• ♧ Cuando yaga tres metros bajo tierra y los insectos devoren mi cuerpo, mis entrañas serán un campo de mariposas, nacidas de las que sentí al verte por primera vez. Así que no llores mi ausencia si algún día me toca partir, porque en ti siempre habrá algo de mí -
    ♧ Cuando yaga tres metros bajo tierra y los insectos devoren mi cuerpo, mis entrañas serán un campo de mariposas, nacidas de las que sentí al verte por primera vez. Así que no llores mi ausencia si algún día me toca partir, porque en ti siempre habrá algo de mí -
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  • En algún punto de la mañana, finalmente, había salido del baño. Encontrándose con Angel Dust y dejándole pasar a él mientras acababa de arreglarse.
    En la habitación había dejado la corbata y , aunque prefería los moños, se había asegurado de dejarla perfecta.

    Finalmente él estaba listo. Con su nuevo traje elegido con ayuda de sus hijos.
    Se había visto al espejo, era raro verse de aquella forma pero también llenaba de forma cálida su pecho.
    En su reflejo observó que solo un pequeño detalle le faltaba y una sonrisa leve se formó sobre sus labios al llegarle una idea.

    — Piernitas ¿Crees poder ayudarme? — Al levantar la voz, llamó a su casi esposo mientras tomaba una pequeña florecilla que iría de decoración en el bolsillo de su pecho. — Necesito un poco de ayuda con la flor —

    Explicó inmediatamente, constandole que el otro aún se preparaba y que todavía no se había puesto su ropa. Un vestido según tenía entendido, aunque Angel le había prohibido terminantemente verlo puesto con él antes de llegado el momento para evitar la mala suerte.
    Cuando llegara donde él le entregaría la pequeña plantita, incluso levantando la cabeza con orgullo mientras un suave ronroneo brotaba desde su pecho. Estaba de buen humor, MUY buen humor y eso con Angel solo podía significar una cosa; podía ponerse juguetón.

    Y así sucedió, pues ni bien le acabó por poner la flor, no le dio tiempo siquiera a apartar sus manos.
    Una mano tras la espalda ajena y otra en su cintura mientras tiraba de él para medio recostarlo en lo que lo sostenía. Una pequeña risa que dejó escapar antes de unir sus labios en un beso.
    En algún punto de la mañana, finalmente, había salido del baño. Encontrándose con [Ange1Dust] y dejándole pasar a él mientras acababa de arreglarse. En la habitación había dejado la corbata y , aunque prefería los moños, se había asegurado de dejarla perfecta. Finalmente él estaba listo. Con su nuevo traje elegido con ayuda de sus hijos. Se había visto al espejo, era raro verse de aquella forma pero también llenaba de forma cálida su pecho. En su reflejo observó que solo un pequeño detalle le faltaba y una sonrisa leve se formó sobre sus labios al llegarle una idea. — Piernitas ¿Crees poder ayudarme? — Al levantar la voz, llamó a su casi esposo mientras tomaba una pequeña florecilla que iría de decoración en el bolsillo de su pecho. — Necesito un poco de ayuda con la flor — Explicó inmediatamente, constandole que el otro aún se preparaba y que todavía no se había puesto su ropa. Un vestido según tenía entendido, aunque Angel le había prohibido terminantemente verlo puesto con él antes de llegado el momento para evitar la mala suerte. Cuando llegara donde él le entregaría la pequeña plantita, incluso levantando la cabeza con orgullo mientras un suave ronroneo brotaba desde su pecho. Estaba de buen humor, MUY buen humor y eso con Angel solo podía significar una cosa; podía ponerse juguetón. Y así sucedió, pues ni bien le acabó por poner la flor, no le dio tiempo siquiera a apartar sus manos. Una mano tras la espalda ajena y otra en su cintura mientras tiraba de él para medio recostarlo en lo que lo sostenía. Una pequeña risa que dejó escapar antes de unir sus labios en un beso.
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  • Sentado sobre la hierba, jugaba con los tallos entre sus dedos, dejando que el sol le diera de lleno en la cara sin inmutarse.

    —Son Nemoílas —dijo sin levantar la vista, señalando el azul vibrante—Me gustan porque son lo más parecido a sostener un pedazo de cielo en las manos. Para mí simbolizan la libertad de poder estar aquí, simplemente.

    Se echó hacia atrás, su risa fue corta, casi un suspiro cargado de una ironía mordaz.

    No dijo nada más, las palabras sobraban. Una expresión indescifrable pasó por su rostro y solo acarició las flores como si una brizna de viento pudiese arrancarlas de sus manos.
    Sentado sobre la hierba, jugaba con los tallos entre sus dedos, dejando que el sol le diera de lleno en la cara sin inmutarse. —Son Nemoílas —dijo sin levantar la vista, señalando el azul vibrante—Me gustan porque son lo más parecido a sostener un pedazo de cielo en las manos. Para mí simbolizan la libertad de poder estar aquí, simplemente. Se echó hacia atrás, su risa fue corta, casi un suspiro cargado de una ironía mordaz. No dijo nada más, las palabras sobraban. Una expresión indescifrable pasó por su rostro y solo acarició las flores como si una brizna de viento pudiese arrancarlas de sus manos.
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  • Cuando dijo que quería venir a verme pensé: quizá me ayude con la cena de navidad, quizá me ayudara a terminar de adornar mi árbol... ¡Yo no pensé que se pondría a colorear/pintar!


    Matthew Whitmore
    Cuando dijo que quería venir a verme pensé: quizá me ayude con la cena de navidad, quizá me ayudara a terminar de adornar mi árbol... ¡Yo no pensé que se pondría a colorear/pintar! [meteor_indigo_whale_301]
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  • — El pelinegro se encontraba sentado junto al árbol de la navidad en total silencio, acariciaba al perrito con delicadeza mientras esperaba a su pareja para abrir los regalos, al verle entrar al salon se puso de pie y cogió una pequeña cajita de color blanco, con una tapa del mismo color y con pequeñas flores. —

    Se que vamos a estar en Italia ya en la noche, pero quería darte mi regalo en un lugar más privado, feliz navidad, mi amor, estoy seguro de que vas a estar feliz.

    — Le entregó la cajita al chico bastante nervioso, no sabía cómo se iba a tomar aquella noticia tan importante, había estado esperando este momento por muchos días. —

    재준 산렌
    — El pelinegro se encontraba sentado junto al árbol de la navidad en total silencio, acariciaba al perrito con delicadeza mientras esperaba a su pareja para abrir los regalos, al verle entrar al salon se puso de pie y cogió una pequeña cajita de color blanco, con una tapa del mismo color y con pequeñas flores. — Se que vamos a estar en Italia ya en la noche, pero quería darte mi regalo en un lugar más privado, feliz navidad, mi amor, estoy seguro de que vas a estar feliz. — Le entregó la cajita al chico bastante nervioso, no sabía cómo se iba a tomar aquella noticia tan importante, había estado esperando este momento por muchos días. — [Lineage_Sanren]
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  • NAVIDAD A TU LADO
    Fandom 86 Eighty Six
    Categoría Romance
    *Antes de ti la navidad era algo irrelevante para mí, incluso molesto.
    Pero desde que llegaste a mi vida todo lo has cambiado... Y gracias a ti aprendí a apreciar la importancia de las cosas, hasta las más pequeñas, pero también descubrí que a tu lado la navidad puede ser algo muy bonito y especial.
    Las luces de colores, las decoraciones, los regalos y la comida pueden ser algo bonito si estoy a tu lado.
    Pero, entre todas esas cosas, lo más hermoso y especial es ver tu sonrisa y tu emoción como una niña pequeña por todo eso.
    Porque al verte sonreír, reír e incluso bailar sólo puedo sentir que me enamoro más y más de ti. Mi corazón vibra de amor y sé que a tu lado es donde me quiero quedar.
    Te amo Vladilena Milizé ♥️🩵🩷 y no hay mejor regalo que pasar juntos la navidad.*
    *Antes de ti la navidad era algo irrelevante para mí, incluso molesto. Pero desde que llegaste a mi vida todo lo has cambiado... Y gracias a ti aprendí a apreciar la importancia de las cosas, hasta las más pequeñas, pero también descubrí que a tu lado la navidad puede ser algo muy bonito y especial. Las luces de colores, las decoraciones, los regalos y la comida pueden ser algo bonito si estoy a tu lado. Pero, entre todas esas cosas, lo más hermoso y especial es ver tu sonrisa y tu emoción como una niña pequeña por todo eso. Porque al verte sonreír, reír e incluso bailar sólo puedo sentir que me enamoro más y más de ti. Mi corazón vibra de amor y sé que a tu lado es donde me quiero quedar. Te amo Vladilena Milizé ♥️🤍💙🤍🩵💕💓💌❤️‍🩹🩷🌺 y no hay mejor regalo que pasar juntos la navidad.*
    Tipo
    Individual
    Líneas
    2
    Estado
    Disponible
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  • La vida gritándome que soy un pollito de colores...

    Danika Morozova de inmediato:

    ── Jugar en la nieve es de lo más seguro.

    La nieve segura en cuestión:
    La vida gritándome que soy un pollito de colores... [phantom_silver_hippo_152] de inmediato: ── Jugar en la nieve es de lo más seguro. La nieve segura en cuestión:
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tenlo en cuenta al responder.
    //Quiero darle un poco más de peso a mi personaje, subir partes de su historia/lore, desarrollar mejores escenas, etc,,, pero estos días han sido caóticos y la cabeza no me da, espero aligerarme pronto y empezar a subir cosas decentes, ah.
    //Quiero darle un poco más de peso a mi personaje, subir partes de su historia/lore, desarrollar mejores escenas, etc,,, pero estos días han sido caóticos y la cabeza no me da, espero aligerarme pronto y empezar a subir cosas decentes, ah.
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  • La nieve caía con más fuerza cuando el motor del viejo camión se detuvo frente a la granja. Sarah fue la primera en asomarse por la ventana, y no necesitó ver bien para saberlo, porque sus dos James habían salido por algunas cosas que faltaban para la cena de Navidad.

    —Ya llegaron…

    La puerta se abrió, dejando entrar el frío de Montana y el sonido de botas sobre la madera.
    Sarah no dudó ni un segundo.

    —Tío Buck.

    Se lanzó hacia él con la naturalidad de quien no pide permiso para querer.
    El resto del mundo quedó en pausa por un instante.

    Detrás, James entró cargando una caja de regalos torpemente envueltos, luchando un poco con el equilibrio.

    —Llegamos a tiempo para la cena, ¿o ya se comieron todo?

    —Ni se te ocurra —respondió Sarah, sonriendo orgullosa—. Mamá dijo que nadie toca la mesa hasta que estemos todos.

    Como si la invocaran, Lorelai apareció desde la cocina, secándose las manos en el delantal. Su mirada recorrió la escena con calma: Sarah aún cerca de Bucky, James dejando los regalos en el suelo, la casa llena otra vez.

    —Ahora sí —dijo con suavidad—. Ahora está completa la casa.

    El árbol brillaba ya decorado, con adornos viejos y nuevos mezclados sin orden. James ayudaba a colocar las últimas luces, mientras alguien más ajustaba la estrella en lo alto.

    —Sigue chueca.

    —Es tradición.

    La cena fue ruidosa y cálida. Risas, historias repetidas, silencios cómodos. Lorelai servía los platos como quien cuida un ritual antiguo. James escuchaba más de lo que hablaba. Sarah observaba, guardándose el momento en el pecho.

    Al final, los regalos bajo el árbol. Nada exagerado. Todo pensado.
    Sarah miró alrededor, con el corazón lleno.
    No eran perfectos.
    No eran normales.
    Pero eran familia.

    Y en la granja Rogers, esa noche de Navidad, el mundo podía esperar.
    Porque allí
    había hogar.


    𝙎𝘛𝘌𝘝𝘌𝘕 𝙍𝘖𝘎𝘌𝘙𝘚

    𝙅𝘼𝘔𝘌𝙎 𝘽𝘼𝙍𝙉𝙀𝘚
    La nieve caía con más fuerza cuando el motor del viejo camión se detuvo frente a la granja. Sarah fue la primera en asomarse por la ventana, y no necesitó ver bien para saberlo, porque sus dos James habían salido por algunas cosas que faltaban para la cena de Navidad. —Ya llegaron… La puerta se abrió, dejando entrar el frío de Montana y el sonido de botas sobre la madera. Sarah no dudó ni un segundo. —Tío Buck. Se lanzó hacia él con la naturalidad de quien no pide permiso para querer. El resto del mundo quedó en pausa por un instante. Detrás, James entró cargando una caja de regalos torpemente envueltos, luchando un poco con el equilibrio. —Llegamos a tiempo para la cena, ¿o ya se comieron todo? —Ni se te ocurra —respondió Sarah, sonriendo orgullosa—. Mamá dijo que nadie toca la mesa hasta que estemos todos. Como si la invocaran, Lorelai apareció desde la cocina, secándose las manos en el delantal. Su mirada recorrió la escena con calma: Sarah aún cerca de Bucky, James dejando los regalos en el suelo, la casa llena otra vez. —Ahora sí —dijo con suavidad—. Ahora está completa la casa. El árbol brillaba ya decorado, con adornos viejos y nuevos mezclados sin orden. James ayudaba a colocar las últimas luces, mientras alguien más ajustaba la estrella en lo alto. —Sigue chueca. —Es tradición. La cena fue ruidosa y cálida. Risas, historias repetidas, silencios cómodos. Lorelai servía los platos como quien cuida un ritual antiguo. James escuchaba más de lo que hablaba. Sarah observaba, guardándose el momento en el pecho. Al final, los regalos bajo el árbol. Nada exagerado. Todo pensado. Sarah miró alrededor, con el corazón lleno. No eran perfectos. No eran normales. Pero eran familia. Y en la granja Rogers, esa noche de Navidad, el mundo podía esperar. Porque allí había hogar. [SteveR0gers] [JamesBarnes]
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  • "Eres un dolor en el culo, Kieran".

    El hórrido chirrido de la reja aniquiló al silencio. El letrero de "Prohibido el paso", tan viejo y oxidado que lo hace sonar más a chiste que a advertencia, le da la bienvenida una vez más, iluminado por la danzante llama de la antorcha.

    "Lo haces a propósito, ¿verdad?"

    El vigilante que le dio acceso refunfuñó. ¿Tener que despertar a mitad de la noche, salir a la lluvia y el frío, para abrir la maldita puerta que daba al abismo? Sí, un dolor en todos lados. En el que mencionó él, sobre todo.

    "Sólo lo haces para joder. Admítelo. ¿A qué carajo sigues viniendo? ¡Ella no responde! ¡Es un puto vegetal! Si la visitas ahora, es para romper las bolas".

    Un suspiro, uno que no se atrevió a producir un ruido muy alto. ¿Era de resignación? ¿Tristeza? ¿Una sardónica risa, carente de alegría? Quizás todo al mismo tiempo.

    Ya estaba bajando por las sinuosas, accidentadas pendientes, brechas y laberínticos pasajes de esa mina abandonada, ahora poblada por nada más que la oscuridad y el silencio.

    Silencio, sí. Espeluznantemente profundo.

    Espeluznante, pues, ¿cómo podía una prisión ser tan silenciosa? Es que de mina ya no tenía nada: Los "incómodos" encontraban ahí un hogar en forma de celda, una celda en forma de infierno.

    Los incómodos que eran, ahora, silenciosos, pero no por voluntad propia. ¿Alguien estaría tan desquiciado para guardar silencio ahí?

    ...Sí. Sí había alguien. Alguien que no había sido silenciada, porque falta no hizo.

    —Hola.

    El sonido de una voz humana, en la profundidad de esa penumbra, era tan extraño que sonaba como a un ruido de otro planeta, algo que no pertenecía ahí.

    —¿Cómo te sientes? ¿Has comido bien?

    El visitante cerró el paraguas, sacudió sus cabellos, después secó sus gafas con un pañuelo. Uno que le había sido regalado años atrás, por quien había venido a visitar.

    —Esta es tu... ¿onceava Navidad aquí? Vuela el tiempo, ¿no?

    ¿Había respuesta?

    No. Nunca la había. No podía haberla.

    ¿Por qué, entonces, seguía hablando? ¿Por qué descender a las profundidades de este abismo, si sólo iba a obtener silencio a cambio?

    —Toma.

    La mano entró entre los barrotes y dejó, en el suelo, otra caja pequeña, envuelta en papel colorido, sellada por un listón. Otra caja, once eran ya. Las diez anteriores, llenas de polvo, deterioradas por la humedad del lugar, aún selladas. La onceava a ser ignorada, a recibir silencio a cambio de sus colores.

    Y, en el fondo de la celda, apenas visible, una silueta.

    Sentada contra la roca estaba ella, meciéndose adelante y atrás, en un vaivén eterno. Sus pupilas, expandidas hasta la grotesca deformidad, sus maltrechas uñas carocomiendo. ¿Había perdido aún más peso? ¿Le había crecido el cabello? Ojalá no estuviera tan oscuro.

    Porque la antocha sólo le alcanzaba para unas líneas difusas que dibujaban los contornos de lo que alguna vez fue el rostro que sabía sonreír mejor que nadie. Sonreír de manera tan radiante, que... que si pudiera hacerlo una, sólo una vez más...

    —...

    No.

    ¿Qué caso tenía pensar en milagros?

    —Feliz Navidad, Kyrie.
    "Eres un dolor en el culo, Kieran". El hórrido chirrido de la reja aniquiló al silencio. El letrero de "Prohibido el paso", tan viejo y oxidado que lo hace sonar más a chiste que a advertencia, le da la bienvenida una vez más, iluminado por la danzante llama de la antorcha. "Lo haces a propósito, ¿verdad?" El vigilante que le dio acceso refunfuñó. ¿Tener que despertar a mitad de la noche, salir a la lluvia y el frío, para abrir la maldita puerta que daba al abismo? Sí, un dolor en todos lados. En el que mencionó él, sobre todo. "Sólo lo haces para joder. Admítelo. ¿A qué carajo sigues viniendo? ¡Ella no responde! ¡Es un puto vegetal! Si la visitas ahora, es para romper las bolas". Un suspiro, uno que no se atrevió a producir un ruido muy alto. ¿Era de resignación? ¿Tristeza? ¿Una sardónica risa, carente de alegría? Quizás todo al mismo tiempo. Ya estaba bajando por las sinuosas, accidentadas pendientes, brechas y laberínticos pasajes de esa mina abandonada, ahora poblada por nada más que la oscuridad y el silencio. Silencio, sí. Espeluznantemente profundo. Espeluznante, pues, ¿cómo podía una prisión ser tan silenciosa? Es que de mina ya no tenía nada: Los "incómodos" encontraban ahí un hogar en forma de celda, una celda en forma de infierno. Los incómodos que eran, ahora, silenciosos, pero no por voluntad propia. ¿Alguien estaría tan desquiciado para guardar silencio ahí? ...Sí. Sí había alguien. Alguien que no había sido silenciada, porque falta no hizo. —Hola. El sonido de una voz humana, en la profundidad de esa penumbra, era tan extraño que sonaba como a un ruido de otro planeta, algo que no pertenecía ahí. —¿Cómo te sientes? ¿Has comido bien? El visitante cerró el paraguas, sacudió sus cabellos, después secó sus gafas con un pañuelo. Uno que le había sido regalado años atrás, por quien había venido a visitar. —Esta es tu... ¿onceava Navidad aquí? Vuela el tiempo, ¿no? ¿Había respuesta? No. Nunca la había. No podía haberla. ¿Por qué, entonces, seguía hablando? ¿Por qué descender a las profundidades de este abismo, si sólo iba a obtener silencio a cambio? —Toma. La mano entró entre los barrotes y dejó, en el suelo, otra caja pequeña, envuelta en papel colorido, sellada por un listón. Otra caja, once eran ya. Las diez anteriores, llenas de polvo, deterioradas por la humedad del lugar, aún selladas. La onceava a ser ignorada, a recibir silencio a cambio de sus colores. Y, en el fondo de la celda, apenas visible, una silueta. Sentada contra la roca estaba ella, meciéndose adelante y atrás, en un vaivén eterno. Sus pupilas, expandidas hasta la grotesca deformidad, sus maltrechas uñas carocomiendo. ¿Había perdido aún más peso? ¿Le había crecido el cabello? Ojalá no estuviera tan oscuro. Porque la antocha sólo le alcanzaba para unas líneas difusas que dibujaban los contornos de lo que alguna vez fue el rostro que sabía sonreír mejor que nadie. Sonreír de manera tan radiante, que... que si pudiera hacerlo una, sólo una vez más... —... No. ¿Qué caso tenía pensar en milagros? —Feliz Navidad, Kyrie.
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