«No contactes este número de nuevo. Estás muerto para mí».
Ocho años desde entonces. ¿O son diez? Ah, no importa. Nada importa. Recordar es un fastidio.
El mensaje es corto y contundente, hacía más fáciles las cosas. Casi catártico, como eso que se siente al sacarse una astilla de madera.
"Sawajiri, la ceremonia ya casi empieza. ¿Qué pasa? ¿Tus padres no vienen?"
¿Cuánto tiempo se había quedado ahí parado viendo el mensaje? Y no, por supuesto que no van a venir. Hacía falta una mentira. Están de viaje, la tía Akane se volvió a caer de la escalera, no importa. Nada importa.
Qué fastidio son las ceremonias de graduación. ¿Usar una toga? Fastidio. ¿Estar sentado por horas? Fastidio. ¿Escuchar al director hablar como si los graduados fueran superhéroes? Fas. Ti. Dio.
Y el mayor fastidio de todos era tener que decir el discurso de cierre. Sí, por alguna razón que encontraba inexplicable, él tenía que hacerlo.
Oh, no, ya estaba tras el micrófono. ¿Qué se supone que debía decir? Ni siquiera quería ser profesor, eligió la carrera al azar. Literalmente al azar, lanzó un dardo a la página con la oferta curricular. Lo que sea para no darle gusto al viejo.
—Yo...
¿Por qué carajo lo miraban tanto?
—...te odio.
¿Qué fue lo que dijo?
—Te odio. Me alegra estar muerto para ti.
Confusión, murmullos, cabezas siendo rascadas y entrecejos levantándose. Qué lindo.
—Estar muerto es mejor que tener que soportarte. Tampoco es que haya mucha diferencia. Aunque debería preguntarme de qué vida se supone que morí. Yo nunca tuve una vida propia, tenía que ser una jodida copia tuya. ¿Estoy muerto para ti? ¿Cuándo estuve vivo para ti?
Ya varios de sus compañeros estaban de pie. No importa. Nada importa. Dos sillas vacías había en medio del caos. Siempre vacías.
—Jódete.
Bajó del escenario, caminó justo por el centro de la multitud. Se habrían alejado menos de un leproso.
Pero no importa. Nada importa. Qué fastidio.
Ocho años desde entonces. ¿O son diez? Ah, no importa. Nada importa. Recordar es un fastidio.
El mensaje es corto y contundente, hacía más fáciles las cosas. Casi catártico, como eso que se siente al sacarse una astilla de madera.
"Sawajiri, la ceremonia ya casi empieza. ¿Qué pasa? ¿Tus padres no vienen?"
¿Cuánto tiempo se había quedado ahí parado viendo el mensaje? Y no, por supuesto que no van a venir. Hacía falta una mentira. Están de viaje, la tía Akane se volvió a caer de la escalera, no importa. Nada importa.
Qué fastidio son las ceremonias de graduación. ¿Usar una toga? Fastidio. ¿Estar sentado por horas? Fastidio. ¿Escuchar al director hablar como si los graduados fueran superhéroes? Fas. Ti. Dio.
Y el mayor fastidio de todos era tener que decir el discurso de cierre. Sí, por alguna razón que encontraba inexplicable, él tenía que hacerlo.
Oh, no, ya estaba tras el micrófono. ¿Qué se supone que debía decir? Ni siquiera quería ser profesor, eligió la carrera al azar. Literalmente al azar, lanzó un dardo a la página con la oferta curricular. Lo que sea para no darle gusto al viejo.
—Yo...
¿Por qué carajo lo miraban tanto?
—...te odio.
¿Qué fue lo que dijo?
—Te odio. Me alegra estar muerto para ti.
Confusión, murmullos, cabezas siendo rascadas y entrecejos levantándose. Qué lindo.
—Estar muerto es mejor que tener que soportarte. Tampoco es que haya mucha diferencia. Aunque debería preguntarme de qué vida se supone que morí. Yo nunca tuve una vida propia, tenía que ser una jodida copia tuya. ¿Estoy muerto para ti? ¿Cuándo estuve vivo para ti?
Ya varios de sus compañeros estaban de pie. No importa. Nada importa. Dos sillas vacías había en medio del caos. Siempre vacías.
—Jódete.
Bajó del escenario, caminó justo por el centro de la multitud. Se habrían alejado menos de un leproso.
Pero no importa. Nada importa. Qué fastidio.
«No contactes este número de nuevo. Estás muerto para mí».
Ocho años desde entonces. ¿O son diez? Ah, no importa. Nada importa. Recordar es un fastidio.
El mensaje es corto y contundente, hacía más fáciles las cosas. Casi catártico, como eso que se siente al sacarse una astilla de madera.
"Sawajiri, la ceremonia ya casi empieza. ¿Qué pasa? ¿Tus padres no vienen?"
¿Cuánto tiempo se había quedado ahí parado viendo el mensaje? Y no, por supuesto que no van a venir. Hacía falta una mentira. Están de viaje, la tía Akane se volvió a caer de la escalera, no importa. Nada importa.
Qué fastidio son las ceremonias de graduación. ¿Usar una toga? Fastidio. ¿Estar sentado por horas? Fastidio. ¿Escuchar al director hablar como si los graduados fueran superhéroes? Fas. Ti. Dio.
Y el mayor fastidio de todos era tener que decir el discurso de cierre. Sí, por alguna razón que encontraba inexplicable, él tenía que hacerlo.
Oh, no, ya estaba tras el micrófono. ¿Qué se supone que debía decir? Ni siquiera quería ser profesor, eligió la carrera al azar. Literalmente al azar, lanzó un dardo a la página con la oferta curricular. Lo que sea para no darle gusto al viejo.
—Yo...
¿Por qué carajo lo miraban tanto?
—...te odio.
¿Qué fue lo que dijo?
—Te odio. Me alegra estar muerto para ti.
Confusión, murmullos, cabezas siendo rascadas y entrecejos levantándose. Qué lindo.
—Estar muerto es mejor que tener que soportarte. Tampoco es que haya mucha diferencia. Aunque debería preguntarme de qué vida se supone que morí. Yo nunca tuve una vida propia, tenía que ser una jodida copia tuya. ¿Estoy muerto para ti? ¿Cuándo estuve vivo para ti?
Ya varios de sus compañeros estaban de pie. No importa. Nada importa. Dos sillas vacías había en medio del caos. Siempre vacías.
—Jódete.
Bajó del escenario, caminó justo por el centro de la multitud. Se habrían alejado menos de un leproso.
Pero no importa. Nada importa. Qué fastidio.