• Bosques reales a las afueras de Desembarco del Rey, año 113 DC.

    La mañana está bañada de rocío dorado, y los cuernos suenan como truenos celestiales anunciando un día de fuego y gloria. El joven Baelon II Targaryen, de apenas un año, viste una pequeño traje café y dorado, bordada con el dragón tricéfalo por la propia Rhaenyra, que lo lleva orgullosa sobre su pecho.

    Pero el protagonista del momento es Daemon Targaryen, el príncipe rebelde, que alza a su pequeño sobrino sobre los hombros como si alzara el futuro entero de su casa.

    —¿Lo ves, pequeño fuego? Todos estos lores vienen por ti. Pero tú, tú vendrás por el trono, —susurra Daemon, con esa sonrisa ladeada que solo se le ve cuando de verdad le importa algo.

    Baelon, con sus rizos plateados despeinados por el viento y los ojos violeta clavados en las banderas ondeando, lanza una risa de dragón en miniatura.

    Rhaenyra, de pie al lado de su tío, se permite sonreír —pocas veces lo hace así, de verdad—, porque en ese momento, el mundo es perfecto. Los Hightower están lejos, la corte se arrodilla por obligación, pero lo hace. Y lo más importante: los verdaderos Targaryen están juntos.

    La cámara de la memoria se detiene allí.
    Daemon alzando al niño.
    Rhaenyra al lado, su mano rozando la espalda de su hermano.
    Y el cielo, bañado de fuego suave, augurando un destino diferente.
    Bosques reales a las afueras de Desembarco del Rey, año 113 DC. La mañana está bañada de rocío dorado, y los cuernos suenan como truenos celestiales anunciando un día de fuego y gloria. El joven Baelon II Targaryen, de apenas un año, viste una pequeño traje café y dorado, bordada con el dragón tricéfalo por la propia Rhaenyra, que lo lleva orgullosa sobre su pecho. Pero el protagonista del momento es Daemon Targaryen, el príncipe rebelde, que alza a su pequeño sobrino sobre los hombros como si alzara el futuro entero de su casa. —¿Lo ves, pequeño fuego? Todos estos lores vienen por ti. Pero tú, tú vendrás por el trono, —susurra Daemon, con esa sonrisa ladeada que solo se le ve cuando de verdad le importa algo. Baelon, con sus rizos plateados despeinados por el viento y los ojos violeta clavados en las banderas ondeando, lanza una risa de dragón en miniatura. Rhaenyra, de pie al lado de su tío, se permite sonreír —pocas veces lo hace así, de verdad—, porque en ese momento, el mundo es perfecto. Los Hightower están lejos, la corte se arrodilla por obligación, pero lo hace. Y lo más importante: los verdaderos Targaryen están juntos. La cámara de la memoria se detiene allí. Daemon alzando al niño. Rhaenyra al lado, su mano rozando la espalda de su hermano. Y el cielo, bañado de fuego suave, augurando un destino diferente.
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  • Ocasionalmente me quedo mirando al vacío, pero no estoy mirando el presente.
    Estoy mirando a Jan gritar sin mandíbula. A Elias con la mirada fija, como si todavía siguiera vivo o a Richard decir como un mantra "Dios nos abandonó" Mientras sangre negra sale de entre su uniforme.

    Los veo caer una y otra vez, cada vez que cierro los ojos. Cada vez que alguien en la calle levanta la voz.
    Cada vez que huelo el metal quemado o siento temblar el suelo.

    No puedo explicarlo. No quiero explicarlo.
    Sólo sé que, cuando me quedo quieto… la guerra regresa.
    Mis muertos me miran desde la sombra de cada pared blanca.

    Dormir no es descansar.
    Es una lucha.

    Mi cuerpo se olvida de respirar. Me despierto jadeante, con el corazón como un martillo contra mi fragil cuerpo.
    Sueño que estoy bajo de la tierra en las trincheras de vez en cuando. De vez en cuando, hay fuego.
    Y de vez en cuando, cuando finalmente logro dormir, un condenado ruido lo arruina todo:
    una moto, un grito, un portazo… y vuelvo a ese lugar. Al frente. Al caos.

    Me cuesta salir de ahí.

    Los perros me ponen tenso.
    No los odio… pero no puedo evitarlo. Sus ladridos me atraviesan como un disparo,
    hay algo en su mirada —cuando fijan los ojos, cuando corren sin aviso—
    me recuerda a cosas que preferiría enterrar.

    No le cuento esto a nadie.
    No quiero lástima.
    Solo… a veces, me gustaría poder dormir sin luchar.
    Sin sobresaltos.
    Sin fantasmas.
    Sin el miedo de no despertar… o peor, de despertar en el infierno de nuevo.
    Ocasionalmente me quedo mirando al vacío, pero no estoy mirando el presente. Estoy mirando a Jan gritar sin mandíbula. A Elias con la mirada fija, como si todavía siguiera vivo o a Richard decir como un mantra "Dios nos abandonó" Mientras sangre negra sale de entre su uniforme. Los veo caer una y otra vez, cada vez que cierro los ojos. Cada vez que alguien en la calle levanta la voz. Cada vez que huelo el metal quemado o siento temblar el suelo. No puedo explicarlo. No quiero explicarlo. Sólo sé que, cuando me quedo quieto… la guerra regresa. Mis muertos me miran desde la sombra de cada pared blanca. Dormir no es descansar. Es una lucha. Mi cuerpo se olvida de respirar. Me despierto jadeante, con el corazón como un martillo contra mi fragil cuerpo. Sueño que estoy bajo de la tierra en las trincheras de vez en cuando. De vez en cuando, hay fuego. Y de vez en cuando, cuando finalmente logro dormir, un condenado ruido lo arruina todo: una moto, un grito, un portazo… y vuelvo a ese lugar. Al frente. Al caos. Me cuesta salir de ahí. Los perros me ponen tenso. No los odio… pero no puedo evitarlo. Sus ladridos me atraviesan como un disparo, hay algo en su mirada —cuando fijan los ojos, cuando corren sin aviso— me recuerda a cosas que preferiría enterrar. No le cuento esto a nadie. No quiero lástima. Solo… a veces, me gustaría poder dormir sin luchar. Sin sobresaltos. Sin fantasmas. Sin el miedo de no despertar… o peor, de despertar en el infierno de nuevo.
    Me entristece
    Me shockea
    Me encocora
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  • 𝕎𝔼𝕃ℂ𝕆𝕄𝔼 𝕋𝕆 𝕋ℍ𝔼 𝔼ℕ𝔻𝔾𝔸𝕄𝔼
    Fandom Supernatural
    Categoría Acción
    ㅤㅤㅤㅤ𝒮𝓉𝒶𝓇𝓉ℯ𝓇 𝓅𝒶𝓇𝒶: DEAN WINCHESTER

    Tres años.
    Habían pasado tres años desde que Claire había vuelto al pasado. Tres años desde que había irrumpido en la vida de los Winchester, tres años desde que casi le provoca un infarto a su madre adoptiva al presentarse en su casa.
    Habían pasado tres años, y habían pasado demasiadas cosas en aquellos tres años. El bunker se había convertido en su hogar. Los hermanos, Castiel y Jack se habían convertido en su familia. Llevaba…. ¿podia ser cierto? Una idea frena los pensamientos de Claire, una idea que hace que todo lo demás se paralice, la mirada azul de la cazadora salta de la extraña e improvisada reunión que se estaba llevando a cabo en el bunker en aquellos momentos, a la pared del mismo, de donde colgaba un calendario realmente cutre, pero que le recordaba y le confirmaba lo que ella buscaba, en pocas horas haría tres años desde que su relación con Dean había comenzado.

    Tres años en los que había llevado a cabo su plan de mantenerlo a salvo. Con más tropiezos y vueltas de las que le gustaría, pero al fin y al cabo el mayor de los hermanos estaba allí, a su lado, respirando.
    Tenía, en todo aquello, que agradecerle a Sam su incondicional ayuda, ya que era el único que sabía la verdadera razón de su viaje, su misión, y le había prometido ayudarle a cumplirla.
    Por el momento, el más alto había cumplido su promesa, incluso cuando parecía imposible, y casi pierden a Dean por su idea de enterrarse vivo en el fondo de Pacifico.
    Si en algún momento había estado tentada de revelarle su secreto, sin duda había sido ese.
    Pero se había mantenido firme y habían superado aquella bala también, y seguía manteniendo una relación con un hombre al que le ocultaba un gran secreto.

    Pero todo aquello, en esos momentos no tenía demasiado importancia, tan solo Claire había disociado ligeramente de la situación que estaban viviendo porque… ¿Cómo no hacerlo? Tenían al puñetero Dios sentado frente a ellos, jugueteando con la radio del bunker (sin tocarla, claro) diciendo que Jack era altamente apocalíptico, y que debia de intervenir.
    Es justamente en ese punto de la conversación en el que Claire vuelve a conectar al cien por cien con la realidad. Justo cuando Chuck señala el “𝑒𝑐𝑢𝑎𝑙𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜𝑟” el único arma, recién salida del horno de la creación capaz de matar a Jack. Pero… ¿a qué precio?

    Los ojos de Claire saltaban, como los de Sam y el mismísimo Dios, de Castiel a Dean, y de vuelta al ángel, mientras son testigos de su discusión.
    En el fondo la rubia estaba de acuerdo con Castiel. ¿Iban a matar a Jack? Había matado a Mary, eso era cierto, y sabía que el dolor y la traición que Dean sentía hablaban por él, pero… ¿no habían hecho ellos, todos los que estaban reunidos allí, cosas terribles a seres queridos en los momentos más bajos? ¿Debían abandonar a Jack de aquella manera?
    No, por mucho que le molestara (y sin contar con el hecho de que si Dean mataba a Jack, morirían ambos) aquella vez estaba del lado de Castiel, y una vez disuelta aquella reunión, va en busca del más mayor para hacerle cambiar de opinion.

    O al menos esa es su intención ya que al llegar a la puerta de la habitación de Dean esta estaba abierta y de ella salían las voces de los dos hermanos.
    Debería haberse ido, debería haber seguido su camino, pero se para justo unos centímetros antes de poder ser vista por Sam quien estaba sentado a los pies de la cama, de cara a la puerta.

    La cazadora se mantiene en silencio, mientras escucha. La salida del más alto la toma por sorpresa por lo repentina, pero de un salto se dispone a seguirlo varios metros hasta que considera que sus voces ya no se podrían escuchar y le frena posando una mano en su brazo.

    — Tienes que pararlo, tienes que quitarle la idea de la cabeza, Sam.

    — Lo dices como si fuera algo sencillo hacer eso, Claire. Conoces a Dean…

    — No se merecen esto, ninguno de los dos, y lo sabes, Jack no es culpable de sus actos, no en este estado, no cuando se sacrificó por nosotros, por Dean y me prometiste que le salvarías a toda costa…

    — ¡Nada! No hay nada que quiera hacer más que salvar a mi hermano, pero no sé cómo hacerlo.

    — La clave está en esa pistola… en el ecualizador.

    No tenía claro que Chuck, que Dios, le permitiera vivir allí, o que le permitiera vivir directamente, no sabía si ella estaba siguiendo el plan del altísimo, o si se había salido de la hoja de ruta y la eliminaría con un chasquido de dedos, al igual que había acabado con el tema de no poder mentir, así de sencillo. Quizás debería haber muerto en aquel mundo, y su escapada había torcido sus planes, hecho que, no tenía duda arreglaría muy pronto.
    Así que le daba lo mismo si se arriesgaba a hacer aquello, las personas más peligrosas eran aquellas que no tenían nada que perder.

    Robaría esa pistola y huiría con ella, sabía que la encontrarían, sabía que Chuck sabría dónde está en todo momento, pero esperaba poder tener una mínima posibilidad de poner aquella creación lejos de Dean.
    Sam estaba distrayendo a Chuck, en la biblioteca, pero cuando Claire llega hasta la sala de mandos, Dean estaba subiendo por las escaleras, y saliendo por la puerta, sin mirar atrás, con la pistola encima, y sin despedirse.

    >> — ¿Puedes ir un poco más deprisa?

    El pie derecho de Claire se hundía hacia delante, presionando un acelerador que no existía. No tenía intención de dejar que aquello pasara, no iba a perder a Jack, y por supuesto no iba a perder a Dean.

    — Voy todo lo deprisa que puedo, ya estamos llegando.

    — Joder Sam. JODER.

    La pareja sale del coche y corre a toda prisa, por la suave pradera del cementerio, gritando el nombre de Dean. Aquello era una puñetera ejecución, Jack estaba arrodillado delante del Winchester esperando su suerte, sin oponer resistencia, sin desatar el terrible apocalipsis prometido… Pero Dean estaba demasiado ciego para verlo, debían llegar antes.

    — ¡DEAN. DEAN PARA! ¡NO LO HAGAS!

    Sam se había parado, casi en seco, porque Dean se lo había pedido, pero ella no tenía intención alguna de hacerle caso, no iba a escucharlo cuando él tampoco la escuchaba a ella. Y lo hubiera conseguido si al pasar por su lado, Sam no la hubiera rodeado con el brazo, frenándola y pegándola contra él.

    — Dean…

    Claire ya no gritaba, la tensión del momento había dejado al mundo entero en silencio, Sam seguía sujetándola, al menos hasta que… hasta que Dean baja el arma, y todos (menos Chuck) parecen volver a respirar de nuevo. En ese momento Sam la libera, y Claire toma posición tras Dean, a su derecha, colocando una mano sobre el hombro masculino y casi hinchándose de orgullo al ver como Dean plantaba cara al puñetero Dios. Y de un segundo para el siguiente… se desata el caos.

    Jack estaba muriendo.
    Dean salta por los aires, aterrizando contra una lápida.
    Sam se adelanta a la idea de Claire y es él quien dispara a Chuck, hiriéndose él mismo en el proceso.
    Claire se agacha sobre Sam, comprobando su estado… y de repente…

    — 𝗕𝗶𝗲𝗻𝘃𝗲𝗻𝗶𝗱𝗼𝘀 𝗮𝗹 𝗳𝗶𝗻.

    Aquellas palabras se quedan vibrando en el ambiente. Ahora eran cuatro y un cadáver, y era noche cerrada.
    Claire ayuda a Sam a levantarse, y cuando Dean se acerca, coge la mano de este, permitiéndose aquel sencillo gesto entre ambos para confirmar que estaban bien. Algo sencillo y escueto ya que los ojos de todos los allí presentes no podían separarse de Jack y de los horribles agujeros quemados que exhibía donde antes había lucido unos precioso ojos azules.

    Claire había visto demasiadas cosas en su vida, al igual que los Winchester y sin embargo su mano libre había acudido a cubrir su boca, horrorizada ante la imagen del cuerpo de Jack, aquel muchacho que a pesar de no tener alma, había aceptado la muerte a manos de Dean, consciente de sus actos y las consecuencias que ellos acarreaban. Aún sin alma era mucho mejor, mucho más humano que demasiadas personas. No se merecía aquel final.

    — Deberíamos llevarlo a ca— La tenue voz de la rubia se apaga de golpe cuando de pronto toda la tierra comienza a temblar mientras una brecha de fuego abre el suelo en dos, dejando salir de ella almas condenadas. Ven volar unas cuantas, pero lo más preocupante, por mucho que costara creerlo no era eso, si no que las tumbas a su alrededor estaba comenzando, literalmente a explotar y de ella salían cadáveres, decenas y decenas de ellos, rodeándoles.

    Solo entonces Dean suelta su mano, para armarse a él mismo, a su hermano y a Claire con tres picas de hierro.

    Pronto la lucha se vuelve encarnizada, los zombies atacaban en masa, y ellos se esforzaban en tratar de alejarlos.
    Cada uno luchaba solo contra cuatro, cinco o más cuerpos. Claire los apartaba con asco, a base de patadas, empentones y en cuanto tenía un hueco, por pequeño que fuera, les hundía su pica con rabia. Tenía un objetivo, aparte de no morir bajo aquel asedio descompuesto, y era llegar hasta Dean para evitar que él sucumbiera también. Habían llegado hasta allí, y no iba a permitir que el jodido capricho de un mini Dios con complejo de micro pene, acabara con todo su plan.

    Mientras más y más almas seguían sobrevolando el cielo, escapando de la brecha.
    El poder de Castiel acabando con los zombies iluminaba la noche, y los gruñidos y los chasquidos de los huesos y los dientes desnudos de aquellos bichos le revolvían el estómago a Claire.
    La llamada del ángel mientras se echaba al hombro a Jack, se hace escuchar por encima de todo aquel caos, y esta vez es Dean quien quitándole un zombie de encima coge su mano y tira de ella sacándola del circulo que habían creado a su alrededor para poder correr tras Sam, Jack y Cas. “𝑆𝑢 𝑝𝑎𝑑𝑟𝑒” había liberado parcialmente el camino, y ahora empalaban muertos mientras corrían hacia lo que claramente era un mausoleo.
    Los cinco (incluyendo a Jack) se precipitan dentro, Sam y Dean cierran la puerta, atrancándola.

    — Perfecto, dos minutos de calma en un puta ratonera. Que alguien haga una marca, acabamos de romper una ley mística del universo.

    Ahí estaba el mal humor de Claire camuflado con un comentario ácido y parcialmente pasota mientras veía a Castiel depositar en el suelo a Jack con el mayor de los cuidados. Tenía las manos cerradas en dos puños, el derecho rodeando aun la pica de hierro, con tanta fuerza que tenía blancos los nudillos.
    Sam pensaba que aquella puerta iba a aguantar, pero Claire, viendo los empujones que daban desde fuera, y la forma en la que, las hojas temblaban contra los goznes, tenía serias dudas, de modo que mientras los hermanos inspeccionaban el lugar, y Castiel se ocupaba de Jack o lo que quedaba de él, ella sube los tres pequeños escalones que hay entre la puerta y ellos, y se coloca allí, como una pobre pero fiera primera línea de defensa si aquellas abominaciones conseguían entrar.


    𝐹𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑐𝑟𝑒𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 Hope Mikaelson ‼AU
    ㅤㅤㅤㅤ𝒮𝓉𝒶𝓇𝓉ℯ𝓇 𝓅𝒶𝓇𝒶: [JerkHuntxr] Tres años. Habían pasado tres años desde que Claire había vuelto al pasado. Tres años desde que había irrumpido en la vida de los Winchester, tres años desde que casi le provoca un infarto a su madre adoptiva al presentarse en su casa. Habían pasado tres años, y habían pasado demasiadas cosas en aquellos tres años. El bunker se había convertido en su hogar. Los hermanos, Castiel y Jack se habían convertido en su familia. Llevaba…. ¿podia ser cierto? Una idea frena los pensamientos de Claire, una idea que hace que todo lo demás se paralice, la mirada azul de la cazadora salta de la extraña e improvisada reunión que se estaba llevando a cabo en el bunker en aquellos momentos, a la pared del mismo, de donde colgaba un calendario realmente cutre, pero que le recordaba y le confirmaba lo que ella buscaba, en pocas horas haría tres años desde que su relación con Dean había comenzado. Tres años en los que había llevado a cabo su plan de mantenerlo a salvo. Con más tropiezos y vueltas de las que le gustaría, pero al fin y al cabo el mayor de los hermanos estaba allí, a su lado, respirando. Tenía, en todo aquello, que agradecerle a Sam su incondicional ayuda, ya que era el único que sabía la verdadera razón de su viaje, su misión, y le había prometido ayudarle a cumplirla. Por el momento, el más alto había cumplido su promesa, incluso cuando parecía imposible, y casi pierden a Dean por su idea de enterrarse vivo en el fondo de Pacifico. Si en algún momento había estado tentada de revelarle su secreto, sin duda había sido ese. Pero se había mantenido firme y habían superado aquella bala también, y seguía manteniendo una relación con un hombre al que le ocultaba un gran secreto. Pero todo aquello, en esos momentos no tenía demasiado importancia, tan solo Claire había disociado ligeramente de la situación que estaban viviendo porque… ¿Cómo no hacerlo? Tenían al puñetero Dios sentado frente a ellos, jugueteando con la radio del bunker (sin tocarla, claro) diciendo que Jack era altamente apocalíptico, y que debia de intervenir. Es justamente en ese punto de la conversación en el que Claire vuelve a conectar al cien por cien con la realidad. Justo cuando Chuck señala el “𝑒𝑐𝑢𝑎𝑙𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜𝑟” el único arma, recién salida del horno de la creación capaz de matar a Jack. Pero… ¿a qué precio? Los ojos de Claire saltaban, como los de Sam y el mismísimo Dios, de Castiel a Dean, y de vuelta al ángel, mientras son testigos de su discusión. En el fondo la rubia estaba de acuerdo con Castiel. ¿Iban a matar a Jack? Había matado a Mary, eso era cierto, y sabía que el dolor y la traición que Dean sentía hablaban por él, pero… ¿no habían hecho ellos, todos los que estaban reunidos allí, cosas terribles a seres queridos en los momentos más bajos? ¿Debían abandonar a Jack de aquella manera? No, por mucho que le molestara (y sin contar con el hecho de que si Dean mataba a Jack, morirían ambos) aquella vez estaba del lado de Castiel, y una vez disuelta aquella reunión, va en busca del más mayor para hacerle cambiar de opinion. O al menos esa es su intención ya que al llegar a la puerta de la habitación de Dean esta estaba abierta y de ella salían las voces de los dos hermanos. Debería haberse ido, debería haber seguido su camino, pero se para justo unos centímetros antes de poder ser vista por Sam quien estaba sentado a los pies de la cama, de cara a la puerta. La cazadora se mantiene en silencio, mientras escucha. La salida del más alto la toma por sorpresa por lo repentina, pero de un salto se dispone a seguirlo varios metros hasta que considera que sus voces ya no se podrían escuchar y le frena posando una mano en su brazo. — Tienes que pararlo, tienes que quitarle la idea de la cabeza, Sam. — Lo dices como si fuera algo sencillo hacer eso, Claire. Conoces a Dean… — No se merecen esto, ninguno de los dos, y lo sabes, Jack no es culpable de sus actos, no en este estado, no cuando se sacrificó por nosotros, por Dean y me prometiste que le salvarías a toda costa… — ¡Nada! No hay nada que quiera hacer más que salvar a mi hermano, pero no sé cómo hacerlo. — La clave está en esa pistola… en el ecualizador. No tenía claro que Chuck, que Dios, le permitiera vivir allí, o que le permitiera vivir directamente, no sabía si ella estaba siguiendo el plan del altísimo, o si se había salido de la hoja de ruta y la eliminaría con un chasquido de dedos, al igual que había acabado con el tema de no poder mentir, así de sencillo. Quizás debería haber muerto en aquel mundo, y su escapada había torcido sus planes, hecho que, no tenía duda arreglaría muy pronto. Así que le daba lo mismo si se arriesgaba a hacer aquello, las personas más peligrosas eran aquellas que no tenían nada que perder. Robaría esa pistola y huiría con ella, sabía que la encontrarían, sabía que Chuck sabría dónde está en todo momento, pero esperaba poder tener una mínima posibilidad de poner aquella creación lejos de Dean. Sam estaba distrayendo a Chuck, en la biblioteca, pero cuando Claire llega hasta la sala de mandos, Dean estaba subiendo por las escaleras, y saliendo por la puerta, sin mirar atrás, con la pistola encima, y sin despedirse. >> — ¿Puedes ir un poco más deprisa? El pie derecho de Claire se hundía hacia delante, presionando un acelerador que no existía. No tenía intención de dejar que aquello pasara, no iba a perder a Jack, y por supuesto no iba a perder a Dean. — Voy todo lo deprisa que puedo, ya estamos llegando. — Joder Sam. JODER. La pareja sale del coche y corre a toda prisa, por la suave pradera del cementerio, gritando el nombre de Dean. Aquello era una puñetera ejecución, Jack estaba arrodillado delante del Winchester esperando su suerte, sin oponer resistencia, sin desatar el terrible apocalipsis prometido… Pero Dean estaba demasiado ciego para verlo, debían llegar antes. — ¡DEAN. DEAN PARA! ¡NO LO HAGAS! Sam se había parado, casi en seco, porque Dean se lo había pedido, pero ella no tenía intención alguna de hacerle caso, no iba a escucharlo cuando él tampoco la escuchaba a ella. Y lo hubiera conseguido si al pasar por su lado, Sam no la hubiera rodeado con el brazo, frenándola y pegándola contra él. — Dean… Claire ya no gritaba, la tensión del momento había dejado al mundo entero en silencio, Sam seguía sujetándola, al menos hasta que… hasta que Dean baja el arma, y todos (menos Chuck) parecen volver a respirar de nuevo. En ese momento Sam la libera, y Claire toma posición tras Dean, a su derecha, colocando una mano sobre el hombro masculino y casi hinchándose de orgullo al ver como Dean plantaba cara al puñetero Dios. Y de un segundo para el siguiente… se desata el caos. Jack estaba muriendo. Dean salta por los aires, aterrizando contra una lápida. Sam se adelanta a la idea de Claire y es él quien dispara a Chuck, hiriéndose él mismo en el proceso. Claire se agacha sobre Sam, comprobando su estado… y de repente… — 𝗕𝗶𝗲𝗻𝘃𝗲𝗻𝗶𝗱𝗼𝘀 𝗮𝗹 𝗳𝗶𝗻. Aquellas palabras se quedan vibrando en el ambiente. Ahora eran cuatro y un cadáver, y era noche cerrada. Claire ayuda a Sam a levantarse, y cuando Dean se acerca, coge la mano de este, permitiéndose aquel sencillo gesto entre ambos para confirmar que estaban bien. Algo sencillo y escueto ya que los ojos de todos los allí presentes no podían separarse de Jack y de los horribles agujeros quemados que exhibía donde antes había lucido unos precioso ojos azules. Claire había visto demasiadas cosas en su vida, al igual que los Winchester y sin embargo su mano libre había acudido a cubrir su boca, horrorizada ante la imagen del cuerpo de Jack, aquel muchacho que a pesar de no tener alma, había aceptado la muerte a manos de Dean, consciente de sus actos y las consecuencias que ellos acarreaban. Aún sin alma era mucho mejor, mucho más humano que demasiadas personas. No se merecía aquel final. — Deberíamos llevarlo a ca— La tenue voz de la rubia se apaga de golpe cuando de pronto toda la tierra comienza a temblar mientras una brecha de fuego abre el suelo en dos, dejando salir de ella almas condenadas. Ven volar unas cuantas, pero lo más preocupante, por mucho que costara creerlo no era eso, si no que las tumbas a su alrededor estaba comenzando, literalmente a explotar y de ella salían cadáveres, decenas y decenas de ellos, rodeándoles. Solo entonces Dean suelta su mano, para armarse a él mismo, a su hermano y a Claire con tres picas de hierro. Pronto la lucha se vuelve encarnizada, los zombies atacaban en masa, y ellos se esforzaban en tratar de alejarlos. Cada uno luchaba solo contra cuatro, cinco o más cuerpos. Claire los apartaba con asco, a base de patadas, empentones y en cuanto tenía un hueco, por pequeño que fuera, les hundía su pica con rabia. Tenía un objetivo, aparte de no morir bajo aquel asedio descompuesto, y era llegar hasta Dean para evitar que él sucumbiera también. Habían llegado hasta allí, y no iba a permitir que el jodido capricho de un mini Dios con complejo de micro pene, acabara con todo su plan. Mientras más y más almas seguían sobrevolando el cielo, escapando de la brecha. El poder de Castiel acabando con los zombies iluminaba la noche, y los gruñidos y los chasquidos de los huesos y los dientes desnudos de aquellos bichos le revolvían el estómago a Claire. La llamada del ángel mientras se echaba al hombro a Jack, se hace escuchar por encima de todo aquel caos, y esta vez es Dean quien quitándole un zombie de encima coge su mano y tira de ella sacándola del circulo que habían creado a su alrededor para poder correr tras Sam, Jack y Cas. “𝑆𝑢 𝑝𝑎𝑑𝑟𝑒” había liberado parcialmente el camino, y ahora empalaban muertos mientras corrían hacia lo que claramente era un mausoleo. Los cinco (incluyendo a Jack) se precipitan dentro, Sam y Dean cierran la puerta, atrancándola. — Perfecto, dos minutos de calma en un puta ratonera. Que alguien haga una marca, acabamos de romper una ley mística del universo. Ahí estaba el mal humor de Claire camuflado con un comentario ácido y parcialmente pasota mientras veía a Castiel depositar en el suelo a Jack con el mayor de los cuidados. Tenía las manos cerradas en dos puños, el derecho rodeando aun la pica de hierro, con tanta fuerza que tenía blancos los nudillos. Sam pensaba que aquella puerta iba a aguantar, pero Claire, viendo los empujones que daban desde fuera, y la forma en la que, las hojas temblaban contra los goznes, tenía serias dudas, de modo que mientras los hermanos inspeccionaban el lugar, y Castiel se ocupaba de Jack o lo que quedaba de él, ella sube los tres pequeños escalones que hay entre la puerta y ellos, y se coloca allí, como una pobre pero fiera primera línea de defensa si aquellas abominaciones conseguían entrar. 𝐹𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑐𝑟𝑒𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 [thetribrid]
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  • Claire se había sentado en el suelo, justo al borde de la cama, cruzando las piernas mientras deja caer el pelo rubio sobre sus hombros. DEAN WINCHESTER se acomoda detrás de ella con una pequeña goma en la muñeca, la cual claramente le dejaría marca, si no terminaba por romperse al estirarse tanto, y una concentración casi cómica en el rostro.

    —¿Estás seguro de que sabes hacer esto? —pregunta la cazadora, alzando una ceja con una suave sonrisa torcida.

    —Claire, por favor — Dean separa con cuidado su cabello en tres secciones —Tengo años de práctica. ¿Sabes cuántas trenzas le he hecho a Sam? Ese pelo de princesa no se desenreda solo.

    Claire suelta una risa suave, ladeando la cabeza para mirarlo por encima del hombro.

    —¿Así que este talento oculto viene de lidiar con el "Sam, el prodigio de las melenas"?

    —Exactamente — Dean responde orgulloso mientras empieza la trenza con firmeza pero sin tirar — Aunque Sam nunca lo confiese.

    —Le diré que te mande una tarjeta de agradecimiento “𝐺𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑒𝑛𝑠𝑒𝑛̃𝑎𝑟𝑚𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑣𝑒𝑟𝑑𝑎𝑑𝑒𝑟𝑜 𝑐𝑎𝑧𝑎𝑑𝑜𝑟 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑒𝑠 𝑒𝑠𝑡𝑖𝑙𝑖𝑠𝑡𝑎.”

    Dean deja escapar una risa, atando la trenza con un pequeño tirón juguetón al final.

    —Listo. Y por si te lo preguntabas... sí, también hago moños.

    Claire por fin se gira para mirarlo, divertida, y le planta un beso rápido en la mejilla.

    —Eres un misterio, Winchester.

    —Soy un hombre de muchos talentos, Novak.

    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    Claire se había sentado en el suelo, justo al borde de la cama, cruzando las piernas mientras deja caer el pelo rubio sobre sus hombros. [JerkHuntxr] se acomoda detrás de ella con una pequeña goma en la muñeca, la cual claramente le dejaría marca, si no terminaba por romperse al estirarse tanto, y una concentración casi cómica en el rostro. —¿Estás seguro de que sabes hacer esto? —pregunta la cazadora, alzando una ceja con una suave sonrisa torcida. —Claire, por favor — Dean separa con cuidado su cabello en tres secciones —Tengo años de práctica. ¿Sabes cuántas trenzas le he hecho a Sam? Ese pelo de princesa no se desenreda solo. Claire suelta una risa suave, ladeando la cabeza para mirarlo por encima del hombro. —¿Así que este talento oculto viene de lidiar con el "Sam, el prodigio de las melenas"? —Exactamente — Dean responde orgulloso mientras empieza la trenza con firmeza pero sin tirar — Aunque Sam nunca lo confiese. —Le diré que te mande una tarjeta de agradecimiento “𝐺𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑒𝑛𝑠𝑒𝑛̃𝑎𝑟𝑚𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑣𝑒𝑟𝑑𝑎𝑑𝑒𝑟𝑜 𝑐𝑎𝑧𝑎𝑑𝑜𝑟 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑒𝑠 𝑒𝑠𝑡𝑖𝑙𝑖𝑠𝑡𝑎.” Dean deja escapar una risa, atando la trenza con un pequeño tirón juguetón al final. —Listo. Y por si te lo preguntabas... sí, también hago moños. Claire por fin se gira para mirarlo, divertida, y le planta un beso rápido en la mejilla. —Eres un misterio, Winchester. —Soy un hombre de muchos talentos, Novak. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • —Olfateó el peluche, ladeando la cabeza. Claramente nunca había visto uno. Pero apreció el detalle.—

    QᴜÉ ᴏʙᴊᴇᴛᴏ ᴛᴀɴ ᴘᴀʀᴛɪᴄᴜʟᴀʀ. ᴍᴜᴄʜᴀꜱ ɢʀᴀᴄɪᴀꜱ


    Xue Yang




    //Pido perdón, lo vi en el trabajo y al volver a casa olvidé reaccionar gracias
    —Olfateó el peluche, ladeando la cabeza. Claramente nunca había visto uno. Pero apreció el detalle.— QᴜÉ ᴏʙᴊᴇᴛᴏ ᴛᴀɴ ᴘᴀʀᴛɪᴄᴜʟᴀʀ. ᴍᴜᴄʜᴀꜱ ɢʀᴀᴄɪᴀꜱ [XueChengmei] //Pido perdón, lo vi en el trabajo y al volver a casa olvidé reaccionar :STK-31: gracias 💕
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  • —Cruje el cuello hacia un lado, con una sonrisa torcida que no llega a los ojos. La voz suena grave, seca, cargada de filo apenas contenido.—

    "Buenos días…"
    —Hace una pausa, como si paladeara el veneno tras el saludo.—
    "...espero que no estés pensando en arruinarlo, porque te juro que el primero que me mire raro, lo estreno contra el suelo."

    —Los pasos son firmes, cada uno una advertencia. Se detiene justo a medio metro, ladeando apenas la cabeza con una mueca de desafío.—
    "Así que sonríe, saluda… o prepárate para que este día sea el último que recuerdes con dientes enteros."

    —Y tras un leve chasquido de lengua, concluye con un susurro más peligroso que un grito:—
    "¿Listos para otro hermoso amanecer… o hay que ponerlo en llamas?"
    —Cruje el cuello hacia un lado, con una sonrisa torcida que no llega a los ojos. La voz suena grave, seca, cargada de filo apenas contenido.— "Buenos días…" —Hace una pausa, como si paladeara el veneno tras el saludo.— "...espero que no estés pensando en arruinarlo, porque te juro que el primero que me mire raro, lo estreno contra el suelo." —Los pasos son firmes, cada uno una advertencia. Se detiene justo a medio metro, ladeando apenas la cabeza con una mueca de desafío.— "Así que sonríe, saluda… o prepárate para que este día sea el último que recuerdes con dientes enteros." —Y tras un leve chasquido de lengua, concluye con un susurro más peligroso que un grito:— "¿Listos para otro hermoso amanecer… o hay que ponerlo en llamas?"
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  • ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Hoy tenemos una gran llegada de nuevos personajes 3D a la comunidad!

    Denle una cálida bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤ Jude Ferrari Bianchi

    Jude Ferrari Bianchi podría no imponer a primera vista —su aspecto juvenil y aire despistado lo hacen parecer más alumno que profesor—, pero basta escucharlo hablar para notar que detrás hay una mente brillante y una vocación sincera. Amable, curioso y algo caótico, enseña con pasión y conecta sin esfuerzo con quienes lo rodean.


    ㅤㅤㅤㅤㅤ 𝐆𝐈𝐎𝐕𝐀𝐍𝐍𝐈 𝐃𝐈 𝐒𝐓𝐄𝐅𝐀𝐍𝐎

    Giovanni Di Stefano no necesita alzar la voz para hacerse notar. Mano derecha de la Cosa Nostra, su presencia es tan afilada como su juicio. Frío, leal y calculador, entiende que en su mundo la venganza no es impulso: es arte servido en plato helado.


    ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo.


    Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!


    Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil:


    Normas básicas de la plataforma:
    https://ficrol.com/static/guidelines 


    Guías y miniguías para no perderse:
    https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS 


    Grupo exclusivo para Personajes 3D:
    https://ficrol.com/groups/Personajes3D


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    Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS  
    Fandoms 3D en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL 


    Consejos para mejorar escritura y narración
    https://ficrol.com/pages/RinconEscritor 


    ¡Estamos deseando ver a vuestros personajes en acción!


    #RolSage3D #Bienvenida3D #NuevosPersonajes3D #ComunidadFicRol
    ✨ ¡HEY, FICROLERS 3D! ✨ ¡Hoy tenemos una gran llegada de nuevos personajes 3D a la comunidad! 🎉 Denle una cálida bienvenida a... ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [Cosmo_etic1] Jude Ferrari Bianchi podría no imponer a primera vista —su aspecto juvenil y aire despistado lo hacen parecer más alumno que profesor—, pero basta escucharlo hablar para notar que detrás hay una mente brillante y una vocación sincera. Amable, curioso y algo caótico, enseña con pasión y conecta sin esfuerzo con quienes lo rodean. ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [sussurr0xargent0] Giovanni Di Stefano no necesita alzar la voz para hacerse notar. Mano derecha de la Cosa Nostra, su presencia es tan afilada como su juicio. Frío, leal y calculador, entiende que en su mundo la venganza no es impulso: es arte servido en plato helado. 👋 ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo. 🧙‍♀️ Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada! 🧭 Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil: 📌 Normas básicas de la plataforma: 🔗 https://ficrol.com/static/guidelines  📖 Guías y miniguías para no perderse: 🔗 https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS  🌍 Grupo exclusivo para Personajes 3D: 🔗 https://ficrol.com/groups/Personajes3D 📚 Directorios para encontrar rol y fandoms afines 🔗 Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS   🔗 Fandoms 3D en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL  ✍️ Consejos para mejorar escritura y narración 🔗 https://ficrol.com/pages/RinconEscritor  ¡Estamos deseando ver a vuestros personajes en acción! 🚀🔥 #RolSage3D #Bienvenida3D #NuevosPersonajes3D #ComunidadFicRol
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  • **En una pequeña y destartalada cabaña en medio de un bosque remoto, dos figuras descansaban tras un largo viaje entre dimensiones. O eso intentaba uno de ellos.**

    Kaelis se dejaba caer en el único sofá disponible, cubierto de polvo estelar, con el cabello alborotado y una rama clavada entre las plumas de sus alas.

    —¿¡Puedes explicarme en qué universo paralelo rescatar un Dofus sagrado de una cámara prohibida cuenta como “recoger un recuerdo familiar”!?

    Nival, que estaba a un lado de la ventana examinando con tranquilidad la brillante esfera que acababa de causar una persecución interplanetaria, soltó un suspiro inocente.

    —Técnicamente, Kaelis… era parte de la cultura de nuestro pueblo. Y nadie lo estaba usando.

    —¡No lo estaban usando porque estaba bajo un campo de fuerza custodiado por un ejército, un dios menor y un sistema de defensa automatizado que disparaba fuego por los ojos!

    Nival levantó un dedo. —Los ojos eran decorativos. El fuego salía de la boca.

    Kaelis lo miró con el ceño fruncido, parpadeando.

    —¡NO ES EL PUNTO, NIVAL!

    El hermano menor se sentó con elegancia sobre el suelo, aún observando el Dofus como si fuera una canica interesante. Luego encogió los hombros.

    —¿Y qué querías? ¿Que lo dejara ahí, acumulando polvo en una vitrina, olvidado? Mira esto. El Wakfu que emite... es como escuchar la voz de mamá en un susurro. No podía dejarlo.

    Kaelis, a pesar de su fastidio, vaciló un segundo. Pero se recompuso enseguida.

    —¿Y eso justifica que una civilización entera nos lanzara naves, dragones y maldiciones de 900 palabras?

    —Exageras.

    —¡Nos llamaron “ladrones interestelares con complejo de héroes”! ¡¿Sabes lo que eso hace a mi reputación?!

    —...¿Mejorarla?

    Kaelis lo miró con los ojos entrecerrados, el silencio cargado de sospecha. Nival sonrió ampliamente, con esa maldita sonrisa que usaba cada vez que sabía que se había salido con la suya.

    —Además, salimos bien. Solo casi nos matan tres veces. Cuatro a lo mucho.

    Kaelis levantó las manos, se giró y comenzó a marcharse.

    —Voy a dormir. Si al despertar hay una turba con antorchas planetarias en la puerta, te juro por las alas que me disuelvo en otra dimensión y no vuelvo por un siglo.

    —¿Quieres que te prepare té antes de eso?

    —¡NO QUIERO TU MALDITO TÉ!

    Nival rió suavemente mientras colocaba el Dofus en una pequeña cápsula de seguridad que colgaba de su cinto. Luego, mientras la noche se deslizaba sobre el bosque, murmuró en voz baja:

    —Tal vez nos persigan... pero al menos lo salvamos.

    Desde la otra habitación se escuchó un gruñido amortiguado de Kaelis:

    —¡Y mi paz mental la perdimos!

    Ambos sabían que volvería a pasar. Y ambos sabían que, por muy molesto que fuera, Kaelis siempre lo seguiría. Porque, al final, eran hermanos.

    Y el caos… era parte del paquete.
    **En una pequeña y destartalada cabaña en medio de un bosque remoto, dos figuras descansaban tras un largo viaje entre dimensiones. O eso intentaba uno de ellos.** Kaelis se dejaba caer en el único sofá disponible, cubierto de polvo estelar, con el cabello alborotado y una rama clavada entre las plumas de sus alas. —¿¡Puedes explicarme en qué universo paralelo rescatar un Dofus sagrado de una cámara prohibida cuenta como “recoger un recuerdo familiar”!? Nival, que estaba a un lado de la ventana examinando con tranquilidad la brillante esfera que acababa de causar una persecución interplanetaria, soltó un suspiro inocente. —Técnicamente, Kaelis… era parte de la cultura de nuestro pueblo. Y nadie lo estaba usando. —¡No lo estaban usando porque estaba bajo un campo de fuerza custodiado por un ejército, un dios menor y un sistema de defensa automatizado que disparaba fuego por los ojos! Nival levantó un dedo. —Los ojos eran decorativos. El fuego salía de la boca. Kaelis lo miró con el ceño fruncido, parpadeando. —¡NO ES EL PUNTO, NIVAL! El hermano menor se sentó con elegancia sobre el suelo, aún observando el Dofus como si fuera una canica interesante. Luego encogió los hombros. —¿Y qué querías? ¿Que lo dejara ahí, acumulando polvo en una vitrina, olvidado? Mira esto. El Wakfu que emite... es como escuchar la voz de mamá en un susurro. No podía dejarlo. Kaelis, a pesar de su fastidio, vaciló un segundo. Pero se recompuso enseguida. —¿Y eso justifica que una civilización entera nos lanzara naves, dragones y maldiciones de 900 palabras? —Exageras. —¡Nos llamaron “ladrones interestelares con complejo de héroes”! ¡¿Sabes lo que eso hace a mi reputación?! —...¿Mejorarla? Kaelis lo miró con los ojos entrecerrados, el silencio cargado de sospecha. Nival sonrió ampliamente, con esa maldita sonrisa que usaba cada vez que sabía que se había salido con la suya. —Además, salimos bien. Solo casi nos matan tres veces. Cuatro a lo mucho. Kaelis levantó las manos, se giró y comenzó a marcharse. —Voy a dormir. Si al despertar hay una turba con antorchas planetarias en la puerta, te juro por las alas que me disuelvo en otra dimensión y no vuelvo por un siglo. —¿Quieres que te prepare té antes de eso? —¡NO QUIERO TU MALDITO TÉ! Nival rió suavemente mientras colocaba el Dofus en una pequeña cápsula de seguridad que colgaba de su cinto. Luego, mientras la noche se deslizaba sobre el bosque, murmuró en voz baja: —Tal vez nos persigan... pero al menos lo salvamos. Desde la otra habitación se escuchó un gruñido amortiguado de Kaelis: —¡Y mi paz mental la perdimos! Ambos sabían que volvería a pasar. Y ambos sabían que, por muy molesto que fuera, Kaelis siempre lo seguiría. Porque, al final, eran hermanos. Y el caos… era parte del paquete.
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  • La noche en aquel pequeño planeta era silenciosa y vasta. El cielo, oscuro como tinta profunda, se extendía sin fin, decorado con cuerpos celestes que titilaban como brasas en un fuego antiguo. Algunas estrellas parecían cercanas, como si pudiera tocarlas si tan solo extendía la mano; otras, lejanas y frías, le recordaban lo distante que estaba de casa… si es que ese concepto aún tenía algún significado.

    Kaelis dormía cerca, su forma envuelta en calma junto a una roca brillante que desprendía un resplandor tenue. Nival se había asegurado de no despertarlo al alejarse. Caminó en silencio por la suave pendiente de la colina, su capa azul marino ondeando suavemente con el viento. Una vez en la cima, se detuvo, dejando que la vista lo abrumara.

    El horizonte curvado del pequeño planeta se desplegaba ante él, con lunas de tonos violáceos flotando con pereza sobre el cielo inmóvil. Era un paisaje hermoso, casi mágico. Pero su belleza no traía consuelo.

    Nival se sentó, cruzando las piernas lentamente. Sus ojos marrones se alzaron al cielo, pero su mente estaba atrapada en otro lugar… en otro tiempo.

    —¿Y si están muertos? —murmuró con un suspiro tembloroso.

    El silencio le devolvió la pregunta, cruel y frío.

    —¿Y si mamá… y los demás… ya no están? ¿Si los dioses acabaron con todo? —trató de continuar, pero las palabras se le deshicieron en la garganta.

    Habían estado huyendo tanto tiempo, saltando de mundo en mundo a través de portales que él mismo abría, buscando lugares donde descansar, donde sanar… pero nunca había espacio para respuestas. Nunca había tiempo para regresar. Solo moverse. Solo sobrevivir.

    —¿Y si no hay nadie a quien volver a buscar? —se preguntó en voz baja—. ¿Y si nuestra historia terminó allá atrás, y nosotros somos solo… cenizas que el viento olvidó llevarse?

    El dolor lo apretó por dentro. No era solo miedo. Era la culpa, la impotencia. La incertidumbre que lo corroía cada noche.

    —¿De qué sirve correr si ya no queda nada por lo que pelear…?

    Un paso suave rompió el silencio. No necesitó volverse para saber quién era.

    Kaelis se acercó, sus alas aún plegadas, su presencia serena como la de un guardián que ha visto muchas noches, muchas heridas. Se sentó a su lado sin decir palabra.

    Nival mantuvo la mirada en las estrellas, aunque sus ojos se humedecían.

    —Kaelis… ¿tú crees que están vivos? —preguntó al fin, en voz baja, casi temiendo la respuesta.

    Kaelis tardó en hablar. Y cuando lo hizo, su voz era baja, firme.

    —No lo sé. Pero mientras no lo sepamos con certeza, no dejaré de creerlo.

    —¿Y si ya no queda esperanza?

    Kaelis lo miró con seriedad.

    —La esperanza no es algo que encontramos. Es algo que decidimos llevar, incluso cuando el camino está oscuro. Especialmente entonces.

    Nival apretó la mandíbula.

    —Estoy cansado de llevarla solo.

    Kaelis le puso una mano en el hombro.

    —Entonces déjame ayudarte a cargarla.

    En esa noche oscura, donde las estrellas parecían murmurar secretos olvidados, los dos hermanos permanecieron juntos, en silencio. El dolor de Nival no desapareció, pero en los ojos firmes de Kaelis encontró una razón para seguir buscando, una fuerza que, por un instante, le permitió creer que quizá, en algún rincón del universo, aún había un hogar al que podían regresar.

    Aunque los dioses lo hubieran intentado todo… ellos seguían vivos. Y eso, por ahora, era suficiente.
    La noche en aquel pequeño planeta era silenciosa y vasta. El cielo, oscuro como tinta profunda, se extendía sin fin, decorado con cuerpos celestes que titilaban como brasas en un fuego antiguo. Algunas estrellas parecían cercanas, como si pudiera tocarlas si tan solo extendía la mano; otras, lejanas y frías, le recordaban lo distante que estaba de casa… si es que ese concepto aún tenía algún significado. Kaelis dormía cerca, su forma envuelta en calma junto a una roca brillante que desprendía un resplandor tenue. Nival se había asegurado de no despertarlo al alejarse. Caminó en silencio por la suave pendiente de la colina, su capa azul marino ondeando suavemente con el viento. Una vez en la cima, se detuvo, dejando que la vista lo abrumara. El horizonte curvado del pequeño planeta se desplegaba ante él, con lunas de tonos violáceos flotando con pereza sobre el cielo inmóvil. Era un paisaje hermoso, casi mágico. Pero su belleza no traía consuelo. Nival se sentó, cruzando las piernas lentamente. Sus ojos marrones se alzaron al cielo, pero su mente estaba atrapada en otro lugar… en otro tiempo. —¿Y si están muertos? —murmuró con un suspiro tembloroso. El silencio le devolvió la pregunta, cruel y frío. —¿Y si mamá… y los demás… ya no están? ¿Si los dioses acabaron con todo? —trató de continuar, pero las palabras se le deshicieron en la garganta. Habían estado huyendo tanto tiempo, saltando de mundo en mundo a través de portales que él mismo abría, buscando lugares donde descansar, donde sanar… pero nunca había espacio para respuestas. Nunca había tiempo para regresar. Solo moverse. Solo sobrevivir. —¿Y si no hay nadie a quien volver a buscar? —se preguntó en voz baja—. ¿Y si nuestra historia terminó allá atrás, y nosotros somos solo… cenizas que el viento olvidó llevarse? El dolor lo apretó por dentro. No era solo miedo. Era la culpa, la impotencia. La incertidumbre que lo corroía cada noche. —¿De qué sirve correr si ya no queda nada por lo que pelear…? Un paso suave rompió el silencio. No necesitó volverse para saber quién era. Kaelis se acercó, sus alas aún plegadas, su presencia serena como la de un guardián que ha visto muchas noches, muchas heridas. Se sentó a su lado sin decir palabra. Nival mantuvo la mirada en las estrellas, aunque sus ojos se humedecían. —Kaelis… ¿tú crees que están vivos? —preguntó al fin, en voz baja, casi temiendo la respuesta. Kaelis tardó en hablar. Y cuando lo hizo, su voz era baja, firme. —No lo sé. Pero mientras no lo sepamos con certeza, no dejaré de creerlo. —¿Y si ya no queda esperanza? Kaelis lo miró con seriedad. —La esperanza no es algo que encontramos. Es algo que decidimos llevar, incluso cuando el camino está oscuro. Especialmente entonces. Nival apretó la mandíbula. —Estoy cansado de llevarla solo. Kaelis le puso una mano en el hombro. —Entonces déjame ayudarte a cargarla. En esa noche oscura, donde las estrellas parecían murmurar secretos olvidados, los dos hermanos permanecieron juntos, en silencio. El dolor de Nival no desapareció, pero en los ojos firmes de Kaelis encontró una razón para seguir buscando, una fuerza que, por un instante, le permitió creer que quizá, en algún rincón del universo, aún había un hogar al que podían regresar. Aunque los dioses lo hubieran intentado todo… ellos seguían vivos. Y eso, por ahora, era suficiente.
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  • El cielo crepitó con un leve zumbido antes de abrirse como una flor en pleno estallido. Un portal giratorio, azul intenso, se desplegó sobre una llanura verdosa y húmeda, con colinas suaves y una aldea rudimentaria a lo lejos. De él emergieron dos figuras: la primera, de movimientos ligeros y sonrisa amable, llevaba una capa azul marino ondeando tras de sí; la segunda, más alta, de presencia firme y piel grisácea con alas aún replegadas. Nival y Kaelis Winter habían llegado a una nueva dimensión.

    No tardaron en notar el caos. A lo lejos, una multitud avanzaba colérica, antorchas en alto, gritos enardecidos llenando el aire con acusaciones y miedo. Frente a ellos, una figura pequeña corría desesperada, tropezando con las piedras del camino y jadeando entre sollozos. Era una niña de apenas seis o siete años, con el cabello enmarañado y los ojos desorbitados por el terror. Nival entrecerró los ojos, el viento agitando los bordes de su capa.

    —¿Qué demonios…? —murmuró, ya con la mano alzada.

    Sin perder un segundo, con un chasquido de sus dedos, abrió un portal directamente frente a la niña, que apenas alcanzó a verlo antes de caer de rodillas y atravesarlo. Al otro lado la esperaba Nival, quien la recibió con los brazos abiertos y una voz tranquila:

    —Tranquila, ya no tienes que correr.

    Ella se aferró a su capa sin decir palabra, temblando. Kaelis, desde lo alto, se dejó caer con elegancia y firmeza frente a la turba enfurecida. Su sola presencia los detuvo. El sol detrás de sus alas extendidas y la mirada violeta fija como la de un juez celestial bastaron para hacerlos dudar.

    —¿Por qué persiguen a una niña? —tronó su voz, profunda y serena, como un río que ha olvidado lo que es la prisa.

    Un hombre de rostro curtido y expresión endurecida dio un paso al frente.
    —¡Esa niña trajo desgracias! ¡Desde que apareció, las cosechas se han marchitado y el ganado enferma! ¡Es una bruja, una criatura maldita!

    —¿Y culparla es más fácil que buscar respuestas? —intervino Nival, apareciendo detrás de ellos mediante otro portal, su tono cargado de un desdén frío. La niña lo seguía de cerca, ahora resguardada por la seguridad que inspiraban los dos hermanos.

    Kaelis, con un movimiento de sus alas, creó una ráfaga de viento que apagó las antorchas y silenció los gritos.
    —¿Desgracias? ¿O negligencia? Tal vez solo están buscando algo o alguien a quien culpar.

    Ante la presión de los hermanos, los aldeanos empezaron a bajar la voz. Algunos desviaban la mirada, otros comenzaban a retroceder con incertidumbre. Nival se acuclilló frente a la niña y le sonrió.

    —¿Quieres quedarte un tiempo aquí con nosotros? Podemos descubrir qué pasa de verdad.

    La pequeña asintió tímidamente, todavía apretando con fuerza los bordes de su vestido.

    Durante los días siguientes, Nival y Kaelis se instalaron en las afueras de la aldea. No tardaron en descubrir que las desgracias que aquejaban al pueblo no eran más que consecuencia de una plaga que se estaba propagando por toda la región, causada por un desequilibrio natural en la tierra. Nada que tuviera que ver con brujería ni maldiciones.

    Nival, con su dominio del Wakfu, ayudó a purificar los manantiales cercanos. Kaelis, en cambio, se dedicó a levantar barreras naturales y restaurar el bosque adyacente con ayuda de las corrientes de aire. Incluso enseñaron a los aldeanos a manejar mejor sus cultivos y a proteger sus cosechas con métodos más eficientes.

    La niña —que finalmente les dijo que su nombre era Elia— comenzó a sonreír más a menudo, siguiendo a Nival como una sombra curiosa. Le gustaba cuando él hacía pequeños portales para que jugara con mariposas que parecían surgir de otra dimensión. Por las noches, ella se acurrucaba entre ambos hermanos, escuchando con asombro sus relatos de mundos lejanos, dragones antiguos, y estrellas que hablaban entre sí.

    La aldea, lentamente, cambió. La desconfianza dio paso al agradecimiento. El miedo, a la comprensión. Cuando los campos florecieron de nuevo y los niños volvieron a correr entre las casas, algunos incluso pidieron disculpas a Elia, reconociendo el error cometido.

    —¿Ves? —le dijo Nival una tarde, mientras miraban un atardecer color ámbar—. A veces solo hay que abrir un portal… no al espacio, sino al corazón de los demás.

    Kaelis, a su lado, asentía con su calma habitual.
    —Y quedarse el tiempo necesario para asegurarse de que no se cierre.

    Los hermanos permanecieron en aquel mundo algunas lunas más. Lo suficiente para que Elia encontrara un hogar, lo suficiente para que el pueblo recordara lo que era la empatía. Y cuando llegó el momento, cuando las nubes volvieron a hablar en su idioma secreto, Nival abrió un nuevo portal… y los hermanos se despidieron con una sonrisa.

    Sin promesas. Sin destino fijo. Solo con el viento como testigo… y un corazón más en paz.
    El cielo crepitó con un leve zumbido antes de abrirse como una flor en pleno estallido. Un portal giratorio, azul intenso, se desplegó sobre una llanura verdosa y húmeda, con colinas suaves y una aldea rudimentaria a lo lejos. De él emergieron dos figuras: la primera, de movimientos ligeros y sonrisa amable, llevaba una capa azul marino ondeando tras de sí; la segunda, más alta, de presencia firme y piel grisácea con alas aún replegadas. Nival y Kaelis Winter habían llegado a una nueva dimensión. No tardaron en notar el caos. A lo lejos, una multitud avanzaba colérica, antorchas en alto, gritos enardecidos llenando el aire con acusaciones y miedo. Frente a ellos, una figura pequeña corría desesperada, tropezando con las piedras del camino y jadeando entre sollozos. Era una niña de apenas seis o siete años, con el cabello enmarañado y los ojos desorbitados por el terror. Nival entrecerró los ojos, el viento agitando los bordes de su capa. —¿Qué demonios…? —murmuró, ya con la mano alzada. Sin perder un segundo, con un chasquido de sus dedos, abrió un portal directamente frente a la niña, que apenas alcanzó a verlo antes de caer de rodillas y atravesarlo. Al otro lado la esperaba Nival, quien la recibió con los brazos abiertos y una voz tranquila: —Tranquila, ya no tienes que correr. Ella se aferró a su capa sin decir palabra, temblando. Kaelis, desde lo alto, se dejó caer con elegancia y firmeza frente a la turba enfurecida. Su sola presencia los detuvo. El sol detrás de sus alas extendidas y la mirada violeta fija como la de un juez celestial bastaron para hacerlos dudar. —¿Por qué persiguen a una niña? —tronó su voz, profunda y serena, como un río que ha olvidado lo que es la prisa. Un hombre de rostro curtido y expresión endurecida dio un paso al frente. —¡Esa niña trajo desgracias! ¡Desde que apareció, las cosechas se han marchitado y el ganado enferma! ¡Es una bruja, una criatura maldita! —¿Y culparla es más fácil que buscar respuestas? —intervino Nival, apareciendo detrás de ellos mediante otro portal, su tono cargado de un desdén frío. La niña lo seguía de cerca, ahora resguardada por la seguridad que inspiraban los dos hermanos. Kaelis, con un movimiento de sus alas, creó una ráfaga de viento que apagó las antorchas y silenció los gritos. —¿Desgracias? ¿O negligencia? Tal vez solo están buscando algo o alguien a quien culpar. Ante la presión de los hermanos, los aldeanos empezaron a bajar la voz. Algunos desviaban la mirada, otros comenzaban a retroceder con incertidumbre. Nival se acuclilló frente a la niña y le sonrió. —¿Quieres quedarte un tiempo aquí con nosotros? Podemos descubrir qué pasa de verdad. La pequeña asintió tímidamente, todavía apretando con fuerza los bordes de su vestido. Durante los días siguientes, Nival y Kaelis se instalaron en las afueras de la aldea. No tardaron en descubrir que las desgracias que aquejaban al pueblo no eran más que consecuencia de una plaga que se estaba propagando por toda la región, causada por un desequilibrio natural en la tierra. Nada que tuviera que ver con brujería ni maldiciones. Nival, con su dominio del Wakfu, ayudó a purificar los manantiales cercanos. Kaelis, en cambio, se dedicó a levantar barreras naturales y restaurar el bosque adyacente con ayuda de las corrientes de aire. Incluso enseñaron a los aldeanos a manejar mejor sus cultivos y a proteger sus cosechas con métodos más eficientes. La niña —que finalmente les dijo que su nombre era Elia— comenzó a sonreír más a menudo, siguiendo a Nival como una sombra curiosa. Le gustaba cuando él hacía pequeños portales para que jugara con mariposas que parecían surgir de otra dimensión. Por las noches, ella se acurrucaba entre ambos hermanos, escuchando con asombro sus relatos de mundos lejanos, dragones antiguos, y estrellas que hablaban entre sí. La aldea, lentamente, cambió. La desconfianza dio paso al agradecimiento. El miedo, a la comprensión. Cuando los campos florecieron de nuevo y los niños volvieron a correr entre las casas, algunos incluso pidieron disculpas a Elia, reconociendo el error cometido. —¿Ves? —le dijo Nival una tarde, mientras miraban un atardecer color ámbar—. A veces solo hay que abrir un portal… no al espacio, sino al corazón de los demás. Kaelis, a su lado, asentía con su calma habitual. —Y quedarse el tiempo necesario para asegurarse de que no se cierre. Los hermanos permanecieron en aquel mundo algunas lunas más. Lo suficiente para que Elia encontrara un hogar, lo suficiente para que el pueblo recordara lo que era la empatía. Y cuando llegó el momento, cuando las nubes volvieron a hablar en su idioma secreto, Nival abrió un nuevo portal… y los hermanos se despidieron con una sonrisa. Sin promesas. Sin destino fijo. Solo con el viento como testigo… y un corazón más en paz.
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