ventilador de la habitación llenaba el espacio mientras el ardor de sus heridas se mantenía vivo en su cuerpo. Su pecho subía y bajaba con respiraciones pesadas, y el dolor de cada golpe recibido seguía marcando su piel. Miró al techo, sus pensamientos aún atrapados en la feroz batalla contra Takeshi.

    Los golpes de su oponente, implacables y certeros, habían dejado marcas en su piel, pero lo peor no era el dolor físico, sino la incertidumbre que lo acompañaba. "¿Realmente pude haberlo hecho mejor?" pensó, sin poder sacarse de la cabeza la imagen de Takeshi atacando sin piedad.

    Una enfermera pasó por su lado, revisando sus vendajes y asegurándose de que no hubiera complicaciones.

    Takeru asintió sin decir una palabra. Cerró los ojos por un momento, pero la imagen de Takeshi, su mirada desafiante y su técnica superior, no desapareció. Sabía que, en ese momento, no podía permitirse rendirse. Se prometió a sí mismo que, incluso si había sido derrotado, no se detendría. No iba a dejar que esa pelea definiera su futuro. Podría estar herido, pero no estaba acabado.

    En eso noto la presencia de alguien más,. alguien ajeno, sentándose y sin levantar la vista le pregunto directamente, -¿Que haces por aquí?.
    Takeru estaba tumbado en una cama de la enfermería, el sonido monótono del ventilador de la habitación llenaba el espacio mientras el ardor de sus heridas se mantenía vivo en su cuerpo. Su pecho subía y bajaba con respiraciones pesadas, y el dolor de cada golpe recibido seguía marcando su piel. Miró al techo, sus pensamientos aún atrapados en la feroz batalla contra Takeshi. Los golpes de su oponente, implacables y certeros, habían dejado marcas en su piel, pero lo peor no era el dolor físico, sino la incertidumbre que lo acompañaba. "¿Realmente pude haberlo hecho mejor?" pensó, sin poder sacarse de la cabeza la imagen de Takeshi atacando sin piedad. Una enfermera pasó por su lado, revisando sus vendajes y asegurándose de que no hubiera complicaciones. Takeru asintió sin decir una palabra. Cerró los ojos por un momento, pero la imagen de Takeshi, su mirada desafiante y su técnica superior, no desapareció. Sabía que, en ese momento, no podía permitirse rendirse. Se prometió a sí mismo que, incluso si había sido derrotado, no se detendría. No iba a dejar que esa pelea definiera su futuro. Podría estar herido, pero no estaba acabado. En eso noto la presencia de alguien más,. alguien ajeno, sentándose y sin levantar la vista le pregunto directamente, -¿Que haces por aquí?.
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  • Jimoto llevaba años recorriendo el mundo, documentando sus viajes, conociendo nuevas culturas y enfrentando desafíos que pusieran a prueba su espíritu aventurero. Sin embargo, en su interior, siempre había sentido que algo le faltaba, una pieza perdida en el rompecabezas de su existencia.

    Desde pequeño, recordaba haber visto una fotografía en la habitación de su madre adoptiva, Mikasa. En la imagen, ella aparecía junto a un grupo de personas que Jimoto no reconocía, todos sonriendo mientras sostenían siete esferas brillantes de color ámbar, cada una decorada con pequeñas estrellas. Cuando era niño, había preguntado por aquella foto, pero Mikasa solo sonreía con nostalgia y le decía que era un recuerdo de otro tiempo.

    Años después, mientras exploraba una biblioteca antigua en un pueblo remoto, Jimoto encontró un manuscrito que hablaba de aquellas misteriosas esferas. Según el relato, quien reuniera las siete recibiría la oportunidad de ver cumplido un único deseo, sin importar cuán imposible pareciera.

    La revelación lo dejó inquieto. ¿Por qué Mikasa tenía una foto con esas esferas? ¿Quiénes eran las personas que la acompañaban? Y lo más importante, ¿qué había ocurrido con ellas y con las esferas después de que la foto fuera tomada?

    Sin recuerdos de su infancia más temprana, Jimoto siempre había sentido que su pasado estaba lleno de sombras. Había fragmentos de memorias que no lograba conectar, preguntas que nadie podía responder. Ahora, tenía un objetivo claro: encontrar las siete esferas y pedir como deseo la recuperación de sus memorias perdidas.

    Su travesía lo llevaría a cruzarse con aliados y enemigos, desde mercenarios que también codiciaban su poder hasta sabios que custodiaban antiguos secretos. Entre ellos, Shunrei, el dragón azul con el que había forjado una inquebrantable amistad, sería su mayor apoyo, ayudándolo a descifrar los enigmas ocultos y protegiéndolo en los momentos más críticos.

    Pero conforme Jimoto se acercaba más a la verdad, no podía evitar preguntarse: si recuperaba sus memorias… ¿estaría preparado para enfrentarlas?
    Jimoto llevaba años recorriendo el mundo, documentando sus viajes, conociendo nuevas culturas y enfrentando desafíos que pusieran a prueba su espíritu aventurero. Sin embargo, en su interior, siempre había sentido que algo le faltaba, una pieza perdida en el rompecabezas de su existencia. Desde pequeño, recordaba haber visto una fotografía en la habitación de su madre adoptiva, Mikasa. En la imagen, ella aparecía junto a un grupo de personas que Jimoto no reconocía, todos sonriendo mientras sostenían siete esferas brillantes de color ámbar, cada una decorada con pequeñas estrellas. Cuando era niño, había preguntado por aquella foto, pero Mikasa solo sonreía con nostalgia y le decía que era un recuerdo de otro tiempo. Años después, mientras exploraba una biblioteca antigua en un pueblo remoto, Jimoto encontró un manuscrito que hablaba de aquellas misteriosas esferas. Según el relato, quien reuniera las siete recibiría la oportunidad de ver cumplido un único deseo, sin importar cuán imposible pareciera. La revelación lo dejó inquieto. ¿Por qué Mikasa tenía una foto con esas esferas? ¿Quiénes eran las personas que la acompañaban? Y lo más importante, ¿qué había ocurrido con ellas y con las esferas después de que la foto fuera tomada? Sin recuerdos de su infancia más temprana, Jimoto siempre había sentido que su pasado estaba lleno de sombras. Había fragmentos de memorias que no lograba conectar, preguntas que nadie podía responder. Ahora, tenía un objetivo claro: encontrar las siete esferas y pedir como deseo la recuperación de sus memorias perdidas. Su travesía lo llevaría a cruzarse con aliados y enemigos, desde mercenarios que también codiciaban su poder hasta sabios que custodiaban antiguos secretos. Entre ellos, Shunrei, el dragón azul con el que había forjado una inquebrantable amistad, sería su mayor apoyo, ayudándolo a descifrar los enigmas ocultos y protegiéndolo en los momentos más críticos. Pero conforme Jimoto se acercaba más a la verdad, no podía evitar preguntarse: si recuperaba sus memorias… ¿estaría preparado para enfrentarlas?
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  • El viaje de Disneyland con Apolo seguía en su curso, y no solamente hubo aquella marca divina que acabó sellándose en una noche de fuegos artificiales, convirtiendo a Ellie poco a poco y de manera lenta más no brusca en inmortal. Iban a vivir toda una eternidad juntos.

    Pero más a allá de eso, hubo más cosas especiales aparte de aquel sello, también en un lugar de hamburguesas le pidió matrimonio delante de toda la gente de forma humana, lo que se convirtió en una pedida en forma de dios y otra, humana.

    Ellie no se podía creer aún todo lo que estaba pasando, incluso aún no procesó que les quedaba el ultimo día por disfrutar en Disneyland. Pero sabría que viniera lo que viniera, iban a superarlo juntos.

    Habían hablado de todo lo que sentían, de los miedos, de qué podría pasar y sabían que todo lo que se acercase, todo lo que viniera, todo lo que sucediese, iban a sobrellevarlo de la mejor manera. Pero siempre unidos por el destino.
    El viaje de Disneyland con [ApoloDiosGriego] seguía en su curso, y no solamente hubo aquella marca divina que acabó sellándose en una noche de fuegos artificiales, convirtiendo a Ellie poco a poco y de manera lenta más no brusca en inmortal. Iban a vivir toda una eternidad juntos. Pero más a allá de eso, hubo más cosas especiales aparte de aquel sello, también en un lugar de hamburguesas le pidió matrimonio delante de toda la gente de forma humana, lo que se convirtió en una pedida en forma de dios y otra, humana. Ellie no se podía creer aún todo lo que estaba pasando, incluso aún no procesó que les quedaba el ultimo día por disfrutar en Disneyland. Pero sabría que viniera lo que viniera, iban a superarlo juntos. Habían hablado de todo lo que sentían, de los miedos, de qué podría pasar y sabían que todo lo que se acercase, todo lo que viniera, todo lo que sucediese, iban a sobrellevarlo de la mejor manera. Pero siempre unidos por el destino.
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  • Hoy hubo un evento donde se reunieron otros grupos~ aunque se que nosotras somos las mejores~
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  • Habia quedado claro a través de los años que Dean Winchester no era, lo que una persona podria considerar, detallista. Pero tampoco era idiota. Apreciaba el esfuerzo que 𝑃𝑜𝑝𝑝𝑦 𝐷𝑎𝑣𝑖𝑒𝑠 hacia por el cada dia. Apreciaba su ingenio, su entusiasmo, su manera de celebrar cada pequeña cosa. Cumpleaños, Navidad... todas esas cosas que nunca habian tenido demasiado sentido para Dean, ahora cobraban sentido gracias a esa mujer. Por eso aquel dia, Dean habia querido hacer algo especial.

    No le habia dicho donde iban, pero sí le habia pedido a Poppy que se pusiera sus mejores galas y se reuniera con él en el garaje. No habia dado más pistas, pero cuando la mujer llegó hasta el coche de Dean, el cazador llevaba puesto uno de esos trajes excesivamente caros que Poppy se habia esmerado en comprarle y que nunca usaba.

    Habia respondido con corteses evasivas las mil doscientas preguntas de la británica acerca de su destino, aunque todo quedó claro cuando llegaron a aquel restaurante. Uno en el que nunca verías a Dean Winchester, pero que sí estaba a la altura de una mujer como Poppy.

    -Feliz San Valentín, pelirroja -le dijo, una vez sentados a la mesa antes de deslizar una caja de terciopelo rojo sobre el mantel con suavidad. En su interior una fina pulsera de oro rosa y en los ojos de Dean una traviesa promesa, la de no separarse nunca de ella. Porque ella era, realmente, lo mejor que le habia pasado en la vida.


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    Habia quedado claro a través de los años que Dean Winchester no era, lo que una persona podria considerar, detallista. Pero tampoco era idiota. Apreciaba el esfuerzo que [WxmenLettrs] hacia por el cada dia. Apreciaba su ingenio, su entusiasmo, su manera de celebrar cada pequeña cosa. Cumpleaños, Navidad... todas esas cosas que nunca habian tenido demasiado sentido para Dean, ahora cobraban sentido gracias a esa mujer. Por eso aquel dia, Dean habia querido hacer algo especial. No le habia dicho donde iban, pero sí le habia pedido a Poppy que se pusiera sus mejores galas y se reuniera con él en el garaje. No habia dado más pistas, pero cuando la mujer llegó hasta el coche de Dean, el cazador llevaba puesto uno de esos trajes excesivamente caros que Poppy se habia esmerado en comprarle y que nunca usaba. Habia respondido con corteses evasivas las mil doscientas preguntas de la británica acerca de su destino, aunque todo quedó claro cuando llegaron a aquel restaurante. Uno en el que nunca verías a Dean Winchester, pero que sí estaba a la altura de una mujer como Poppy. -Feliz San Valentín, pelirroja -le dijo, una vez sentados a la mesa antes de deslizar una caja de terciopelo rojo sobre el mantel con suavidad. En su interior una fina pulsera de oro rosa y en los ojos de Dean una traviesa promesa, la de no separarse nunca de ella. Porque ella era, realmente, lo mejor que le habia pasado en la vida. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    || A esta persona de aca me costo semanas para que al fin viniera a ficrol (?)
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  • ╭┈ ✶
    ; Gʏᴏᴋᴜᴋᴇɴ.
    │ ┆ ; ❝Sʜɪʀᴏ & Kᴜʀᴏ.❞
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    La técnica y el poder maldito eran elementos clave dentro de la comunidad de hechiceros. Muchos creían que el tipo de habilidades no solo definía el estatus que un hechicero podría alcanzar, sino que también determinaba su utilidad y el papel que desempeñaría dentro del mundo de la hechicería.

                    ⸻⸻⸻⸻⛛⸻⸻⸻⸻

    Desde que tenía memoria, mientras recorría el camino de un hechicero, Fushiguro había utilizado las sombras como un aliado y había formado un vínculo especial con sus shikigamis, especialmente con los lobos de jade. Después de todo, con ellos comenzó el descubrimiento y la exploración más profunda de su técnica ritual.

    Shiro y Kuro fueron los primeros shikigamis invocados al canalizar su energía y realizar con éxito la figura correspondiente con sus manos. A pesar de que había pasado el tiempo, aún recordaba la sensación de extender su poder y notar la respuesta de estos al emerger de la oscuridad. No solo fueron los primeros en estar a disposición de Megumi, también se convirtieron rápidamente en compañeros y guardianes leales. Contribuyeron a que el joven hechicero comprendiera la técnica de las sombras, perfeccionara su control sobre ellas, y fuera capaz de analizar y tomar decisiones rápidamente durante la batalla. Pero lo más importante de todo, lo protegieron en un mundo plagado de maldiciones.

    Desde el principio, Shiro y Kuro no solo se dedicaron a cazar maldiciones, también se encargaron de enseñarle a Fushiguro a confiar y depender de otros, algo que, sinceramente, nunca fue fácil para él. Desde una edad temprana, Megumi tenía una visión pesimista del mundo y no solía apoyarse en los demás, pero con ellos todo era diferente. Respondían sin dudar, atacaban cuando lo ordenaba, retrocedían cuando lo pedía. Y cuando se enfrentaban a enemigos que superaban sus fuerzas, eran los primeros en lanzarse sin temor.

    Gracias a los lobos de jade, la tarea de purificar a otros shikigamis e incorporarlos a la técnica fue posible. Pero a pesar de que se unieron más aliados, ninguno reemplazó su presencia. Shiro y Kuro eran diferentes. No solo representaban parte de la fuerza del usuario de las diez sombras, sino que también eran compañeros en la batalla y en la vida misma.



                                                                                                              つづく
    ╭┈ ✶ │⛩️ ; Gʏᴏᴋᴜᴋᴇɴ. │ ┆⛩️ ; ❝Sʜɪʀᴏ & Kᴜʀᴏ.❞ │    ┆⛩️ ; #JJK ╰───────────────── ┊  ┊  ┊  ┊ ┊  ┊  ┊  ★ ┊  ┊  ☆ ┊  ★ ☆ La técnica y el poder maldito eran elementos clave dentro de la comunidad de hechiceros. Muchos creían que el tipo de habilidades no solo definía el estatus que un hechicero podría alcanzar, sino que también determinaba su utilidad y el papel que desempeñaría dentro del mundo de la hechicería.                 ⸻⸻⸻⸻⛛⸻⸻⸻⸻ Desde que tenía memoria, mientras recorría el camino de un hechicero, Fushiguro había utilizado las sombras como un aliado y había formado un vínculo especial con sus shikigamis, especialmente con los lobos de jade. Después de todo, con ellos comenzó el descubrimiento y la exploración más profunda de su técnica ritual. Shiro y Kuro fueron los primeros shikigamis invocados al canalizar su energía y realizar con éxito la figura correspondiente con sus manos. A pesar de que había pasado el tiempo, aún recordaba la sensación de extender su poder y notar la respuesta de estos al emerger de la oscuridad. No solo fueron los primeros en estar a disposición de Megumi, también se convirtieron rápidamente en compañeros y guardianes leales. Contribuyeron a que el joven hechicero comprendiera la técnica de las sombras, perfeccionara su control sobre ellas, y fuera capaz de analizar y tomar decisiones rápidamente durante la batalla. Pero lo más importante de todo, lo protegieron en un mundo plagado de maldiciones. Desde el principio, Shiro y Kuro no solo se dedicaron a cazar maldiciones, también se encargaron de enseñarle a Fushiguro a confiar y depender de otros, algo que, sinceramente, nunca fue fácil para él. Desde una edad temprana, Megumi tenía una visión pesimista del mundo y no solía apoyarse en los demás, pero con ellos todo era diferente. Respondían sin dudar, atacaban cuando lo ordenaba, retrocedían cuando lo pedía. Y cuando se enfrentaban a enemigos que superaban sus fuerzas, eran los primeros en lanzarse sin temor. Gracias a los lobos de jade, la tarea de purificar a otros shikigamis e incorporarlos a la técnica fue posible. Pero a pesar de que se unieron más aliados, ninguno reemplazó su presencia. Shiro y Kuro eran diferentes. No solo representaban parte de la fuerza del usuario de las diez sombras, sino que también eran compañeros en la batalla y en la vida misma.                                                                                                           つづく
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    ; Cʜᴀᴏᴛɪᴄ ᴛᴇᴀᴍ.
    │ ┆ ; ❝Lɪғᴇ ɪs ᴄʜᴀᴏs, ᴀɴᴅ ᴡᴇ ᴀʀᴇ ᴊᴜsᴛ ᴛʜᴇ ᴅᴀɴᴄᴇʀs.❞
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    Fushiguro siempre había sido tranquilo, meticuloso y distante, pero de alguna manera se encontró constantemente envuelto o siendo arrastrado a situaciones que amenazaban o lograban terminar con la calma. Especialmente después de que Itadori y Nobara se unieron al equipo.

    Un día cualquiera, mientras el grupo se dirigía hacía el lugar en el que debían llevar a cabo una misión, Megumi no pudo evitar reflexionar sobre cómo había cambiado todo desde que esos dos llegaron a su vida. Yuji estaba sentado a su izquierda, desbordando energía como siempre, hablando sin parar de esa extraña película que capturaba toda su atención, al mismo tiempo que insistía en que deberían ir juntos durante su próximo descanso a verla al cine antes de que fuese sacada de la cartelera.
    Mientras tanto, Nobara, que se encontraba sentada a la derecha del usuario de las diez sombras, discutía enérgicamente con Itadori, señalando y afirmando que aquello sería una pérdida de tiempo. Su idea de un día de compras era mucho mejor, de ese modo utilizarían el día libre en algo más productivo y ella tendría a alguien que pudiese ayudarle a cargar sus bolsas.

    No era nada realmente fuera de lo común, ese tipo de peleas surgía incluso cuando se trataba de elegir el lugar en el que comerían o el tipo de comida. Para Fushiguro solo era un desacuerdo bastante trivial sobre cómo maximizar y aprovechar el tiempo libre con el que contaban y claro, como era de esperarse, sus compañeros de equipo expresaban su descontento ante la idea del otro con la misma intensidad con la que discutían sobre cualquier otra cosa.

    Megumi, sin querer o poder evitarlo, estaba atrapado en medio de aquella batalla, observando su celular en completo silencio con una expresión seria, sin tener la más mínima intención de involucrarse, pero uno de los recurrentes comentarios ridículos de Yuji, más el hecho de que literalmente le estaban aplastando, le hizo reaccionar. No iba a dejar pasar la oportunidad para decir un par de cosas.

    —Nunca pensé que mi vida se transformaría de este modo. Antes, las misiones eran simples, la dinámica y el objetivo claros. Yo hacía mi trabajo y todo terminaba rápido y sin incidentes inesperados que reportar o añadir a los informes. — Fushiguro frunció ligeramente el ceño y se recargó contra el respaldo del asiento. — Ahora, todo se ha vuelto un caos. — Hizo una pequeña pausa mientras daba una rápida mirada a sus compañeros antes de continuar.
    —Desde que llegaron, todo se ha convertido en un desfile de desastres y lo peor de todo, es que, aunque lo intento no puedo evitar que ustedes a veces me hagan sonreír con sus estupideces… Desafortunadamente, cada vez que lo hago, siento que pierdo un poco de mi dignidad. — El joven hechicero dejó escapar un suspiro de resignación mientras volvía a centrar su mirada en la pantalla de su dispositivo móvil.

    En ocasiones pensaba que las cosas antes de que Yuji y Nobara llegasen, eran mucho más sencillas.
    Quizás solo le faltaba algo de tiempo para acostumbrarse a este extraño, ruidoso y completamente impredecible equipo. Sin embargo, lo que sí tenía claro, era que, aunque sus días se volvían cada vez más complejos, no podía imaginarse la vida dentro de la escuela de hechicería sin ellos.

    —Supongo que no todo es tan malo. — murmuró para sí mismo sabiendo que no importaba lo que dijese, seguiría atrapado en ese torbellino de caos, incertidumbre y risas ocasionales.





                                                                                                              つづく
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  • Era su primera vez en el lugar, sólo añoraba las melodías, no le interesaba de donde vinieran, de lugar en lugar existen pequeños rincones que son excelentes para descubrir músicos.

    — Por aquí, caballero — Le ofrece ayuda una chica con el uniforme de la orquesta del lugar.

    — Agradezco la ayuda, con permiso. — Le responde con un tono bajo y suave mientras camina en dirección a su asiento. No siempre esta clase de obras son aclamadas por el público, pero el las disfruta de igual manera.

    Al acomodarse en su asiento, nota la presencia de otro espectador sentado junto a él.
    Era su primera vez en el lugar, sólo añoraba las melodías, no le interesaba de donde vinieran, de lugar en lugar existen pequeños rincones que son excelentes para descubrir músicos. — Por aquí, caballero — Le ofrece ayuda una chica con el uniforme de la orquesta del lugar. — Agradezco la ayuda, con permiso. — Le responde con un tono bajo y suave mientras camina en dirección a su asiento. No siempre esta clase de obras son aclamadas por el público, pero el las disfruta de igual manera. Al acomodarse en su asiento, nota la presencia de otro espectador sentado junto a él.
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