• Buenos días comienza otro dramático día en la mansión Gunningworth
    Buenos días comienza otro dramático día en la mansión Gunningworth
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  • Promesas en papel
    Fandom Epoca Victoriana
    Categoría Romance
    El sol de la tarde se filtraba a través de los vitrales, bañando la habitación con un resplandor cálido y dorado. Me encontraba en mi rincón favorito del invernadero, rodeado del dulce aroma de las gardenias y camelias en flor. La brisa acariciaba mis cabellos, jugando con ellos como si intentara robarme los pensamientos que revoloteaban en mi mente. Pero hoy no se los permitiría. Hoy, mis pensamientos no se desvanecerán en el viento.

    Con una sonrisa que no podía ocultar, deslicé la pluma sobre el papel. La tinta negra danzaba en suaves líneas, dando vida a las palabras que hasta ahora había guardado solo para mí.

    "Mi querido..."

    Solo esas dos palabras y ya sentí mi corazón latir con fuerza. La emoción era embriagadora, como el primer brote de una flor en primavera. Había pasado noches enteras imaginando este momento, planeando cada frase, cada suspiro contenido entre las letras. Pero ahora que finalmente escribía, las palabras fluían como un río desbordado, incapaz de contener todo lo que deseaba decirle.

    "Cada día que pasa, encuentro mi mirada perdida en la ventana, buscando un atisbo de tu silueta entre la multitud. Sé que no debería, que es peligroso, que si alguien nos descubre... Pero, ¿cómo podría ignorar lo que mi corazón me grita? En cada vals, en cada paseo por los jardines, incluso en los momentos de absoluta soledad, tu presencia nunca me abandona. ¿Acaso sientes lo mismo?"

    Me detuve por un instante, presionando la pluma contra el papel mientras contenía la risa que amenazaba con escaparse de mis labios. Qué atrevida me había vuelto. Pero no importaba. Hoy no importaban las reglas, ni los murmullos de la corte, ni siquiera los ojos vigilantes de mi dama de compañía.

    Hoy, por primera vez, era yo quien daba el primer paso.

    Volví a la carta con renovado entusiasmo.

    "Tal vez pienses que es una locura, que no debería escribirte así, con el corazón desnudo sobre este papel. Pero dime, ¿acaso no es la vida en sí una locura maravillosa? Si este atrevimiento me condena, que así sea. No quiero pasar un solo día más callando lo que en mi pecho arde con fuerza. Así que, si el destino ha de reírse de mí, prefiero que lo haga sabiendo que al menos fui sincera."

    Mis mejillas ardían cuando terminé la última frase. ¿Realmente había escrito aquello? ¿Realmente le estaba enviando esta confesión sin saber siquiera si la respuesta que recibiría sería un eco de mis sentimientos o el filo de un adiós?

    Con sumo cuidado, dobla la carta y la introduce en un sobre marfil. Tomé el sello de lacre y dejé caer la cera roja, estampando sobre ella un pequeño ramillete de flores secas, aquellas que él solía admirar cuando paseábamos juntos por los jardines de la mansión.

    Me permití un último suspiro antes de levantar la carta y acercarla a mis labios en un beso fugaz, como si aquel gesto pudiera impregnarla con toda la ternura que mi alma contenía.

    —"Llévala con cuidado" —susurré mientras la depositaba en manos de mi doncella de confianza—. "Y no dejes que nadie te vea."

    Ella apuntando con una leve sonrisa antes de perderse por los pasillos de la mansión.

    El destino ya estaba echado. Ahora, sólo quedaba esperar.
    El sol de la tarde se filtraba a través de los vitrales, bañando la habitación con un resplandor cálido y dorado. Me encontraba en mi rincón favorito del invernadero, rodeado del dulce aroma de las gardenias y camelias en flor. La brisa acariciaba mis cabellos, jugando con ellos como si intentara robarme los pensamientos que revoloteaban en mi mente. Pero hoy no se los permitiría. Hoy, mis pensamientos no se desvanecerán en el viento. Con una sonrisa que no podía ocultar, deslicé la pluma sobre el papel. La tinta negra danzaba en suaves líneas, dando vida a las palabras que hasta ahora había guardado solo para mí. "Mi querido..." Solo esas dos palabras y ya sentí mi corazón latir con fuerza. La emoción era embriagadora, como el primer brote de una flor en primavera. Había pasado noches enteras imaginando este momento, planeando cada frase, cada suspiro contenido entre las letras. Pero ahora que finalmente escribía, las palabras fluían como un río desbordado, incapaz de contener todo lo que deseaba decirle. "Cada día que pasa, encuentro mi mirada perdida en la ventana, buscando un atisbo de tu silueta entre la multitud. Sé que no debería, que es peligroso, que si alguien nos descubre... Pero, ¿cómo podría ignorar lo que mi corazón me grita? En cada vals, en cada paseo por los jardines, incluso en los momentos de absoluta soledad, tu presencia nunca me abandona. ¿Acaso sientes lo mismo?" Me detuve por un instante, presionando la pluma contra el papel mientras contenía la risa que amenazaba con escaparse de mis labios. Qué atrevida me había vuelto. Pero no importaba. Hoy no importaban las reglas, ni los murmullos de la corte, ni siquiera los ojos vigilantes de mi dama de compañía. Hoy, por primera vez, era yo quien daba el primer paso. Volví a la carta con renovado entusiasmo. "Tal vez pienses que es una locura, que no debería escribirte así, con el corazón desnudo sobre este papel. Pero dime, ¿acaso no es la vida en sí una locura maravillosa? Si este atrevimiento me condena, que así sea. No quiero pasar un solo día más callando lo que en mi pecho arde con fuerza. Así que, si el destino ha de reírse de mí, prefiero que lo haga sabiendo que al menos fui sincera." Mis mejillas ardían cuando terminé la última frase. ¿Realmente había escrito aquello? ¿Realmente le estaba enviando esta confesión sin saber siquiera si la respuesta que recibiría sería un eco de mis sentimientos o el filo de un adiós? Con sumo cuidado, dobla la carta y la introduce en un sobre marfil. Tomé el sello de lacre y dejé caer la cera roja, estampando sobre ella un pequeño ramillete de flores secas, aquellas que él solía admirar cuando paseábamos juntos por los jardines de la mansión. Me permití un último suspiro antes de levantar la carta y acercarla a mis labios en un beso fugaz, como si aquel gesto pudiera impregnarla con toda la ternura que mi alma contenía. —"Llévala con cuidado" —susurré mientras la depositaba en manos de mi doncella de confianza—. "Y no dejes que nadie te vea." Ella apuntando con una leve sonrisa antes de perderse por los pasillos de la mansión. El destino ya estaba echado. Ahora, sólo quedaba esperar.
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  • El Señor Tenebroso no descansa
    Fandom Harry Potter
    Categoría Acción
    En la penumbra de una mansión abandonada, donde el polvo y las telarañas se arremolinaban en los rincones, Tom Riddle, conocido ahora por todos como Lord Voldemort, se encontraba en su estudio. Sus cuarenta años no habían marcado su rostro de la manera que lo hace el tiempo con los mortales comunes; más bien, su apariencia se mantenía intemporal, una máscara de palidez y poder.

    Sus ojos observaban la noche a través de una ventana rota, como si pudiera ver más allá del mundo físico, en busca de su siguiente víctima o de un nuevo secreto oscuro para desentrañar. Su varita, siempre a su lado, parecía vibrar con un deseo de caos y destrucción, un reflejo de su propio corazón.

    El silencio del lugar era roto únicamente por el sonido de su respiración, profunda y controlada, mientras su mente daba vueltas a planes de conquista y control del Mundo Mágico.

    Un susurro, apenas audible, escapaba de sus labios, una promesa de dominio sobre todos los magos y brujas, sobre el mundo mágico y, quizás, más allá.

    Con una sonrisa que no tocaba sus ojos, Lord Voldemort se levantó. Había mucho por hacer; el poder no se conquista con la paciencia, sino con la acción. Y él, a sus cuarenta años, estaba más dispuesto que nunca a reclamar lo que consideraba suyo por derecho.
    En la penumbra de una mansión abandonada, donde el polvo y las telarañas se arremolinaban en los rincones, Tom Riddle, conocido ahora por todos como Lord Voldemort, se encontraba en su estudio. Sus cuarenta años no habían marcado su rostro de la manera que lo hace el tiempo con los mortales comunes; más bien, su apariencia se mantenía intemporal, una máscara de palidez y poder. Sus ojos observaban la noche a través de una ventana rota, como si pudiera ver más allá del mundo físico, en busca de su siguiente víctima o de un nuevo secreto oscuro para desentrañar. Su varita, siempre a su lado, parecía vibrar con un deseo de caos y destrucción, un reflejo de su propio corazón. El silencio del lugar era roto únicamente por el sonido de su respiración, profunda y controlada, mientras su mente daba vueltas a planes de conquista y control del Mundo Mágico. Un susurro, apenas audible, escapaba de sus labios, una promesa de dominio sobre todos los magos y brujas, sobre el mundo mágico y, quizás, más allá. Con una sonrisa que no tocaba sus ojos, Lord Voldemort se levantó. Había mucho por hacer; el poder no se conquista con la paciencia, sino con la acción. Y él, a sus cuarenta años, estaba más dispuesto que nunca a reclamar lo que consideraba suyo por derecho.
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  • Claire Novak llevaba años en el negocio de la caza, pero esta vez el caso exigía algo más que balas de plata y agua bendita: necesitaba una fachada perfecta. La mansión Hillcrest, situada en lo alto de una colina en San Francisco, había sido escenario de cinco muertes inexplicables en el último año. El espíritu que habitaba allí no era del tipo que se enfrentaba directamente, sino uno que acechaba en las sombras, esperando el momento de atacar.

    Para acercarse sin levantar sospechas, Claire se reinventó como Helena Monroe, una inversora de bienes raíces con una fortuna hecha a base de comprar y vender propiedades de lujo. Con un guardarropa impecable y una presencia imponente, Helena llegó a la mansión bajo el pretexto de estar interesada en adquirirla. Su llegada fue recibida por el agente inmobiliario y el ama de llaves, quienes, sin saberlo, serían sus primeras fuentes de información.

    #SeductiveSunday
    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    Claire Novak llevaba años en el negocio de la caza, pero esta vez el caso exigía algo más que balas de plata y agua bendita: necesitaba una fachada perfecta. La mansión Hillcrest, situada en lo alto de una colina en San Francisco, había sido escenario de cinco muertes inexplicables en el último año. El espíritu que habitaba allí no era del tipo que se enfrentaba directamente, sino uno que acechaba en las sombras, esperando el momento de atacar. Para acercarse sin levantar sospechas, Claire se reinventó como Helena Monroe, una inversora de bienes raíces con una fortuna hecha a base de comprar y vender propiedades de lujo. Con un guardarropa impecable y una presencia imponente, Helena llegó a la mansión bajo el pretexto de estar interesada en adquirirla. Su llegada fue recibida por el agente inmobiliario y el ama de llaves, quienes, sin saberlo, serían sus primeras fuentes de información. #SeductiveSunday #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • La mansión estaba en completo silencio, excepto por el eco de los pasos apresurados de un sirviente que intentaba escapar. Su respiración entrecortada dejaba claro su pánico, pero sabía que no podía huir.

    —¿A dónde crees que vas? —la voz de Aiko resonó en el pasillo como un dulce veneno.

    El hombre se detuvo en seco y giró lentamente. Aiko estaba de pie junto a la ventana, bañada por la luz de la luna. Su vestido rojo abrazaba su figura con una elegancia letal, y su mirada carmesí brillaba con furia contenida. Sus labios estaban fruncidos en un puchero adorable, pero la amenaza en sus ojos era inconfundible.

    —¿De verdad pensaste que podías mentirme, Kazuki? —preguntó, dando un paso adelante.

    —M-mi lady… No fue mi intención… —balbuceó el sirviente, temblando.

    Aiko inclinó la cabeza, sus largos mechones dorados cayendo sobre su hombro. Parecía una muñeca perfecta, pero la tensión en su mandíbula delataba su enojo.

    —Dijiste que habías traído mi copa de vino… pero esta estaba vacía. —Sus labios se curvaron en una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. ¿Acaso querías verme de mal humor?

    Kazuki cayó de rodillas. —¡No, por favor! Fue un error, no me di cuenta…

    Aiko suspiró dramáticamente y cruzó los brazos bajo su pecho. —Qué problema… Tendré que castigarte, pero no te preocupes, seré tierna…

    Antes de que el sirviente pudiera reaccionar, Aiko ya estaba a su lado, sujetándolo con delicadeza por la barbilla. Sus labios rozaron su cuello, y una risa suave escapó de ella.

    —No te preocupes, solo tomaré un poco… —susurró, justo antes de clavar sus colmillos con una dulzura que contrastaba con su ferocidad.

    La mansión estaba en completo silencio, excepto por el eco de los pasos apresurados de un sirviente que intentaba escapar. Su respiración entrecortada dejaba claro su pánico, pero sabía que no podía huir. —¿A dónde crees que vas? —la voz de Aiko resonó en el pasillo como un dulce veneno. El hombre se detuvo en seco y giró lentamente. Aiko estaba de pie junto a la ventana, bañada por la luz de la luna. Su vestido rojo abrazaba su figura con una elegancia letal, y su mirada carmesí brillaba con furia contenida. Sus labios estaban fruncidos en un puchero adorable, pero la amenaza en sus ojos era inconfundible. —¿De verdad pensaste que podías mentirme, Kazuki? —preguntó, dando un paso adelante. —M-mi lady… No fue mi intención… —balbuceó el sirviente, temblando. Aiko inclinó la cabeza, sus largos mechones dorados cayendo sobre su hombro. Parecía una muñeca perfecta, pero la tensión en su mandíbula delataba su enojo. —Dijiste que habías traído mi copa de vino… pero esta estaba vacía. —Sus labios se curvaron en una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. ¿Acaso querías verme de mal humor? Kazuki cayó de rodillas. —¡No, por favor! Fue un error, no me di cuenta… Aiko suspiró dramáticamente y cruzó los brazos bajo su pecho. —Qué problema… Tendré que castigarte, pero no te preocupes, seré tierna… Antes de que el sirviente pudiera reaccionar, Aiko ya estaba a su lado, sujetándolo con delicadeza por la barbilla. Sus labios rozaron su cuello, y una risa suave escapó de ella. —No te preocupes, solo tomaré un poco… —susurró, justo antes de clavar sus colmillos con una dulzura que contrastaba con su ferocidad.
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  • Si yo renunciase a este tipo de vida ¿Arreglaría algo? ¿O solo dejaría libre la mansión que ocuparía el siguiente rico psicópata? A veces pienso que estoy dispuesto a todo con tal de cambiar las cosas, que me llevaría a toda la gente de este barrio por delante.

    A toda, menos a ella.

    Menos a ella.

    Antes de que se mudase estaba aquí solo, entre gente sin corazón, a punto de perder el mío. Soy consciente de que mi alma también está podrida.

    Siempre he sido parte del problema. Tal vez pueda serlo de la solución. No todo está perdido.
    Si yo renunciase a este tipo de vida ¿Arreglaría algo? ¿O solo dejaría libre la mansión que ocuparía el siguiente rico psicópata? A veces pienso que estoy dispuesto a todo con tal de cambiar las cosas, que me llevaría a toda la gente de este barrio por delante. A toda, menos a ella. Menos a ella. Antes de que se mudase estaba aquí solo, entre gente sin corazón, a punto de perder el mío. Soy consciente de que mi alma también está podrida. Siempre he sido parte del problema. Tal vez pueda serlo de la solución. No todo está perdido.
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  • Tensión artística
    Fandom Original
    Categoría Romance
    El ambiente era abrumador, lleno de luces parpadeantes, risas y conversaciones superpuestas que creaban una sinfonía caótica de éxito y poder, aquella noche, la premiación había reunido a las estrellas más grandes de la industria, los nombres que dominaban las marquesinas y las listas de éxitos, el evento celebraba el talento, el esfuerzo y la influencia, y entre los grandes ganadores de la noche se encontraba Sun, quien había arrasado con múltiples premios gracias a su impecable actuación en su última película de acción.

    Aplausos, flashes de cámaras, felicitaciones de colegas y entrevistas llenas de halagos habían sido su realidad durante horas, ahora, la fiesta post-premiación se desarrollaba en una lujosa mansión.

    Sin embargo, Sun no era partidario de las fiestas o más bien, su tolerancia a las multitudes tenía un límite, entre los destellos de copas elevándose en brindis y el eco de risas despreocupadas, decidió buscar refugio. Deslizándose entre los invitados sin llamar demasiado la atención, llegó hasta un balcón apartado, dejando atrás el bullicio del salón principal.

    El aire fresco de la noche lo envolvió de inmediato, contrastando con el calor sofocante del interior, agradeció mentalmente haber elegido un atuendo lo suficientemente abrigado, aunque la brisa nocturna aún lograba colarse sutilmente bajo la tela, provocándole un leve escalofrío.

    Desde allí, la vista era serena, el jardín, iluminado tenuemente, la luna llena dominaba el cielo, la música de la fiesta llegaba amortiguada hasta sus oídos, como un eco lejano que poco a poco perdía relevancia en su mente.

    — Un momento de tranquilidad...

    Murmuró para sí mismo, dejando escapar un suspiro mientras se apoyaba en el barandal de hierro forjado, sus dedos trazaron distraídamente los relieves del metal frío, como si necesitara anclar su presencia en el momento.

    Le gustaba esto, no la fiesta, no la fama, no el peso de ser siempre una figura pública… sino este preciso instante, donde nadie le exigía nada, donde podía simplemente existir sin ser observado ni analizado.




    || Buen día, en mi perfil está la ficha del personaje "Sun" este es un rol BL, Yaoi, homosexual o como lo conozca. Muchas gracias por leer.||
    El ambiente era abrumador, lleno de luces parpadeantes, risas y conversaciones superpuestas que creaban una sinfonía caótica de éxito y poder, aquella noche, la premiación había reunido a las estrellas más grandes de la industria, los nombres que dominaban las marquesinas y las listas de éxitos, el evento celebraba el talento, el esfuerzo y la influencia, y entre los grandes ganadores de la noche se encontraba Sun, quien había arrasado con múltiples premios gracias a su impecable actuación en su última película de acción. Aplausos, flashes de cámaras, felicitaciones de colegas y entrevistas llenas de halagos habían sido su realidad durante horas, ahora, la fiesta post-premiación se desarrollaba en una lujosa mansión. Sin embargo, Sun no era partidario de las fiestas o más bien, su tolerancia a las multitudes tenía un límite, entre los destellos de copas elevándose en brindis y el eco de risas despreocupadas, decidió buscar refugio. Deslizándose entre los invitados sin llamar demasiado la atención, llegó hasta un balcón apartado, dejando atrás el bullicio del salón principal. El aire fresco de la noche lo envolvió de inmediato, contrastando con el calor sofocante del interior, agradeció mentalmente haber elegido un atuendo lo suficientemente abrigado, aunque la brisa nocturna aún lograba colarse sutilmente bajo la tela, provocándole un leve escalofrío. Desde allí, la vista era serena, el jardín, iluminado tenuemente, la luna llena dominaba el cielo, la música de la fiesta llegaba amortiguada hasta sus oídos, como un eco lejano que poco a poco perdía relevancia en su mente. — Un momento de tranquilidad... Murmuró para sí mismo, dejando escapar un suspiro mientras se apoyaba en el barandal de hierro forjado, sus dedos trazaron distraídamente los relieves del metal frío, como si necesitara anclar su presencia en el momento. Le gustaba esto, no la fiesta, no la fama, no el peso de ser siempre una figura pública… sino este preciso instante, donde nadie le exigía nada, donde podía simplemente existir sin ser observado ni analizado. || Buen día, en mi perfil está la ficha del personaje "Sun" este es un rol BL, Yaoi, homosexual o como lo conozca. Muchas gracias por leer.||
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  • La tenue luz del salón privado de su mansión iluminaba el rostro de Elisabetta Di Vincenzo, resaltando el brillo acerado en su mirada violeta. Sentada con elegancia en un lujoso sillón de cuero, cruzó las piernas con naturalidad y tomó su copa de vino, girando el líquido carmesí con movimientos pausados.

    Frente a ella, un hombre sudaba nervioso. Un traidor. Alguien que había vendido información a un clan rival.

    —¿Sabes qué es lo único que realmente valoro en este mundo? —preguntó con voz suave, pero cargada de autoridad. Su tono era casi hipnótico, pero el filo en sus palabras cortaba como un cuchillo.

    El hombre tragó saliva y asintió débilmente.

    —La lealtad —continuó Elisabetta, apoyando la copa sobre la mesa de mármol sin apartar su mirada de él—. Porque sin ella, no hay honor. No hay familia. No hay futuro.

    Se levantó lentamente, sus tacones resonando en la habitación. Caminó hasta él, inclinándose apenas, su cabello dorado cayendo en suaves ondas sobre su hombro.

    —Mi padre me enseñó que la traición es peor que la muerte. Y yo, querido, no perdono lo imperdonable.

    Le dedicó una sonrisa gélida antes de dar un paso atrás. Un chasquido de sus dedos fue la señal. Dos de sus hombres se acercaron, arrastrando al traidor fuera de la habitación. Él suplicó, balbuceó excusas, pero Elisabetta ya había dictado su sentencia.

    —Sin lealtad, eres nada —susurró, retomando su asiento mientras la puerta se cerraba tras ellos. Luego, con la calma de quien acaba de resolver un inconveniente menor, llevó su copa a los labios y disfrutó otro sorbo de vino.

    La tenue luz del salón privado de su mansión iluminaba el rostro de Elisabetta Di Vincenzo, resaltando el brillo acerado en su mirada violeta. Sentada con elegancia en un lujoso sillón de cuero, cruzó las piernas con naturalidad y tomó su copa de vino, girando el líquido carmesí con movimientos pausados. Frente a ella, un hombre sudaba nervioso. Un traidor. Alguien que había vendido información a un clan rival. —¿Sabes qué es lo único que realmente valoro en este mundo? —preguntó con voz suave, pero cargada de autoridad. Su tono era casi hipnótico, pero el filo en sus palabras cortaba como un cuchillo. El hombre tragó saliva y asintió débilmente. —La lealtad —continuó Elisabetta, apoyando la copa sobre la mesa de mármol sin apartar su mirada de él—. Porque sin ella, no hay honor. No hay familia. No hay futuro. Se levantó lentamente, sus tacones resonando en la habitación. Caminó hasta él, inclinándose apenas, su cabello dorado cayendo en suaves ondas sobre su hombro. —Mi padre me enseñó que la traición es peor que la muerte. Y yo, querido, no perdono lo imperdonable. Le dedicó una sonrisa gélida antes de dar un paso atrás. Un chasquido de sus dedos fue la señal. Dos de sus hombres se acercaron, arrastrando al traidor fuera de la habitación. Él suplicó, balbuceó excusas, pero Elisabetta ya había dictado su sentencia. —Sin lealtad, eres nada —susurró, retomando su asiento mientras la puerta se cerraba tras ellos. Luego, con la calma de quien acaba de resolver un inconveniente menor, llevó su copa a los labios y disfrutó otro sorbo de vino.
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  • -Después del ataque a la mansión Xue no se sentía muy seguro de descansar, tampoco de viajar pero ése joven extrañaba lo impredecible en sus aventuras..Todo estaba cambiando y como si fuera poco el último ataque había despertado en su cuerpo la energía resentida y sin una cura era una bomba a detonar en cualquier momento, bastaba un poco de ésas vibras contaminadas para que perdiera su buen juicio y se girase contra sus seres queridos...-
    -Después del ataque a la mansión Xue no se sentía muy seguro de descansar, tampoco de viajar pero ése joven extrañaba lo impredecible en sus aventuras..Todo estaba cambiando y como si fuera poco el último ataque había despertado en su cuerpo la energía resentida y sin una cura era una bomba a detonar en cualquier momento, bastaba un poco de ésas vibras contaminadas para que perdiera su buen juicio y se girase contra sus seres queridos...-
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  • Este semestre pintaba diferente. Tendrían muchas más clases prácticas, pues había pasado ya la mitad de la carrera y era hora de que los estudiantes comenzaran a volar, que descubrieran qué parte de las Bellas Artes marcaría su vida.

    Y eso, para alguien como Irene, era demasiado precipitado.

    Siempre había sabido que dibujar era su forma de expresarse —lo de incendiar coches y hacer explotar árboles no eran más que una distracción por un bien mayor—, pues ahí podía crear mundos donde nadie podía molestarla. Tal vez un hobby demasiado típico para una chica un poquito solitaria que vivía en una mansión demasiado grande para la familia tan pequeña que tenía, pero Irene disfrutaba con el silencio. Le permitía concentrarse. Y ahora tenía demasiado ruido a su alrededor. Demasiadas voces.

    Demasiadas posibilidades.

    Y así pasaron varios días, que para Irene fueron como un abrir y cerrar de ojos. Sólo podía recordar los constantes chasquidos de Tahara para que atendiera la barra, o las manos de Mallory buscando una atención que rápidamente volvía a perder. Se sentía… desconectada de la realidad. ¿Era eso lo que llamaban disociación? Porque no era una sensación bonita.

    Y así pasaban los días, y el tiempo corría en contra.

    Hasta que vio a una chica tocar el piano en la estación de tren. Nunca se había pensado que esos vídeos que veía en redes sociales fueran ciertos. ¿Un músico en medio de un centro comercial tocando un piano de cola? ¿Y de repente se acerca alguien con un violín y tocan algo a la par? ¡Eso era matemáticamente imposible!

    Pues no. Frente a sus ojos llegó la excepción que confirmaba la regla. Y se quedó pasmada escuchando cada canción que tocaba la chica; a veces sola, a veces en compañía. Era algo magnético. Tan, tan magnético, que llegó a perder el asiento en el tren y se vio forzada a pillarse otro billete para volver a casa. Algo sumamente minúsculo para la fortuna que tendría algún día en sus manos, pero todo un universo de sensaciones al saber qué hacer con su vida a partir de ese semestre.
    Este semestre pintaba diferente. Tendrían muchas más clases prácticas, pues había pasado ya la mitad de la carrera y era hora de que los estudiantes comenzaran a volar, que descubrieran qué parte de las Bellas Artes marcaría su vida. Y eso, para alguien como Irene, era demasiado precipitado. Siempre había sabido que dibujar era su forma de expresarse —lo de incendiar coches y hacer explotar árboles no eran más que una distracción por un bien mayor—, pues ahí podía crear mundos donde nadie podía molestarla. Tal vez un hobby demasiado típico para una chica un poquito solitaria que vivía en una mansión demasiado grande para la familia tan pequeña que tenía, pero Irene disfrutaba con el silencio. Le permitía concentrarse. Y ahora tenía demasiado ruido a su alrededor. Demasiadas voces. Demasiadas posibilidades. Y así pasaron varios días, que para Irene fueron como un abrir y cerrar de ojos. Sólo podía recordar los constantes chasquidos de Tahara para que atendiera la barra, o las manos de Mallory buscando una atención que rápidamente volvía a perder. Se sentía… desconectada de la realidad. ¿Era eso lo que llamaban disociación? Porque no era una sensación bonita. Y así pasaban los días, y el tiempo corría en contra. Hasta que vio a una chica tocar el piano en la estación de tren. Nunca se había pensado que esos vídeos que veía en redes sociales fueran ciertos. ¿Un músico en medio de un centro comercial tocando un piano de cola? ¿Y de repente se acerca alguien con un violín y tocan algo a la par? ¡Eso era matemáticamente imposible! Pues no. Frente a sus ojos llegó la excepción que confirmaba la regla. Y se quedó pasmada escuchando cada canción que tocaba la chica; a veces sola, a veces en compañía. Era algo magnético. Tan, tan magnético, que llegó a perder el asiento en el tren y se vio forzada a pillarse otro billete para volver a casa. Algo sumamente minúsculo para la fortuna que tendría algún día en sus manos, pero todo un universo de sensaciones al saber qué hacer con su vida a partir de ese semestre.
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