• La calma que precede a la tormenta.
    Fandom Kuroshitsuji/Black Butler OC y otros
    Categoría Drama
    Su señor padre se encontraba en la mansión, y Jean, sin perder un segundo, fue a verlo a su estudio para solicitar autorización para viajar a Londres.

    —Conde Phantomhive —lo saludó al entrar al despacho con una leve inclinación de cabeza, manteniendo sus modales formales incluso en privado. —Lamento importunarlo… pero vengo a pedirle permiso para visitar la ciudad.

    Jean alzó la mirada, encontrándose con unos azules idénticos a los suyos, los de su padre.

    «De todas formas», pensó con descaro. «Si no me da permiso, puedo ir por mis propios medios.»

    La urgencia que sentía Jean en estos momentos lo llevaría a asumir cualquier riesgo con tal de llegar a Londres. Cuando se trataba de desentrañar la verdad sobre sí mismo, nada lo detendría: ni la negativa de su padre, ni los sirvientes... ni siquiera Sebastian.

    ___
    Hiro Ciel Phantomhive
    Su señor padre se encontraba en la mansión, y Jean, sin perder un segundo, fue a verlo a su estudio para solicitar autorización para viajar a Londres. —Conde Phantomhive —lo saludó al entrar al despacho con una leve inclinación de cabeza, manteniendo sus modales formales incluso en privado. —Lamento importunarlo… pero vengo a pedirle permiso para visitar la ciudad. Jean alzó la mirada, encontrándose con unos azules idénticos a los suyos, los de su padre. «De todas formas», pensó con descaro. «Si no me da permiso, puedo ir por mis propios medios.» La urgencia que sentía Jean en estos momentos lo llevaría a asumir cualquier riesgo con tal de llegar a Londres. Cuando se trataba de desentrañar la verdad sobre sí mismo, nada lo detendría: ni la negativa de su padre, ni los sirvientes... ni siquiera Sebastian. ___ [Hiritox3] [potentiareger3]
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  • Cuartel Bravo-1.
    Sala de Interrogatorio.
    Hora: 13:23.

    El sonido metálico de la puerta abriéndose lo despertó. Viper no sabía cómo o cuándo se quedó dormido sobre la mesa metálica.

    El capitán Delacroix tomó la palabra.

    — Han pasado poco más de seis horas desde que saliste de esa casa, Viper. Tú solo. ¿Qué demonios pasó con tu equipo?

    Delacroix no estaba poniendo ningún esfuerzo en entender la situación. Viper lo sabía de antemano.

    — Lo que dije —Viper insistió.

    Delacroix golpeó la mesa con la palma.

    — No puedes seguir diciendo eso, Viper. Tienes que darme algo que pueda poner en el informe.

    Viper no se inmutó, su mirada se clavó en la ajena, fría y persistente.

    — La casa se los llevó.

    Su voz era seria y oscura, sin dar lugar a dudas. Como las fechas grabadas en un lápida.

    Delacroix frunció aún más el entrecejo antes de alejarse de la mesa y de Viper. Pocos podían resistir esa mirada depredadora del naga cuando iba realmente en serio.

    — La casa se los llevó... —Delacroix repitió sus palabras en tono estéril, pero Viper sabía que no le creía—. ¿Eso es lo que vas a reportar? ¿Te das cuenta en la posición que eso te deja?

    Viper lo sabía. Su cordura sería la primera en ponerse en duda. Luego, cuando se aseguraran de que no está loco dudarían de su lealtad.

    No le importaba.

    Sin embargo, más tarde, cuando no encontraran pruebas y los ánimos se enfriaran, la decisión sería definitiva: sus compañeros serían declarados como MIA y el incidente sería sepultado sin ceremonia alguna.

    Eso sí le importaba.

    — ¿Por qué tú? —El silencio de Viper ponía a Delacroix impaciente—. Eres el único que no llevaba cámara térmica. No hay rastros de psicoactivos en tu sangre dado que las toxinas desaparecen de tu cuerpo naga en un tris. Tú evaluación psicológica es impecable, siempre lo ha sido, incluso durante tu pasado como sicario en Durga.

    Delacroix ya no quería una confesión. Quería una excusa, estaba acorralándole. Le estaba enseñando su futuro.

    — Tienes que darnos algo. Tenemos cuatro agentes desaparecidos y no hay registro de amenaza real alguna. Sólo tú, saliendo de esa casa por tus propios pies.

    Viper veía en los ojos de Delacroix el peso de la condena.

    No podía culparle, Delacroix prefería salvarse el culo antes de apoyarle. Viper ya estaba bien acostumbrado a no esperar nada de ningún superior.

    — La casa se los tragó.

    Firmó su sentencia.

    Delacroix soltó un largo suspiro justo antes de que se abriera la puerta de golpe. Dos agentes de trajes negros entraron en la sala.

    — Capitán Delacroix, esto es todo. A partir de ahora, el sargento NigDurgae está bajo nuestra supervisión.

    Viper arqueó una ceja. Delacroix frunció aún más el ceño.

    — ¿Qué demonios...?

    Los agentes exhibieron un par de insignias que lograron relajarle el entrecejo a Delacroix. Después de echarle una última mirada en la que a Viper le pareció ver un perturbador rastro de lástima, el capitán se marchó.

    — Sargento, ¿Qué fue lo que vio?

    El agente tomó asiento frente a él, el otro se mantuvo de pie bloqueando la puerta de la sala.

    — La casa se los llevó —Viper repitió, por enésima vez.

    — ¿Cómo se los llevó? ¿Fue a través de espejos que mostraban reflejos irregulares? ¿Oyeron sus nombres? ¿O quizás vieron habitaciones con objetos demasiado personales como para pasar por alto?

    Viper mantuvo su estoicismo sin brecha alguna, pero sentía que este hombre frente a él sabía de lo que estaba hablando.

    — ¿Por qué cree que no se lo llevó a usted?

    Haciendo del silencio su apoyo, Viper esperó un momento antes de responder.

    — Porque no tuve miedo —los recuerdos volvieron a su mente—. Todo era normal en ese sitio hasta que uno de nosotros sintió miedo. Y mientras más miedo sentían, peor se volvía.

    El hombre de negro no reaccionó. ¿Quizás estaba acostumbrado a esta clase de cosas?

    — Sargento, como se habrá dado cuenta, la suya es una capacidad difícil de encontrar.

    La adulación del hombre misterioso cayó en saco roto. Viper no estaba dispuesto a dejarse engatusar.

    — Y aún así, no fue suficiente para sacarlos de ahí.

    Su equipo estaba compuesto por hombres bien experimentados y bien preparados, incluso Dorsey. Todos tuvieron que pasar por un cruel entrenamiento que los preparó hasta para resistir torturas. Pero sólo eran humanos comunes con vidas corrientes. Viper, en cambio, nació para ser convertido en un arma, adicto a la adrenalina, amo de sus emociones y altamente eficiente.

    Controlar su miedo era como dar un paseo por el parque.

    — Sargento, lo que quiero decir es que hay muchas más víctimas ahí fuera siendo tragados por edificios anómalos que gente preparada para protegerlas.

    El hombre dejó una carpeta sobre la mesa. Cuando la abrió, Viper pudo ver una serie de fotografías de diferentes ángulos de la mansión, esa misma mansión, en diferentes paisajes de fondo. Desierto, bosques, en medio de una ciudad...

    — Siempre es la misma casa que sólo aparece allí, en medio de la nada, sólo para cobrarse más y más víctimas desprevenidas.

    El hombre agregó una página con una serie de fotografías de los rostros de las víctimas.
    Su equipo estaba ahí, al final de la lista.

    En ese momento, Viper ató cabos.

    La Frontera. The Animals. Wolf ᴬᵁ . Su equipo podría no estar perdido del todo. Necesitaba personas preparadas de verdad, personas que no tuvieran miedo, que supieran a lo que se enfrentaban. Necesitaba a Wolf.

    El hombre de negro sonrió triunfal.

    — Sargento, necesitamos que nos acompañe. Su experiencia podría ser muy útil para nuestra organización.

    — No —Viper fue implacable.

    — Sargento, alguien como usted comprende las consecuencias de sus actos. Le juzgarán, le culparán, le tratarán de demente. Su vida jamás volverá a ser la mis-.

    Las palabras del agente se interrumpieron de forma abrupta cuando Viper, de pronto, desapareció. Sólo quedó un leve rastro de humo negro que se desvaneció rápidamente.
    Cuartel Bravo-1. Sala de Interrogatorio. Hora: 13:23. El sonido metálico de la puerta abriéndose lo despertó. Viper no sabía cómo o cuándo se quedó dormido sobre la mesa metálica. El capitán Delacroix tomó la palabra. — Han pasado poco más de seis horas desde que saliste de esa casa, Viper. Tú solo. ¿Qué demonios pasó con tu equipo? Delacroix no estaba poniendo ningún esfuerzo en entender la situación. Viper lo sabía de antemano. — Lo que dije —Viper insistió. Delacroix golpeó la mesa con la palma. — No puedes seguir diciendo eso, Viper. Tienes que darme algo que pueda poner en el informe. Viper no se inmutó, su mirada se clavó en la ajena, fría y persistente. — La casa se los llevó. Su voz era seria y oscura, sin dar lugar a dudas. Como las fechas grabadas en un lápida. Delacroix frunció aún más el entrecejo antes de alejarse de la mesa y de Viper. Pocos podían resistir esa mirada depredadora del naga cuando iba realmente en serio. — La casa se los llevó... —Delacroix repitió sus palabras en tono estéril, pero Viper sabía que no le creía—. ¿Eso es lo que vas a reportar? ¿Te das cuenta en la posición que eso te deja? Viper lo sabía. Su cordura sería la primera en ponerse en duda. Luego, cuando se aseguraran de que no está loco dudarían de su lealtad. No le importaba. Sin embargo, más tarde, cuando no encontraran pruebas y los ánimos se enfriaran, la decisión sería definitiva: sus compañeros serían declarados como MIA y el incidente sería sepultado sin ceremonia alguna. Eso sí le importaba. — ¿Por qué tú? —El silencio de Viper ponía a Delacroix impaciente—. Eres el único que no llevaba cámara térmica. No hay rastros de psicoactivos en tu sangre dado que las toxinas desaparecen de tu cuerpo naga en un tris. Tú evaluación psicológica es impecable, siempre lo ha sido, incluso durante tu pasado como sicario en Durga. Delacroix ya no quería una confesión. Quería una excusa, estaba acorralándole. Le estaba enseñando su futuro. — Tienes que darnos algo. Tenemos cuatro agentes desaparecidos y no hay registro de amenaza real alguna. Sólo tú, saliendo de esa casa por tus propios pies. Viper veía en los ojos de Delacroix el peso de la condena. No podía culparle, Delacroix prefería salvarse el culo antes de apoyarle. Viper ya estaba bien acostumbrado a no esperar nada de ningún superior. — La casa se los tragó. Firmó su sentencia. Delacroix soltó un largo suspiro justo antes de que se abriera la puerta de golpe. Dos agentes de trajes negros entraron en la sala. — Capitán Delacroix, esto es todo. A partir de ahora, el sargento NigDurgae está bajo nuestra supervisión. Viper arqueó una ceja. Delacroix frunció aún más el ceño. — ¿Qué demonios...? Los agentes exhibieron un par de insignias que lograron relajarle el entrecejo a Delacroix. Después de echarle una última mirada en la que a Viper le pareció ver un perturbador rastro de lástima, el capitán se marchó. — Sargento, ¿Qué fue lo que vio? El agente tomó asiento frente a él, el otro se mantuvo de pie bloqueando la puerta de la sala. — La casa se los llevó —Viper repitió, por enésima vez. — ¿Cómo se los llevó? ¿Fue a través de espejos que mostraban reflejos irregulares? ¿Oyeron sus nombres? ¿O quizás vieron habitaciones con objetos demasiado personales como para pasar por alto? Viper mantuvo su estoicismo sin brecha alguna, pero sentía que este hombre frente a él sabía de lo que estaba hablando. — ¿Por qué cree que no se lo llevó a usted? Haciendo del silencio su apoyo, Viper esperó un momento antes de responder. — Porque no tuve miedo —los recuerdos volvieron a su mente—. Todo era normal en ese sitio hasta que uno de nosotros sintió miedo. Y mientras más miedo sentían, peor se volvía. El hombre de negro no reaccionó. ¿Quizás estaba acostumbrado a esta clase de cosas? — Sargento, como se habrá dado cuenta, la suya es una capacidad difícil de encontrar. La adulación del hombre misterioso cayó en saco roto. Viper no estaba dispuesto a dejarse engatusar. — Y aún así, no fue suficiente para sacarlos de ahí. Su equipo estaba compuesto por hombres bien experimentados y bien preparados, incluso Dorsey. Todos tuvieron que pasar por un cruel entrenamiento que los preparó hasta para resistir torturas. Pero sólo eran humanos comunes con vidas corrientes. Viper, en cambio, nació para ser convertido en un arma, adicto a la adrenalina, amo de sus emociones y altamente eficiente. Controlar su miedo era como dar un paseo por el parque. — Sargento, lo que quiero decir es que hay muchas más víctimas ahí fuera siendo tragados por edificios anómalos que gente preparada para protegerlas. El hombre dejó una carpeta sobre la mesa. Cuando la abrió, Viper pudo ver una serie de fotografías de diferentes ángulos de la mansión, esa misma mansión, en diferentes paisajes de fondo. Desierto, bosques, en medio de una ciudad... — Siempre es la misma casa que sólo aparece allí, en medio de la nada, sólo para cobrarse más y más víctimas desprevenidas. El hombre agregó una página con una serie de fotografías de los rostros de las víctimas. Su equipo estaba ahí, al final de la lista. En ese momento, Viper ató cabos. La Frontera. The Animals. [Wolfy]. Su equipo podría no estar perdido del todo. Necesitaba personas preparadas de verdad, personas que no tuvieran miedo, que supieran a lo que se enfrentaban. Necesitaba a Wolf. El hombre de negro sonrió triunfal. — Sargento, necesitamos que nos acompañe. Su experiencia podría ser muy útil para nuestra organización. — No —Viper fue implacable. — Sargento, alguien como usted comprende las consecuencias de sus actos. Le juzgarán, le culparán, le tratarán de demente. Su vida jamás volverá a ser la mis-. Las palabras del agente se interrumpieron de forma abrupta cuando Viper, de pronto, desapareció. Sólo quedó un leve rastro de humo negro que se desvaneció rápidamente.
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  • Ubicación: Bosque estatal de ██████.
    Misión: Reconocimiento.
    Equipo: Bravo-1.
    Hora: 06:33 AM.

    Cada metro del corredor que recorrían era idéntico al anterior: paredes de papel tapiz florido, lámparas colgantes con luz cálida, alfombra impecable. Sólo cuando giraron hacia una repentina puerta lateral el equipo lo notó. Las puertas estaban fijas, eran falsas, estaban pintadas y las perillas eran de yeso.

    — Esto no tiene sentido —gruñó Rourke, golpeando la pared con la culata del fusil.

    — Aquí Bravo-1 en el objetivo. Se trata de una... anomalía estructural no reconocida, ¿Me copia? —Spider tocó el intercomunicador.

    Estática. Luego, nada. Viper alzó una mano.

    — Avancemos. No se separen. Regla de oro: nadie responde si escucha su nombre.

    — ¿Por qué alguien escucharía su nombre? —preguntó Dorsey.

    Viper no respondió.

    Caminaron otros diez minutos hasta que la luz se apagó. Fueron tres segundos de oscuridad total y cuando volvió… Mason ya no estaba.

    — ¿Mason? —susurró Rourke, girando sobre sí mismo—. ¡Mason!

    Sólo se escuchaba su propia voz. Ni un sólo disparo, ni un grito. Viper escaneó la zona. No había signos de lucha. Ninguna huella. Como si Mason jamás hubiera estado ahí.

    La angustia se coló como un pinchazo en el pecho de Viper, pero no permitió que fuera por mucho.

    — No se detengan —tenía que sacarlos de ahí.

    Spider comenzó a respirar por la boca. Dorsey murmuraba para sí mismo.

    Siguieron caminando. Al cabo de cinco minutos y un breve apagón más... la casa volvió a cambiar. Ya no era una mansión, ahora estaban en un pasillo de hospital de luces parpadeantes, paredes blancas, carteles de salidas de emergencia. Pero no había puertas.

    — Nos está jodiendo... —la voz de Rourke tembló—. Esto no es real... Esto no puede ser real.

    Viper intentó contenerle, quiso evitar que el miedo se apoderara de él.

    — ¡Rourke! —Demasiado tarde.

    La luz sobre él se apagó solo un instante. Y cuando regresó… Rourke se había ido.

    — ¡Hijo de puta! —Spider dio dos pasos atrás.

    — No puedo… no puedo seguir... —Dorsey cayó de rodillas.

    Viper se agachó frente a él.

    — Sí puedes. Tienes que hacerlo. De pie.

    Dorsey obedeció quizás por reflejo o por respeto... o por miedo.
    Siguieron avanzando.

    En una pared del pasillo apareció un ventanal, varias camillas vacías y desacomodadas se veían a través del cristal. No había puertas, pero tras un parpadeo más de las luces, Dorsey apareció del otro lado.

    — ¿Dorsey? —Viper miró a su alrededor, aquello no era una ilusión—. ¡Dorsey! —Golpeó el ventanal con los puños.

    Dorsey golpeaba desde el otro lado con desesperación.

    — Voy a sacarte de ahí —dijo Viper.

    Pero el cristal fue mutando poco a poco, hasta convertirse en pared. El ventanal había desaparecido.

    — ¡Dorsey!

    Ya sólo quedaban dos.

    Spider estaba en shock, sus años de experiencia le servían para nada bajo estas circunstancias. Murmuraba los nombres de los caídos mientras se sostenía en la pared para no desplomarse.

    — ¡Tenemos que salir! ¡Tenemos que…!

    Y se detuvo.

    Viper lo volteó a ver.

    Spider estaba mirando una puerta roja en la pared, justo a su lado. Su nombre real estaba grabado en ella con letras infantiles y colores brillantes.

    — ¿Qué…? —Spider miraba la puerta con espanto, pero también con anhelo.

    Antes de que Viper pudiera impedirlo o siquiera advertirle, Spider la abrió.

    La habitación era un dormitorio infantil. Había fotografías de su infancia sobre una mesita de noche, dibujos pegados en las paredes. Ecos de las voces de sus padres venían de todas y ninguna parte, sonidos distantes de risas les seguían.

    — ¡Spider, no!

    Spider dio un paso dentro… y desapareció. La puerta se cerró sola. Viper quiso abrirla, pero el pomo de yeso no giró.

    La puerta era falsa.

    Viper se quedó quieto. Respiró hondo, apretó la mandíbula... y avanzó.

    Ahora solo quedaba él.
    Ubicación: Bosque estatal de ██████. Misión: Reconocimiento. Equipo: Bravo-1. Hora: 06:33 AM. Cada metro del corredor que recorrían era idéntico al anterior: paredes de papel tapiz florido, lámparas colgantes con luz cálida, alfombra impecable. Sólo cuando giraron hacia una repentina puerta lateral el equipo lo notó. Las puertas estaban fijas, eran falsas, estaban pintadas y las perillas eran de yeso. — Esto no tiene sentido —gruñó Rourke, golpeando la pared con la culata del fusil. — Aquí Bravo-1 en el objetivo. Se trata de una... anomalía estructural no reconocida, ¿Me copia? —Spider tocó el intercomunicador. Estática. Luego, nada. Viper alzó una mano. — Avancemos. No se separen. Regla de oro: nadie responde si escucha su nombre. — ¿Por qué alguien escucharía su nombre? —preguntó Dorsey. Viper no respondió. Caminaron otros diez minutos hasta que la luz se apagó. Fueron tres segundos de oscuridad total y cuando volvió… Mason ya no estaba. — ¿Mason? —susurró Rourke, girando sobre sí mismo—. ¡Mason! Sólo se escuchaba su propia voz. Ni un sólo disparo, ni un grito. Viper escaneó la zona. No había signos de lucha. Ninguna huella. Como si Mason jamás hubiera estado ahí. La angustia se coló como un pinchazo en el pecho de Viper, pero no permitió que fuera por mucho. — No se detengan —tenía que sacarlos de ahí. Spider comenzó a respirar por la boca. Dorsey murmuraba para sí mismo. Siguieron caminando. Al cabo de cinco minutos y un breve apagón más... la casa volvió a cambiar. Ya no era una mansión, ahora estaban en un pasillo de hospital de luces parpadeantes, paredes blancas, carteles de salidas de emergencia. Pero no había puertas. — Nos está jodiendo... —la voz de Rourke tembló—. Esto no es real... Esto no puede ser real. Viper intentó contenerle, quiso evitar que el miedo se apoderara de él. — ¡Rourke! —Demasiado tarde. La luz sobre él se apagó solo un instante. Y cuando regresó… Rourke se había ido. — ¡Hijo de puta! —Spider dio dos pasos atrás. — No puedo… no puedo seguir... —Dorsey cayó de rodillas. Viper se agachó frente a él. — Sí puedes. Tienes que hacerlo. De pie. Dorsey obedeció quizás por reflejo o por respeto... o por miedo. Siguieron avanzando. En una pared del pasillo apareció un ventanal, varias camillas vacías y desacomodadas se veían a través del cristal. No había puertas, pero tras un parpadeo más de las luces, Dorsey apareció del otro lado. — ¿Dorsey? —Viper miró a su alrededor, aquello no era una ilusión—. ¡Dorsey! —Golpeó el ventanal con los puños. Dorsey golpeaba desde el otro lado con desesperación. — Voy a sacarte de ahí —dijo Viper. Pero el cristal fue mutando poco a poco, hasta convertirse en pared. El ventanal había desaparecido. — ¡Dorsey! Ya sólo quedaban dos. Spider estaba en shock, sus años de experiencia le servían para nada bajo estas circunstancias. Murmuraba los nombres de los caídos mientras se sostenía en la pared para no desplomarse. — ¡Tenemos que salir! ¡Tenemos que…! Y se detuvo. Viper lo volteó a ver. Spider estaba mirando una puerta roja en la pared, justo a su lado. Su nombre real estaba grabado en ella con letras infantiles y colores brillantes. — ¿Qué…? —Spider miraba la puerta con espanto, pero también con anhelo. Antes de que Viper pudiera impedirlo o siquiera advertirle, Spider la abrió. La habitación era un dormitorio infantil. Había fotografías de su infancia sobre una mesita de noche, dibujos pegados en las paredes. Ecos de las voces de sus padres venían de todas y ninguna parte, sonidos distantes de risas les seguían. — ¡Spider, no! Spider dio un paso dentro… y desapareció. La puerta se cerró sola. Viper quiso abrirla, pero el pomo de yeso no giró. La puerta era falsa. Viper se quedó quieto. Respiró hondo, apretó la mandíbula... y avanzó. Ahora solo quedaba él.
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  • 3. Traslación.
    Fandom Kuroshitsuji/Black Butler y otros
    Categoría Otros
    Al día siguiente, Ciel seguía indispuesto, y todos en la mansión ya estaban al tanto de su condición.

    Su cuerpo aún conservaba las heridas sufridas años atrás, durante aquel fatídico mes en cautiverio junto a su hermano, por lo que dependía de los cuidados que Undertaker le proporcionaba diariamente.

    En realidad, su estado no era un secreto, pero pocos sabían que sus heridas aún lo afectaban, pues creían que ya había sanado -de ahí su reciente aparición en sociedad.

    Hallándose sobre la cama y rodeado de sus sirvientes, Ciel asintió con una suave sonrisa.

    —Ábrele la puerta a mi sobrino —ordenó con voz aterciopelada, mientras dirigía una mirada a la sirvienta para que cumpliera su mandato.

    Las cánulas nasales se extendían desde su nariz hasta el tubo de oxígeno ubicado junto a la cama. Undertaker, con las manos sobre la válvula, ajustaba el flujo para garantizar que la dosis fuera la correcta.

    —Lamento haberte preocupado —le dijo a su sobrino cuando este ingresó, dedicándole una mirada de calidez. —Estaré bien pronto.

    _____

    Jean Phantomhive Malvyna
    Al día siguiente, Ciel seguía indispuesto, y todos en la mansión ya estaban al tanto de su condición. Su cuerpo aún conservaba las heridas sufridas años atrás, durante aquel fatídico mes en cautiverio junto a su hermano, por lo que dependía de los cuidados que Undertaker le proporcionaba diariamente. En realidad, su estado no era un secreto, pero pocos sabían que sus heridas aún lo afectaban, pues creían que ya había sanado -de ahí su reciente aparición en sociedad. Hallándose sobre la cama y rodeado de sus sirvientes, Ciel asintió con una suave sonrisa. —Ábrele la puerta a mi sobrino —ordenó con voz aterciopelada, mientras dirigía una mirada a la sirvienta para que cumpliera su mandato. Las cánulas nasales se extendían desde su nariz hasta el tubo de oxígeno ubicado junto a la cama. Undertaker, con las manos sobre la válvula, ajustaba el flujo para garantizar que la dosis fuera la correcta. —Lamento haberte preocupado —le dijo a su sobrino cuando este ingresó, dedicándole una mirada de calidez. —Estaré bien pronto. _____ [littl3gr3y] [Malvy_Dragon]
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  • Ubicación: Bosque estatal de ██████.
    Misión: Reconocimiento.
    Equipo: Bravo-1.
    Hora: 04:47 AM.

    Llovía. La unidad avanzaba a través del bosque, cubriéndose mutuamente en silencio. Las linternas IR proyectaban conos estrechos de luz que temblaban al ritmo de los pasos.

    La estructura no figuraba en ningún mapa o registro. Simplemente… estaba ahí. Una mansión victoriana de dos pisos, rodeada por un jardín marchito que parecía no haber conocido el sol en décadas. No había camino de acceso ni señales de ocupación. Sólo una verja oxidada que crujía con el viento y una entrada principal.

    — Tenemos visual del objetivo —susurró Rourke.

    Viper iba al frente, se detuvo para alzar el puño en señal de alto. Fueron sólo unos segundos en contemplativa quietud los que lo delataron, su silueta parcialmente oculta entre los árboles. El equipo lo conocía por su eficiencia y su silencio. Pero había algo más ahora. Algo en su postura. Algo no estaba bien.

    — Vamos a entrar. Cuiden sus sectores —ordenó al fin, con su habitual tono suave, pero seco.

    El interior estaba en un estado de conservación anormal. No había polvo ni telarañas. Las chimeneas parecían usadas recientemente, pero el aire estaba frío. No había olor a humo ni a humedad.

    El equipo comenzó el avance.

    En el comedor encontraron una mesa con cubiertos dispuestos para una cena. Había platos servidos con carne aún jugosa y humeante.

    Una mosca flotaba inmóvil en el aire.

    — ¿Qué... carajos es esto? —Susurró Mason.

    El sistema de comunicaciones crujió con estática durante unos segundos. Luego, una voz infantil, apenas audible, dijo una sola palabra: "Fuera."

    — Eso no viene de nuestro canal —aclaró Rourke.

    Los visores térmicos -y la visión térmica natural de Viper que no los necesitaba- mostraban siluetas humanas sentadas a la mesa… pero no había nadie allí.

    Viper se detuvo una vez más. Se giró un instante hacia el grupo enseñando el ceño fruncido. Sabía que algo así podía pasar.

    Pero no dijo nada al respecto.

    — Planta baja despejada. Subimos.

    Subieron por la escalera cubierta de alfombra roja. Una de las lámparas se encendió sola.

    Nadie creía ya que estaban en una operación estándar.

    Viper mantuvo la delantera, su rifle apuntando hacia el pasillo. Al avanzar, notó que las puertas a ambos lados estaban cerradas, salvo una al fondo, entreabierta. Desde ahí emergía una luz blanca y pulsante, como de tubo fluorescente moribundo.

    — Rourke, toma la izquierda. Mason, toma la derecha.

    Dorsey, el más joven del equipo, se colocó detrás de Rourke. Respiraba de forma, pero trataba de disimularlo. Cada pocos segundos, lanzaba miradas alrededor como si esperara ver algo salir de las paredes.

    — Despejado —Rourke.

    — Limpio —Mason.

    Tras reagruparse, se acercaron a la habitación iluminada. Viper empujó la puerta suavemente con una mano.

    La luz provenía de una lámpara colgando del techo. La habitación, un dormitorio, había sido modificada: las paredes estaban cubiertas de lonas plásticas, la cama no era más que un armazón sin colchón en el centro y con correas desgastadas. Nadie necesitaba el resultado de un análisis para saber qué eran las manchas oscuras en el piso.

    Sobre el catre no había nadie, Pero las correas vibraban, tensas, como si alguien invisible se debatiera aún allí.

    —¿Esto es parte de... algún experimento militar? —murmuró Dorsey, visiblemente afectado.

    Nadie respondió.

    Viper tenía la mirada clavada en un espejo que colgaba frente a la cama. En él, su reflejo no era del todo suyo. Su imagen de naga estaba ahí, pero sus ojos eran humanos... llenos de terror.

    Se giró sin inmutarse.

    — Regresemos —esa era la última habitación.

    Mientras salían, Rourke llamó por el intercomunicador:

    — Viper, tenemos un problema.

    El grupo respondió avanzando en su dirección. En la puerta de una de las habitaciones del ala izquierda, una de las que acababan de revisar hacía un momento, Rourke sostenía su arma con fuerza sin quitar la vista del interior.

    Pronto, Viper se asomó.

    La habitación era una réplica exacta del cuartel donde el equipo había dormido la noche anterior. Los catres, las mantas, hasta las fotos personales, todo los detalles estaban ahí. Incluso ellos. Copias de cada uno.

    — Eso es un espejo, ¿Verdad? —Spider tenía la voz quebrada.

    El silencio se apoderó del equipo.

    — No toquen nada. Nos vamos.

    — ¿Qué es esto, Viper? Esto no es normal. Esto es... —Mason parecía cada vez más asustado.

    — Ya no es asunto nuestro.

    Pero las escaleras ya no estaban ahí. El pasillo detrás de ellos era ahora un corredor infinito. La casa había cambiado.
    Dorsey murmuró una maldición. Spider gruñó. Rourke revisó su munición por cuarta vez. Viper no mostró emoción alguna. Apretó los labios. Sabía que había una regla en estos casos: la anomalía te observa, y si sabe que la temes, se alimenta. Así que avanzó.
    Ubicación: Bosque estatal de ██████. Misión: Reconocimiento. Equipo: Bravo-1. Hora: 04:47 AM. Llovía. La unidad avanzaba a través del bosque, cubriéndose mutuamente en silencio. Las linternas IR proyectaban conos estrechos de luz que temblaban al ritmo de los pasos. La estructura no figuraba en ningún mapa o registro. Simplemente… estaba ahí. Una mansión victoriana de dos pisos, rodeada por un jardín marchito que parecía no haber conocido el sol en décadas. No había camino de acceso ni señales de ocupación. Sólo una verja oxidada que crujía con el viento y una entrada principal. — Tenemos visual del objetivo —susurró Rourke. Viper iba al frente, se detuvo para alzar el puño en señal de alto. Fueron sólo unos segundos en contemplativa quietud los que lo delataron, su silueta parcialmente oculta entre los árboles. El equipo lo conocía por su eficiencia y su silencio. Pero había algo más ahora. Algo en su postura. Algo no estaba bien. — Vamos a entrar. Cuiden sus sectores —ordenó al fin, con su habitual tono suave, pero seco. El interior estaba en un estado de conservación anormal. No había polvo ni telarañas. Las chimeneas parecían usadas recientemente, pero el aire estaba frío. No había olor a humo ni a humedad. El equipo comenzó el avance. En el comedor encontraron una mesa con cubiertos dispuestos para una cena. Había platos servidos con carne aún jugosa y humeante. Una mosca flotaba inmóvil en el aire. — ¿Qué... carajos es esto? —Susurró Mason. El sistema de comunicaciones crujió con estática durante unos segundos. Luego, una voz infantil, apenas audible, dijo una sola palabra: "Fuera." — Eso no viene de nuestro canal —aclaró Rourke. Los visores térmicos -y la visión térmica natural de Viper que no los necesitaba- mostraban siluetas humanas sentadas a la mesa… pero no había nadie allí. Viper se detuvo una vez más. Se giró un instante hacia el grupo enseñando el ceño fruncido. Sabía que algo así podía pasar. Pero no dijo nada al respecto. — Planta baja despejada. Subimos. Subieron por la escalera cubierta de alfombra roja. Una de las lámparas se encendió sola. Nadie creía ya que estaban en una operación estándar. Viper mantuvo la delantera, su rifle apuntando hacia el pasillo. Al avanzar, notó que las puertas a ambos lados estaban cerradas, salvo una al fondo, entreabierta. Desde ahí emergía una luz blanca y pulsante, como de tubo fluorescente moribundo. — Rourke, toma la izquierda. Mason, toma la derecha. Dorsey, el más joven del equipo, se colocó detrás de Rourke. Respiraba de forma, pero trataba de disimularlo. Cada pocos segundos, lanzaba miradas alrededor como si esperara ver algo salir de las paredes. — Despejado —Rourke. — Limpio —Mason. Tras reagruparse, se acercaron a la habitación iluminada. Viper empujó la puerta suavemente con una mano. La luz provenía de una lámpara colgando del techo. La habitación, un dormitorio, había sido modificada: las paredes estaban cubiertas de lonas plásticas, la cama no era más que un armazón sin colchón en el centro y con correas desgastadas. Nadie necesitaba el resultado de un análisis para saber qué eran las manchas oscuras en el piso. Sobre el catre no había nadie, Pero las correas vibraban, tensas, como si alguien invisible se debatiera aún allí. —¿Esto es parte de... algún experimento militar? —murmuró Dorsey, visiblemente afectado. Nadie respondió. Viper tenía la mirada clavada en un espejo que colgaba frente a la cama. En él, su reflejo no era del todo suyo. Su imagen de naga estaba ahí, pero sus ojos eran humanos... llenos de terror. Se giró sin inmutarse. — Regresemos —esa era la última habitación. Mientras salían, Rourke llamó por el intercomunicador: — Viper, tenemos un problema. El grupo respondió avanzando en su dirección. En la puerta de una de las habitaciones del ala izquierda, una de las que acababan de revisar hacía un momento, Rourke sostenía su arma con fuerza sin quitar la vista del interior. Pronto, Viper se asomó. La habitación era una réplica exacta del cuartel donde el equipo había dormido la noche anterior. Los catres, las mantas, hasta las fotos personales, todo los detalles estaban ahí. Incluso ellos. Copias de cada uno. — Eso es un espejo, ¿Verdad? —Spider tenía la voz quebrada. El silencio se apoderó del equipo. — No toquen nada. Nos vamos. — ¿Qué es esto, Viper? Esto no es normal. Esto es... —Mason parecía cada vez más asustado. — Ya no es asunto nuestro. Pero las escaleras ya no estaban ahí. El pasillo detrás de ellos era ahora un corredor infinito. La casa había cambiado. Dorsey murmuró una maldición. Spider gruñó. Rourke revisó su munición por cuarta vez. Viper no mostró emoción alguna. Apretó los labios. Sabía que había una regla en estos casos: la anomalía te observa, y si sabe que la temes, se alimenta. Así que avanzó.
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  • La invitación
    Fandom Los Bridgerton
    Categoría Original
    Rosamund Gunningworth
    Posy Gunningworth
    Sullivan Penélope Bridgerton

    Lady Danbury no sabe quién soy yo, muy pronto voy hacer que todos los que alguna vez me han subestimado o denigrado, se arrepientan.
    Mis hijas y yo nos encontramos en el salón más grande y comodo de toda la mansión, en la segunda planta.
    [Th_Gunningworth] [Cx_Gunningorwth] Sullivan [Pluma_CX] Lady Danbury no sabe quién soy yo, muy pronto voy hacer que todos los que alguna vez me han subestimado o denigrado, se arrepientan. Mis hijas y yo nos encontramos en el salón más grande y comodo de toda la mansión, en la segunda planta.
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  • Campo de espinas
    Fandom Los Bridgerton
    Categoría Original
    Araminta Gunningworth

    Llevo unos días encerrada bajo el reconfortante techo de mi mansión, por eso decidí salir hoy a estirar las piernas.
    Hace bastante tiempo que una mujer de mi condición y posición ya no tiene que ir siempre acompañada de una doncella.
    Es bastante liberador siendo del todo sincera, comencé mi paseo por una de las calles más transitadas.

    Como cabía de esperar me encontré con varias amistades que al igual que yo tuvieron la misma idea.
    [Wyatt_Gunningworth] Llevo unos días encerrada bajo el reconfortante techo de mi mansión, por eso decidí salir hoy a estirar las piernas. Hace bastante tiempo que una mujer de mi condición y posición ya no tiene que ir siempre acompañada de una doncella. Es bastante liberador siendo del todo sincera, comencé mi paseo por una de las calles más transitadas. Como cabía de esperar me encontré con varias amistades que al igual que yo tuvieron la misma idea.
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  • ⊱Desde el balcón de la mansión, entre las sombras del bosque, Atropos observa y escribe.

    La niebla recorría el bosque como una antigua amiga, envolviendo la piedra fría del balcón donde Atropos reposaba,
    pluma en mano, mirada perdida entre los ecos del mundo humano.

    Lo había visto. No necesitó tocar el hilo para entenderlo.

    Él la miraba con devoción callada,
    como quien cree haber encontrado algo eterno en lo fugaz.
    Y ella…ella respondía con una dulzura medida,hecha de silencios, de gestos que rozaban sin aferrarse.

    Era hermosa, sí.
    Pero también hueca en sus afectos.
    Nunca mentía. No hacía falta.
    Simplemente se deslizaba entre los días,
    dejando que él creyera.

    Compartían escenas cuidadas:
    tazas a medio vaciar, palabras que parecían cariño.
    Pero él, que lo dio todo,
    nunca notó que solo él lo hacía.

    No hubo gritos.
    No hubo reclamos.
    Solo un vacío creciendo entre cada intento.
    Y luego, el silencio final.
    No por muerte.
    Sino por desinterés.

    Desde su altura silenciosa,
    Atropos no intervino.
    No cortó hilos.
    No alteró destinos.

    Porque a veces, pensó,
    la crueldad no requiere de manos divinas.
    Solo de una mujer hermosa,
    y de un hombre que creyó que eso bastaba.

    °Una ligera risa vacía salió de ella, para luego solo decir en voz alta. —Humanos.. Tan Patéticos.
    ⊱Desde el balcón de la mansión, entre las sombras del bosque, Atropos observa y escribe. La niebla recorría el bosque como una antigua amiga, envolviendo la piedra fría del balcón donde Atropos reposaba, pluma en mano, mirada perdida entre los ecos del mundo humano. Lo había visto. No necesitó tocar el hilo para entenderlo. Él la miraba con devoción callada, como quien cree haber encontrado algo eterno en lo fugaz. Y ella…ella respondía con una dulzura medida,hecha de silencios, de gestos que rozaban sin aferrarse. Era hermosa, sí. Pero también hueca en sus afectos. Nunca mentía. No hacía falta. Simplemente se deslizaba entre los días, dejando que él creyera. Compartían escenas cuidadas: tazas a medio vaciar, palabras que parecían cariño. Pero él, que lo dio todo, nunca notó que solo él lo hacía. No hubo gritos. No hubo reclamos. Solo un vacío creciendo entre cada intento. Y luego, el silencio final. No por muerte. Sino por desinterés. Desde su altura silenciosa, Atropos no intervino. No cortó hilos. No alteró destinos. Porque a veces, pensó, la crueldad no requiere de manos divinas. Solo de una mujer hermosa, y de un hombre que creyó que eso bastaba. °Una ligera risa vacía salió de ella, para luego solo decir en voz alta. —Humanos.. Tan Patéticos.
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  • El atardecer bañaba de rojo la azotea de la ciudad, pero Atropos ya no miraba el horizonte con la melancolía de otros tiempos. Sus ojos, que alguna vez encontraron belleza en el caos humano, ahora solo veían hastío. Harta del bullicio, del eco de vidas efímeras que no significaban nada, se levantó de su vieja silla de hierro forjado. No más paredes grafiteadas, no más humo, no más risas vacías flotando en el aire como burbujas a punto de estallar.

    Con un simple gesto, invocó las antiguas fuerzas que todavía recordaban su nombre. Los objetos en su pequeña guarida —libros encuadernados en piel, relojes detenidos, hilos de vida entrelazados— comenzaron a flotar a su alrededor, envueltos en un halo de sombras vivas. Atropos no necesitaba más de este mundo que su soledad y su propósito.

    Esa noche, mientras la ciudad dormía, abrió un portal que olía a tierra mojada, a raíces antiguas y a musgo. La entrada era apenas una grieta invisible para los ojos humanos, pero para ella era un camino abierto hacia un lugar olvidado: un bosque tan denso y oscuro que ni el sol se atrevía a filtrarse entre sus copas. Allí, en lo profundo, la esperaba una mansión antigua, de piedra negra y torres que rozaban las nubes bajas, como si quisieran desgarrarlas.

    La mansión era perfecta. Difícil de encontrar, aún más difícil de recordar. Sus muros susurraban nombres de aquellos que habían intentado acercarse y nunca regresaron. Atropos sonrió por primera vez en siglos. Aquí no habría gritos molestos, ni promesas rotas flotando en el aire. Solo el crujir del viento entre árboles muertos y el latido suave del tiempo detenido.

    Sus cosas aterrizaron suavemente dentro de la casa, ubicándose como si siempre hubieran pertenecido allí. Atropos cerró la pesada puerta de roble detrás de ella, dejando el mundo humano atrás, como un recuerdo desvaído y sin importancia.

    Finalmente, estaba en casa.
    El atardecer bañaba de rojo la azotea de la ciudad, pero Atropos ya no miraba el horizonte con la melancolía de otros tiempos. Sus ojos, que alguna vez encontraron belleza en el caos humano, ahora solo veían hastío. Harta del bullicio, del eco de vidas efímeras que no significaban nada, se levantó de su vieja silla de hierro forjado. No más paredes grafiteadas, no más humo, no más risas vacías flotando en el aire como burbujas a punto de estallar. Con un simple gesto, invocó las antiguas fuerzas que todavía recordaban su nombre. Los objetos en su pequeña guarida —libros encuadernados en piel, relojes detenidos, hilos de vida entrelazados— comenzaron a flotar a su alrededor, envueltos en un halo de sombras vivas. Atropos no necesitaba más de este mundo que su soledad y su propósito. Esa noche, mientras la ciudad dormía, abrió un portal que olía a tierra mojada, a raíces antiguas y a musgo. La entrada era apenas una grieta invisible para los ojos humanos, pero para ella era un camino abierto hacia un lugar olvidado: un bosque tan denso y oscuro que ni el sol se atrevía a filtrarse entre sus copas. Allí, en lo profundo, la esperaba una mansión antigua, de piedra negra y torres que rozaban las nubes bajas, como si quisieran desgarrarlas. La mansión era perfecta. Difícil de encontrar, aún más difícil de recordar. Sus muros susurraban nombres de aquellos que habían intentado acercarse y nunca regresaron. Atropos sonrió por primera vez en siglos. Aquí no habría gritos molestos, ni promesas rotas flotando en el aire. Solo el crujir del viento entre árboles muertos y el latido suave del tiempo detenido. Sus cosas aterrizaron suavemente dentro de la casa, ubicándose como si siempre hubieran pertenecido allí. Atropos cerró la pesada puerta de roble detrás de ella, dejando el mundo humano atrás, como un recuerdo desvaído y sin importancia. Finalmente, estaba en casa.
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  • L'autre côté de la médialle
    Categoría Slice of Life
    Apenas puse un pie en la entrada de la mansión sentí la tensión, mamá me había estado reventando el teléfono con llamadas y mensajes de que me apurara en llegar, siempre la misma rutina, me sentía harta de tantas reglas y restricciones.

    -Lía! - grito desde la sala una vez que me vió abrir la puerta- Se supone que salías hace una hora, se puede saber ¿¡Dónde rayos estabas!?- en su mirada se notaba el fastidio.

    -Solo fui a tomar un café con Helena, teníamos que coordinar un trabajo- suspire- no tenía mucha señal en el cafetería.

    Me miró directo a los ojos y camino a pasar lento pero peligroso hacia mí tomando del brazo- Que no se vuelva a repetir Lia- dijo para luego soltarme de golpe- Tú padre te está buscando, ve con él y explícale a ver si te cree- se dio media vuelta caminando hacia la sala de música, pero a medio camino se detuvo- Y más te vale que no intentes escabullirte o te irá peor- su voz tenía toques de amenaza y con eso último, siguió caminando hasta que desapareció de la sala de estar por completo.

    Sentía tanta impotencia que sin darme cuenta me había clavado las uñas en la mano dejando algunas marcas rojizas. Por lo que tuve que tomar un respiro antes de subir al despacho de mi "padre" si se podría llamar así. Subí a paso lento, no quería llegar a la puerta, pero tenía que, una vez frente a la gran oficina, alce mi mano para tocarla pero antes pudiera hacerlo escuche su voz.

    -Pasa de una vez- dijo autoritariamente, trague saliva y con cuidado abrí la puerta, camine hacia el interior dando pasos lentos y dejando entreabierta la entrada- Cierra la puerta Lía- me miró directo a los ojos, esa mirada sin ningún tipo de emociones, "No otra vez, por favor..." sabía lo que eso significaba a puertas cerradas tenía que mantenerse todo.

    -¿Dónde estabas?- pregunto con brusquedad mientras se servia algo de licor caro y me miraba de nuevo esperando una respuesta.

    -Estaba con Helena, fui a la cafetería con ella para coordinar un trabajo- dije segura- no tenia señal en el lugar.

    -¿Crees que soy estúpido? - pregunto tirando el vaso de licor al piso haciéndolo añicos, para luego acercarse a paso rápido hacia mí, cuando menos lo pensé me tiro una bofetada, sentí el ardor en mi mejilla, incluso mi rostro fue volteado a un costado por el impacto- ¡Te he dicho que no te juntes con Helena, son de diferentes estatus! -grito- ¡Por su culpa el hijo de los Croweld se ha quejado con sus padres diciendo que te juntas con puros pobres!- me agarro de los brazos y me agitó bruscamente- ¿¡Sabes la vergüenza que me hiciste pasar!? Imagino que no, porque nunca piensas, eres igual de estúpida que tu madre- me empujó contra el piso, mi mente estaba en colapso, las lágrimas caían por mis mejillas, no era la primera vez que me hacía aquello- Maldita sea, no llores- me reprocho, quería parar de hacerlo pero simplemente no podía- ¡Ya cállate!- alzó la mano para golpearme de nuevo, pero tocaron la puerta, se detuvo en seco y se alejo unos pasos para recomponerse.

    -¿Quién busca?- preguntó en un tono amable, incluso esos cambios me asustaban a mí- levántate- demando bruscamente, no lo dude 2 veces y así lo hice.

    -Señor Russell, han venido sus invitados, los socios de Hilua, lo están esperando en el jardín, ya les di unos aperitivos en lo que venia a buscarlo y se pueda preparar- aquella voz la reconocía, era de la Mirtha una de las encargadas de la cocina.

    -Esta bien, en unos minutos bajo- repuso mi padre mientras de dirigía a su escritorio por files.

    -Entendido señor- respondió Mirtha luego se escucharon sus pasos alejándose de la puerta perdiéndose en el pasillo.

    -Te salvaste por esta vez, vete a tu habitación y no salgas- dijo sin mirarme, no dije nada, simplemente me di media vuelta y salí de la oficina, a paso rápido entre a mi habitación, tras cerrarla me recosté sobre la puerta y comencé a llorar.

    "¿Qué había hecho para merecer esto?" A veces los golpes eran sin un motivo grave por así decirlo, eran como de esos días donde mi padre necesitaba desquitarse con quién hiciera lo mínimo, estaba cansada de todo eso, de la vida que llevaba.

    Llore un buen rato antes de meterme a la ducha y ponerme algo frío en la mejilla para evitar las marcas, una vez que sentí que era suficiente me puse una pomada para no "dejar rastro" o al menos que se vea lo mínimo posible.

    Estaba por irme a acostar en la cama cuando mi celular vibro, cuando me fije en la pantalla era un mensaje de Helena, dude mucho en contestar, una parte de mi se resistía pero la otra decía que no había nada de malo en lo que hacía, Helena sabía algunas cosas de mi vida más allá de lo que aparentaba, incluso ella me había dado aquella pomada, era mi única amiga de verdad, mientras me distraía con mis pensamientos el celular volvió a vibrar trayendome de vuelta al presente, al final decidí leer sus mensajes, era sobre ir a un pequeño club secreto, dude demasiado, le explique un poco de la situación obviando ciertas partes, me dijo muchas cosas que me hicieron cuestionar todo lo que estaba viviendo, de alguna forma dándome el valor que me estaba faltando. Incluso ayudándome a hacer un plan para poder escabullirme, necesitaba vivir, darme más razones por seguir adelante, hacerme mi propio camino.

    El tiempo paso rápido y el plan comenzó a ejecutarse tal como quedamos, tuve que incluir a mi nana de confianza Karla para que todo pudiera resultar.

    -Estas divina, casi no te reconí- Helena me miro con una sonrisa- Aunque llevas más maquillaje, ¿Es por aquello verdad?- mencionó mirándome con comprensión.

    -Si- susurre- Ya sabes como son las cosas para mí...pero no hablemos de eso- le sonreí, solo quería olvidar ese mal rato por al menos unas horas.

    -Tienes razón, shu shu esas malas vibras- hizo una ademán con sus manos en el aire como si estuviera espantando mosquitos, a lo que yo reí, Helena si que era bien ocurrente, sin más charla, nos subimos a su auto y condujo hasta el club, apenas doblaba la esquina y se estacionaba, se veía las luces, el bullicio y la música.

    -A conquistar el mundo!- Helena grito y algunas personas que pasaban nos miraron raro, por mi parte solo atiné a seguirla, con ella podía ser yo sin que me juzgen, era una verdadera amiga.

    - A por el mundo!- grite a la par y corrimos hacia la entrada el club.

    Justo sonaba una canción que nos encantaba a ambas nos miramos de inmediato con una sonrisa, era por esa canción que empezamos a hablar y así nos hicimos amigas.

    -Esa es!- dijimos al unisoro, comenzamos a corear la canción mientras bailábamos.

    https://youtu.be/cA9sEdPmUbQ?si=TNbOjhpgxxWfP8Ae
    Apenas puse un pie en la entrada de la mansión sentí la tensión, mamá me había estado reventando el teléfono con llamadas y mensajes de que me apurara en llegar, siempre la misma rutina, me sentía harta de tantas reglas y restricciones. -Lía! - grito desde la sala una vez que me vió abrir la puerta- Se supone que salías hace una hora, se puede saber ¿¡Dónde rayos estabas!?- en su mirada se notaba el fastidio. -Solo fui a tomar un café con Helena, teníamos que coordinar un trabajo- suspire- no tenía mucha señal en el cafetería. Me miró directo a los ojos y camino a pasar lento pero peligroso hacia mí tomando del brazo- Que no se vuelva a repetir Lia- dijo para luego soltarme de golpe- Tú padre te está buscando, ve con él y explícale a ver si te cree- se dio media vuelta caminando hacia la sala de música, pero a medio camino se detuvo- Y más te vale que no intentes escabullirte o te irá peor- su voz tenía toques de amenaza y con eso último, siguió caminando hasta que desapareció de la sala de estar por completo. Sentía tanta impotencia que sin darme cuenta me había clavado las uñas en la mano dejando algunas marcas rojizas. Por lo que tuve que tomar un respiro antes de subir al despacho de mi "padre" si se podría llamar así. Subí a paso lento, no quería llegar a la puerta, pero tenía que, una vez frente a la gran oficina, alce mi mano para tocarla pero antes pudiera hacerlo escuche su voz. -Pasa de una vez- dijo autoritariamente, trague saliva y con cuidado abrí la puerta, camine hacia el interior dando pasos lentos y dejando entreabierta la entrada- Cierra la puerta Lía- me miró directo a los ojos, esa mirada sin ningún tipo de emociones, "No otra vez, por favor..." sabía lo que eso significaba a puertas cerradas tenía que mantenerse todo. -¿Dónde estabas?- pregunto con brusquedad mientras se servia algo de licor caro y me miraba de nuevo esperando una respuesta. -Estaba con Helena, fui a la cafetería con ella para coordinar un trabajo- dije segura- no tenia señal en el lugar. -¿Crees que soy estúpido? - pregunto tirando el vaso de licor al piso haciéndolo añicos, para luego acercarse a paso rápido hacia mí, cuando menos lo pensé me tiro una bofetada, sentí el ardor en mi mejilla, incluso mi rostro fue volteado a un costado por el impacto- ¡Te he dicho que no te juntes con Helena, son de diferentes estatus! -grito- ¡Por su culpa el hijo de los Croweld se ha quejado con sus padres diciendo que te juntas con puros pobres!- me agarro de los brazos y me agitó bruscamente- ¿¡Sabes la vergüenza que me hiciste pasar!? Imagino que no, porque nunca piensas, eres igual de estúpida que tu madre- me empujó contra el piso, mi mente estaba en colapso, las lágrimas caían por mis mejillas, no era la primera vez que me hacía aquello- Maldita sea, no llores- me reprocho, quería parar de hacerlo pero simplemente no podía- ¡Ya cállate!- alzó la mano para golpearme de nuevo, pero tocaron la puerta, se detuvo en seco y se alejo unos pasos para recomponerse. -¿Quién busca?- preguntó en un tono amable, incluso esos cambios me asustaban a mí- levántate- demando bruscamente, no lo dude 2 veces y así lo hice. -Señor Russell, han venido sus invitados, los socios de Hilua, lo están esperando en el jardín, ya les di unos aperitivos en lo que venia a buscarlo y se pueda preparar- aquella voz la reconocía, era de la Mirtha una de las encargadas de la cocina. -Esta bien, en unos minutos bajo- repuso mi padre mientras de dirigía a su escritorio por files. -Entendido señor- respondió Mirtha luego se escucharon sus pasos alejándose de la puerta perdiéndose en el pasillo. -Te salvaste por esta vez, vete a tu habitación y no salgas- dijo sin mirarme, no dije nada, simplemente me di media vuelta y salí de la oficina, a paso rápido entre a mi habitación, tras cerrarla me recosté sobre la puerta y comencé a llorar. "¿Qué había hecho para merecer esto?" A veces los golpes eran sin un motivo grave por así decirlo, eran como de esos días donde mi padre necesitaba desquitarse con quién hiciera lo mínimo, estaba cansada de todo eso, de la vida que llevaba. Llore un buen rato antes de meterme a la ducha y ponerme algo frío en la mejilla para evitar las marcas, una vez que sentí que era suficiente me puse una pomada para no "dejar rastro" o al menos que se vea lo mínimo posible. Estaba por irme a acostar en la cama cuando mi celular vibro, cuando me fije en la pantalla era un mensaje de Helena, dude mucho en contestar, una parte de mi se resistía pero la otra decía que no había nada de malo en lo que hacía, Helena sabía algunas cosas de mi vida más allá de lo que aparentaba, incluso ella me había dado aquella pomada, era mi única amiga de verdad, mientras me distraía con mis pensamientos el celular volvió a vibrar trayendome de vuelta al presente, al final decidí leer sus mensajes, era sobre ir a un pequeño club secreto, dude demasiado, le explique un poco de la situación obviando ciertas partes, me dijo muchas cosas que me hicieron cuestionar todo lo que estaba viviendo, de alguna forma dándome el valor que me estaba faltando. Incluso ayudándome a hacer un plan para poder escabullirme, necesitaba vivir, darme más razones por seguir adelante, hacerme mi propio camino. El tiempo paso rápido y el plan comenzó a ejecutarse tal como quedamos, tuve que incluir a mi nana de confianza Karla para que todo pudiera resultar. -Estas divina, casi no te reconí- Helena me miro con una sonrisa- Aunque llevas más maquillaje, ¿Es por aquello verdad?- mencionó mirándome con comprensión. -Si- susurre- Ya sabes como son las cosas para mí...pero no hablemos de eso- le sonreí, solo quería olvidar ese mal rato por al menos unas horas. -Tienes razón, shu shu esas malas vibras- hizo una ademán con sus manos en el aire como si estuviera espantando mosquitos, a lo que yo reí, Helena si que era bien ocurrente, sin más charla, nos subimos a su auto y condujo hasta el club, apenas doblaba la esquina y se estacionaba, se veía las luces, el bullicio y la música. -A conquistar el mundo!- Helena grito y algunas personas que pasaban nos miraron raro, por mi parte solo atiné a seguirla, con ella podía ser yo sin que me juzgen, era una verdadera amiga. - A por el mundo!- grite a la par y corrimos hacia la entrada el club. Justo sonaba una canción que nos encantaba a ambas nos miramos de inmediato con una sonrisa, era por esa canción que empezamos a hablar y así nos hicimos amigas. -Esa es!- dijimos al unisoro, comenzamos a corear la canción mientras bailábamos. https://youtu.be/cA9sEdPmUbQ?si=TNbOjhpgxxWfP8Ae
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