• 𝚁𝙴𝚃𝚄𝚁𝙽 𝚃𝙾 𝚃𝙷𝙴 𝙷𝚄𝙽𝚃
    Fandom Supernatural
    Categoría Acción
    Desperto en el cuarto de motel que compartía con el mayor de sus hijos, giró la cabeza sobre la almohada y miró en dirección a la segunda cama individual; Dean dormía profundamente con una mano metida debajo de la almohada y rocando por lo bajo, pero no por aparentar un sueño profundo significaba que no iba a despertarse de golpe ante el menor ruido en la habitación por lo que tenia que ser cuidadoso. Probablemente jamás lo admitiria en voz alta, pero estaba orgulloso de los excelentes cazadores que había formado, estaba orgulloso de Dean y de Sam; a pesar de estar molesto con este último por haberse marchado del nido, estaba orgulloso de ellos por todas las criaturas que habían eliminado sin su ayuda.

    El reloj en la mesa de noche marcaba poco más de las cinco de la mañana, no era de extrañarse que despertara por si solo en ese horario. Una costumbre arraigada, forjada durante sus años en el ejército y gracias a eso no era esclavo de ningún despertador.

    Se deslizó con cuidado sobre el colchón, tratando de no provocar ningún chirrido de los resortes. Se colgó el bolso al hombro, tomo las llaves de la camioneta, dejo las del impala sobre la mesa y garabateo una nota rápida que decía: "Dean, volvere en un par de días. Encargate de la cacería programada para los próximos días, llevate el impala, nos vemos pronto". Dejo la nota sobre la mesa de noche, observo a su hijo dormir por un par de segundos y se escabullo de la habitacion sin hacer ruido.

    Una vez fuera, empujo la camioneta un par de metros para no despertar a Dean con el sonido del motor. Afortunadamente acababa de llegar un camión con una exhausto conductor con intención de pasar la noche en ese lugar y John aprovecho el sonido de ese motor para encubrir el de su camioneta.

    Encendió la radio cuando tomo el desvío hacia la carretera, envío un último mensaje tanto para Bill como para su esposa Ellen; comunicandoles que iba en camino hacia su bar; Harvelle's Roadhouse. Un refugio y punto de encuentro para cazadores, allí solían intercambiar armas, debatir sobre criaturas sobrenaturales y hasta disputarse quien o quienes se encargaban de eliminar a tal o cual bestia.

    Condujo durante tres horas, solo para encontrarse con un clima lluvioso al estacionar en la entrada del bar. Bajo de la camioneta usando su chaqueta como paraguas, en ese breve trayecto se percató de que habían algunos coches que veía por primera y asumió que habían cazadores nuevos. No estaba en desacuerdo con incluir a más mientras fuesen competentes, las nueva camadas eran hijos o incluso nietos de otros cazadores; pero al menos se contentaba en saber que solo recibiría cumplidos para sus propios hijos, no le había comentado a nadie lo de Sam y esperaba manterlo así.

    Cruzó la puertas de entrada y lo primero que vio fue a Bill regañando a su hija Jo. El hombre extendía la mano de forma impaciente, aguardando a que la rubia le entragase algo, definitivamente a su amigo le faltaba tener algo de "mano dura" y educadar mejor a su hija.

    Por curiosidad, se sentó en una banqueta de la barra para contemplar discretamente la escena. En ese momento Ellen apareció y le sirvió una botella de cerveza.

    ──Otra vez trato de cazar por su cuenta. No importa lo que su padre le diga, quiere formar parte de esto, pero aún no esta lista... No todos tenemos la suerte de tener unos muchachos tan obedientes como los tuyos, John── Le comento divertida, el experto cazador tomó el cumplido aunque no alardeo sobre ello.

    ──Mis hijos también tuvieron su etapa de rebeldía en la que se saltaban mis reglas. Lo único que necesitas para enderezarlos es ser estricto pero también se requiere mucha paciencia. ── Vio como Jo dejaba de mala gana un cuchillo sobre la mano de su padre y se marchaba por la puerta de atrás del bar, en donde tenían su hogar y John acoto algo más. ──No sean duros con ella, ya aprenderá... ──

    Eve Duvall
    Desperto en el cuarto de motel que compartía con el mayor de sus hijos, giró la cabeza sobre la almohada y miró en dirección a la segunda cama individual; Dean dormía profundamente con una mano metida debajo de la almohada y rocando por lo bajo, pero no por aparentar un sueño profundo significaba que no iba a despertarse de golpe ante el menor ruido en la habitación por lo que tenia que ser cuidadoso. Probablemente jamás lo admitiria en voz alta, pero estaba orgulloso de los excelentes cazadores que había formado, estaba orgulloso de Dean y de Sam; a pesar de estar molesto con este último por haberse marchado del nido, estaba orgulloso de ellos por todas las criaturas que habían eliminado sin su ayuda. El reloj en la mesa de noche marcaba poco más de las cinco de la mañana, no era de extrañarse que despertara por si solo en ese horario. Una costumbre arraigada, forjada durante sus años en el ejército y gracias a eso no era esclavo de ningún despertador. Se deslizó con cuidado sobre el colchón, tratando de no provocar ningún chirrido de los resortes. Se colgó el bolso al hombro, tomo las llaves de la camioneta, dejo las del impala sobre la mesa y garabateo una nota rápida que decía: "Dean, volvere en un par de días. Encargate de la cacería programada para los próximos días, llevate el impala, nos vemos pronto". Dejo la nota sobre la mesa de noche, observo a su hijo dormir por un par de segundos y se escabullo de la habitacion sin hacer ruido. Una vez fuera, empujo la camioneta un par de metros para no despertar a Dean con el sonido del motor. Afortunadamente acababa de llegar un camión con una exhausto conductor con intención de pasar la noche en ese lugar y John aprovecho el sonido de ese motor para encubrir el de su camioneta. Encendió la radio cuando tomo el desvío hacia la carretera, envío un último mensaje tanto para Bill como para su esposa Ellen; comunicandoles que iba en camino hacia su bar; Harvelle's Roadhouse. Un refugio y punto de encuentro para cazadores, allí solían intercambiar armas, debatir sobre criaturas sobrenaturales y hasta disputarse quien o quienes se encargaban de eliminar a tal o cual bestia. Condujo durante tres horas, solo para encontrarse con un clima lluvioso al estacionar en la entrada del bar. Bajo de la camioneta usando su chaqueta como paraguas, en ese breve trayecto se percató de que habían algunos coches que veía por primera y asumió que habían cazadores nuevos. No estaba en desacuerdo con incluir a más mientras fuesen competentes, las nueva camadas eran hijos o incluso nietos de otros cazadores; pero al menos se contentaba en saber que solo recibiría cumplidos para sus propios hijos, no le había comentado a nadie lo de Sam y esperaba manterlo así. Cruzó la puertas de entrada y lo primero que vio fue a Bill regañando a su hija Jo. El hombre extendía la mano de forma impaciente, aguardando a que la rubia le entragase algo, definitivamente a su amigo le faltaba tener algo de "mano dura" y educadar mejor a su hija. Por curiosidad, se sentó en una banqueta de la barra para contemplar discretamente la escena. En ese momento Ellen apareció y le sirvió una botella de cerveza. ──Otra vez trato de cazar por su cuenta. No importa lo que su padre le diga, quiere formar parte de esto, pero aún no esta lista... No todos tenemos la suerte de tener unos muchachos tan obedientes como los tuyos, John── Le comento divertida, el experto cazador tomó el cumplido aunque no alardeo sobre ello. ──Mis hijos también tuvieron su etapa de rebeldía en la que se saltaban mis reglas. Lo único que necesitas para enderezarlos es ser estricto pero también se requiere mucha paciencia. ── Vio como Jo dejaba de mala gana un cuchillo sobre la mano de su padre y se marchaba por la puerta de atrás del bar, en donde tenían su hogar y John acoto algo más. ──No sean duros con ella, ya aprenderá... ── [TREME.WITCH]
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    ;; el primer familiar para el bebé
    ¿Debería poner a Dean como primo? Hm
    ;; el primer familiar para el bebé 🥰 ¿Debería poner a Dean como primo? Hm
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  • "Día de caza, es bueno volver a casa..."
    Fandom The Walking Dead
    Categoría Acción
    ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤ" Hogᥲr ᥒo ᥱs ᥙᥒ ᥣᥙgᥲr,
    ㅤㅤㅤㅤsoᥒ ᥣᥲs ρᥱrsoᥒᥲs qᥙᥱ tᥱ ιmρortᥲᥒ"
    ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤㅤ˹ 𝑨𝘼𝑹𝙊𝑵 ᴬᵁ



    ㅤㅤㅤㅤㅤNo había imaginado, cuando sus pasos la llevaban de un lado a otro con Miko, Connie, Kelly, Luke y Bernie, que algún día encontraría un lugar donde establecerse realmente. Un lugar fuerte, un lugar lleno de buenas personas que los acogieron y los trataron como familia desde que los conocieron. Nunca imaginó que otras personas le importarían tanto como aquellos compañeros de viaje con los que había compartido años de andanzas, peleas y combates. Había tenido que recorrer muchos kilómetros pero ahora, cada mañana que despertaba en Hilltop, se sentía… en casa.

    Las cosas en la colonia funcionaban. Poco a poco. Tras la caída del Reino había muchas más bocas que alimentar y las heladas del invierno habían destruido gran parte de las cosechas. La comida guardada en el almacén no duraría eternamente, por lo que las raciones se habían reducido considerablemente. Además, con las fronteras limitadas por culpa de Alpha y sus normas restrictivas cada vez costaba más encontrar caza con la que alimentar a tantas personas. Por suerte, no estaban solos. Contaban con ayuda de Alejandría y de Oceanside. Un par de carros de cada comunidad llegaban al menos una vez al mes para ayudar. A cambio, Hilltop proporcionaba armas, clavos, artículos de herrería, todo lo que Alden y Earl pudieran construir y manufacturar. Afilaban armas, cuchillos, fabricaban herraduras. Y todo esto era enviado a ambas comunidades al menos una vez al mes.

    La pérdida de los seres queridos tras la feria en El Reino aun creaba una enorme brecha de ausencia, el ambiente era… extraño. Enid, Tara, Tammy Rose, DJ… cada uno de esos nombres era un hueco enorme en las mesas a la hora de comer, en las conversaciones, en los corazones. Todos en la colonia sobre la colina intentaban sobreponerse a la tristeza, esa que todavia perduraba. Y, para huir de ese ambiente y cambiar de aires, Magna había decidido unirse a la comitiva que llevaría un par de carros a Alejandría. Miko no estaba demasiado contenta con aquella decisión por parte de Magna, había mucho que arreglar en Hilltop, decía.
    -Si no salgo de aquí, al menos un par de dias, me pegaré un tiro, Miko…- expresó Magna mientras preparaba una mochila como improvisado equipaje.

    -Buena suerte, no tenemos balas, ¿recuerdas? -le dijo la morena mientras Magna ya cerraba y aseguraba las hebillas de la mochila.

    Magna, por su parte, rodó los ojos y giró el rostro para mirar a su novia.

    -Te prometo que volveré antes de que tengas tiempo de echarme de menos… Además, tendrás la cama para ti sola. Yo probablemente tenga que compartir cuarto con Judith -bromeó Magna.

    Miko sonrió, le había hecho gracia el comentario.

    -Por suerte te entiendes bien con los niños… -respondió mientras llevaba una mano a la mejilla de Magna- Una semana, es el máximo de tiempo que te doy. Si no vuelves antes, saldré para traerte de la oreja.

    Magna negó con la cabeza y se acercó a besar a la morena.

    -Me tendrás aquí en menos tiempo, prometido.



    ㅤㅤㅤ▬▬▬ Un día después la comitiva de Hilltop formada por Ezekiel, Marco, Cal, Magna, Luke y Marlene llegaba a las puertas de Alejandría donde Scott les abrió la puerta, saludándolos efusivamente, contento de verlos de nuevo. Aun recordaba la primera vez que atravesó las puertas de aquella comunidad. Habían peleado con los muertos durante todo un día, estaban exhaustos y Miko herida cuando Judith los encontró. Una inevitable sonrisa de divertida nostalgia asomó a sus labios casi visualizando aquel día. Las miradas incomodas, el Consejo, Michonne y su propia terquedad que casi les cuesta la expulsión. Ahora podía reírse de aquello con las personas implicadas. Ahora eran familia. Nombres que antes eran desconocidos como Aaron, Gabriel, Michonne, Laura, Siddiq o Judith, ahora simbolizaban hogar. Un lugar al que volver y saber que serias recibido con los brazos abiertos.

    Saludaron rápidamente a Scott sin descender de los carros antes de que estos pasaran hasta el interior de la comunidad. Los alejandrinos que trabajaban en huertos, carpintería o herrería se detenían a mirarlos al pasar y los saludaban con camaradería desde sus puestos de trabajo. Definitivamente aquello era un poco de paz en mitad de todo el caos del mundo exterior… Un oasis.

    Antes de descender del carro, Magna divisó a Aaron, Judith y Gracie acercándose a los carros. Las dos niñas corrían entusiasmadas hacia los carros y Aaron los saludaba con su mano diestra.

    -¡Hola, Magna! -saludó Judith con entusiasmo cuando los pies de la pelirroja pisaron el suelo. Inmediatamente la niña se abrazó a su cintura.

    -¡Jud! ¡Caramba! Cada día estás más alta -respondió Magna rodeando a Judith con un brazo- Hola, Gracie -saludó a la niña rubia parada delante de ella- Os he traído un regalo recién recogido de Hilltop.

    Judith se apartó y Magna internó una mano en una de las cestas para sacar algunos melocotones. Dio uno a cada niña, y aquel regalo fue respondido en forma de agradecimientos entusiasmados y abrazos.

    -Ahora, ayudad a Luke a bajar las cajas. ¿Creéis que podréis? -preguntó Magna.

    -¡Si! -respondió Judith.

    -¡Vamos, Jud! -exclamó Gracie y ambas corrieron al final del carro.

    Magna alzó la mirada hacia Aaron.

    -Para ti también hay regalo, papá -sonrió ella lanzándole suavemente un melocotón y acercándose luego a abrazarle. Tuvo que ponerse de puntillas para poder llegar a su cuello ya que Aaron era un tío enorme- Hola -sonrió- Earl quiere que os diga que estas son sus últimas herraduras…-informó al separarse- No habrá herraduras nuevas hasta que encontremos más chatarra. Alden queria salir hoy a aquel centro comercial cerca de la autopista… -se percató entonces de que en su prótesis zurda llevaba su lucero del alba, así que lo señaló con una mano- ¿Vas a salir? ¿Quieres que te acompañe? Quizás podemos encontrar algo de caza…


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #TheWalkingDead

    psd: psd 53 by tuschen
    ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ" Hogᥲr ᥒo ᥱs ᥙᥒ ᥣᥙgᥲr, ㅤㅤㅤㅤsoᥒ ᥣᥲs ρᥱrsoᥒᥲs qᥙᥱ tᥱ ιmρortᥲᥒ" ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤㅤ˹ [AAR0N] ㅤㅤㅤㅤㅤNo había imaginado, cuando sus pasos la llevaban de un lado a otro con Miko, Connie, Kelly, Luke y Bernie, que algún día encontraría un lugar donde establecerse realmente. Un lugar fuerte, un lugar lleno de buenas personas que los acogieron y los trataron como familia desde que los conocieron. Nunca imaginó que otras personas le importarían tanto como aquellos compañeros de viaje con los que había compartido años de andanzas, peleas y combates. Había tenido que recorrer muchos kilómetros pero ahora, cada mañana que despertaba en Hilltop, se sentía… en casa. Las cosas en la colonia funcionaban. Poco a poco. Tras la caída del Reino había muchas más bocas que alimentar y las heladas del invierno habían destruido gran parte de las cosechas. La comida guardada en el almacén no duraría eternamente, por lo que las raciones se habían reducido considerablemente. Además, con las fronteras limitadas por culpa de Alpha y sus normas restrictivas cada vez costaba más encontrar caza con la que alimentar a tantas personas. Por suerte, no estaban solos. Contaban con ayuda de Alejandría y de Oceanside. Un par de carros de cada comunidad llegaban al menos una vez al mes para ayudar. A cambio, Hilltop proporcionaba armas, clavos, artículos de herrería, todo lo que Alden y Earl pudieran construir y manufacturar. Afilaban armas, cuchillos, fabricaban herraduras. Y todo esto era enviado a ambas comunidades al menos una vez al mes. La pérdida de los seres queridos tras la feria en El Reino aun creaba una enorme brecha de ausencia, el ambiente era… extraño. Enid, Tara, Tammy Rose, DJ… cada uno de esos nombres era un hueco enorme en las mesas a la hora de comer, en las conversaciones, en los corazones. Todos en la colonia sobre la colina intentaban sobreponerse a la tristeza, esa que todavia perduraba. Y, para huir de ese ambiente y cambiar de aires, Magna había decidido unirse a la comitiva que llevaría un par de carros a Alejandría. Miko no estaba demasiado contenta con aquella decisión por parte de Magna, había mucho que arreglar en Hilltop, decía. -Si no salgo de aquí, al menos un par de dias, me pegaré un tiro, Miko…- expresó Magna mientras preparaba una mochila como improvisado equipaje. -Buena suerte, no tenemos balas, ¿recuerdas? -le dijo la morena mientras Magna ya cerraba y aseguraba las hebillas de la mochila. Magna, por su parte, rodó los ojos y giró el rostro para mirar a su novia. -Te prometo que volveré antes de que tengas tiempo de echarme de menos… Además, tendrás la cama para ti sola. Yo probablemente tenga que compartir cuarto con Judith -bromeó Magna. Miko sonrió, le había hecho gracia el comentario. -Por suerte te entiendes bien con los niños… -respondió mientras llevaba una mano a la mejilla de Magna- Una semana, es el máximo de tiempo que te doy. Si no vuelves antes, saldré para traerte de la oreja. Magna negó con la cabeza y se acercó a besar a la morena. -Me tendrás aquí en menos tiempo, prometido. ㅤㅤㅤ▬▬▬ Un día después la comitiva de Hilltop formada por Ezekiel, Marco, Cal, Magna, Luke y Marlene llegaba a las puertas de Alejandría donde Scott les abrió la puerta, saludándolos efusivamente, contento de verlos de nuevo. Aun recordaba la primera vez que atravesó las puertas de aquella comunidad. Habían peleado con los muertos durante todo un día, estaban exhaustos y Miko herida cuando Judith los encontró. Una inevitable sonrisa de divertida nostalgia asomó a sus labios casi visualizando aquel día. Las miradas incomodas, el Consejo, Michonne y su propia terquedad que casi les cuesta la expulsión. Ahora podía reírse de aquello con las personas implicadas. Ahora eran familia. Nombres que antes eran desconocidos como Aaron, Gabriel, Michonne, Laura, Siddiq o Judith, ahora simbolizaban hogar. Un lugar al que volver y saber que serias recibido con los brazos abiertos. Saludaron rápidamente a Scott sin descender de los carros antes de que estos pasaran hasta el interior de la comunidad. Los alejandrinos que trabajaban en huertos, carpintería o herrería se detenían a mirarlos al pasar y los saludaban con camaradería desde sus puestos de trabajo. Definitivamente aquello era un poco de paz en mitad de todo el caos del mundo exterior… Un oasis. Antes de descender del carro, Magna divisó a Aaron, Judith y Gracie acercándose a los carros. Las dos niñas corrían entusiasmadas hacia los carros y Aaron los saludaba con su mano diestra. -¡Hola, Magna! -saludó Judith con entusiasmo cuando los pies de la pelirroja pisaron el suelo. Inmediatamente la niña se abrazó a su cintura. -¡Jud! ¡Caramba! Cada día estás más alta -respondió Magna rodeando a Judith con un brazo- Hola, Gracie -saludó a la niña rubia parada delante de ella- Os he traído un regalo recién recogido de Hilltop. Judith se apartó y Magna internó una mano en una de las cestas para sacar algunos melocotones. Dio uno a cada niña, y aquel regalo fue respondido en forma de agradecimientos entusiasmados y abrazos. -Ahora, ayudad a Luke a bajar las cajas. ¿Creéis que podréis? -preguntó Magna. -¡Si! -respondió Judith. -¡Vamos, Jud! -exclamó Gracie y ambas corrieron al final del carro. Magna alzó la mirada hacia Aaron. -Para ti también hay regalo, papá -sonrió ella lanzándole suavemente un melocotón y acercándose luego a abrazarle. Tuvo que ponerse de puntillas para poder llegar a su cuello ya que Aaron era un tío enorme- Hola -sonrió- Earl quiere que os diga que estas son sus últimas herraduras…-informó al separarse- No habrá herraduras nuevas hasta que encontremos más chatarra. Alden queria salir hoy a aquel centro comercial cerca de la autopista… -se percató entonces de que en su prótesis zurda llevaba su lucero del alba, así que lo señaló con una mano- ¿Vas a salir? ¿Quieres que te acompañe? Quizás podemos encontrar algo de caza… #Personajes3D #3D #Comunidad3D #TheWalkingDead psd: psd 53 by tuschen ㅤ
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    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    La libertad a 200 por hora

    Llego a la ciudad corriendo.
    No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí.
    Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta.

    No lloro.

    Prometí que no lo haría.
    Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane.

    Miro al suelo.
    Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas…

    Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí.
    Firme.
    Silenciosas.
    Casi como si me hubieran rastreado.

    Levanto la cabeza lentamente.

    Ryu.

    Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras.

    Ryu:
    —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto.
    Yo ya no lo uso.

    Extiende las manos.
    En ellas… un casco de moto rosa.

    No un rosa cualquiera.
    Un rosa exactamente de mi estilo.
    Brillante por fuera, acolchado por dentro.
    Huele a nuevo.
    A recién comprado.

    A pensé en ti.

    Lili:
    —¿P-para mí?

    Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno.
    Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa.

    Ryu:
    —Póntelo.
    Nos vamos de aquí.

    Mis manos tiemblan cuando agarro el casco.
    Es tan… bonito.
    Tan yo.
    Y al mismo tiempo tan inesperado.

    Me lo pongo.

    La siento observarme.
    Quizás asegurándose de que encaja.
    Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee.

    Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana.
    Una máquina de pura furia mecánica.

    La enciende.

    El motor ruge como un lobo ancestral.

    Ella me hace un gesto con la cabeza.

    No piensa insistir.
    No piensa obligarme.
    Solo… me invita.

    Y yo, sin pensarlo demasiado, subo.

    El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura.
    En cuanto siento su calor.

    La moto arranca.

    En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica.
    La ciudad se convierte en líneas borrosas.
    El viento me golpea, pero no duele.

    Al principio me asusto.

    Pero…

    A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu…
    A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad…

    Algo dentro de mí se rompe.

    Y algo nuevo emerge.

    Por primera vez en mucho, mucho tiempo…

    Siento libertad.

    Libertad de la sombra.
    De Arc.
    Del Caos.
    De mi nombre.
    De mi miedo.
    De mi dolor.
    De mi soledad.

    Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad:

    Estoy viva.
    Y no estoy sola.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La libertad a 200 por hora Llego a la ciudad corriendo. No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí. Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta. No lloro. Prometí que no lo haría. Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane. Miro al suelo. Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas… Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí. Firme. Silenciosas. Casi como si me hubieran rastreado. Levanto la cabeza lentamente. Ryu. Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras. Ryu: —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto. Yo ya no lo uso. Extiende las manos. En ellas… un casco de moto rosa. No un rosa cualquiera. Un rosa exactamente de mi estilo. Brillante por fuera, acolchado por dentro. Huele a nuevo. A recién comprado. A pensé en ti. Lili: —¿P-para mí? Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno. Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa. Ryu: —Póntelo. Nos vamos de aquí. Mis manos tiemblan cuando agarro el casco. Es tan… bonito. Tan yo. Y al mismo tiempo tan inesperado. Me lo pongo. La siento observarme. Quizás asegurándose de que encaja. Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee. Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana. Una máquina de pura furia mecánica. La enciende. El motor ruge como un lobo ancestral. Ella me hace un gesto con la cabeza. No piensa insistir. No piensa obligarme. Solo… me invita. Y yo, sin pensarlo demasiado, subo. El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura. En cuanto siento su calor. La moto arranca. En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica. La ciudad se convierte en líneas borrosas. El viento me golpea, pero no duele. Al principio me asusto. Pero… A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu… A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad… Algo dentro de mí se rompe. Y algo nuevo emerge. Por primera vez en mucho, mucho tiempo… Siento libertad. Libertad de la sombra. De Arc. Del Caos. De mi nombre. De mi miedo. De mi dolor. De mi soledad. Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad: Estoy viva. Y no estoy sola.
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    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La libertad a 200 por hora

    Llego a la ciudad corriendo.
    No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí.
    Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta.

    No lloro.

    Prometí que no lo haría.
    Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane.

    Miro al suelo.
    Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas…

    Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí.
    Firme.
    Silenciosas.
    Casi como si me hubieran rastreado.

    Levanto la cabeza lentamente.

    Ryu.

    Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras.

    Ryu:
    —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto.
    Yo ya no lo uso.

    Extiende las manos.
    En ellas… un casco de moto rosa.

    No un rosa cualquiera.
    Un rosa exactamente de mi estilo.
    Brillante por fuera, acolchado por dentro.
    Huele a nuevo.
    A recién comprado.

    A pensé en ti.

    Lili:
    —¿P-para mí?

    Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno.
    Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa.

    Ryu:
    —Póntelo.
    Nos vamos de aquí.

    Mis manos tiemblan cuando agarro el casco.
    Es tan… bonito.
    Tan yo.
    Y al mismo tiempo tan inesperado.

    Me lo pongo.

    La siento observarme.
    Quizás asegurándose de que encaja.
    Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee.

    Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana.
    Una máquina de pura furia mecánica.

    La enciende.

    El motor ruge como un lobo ancestral.

    Ella me hace un gesto con la cabeza.

    No piensa insistir.
    No piensa obligarme.
    Solo… me invita.

    Y yo, sin pensarlo demasiado, subo.

    El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura.
    En cuanto siento su calor.

    La moto arranca.

    En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica.
    La ciudad se convierte en líneas borrosas.
    El viento me golpea, pero no duele.

    Al principio me asusto.

    Pero…

    A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu…
    A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad…

    Algo dentro de mí se rompe.

    Y algo nuevo emerge.

    Por primera vez en mucho, mucho tiempo…

    Siento libertad.

    Libertad de la sombra.
    De Arc.
    Del Caos.
    De mi nombre.
    De mi miedo.
    De mi dolor.
    De mi soledad.

    Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad:

    Estoy viva.
    Y no estoy sola.
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    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La libertad a 200 por hora

    Llego a la ciudad corriendo.
    No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí.
    Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta.

    No lloro.

    Prometí que no lo haría.
    Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane.

    Miro al suelo.
    Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas…

    Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí.
    Firme.
    Silenciosas.
    Casi como si me hubieran rastreado.

    Levanto la cabeza lentamente.

    Ryu.

    Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras.

    Ryu:
    —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto.
    Yo ya no lo uso.

    Extiende las manos.
    En ellas… un casco de moto rosa.

    No un rosa cualquiera.
    Un rosa exactamente de mi estilo.
    Brillante por fuera, acolchado por dentro.
    Huele a nuevo.
    A recién comprado.

    A pensé en ti.

    Lili:
    —¿P-para mí?

    Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno.
    Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa.

    Ryu:
    —Póntelo.
    Nos vamos de aquí.

    Mis manos tiemblan cuando agarro el casco.
    Es tan… bonito.
    Tan yo.
    Y al mismo tiempo tan inesperado.

    Me lo pongo.

    La siento observarme.
    Quizás asegurándose de que encaja.
    Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee.

    Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana.
    Una máquina de pura furia mecánica.

    La enciende.

    El motor ruge como un lobo ancestral.

    Ella me hace un gesto con la cabeza.

    No piensa insistir.
    No piensa obligarme.
    Solo… me invita.

    Y yo, sin pensarlo demasiado, subo.

    El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura.
    En cuanto siento su calor.

    La moto arranca.

    En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica.
    La ciudad se convierte en líneas borrosas.
    El viento me golpea, pero no duele.

    Al principio me asusto.

    Pero…

    A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu…
    A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad…

    Algo dentro de mí se rompe.

    Y algo nuevo emerge.

    Por primera vez en mucho, mucho tiempo…

    Siento libertad.

    Libertad de la sombra.
    De Arc.
    Del Caos.
    De mi nombre.
    De mi miedo.
    De mi dolor.
    De mi soledad.

    Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad:

    Estoy viva.
    Y no estoy sola.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] La libertad a 200 por hora Llego a la ciudad corriendo. No sé cómo mis piernas me han traído hasta aquí. Solo sé que me siento en un banco y respiro hondo, tragándome el temblor en la garganta. No lloro. Prometí que no lo haría. Prometí que no lloraría por nada hasta volver a ver a Akane. Miro al suelo. Las sombras de mis propias pestañas tiemblan sobre mis mejillas… Y entonces dos botas negras se plantan frente a mí. Firme. Silenciosas. Casi como si me hubieran rastreado. Levanto la cabeza lentamente. Ryu. Con su típica expresión de loba que entiende todo sin necesitar palabras. Ryu: —Cachorrita… te he visto por aquí y quería darte esto. Yo ya no lo uso. Extiende las manos. En ellas… un casco de moto rosa. No un rosa cualquiera. Un rosa exactamente de mi estilo. Brillante por fuera, acolchado por dentro. Huele a nuevo. A recién comprado. A pensé en ti. Lili: —¿P-para mí? Ryu suelta un pequeño gruñido suave, un ronroneo lobuno. Sus colmillos asoman apenas, no como amenaza, sino como sonrisa. Ryu: —Póntelo. Nos vamos de aquí. Mis manos tiemblan cuando agarro el casco. Es tan… bonito. Tan yo. Y al mismo tiempo tan inesperado. Me lo pongo. La siento observarme. Quizás asegurándose de que encaja. Quizás comprobando que realmente estoy ahí, viva, entera… aunque por dentro me tambalee. Ryu camina hacia una moto deportiva negra, aparcada cercana. Una máquina de pura furia mecánica. La enciende. El motor ruge como un lobo ancestral. Ella me hace un gesto con la cabeza. No piensa insistir. No piensa obligarme. Solo… me invita. Y yo, sin pensarlo demasiado, subo. El mundo cambia en cuanto mis manos rodean su cintura. En cuanto siento su calor. La moto arranca. En dos segundos estamos volando por las calles, esquivando coches con precisión quirúrgica. La ciudad se convierte en líneas borrosas. El viento me golpea, pero no duele. Al principio me asusto. Pero… A medida que aprieto los brazos alrededor de Ryu… A medida que me sostengo en su espalda como si fuera el único punto firme de la realidad… Algo dentro de mí se rompe. Y algo nuevo emerge. Por primera vez en mucho, mucho tiempo… Siento libertad. Libertad de la sombra. De Arc. Del Caos. De mi nombre. De mi miedo. De mi dolor. De mi soledad. Y en ese instante, mientras volamos por la ciudad, solo existe una verdad: Estoy viva. Y no estoy sola.
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  • "𝙀𝒔𝙩𝒐... 𝙥𝒂𝙧𝒆𝙘𝒆.. 𝒊𝙧𝒓𝙚𝒂𝙡... ¿𝙇𝒐 𝒆𝙨? ¿𝙀𝒔 𝒓𝙚𝒂𝙡?
    Fandom The Walking Dead
    Categoría Drama

    ㅤㅤㅤㅤ 𝙉𝙤 𝙨𝙚́ 𝙨𝙞 𝙥𝙤𝙙𝙧𝙚́ 𝙖𝙘𝙤𝙨𝙩𝙪𝙢𝙗𝙧𝙖𝙧𝙢𝙚 𝙖... 𝙚𝙨𝙩𝙤...
    ㅤㅤㅤㅤ𝙏𝙤𝙙𝙤 𝙥𝙖𝙧𝙚𝙘𝙚... 𝙣𝙤𝙧𝙢𝙖𝙡
    ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤㅤ˹ 𝑨𝘼𝑹𝙊𝑵 ᴬᵁ


    ㅤㅤㅤㅤ #𝑓l𝑎sℎf𝑜r𝑤a𝑟d #𝑠e𝑎s𝑜n5

    ㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤDespués de más de dos años dando tumbos por el estado de Georgia. Después de peleas, guerras y pérdidas sus pasos los habían llevado hasta Alexandria. Aquel lugar parecía totalmente irreal. Liv se sentía sacada de su propia vida, de nuevo. Otra vez, tenía la sensación que tuvo cuando salía de King County en el coche de Shane y dejaba atrás su vida y todo lo que conocía.

    Los ojos verdes de la hija del sheriff estaban perdidos en aquellas limpias calles, casi como viera el velo de un sueño sacado de su propia imaginación. Sus dedos se entretenían en retirar un hilo suelto de uno de sus guantes, como si sintiera que era demasiado imperfecto, demasiado sucio para un lugar como aquel. Llevaba haciéndolo desde que se había sentado en el sillón de la casa de Deanna y se había encontrado tan gris, tan sucia, tan cansada, en mitad de aquel salón tan elegante, tan limpio… Y había sentido que desentonaba por completo. Ni siquiera recordaba qué le había preguntado la líder de Alexandria y tampoco recordaba qué había respondido y si había sido coherente…

    Las entrevistas todavia continuaban con algunos de los miembros de su grupo, pero su padre le había comentado que les habían asignado dos de aquellas lujosas casas, por lo que mientras su gente se instalaba en el interior de una de ellas, Liv estaba sentada en las escaleras del porche sin encontrar su sitio todavia en aquel pueblo mientras esperaba a que Daryl saliera de la entrevista con Deanna.



    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #TheWalkingDead

    credits: Pinterest y LovArt
    psd: tuschen psd 13
    ㅤ ㅤㅤㅤㅤ 𝙉𝙤 𝙨𝙚́ 𝙨𝙞 𝙥𝙤𝙙𝙧𝙚́ 𝙖𝙘𝙤𝙨𝙩𝙪𝙢𝙗𝙧𝙖𝙧𝙢𝙚 𝙖... 𝙚𝙨𝙩𝙤... ㅤㅤㅤㅤ𝙏𝙤𝙙𝙤 𝙥𝙖𝙧𝙚𝙘𝙚... 𝙣𝙤𝙧𝙢𝙖𝙡 ㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤㅤ˹ [AAR0N] ㅤㅤㅤㅤ #𝑓l𝑎sℎf𝑜r𝑤a𝑟d #𝑠e𝑎s𝑜n5 ㅤ ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤDespués de más de dos años dando tumbos por el estado de Georgia. Después de peleas, guerras y pérdidas sus pasos los habían llevado hasta Alexandria. Aquel lugar parecía totalmente irreal. Liv se sentía sacada de su propia vida, de nuevo. Otra vez, tenía la sensación que tuvo cuando salía de King County en el coche de Shane y dejaba atrás su vida y todo lo que conocía. Los ojos verdes de la hija del sheriff estaban perdidos en aquellas limpias calles, casi como viera el velo de un sueño sacado de su propia imaginación. Sus dedos se entretenían en retirar un hilo suelto de uno de sus guantes, como si sintiera que era demasiado imperfecto, demasiado sucio para un lugar como aquel. Llevaba haciéndolo desde que se había sentado en el sillón de la casa de Deanna y se había encontrado tan gris, tan sucia, tan cansada, en mitad de aquel salón tan elegante, tan limpio… Y había sentido que desentonaba por completo. Ni siquiera recordaba qué le había preguntado la líder de Alexandria y tampoco recordaba qué había respondido y si había sido coherente… Las entrevistas todavia continuaban con algunos de los miembros de su grupo, pero su padre le había comentado que les habían asignado dos de aquellas lujosas casas, por lo que mientras su gente se instalaba en el interior de una de ellas, Liv estaba sentada en las escaleras del porche sin encontrar su sitio todavia en aquel pueblo mientras esperaba a que Daryl saliera de la entrevista con Deanna. #Personajes3D #3D #Comunidad3D #TheWalkingDead credits: Pinterest y LovArt psd: tuschen psd 13
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    Con ése beso desperté, tres días que se convirtieron en tres años en el jardín de las sombras. Ya no era la misma... Akane tampoco.

    El primer rayo del alba rompió las tinieblas como una lanza ardiente.
    La sombra gritó —no con voz humana, sino con todas las voces que había devorado— y se deshizo en miles de fragmentos que regresaron al lugar de donde vinieron: a mí.

    El Jardín de Sombras se fracturó.
    Las sombras que me habían acompañado retrocedieron como aves asustadas.
    La imagen de Akane se desvaneció en el lago, llevándose consigo aquella quietud imposible.

    Y yo desperté.

    Estaba tendida en el suelo frío, jadeando, como si hubiese corrido siglos enteros. Mis manos temblaban, mi cuerpo dolía, pero estaba viva.
    Viva… y sola.

    Entonces vi algo en mi palma.
    Una flor de loto.
    Un pétalo blanco y perfecto que no debía existir en ese mundo oscuro.

    Mi Renge.
    Como siempre le había llamado en voz baja, cuando nadie nos escuchaba.
    Mi flor en medio del caos.

    La apreté contra mi pecho, y supe —con una certeza que me rompió y me cosió al mismo tiempo— que ese fue el precio que Akane pagó para traerme de vuelta.
    O quizá… una parte de ella seguía conmigo, en ese lugar donde ni siquiera las sombras podían entrar.

    Así fue la segunda vez que me enamoré. Un amor que me rompió por dentro. Un amor eternamente maldito.

    Akane Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
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    Con ése beso desperté, tres días que se convirtieron en tres años en el jardín de las sombras. Ya no era la misma... Akane tampoco.

    El primer rayo del alba rompió las tinieblas como una lanza ardiente.
    La sombra gritó —no con voz humana, sino con todas las voces que había devorado— y se deshizo en miles de fragmentos que regresaron al lugar de donde vinieron: a mí.

    El Jardín de Sombras se fracturó.
    Las sombras que me habían acompañado retrocedieron como aves asustadas.
    La imagen de Akane se desvaneció en el lago, llevándose consigo aquella quietud imposible.

    Y yo desperté.

    Estaba tendida en el suelo frío, jadeando, como si hubiese corrido siglos enteros. Mis manos temblaban, mi cuerpo dolía, pero estaba viva.
    Viva… y sola.

    Entonces vi algo en mi palma.
    Una flor de loto.
    Un pétalo blanco y perfecto que no debía existir en ese mundo oscuro.

    Mi Renge.
    Como siempre le había llamado en voz baja, cuando nadie nos escuchaba.
    Mi flor en medio del caos.

    La apreté contra mi pecho, y supe —con una certeza que me rompió y me cosió al mismo tiempo— que ese fue el precio que Akane pagó para traerme de vuelta.
    O quizá… una parte de ella seguía conmigo, en ese lugar donde ni siquiera las sombras podían entrar.

    Así fue la segunda vez que me enamoré. Un amor que me rompió por dentro. Un amor eternamente maldito.
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    Con ése beso desperté, tres días que se convirtieron en tres años en el jardín de las sombras. Ya no era la misma... Akane tampoco.

    El primer rayo del alba rompió las tinieblas como una lanza ardiente.
    La sombra gritó —no con voz humana, sino con todas las voces que había devorado— y se deshizo en miles de fragmentos que regresaron al lugar de donde vinieron: a mí.

    El Jardín de Sombras se fracturó.
    Las sombras que me habían acompañado retrocedieron como aves asustadas.
    La imagen de Akane se desvaneció en el lago, llevándose consigo aquella quietud imposible.

    Y yo desperté.

    Estaba tendida en el suelo frío, jadeando, como si hubiese corrido siglos enteros. Mis manos temblaban, mi cuerpo dolía, pero estaba viva.
    Viva… y sola.

    Entonces vi algo en mi palma.
    Una flor de loto.
    Un pétalo blanco y perfecto que no debía existir en ese mundo oscuro.

    Mi Renge.
    Como siempre le había llamado en voz baja, cuando nadie nos escuchaba.
    Mi flor en medio del caos.

    La apreté contra mi pecho, y supe —con una certeza que me rompió y me cosió al mismo tiempo— que ese fue el precio que Akane pagó para traerme de vuelta.
    O quizá… una parte de ella seguía conmigo, en ese lugar donde ni siquiera las sombras podían entrar.

    Así fue la segunda vez que me enamoré. Un amor que me rompió por dentro. Un amor eternamente maldito.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Con ése beso desperté, tres días que se convirtieron en tres años en el jardín de las sombras. Ya no era la misma... Akane tampoco. El primer rayo del alba rompió las tinieblas como una lanza ardiente. La sombra gritó —no con voz humana, sino con todas las voces que había devorado— y se deshizo en miles de fragmentos que regresaron al lugar de donde vinieron: a mí. El Jardín de Sombras se fracturó. Las sombras que me habían acompañado retrocedieron como aves asustadas. La imagen de Akane se desvaneció en el lago, llevándose consigo aquella quietud imposible. Y yo desperté. Estaba tendida en el suelo frío, jadeando, como si hubiese corrido siglos enteros. Mis manos temblaban, mi cuerpo dolía, pero estaba viva. Viva… y sola. Entonces vi algo en mi palma. Una flor de loto. Un pétalo blanco y perfecto que no debía existir en ese mundo oscuro. Mi Renge. Como siempre le había llamado en voz baja, cuando nadie nos escuchaba. Mi flor en medio del caos. La apreté contra mi pecho, y supe —con una certeza que me rompió y me cosió al mismo tiempo— que ese fue el precio que Akane pagó para traerme de vuelta. O quizá… una parte de ella seguía conmigo, en ese lugar donde ni siquiera las sombras podían entrar. Así fue la segunda vez que me enamoré. Un amor que me rompió por dentro. Un amor eternamente maldito.
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    La Cacería de la Sombra — Noche Dos

    La luna menguante apenas traza un arco enfermo sobre Suburbia.
    Las luces parpadean. Las ratas huyen.
    Y cuando el mundo duerme…

    …la Sombra despierta.

    Se desliza fuera del cuerpo de Lili con la suavidad de un velo mojado, dejando atrás la cama caliente y la respiración inocente que no le pertenece.
    La ciudad la llama.
    El miedo… la guía.

    Suburbia es un jardín perfecto para ella:
    olor a alquitrán, techos rotos, pecados fermentados entre basura y oscuridad.

    Allí lo siente.

    Un aura sucia.
    Un brillo aceitoso que no es luz ni sombra: es deseo podrido.

    Un hombre observa a los niños jugar en la esquina.
    Sus ojos no miran…
    devoran.
    Pero él no ve a la Sombra.
    Nadie la ve.

    Ella lo sigue, silenciosa como la noche enferma que la engendró.

    Más adelante, una niña corre hacia un callejón estrecho y húmedo, riendo con esa risa que solo los niños rotos pueden sostener.
    El hombre acelera el paso.

    La Sombra también.

    Pero cuando dobla la esquina…

    No hay niña.
    Hay Lili.
    La figura de Lili, parada en mitad del callejón, con la misma ropa, la misma respiración, la misma inocencia congelada como un eco.

    El caparazón.

    La máscara perfecta.

    La presa cae de rodillas sin entender qué es lo que ve.

    La Sombra se separa del reflejo de Lili como un humo espeso.
    Se forma.
    Se recompone.
    Se erige como un monstruo nacido del miedo y de la luna que agoniza.

    El hombre retrocede.
    La Sombra no.

    Nadie escuchará sus gritos.
    Nadie encontrará su cuerpo entero.
    Nadie sabrá que, esa noche, no fue una criatura del bosque, ni un demonio, ni un asesino:

    Fue la decisión equivocada.
    La última que tomó en su vida.

    Y en el jardín de sombras, muy lejos del callejón ensangrentado,
    Lili se abraza las piernas,
    temblando,
    mientras sombras que no tienen nombre la observan…

    como un enjambre de testigos silenciosos.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La Cacería de la Sombra — Noche Dos La luna menguante apenas traza un arco enfermo sobre Suburbia. Las luces parpadean. Las ratas huyen. Y cuando el mundo duerme… …la Sombra despierta. Se desliza fuera del cuerpo de Lili con la suavidad de un velo mojado, dejando atrás la cama caliente y la respiración inocente que no le pertenece. La ciudad la llama. El miedo… la guía. Suburbia es un jardín perfecto para ella: olor a alquitrán, techos rotos, pecados fermentados entre basura y oscuridad. Allí lo siente. Un aura sucia. Un brillo aceitoso que no es luz ni sombra: es deseo podrido. Un hombre observa a los niños jugar en la esquina. Sus ojos no miran… devoran. Pero él no ve a la Sombra. Nadie la ve. Ella lo sigue, silenciosa como la noche enferma que la engendró. Más adelante, una niña corre hacia un callejón estrecho y húmedo, riendo con esa risa que solo los niños rotos pueden sostener. El hombre acelera el paso. La Sombra también. Pero cuando dobla la esquina… No hay niña. Hay Lili. La figura de Lili, parada en mitad del callejón, con la misma ropa, la misma respiración, la misma inocencia congelada como un eco. El caparazón. La máscara perfecta. La presa cae de rodillas sin entender qué es lo que ve. La Sombra se separa del reflejo de Lili como un humo espeso. Se forma. Se recompone. Se erige como un monstruo nacido del miedo y de la luna que agoniza. El hombre retrocede. La Sombra no. Nadie escuchará sus gritos. Nadie encontrará su cuerpo entero. Nadie sabrá que, esa noche, no fue una criatura del bosque, ni un demonio, ni un asesino: Fue la decisión equivocada. La última que tomó en su vida. Y en el jardín de sombras, muy lejos del callejón ensangrentado, Lili se abraza las piernas, temblando, mientras sombras que no tienen nombre la observan… como un enjambre de testigos silenciosos.
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    La Cacería de la Sombra — Noche Dos

    La luna menguante apenas traza un arco enfermo sobre Suburbia.
    Las luces parpadean. Las ratas huyen.
    Y cuando el mundo duerme…

    …la Sombra despierta.

    Se desliza fuera del cuerpo de Lili con la suavidad de un velo mojado, dejando atrás la cama caliente y la respiración inocente que no le pertenece.
    La ciudad la llama.
    El miedo… la guía.

    Suburbia es un jardín perfecto para ella:
    olor a alquitrán, techos rotos, pecados fermentados entre basura y oscuridad.

    Allí lo siente.

    Un aura sucia.
    Un brillo aceitoso que no es luz ni sombra: es deseo podrido.

    Un hombre observa a los niños jugar en la esquina.
    Sus ojos no miran…
    devoran.
    Pero él no ve a la Sombra.
    Nadie la ve.

    Ella lo sigue, silenciosa como la noche enferma que la engendró.

    Más adelante, una niña corre hacia un callejón estrecho y húmedo, riendo con esa risa que solo los niños rotos pueden sostener.
    El hombre acelera el paso.

    La Sombra también.

    Pero cuando dobla la esquina…

    No hay niña.
    Hay Lili.
    La figura de Lili, parada en mitad del callejón, con la misma ropa, la misma respiración, la misma inocencia congelada como un eco.

    El caparazón.

    La máscara perfecta.

    La presa cae de rodillas sin entender qué es lo que ve.

    La Sombra se separa del reflejo de Lili como un humo espeso.
    Se forma.
    Se recompone.
    Se erige como un monstruo nacido del miedo y de la luna que agoniza.

    El hombre retrocede.
    La Sombra no.

    Nadie escuchará sus gritos.
    Nadie encontrará su cuerpo entero.
    Nadie sabrá que, esa noche, no fue una criatura del bosque, ni un demonio, ni un asesino:

    Fue la decisión equivocada.
    La última que tomó en su vida.

    Y en el jardín de sombras, muy lejos del callejón ensangrentado,
    Lili se abraza las piernas,
    temblando,
    mientras sombras que no tienen nombre la observan…

    como un enjambre de testigos silenciosos.
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    La Cacería de la Sombra — Noche Dos

    La luna menguante apenas traza un arco enfermo sobre Suburbia.
    Las luces parpadean. Las ratas huyen.
    Y cuando el mundo duerme…

    …la Sombra despierta.

    Se desliza fuera del cuerpo de Lili con la suavidad de un velo mojado, dejando atrás la cama caliente y la respiración inocente que no le pertenece.
    La ciudad la llama.
    El miedo… la guía.

    Suburbia es un jardín perfecto para ella:
    olor a alquitrán, techos rotos, pecados fermentados entre basura y oscuridad.

    Allí lo siente.

    Un aura sucia.
    Un brillo aceitoso que no es luz ni sombra: es deseo podrido.

    Un hombre observa a los niños jugar en la esquina.
    Sus ojos no miran…
    devoran.
    Pero él no ve a la Sombra.
    Nadie la ve.

    Ella lo sigue, silenciosa como la noche enferma que la engendró.

    Más adelante, una niña corre hacia un callejón estrecho y húmedo, riendo con esa risa que solo los niños rotos pueden sostener.
    El hombre acelera el paso.

    La Sombra también.

    Pero cuando dobla la esquina…

    No hay niña.
    Hay Lili.
    La figura de Lili, parada en mitad del callejón, con la misma ropa, la misma respiración, la misma inocencia congelada como un eco.

    El caparazón.

    La máscara perfecta.

    La presa cae de rodillas sin entender qué es lo que ve.

    La Sombra se separa del reflejo de Lili como un humo espeso.
    Se forma.
    Se recompone.
    Se erige como un monstruo nacido del miedo y de la luna que agoniza.

    El hombre retrocede.
    La Sombra no.

    Nadie escuchará sus gritos.
    Nadie encontrará su cuerpo entero.
    Nadie sabrá que, esa noche, no fue una criatura del bosque, ni un demonio, ni un asesino:

    Fue la decisión equivocada.
    La última que tomó en su vida.

    Y en el jardín de sombras, muy lejos del callejón ensangrentado,
    Lili se abraza las piernas,
    temblando,
    mientras sombras que no tienen nombre la observan…

    como un enjambre de testigos silenciosos.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La Cacería de la Sombra — Noche Dos La luna menguante apenas traza un arco enfermo sobre Suburbia. Las luces parpadean. Las ratas huyen. Y cuando el mundo duerme… …la Sombra despierta. Se desliza fuera del cuerpo de Lili con la suavidad de un velo mojado, dejando atrás la cama caliente y la respiración inocente que no le pertenece. La ciudad la llama. El miedo… la guía. Suburbia es un jardín perfecto para ella: olor a alquitrán, techos rotos, pecados fermentados entre basura y oscuridad. Allí lo siente. Un aura sucia. Un brillo aceitoso que no es luz ni sombra: es deseo podrido. Un hombre observa a los niños jugar en la esquina. Sus ojos no miran… devoran. Pero él no ve a la Sombra. Nadie la ve. Ella lo sigue, silenciosa como la noche enferma que la engendró. Más adelante, una niña corre hacia un callejón estrecho y húmedo, riendo con esa risa que solo los niños rotos pueden sostener. El hombre acelera el paso. La Sombra también. Pero cuando dobla la esquina… No hay niña. Hay Lili. La figura de Lili, parada en mitad del callejón, con la misma ropa, la misma respiración, la misma inocencia congelada como un eco. El caparazón. La máscara perfecta. La presa cae de rodillas sin entender qué es lo que ve. La Sombra se separa del reflejo de Lili como un humo espeso. Se forma. Se recompone. Se erige como un monstruo nacido del miedo y de la luna que agoniza. El hombre retrocede. La Sombra no. Nadie escuchará sus gritos. Nadie encontrará su cuerpo entero. Nadie sabrá que, esa noche, no fue una criatura del bosque, ni un demonio, ni un asesino: Fue la decisión equivocada. La última que tomó en su vida. Y en el jardín de sombras, muy lejos del callejón ensangrentado, Lili se abraza las piernas, temblando, mientras sombras que no tienen nombre la observan… como un enjambre de testigos silenciosos.
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