• Tu que todo lo sabes y todo lo ves, dime....
    ¿Como se supone que sacaré a alastor de su escondite si no sale de allí?
    Para ser un pecador es más astuto que mi hermano

    -y no menciona a sesshomaru como ofensa, respetaba la inteligencia y estrategia que su hermano tenía en vida llegando a ser su personaje influyente y ejemplo de vida. Acaricio una fe las orejas del gato -

    Necesito sacar a lucifer de su hogar el tiempo suficiente para engañar a alastor y arrastrarlo al Japón feudal para dárselo de regalo a mis novios... Lo agradecerán... Pero como.... ¿Se te ocurre algo?
    No sé tipo, decirle que un demonio a raptado a su hijo y están escondidos en el mundo humano pero sin decirle en qué lugar o tiempo....

    Ja!! Que listo eres señor gato, con razon sesshomaru te quiere tanto koto. Es una idea excelente!!!

    -se puso de pie emocionado de la nueva idea que según el fue idea del gato aunque este solo se la paso lamiéndose el pelaje desinteresado de la presencia del híbrido -

    Esconderé a Sebastián mientras desaparezco a lucifer luego lo regreso a su cuna

    -dicho y hecho se trepó los muros de la mansión fisgoneando en dónde andaría el pequeño Sebastián Michaelis no le costó demasiado gracias a su olfato había logrado dar con el cachorro. Con cuidado lo agarro sacándolo de la casa para dejarlo escondido en el jardín con pieles muertas de animales para que no pudiera lucifer encontrarlo con su olfato. Una vez oculto al cachorro, con sus propias garras se fragelo la carne exagerando los cortes para que pareciera que había luchado con quoen sabe de amenaza, una vez tenía su fachada hecha se acercó al marco de la ventana en dónde sabía podría encontrarse Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 recostando medio cuerpo en el marco, jadeando fingiendo que en cualquier momento se desmayaría por la perdida de sangre -

    Amo disculpe por interrumpir cuando me dijo que dejara de hacerlo. Pero creo que le importa la información que tengo.... Un humano... Y... No...no se que era lo otro.... Entraron a su hogar y se llevaron al joven príncipe trate de detenerlos pero..... Uhmmm....

    -apreto los ojos y los labios fingiendo que estaba agonizando del dolor -

    Lo siento amor, no m... No soy tan fuerte como debería.... Pasaron la puerta del Inframundo huyendo al mundo humano

    -movio su cuerpo dejando que la sangre bañara el marco de la ventana con la intención de atraer la atención de Alastor Dëmøń su gusto canibal va a ser su galón de aquiles -
    Tu que todo lo sabes y todo lo ves, dime.... ¿Como se supone que sacaré a alastor de su escondite si no sale de allí? Para ser un pecador es más astuto que mi hermano -y no menciona a sesshomaru como ofensa, respetaba la inteligencia y estrategia que su hermano tenía en vida llegando a ser su personaje influyente y ejemplo de vida. Acaricio una fe las orejas del gato - Necesito sacar a lucifer de su hogar el tiempo suficiente para engañar a alastor y arrastrarlo al Japón feudal para dárselo de regalo a mis novios... Lo agradecerán... Pero como.... ¿Se te ocurre algo? No sé tipo, decirle que un demonio a raptado a su hijo y están escondidos en el mundo humano pero sin decirle en qué lugar o tiempo.... Ja!! Que listo eres señor gato, con razon sesshomaru te quiere tanto koto. Es una idea excelente!!! -se puso de pie emocionado de la nueva idea que según el fue idea del gato aunque este solo se la paso lamiéndose el pelaje desinteresado de la presencia del híbrido - Esconderé a Sebastián mientras desaparezco a lucifer luego lo regreso a su cuna -dicho y hecho se trepó los muros de la mansión fisgoneando en dónde andaría el pequeño [Michaelis] no le costó demasiado gracias a su olfato había logrado dar con el cachorro. Con cuidado lo agarro sacándolo de la casa para dejarlo escondido en el jardín con pieles muertas de animales para que no pudiera lucifer encontrarlo con su olfato. Una vez oculto al cachorro, con sus propias garras se fragelo la carne exagerando los cortes para que pareciera que había luchado con quoen sabe de amenaza, una vez tenía su fachada hecha se acercó al marco de la ventana en dónde sabía podría encontrarse [LuciHe11] recostando medio cuerpo en el marco, jadeando fingiendo que en cualquier momento se desmayaría por la perdida de sangre - Amo disculpe por interrumpir cuando me dijo que dejara de hacerlo. Pero creo que le importa la información que tengo.... Un humano... Y... No...no se que era lo otro.... Entraron a su hogar y se llevaron al joven príncipe trate de detenerlos pero..... Uhmmm.... -apreto los ojos y los labios fingiendo que estaba agonizando del dolor - Lo siento amor, no m... No soy tan fuerte como debería.... Pasaron la puerta del Inframundo huyendo al mundo humano -movio su cuerpo dejando que la sangre bañara el marco de la ventana con la intención de atraer la atención de [Dem0n] su gusto canibal va a ser su galón de aquiles -
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  • ˖ ݁𖥔. ݁ . 𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑺𝒄𝒂𝒓𝒍𝒆𝒕𝒕 . ݁.𖥔 ݁ ˖

    𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑰𝑰: 𝑳𝒐𝒔 𝑪𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐 𝑨𝒏𝒊𝒍𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑨𝒅𝒊ó𝒔

    Querido diario…

    Dicen que todo fugitivo deja un rastro.
    
Yo dejé cuatro….
    
Y algo más… un reflejo roto que ya no quería cargar.

    La noche en que escapé de la Mansión Moretti, el silencio se estiraba entre las paredes como un animal dormido que podía despertar en cualquier momento.

    Mis pasos eran tímidos, pero mi decisión ardía como un incendio.

    En el vestíbulo principal, antes de cruzar la puerta que solo se abría en nacimientos, bodas o muertes, dejé sobre la mesa de mármol un pequeño cofre de madera oscura.

    
Mi renuncia.
    
Mi acto final como hija de esa casa.

    Dentro acomodé los cuatro anillos que representaban los destinos que nunca pedimos.

    El anillo de Luca:
Oro pálido con el escudo Moretti.
    El peso del deber que él jamás cuestionó… aunque sus ojos lo hicieran.

    El anillo de Adriano:
    
Sencillo, con un rubí oculto en el interior.
La rebeldía que él escondía mejor que sus temores.

    El anillo de Giulia:
    
Perlas blancas, frías como el papel en el que se firmarán sus votos
    Una pureza forzada… no elegida.

    Y mi anillo.
    
El compromiso con Nikolai Romanov.


    La corona que debía cargar sin haberla pedido.

    Los dejé juntos, como si así pudiera entregarles la vida que rechazaba.

    Pero había algo más que debía abandonar.
    A un lado del cofre dejé mi espejo de mano, aquel que mi madre me entregó cuando cumplí trece años.
    
Un espejo de oro, tallado con filigranas delicadas y pequeñas rosas grabadas en su borde.

    Ella solía decirme:

    "Una Moretti siempre debe recordar quién es."

    Esa noche lo dejé abierto, con la superficie rota en tres fragmentos, cada uno reflejando una parte distinta de mí.
    
Sobre ellos puse rosas rosadas, frescas, recién cortadas del invernadero.

    El contraste entre el oro brillando bajo la luz tenue, las grietas del cristal y el color suave de los pétalos decía todo lo que yo no quería escribirles en una carta:

    La mujer que ustedes intentaron forjar en oro ya no existe.
La rompí yo misma.

    Huir fue dolor.
Frío.
Silencio.
    
La libertad no huele a victoria… huele a miedo y a madrugada

    Viajé con lo mínimo, ocultando mi apellido como si fuera un pecado.

    Cada ciudad me recibió con indiferencia, cada tren con incertidumbre.

    Hasta llegar a Londres.
    La lluvia era un látigo.
    El viento, un verdugo.
    
Mis manos se entumecieron, mis piernas fallaron y mi respiración se volvió un susurro agonizante.

    Me desplomé en un callejón húmedo, abrazando mi propio cuerpo como si pudiera calentarme a mí misma.
    
Me pregunté si la libertad valía morir en un país donde nadie sabía pronunciar Scarlett…

    sin acento.

    Entonces… ella apareció.

    Una mujer alta, elegante, un abrigo negro envolviéndola como un secreto.
    
Ojos filosos.

    Labios rojos.
    
Presencia que imponía respeto sin pedirlo.

    —Niña —dijo con voz grave, segura—

    así no se muere.
    Vamos.
    Te levantarás.

    No sé si yo tomé su mano… o si la vida lo hizo por mí.

    Se llamaba Mirena Blackwood, dueña de uno de los burdeles más influyentes y discretos de Londres.
    
Una mujer que había sobrevivido al mundo… y que había aprendido a dominarlo.
    Me llevó a su refugio.

    Me alimentó.

    Me dio un baño caliente.

    Ropa limpia.
    Una cama que no juzgaba.

    Y, sobre todo, me dio algo que nadie en mi vida me había dado:
    Tiempo.
    Esa noche, mientras escuchaba la música sensual detrás de las paredes rojas del burdel y el murmullo de voces que vivían al margen del mundo elegante, entendí que la libertad no empieza cuando uno huye.

    Empieza cuando uno se permite renacer.


    — Scarlett Moretti

    ~(o tal vez, pronto… solo Scarlett (?)…

    ˖ ݁𖥔. ݁ . 𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑺𝒄𝒂𝒓𝒍𝒆𝒕𝒕 . ݁.𖥔 ݁ ˖ 𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑰𝑰: 𝑳𝒐𝒔 𝑪𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐 𝑨𝒏𝒊𝒍𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑨𝒅𝒊ó𝒔 Querido diario… Dicen que todo fugitivo deja un rastro. 
Yo dejé cuatro…. 
Y algo más… un reflejo roto que ya no quería cargar. La noche en que escapé de la Mansión Moretti, el silencio se estiraba entre las paredes como un animal dormido que podía despertar en cualquier momento. Mis pasos eran tímidos, pero mi decisión ardía como un incendio. En el vestíbulo principal, antes de cruzar la puerta que solo se abría en nacimientos, bodas o muertes, dejé sobre la mesa de mármol un pequeño cofre de madera oscura. … 
Mi renuncia. 
Mi acto final como hija de esa casa. … Dentro acomodé los cuatro anillos que representaban los destinos que nunca pedimos. El anillo de Luca:
Oro pálido con el escudo Moretti. El peso del deber que él jamás cuestionó… aunque sus ojos lo hicieran. El anillo de Adriano: 
Sencillo, con un rubí oculto en el interior.
La rebeldía que él escondía mejor que sus temores. El anillo de Giulia: 
Perlas blancas, frías como el papel en el que se firmarán sus votos Una pureza forzada… no elegida. Y mi anillo. 
El compromiso con Nikolai Romanov.
 La corona que debía cargar sin haberla pedido. Los dejé juntos, como si así pudiera entregarles la vida que rechazaba. Pero había algo más que debía abandonar. A un lado del cofre dejé mi espejo de mano, aquel que mi madre me entregó cuando cumplí trece años. 
Un espejo de oro, tallado con filigranas delicadas y pequeñas rosas grabadas en su borde. Ella solía decirme: "Una Moretti siempre debe recordar quién es." Esa noche lo dejé abierto, con la superficie rota en tres fragmentos, cada uno reflejando una parte distinta de mí. 
Sobre ellos puse rosas rosadas, frescas, recién cortadas del invernadero. El contraste entre el oro brillando bajo la luz tenue, las grietas del cristal y el color suave de los pétalos decía todo lo que yo no quería escribirles en una carta: La mujer que ustedes intentaron forjar en oro ya no existe.
La rompí yo misma. Huir fue dolor.
Frío.
Silencio. 
La libertad no huele a victoria… huele a miedo y a madrugada Viajé con lo mínimo, ocultando mi apellido como si fuera un pecado. Cada ciudad me recibió con indiferencia, cada tren con incertidumbre. Hasta llegar a Londres. La lluvia era un látigo. El viento, un verdugo. 
Mis manos se entumecieron, mis piernas fallaron y mi respiración se volvió un susurro agonizante. Me desplomé en un callejón húmedo, abrazando mi propio cuerpo como si pudiera calentarme a mí misma. 
Me pregunté si la libertad valía morir en un país donde nadie sabía pronunciar Scarlett… sin acento. Entonces… ella apareció. Una mujer alta, elegante, un abrigo negro envolviéndola como un secreto. 
Ojos filosos.
 Labios rojos. 
Presencia que imponía respeto sin pedirlo. —Niña —dijo con voz grave, segura— así no se muere. Vamos. Te levantarás. No sé si yo tomé su mano… o si la vida lo hizo por mí. Se llamaba Mirena Blackwood, dueña de uno de los burdeles más influyentes y discretos de Londres. 
Una mujer que había sobrevivido al mundo… y que había aprendido a dominarlo. Me llevó a su refugio.
 Me alimentó.
 Me dio un baño caliente.
 Ropa limpia. Una cama que no juzgaba. Y, sobre todo, me dio algo que nadie en mi vida me había dado: Tiempo. Esa noche, mientras escuchaba la música sensual detrás de las paredes rojas del burdel y el murmullo de voces que vivían al margen del mundo elegante, entendí que la libertad no empieza cuando uno huye. Empieza cuando uno se permite renacer. — Scarlett Moretti
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  • ──── 𝘛𝘩𝘦 𝘥𝘦𝘣𝘵 𝘩𝘢𝘴 𝘣𝘦𝘦𝘯 𝘱𝘢𝘪𝘥. ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | ℭ𝔥𝔞𝔭𝔱𝔢𝔯 [𝟷𝟷]

    [] 𝑃𝑎𝑟í𝑠, 𝐹𝑟𝑎𝑛𝑐𝑖𝑎 — 𝟷𝟶:𝟹𝟶 𝑃.𝑀

    La noche parisina caía como un velo de terciopelo negro sobre el Sena, cuando el vuelo desde Buenos Aires aterrizó en Charles de Gaulle. Santiago descendió del avión con la elegancia de un fantasma, su abrigo negro ondeando ligeramente con la brisa otoñal. Sus ojos rojos ocultos tras lentes ahumados, piel pálida que no reflejaba la luz, y un aura que hacía que los mortales se apartaran instintivamente.

    Argentino de nacimiento, pero con siglos de vagabundeo por el infierno y la tierra, hablaba francés como si hubiera nacido en las calles de Montmartre.

    Tomó un taxi hacia el distrito 16, donde las mansiones de los poderosos se erguían como fortalezas de mármol y oro. Su objetivo: Pierre Duval, el Ministro de Defensa de Francia, un hombre que había cruzado caminos con Santiago décadas atrás, cuándo se deshacía de los opositores u aquellos que atentaban contra él. Pero los contratos cambian, y esta vez, el pago venía por una deuda pendiente del mismísimo Pierre.

    La mansión de Duval era un palacio neoclásico, rodeado de jardines manicureados y vigilado por guardias armados con fusiles de asalto. Santiago se acercó a la verja principal, su silueta recortada contra las luces de la ciudad. Uno de los guardias, un tipo fornido con auricular, lo detuvo.

    Guardia: ──── Identifiez-vous. ────

    Gruñó el guardia, mano en la pistolera.
    Santiago sonrió, revelando colmillos apenas perceptibles.

    ──── Dites à Monsieur Duval que c'est un vieil ami d'Argentine. Santiago. Il me connaît depuis longtemps.────

    El guardia dudó, pero el nombre surtió efecto. Llamó por radio, y tras un minuto de silencio tenso, la verja se abrió.

    Dos guardias más lo escoltaron por el camino de gravilla, sus botas crujiendo como huesos rotos. Santiago caminaba con calma, inhalando el aroma a rosas y poder corrupto.
    En el vestíbulo de mármol, iluminado por candelabros de cristal, Pierre Duval lo esperaba. El ministro era un hombre de sesenta años, elegante en su traje a medida, con una copa de coñac en la mano. Su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa y nostalgia.

    Pierre : ──── Santiago! Mon Dieu, ça fait combien... vingt ans? Depuis Brazzaville. Entre, entre. Qu'est-ce qui t'amène à Paris? Un contrat?────


    Santiago entró, quitándose los guantes lentamente.

    ──── Exactement, Pierre. Un contrat. Mais cette fois, c'est toi la cible. ────

    Los ojos de Duval se abrieron de par en par. Intentó retroceder, pero los guardias ya estaban alertas.

    Los dos guardias en la puerta levantaron sus armas, pero Santiago fue más rápido. Con un movimiento fluido, extendió la mano y envolviendo su cuello hasta romperlo. El hombre gritó mientras su cuerpo se retorcía, huesos crujiendo como ramas secas, hasta colapsar en un montón de carne inerte.

    El segundo disparó, balas silbando en el aire, pero rebotaron en la piel de Santiago como gotas de lluvia en acero.

    ──── Tu n'as pas changé du tout, Pierre. Tu continues d'échouer malgré toute la sécurité dont tu disposes.────

    El guardia restante cargó con un cuchillo, pero Santiago lo agarró por el cuello, levantándolo del suelo. Con un chasquido, el cuello se quebró.

    El cuerpo cayó pesadamente sobre la alfombra persa.
    Duval retrocedió hacia su escritorio, presionando un botón de pánico oculto.

    Pierre : ──── Pourquoi? Qui t'a payé? On était amis! ────

    Santiago se rio, un sonido gutural que resonó como eco en el infierno.

    ──── Amis ? Nous n'avons jamais été amis. Tu as rompu le pacte, et maintenant tu dois payer. Le démon qui est en moi n'oublie pas. Et ce soir, le prix à payer sera ton sang. ────

    Más guardias irrumpieron desde las escaleras: cuatro en total, armados hasta los dientes. Disparos retumbaron en la mansión, astillando muebles antiguos y perforando paredes. Santiago se movió como humo, esquivando balas. Saco rápidamente su 9mm, solo fueron dos disparos certeros; una a la cabeza de los dos guardias que cubrían la delantera.

    Los últimos dos intentaron flanquearlo. Uno disparó una ráfaga que rozó el hombro de Santiago, rasgando el abrigo pero no la piel.

    ──── Pathétique. ────

    Siseó él, lanzando una daga oculta en su saco que se clavó en la garganta del tirador. El último guardia, aterrorizado, vació su cargador.

    Santiago, apunto nuevamente y disparó otro certero tiro en la cabeza del guardia restante. Duval, acorralado detrás del escritorio, sacó una pistola de un cajón.

    Pierre : ──── Attends! Je peux payer le double! Triple! ────

    Santiago se acercó, ignorando el arma.

    Tomó la pistola de la mano temblorosa de Duval y la aplastó como papel. Luego, con delicadeza casi amorosa, colocó una mano en la frente del ministro y luego la bajó rápidamente para tomarlo del cuello apretando fuertemente.

    ──── Adieu, Pierre. L'enfer t'attend. . . ────

    Hizo una pequeña pausa.

    ────𝘌𝘴𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦 𝘱𝘶𝘥𝘳𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰, 𝘧𝘳𝘢𝘯𝘤é𝘴 𝘣𝘢𝘴𝘵𝘢𝘳𝘥𝘰. ────

    Un pulso fuerte recorrió el cuerpo del ministro. Su piel se agrietó ante aquél tacto, sangre negra brotando como lava. Gritó una última vez hasta que se escucho rápidamente el filo de la garra atravesando su cuello y un rápido movimiento, firme y perfecto realizando un corte limpió donde la cabeza salió rodando por los suelos dejando un camino de sangre en el transcurso.

    Santiago se limpió las manos en el abrigo, admirando el caos: cuerpos destrozados, sangre salpicando tapices renacentistas. Sacó un cigarrillo, lo encendió con una llama de su dedo, y exhaló humo hacia el techo.

    ──── Paris est toujours aussi belle la nuit. J'ai récupéré ce que vous me deviez. ────

    Murmuró, antes de desvanecerse en las sombras, dejando la mansión como un mausoleo de los caídos. El demonio había cobrado su deuda.
    ──── 𝘛𝘩𝘦 𝘥𝘦𝘣𝘵 𝘩𝘢𝘴 𝘣𝘦𝘦𝘯 𝘱𝘢𝘪𝘥. ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | ℭ𝔥𝔞𝔭𝔱𝔢𝔯 [𝟷𝟷] [🇫🇷] 𝑃𝑎𝑟í𝑠, 𝐹𝑟𝑎𝑛𝑐𝑖𝑎 — 𝟷𝟶:𝟹𝟶 𝑃.𝑀 La noche parisina caía como un velo de terciopelo negro sobre el Sena, cuando el vuelo desde Buenos Aires aterrizó en Charles de Gaulle. Santiago descendió del avión con la elegancia de un fantasma, su abrigo negro ondeando ligeramente con la brisa otoñal. Sus ojos rojos ocultos tras lentes ahumados, piel pálida que no reflejaba la luz, y un aura que hacía que los mortales se apartaran instintivamente. Argentino de nacimiento, pero con siglos de vagabundeo por el infierno y la tierra, hablaba francés como si hubiera nacido en las calles de Montmartre. Tomó un taxi hacia el distrito 16, donde las mansiones de los poderosos se erguían como fortalezas de mármol y oro. Su objetivo: Pierre Duval, el Ministro de Defensa de Francia, un hombre que había cruzado caminos con Santiago décadas atrás, cuándo se deshacía de los opositores u aquellos que atentaban contra él. Pero los contratos cambian, y esta vez, el pago venía por una deuda pendiente del mismísimo Pierre. La mansión de Duval era un palacio neoclásico, rodeado de jardines manicureados y vigilado por guardias armados con fusiles de asalto. Santiago se acercó a la verja principal, su silueta recortada contra las luces de la ciudad. Uno de los guardias, un tipo fornido con auricular, lo detuvo. Guardia: ──── Identifiez-vous. ──── Gruñó el guardia, mano en la pistolera. Santiago sonrió, revelando colmillos apenas perceptibles. ──── Dites à Monsieur Duval que c'est un vieil ami d'Argentine. Santiago. Il me connaît depuis longtemps.──── El guardia dudó, pero el nombre surtió efecto. Llamó por radio, y tras un minuto de silencio tenso, la verja se abrió. Dos guardias más lo escoltaron por el camino de gravilla, sus botas crujiendo como huesos rotos. Santiago caminaba con calma, inhalando el aroma a rosas y poder corrupto. En el vestíbulo de mármol, iluminado por candelabros de cristal, Pierre Duval lo esperaba. El ministro era un hombre de sesenta años, elegante en su traje a medida, con una copa de coñac en la mano. Su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa y nostalgia. Pierre : ──── Santiago! Mon Dieu, ça fait combien... vingt ans? Depuis Brazzaville. Entre, entre. Qu'est-ce qui t'amène à Paris? Un contrat?──── Santiago entró, quitándose los guantes lentamente. ──── Exactement, Pierre. Un contrat. Mais cette fois, c'est toi la cible. ──── Los ojos de Duval se abrieron de par en par. Intentó retroceder, pero los guardias ya estaban alertas. Los dos guardias en la puerta levantaron sus armas, pero Santiago fue más rápido. Con un movimiento fluido, extendió la mano y envolviendo su cuello hasta romperlo. El hombre gritó mientras su cuerpo se retorcía, huesos crujiendo como ramas secas, hasta colapsar en un montón de carne inerte. El segundo disparó, balas silbando en el aire, pero rebotaron en la piel de Santiago como gotas de lluvia en acero. ──── Tu n'as pas changé du tout, Pierre. Tu continues d'échouer malgré toute la sécurité dont tu disposes.──── El guardia restante cargó con un cuchillo, pero Santiago lo agarró por el cuello, levantándolo del suelo. Con un chasquido, el cuello se quebró. El cuerpo cayó pesadamente sobre la alfombra persa. Duval retrocedió hacia su escritorio, presionando un botón de pánico oculto. Pierre : ──── Pourquoi? Qui t'a payé? On était amis! ──── Santiago se rio, un sonido gutural que resonó como eco en el infierno. ──── Amis ? Nous n'avons jamais été amis. Tu as rompu le pacte, et maintenant tu dois payer. Le démon qui est en moi n'oublie pas. Et ce soir, le prix à payer sera ton sang. ──── Más guardias irrumpieron desde las escaleras: cuatro en total, armados hasta los dientes. Disparos retumbaron en la mansión, astillando muebles antiguos y perforando paredes. Santiago se movió como humo, esquivando balas. Saco rápidamente su 9mm, solo fueron dos disparos certeros; una a la cabeza de los dos guardias que cubrían la delantera. Los últimos dos intentaron flanquearlo. Uno disparó una ráfaga que rozó el hombro de Santiago, rasgando el abrigo pero no la piel. ──── Pathétique. ──── Siseó él, lanzando una daga oculta en su saco que se clavó en la garganta del tirador. El último guardia, aterrorizado, vació su cargador. Santiago, apunto nuevamente y disparó otro certero tiro en la cabeza del guardia restante. Duval, acorralado detrás del escritorio, sacó una pistola de un cajón. Pierre : ──── Attends! Je peux payer le double! Triple! ──── Santiago se acercó, ignorando el arma. Tomó la pistola de la mano temblorosa de Duval y la aplastó como papel. Luego, con delicadeza casi amorosa, colocó una mano en la frente del ministro y luego la bajó rápidamente para tomarlo del cuello apretando fuertemente. ──── Adieu, Pierre. L'enfer t'attend. . . ──── Hizo una pequeña pausa. ────𝘌𝘴𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦 𝘱𝘶𝘥𝘳𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰, 𝘧𝘳𝘢𝘯𝘤é𝘴 𝘣𝘢𝘴𝘵𝘢𝘳𝘥𝘰. ──── Un pulso fuerte recorrió el cuerpo del ministro. Su piel se agrietó ante aquél tacto, sangre negra brotando como lava. Gritó una última vez hasta que se escucho rápidamente el filo de la garra atravesando su cuello y un rápido movimiento, firme y perfecto realizando un corte limpió donde la cabeza salió rodando por los suelos dejando un camino de sangre en el transcurso. Santiago se limpió las manos en el abrigo, admirando el caos: cuerpos destrozados, sangre salpicando tapices renacentistas. Sacó un cigarrillo, lo encendió con una llama de su dedo, y exhaló humo hacia el techo. ──── Paris est toujours aussi belle la nuit. J'ai récupéré ce que vous me deviez. ──── Murmuró, antes de desvanecerse en las sombras, dejando la mansión como un mausoleo de los caídos. El demonio había cobrado su deuda.
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  • — ¡Nmhg!

    Se siente más cansado de lo habitual, cuando más ha descansado de su labor como líder de la mansión Phantomhive.
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  • Ecos de un hogar quebrado
    Categoría Original
    Memorias de Jacob y Nyssara.

    Rol: Jacob Alexander Fowler
    Soundtrack: https://www.youtube.com/watch?v=so8V5dAli-Q&list=RDso8V5dAli-Q&start_radio=1

    La lluvia caía sobre los ventanales de la mansión Starfen con un golpe constante y frío, trazando caminos que parecían dibujar la ansiedad de la casa misma. Nyssara, que para ese momento tenía siete años, permanecía en el descanso de la escalera, abrazando un peluche que Elian le había regalado en su cumpleaños número 6. Sus ojos verdes seguían cada movimiento de sus padres y de su hermana, que caminaban por la sala con pasos calculados, gestos medidos, como siempre que querían ocultar algo. Desde hacía meses, la frialdad hacia ella era evidente, miradas cargadas de reproche, palabras cortantes y silencios que la señalaban como responsable de aquel fatídico día.

    Esa noche, sin embargo, había algo más en el aire. Un presagio sutil, un peso que parecía asentarse en los candelabros y en los muebles caros, como si la casa misma contuviera la respiración. Nyssara lo percibió de inmediato, incluso los murmullos de los muertos que la acompañaban se mantenían a distancia, inquietos por lo que estaba por suceder.

    La puerta principal se abrió de golpe. Una ráfaga de viento y lluvia invadió la mansión, arrastrando el olor de tierra mojada. Sus padres entraron primero, impecables y rígidos como siempre, vestidos con ropa cara que brillaba bajo la luz mortecina. Pero no estaban solos.

    Entre ellos apareció un niño. Tenía unos once años, el cabello castaño pegado a la frente por la humedad y unos ojos verdes que recorrían la sala con cautela. Sus pasos eran firmes, seguros de si mismo, como si aquello no fuera más una situación más en su vida.

    —Nyssara —dijo su madre con la sonrisa cuidadosamente medida que siempre llevaba puesta— Este es Jacob. Desde hoy vivirá con nosotros. Él necesitaba un hogar — Su madre continuó hablando con esa suavidad calculada, que ella tan bien conocía— Y nosotros estamos más que gustosos que acogerlo - Nyssara descendió un peldaño, el corazón latiéndole con fuerza. La frase caía ligera, como si envolviera una mentira en terciopelo. Pero Nyssara entendió inmediatamente la verdad. Nadie podría reemplazar a Elian, y ellos lo sabían. Aún así, lo pretendían, y lo peor era que la atención y el afecto de la familia estaban ahora centrados en ese extraño.

    La mirada de la castaña se volvió fría. Ni siquiera hubo una respuesta por su parte, sus labios permanecieron cerrados, y sus ojos se clavaron en él, cargados de acusación muda. Él no era el problema. El problema eran sus padres y su hermana, lo que hacían era la traición misma. "¿Cómo podían...?".

    La voz de su padre se hizo presente, sacándola por completo del bombardeo de pensamientos que estaba teniendo.

    —Jacob, Nyssara y Megara —dijo aquel hombre frío que llamaba padre, rompiendo así el silencio que se había hecho presente en la sala— Dentro de unas horas habrá una escena especial en la que todos participaremos. Nadie se quedará atrás. Todos deben alistarse ahora, sin excepción. Como siempre, recordemos… guardar la compostura- Nyssara apretó los dientes, sus padres no solo habían traído a alguien más para ocupar algo valioso para ella, sino que incluso ese evento especial formaba parte de la puesta en escena de la familia perfecta. Todo debía parecer ordenado, controlado y elegante, como si el dolor, la culpa y la traición fueran irrelevantes.

    A su alrededor, las sombras de los muertos se arremolinaban, inquietas. Una de ellas, una figura borrosa de contornos temblorosos, murmuró cerca de su oído "Los vivos, pequeña… los vivos son los que más daño hacen cuando quieren olvidar..."

    En ese momento, mientras la lluvia seguía cayendo, los dos niños se enfrentaban a la misma verdad, la mansión Starfen ya no era un hogar, sino un laberinto de secretos, culpas y traiciones que recién comenzaban a revelarse.
    Memorias de Jacob y Nyssara. Rol: [Jacob1] Soundtrack: https://www.youtube.com/watch?v=so8V5dAli-Q&list=RDso8V5dAli-Q&start_radio=1 La lluvia caía sobre los ventanales de la mansión Starfen con un golpe constante y frío, trazando caminos que parecían dibujar la ansiedad de la casa misma. Nyssara, que para ese momento tenía siete años, permanecía en el descanso de la escalera, abrazando un peluche que Elian le había regalado en su cumpleaños número 6. Sus ojos verdes seguían cada movimiento de sus padres y de su hermana, que caminaban por la sala con pasos calculados, gestos medidos, como siempre que querían ocultar algo. Desde hacía meses, la frialdad hacia ella era evidente, miradas cargadas de reproche, palabras cortantes y silencios que la señalaban como responsable de aquel fatídico día. Esa noche, sin embargo, había algo más en el aire. Un presagio sutil, un peso que parecía asentarse en los candelabros y en los muebles caros, como si la casa misma contuviera la respiración. Nyssara lo percibió de inmediato, incluso los murmullos de los muertos que la acompañaban se mantenían a distancia, inquietos por lo que estaba por suceder. La puerta principal se abrió de golpe. Una ráfaga de viento y lluvia invadió la mansión, arrastrando el olor de tierra mojada. Sus padres entraron primero, impecables y rígidos como siempre, vestidos con ropa cara que brillaba bajo la luz mortecina. Pero no estaban solos. Entre ellos apareció un niño. Tenía unos once años, el cabello castaño pegado a la frente por la humedad y unos ojos verdes que recorrían la sala con cautela. Sus pasos eran firmes, seguros de si mismo, como si aquello no fuera más una situación más en su vida. —Nyssara —dijo su madre con la sonrisa cuidadosamente medida que siempre llevaba puesta— Este es Jacob. Desde hoy vivirá con nosotros. Él necesitaba un hogar — Su madre continuó hablando con esa suavidad calculada, que ella tan bien conocía— Y nosotros estamos más que gustosos que acogerlo - Nyssara descendió un peldaño, el corazón latiéndole con fuerza. La frase caía ligera, como si envolviera una mentira en terciopelo. Pero Nyssara entendió inmediatamente la verdad. Nadie podría reemplazar a Elian, y ellos lo sabían. Aún así, lo pretendían, y lo peor era que la atención y el afecto de la familia estaban ahora centrados en ese extraño. La mirada de la castaña se volvió fría. Ni siquiera hubo una respuesta por su parte, sus labios permanecieron cerrados, y sus ojos se clavaron en él, cargados de acusación muda. Él no era el problema. El problema eran sus padres y su hermana, lo que hacían era la traición misma. "¿Cómo podían...?". La voz de su padre se hizo presente, sacándola por completo del bombardeo de pensamientos que estaba teniendo. —Jacob, Nyssara y Megara —dijo aquel hombre frío que llamaba padre, rompiendo así el silencio que se había hecho presente en la sala— Dentro de unas horas habrá una escena especial en la que todos participaremos. Nadie se quedará atrás. Todos deben alistarse ahora, sin excepción. Como siempre, recordemos… guardar la compostura- Nyssara apretó los dientes, sus padres no solo habían traído a alguien más para ocupar algo valioso para ella, sino que incluso ese evento especial formaba parte de la puesta en escena de la familia perfecta. Todo debía parecer ordenado, controlado y elegante, como si el dolor, la culpa y la traición fueran irrelevantes. A su alrededor, las sombras de los muertos se arremolinaban, inquietas. Una de ellas, una figura borrosa de contornos temblorosos, murmuró cerca de su oído "Los vivos, pequeña… los vivos son los que más daño hacen cuando quieren olvidar..." En ese momento, mientras la lluvia seguía cayendo, los dos niños se enfrentaban a la misma verdad, la mansión Starfen ya no era un hogar, sino un laberinto de secretos, culpas y traiciones que recién comenzaban a revelarse.
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  • EL estudio del Tao
    Fandom Mo Dao Zu Shi
    Categoría Aventura
    CHINA ANTIGUA, Montaña Celestial

    Cuando los primeros rayos de sol aparecieron en los tejados de aquel recóndito lugar llamado por los cultivadores como "Tianshan" o Montaña Celestial, daba paso a un hermoso paisaje onírico.

    Los pequeños de distintas flores comenzaban a brotar, de la pequeña alfombra verde que aun resistia al paso de la estación. Un viento frío recorria todo aquel lugar, el invierno se aproximaba y con ello todo una extensa alfombra blanca pronto remplazaría aquella vegetación dominando asi por al menos unos 3 o 4 meses antes de que llegara nuevamente la primavera; algunos de los pequeños ayudantes que tenía su maestra jugaban a recolectar palos y leña entre el pequeño bosque que rodeaba la montaña para el invierno.

    Entre todos los pequeños ayudantes, existía un joven taoista, y último discipulo de la gran maestra Baoshan Sanren, un joven soñador que deseaba terminar su entrenamiento para ayudar al mundo exterior con su deseo y fe inquebrantable.

    Xiao Xingchen, era el nombre que su maestra le puso cuando fue acogido desde su mas tierna infancia, creció a lado de su maestra para ser un cultivador como sus dos hermanos mayores de cultivo que ya habían partido de la secta mucho antes que el.

    Ahora a sus 16 años, pasaba su tiempo en meditacion, entrenando con su maestra en el manejo de la espada, incluso desde muy joven habia desarrollado su propia tecnica "Frost"el cual era letal para todo aquel que deseara una muerte segura; así también como aprendiendo las 6 artes: ritos, música, Tiro con arco, conduccion de carros (montar a caballo), caligrafía y matemáticas.

    Aun cuando fuera un joven cultivador, no dejaba de lado aprender sobre los antiguos eruditos llegando a cosiderarse como Daozhang a muy temprana edad.

    Metido entre montañas de libros, Xiao Xingchen estudiaba sobre los preceptos basicos del Taoismo, con la misma dedicación y pasión que hacía sus entrenamientos.
    1. No albergues odio ni celos en tu corazón.
    2. Mantén un corazón amable y no mates.
    3. Mantén la pureza y sé retraído en tus interacciones sociales.
    4. No pongas tu mente en el deseo sexual ni des lugar a la pasión.
    5. No pronuncies malas palabras.
    6. No tomes licor ni drogas.
    7. No envidies si otros son mejores que tú.
    8. No critiques ni debatas las escrituras y enseñanzas.
    9. No crees disturbios a través de la argumentación verbal.
    10. Sé ecuánime y de todo corazón en todas tus acciones.

    Solo un año mas..y podré salir de la Mansión a viajar por el mundo...

    CHINA ANTIGUA, Montaña Celestial Cuando los primeros rayos de sol aparecieron en los tejados de aquel recóndito lugar llamado por los cultivadores como "Tianshan" o Montaña Celestial, daba paso a un hermoso paisaje onírico. Los pequeños de distintas flores comenzaban a brotar, de la pequeña alfombra verde que aun resistia al paso de la estación. Un viento frío recorria todo aquel lugar, el invierno se aproximaba y con ello todo una extensa alfombra blanca pronto remplazaría aquella vegetación dominando asi por al menos unos 3 o 4 meses antes de que llegara nuevamente la primavera; algunos de los pequeños ayudantes que tenía su maestra jugaban a recolectar palos y leña entre el pequeño bosque que rodeaba la montaña para el invierno. Entre todos los pequeños ayudantes, existía un joven taoista, y último discipulo de la gran maestra Baoshan Sanren, un joven soñador que deseaba terminar su entrenamiento para ayudar al mundo exterior con su deseo y fe inquebrantable. Xiao Xingchen, era el nombre que su maestra le puso cuando fue acogido desde su mas tierna infancia, creció a lado de su maestra para ser un cultivador como sus dos hermanos mayores de cultivo que ya habían partido de la secta mucho antes que el. Ahora a sus 16 años, pasaba su tiempo en meditacion, entrenando con su maestra en el manejo de la espada, incluso desde muy joven habia desarrollado su propia tecnica "Frost"el cual era letal para todo aquel que deseara una muerte segura; así también como aprendiendo las 6 artes: ritos, música, Tiro con arco, conduccion de carros (montar a caballo), caligrafía y matemáticas. Aun cuando fuera un joven cultivador, no dejaba de lado aprender sobre los antiguos eruditos llegando a cosiderarse como Daozhang a muy temprana edad. Metido entre montañas de libros, Xiao Xingchen estudiaba sobre los preceptos basicos del Taoismo, con la misma dedicación y pasión que hacía sus entrenamientos. 1. No albergues odio ni celos en tu corazón. 2. Mantén un corazón amable y no mates. 3. Mantén la pureza y sé retraído en tus interacciones sociales. 4. No pongas tu mente en el deseo sexual ni des lugar a la pasión. 5. No pronuncies malas palabras. 6. No tomes licor ni drogas. 7. No envidies si otros son mejores que tú. 8. No critiques ni debatas las escrituras y enseñanzas. 9. No crees disturbios a través de la argumentación verbal. 10. Sé ecuánime y de todo corazón en todas tus acciones. Solo un año mas..y podré salir de la Mansión a viajar por el mundo...
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  • Vamos a transformar esta mansión y convertirla en un lugar hermoso y lujoso.
    Vamos a transformar esta mansión y convertirla en un lugar hermoso y lujoso.
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  • *Era una noche de Halloween muy tenebrosa y fría, La doncella Céleste se aproximaba a pasos apresurados a finalizar los últimos detalles de su disfraz, que era hecho a mano, pero también había utilizado su magia para hacerlo ver un poco más realista y único, mientras se miraba en el espejo con una sonrisa*.

    —¿Será que me veo bien e impactaré a todos (as) en la fiesta de Disfraces que preparó mi amiga Miya Katsuragi?.

    *El reloj de la Sala principal de la Mansión Kurorosse Ángeles, comenzaba a sonar dando la hora de las 12:00 pm*

    —¡Cielos, ya se está haciendo tarde para ir a la fiesta de mi mejor amiga Miya!.

    *Se dirigió rápidamente saliendo de su habitación, bajando la escalinata que conducía hacia las afueras de su hogar, saliendo de ahí, le dice al mayordomo de la familia de confianza, llamado Richard que la escolte hacia la limusina familiar, que la llevará hacia el sitio de la fiesta*.

    Cuando llegó, le dijo a Richard:
    —¡Muchas gracias!. Es aquí.

    Mayordomo Richard: —¡Señorita!, aquí estaremos, hasta cuando la reunión o festejo termine. ¡Cuidaos mucho por favor!.

    —¡Eréis muy amable, Richard!.


    *Al llegar, notó que la fiesta ya había empezado y que muchos de sus familiares, amistades y hermandades la esperaban*.





    *Era una noche de Halloween muy tenebrosa y fría, La doncella Céleste se aproximaba a pasos apresurados a finalizar los últimos detalles de su disfraz, que era hecho a mano, pero también había utilizado su magia para hacerlo ver un poco más realista y único, mientras se miraba en el espejo con una sonrisa*. —¿Será que me veo bien e impactaré a todos (as) en la fiesta de Disfraces que preparó mi amiga Miya Katsuragi?. *El reloj de la Sala principal de la Mansión Kurorosse Ángeles, comenzaba a sonar dando la hora de las 12:00 pm* —¡Cielos, ya se está haciendo tarde para ir a la fiesta de mi mejor amiga Miya!. *Se dirigió rápidamente saliendo de su habitación, bajando la escalinata que conducía hacia las afueras de su hogar, saliendo de ahí, le dice al mayordomo de la familia de confianza, llamado Richard que la escolte hacia la limusina familiar, que la llevará hacia el sitio de la fiesta*. Cuando llegó, le dijo a Richard: —¡Muchas gracias!. Es aquí. Mayordomo Richard: —¡Señorita!, aquí estaremos, hasta cuando la reunión o festejo termine. ¡Cuidaos mucho por favor!. —¡Eréis muy amable, Richard!. *Al llegar, notó que la fiesta ya había empezado y que muchos de sus familiares, amistades y hermandades la esperaban*.
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  • MÓNACO: Un Verano Sin Ti.
    Fandom OC
    Categoría Slice of Life
    ⤷ ゛𝙲𝚑𝚒𝚌𝚊𝚐𝚘 – 𝙻𝚘𝚞𝚒𝚜 𝚃𝚘𝚖𝚕𝚒𝚗𝚜𝚘𝚗 ˎˊ˗

    ᴜꜱꜱᴇʀ ʀᴏʟ:
    ╰─ ─╮
    ˚₊ ˚ ‧₊ .:・˚₊ ˚ ‧╰┈➤ 𝕯𝖊𝖗𝖆𝖓 𝕳𝖊𝖑𝖑

    𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ

    ℰ𝓃𝓉𝓇𝒶𝒹𝒶 𝒹ℯ𝓁 𝒹𝒾𝒶𝓇𝒾ℴ | ᪐ƽ 𝒹ℯ 𝒜ℊℴ𝓈𝓉ℴ

    Si hay algo que extraño de mi niñez, sin duda alguna serían los veranos en Mónaco.

    Había algo casi irreal en esos días —el sol siempre parecía brillar distinto sobre el mar, el aire olía a sal, y el mundo entero se reducía a una sucesión de risas, chapuzones y promesas de que todo sería eterno. Recuerdo las playas, doradas y ruidosas, las caminatas descalza sobre la arena caliente, el sonido de las gaviotas mezclándose con la música que salía desde la terraza de la mansión.

    La casa… Era más que un hogar temporal. Era un escenario de lujo y caos donde cuatro familias se fundían en una sola. Adultos con copas en la mano riendo entre conversaciones interminables, y nosotros, los niños, corriendo entre pasillos que parecían no tener fin. Nos escabullíamos a los cuartos para hacer pijamadas improvisadas, nos escondíamos debajo de las mesas del comedor, inventábamos historias de fantasmas y hacíamos pactos que jurábamos cumplir incluso de adultos.

    No dudaba ni por un segundo que aquellos veranos habían sido los mejores de mi vida.

    O al menos así fueron… Hasta que Deran dejó de ir.

    (…)

    𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ



    ╭┈ • ┈┈┈ 𝙁𝙡𝙖𝙨𝙝𝙗𝙖𝙘𝙠 ┈┈• ┈╮

    El vuelo privado descendía suavemente entre las nubes, y el murmullo constante de los motores era casi un arrullo más que un ruido. Katherine observaba por la ventanilla, viendo cómo el azul del cielo se deshacía en el horizonte y el mar de Niza se extendía debajo como una seda brillante. Frente a ella, Olivia dormía con la cabeza recostada sobre su hombro, un mechón rebelde pegado a su mejilla. Ezra, en cambio, permanecía al otro lado del pasillo, con un libro abierto.

    Para la joven rubia, aquello no tenía nada de extraordinario. Era lo de siempre: el vuelo privado, los asientos de cuero marfil, las cortinas de lino beige, la bandeja de plata con jugo recién exprimido y los croissants aún tibios. El piloto ya había anunciado que aterrizarían en cuestión de minutos, y ella ni siquiera levantó la vista. Estaba acostumbrada. Ese era el ritmo natural de los Hamilton —una familia para la que el lujo no era un privilegio, sino una costumbre.

    Cuando el avión tocó tierra, el movimiento fue tan suave que apenas se notó. Nini, la niñera, se apresuró a despertar a su hermana menor con una sonrisa, mientras Clara, su madre, revisaba distraídamente su teléfono y Nicolas, su padre, hablaba con uno de los asistentes de vuelo, organizando el siguiente tramo del viaje.

    Apenas descendieron por la escalerilla, el aire cálido del mediodía los envolvió. En la pista privada los esperaba un helicóptero negro con los emblemas dorados de la familia grabados en los costados. Las hélices giraban lentamente, haciendo que los cabellos, castaño claro, de Olivia se levantaran como una corona desordenada.

    El intercambio fue rápido, casi coreográfico. Un asistente tomó las maletas, otro ofreció a Clara su sombrero, y Katherine, con la naturalidad de quien lo ha hecho mil veces, subió al helicóptero sin esperar indicaciones. Ezra la siguió, ajustando su reloj inteligente, el último en el mercado, y detrás de ellos subieron Nini y la pequeña, que aún sostenía un pequeño peluche entre los brazos.

    En cuestión de minutos, las hélices rugieron con más fuerza, y el helicóptero se elevó, dejando atrás el aeropuerto de Niza. Bajo ellos, la costa se desplegaba como un sueño familiar. Katherine apoyó la frente contra el vidrio y vio, a lo lejos, el punto blanco de la mansión, rodeado de jardines y con el mar respirando a pocos metros.

    Otro verano en Mónaco.

    ╰┈ • ┈ 𝙁𝙞𝙣 𝙙𝙚𝙡 𝙁𝙡𝙖𝙨𝙝𝙗𝙖𝙘𝙠 ┈• ┈╯


    ·༻𝗣𝗥𝗘𝗦𝗘𝗡𝗧𝗘༺·


    Katherine estaba en su despacho, con las mangas de la blusa arremangadas hasta los codos y un mechón suelto cayéndole sobre el rostro. Había pasado la última hora ordenando expedientes y archivando casos viejos en cajas de cartón que ya casi no cabían en la repisa. El sonido del papel y el roce de las carpetas la mantenían concentrada, o al menos lo intentaban.

    La puerta, que permanecía entreabierta, se golpeó suavemente desde el otro lado. La joven abogada alzó la vista justo cuando la figura de Rachel apareció en el marco, recostada con naturalidad, como si el umbral de esa habitación fuese su hábitat natural.

    —¿Vas a invitar a tu hermano? —preguntó con una sonrisa apenas perceptible.

    Katherine suspiró, apoyando el último expediente sobre la mesa. Sabía exactamente a qué se refería.

    —No lo creo. La cena de presentación con papá está bien. —Su voz fue firme, aunque un dejo de duda se coló entre las palabras—. Hace tiempo que no veo a Ezra, sobre todo desde que se fue a Londres. Tal vez deberíamos dejarlo para otra ocasión.

    Rachel asintió despacio, comprendiendo. La pelinegra se acercó un par de pasos, con esa calma suya que contrastaba con la tensión que siempre flotaba en el aire cuando el apellido Hamilton estaba de por medio.

    —¿Tienes algún menú planeado? —preguntó, arqueando una ceja con un tono casi juguetón.

    Katherine la miró, incrédula, como si acabara de escuchar la pregunta más absurda del día.

    —Definitivamente tengo un menú planeado —respondió, dejando el archivo con un golpe seco dentro de la caja—. También tengo los outfits planeados, la decoración de la mesa planeada, y no quiero que ni un puto cubierto esté fuera de su lugar.

    El tono de su voz se endureció al final, cargado de ese perfeccionismo que a veces era su refugio, y otras, su condena.

    Rachel no dijo nada. Solo se acercó hasta quedar frente a ella, tomó su rostro con ambas manos y le dio un beso lento, el tipo de beso que desarma cualquier estructura cuidadosamente construida.

    —Entonces —susurró contra sus labios, con una media sonrisa—, vamos a dar una cena perfecta este sábado.
    ⤷ ゛𝙲𝚑𝚒𝚌𝚊𝚐𝚘 – 𝙻𝚘𝚞𝚒𝚜 𝚃𝚘𝚖𝚕𝚒𝚗𝚜𝚘𝚗 ˎˊ˗ ᴜꜱꜱᴇʀ ʀᴏʟ: ╰─ 👤 ─╮ ˚₊ ˚ ‧₊ .:・˚₊ ˚ ‧╰┈➤ [nova_navy_mouse_914] 𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆🌷͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆🌷͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ ℰ𝓃𝓉𝓇𝒶𝒹𝒶 𝒹ℯ𝓁 𝒹𝒾𝒶𝓇𝒾ℴ | ᪐ƽ 𝒹ℯ 𝒜ℊℴ𝓈𝓉ℴ Si hay algo que extraño de mi niñez, sin duda alguna serían los veranos en Mónaco. Había algo casi irreal en esos días —el sol siempre parecía brillar distinto sobre el mar, el aire olía a sal, y el mundo entero se reducía a una sucesión de risas, chapuzones y promesas de que todo sería eterno. Recuerdo las playas, doradas y ruidosas, las caminatas descalza sobre la arena caliente, el sonido de las gaviotas mezclándose con la música que salía desde la terraza de la mansión. La casa… Era más que un hogar temporal. Era un escenario de lujo y caos donde cuatro familias se fundían en una sola. Adultos con copas en la mano riendo entre conversaciones interminables, y nosotros, los niños, corriendo entre pasillos que parecían no tener fin. Nos escabullíamos a los cuartos para hacer pijamadas improvisadas, nos escondíamos debajo de las mesas del comedor, inventábamos historias de fantasmas y hacíamos pactos que jurábamos cumplir incluso de adultos. No dudaba ni por un segundo que aquellos veranos habían sido los mejores de mi vida. O al menos así fueron… Hasta que Deran dejó de ir. (…) 𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆🌷͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ𓂃˖˳·˖ ִֶָ ⋆🌷͙⋆ ִֶָ˖·˳˖𓂃 ִֶָ ╭┈ • ┈┈┈ 𝙁𝙡𝙖𝙨𝙝𝙗𝙖𝙘𝙠 ┈┈• ┈╮ El vuelo privado descendía suavemente entre las nubes, y el murmullo constante de los motores era casi un arrullo más que un ruido. Katherine observaba por la ventanilla, viendo cómo el azul del cielo se deshacía en el horizonte y el mar de Niza se extendía debajo como una seda brillante. Frente a ella, Olivia dormía con la cabeza recostada sobre su hombro, un mechón rebelde pegado a su mejilla. Ezra, en cambio, permanecía al otro lado del pasillo, con un libro abierto. Para la joven rubia, aquello no tenía nada de extraordinario. Era lo de siempre: el vuelo privado, los asientos de cuero marfil, las cortinas de lino beige, la bandeja de plata con jugo recién exprimido y los croissants aún tibios. El piloto ya había anunciado que aterrizarían en cuestión de minutos, y ella ni siquiera levantó la vista. Estaba acostumbrada. Ese era el ritmo natural de los Hamilton —una familia para la que el lujo no era un privilegio, sino una costumbre. Cuando el avión tocó tierra, el movimiento fue tan suave que apenas se notó. Nini, la niñera, se apresuró a despertar a su hermana menor con una sonrisa, mientras Clara, su madre, revisaba distraídamente su teléfono y Nicolas, su padre, hablaba con uno de los asistentes de vuelo, organizando el siguiente tramo del viaje. Apenas descendieron por la escalerilla, el aire cálido del mediodía los envolvió. En la pista privada los esperaba un helicóptero negro con los emblemas dorados de la familia grabados en los costados. Las hélices giraban lentamente, haciendo que los cabellos, castaño claro, de Olivia se levantaran como una corona desordenada. El intercambio fue rápido, casi coreográfico. Un asistente tomó las maletas, otro ofreció a Clara su sombrero, y Katherine, con la naturalidad de quien lo ha hecho mil veces, subió al helicóptero sin esperar indicaciones. Ezra la siguió, ajustando su reloj inteligente, el último en el mercado, y detrás de ellos subieron Nini y la pequeña, que aún sostenía un pequeño peluche entre los brazos. En cuestión de minutos, las hélices rugieron con más fuerza, y el helicóptero se elevó, dejando atrás el aeropuerto de Niza. Bajo ellos, la costa se desplegaba como un sueño familiar. Katherine apoyó la frente contra el vidrio y vio, a lo lejos, el punto blanco de la mansión, rodeado de jardines y con el mar respirando a pocos metros. Otro verano en Mónaco. ╰┈ • ┈ 𝙁𝙞𝙣 𝙙𝙚𝙡 𝙁𝙡𝙖𝙨𝙝𝙗𝙖𝙘𝙠 ┈• ┈╯ ·༻𝗣𝗥𝗘𝗦𝗘𝗡𝗧𝗘༺· Katherine estaba en su despacho, con las mangas de la blusa arremangadas hasta los codos y un mechón suelto cayéndole sobre el rostro. Había pasado la última hora ordenando expedientes y archivando casos viejos en cajas de cartón que ya casi no cabían en la repisa. El sonido del papel y el roce de las carpetas la mantenían concentrada, o al menos lo intentaban. La puerta, que permanecía entreabierta, se golpeó suavemente desde el otro lado. La joven abogada alzó la vista justo cuando la figura de Rachel apareció en el marco, recostada con naturalidad, como si el umbral de esa habitación fuese su hábitat natural. —¿Vas a invitar a tu hermano? —preguntó con una sonrisa apenas perceptible. Katherine suspiró, apoyando el último expediente sobre la mesa. Sabía exactamente a qué se refería. —No lo creo. La cena de presentación con papá está bien. —Su voz fue firme, aunque un dejo de duda se coló entre las palabras—. Hace tiempo que no veo a Ezra, sobre todo desde que se fue a Londres. Tal vez deberíamos dejarlo para otra ocasión. Rachel asintió despacio, comprendiendo. La pelinegra se acercó un par de pasos, con esa calma suya que contrastaba con la tensión que siempre flotaba en el aire cuando el apellido Hamilton estaba de por medio. —¿Tienes algún menú planeado? —preguntó, arqueando una ceja con un tono casi juguetón. Katherine la miró, incrédula, como si acabara de escuchar la pregunta más absurda del día. —Definitivamente tengo un menú planeado —respondió, dejando el archivo con un golpe seco dentro de la caja—. También tengo los outfits planeados, la decoración de la mesa planeada, y no quiero que ni un puto cubierto esté fuera de su lugar. El tono de su voz se endureció al final, cargado de ese perfeccionismo que a veces era su refugio, y otras, su condena. Rachel no dijo nada. Solo se acercó hasta quedar frente a ella, tomó su rostro con ambas manos y le dio un beso lento, el tipo de beso que desarma cualquier estructura cuidadosamente construida. —Entonces —susurró contra sus labios, con una media sonrisa—, vamos a dar una cena perfecta este sábado.
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  • En un universo alternativo, sin Pokémon. Dawn se convierte en la maid de una ostentosa mansión, para una de las familiar más poderosas de la región. Siempre dispuesta a brindar su cálido servicio y cuidados de Maid.
    En un universo alternativo, sin Pokémon. Dawn se convierte en la maid de una ostentosa mansión, para una de las familiar más poderosas de la región. Siempre dispuesta a brindar su cálido servicio y cuidados de Maid.
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